segunda-feira, 15 de julho de 2024

FRANCESCA RANDAZZO EISEMANN | La voz de Clementina Suárez

 


No puedo llegar…/ porque jamás me he ido. /Eres una Patria construida / en lo interior./ Caminas dentro de mí/como un abierto río./ Vienes desde muy atrás/ rebelde y vegetal,/ todo en ti es nuevo y viejo/ tierra para la infancia/ y para inmortalizar el tiempo.

CLEMENTINA SUÁREZ [1]

 

Con estos versos, Clementina Suárez, [2] distinguida y controversial poeta hondureña, inicia su libro Canto a la encontrada Patria y su Héroe, publicado en 1958. Un título como este, no debería pasar desapercibido en la literatura nacional de Honduras, especialmente cuando en el discurso – específicamente intelectual y periodístico – aparece de forma reiterada la ‘falta de identidad’ y la percepción de una ausencia de claras elaboraciones sobre lo nacional (Randazzo, 2006). Probablemente, este hecho refleje un malestar frente a una modernidad inconclusa y las dificultades derivadas de la inexistencia de una conciencia nacional política expresada de algunas comunidades (Ibarra 1992), así como la tendencia a ver en los países de Latinoamérica repúblicas carente de naciones (Máiz 2007).

La palabra escrita –en este caso la poesía– permite a quienes no se conocen imaginarse como una misma comunidad en un mismo espacio homogéneo y un tiempo vacío, tal como lo sugiere el trabajo de Benedict Anderson en su libro Comunidades imaginadas (1987). La palabra fundamenta la conciencia nacional al restaurar el pasado, imaginar solidaridades y soñar futuros. En vista de que el lenguaje pareciera enterrar sus raíces en lo más profundo del tiempo humano y al mismo tiempo ser totalmente actual, produce “a ghostly intimation of simultaneity across homogenous, empty time” (Anderson, 1987).

Los factores objetivos (población, economía, administración etc.), aunque juegan un papel de indiscutible importancia en el seno de las comunidades, dicen muy poco sobre las características distintivas de una nación. Por otro lado, los factores subjetivos (anhelos colectivos, actitudes y sentimientos) construyen a diario la conciencia étnica [3] y los atributos culturales más permanentes como memoria, valores, mitos y simbolismo: “One may learn as much about the ‘spirit’ and ‘shape’ of modern nations by an investigation of their myths of golden ages and their poetry of nature, as by an analysis of social institutions and class formation” (Smith, 1987). Ramón Máiz en su artículo “La nación como horizonte de lectura” (Máiz 2007) se refiere específicamente al discurso nacional como práctica de significación –entre los cuales figuraría el texto que atañe este trabajo– aclarando que no se trata de un factor meramente expresivo y exógeno sino estrictamente constitutivo y endógeno de la realidad nacional.

A la luz de algunos autores que han teorizado acerca de las naciones y los nacionalismos, en el presente artículo intentaré redescubrir y resignificar una serie de elementos que giran en torno a los versos de la poeta Clementina Suárez, entre ellos el tiempo, la continua regeneración de lo nacional y el sentimiento de pertenencia.

 

El tiempo de la nación

Fuente de contradicción y ambigüedad, los versos de Canto a la encontrada Patria y su Héroe aluden a un lugar fuera del tiempo o a un tiempo fuera del espacio, quizá a una acción que se desenvuelve en todo el tiempo y en todo el espacio: No puedo llegar…/ porque jamás me he ido. Para la poeta, el tiempo de la patria no sólo la circunda y la posee, sino que también la constituye y es ella misma: es su origen y su vocación, su cauce y un punto de partida, es lo que no puede dejar de ser.

Pareciera que las naciones hubiesen existido siempre. De hecho, en documentos muy antiguos hay referencias a la pertenencia de los individuos a las naciones. Estas dan la impresión de ser ubicuas e inmemoriales. Aunque la academia no suele aceptar sus premisas, el ‘perennialismo’ (Smith, 1987) postula que bajo distintas formas y nuevos significados añadidos existe una esencia inmutable. Esta idea parece verse reflejada en estos versos: Vienes desde muy atrás / rebelde y vegetal.

Beriain (2000) considera que en un código trascendente romántico de configuración de la nación, se mira hacia un pasado “deshistorizado”, siendo estable, trascendente, con un tiempo imaginario, mítico, un tiempo sin tiempo. La nación es representada por una “nueva mitología”, codificada estéticamente, creada por los poetas y los artistas, capaz de hacer un nexo mediante la interpretación simbólica, “…que hace depender la existencia de una nación de la concordancia subjetiva de sus miembros en torno a un ámbito espiritual-cultural” (Beriain, 2000).

Con la anunciación de un mito fundamental de la nación –no sólo existe desde el principio de los tiempos, sino que también es eterna –, Clementina Suárez sentencia que la nación es una tierra para la infancia/ y para inmortalizar el tiempo. En esa infancia hay una conjunción de tiempo y espacio, el legado de una herencia, el peso de los que estuvieron antes. Suárez pone en evidencia una conciencia de ser parte de una misma idea nacional, donde el fin mismo se confunde con el origen. Ramón Máiz, en su trabajo intitulado “Poesía del pasado y comunidad imaginaria: los usos políticos de la historia en el discurso del nacionalismo gallego” (Ibarra, 1992) habla del tiempo nacional concebido como el arquetipo del eterno retorno de lo idéntico. Desde esta concepción, el pasado sería el material sobre el que se construye la nación y a pesar de los cambios la identidad permanecería, en palabras de la poeta como una memoria intacta, que nada puede borrar ni modificar.


