sexta-feira, 10 de novembro de 2023

GLADYS MENDÍA | Winétt de Rokha: heroicamente humana

 


Es que es eterna, porque fue honesta, creando o viviendo,

que era para ella exactamente lo mismo.

PABLO DE ROKHA

 

La escritora chilena Winétt de Rokha (Santiago 1892-1951), seudónimo de Luisa Anabalón Sanderson, realizó una vasta obra que incluyó diversos géneros como la poesía, la prosa, artículos periodísticos, narrativa y teatro. Así mismo tuvo una vida política activa y fue secretaria de redacción, difusora y cofundadora de la revista “Multitud”, en donde publicó poemas, obras dramáticas, textos de crítica literaria, actualidad política y cultural.

Dijo sobre su obra el escritor Carlos de Rokha (hijo):

 

Winétt de Rokha trabajó un lenguaje poético "absolutamente moderno" como quería Rimbaud, nuevo por eso mismo, surgido de la columna viviente de este tiempo estremecido. Y en su visión dramática y esencial de las cosas y su raíz y copa de sangre, arribó a zonas de tierra virgen e inexplorada, de insospechada hondura. Alcanzó, así, un clasicismo de temblor primigenio, que fue en ella auténtico porque nació del estallido de su ser y del combate que se produjo entre su verbo castigado, ardiente y riguroso, con la realidad que le dio su perfil transfigurado y quemante.

 

Para lxs investigadorxs, la escritura de Winétt de Rokha no ha sido totalmente estudiada, tal vez por ser la esposa de Pablo de Rokha (1894-1968) o por el definido estilo político y social que tiene su trabajo, sin precedentes con lo realizado por las mujeres de su época. La omisión de la escritura de Winétt de Rokha, posiblemente, también se ha debido a su predilección por ciertos temas vinculados a la Unión Soviética, así como de compromiso social con las injusticias y con la reivindicación de un trato justo con las mujeres.

En palabras de su yerno Julio Tagle:

 

Tener el coraje de un ser definido entraña serias desventajas, cuando la querella personal se ejercita en el campo dominado por el adversario. Significa ponerse al margen de los pequeños placeres de la existencia. El ser escritor, implica tener el carácter entero del héroe, para soportar el vacío y respirar la atmósfera cargada de hostilidad. Porque ello determina vivir en una especie de anonimato, donde ni el talento ni las condiciones superiores interesan, pues lo que se exige de un poeta, escritor o artista, es la actitud rastrera o inocua, la servil entrega a lo injusto y perverso.

 

Winétt no concilió; Winétt no traicionó sus sentimientos y convicciones. Por eso siendo una gran poetisa, pasó como desapercibida, incluso para quienes tenían la obligación de sentirse interpretados en su obra.

Su incursión en el medio literario comenzó con la publicación de versos de influencia parnasiana y simbolista ofrendados a San Francisco de Asís, en la revista Zig-Zag (1905-1964), que firmó como Luisa Anabalón Sanderson.

En 1915, apareció el poemario Lo que me dijo el silencio y, posteriormente, en este mismo año, el libro de prosa poética Horas de sol, ambos publicados como Juana Inés de la Cruz. Como una pequeña muestra del poemario Lo que me dijo el silencio, comparto el poema “X”:

 

El llorar de un crepúsculo

viene a mí estremeciéndome

con temblores de estrella

y rumores de fuente.

 

Palidecen las rosas…

Vagas incertidumbres

me cogen, lentamente,

y en su regazo me hunden.

 

Pienso en el deplorado

amanecer de un sueño

que refleja sin fiebre

la luna de un espejo…

 

En 1916, Luisa Anabalón contrajo matrimonio con el escritor Pablo de Rokha, momento desde el que comenzó a utilizar el seudónimo Winétt de Rokha. La palabra "Winétt" tendría su origen en una combinación entre los nombres de los autores Charles Binét-Sanglé y Walt Whitman (1819-1892). Los primeros textos que la autora firmó con este seudónimo fueron poemas con los que colaboró en las revistas “Numen” (1918-1920) y “Claridad” (1920-1932).


