terça-feira, 31 de outubro de 2023

HIBRAHIM ALEJO | La poesía de Hanni Ossott: sombras y destellos de un paisaje interior

 


A mediados de la segunda mitad del siglo anterior, en Hispanoamérica se gesta una poesía llena de revelaciones y de un ímpetu que la hiciera figurar más allá de las márgenes de sus confines. El derrotero fue trazándose por los grandes poetas que determinaron un momento y un contexto en el intervalo de un instante: Gabriela Mistral, César Vallejo, Pablo Neruda, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Juan Liscano, José Lezama Lima –estos para nombrar algunos–, maestros constitutivos y figuras precursoras entre todas las voces que surgieran a lo largo de los decenios del siglo anterior. Lo cierto es que, entre todas esas voces, algunos cobraron más notoriedad frente a otros, naturalmente, como suele ocurrir en todos los aspectos donde se ven implicados los actos del quehacer del hombre. Esto es una realidad que ejerce su tensión, y llegados al punto de aproximarnos a la poesía hispanoamericana, es preciso tantear algún nombre que, de alguna manera, más allá de su originalidad desde un punto de vista formal, haya permanecido en la línea del tiempo como voz un tanto aislada, cuando su propio quehacer poético atisbara con fuerza una luz e intentase instaurar el ensueño y lo prístino más allá del desacertado devenir. De este modo, podríamos referirnos a un sin número de poetas cuyo aliento resiste el período de una omisión circunstancial, pero el nombre que surge irguiendo así una palabra encarnada, esto como consecuencia de mis últimas lecturas, es el de Hanni Ossott (Caracas, 1946-2002).

Figura representativa en la poesía venezolana y, sin duda, una de las voces poéticas más elevadas del siglo XX, la obra de Hanni Ossott, se erige, elemental, con la solidez de las piedras. Pero ¿qué aspectos infunden en mí la afirmación actual?, ¿qué deseos del Otro, cuya apertura desencadena el tiempo que es ese niño en constante juego? Pues, estas líneas nos conducen hacia la senda de una exégesis profunda en pro de un posible atisbo, de la intuición del momento del reino donde la noche se abrirá para siempre.

Entonces, dejémonos llevar por el oleaje de sus versos. El movimiento, la circulación en su obra, se advierte desde el ímpetu primigenio que fuera la fuente de lo matricial en su universo; cosmogonía de una constante e íntima interrogación. Ella misma ante cada misterio, percibiendo el escarceo en las márgenes de un mar insondable. Mar o sombras donde fluctúan las transmutaciones del ser, y todo a través de la rendija que muestra, apenas, el sueño en su urdimbre frente a la prístina raíz elemental que revela, en lo esencial, lo que se yuxtapone frente a nosotros en ese instante de humedad y de luz. En uno de sus libros iniciales Formas en el sueño figura infinitos, y particularmente en el siguiente poema, ya se anuncia lo antes dicho:

 

Mi mercado es una revisión de objetos habladores de locuras

todavía creo en ellos. El hilo, el hilo, el último pedazo

de hilo que me ata a la creencia, permanece.

Después iré a flotar junto a ustedes. A través de un parnaso

Increíble, viajaremos en el color fundado por los rayos.

Los dioses inclinarán sus cabezas ¡perros fieles!

La danza será el atajo de mil vueltas y esta espada

La tortura inicial.

 

Primero el ensueño; se nos revela, como primer atisbo, lo que fuera el pozo de su alfabeto poético: la revisión de objetos o voces en constante disertación con la excusa de hallar el juego de las interpretaciones, el placer de una búsqueda por querer anudarse a una visión que corresponda el éxtasis que mana de su percepción existencial. Y luego la locura en la voz del objeto, de los objetos que figuran como efigies de un deseo que determinará lo intrínseco, pues, un hilo de la gasa sugerida, una hebra que permanece intacta en la continuidad de lo arquetípico y, posterior, la elevación del alma, la oscilación del alma que se esparce para asir la intuición del instante en flor. ¿Qué instante? El del sueño que circuliza realizando mil vueltas hasta la tortura de un inicio fundado por un punto de luz. Lo no dicho es el punto de acumulación de los nombres en la fruición de las insinuaciones sobre una inexistencia que se apoya en el ascenso poético de un espacio.

