CLEMENTINA SUÁREZ [1]
Con estos versos, Clementina Suárez, [2] distinguida
y controversial poeta hondureña, inicia su libro Canto a la encontrada Patria
y su Héroe, publicado en 1958. Un título como este, no debería pasar
desapercibido en la literatura nacional de Honduras, especialmente cuando en el
discurso – específicamente intelectual y periodístico – aparece de forma reiterada
la ‘falta de identidad’ y la percepción de una ausencia de claras elaboraciones
sobre lo nacional (Randazzo, 2006). Probablemente,
este hecho refleje un malestar frente a una modernidad inconclusa y las dificultades
derivadas de la inexistencia de una conciencia nacional política expresada de algunas
comunidades (Ibarra 1992), así como la tendencia a ver en los países de Latinoamérica
repúblicas carente de naciones (Máiz 2007).
La
palabra escrita –en este caso la poesía– permite a quienes no se conocen imaginarse
como una misma comunidad en un mismo espacio homogéneo y un tiempo vacío, tal como
lo sugiere el trabajo de Benedict Anderson en su libro Comunidades imaginadas (1987). La palabra fundamenta la conciencia nacional al restaurar el pasado, imaginar
solidaridades y soñar futuros. En vista de que el lenguaje pareciera enterrar
sus raíces en lo más profundo del tiempo humano y al mismo tiempo ser totalmente
actual, produce “a ghostly intimation of simultaneity across homogenous, empty time”
(Anderson, 1987).
Los factores objetivos
(población, economía, administración etc.), aunque juegan un papel de indiscutible
importancia en el seno de las comunidades, dicen muy poco sobre las características
distintivas de una nación. Por otro lado, los factores
subjetivos (anhelos colectivos, actitudes y sentimientos) construyen a diario la
conciencia étnica [3] y los atributos
culturales más permanentes como memoria, valores, mitos y simbolismo: “One may learn as much about the ‘spirit’ and ‘shape’
of modern nations by an investigation of their myths of golden ages and their poetry
of nature, as by an analysis of social institutions and class formation” (Smith,
1987). Ramón Máiz en su artículo “La nación
como horizonte de lectura” (Máiz 2007) se refiere
específicamente al discurso nacional como práctica de significación –entre los cuales
figuraría el texto que atañe este trabajo– aclarando que no se trata de un factor
meramente expresivo y exógeno sino estrictamente constitutivo y endógeno de la realidad
nacional.
A
la luz de algunos autores que han teorizado acerca de las naciones y los nacionalismos,
en el presente artículo intentaré redescubrir y resignificar una serie de elementos
que giran en torno a los versos de la poeta Clementina Suárez, entre ellos el tiempo,
la continua regeneración de lo nacional y el sentimiento de pertenencia.
El tiempo de la nación
Fuente de contradicción y ambigüedad, los versos
de Canto
a la encontrada Patria y su Héroe aluden a un lugar fuera del
tiempo o a un tiempo fuera del espacio, quizá a una acción que se desenvuelve en
todo el tiempo y en todo el espacio: No puedo llegar…/ porque jamás me he ido. Para la poeta, el tiempo de la patria no sólo
la circunda y la posee, sino que también la constituye y es ella misma: es
su origen y su vocación, su cauce y un punto de partida, es lo que no puede dejar de ser.
Pareciera que las naciones
hubiesen existido siempre. De hecho, en documentos muy antiguos hay referencias
a la pertenencia de los individuos a las naciones. Estas dan la impresión de ser
ubicuas e inmemoriales. Aunque la academia no suele aceptar sus premisas, el ‘perennialismo’
(Smith, 1987) postula que bajo distintas formas y nuevos significados añadidos existe
una esencia inmutable. Esta idea parece verse reflejada en estos versos: Vienes desde muy atrás / rebelde y vegetal.
Beriain (2000) considera que en un código trascendente
romántico de configuración de la nación, se mira hacia un pasado “deshistorizado”,
siendo estable, trascendente, con un tiempo imaginario, mítico, un tiempo sin tiempo.