Los primeros tres libros que publicó como Winétt de Rokha fueron Formas del sueño (1927); Cantoral (1936), la obra más estudiada por la crítica literaria en el marco de las vanguardias chilenas; y Oniromancia (1943), libro en el que se ha observado cierta continuidad con Formas del sueño. En Cantoral, escribe sobre Santiago, en el poema “Santiago ciudad”:

 

A tus orillas cantan aún las ranas azules,

sin embargo en tu corazón la multitud busca ritmo

con ese acento eléctrico, ardido y cosmopolita del avión en vuelo.

 

Ciudad americana, atrevida y triste,

te ciñe un cerco alto, desde donde te cae

aquel influjo blanco y boreal de las nieves calladas.

 

Torres como llamas, rascacielos que iluminan la tarde,

avenidas hacia el horizonte, plazas amorosas, campanarios de ayer,

alegría de fuentes italianas, estupefactas, erguidas aguas inocentes,

que columpian una ley que tiembla,

aguas de atardecer republicano

armonía del mar, disminuida,

para los hombros de las mujeres rubias,

para las piernas escolares de los niños.

 

Hacia los barrios que se multiplican ingenuamente

avanzan las gentes preocupadas, presurosas de la propia vida.

 

Repercuten los tranvías por los puentes viejos de la Recoleta,

y allí, a la virtud de las Iglesias y las casonas vastas,

sentimos aún en las pupilas de las rezadoras atávicas,

abalorios y sueños, mezclados a un niño-Dios, de esperma sonrosada.

 

Ahora se asciende con el corazón sencillo y sereno,

el hogar recóndito, el nido de cada uno, perdido

entre las abejas y los parronales de Pedro de Valdivia,

Ñuñoa, El Nido, como en las palomas, las hormigas o los no-me-olvides.

Parque, Quinta, Alameda de las Delicias,

la bella e incierta peregrinación del espíritu.

 

San Francisco, casa del Mito, no interrumpe el poema,

que se perfuma a sus pies, por ese ramo eternamente vivo de las azucenas aldeanas;

Santa Ana, en cuyos pórticos jugaron los abuelos y las golondrinas de antaño,

y se bautizaron las muñecas de todos.

 

Guardas el camino de los días evaporados;

aquel sauce de cobre oxidado, aquel banco municipal,

su sombra y mi sombra iluminadas de piel nueva y de esperanzas,

la tarde, copiosamente estrellada de rumores y azules románticos,

y, como un loto negro, imantado, abierto,

la noche remota, abrigadora, encerrando la cantidad de nuestras almas.

 

Ardiendo, como la palma de una mano franca y tendida,

te das al emigrante. Mucho andar, mucho andar…

como en los cuentos, que no llegaban nunca al pueblo de las cúpulas de oro.

 

Álgebras de automóviles te abrazan y te poseen,

teatros y cines encienden su bullicio, y los cartelones pronuncian:

Greta Garbo, la nórdica iluminada y pálida.

 

Te sumerges, te elevas, te extiendes, te lavas el alma,

                                      ciudad.

 

Hombres y mujeres-niños, tras las tiendas occidentales,

Gath & Chaves, impasible,

mirando las cinturas de plata del Oberpaur,

el almacén lírico y tranquilo, arquitectura desenfadada,

con el número armonioso del pincel de Matisse.

 

Desde mi vida, miro el San Cristóbal,

el cerro que justifica tu estilo como el acorazado en el puerto;

aquellas lucecitas que juegan a la ola,

los reflectores que, minuto a minuto, se entreabren como párpados,

y blanca, sola, muda, en lo más alto, la leyenda de Jesucristo,

blanca, sola, muda.

 

En tu jardín de muertos, acostado entre estatuas pálidas,

marchito está el mejor ramo de flores de nuestra casa,

y la figura herida que durmió sobre mi corazón una Primavera.