Nuestra poeta inicia un desplazamiento hacia la interioridad, hacia la articulación de voces que abren la imagen de sí misma desdoblada, en donde el argumento, naturalmente, atraviesa los contornos de la materialidad para alcanzar la interpelación que concierne a la Otra, a las otras voces y al recorrido por saber de la muerte o saber de la espera y sobre la denegación de la misma:

 

DEL PAÍS DE LA PENA

 

¿Quién soy?.“¿La luz que ilumina esta verja, esta tierra?”

¿Soy los árboles y las plantas? ¿Acaso el mar?

Soy colinas, riberas, agua bañada de luz

Soy un cuerpo cansado de tanta errancia

un cuerpo y un alma cansados del miedo

Soy el temor.

 

Desde lo profundo y oscuro escucho y tiemblo

Oigo lo profundo, lo oscuro, lo difícil

las contradicciones, todos los polos opuestos

las negruras, las blancuras, los intercambios

como si lo blanco reuniera a lo negro

como si lo negro reuniera a lo blanco.

 

¿Quién soy?

Primero una pena, luego el soportar.

 

Veo barcos, barcos múltiples que tocan mi orilla

Veo una casa destrozada por el dolor, demasiado cercana.

Los barcos relucen en la noche

                                                                                     –veo sus banderas

 Ellos son el arribo, la llegada

mas no la locura de la más antigua herida.

Veo barcos enfermos, antiguos, dolientes

                                      y adentro muletas, invalide, desazón.

 

 


Todo se va tejiendo a favor de una excusa, para así hilvanar el principio anular de una desmesura que subyace en un oleaje contenida. La recurrencia de las imágenes casa, pájaro, río, sombra, sueño, noche, mar, melancolía, continúan acrecentando lo que se dilata en las insinuaciones metafísicas, donde, en sus dominios, cuerpo y psique, convergen en espejeante dialogo:

 

… ¿Qué soy? Escucho algo en mí, una voz, quizás

algo que quiere salir

algo claro

que ahora no entiendo, que rumorea.

 

¿Soy de la Edad Media?

                                      atrás están mis muertos

                                      atrás y cerca

                                      ellos, los dolientes

                                      los que no entendieron el absurdo

                                      su propio absurdo

                                      los que no pudieron verse aún

                                      ellos, los adolescentes

                                      los que padecían, adolecían.

 

Una vez dije: el mar en mí no deja dormir

                                      Ahora lo sé,

                                      sé qué significa la vigilia

                                      estoy atenta

                                      llevo algas apegadas a mi cuerpo.

¿Quién soy? ¿Una ruta? ¿Un camino?

                                      ¿Una carretera entre ciudad y ciudad?

                                      ¿Seré un intermedio, un lapso?

No la conciliación, no. Sino algo más

Veamos, debo clarificarme, o quizás no.

 

Veo una línea de palmas, una neblina

                                      Allí hay dos y tres

                                      un hombre, una mujer

                                      dos hombres

                                      Lejos, niños.

Sé lo que ello significa

                                      arenisca, polvo visto entre la luz

                                                              puntos de atajo

Mi corazón arde, latido a latido

                                      no hay fragua

                                      estoy en calma.

La casa está aquí, aquí los fuegos y las aguas

                                      aquí el lar

“Pero tú, tú sufriste tanto, para todo esto”…

 

Las circunstancias de las evocaciones y del ensueño, implican un punto de inflexión, un nudo constitutivo y un retorno a lo que fuera punto de llegada de la luz y de la sombra. El poema se torna fluctuación constante entre un eco que revitaliza lo pretérito, enardecida, la fluctuación, por el juego de las alusiones y por un sentir insondable; el pájaro, el hilo, la sombra y el mar se agitan, se turban, y gesticulan para sí lo que reside en el intervalo de un espacio onírico. Es allí, en la oquedad, donde se vislumbra un relámpago, el tiempo desencadenado alargando lo impenetrable y lo inherente una vez vuelto el Yo al espejo cuando saliera del inconsciente o cuando una hebra de luz determinara el perpetuo retorno hacia él.