A lo largo del libro impera un sentido del tiempo sin inicio ni final. Así lanzada en el tiempo / con mi canción precursora, la patria atraviesa toda duración, es el futuro que lo abarca todo. Lo moderno se percibe como progreso incontenible e inevitable, fruto de una innovación que promete indefectiblemente el futuro. La semilla del tiempo de la nación contiene todo el tiempo y todos los tiempos: Es hoy, es ayer, es el porvenir. En ella se encuentra ya el futuro y está por siempre el pasado. Los tiempos están abiertos, o quizá se trate de múltiples tiempos como lo sugiere Smith:

 

In the nature of things, the ‘past’ that is handed down is multi-layered and susceptible of different interpretations. It also often contains quite different strands of tradition. Very rarely, is it possible to speak of a ‘single’ past of any ethnie; rather, each ethnie possesses a series of pasts, which modern secular intellectuals attempt to interrelate in a coherent and purposive manner. The fact that they rarely achieve their goals, at least in the eyes of significant sections of population, testifies to the ‘multiple’ nature of the ‘past’ with which they grapple. Indeed, there are significant and systematic variations of interpretations and of tradition which intellectuals from different strata and regions may select for their needs and purposes (Smith, 1987).

 

Anderson (1987) considera que el tiempo de la nación es homogéneo y vacío. En el Origen étnico de las naciones (1987), Anthony Smith retoma esta idea e intenta matizarla, planteando que en vista de que el pasado implica diversas búsquedas, éste es más bien un lugar ‘lleno’ de múltiples posibilidades: “But is the ‘past’ really so intelligible? Are we faced by a single coherent past, or by multiple pasts which we must reconstruct? Or is the ‘past’ we yearn for, a mere invention designed to meet our present needs?” (Smith, 1987).

Tanto la idea del tiempo homogéneo y vacío, como la del pasado al servicio del presente son ideas nodales de las Tesis sobre la historia de Walter Benjamin: [4] “la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella” (Tesis V). Benjamin, posee una forma muy peculiar de abordar la temática, además de que permite entender la manera en que una obra puede contener una época determinada:

 

La historia universal carece de una armazón teórica. Su procedimiento es aditivo: suministra la masa de hechos que se necesita para llenar el tiempo homogéneo y vacío. En el fundamento de la historiografía materialista hay en cambio un principio constructivo. Propio del pensar no es sólo el movimiento de las ideas, sino igualmente su detención. Cuando el pensar se para de golpe en medio de una constelación saturada de tensiones, provoca en ella un shock que la hace cristalizar como mónada. (…) El beneficio de este procedimiento reside en que en la obra se halla conservado y superado el conjunto de la obra, en ésta toda la época y en la época el curso entero de la historia. El fruto substancioso de lo comprendido históricamente tiene en su interior al tiempo, como semilla preciosa pero insípida (Benjamin, 2008).

 

La historia –en la acepción benjamiana – está constituida de “tiempo lleno” (jetzseit), un tiempo que permite saltar del continuum, de la historia lineal que amontona ruina tras ruina. El tiempo lleno, es un presente que no es tránsito, es un tiempo que se detiene para salirse del continuum, para contar otra historia. El tiempo vacío y homogéneo –a través de la medida del reloj y del calendario [5]- es necesario a la idea de progreso (por lo demás, concepto nada ajeno a la nación).

Las historias nacionales suelen plantear un sólo pasado, aquel a través del cual se llega al presente de forma lineal, explicando y legitimando –sospechosamente– un état des choses. Si bien Smith constata que el pasado está al servicio del presente de la nación, no le hace ver como un arma del dominio. [6] Tampoco es signo de falsedad, sino que es mostrado como una reconstrucción, un redescubrimiento. Anderson invita a hacer lo mejor posible: “… do our slow best to learn the real, and imagined, experience of the past” (Anderson, 1987).

Smith (en Smith y Máiz, 2003) considera que el papel del pasado en la creación del presente dependerá del enfoque. Para el nacionalista, la nación es de orden natural y siempre ha estado allí, aunque sólo estuviese sumergida en el corazón de sus miembros, y al recordar el pasado glorioso se pueden recrear y revivir esas glorias. Para el perennialista, la nación es inmemorial y la identidad no cambia, aunque las naciones cambien de forma, el pasado es un material sobre el que se construye. Para el modernista, el pasado es irrelevante, pues la nación es un fenómeno inscrito en una etapa concreta de la historia. Para el posmodernista, el presente crea el pasado a su propia imagen y el trabajo de los nacionalistas será buscar la comunidad política imaginaria. Smith insiste en que actualmente los antropólogos sostienen sobre todo una perspectiva ‘geológica’ que intenta descubrir cómo el presente conforma y filtra el pasado étnico (Smith y Máiz, 2003).

Definir la historia de una nación presupone inmutabilidad esencial, unidad interna, homogeneidad social y espacial, nivelación de conflictos: la descontextualización desatiende otros movimientos, otros aconteceres. La historia se encuentra fuera del ‘núcleo duro’ de la etnicidad, con la que a veces existe un malestar por su contingencia, discontinuidad y heterogeneidad, aunque en ella se busquen los elementos del despertar nacional, la permanencia y los elementos para negar y afirmar el núcleo genético-estructural “…no como el lugar de manifestación de las esencias patrias, sino como un momento dialéctico fundamental y constitutivo de la nacionalidad” (Máiz en Ibarra 1992).

 

La continua renovación

Smith (1987) sostiene que existe un carácter didáctico y dramático de la reconstrucción o del redescubrimiento nacional. Su visión es que todas las sociedades están sujetas a las mismas leyes de nacimiento, crecimiento, florecimiento, decadencia y renacimiento. Pero de lo que se trata es de insuflar vida al pasado, hacer que viva el pasado para que responda a las necesidades que se presentan. El drama histórico debe definir la unidad que lo narra y dirigirse hacia una meta visionaria, ubicándole frente a otras naciones y dejando su huella en el futuro.