 

En la juventud de tus parques, yo escribo

caballos y aspectos de novedad, llevando la línea de nuestros héroes,

caballos de mármol, en cuyas fauces abiertas,

penetra este viento que tú y yo amamos, mariposa en Febrero,

la pezuña hincada y decidida,

los ojos con luz cóncava, llena de amaneceres y noches inmensas.

 

Tu orgullo provinciano escala el Santa Lucía;

recuerdo mi alegría de siete años,

correteando a la rueda saltadora

y cómo veía abajo un mundo pequeñito.

 

Santiago, ciudad,

despierta y dormida, dignamente, en ti misma;

abres las puertas;

piscinas, canchas de tennis, cárceles, fábricas,

el rico todo de oro,

el pobre con su atado de sombra.

 

Se produce vida en ti, como en Constantinopla,

en París, en Londres, en Ginebra, en Nueva York, en Roma;

te visitan los acontecimientos y las estrellas,

y acaso una canción sin nombre

o el nombre milenario de una canción…

 


En 1942, inició una gira cultural junto a Pablo de Rokha, en la que recorrieron diecinueve países del continente americano, entre ellos, Perú, Venezuela, Colombia, México y Estados Unidos. Este viaje itinerante fue con el objetivo de llevar un mensaje poético y político. A su regreso a Chile, en 1949, Winétt de Rokha se encontraba gravemente enferma de cáncer. Este año apareció la última obra que la autora publicó en vida, El valle pierde su atmósfera, editada como parte del libro Arenga sobre el arte de Pablo de Rokha. Se nota un cambio en su escritura, es una prosa palpitante:

 

La lira de algún satélite desfigurado, espoleado, declamador,

rompe circunferencias que arden, rotas; techumbres dan alivio

con un cohete de ultratumba en tapias aldeanas, coloradas.

 

Con su contorno sucio, de librea, una ciudad creciente, fábricas

con amplitud de calles hermanas por argolla y futuro de llagas:

faenas, hipotenusa, basura, movimiento en combate de agonía y círculos.

 

Completa humareda sorteada, panales al descubierto, enseñoreándose serenos, dolidos,

sobre promontorios sentados, indefensos en el pórtico carcomido.

 

Cartelones-lunados. Por el Guayas, la bagatela, los peligros,

la intermitencia, los telegramas y el rubro de alcatraces malditos.

 

Algo gime cruel, agrandado, en la garganta dentada, sanguinolenta,

de algunos peces cuadrados, artesanos, en navío de signos actores

la voz bordada de la criatura fea se mata quintaesenciada,

medrosa y espectacular en su desarrollo barato y vacante.

 

Sobre este libro ha dicho el escritor chileno Mahfud Massís:

 

Poema de largura y de profundidad, biselado, puro e impuro, humano, sobrehumano, helado de superficie, pero de lecho hirviente; aroma y veneno, cántico, respondo, ¡América! Ángel de verde cornamenta, nueva Cipango coronada de joyas, mendicante. ¡Cuán difícil entrar en los flancos sanguíneos de este friso verbal, condicionado por ímpetus heterogéneos, herido de sensibilidad resonante e impulsado por una afectividad fina, demasiado invisible al consenso de una crítica estética distraída y de dolosa erudición!

 

El 7 de agosto de 1951, la escritora falleció. Con motivo de su muerte, se editó Suma y destino, libro que Pablo de Rokha realizó en su homenaje. En él apareció el texto póstumo de la escritora, Los sellos arcanos, parte importante del resto de su producción poética y varios materiales sobre su vida y obra. En 1953, dos años después de su muerte, Pablo de Rokha le dedicó el manuscrito Fuego negro. Aquí el poema “Miel y laureles de Chile” del libro Los sellos arcanos:

 

Brilla en los pájaros del Sur su nombre de oro y plata,

los niños lo transmiten en las pizarras escolares del asombro,

en cada nueva canción está presente,

las mujeres calladas lo llevan en la flor de sus corpiños negros,

y los héroes de ayer lo empenacharon entre sus cascos y sus almas de piedras:

porque Chile es así: liviano como el ala del mundo,

inmenso, enriquecido por la paloma internacional de lo sencillo,

igual a un violín en el violín del viento,

florido de amor en la mirada de la doncella en celo,

fuerte como la razón y el dolor del destierro.