Léase este poema, completamente, en voz alta, pues, mis impresiones se apegan a la lectura de todo el cuerpo del mismo y, más aún, del libro El reino donde la noche se abre. Un libro cabal, redondo en la manera y el método. En lo formal, una obra que alberga la desmesura de una intimidad que apuesta por lo que se desea y por lo que constituye lo circundante y lo quimérico. Pero no nos detengamos en lo que apenas inicia, pues, la obra de Hanni Ossott, extiende su ritmo a manera de remolino con una paradoja que aflora, esencial, de su voz, para instaurar una nueva visión en los temas que son siempre inagotables: vida, muerte, tiempo, amor, locura, interpelación existencial.

¿Qué es lo real para nuestra poeta?, ¿de qué manera le apetece el orden de las cosas mientras aflora, desde lo más profundo, una porción de lo que fuera el susurro que articula la locución que alberga lo arquetípico, lo esencial en su poética? Entre las evocaciones en medio de una atmosfera propicia para no decir nada o sí, esos nombres que encarnan, en efecto, la fuente de su motivo poético –Reiner María Rilke, Martin Heidegger, Jorge Luis Borges–, y los diálogos que emprenden la infatigable búsqueda del Yo en la continua fragmentación del ser, inicia la secreta confluencia en pro de la realización del discurso que se fundamenta en un amago incesante del decir y el no; el aplazamiento del instante de un cuerpo que cambia de mundo. Incluso cuando evoca el juego del azar y un caos ascendente, ¿son sus perfiles, cada una las imágenes recurrentes, la simbología en constante juego, uno que insiste repartir aún más el manifiesto de lo que se abre para establecer a la Otra, con sus dioses, sus demonios, hasta alcanzar las diferencias ciegas con el Yo a través de unas redes que entretejen las desemejanzas sordas en el orden del tiempo y del espacio? Veamos el siguiente poema –perteneciente a su libro El circo roto–, para intuir lo que acaso fuera la determinación de un largo recorrido tras la gasa de las insinuaciones:

 

LA VOZ

 

No escuches otra voz que la tuya

              Interna

              Voraz

Afuera no hay sino sólo voces de hombres y mujeres

              que aconsejan.

Desde lo más íntimo son habladurías

              <<chácharas>>

Tu voz te guiará por el crepúsculo…

Solitaria

Guiará tu alma

              En medio del estertor y el fracaso

 

¿Dónde está Dios?

¿Dónde?

¿Qué de su omnipresencia para que todo esto no reviente?

¿Qué de su propia soledad?

¿Por qué Dios está tan solo como yo y los otros?

¡¿y tan ocupado?!

 

La exhortación adquiere el matiz de una sentencia lapidaria. Solo existe la propia voz de una intimidad que, a borbotones, desencadena su ritmo, envolvente, para sumergirnos en el ámbito de su substantividad mientras las líneas de su efigie elemental se van trazando frente a un espejo insondable. Hacia la luz imaginamos, trémulos, el juego del azar en ese solo centro que ensancha todas las condiciones del ser; ser o Dios que se corresponden en el espejeante confín de un sueño que no inicia sino hasta el desplazamiento de una palabra apenas reiterada. Así, entonces, todo culmina o empieza en un punto interrogante de relativa inclinación irónica que daría paso a un desplazamiento hacia un crepúsculo sugestivo, significante.

 Valga convenceros, lectores, del ímpetu que alcanza una voz que susurra la agonía de la luz, el viaje hacia la sombra y que susurra el rastro en la memoria que danza sobre los cúmulos de un cielo ya penetrado:

 

EXTRAÑAMIENTO

 

Mis piernas flaquean

mi corazón arde

 mi sacralidad me mata

              Oh Dios

¿cuál será mi camino?

 Escucho voces

              pero ¿cuál es para mí?

¿qué puedo decir ante tanto extrañamiento?