El texto de Clementita Suárez es denotativo de una renovación incesante, casi atemporal –una renovación que también se hace con palabras. La poeta refiere a una continua regeneración: ¡Cómo te reverdeces/ con sólo volver a verte/ con los ojos de ayer y siempre! El renacimiento como sempiterna reconstrucción, es en el texto el motor mismo de la nación, representado a través de la niñez. Para Suárez, es necesario ser un niño en la edad justa: tener seis años y aprender a deletrear tu nombre.

La incorporación de la novedad y del cambio plantea la tensión entre modernidad y tradición, dos polos contradictorios en que se fundamenta la nación. En efecto, no está exenta de ambigüedad, en vista de su faceta moderna y su legitimación a través de una herencia: todo en ti es nuevo y viejo. Por un lado, la nación encarna el desarrollo en su forma de ‘progreso’ e innovación. Por otro, exige tener pruebas – y a veces toca inventarlas – de que se posee y conserva cualidades diversas a las de sus vecinos.

Al expresar la posibilidad y la confianza de crecer en conjunto, se apunta a un mundo posible, dentro de un origen atávico y un flujo siempre actual. La nación se presenta así como inmutable y segura –¡Patria de Piedra!– garantizando ciclos de nuevos comienzos y esperanzas –¡Patria de Aurora! –de hecho, los movimientos nacionalistas realizan una labor de reproducción social:

 

La regeneración implica un llamamiento a la gente, movilizando a los miembros de la comunidad, explotando sus emociones colectivas, inspirándoles fervor moral, activando sus energías en pro de metas nacionales con el fin de reformar y renovar la comunidad (Smith y Máiz, 2003).

 


Lo cierto es que una nación no se hace de una vez por todas. Implica una renovación periódica, con incesantes reinterpretaciones, redescubrimientos y reconstrucciones. Construir una nación no significa sólo establecer instituciones, generar una estructura, asegurar una infraestructura de comunicación. Cada generación debe actualizar su estructura a la luz de los mitos, las memorias, los valores y los símbolos del pasado y la tradición, es decir, construir su mapa social con sus características étnicas intrínsecas:

 

The ‘rediscovery’ or ‘invention’ of history is no longer a scholarly pastime; it is a matter of national honour and collective endeavour. Through the tracing of our history, ‘we’ discover (or ‘rediscover’) who we are, whence we came, when we emerged, who our ancestors were, when we were great and glorious, who our heroes are, why we declined… But the rediscovery of the ‘national self’ is not an academic matter; it is a pressing practical issue, vexed and contentious, which spells life or death for the nationalist project of creating a nation (Smith, 1987).

 

La emergencia de un grupo étnico en la vida política depende –más que de un capital étnico preexistente – de la disposición de un legado actualizado, denotativo de un trabajo de producción continuo de identidad. Es en la actividad de selección e invención donde se liga el pasado al presente, permitiendo un reconocimiento intersubjetivo a través del tiempo (Tournon y Máiz, 2005).

Para Anderson, la nación es sencillamente una comunidad políticamente imaginada, limitada y soberana. Imaginar remite a crear no a falsear. La distinción que debe hacerse entre las naciones es según la forma en que se imaginan. Para Anderson, una de las raíces culturales que se encuentra detrás de este imaginario es la muerte y la re-generación: los que han de morir y los que aún no han nacido. El siglo XVIII no sólo es el despertar de la nación sino también el ocaso del pensamiento religioso, pero sobre todo la difusión del periódico y la novela, los cuales ayudan a re-presentar la nación, permitiendo que se pueda imaginar una cantidad de seres anónimos en actividad simultánea. De acuerdo a este planteamiento, la comunidad imaginada se genera a través del lenguaje impreso y su estandarización, de su reproducción mecánica, del lenguaje del poder creado por el capitalismo.

 

Nación, mito e historia

Para Smith (1987) un grupo étnico es una comunidad histórica construida sobre la base de las memorias compartidas. La historia común une a las generaciones sucesivas, cuyas experiencias serán incorporadas. Es aquí en donde se inserta la ‘tradición’ –entendida de una manera muy amplia como una forma particular de expresión–, para dar coherencia a lo que de otra manera no sería más que una acumulación de datos: “there can be no identity without memory (albeit selective), no collective purpose without myth, and identity and purpose or destiny are necessary elements of the very concept of nation” (Smith, 1987).

Claramente expresado en los versos, Francisco Morazán –mítico personaje federacionista – es la marca, el signo distintivo del ser colectivo en Honduras: Así lanzada en el tiempo/ con mi canción precursora,/ Morazán desgarra mi frente/ y su mensaje estampa en ella./ Me basta para saberlo/ la voz que escucho por dentro. A través de la figura del héroe el poemario comparte la memoria del mito, de sus hazañas y de la historia común.

Considerado como uno de los jefes militares más importantes en la historia de América Central, el General José Francisco Morazán Quezada (Tegucigalpa, Honduras, 3 de octubre de 1792 - San José, Costa Rica, 15 de septiembre de 1842) estuvo por más de una década en el centro del panorama político y militar de Centroamérica. Fue presidente de la República Federal de Centroamérica (1830-18341835-1839); Jefe de Estado de Honduras (1827-1830), Guatemala (1829), El Salvador (1839-1840) y Costa Rica (1842). Fue orador, escritor y estadista.

Por su lucha denodada en nombre de su ideal y la patria grande, su figura encarna el ideal unionista centroamericano. Reconocido como un gran visionario, pensador y político, Morazán intentó por medio de reformas liberales –y múltiples batallas armadas – convertir Centroamérica en una sola nación. Sin embargo, su enfrentamiento con la iglesia y los conservadores culminó con la división de Centroamérica en cinco pequeñas naciones –y con su fusilamiento.

En la memoria de los pueblos centroamericanos, Morazán dejó un legado impresionante. Su valor está oficialmente reconocido puesto que la orden de distinción más alta que el parlamento centroamericano otorga a sus ciudadanos lleva por nombre “Francisco Morazán en Grado de Gran Cruz.” El sueño de la Patria Grande continúa también presente y de forma singular en cada uno de los países que, alguna vez, formaron parte de la República Federal de Centroamérica. La bandera de la República de Honduras con sus cinco estrellas, representa cada uno de los miembros de la unión.