 

Cruzada de poesía en arco iris

entre espectaculares vuelos interoceánicos,

recordé la flecha azul de sus tierras delgadas

besadas, íntegramente, por la carta-espuma del mar

y por la intacta sinfonía insular de los ríos.

 

¡Cómo en su corazón-campana cruje al rebote del trueno

que se extiende con sonido y esplendor en su mapa de fruta,

entre pezuña pavorosa de caballo salvaje

y ubre estremecida de vacada en fuga!

 


La Universidad de Chile creó un sitio web dedicado a difundir la obra y estudios realizados en torno a su creación que recomiendo visitar si deseas conocer más de esta gran escritora: http://www.winett.uchile.cl/

Ya para concluir este breve ensayo, comparto un fragmento de un texto que le escribiera su hijo Carlos de Rokha que considero esencial para conocer la dimensión de Winétt:

 

Ella no fue ni mística, ni religiosa: fue algo más que eso: fue humana, sencilla y trágica y heroicamente humana. No buscó a Dios, ni a sus huecas criaturas de paja, arcilla y barro: buscó algo más que eso: buscó al Hombre y su búsqueda y el mágico resultado de esa búsqueda le dio un sitial en el Cosmos y en la Historia. En ella la palabra no fue puro sonido, ni intrascendente ritmo: fue imagen, revelación por dentro, fue llama y onda quemante, denuncia de un mundo agónico, proclama viva, impulso del sueño hacia una tierra donde sólo lo necesario palpita en estructuras de vital raigambre y eco.

 



GLADYS MENDÍA (Venezuela, 1975). Poeta, ensayista, editora. Traductora del portugués al castellano, contando entre sus trabajos de traducción la antología poética de Roberto Piva titulada La catedral del desorden (2017). Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Participó en el Taller de creación poética con Raúl Zurita (2006). Ha publicado en diversas revistas literarias, así como también en antologías. Sus libros: El tiempo es la herida que gotea, 2009; El alcohol de los estados intermedios, 2009; La silenciosa desesperación del sueño, 2010; La grita. Reescritura de Las Moradas, de Teresa de Ávila, 2011; Inquietantes dislocaciones del pulso, 2012; El cantar de los manglares, 2018, Telemática. Reflexiones de una adicta digital, 2021; LUCES ALTAS luces de peligro, 2022 y sus más recientes libros co-creados con Inteligencia Artificial: Fosforescencia tigra, Aire y Memorias de árboles (2023). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora, desde el año 2004. Cofundadora de la Furia del Libro (Feria de editoriales independientes, Chile). Como editora ha desarrollado más de veinticinco colecciones entre poesía, narrativa, ensayo y audiovisuales, publicando a más de 500 autores. Integra, con Floriano Martins y Elys Regina Zils, el equipo de traductores del “Atlas Lírico de Hispanoamérica”, de la revista brasileña Acrobata.





CHRIS BUENO (Brasil, 1974). Fotógrafa y artista visual, su producción se centra en fotografías digitales, imágenes, apropiaciones de archivos antiguos resignificados a través de inteligencia artificial. El hilo conductor de la investigación es su experiencia subjetiva como mujer/artista/madre neuro-divergente. Sus investigaciones artísticas están asociadas a lo extraño y lo inconsciente, mediante el uso de técnicas fotográficas experimentales con filtros, luces y distorsiones. Con este tipo de intervenciones, la artista busca un paso hacia su universo íntimo y personal, arrojando luz sobre cuestiones sobre la salud mental y los tabúes que tal tema implica. Chris Bueno es el artista invitado en esta edición de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 244 | novembro de 2023

Artista convidada: Chris Bueno (Brasil, 1974)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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