 

“voces, voces, escucha amor mío,

Como sólo lo escucharon los santos.”

 


Al final, las voces interiores, sus ratos de placer y de dolor vivido en el universo familiar, elementos y referencias a la filosofía de Martín Heidegger, Jorge Luis Borges, Gustavo Díaz Solís, su psiquiatra José Luis Vethencoyrt, Rainer María Rilke, Silvia Plath, T. S Eliot, Heráclito de Éfeso, Rafael Cadenas, D. H. Lawrence, entre muchos otros –maestros que correspondieran sus inclinaciones esenciales–, figurarán como voces espectrales en sus poemas. Como olas de un mar en el cual nuestra gran poeta se sumergiera toda la vida, buscando en sus ritmos, el vívido espejeo de unas aguas siempre turbadas.

Entonces, en medio del desasosiego y la conmoción que no cesan, todo el camino se dispone para la aseveración postrera, de la cual se sabe que pasa, que ha pasado, sin haber hallado la plenitud de un anhelo ni desgastado su cadencia aciaga, tal como nos lo presenta en el siguiente texto:

 

EL CIRCO ROTO

 

He muerto

              he trascendido la muerte

              he trascendido la vida

              más allá de mí no queda nada

                                      solo rastrojos

                                      penas

 

La fiesta se ha apagado

las luces del teatro ya no existen

estoy en la nada

del Circo no queda sino un traje raído

                                      cansado

                                      descolorido.

 

El tiempo transcurrido resuena con todo el desplazamiento, figurado por ella, como un instante. Lo fatal en él, instaura su naturaleza ausente de la tenue claridad de lo que fuera un punto de luz. Todo queda en ella, mas existe un espacio en donde vacila una idea precisamente insondable; lo mustio del ser anudando los vestigios de un espacio pretérito en la nada. Por lo demás, el hecho de que la muerte se presente como el principio de una sugestión constante que revelara la disposición existencial de un alma fatigada de tanto trascender, nos conduce hacia el indicio de lo que sería una posible definición del tiempo propio como signo repetido de un movimiento que circuliza según el antes de las inmanencias.

La poesía de Hanni Ossott, resulta ser un viaje que se torna infinito en sus constantes devaneos e interrogaciones, un viaje necesario y profundo. Constantemente emprenderemos la búsqueda de espacios inexistentes, de efervescentes rostros y de un tiempo que se desvanece como niebla, dejando el Yo en su devenir hacia la nada, el gesto sin término del juego entre la noche, punto genésico de su poesía, y el atisbo de un ser que, en algún instante se reconozca como un traje ajado o como rendija de una puerta hacia la sombra.





HIBRAHIM ALEJO (Venezuela, 1993). Cursó estudios en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Carabobo, donde obtuvo el título de Licenciado en la Mención Lengua y Literatura. Actualmente cursa estudios en Filología en la Universidad Complutense. Ha publicado dos poemarios hasta la fecha: Los sitios constelados (2018), y Líneas para una ensoñación (2021). Cultiva el ensayo y revisa un conjunto de notas críticas sobre el legado y obra de poetas de su país.




LAURA AIDAR (Brasil, 1984). Artista visual y fotógrafa. Licenciada en Educación Artística por la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y graduada en Fotografía por la Escola Panamericana de Arte e Design. Fue docente en las escuelas municipales y estatales de São Paulo durante 6 años. Trabaja en proyectos sociales y otras instituciones (como el Sesc) impartiendo cursos de arte y fotografía para jóvenes y adultos. Realiza investigaciones y trabajos artísticos de autor utilizando lenguajes híbridos. Crea contenidos online sobre temas relacionados con el arte, la cultura y la comunicación desde 2019. En 2021 realizó la exposición Linhas Imaginadas, en la Galeria Casa Lebre, en Bragança Paulista. Según ella, esta exposición se caracteriza por ser un manifiesto a favor de la autonomía femenina, la expresión genuina, la elección consciente, lúcida y desilusionada. Laura es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 243 | outubro de 2023

Artista convidada: Laura Aidar (Brasil, 1984)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

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