Los biógrafos e historiadores de Francisco Morazán han alimentado su mito (Konrad, 1997). Si bien este es percibido como un relato acríticamente causal, y se generaliza como un sistema de hechos indiscutibles, permite una amalgama identitaria con lo nacional y desempeña por lo tanto una función social de cohesión (cf. Randazzo, 2008). Dentro de este contexto, la pregunta acerca de la validez científica de los registros referenciales de la nación está un poco fuera de lugar: “What matters, then, is not the authenticity of the historical record, much less any attempt at ‘objective’ methods of historicizing, but the poetic, didactic and integrative purposes which that record is felt to disclose” (Smith, 1987).

Si bien el sentido de pertenencia está dado por lazos más familiares que genéticos, sus raíces se hunden en diversos terrenos: origen espacial o temporal, migración, ancestros y filiación, edad de oro, declive, exilio, renacimiento… No es sino mucho después de su aparición que estos elementos son puestos juntos con el fin de conformar una mitología. Se considera que esta labor puede estar realizada por intelectuales –modernos nacionalistas – así como también por líderes y liderezas comunales. Para Smith, las mitologías nacionales y los mitos étnicos de origen y descendencia son producto de una mezcla de academia y fantasía, de leyenda y datos objetivos, puestos al servicio de la regeneración étnica: “…nations require ethnic cores if they are to survive. If they lack one, they must ‘re-invent’ one. That means discovering a suitable and convincing past which can be reconstructed and re-presented to members and outsiders” (Smith, 1987).

En todos estos elementos existe un lampo de ‘verdad histórica’ alimentado por fantasía y verdades a medias que permiten darle coherencia a la historia. Es así como el nacionalismo pude ser entendido como superposición de enmarcamientos de tipo moral (derechos), factual (pruebas) y estético (mítico) (Máiz en Clavero et al. 2007). Morazán como mythomoteur, es el mito político constitutivo, es el marco de sentido producto de la fusión y elaboración de los mitos de la comunidad étnico-nacional, dando sentido a la experiencia y definiendo su esencia, permitiendo definirse entre los demás y siendo la guía de la acción colectiva: Que por algo tienes tu héroe/ trabajando sin olvido/ y en todo aire exaltado.

Lo que cuenta para las futuras generaciones son sus cualidades mito-poéticas –Me intriga tu corazón/ hermoseado en la historia. “For the hero is never solitary. He may be a ‘lone genius’, but in the nationalist view, he is a vessel of the community’s creativity and therefore part of the flow of national life. Above all, he is part of, or closely related to, the golden age. He is its exemplification” (Smith, 1987: 194). La edad de oro puede ser escogida para ser fuente de inspiración y de guía moral. En todo caso las virtudes del nacionalista son por todas partes las mismas: valor marcial, generosidad, templanza, auto-sacrificio, firmeza, lealtad, pero sobre todo, patriotismo. De esta forma, vemos que Suárez exalta valores de este tipo: ¡Capitán de antiguo coraje/ que no sabes lo que es derrota!/ En tu resplandor está la Patria,/ la Patria de tus milagros.

Los héroes son el modelo, cristalizan la comunidad, como punto de comparación para el presente, porque revelan la grandeza de la nación y su renovación. El renacimiento del sentimiento nacionalista es probablemente parte del objetivo del poemario de la autora, quizá en el sentido de la siguiente idea:

 

The historicity of the hero and golden ages alike is quite secondary. What matters for posterity is their ability to evoke a lost splendour and virtue, and to act as stimuli and models for a national self-renewal today. Hence, that hero and that golden age which can, at any juncture, best conjure up the appropriate vision and exert the greatest leverage on the majority of the literate classes, will be most sought after and will have the greatest influence in shaping the moral direction and tone of the national revival (Smith, 1987).

 

La época de los padres fundadores y la edad de oro son fundamentales para las futuras generaciones, en una idea linear del tiempo, no cíclico pues el declive se considera antinatural, producto de traición o subyugación (Smith, 1987): Esto es Morazán desde el aire,/ desde donde lo veo extendido./ Esto es Morazán desde su espada,/ desde su sangre,/ desde su sueño sin prisa,/ desde sus caminos, sus edificios./ Esto es Morazán desde sus pájaros,/ esto es Morazán desde su Patria./ Esto es Morazán desde la calle,/ desde sus himnos y su victoria,/ desde su cielo y desde sus rosas. Morazán se convierte en la tierra misma, fusionada con los seres que la habitan.


La vinculación de Morazán y su regreso a la nación hondureña como todavía-no (Randazzo, 2006) proporciona el mitema de la ‘Bella Durmiente’ (la certeza del despertar nacional) y la posibilidad de alcanzar algún día la plenitud de la propia esencia y legitimarla en el orden político (Máiz en Ibarra, 1992). En palabras de Smith: “As Minogue has put it, these myths resemble the motif of the Sleeping Beauty, pricked by external forces of evil and put to sleep until the nationalist dawn arrives to restore the community to its true self in a new ‘golden age’” (1987).

Morazán como promesa está particularmente vigente en Suárez quien declara que el emblema vivir pudo su muerte. La nación, encarnada en Morazán, es el símbolo de la acción misma cuyo horizonte en la mano, no se adelgaza, ni tampoco su existencia se acorta. El todo colectivo lo enaltece y mantiene vivo, por eso nace con ella a diario, no se destruye. Es interesante notar como en este caso la relación forma/concepto se entrelaza y prácticamente se funde, haciendo una cosa equivalente de la otra, a saber, Morazán como símbolo de toda una comunidad y su regreso –casi mesiánico –como esperanza de redención colectiva (Randazzo, 2006).