La nación es representada por una “nueva mitología”, codificada estéticamente, creada
por los poetas y los artistas, capaz de hacer un nexo mediante la interpretación
simbólica, “…que hace depender la existencia de una nación de la concordancia subjetiva
de sus miembros en torno a un ámbito espiritual-cultural” (Beriain, 2000).
Con la anunciación de
un mito fundamental de la nación –no sólo existe desde el principio de los tiempos,
sino que también es eterna –, Clementina Suárez sentencia que la nación es una tierra para la infancia/
y para inmortalizar el tiempo. En esa infancia hay una conjunción
de tiempo y espacio, el legado de una herencia, el peso de los que estuvieron antes. Suárez pone
en evidencia una conciencia de ser parte de una misma idea nacional, donde el fin
mismo se confunde con el origen. Ramón Máiz, en su trabajo intitulado “Poesía del
pasado y comunidad imaginaria: los usos políticos de la historia en el discurso
del nacionalismo gallego” (Ibarra, 1992) habla del tiempo nacional concebido como
el arquetipo del eterno retorno de lo idéntico. Desde esta concepción, el pasado
sería el material sobre el que se construye la nación y a pesar de los cambios la
identidad permanecería, en palabras de la poeta como una memoria intacta, que nada puede borrar ni modificar.
In the nature of things,
the ‘past’ that is handed down is multi-layered and susceptible of different interpretations.
It also often contains quite different strands of tradition. Very rarely, is it
possible to speak of a ‘single’ past of any ethnie; rather, each ethnie possesses a series of pasts, which modern secular
intellectuals attempt to interrelate in a coherent and purposive manner. The fact
that they rarely achieve their goals, at least in the eyes of significant sections
of population, testifies to the ‘multiple’ nature of the ‘past’ with which they
grapple. Indeed, there are significant and systematic variations of interpretations
and of tradition which intellectuals from different strata and regions may select
for their needs and purposes (Smith, 1987).
Anderson (1987) considera
que el tiempo de la nación es homogéneo y vacío. En el Origen étnico de las naciones (1987), Anthony Smith retoma esta idea
e intenta matizarla, planteando que en vista de que el pasado implica diversas búsquedas,
éste es más bien un lugar ‘lleno’ de múltiples posibilidades: “But is the ‘past’
really so intelligible? Are we faced by a single
coherent past, or by multiple pasts which we must reconstruct? Or is the ‘past’
we yearn for, a mere invention designed to meet our present needs?” (Smith, 1987).
Tanto la idea del tiempo
homogéneo y vacío, como la del pasado al servicio del presente son ideas nodales
de las Tesis sobre la historia de Walter
Benjamin: [4] “la imagen verdadera
del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se
reconozca aludido en ella” (Tesis V). Benjamin, posee una forma muy peculiar de
abordar la temática, además de que permite entender la manera en que una obra puede
contener una época determinada:
La historia universal
carece de una armazón teórica. Su procedimiento es aditivo: suministra la masa de
hechos que se necesita para llenar el tiempo homogéneo y vacío. En el fundamento
de la historiografía materialista hay en cambio un principio constructivo. Propio
del pensar no es sólo el movimiento de las ideas, sino igualmente su detención.
Cuando el pensar se para de golpe en medio de una constelación saturada de tensiones,
provoca en ella un shock que la
hace cristalizar como mónada. (…) El beneficio de este procedimiento reside en que
en la obra se halla conservado y
superado el conjunto de la obra, en ésta toda la época y en la época el curso entero
de la historia. El fruto substancioso de lo comprendido históricamente tiene en
su interior al tiempo, como semilla
preciosa pero insípida (Benjamin, 2008).
La historia –en la acepción benjamiana – está constituida
de “tiempo lleno” (jetzseit), un tiempo
que permite saltar del continuum, de la historia lineal que amontona ruina
tras ruina. El tiempo lleno, es un presente que no es tránsito, es un tiempo que
se detiene para salirse del continuum,
para contar otra historia. El tiempo vacío y homogéneo –a través de la medida del reloj y del calendario [5]- es
necesario a la idea de progreso (por lo demás, concepto nada ajeno a la nación).