Bolívar Echeverría –quien ha trabajado en la edición y traducción de las Tesis de Walter Benjamin –plantea que el utopismo occidental consiste en una determinada manera de estar en el mundo, de vivirlo como imperfecto, incompleto, “inauténtico”, pero en donde coexistente una versión “auténtica”; que debería estar en la dimensión de lo real, pero que no está allí, excepto en momentos en que el ser humano está a la altura de su destino. Es un poco eso lo que encontramos en el código nacionalista de estos versos: es la esperanza asomándose siempre, (…)/ es el conmovido destino,/ (…) es la Patria.

Si por un lado la nación se ontologiza en la historia, por otro el mito fundamenta como naturaleza e identidad colectiva lo que no es sino intencionalidad política-ideológica así como heterogeneidad, dispersión y ruptura del tiempo histórico (Máiz en Ibarra, 1992). De allí la función del héroe –Francisco Morazán – en el texto poético y la apariencia de verosimilitud del mito autorizada por la historia, mostrando la nación como un proceso de sobresignificación mítico-simbólica de una comunidad de origen como una entidad natural y autoevidente (Máiz en Clavero et al., 2007)

 

Lo natural y el sentimiento de pertenencia

Anderson (1987) se pregunta qué es eso por lo que se está dispuesto a morir. Clementina Suárez pareciera responder con sus versos: verdad que se ha poseído, / dolor que se ha conquistado, / eso es para mí la Patria. Para Anderson la nación es un sino histórico, y refiere a una serie de factores que no han sido escogidos (como el color de la piel, el sexo, el lugar de nacimiento) que tienen un halo especial, el cual dista de carecer de interés. Quizá de allí la importancia de elaborar sentido en lo contingente. Nussbaum (1999) en el controversial debate que suscita en torno al tema, plantea el lugar de nacimiento como un accidente. ¿Es el signo de una fatalidad o un pretexto para construir sentido? Suárez afirma: Desde aquí vine y hacia acá voy.

Un sentimiento nacionalista –en el que la nación es de orden natural y se encuentra en el corazón de sus miembros – parece ser el de Suárez cuando afirma: Me basta para saberlo/ la voz que escucho por dentro. Se trata de una profecía de autocumplimiento, que funda como natural y eterno lo que no es sino histórico y fortuito. No obstante, “natural” es un concepto que se utiliza para designar aquellas ataduras conectadas al orden fáctico y que no pueden ser cambiadas por la acción voluntaria de los individuos. De hecho, en español se dice, por ejemplo, ‘natural de tal lugar’ (Beriain, 2000). Pero en la actualidad –así como en otros tiempos [7]– también es posible ‘naturalizarse’:

 

Here San Martín’s edict baptizing Quechua-speaking Indians as ‘Peruvians’ –a movement that has affinities with religious conversion –is exemplary. For it shows that from the start the nation was conceived in language, not in blood, and that one could be ‘invited into’ the imagined community. Thus today, even the most insular nations accept the principle of naturalization (wonderful world!), no matter how difficult in practice they may make it (Anderson, 1987).

 

La tierra y la comunidad se funden al identificarse lo natural y lo histórico. Para Burke se trata de lo ‘íntimo’ y ‘sublime’, provocando alternadamente emociones de calma intimidad o de remoto esplendor de nuestro entorno natural: [8] ¡Qué ternura me inunda/ con cada hierbecilla tuya! / Desde ahí, te veo crecer / hasta el pino alto y rumoroso. La poesía del espacio consiste en que además del uso práctico de la tierra, ésta tiene un elemento arcaico de misterio, especialmente cuando refiere a vestigios pre-históricos. [9] Lo que es más común es que los sitios históricos y monumentos sean incorporados de alguna manera en el entorno. [10] Estos lugares sagrados son cruciales para identificar e identificarse.

Beriain (2000) recalca la importancia de la idea que tiene la sociedad sobre sí misma retomando la idea de Durkheim. Donde no había más que “naturaleza” surge el “nosotros” dando emergencia a la identidad colectiva –una relación de hermandad – así como a la necesidad de los otros para definirnos en una relación de alteridad afraternal. El autor retoma también la idea sobre el emblematisme –marca visible de singularidad – para la autoconstitución de la sociedad y la formación del nosotros. Para Beriain: “Como bien apuntó Durkheim, la ‘idea que una sociedad tiene sobre sí misma’ es la base sobre la que sustenta la producción de la identidad colectiva, sin esta autoconcepción existiría el grupo étnico (un elemento tangible), pero no la identidad ‘nacional’” (Beriain, 2000).

El apego a la colectividad en el seno de la cual se nace y crece, al conjunto de personas con las que se comparte un pasado común, comportamientos y conocimientos son fundamentos del patriotismo etno-cultural (Tournon y Máiz, 2005): Que si alguien te lleva por dentro/ es quien camina en tu sangre, / quien adivina tu sombra,/ quien asoma a tus abismos.

El criterio más decisivo de protonacionalismo (Hobsbawm, 1997) parece ser la conciencia de pertenecer o de haber pertenecido a una entidad política duradera, a una suerte de ‘nación histórica’: Así se empieza la vida/ con un horizonte en la mano. / Con una impetuosa corriente / que un mar jubiloso arrastra./ ¡Avidez de un gran destino / que lúcido avanza por dentro! / Ilusión que jamás declina, / presencia que no se antepone, / verdad que se ha poseído, / dolor que se ha conquistado, / eso es para mí la Patria. ¿No es acaso algo similar lo que se intuye en estos versos de Clementina Suárez?

Para Gold (2001), el drama central de la vida de Suárez –rediseñar la relación en­tre su yo y el otro– se desarrolla en tres de sus libros: De la desilusión a la esperanza, Creciendo con la hierba y Canto a la encontrada patria y su héroe, escritos y publicados entre 1937 y 1959. A través de estas obras ella se alcanza al estar “multiplicada” y posteriormente reconoce “que la multiplicidad que había estado buscando estuvo en ella todo el tiempo” (Gold, 2001: 317): Y si multiplicada voy toda/ con su humanal presencia./ ¿Acaso no eres tú, torrencial Patria / en mí, inexorablemente, desbordada?

La poeta experimenta hacia la patria una pertenencia filial, como si fuera una “familia espiritual” a quien la une un vínculo profundamente afectivo. La noción de colectividad en la poeta se expresa mediante la fusión de la patria y ella misma, de la patria y su amante, de la patria y su héroe (Randazzo, 2006): Te quiero como cuando en la arena / besaba el amor primero.

Robert Pinsky en su artículo “Eros contra esperanto” plantea que tanto el patriotismo como el cosmopolitismo no son sólo ideales sino también sentimientos: “son en realidad formas de amor, con todo el terror que estas palabras pudiesen implicar” (Nussbaum, 1999: 105). Suárez lo expresa sin ambages: No sé ni decirte la forma /en que te quiero. / Es casi un amor a ciegas. Con el amor desde su vivencia íntima, personal y erótica –gran reivindicación colectiva en Suárez – la poeta asimila la experiencia esencial de la conmoción que le hace sentir su patria. Iconoclasta y rebelde, Clementina no duda en referir a su pasión desbordada.

En los versos, el individuo aparece atravesado por la sociedad con la que se identifica: Eres una Patria construida / en lo interior./ Caminas dentro de mí/ como un abierto río. La patria de hecho le constituye, como un proceso de construcción: es la arquitectura del hombre. Para Clementina Suárez la Patria se apodera de todo; en ella se apoya el cuerpo, es en ella –o quizá por ella –que uno incluso se deja morir.

Máiz considera que el discurso nacional trata de construir la evidencia del yo colectivo, esto es elaborar un ‘nosotros’ a partir de la fragmentación (Máiz, 2007). El autor propone desentrañar la evidencia social compartida y naturalizada, así como los mecanismos que pone en juego y sus cuestionables pretensiones de incontestabilidad.

 

Conclusiones parciales y preguntas pendientes

Este trabajo intenta poner en evidencia una elaboración nacional a través de unas dimensiones que encierra el texto poético Canto a la encontrada Patria y su Héroe de Clementina Suárez, por medio de diversas formas de simbolizar la idea que la sociedad hondureña se hace de sí misma. La poesía da una sensación de simultaneidad, en especial cuando personas que se desconocen son capaces de reconocer unos mismos versos, no fuesen estos más que los del himno nacional. Esa unisonancia hace eco de la existencia física de la comunidad imaginada (Anderson, 1987). Al intentar entender cuál es el Self del que habla la poeta, así como la importancia de la intervención activa en la construcción de la nación, he visto surgir a través del texto diversos elementos.

El primero es una fascinante concepción del tiempo de la nación, más próxima del jetzseit a través de la noción ‘ahora-tiempo’ y que no puede ser identificado porque sencillamente no es. El segundo es que ‘ser en común’ como bien lo dice Silvia Rosman en su artículo “La comunidad por-venir” (Máiz, 2007) es ante todo un acto poético que hace posible una reconfiguración de sentidos, en donde los textos literarios brindan importantes datos sobre articulaciones de comunidad más allá de las formas sedimentadas de identidad o su representación. El tercero es que el mito heroico –en este caso del centroamericanista Francisco Morazán constituido como mito común de descendencia– hace que el azar se convierta en destino y que su historia amalgamada a la de la comunidad sea vista como renovación, promesa, esperanza. El cuarto es que el texto poético permite que el relato nacional sea un territorio de la búsqueda misma, en donde la fuerza de la comunidad alimenta los versos.

Al margen de estas arriesgadas afirmaciones, también he encontrado una serie de preguntas que van más allá de los alcances de la poeta, de los teóricos que en este caso he citado intentado iluminar de otra manera sus versos y de la autora de este trabajo. Entre ellas termino estas líneas con las siguientes: ¿Qué es lo que tratamos de recuperar, resarcir o redimir al buscar los distintos pasados? ¿Cómo opera la dominación en la formación discursiva del nacionalismo al oponer civilización y tradición? ¿Cómo se fundamenta el orden político de legitimación en torno al discurso nacionalista? ¿Cómo opera el redescubrimiento de lo nacional en momentos específicos? ¿De qué forma ‘resuena’ y se propaga el culto de la nación? ¿Qué problemas se plantean al asignarle un lugar nacional al texto literario? ¿Cómo podrían cuestionarse los fundamentos sobre los que reposa un texto y develar sus ausencias? Por los momentos, no sé dónde se encuentran las respuestas, pero la fuerza de estas interrogantes no deja de marcar un camino e influenciar futuros rumbos de investigación.


CANTO A LA ENCONTRADA PATRIA Y SU HÉROE

 

No puedo llegar…

porque jamás me he ido.

Eres una Patria construida

en lo interior.

Caminas dentro de mí

como un abierto río.

Vienes desde muy atrás

rebelde y vegetal,

todo en ti es nuevo y viejo

tierra para la infancia

y para inmortalizar el tiempo.

 

¡Cómo te reverdeces

con sólo volver a verte

con los ojos de ayer y siempre!

¡Qué ternura me inunda

con cada hierbecilla tuya!

Desde ahí, te veo crecer

hasta el pino alto y rumoroso.

Desde ahí, nazco y me pueblo

con tu cálida sangre

que anima la esperanza.

 

¡Patria de Aurora! ¡Patria de Piedra!

No sé ni decirte la forma

en que te quiero.

Es casi un amor a ciegas,

pero con una memoria intacta.

Es como recordar tu barro

o mi vestido nuevo.

Es como jugar al sol

con las hebras de luz.

Como ser Enero en tus venas

para aprender a quererte,

como tener seis años

para deletrear tu nombre.

 

Te quiero como cuando en la arena

besaba el amor primero.

¡Qué olor a tierra tenía

la boca que me besaba!

Eras tú misma Patria

en su pasión desbordada.