Las historias nacionales
suelen plantear un sólo pasado, aquel a través del cual se llega al presente de
forma lineal, explicando y legitimando –sospechosamente– un état des choses. Si bien Smith constata que el pasado está al servicio del presente de la nación,
no le hace ver como un arma del dominio. [6] Tampoco es signo de
falsedad, sino que es mostrado como una reconstrucción, un redescubrimiento. Anderson invita a hacer lo mejor
posible: “… do our slow best to learn the real, and imagined, experience of the
past” (Anderson, 1987).
Smith (en Smith y Máiz,
2003) considera que el papel del pasado en la creación del presente dependerá del
enfoque. Para el nacionalista, la nación es de orden natural y siempre ha estado
allí, aunque sólo estuviese sumergida en el corazón de sus miembros, y al recordar
el pasado glorioso se pueden recrear y revivir esas glorias. Para el perennialista,
la nación es inmemorial y la identidad no cambia, aunque las naciones cambien de
forma, el pasado es un material sobre el que se construye. Para el modernista, el
pasado es irrelevante, pues la nación es un fenómeno inscrito en una etapa concreta
de la historia. Para el posmodernista, el presente crea el pasado a su propia imagen
y el trabajo de los nacionalistas será buscar la comunidad política imaginaria.
Smith insiste en que actualmente los antropólogos sostienen sobre todo una perspectiva
‘geológica’ que intenta descubrir cómo el presente conforma y filtra el pasado étnico
(Smith y Máiz, 2003).
Definir la historia
de una nación presupone inmutabilidad esencial, unidad interna, homogeneidad social
y espacial, nivelación de conflictos: la descontextualización desatiende otros movimientos,
otros aconteceres. La historia se encuentra fuera del ‘núcleo duro’ de la etnicidad,
con la que a veces existe un malestar por su contingencia, discontinuidad y heterogeneidad,
aunque en ella se busquen los elementos del despertar nacional, la permanencia y
los elementos para negar y afirmar el núcleo genético-estructural “…no como el lugar
de manifestación de las esencias patrias, sino como un momento dialéctico fundamental
y constitutivo de la nacionalidad” (Máiz en Ibarra 1992).
La continua renovación
Smith (1987) sostiene que existe un carácter didáctico
y dramático de la reconstrucción o del redescubrimiento nacional. Su visión es que
todas las sociedades están sujetas a las mismas leyes de nacimiento, crecimiento,
florecimiento, decadencia y renacimiento. Pero de lo que se trata es de insuflar
vida al pasado, hacer que viva el pasado para que responda a las necesidades que
se presentan. El drama histórico debe definir la unidad que lo narra y dirigirse
hacia una meta visionaria, ubicándole frente a otras naciones y dejando su huella
en el futuro.
El texto de Clementita Suárez es denotativo de una renovación
incesante, casi atemporal –una renovación
que también se hace con palabras. La poeta refiere a una continua regeneración: ¡Cómo te reverdeces/ con sólo volver a verte/
con los ojos de ayer y siempre! El renacimiento como sempiterna reconstrucción,
es en el texto el motor mismo de la nación, representado a través de la niñez. Para Suárez, es necesario ser un niño en la edad justa:
tener seis años y aprender a deletrear tu nombre.
La incorporación de la novedad y del cambio
plantea la tensión entre modernidad y tradición, dos polos contradictorios en que
se fundamenta la nación. En efecto, no está exenta de ambigüedad, en vista de su
faceta moderna y su legitimación a través de una herencia: todo en ti es nuevo y viejo. Por un lado, la nación encarna el desarrollo en su forma
de ‘progreso’ e innovación. Por otro, exige tener pruebas – y a veces toca inventarlas
– de que se posee y conserva cualidades diversas a las de sus vecinos.
Al expresar la posibilidad
y la confianza de crecer en conjunto, se apunta a un mundo posible, dentro de un
origen atávico y un flujo siempre actual. La nación se
presenta así como inmutable y segura –¡Patria de Piedra!– garantizando ciclos
de nuevos comienzos y esperanzas –¡Patria de Aurora! –de hecho, los movimientos
nacionalistas realizan una labor de reproducción social:
La regeneración implica un llamamiento a la
gente, movilizando a los miembros de la comunidad, explotando sus emociones colectivas,
inspirándoles fervor moral, activando sus energías en pro de metas nacionales con
el fin de reformar y renovar la comunidad (Smith y Máiz, 2003).