¡Mejilla de carne tuya,

misterio del amor intacto;

la que en tu piel caminaba!

¡Vestida con carne tuya,

qué transparencia tenía

era corno ver mi alma

en tus aguas reflejada!

 

Así se empieza la vida

con un horizonte en la mano.

Con una impetuosa corriente

que un mar jubiloso arrastra.

¡Avidez de un gran destino

que lúcido avanza por dentro!

Ilusión que jamás declina,

presencia que no se antepone,

verdad que se ha poseído,

dolor que se ha conquistado,

eso es para mí la Patria.

 

Que si alguien te lleva por dentro

es quien camina en tu sangre,

quien adivina tu sombra,

quien asoma a tus abismos.

Quien ganada tiene tu imagen

y te libera hasta lo imposible

de un posible vasallaje.

 

Que por algo tienes tu héroe

trabajando sin olvido

y en todo aire exaltado.

Su mano no se adelgaza,

tampoco su existencia se acorta.

Que vivir pudo su muerte

por la verdad poseída,

y nace con ella a diario

con vida que no se destruye.

 

Así lanzada en el tiempo

con mi canción precursora,

Morazán desgarra mi frente

y su mensaje estampa en ella.

Me basta para saberlo

la voz que escucho por dentro.

Y si multiplicada voy toda

con su humanal presencia.

¿Acaso no eres tú, torrencial Patria

en mí, inexorablemente, desbordada?

 

Me intriga tu corazón

hermoseado en la historia.

¡Qué inexplorado mundo

en tu ilimitada pupila!

Hay que sobrevivirse

pero en la espina dorsal de tu cuerpo.

En tu fabulosa estructura,

habitante de mar y tierra.

Un pueblo de erguidos pinos

te sostiene la cabeza.

¡Capitán de antiguo coraje

que no sabes lo que es derrota!

En tu resplandor está la Patria,

la Patria de tus milagros.

 

Eras como la tierra

con impulso vital indestructible…

Esto es Morazán desde el aire,

desde donde lo veo extendido.

Esto es Morazán desde su espada,

desde su sangre,

desde su sueño sin prisa,

desde sus caminos, sus edificios.

Esto es Morazán desde sus pájaros,

esto es Morazán desde su Patria.

Esto es Morazán desde la calle,

desde sus himnos y su victoria,

desde su cielo y desde sus rosas.

Esto es mi Patria,

esto es mi limpio sueño,

esto es mi canto donde viven las palabras,

esto es mi piedra, mi sol, mi llanto.

 

Desde aquí vine y hacia acá voy,

la Patria se apodera de todo.

Es hoy, es ayer, es el porvenir,

es donde se apoya el cuerpo,

donde se deja morir.

Es la redondez de la tierra,

es la madre, es el hijo,

es la lágrima, es la risa,

es el futuro que lo abarca todo.

Es el vientre promesa,

es la esperanza asomándose siempre,

es el nombre que no se olvida,

es el conmovido destino,

es la arquitectura del hombre,

es la Patria.

 

 

NOTAS

Artículo originalmente publicado como Randazzo, Eisemann (2017) La nación desde sus versos (en la voz de Clementina Suárez). Revista Ántropa 1, N.1.

1. En adelante, figurarán siempre en itálica las citas del texto Canto a la encontrada Patria y su Héroe, de Clementina Suárez. El texto integral se encuentra en anexo.

2. Clementina Suárez (Juticalpa, Honduras,1902 - Tegucigalpa, Honduras, 1991) es una de las figuras más representativas de la poesía hondureña del siglo XX (Premio Nacional de Literatura, 1970). Su trabajo comprende los siguientes títulos: Corazón Sángrate (1930), Los Templos De Fuego (1931), De mis sábados el último (1931), Iniciales, en coautoría con los mexicanos Lamberto Alarcón y Emilio Cisneros Canto y el hondureño Martín Paz (1931), Engranajes, poemitas en prosa y en verso (1935), Veleros (1937), De la desilusión a la esperanza (1994), Creciendo con la hierba (1957), Canto a la encontrada patria y su héroe (1958), El Poeta y su señales (1969), Con mis versos saludo a las generaciones futuras, antología recopilada por Rigoberto Paredes que incluye poesía publicada e inédita (1988) (Ramos y Membreño, 2003).

3. Para Smith es difícil distinguir entre naciones y etnias, y de hecho, hay un ir venir entre ellas: las naciones potenciales adoptan componentes étnicos y las etnias adquirieren componentes territoriales y modelos cívico. En palabras de Smith, “the need for a type of analysis that will bring out the differences and similarities between modern national units and sentiments and the collective cultural units and sentiments of previous eras, those I shall term ethnie” (Smith, 1987: 13). Las dimensiones étnicas son según su enfoque un nombre colectivo, un mito común de descendencia, una historia común, una cultura compartida y distintiva, un territorio específico y un sentido de solidaridad.

4. cf. especialmente las Tesis XIII, XIV, XV, XVI y XVIII.

5. El trabajo de Benjamin sobre el tiempo abre un abanico de posibilidades, de las cuales una es la luz del relámpago que nos hace ver la medida del tiempo calendario, el tiempo en el que Anderson ubica la nación: “The idea of a sociological organism moving calendrically through homogenous, empty time is a precise analogue of the idea of the nation” (Anderson, 1987: 31). Pero para Benjamin, el calendario también actúa como un acelerador histórico, siendo un monumento de una conciencia histórica, que hace volver el tiempo y lo hace parar.

6. Más allá de similitudes, matices o divergencias, lo que no es evidente en los planteamientos de Smith y Anderson, y que es fundamental en las Tesis sobre la historia de Walter Benjamin de donde parecen provenir, es la denuncia del dominio, el reclamo de otra historia.

7. El padre de Francisco Morazán era de origen italiano. No obstante, al instalarse en Honduras su apellido fue españolizado y él mismo fue hecho español.

8. Como la imagen de los cuadros primitivistas hondureños en los que se siente al mismo tiempo la armonía del espacio domesticado según la usanza colonial y el bucólico paraje del bosque de pino, tan típico de Honduras.

9. De ahí parte de la importancia de la arqueología para la nación y quizá una de las razones por las cuales la arqueología haya sido tan fomentada en Honduras en detrimento de otras disciplinas como la antropología o la historia.

10. Ejemplos emblemáticos en Honduras son los monumentos prehispánicos de Copán, o el cerro Juana Laínez, para los capitalinos. 

 

Bibliografía

ANDERSON Benedict (1987) Imagined Communities. Norfolk: Thetford Press. 4th ed.

BERIAIN Josetxo (2000) La lucha de los dioses en la modernidad. Barcelona: Anthropos Editorial.

BENJAMIN Walter (2008) Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Introd. y trad.: Bolívar Echeverría. México: UACM-ITACA.

CLAVERO et al. (2007) Ciudadanía y derechos indígenas en América Latina: poblaciones, estados y orden internacional. Centro de Estudios Políticos e Institucionales: Madrid.

EURAQUE Dario (2004) Conversaciones históricas con el mestizaje y su identidad nacional en Honduras. Tegucigalpa: Litografía López.

EURAQUE Dario (2007) La Casa Museo Morazánico: Hacia un Plan Interpretativo para un Guión Histórico. 11 de junio de 2007.

GELLNER Ernest (1998) Cultura, identidad y política. Barcelona: editorial Gedisa.

GOLD Janet (2001) El retrato en el espejo. Una biografía de Clementina Suárez. Tegucigalpa: Guaymuras.

GOULD Carol y PASQUINO Pasquale, eds. (2001) Cultural Identity and the Nation-State. Maryland: Rowman and Littelfield Publishers Inc.

IBARRA Pedro (1992) Ideología y nacionalismo. Vitoria: Instituto de Estudios sobre Nacionalismos Comparados.

KONRAD Edmond (1997) Francisco Morazán in the historiography of Central America. Revista Interamericana de Bibliografía (RIB). Número: 1-4.

MÁIZ Ramón (2003) “Framing the nation: three rival versions of contemporary nationalist ideology” in Political Ideologies, Vol 8, No.3 october.

MÁIZ Ramón, comp. (2007) Nación y literatura en América Latina. Buenos Aires: Prometeo.

NUSSBAUM Martha (1999) Los límites del patriotismo. Buenos Aires: Paidós.

Rosa en Valladares, 1993.

RANDAZZO Francesca (2006) Honduras, Patria de la espera. Tegucigalpa: Instituto Hondureños de Antropología e Historia.

RANDAZZO Francesca (2008) “Cambios en el imaginario de la lucha y representación de Morazán en la poesía hondureña” en Revista Istmo, El Salvador.

SAFRAN William y MÁIZ Ramón, cord. (2002) Identidad y autogobierno en sociedades multiculturales. Barcelona: Ariel Ciencia Política.

SMITH Anthony D. (1987) The Ethnic Origins of Nations. Oxford: Basil Blackwell.

SMITH Anthony y MÁIZ Ramón (2003) Nacionalismos y movilización política. Buenos Aires: Prometeo.

TOURNON Jean y MAIZ Ramón (2005) Ethnicisme et Politique. Paris: l’Harmattan. 

 

 


FRANCESCA RANDAZZO EISEMANN (Honduras, 1973). Poeta, ensayista. Doctora en Sociología. Docente e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Coordinadora de la Unidad de Publicaciones del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH). En 2001/2003 fue responsable por la coordinación de los estudios de todas las secciones del bachillerato francés a través del sistema nacional francés de educación a distancia CNED. Ha trabajado en fundamentales proyectos sociales en su país, incluso varias etapas del programa Manos sin Fronteras. Sus ensayos, sobre temas variados, científicos y literarios, han sido publicados em varias revistas. Su poesía, destaca, dentre otros libros: A mar abierto (2000), Barcos en el aire (2008), Lugares inciertos (2020), De esos animales salvajes llamados orquídeas (2021), País interior (2021) y la antología Luz del agua (2024).
 

 


DAMARIS CALDERÓN (Cuba, 1967). Poeta, narradora, pintora, docente y ensayista. Ha publicado más de dieciséis libros en varios países, entre ellos Cuba, Chile, Alemania, España y México. Participó en festivales internacionales de poesía en Holanda, Francia, Uruguay, Argentina, Perú, México, entre otros países. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, holandés, francés, alemán, noruego y serbocroata e incluida en numerosas antologías de poesía cubana y latinoamericana contemporánea. En esta edición de Agulha Revista de Cultura presentamos otro aspecto fundamental de su inquietud creativa, su obra plástica. En entrevista, Damaris revela: Para mí la cultura está ligada a la tierra, a sus orígenes, al hecho de escribir, de cribar, de labrar; la escritura en bustrófedon, que era la manera de los bueyes y el paisaje. Y eso es. Si uno mira la literatura latinoamericana se va haciendo conciencia de paisajes diferenciados; ustedes tienen esto, nosotros esto otro. Recuperar la conciencia de que somos un todo, de que el cuidado del ecosistema, de la planta, de cada árbol, es parte también del cuidado del ser humano, del planeta. Los árboles y el paisaje escriben su propia poética, su propia música. Una pintura con la que ningún pintor podría competir. En ese sentido, sentir que coexistimos, que nos nutrimos y debemos cuidarnos. Son palabras que encajan muy bien en su pintura, cuyas líneas, ángulos, colores, se mezclan en la búsqueda de un punto erótico en el que el hombre se revela parte de ese todo que ella también evoca en su poesía.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 253 | julho de 2024

Artista convidada: Damaris Calderón (Cuba, 1967)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2024


∞ contatos

https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/

http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/

FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

 






 

  

 

Nenhum comentário:

Postar um comentário