The ‘rediscovery’ or
‘invention’ of history is no longer a scholarly pastime; it is a matter of national
honour and collective endeavour. Through the tracing of our history, ‘we’ discover
(or ‘rediscover’) who we are, whence we came, when we emerged, who our ancestors
were, when we were great and glorious, who our heroes are, why we declined… But
the rediscovery of the ‘national self’ is not an academic matter; it is a pressing
practical issue, vexed and contentious, which spells life or death for the nationalist
project of creating a nation (Smith, 1987).
La emergencia de un
grupo étnico en la vida política depende –más que de un capital étnico preexistente
– de la disposición de un legado actualizado, denotativo de un trabajo de producción
continuo de identidad. Es en la actividad de selección e invención donde se liga
el pasado al presente, permitiendo un reconocimiento intersubjetivo a través del
tiempo (Tournon y Máiz, 2005).
Para Anderson, la nación es sencillamente una comunidad
políticamente imaginada, limitada y soberana. Imaginar remite a crear no a falsear.
La distinción que debe hacerse entre las naciones es según la forma en que se imaginan.
Para Anderson, una de las raíces culturales que se encuentra detrás de este imaginario
es la muerte y la re-generación: los que han de morir y los que aún no han nacido.
El siglo XVIII no sólo es el despertar de la nación sino también el ocaso del pensamiento
religioso, pero sobre todo la difusión del periódico y la novela, los cuales ayudan
a re-presentar la nación, permitiendo que se pueda imaginar una cantidad de seres
anónimos en actividad simultánea. De acuerdo a este planteamiento, la comunidad
imaginada se genera a través del lenguaje impreso y su estandarización, de su reproducción
mecánica, del lenguaje del poder creado por el capitalismo.
Nación,
mito e historia
Para Smith (1987) un grupo étnico es
una comunidad histórica construida sobre la base de las memorias compartidas. La historia común une a las generaciones sucesivas, cuyas
experiencias serán incorporadas. Es aquí en donde se inserta la ‘tradición’ –entendida
de una manera muy amplia como una forma particular de expresión–, para dar coherencia
a lo que de otra manera no sería más que una acumulación de datos: “there
can be no identity without memory (albeit selective), no collective purpose without
myth, and identity and purpose or destiny are necessary elements of the very concept
of nation” (Smith, 1987).
Claramente expresado en los
versos,
Francisco
Morazán –mítico personaje federacionista
– es la marca, el signo distintivo del ser colectivo en Honduras: Así lanzada
en el tiempo/ con mi canción precursora,/ Morazán desgarra mi frente/ y su mensaje
estampa en ella./ Me basta para saberlo/ la voz que escucho por dentro. A través de
la figura del héroe el poemario comparte la memoria del mito, de sus hazañas y de
la historia común.
Considerado como uno de los jefes militares más importantes en la historia de América
Central, el General José Francisco
Morazán Quezada (Tegucigalpa, Honduras, 3 de octubre de 1792
- San José, Costa Rica, 15 de septiembre de 1842)
estuvo por más de una década en el centro del panorama político y militar de Centroamérica. Fue presidente de la República Federal
de Centroamérica (1830-1834; 1835-1839);
Jefe de Estado de Honduras (1827-1830),
Guatemala (1829),
El Salvador (1839-1840)
y Costa Rica (1842).
Fue orador, escritor y estadista.
Por su lucha denodada en nombre de su ideal
y la patria grande,
su figura encarna el ideal unionista centroamericano. Reconocido como un gran visionario,
pensador y político, Morazán intentó por medio de reformas liberales
–y múltiples batallas armadas – convertir Centroamérica en una sola nación. Sin embargo, su enfrentamiento con la iglesia
y los conservadores culminó con la división de Centroamérica en cinco pequeñas naciones –y con su
fusilamiento.
En la memoria de los pueblos centroamericanos, Morazán dejó un legado
impresionante. Su valor está oficialmente reconocido puesto que la orden de distinción
más alta que el parlamento centroamericano otorga a sus ciudadanos lleva por nombre
“Francisco Morazán en Grado de Gran Cruz.” El sueño de la Patria Grande
continúa también presente y de forma singular en cada uno de los países que, alguna
vez, formaron parte de la República Federal
de Centroamérica. La bandera de la República de Honduras con sus cinco estrellas, representa
cada uno de los miembros de la unión.
Los biógrafos e historiadores
de Francisco Morazán han alimentado su mito (Konrad, 1997).
Si bien este es percibido como un relato acríticamente causal, y se generaliza como
un sistema de hechos indiscutibles, permite una amalgama identitaria con lo nacional
y desempeña por lo tanto una función social de cohesión (cf. Randazzo, 2008). Dentro de este contexto, la pregunta acerca de la validez científica de los
registros referenciales de la nación está un poco fuera de lugar: “What matters, then, is not the authenticity of the historical record, much
less any attempt at ‘objective’ methods of historicizing, but the poetic, didactic
and integrative purposes which that record is felt to disclose” (Smith, 1987).
Si bien el sentido de
pertenencia está dado por lazos más familiares que genéticos, sus raíces se hunden
en diversos terrenos: origen espacial o temporal, migración, ancestros y filiación,
edad de oro, declive, exilio, renacimiento… No es sino mucho después de su aparición
que estos elementos son puestos juntos con el fin de conformar una mitología. Se
considera que esta labor puede estar realizada por intelectuales –modernos nacionalistas
– así como también por líderes y liderezas comunales. Para Smith, las mitologías
nacionales y los mitos étnicos de origen y descendencia son producto de una mezcla
de academia y fantasía, de leyenda y datos objetivos, puestos al servicio de la
regeneración étnica: “…nations require ethnic cores
if they are to survive. If they lack one, they
must ‘re-invent’ one. That means discovering a suitable and convincing past which
can be reconstructed and re-presented to members and outsiders” (Smith, 1987).
En todos estos elementos
existe un lampo de ‘verdad histórica’ alimentado por fantasía y verdades a medias
que permiten darle coherencia a la historia. Es así como el nacionalismo pude ser
entendido como superposición de enmarcamientos de tipo moral (derechos), factual
(pruebas) y estético (mítico) (Máiz en Clavero et al. 2007). Morazán como mythomoteur,
es el mito político constitutivo, es el marco de sentido producto de la fusión y
elaboración de los mitos de la comunidad étnico-nacional, dando sentido a la experiencia
y definiendo su esencia, permitiendo definirse entre los demás y siendo la guía
de la acción colectiva: Que por algo
tienes tu héroe/ trabajando sin olvido/ y en todo aire exaltado.
Lo que cuenta
para las futuras generaciones son sus cualidades mito-poéticas –Me intriga tu corazón/ hermoseado
en la historia. “For
the hero is never solitary. He may be a ‘lone genius’, but in the nationalist view,
he is a vessel of the community’s creativity and therefore part of the flow of national
life. Above all, he is part of, or closely related to, the golden age. He is its exemplification”
(Smith, 1987: 194). La edad de oro puede ser escogida para ser fuente de inspiración
y de guía moral. En todo caso las virtudes del nacionalista son por todas partes
las mismas: valor marcial, generosidad, templanza, auto-sacrificio, firmeza, lealtad,
pero sobre todo, patriotismo. De esta forma, vemos que Suárez exalta valores de
este tipo: ¡Capitán de antiguo coraje/ que no sabes lo que es derrota!/
En tu resplandor está la Patria,/ la Patria de tus milagros.
Los héroes
son el modelo, cristalizan la comunidad, como punto de comparación para el presente,
porque revelan la grandeza de la nación y su renovación. El renacimiento del sentimiento
nacionalista es probablemente parte del objetivo del poemario de la autora, quizá
en el sentido de la siguiente idea:
The historicity
of the hero and golden ages alike is quite secondary. What matters for posterity
is their ability to evoke a lost splendour and virtue, and to act as stimuli and
models for a national self-renewal today. Hence, that hero and that golden age which
can, at any juncture, best conjure up the appropriate vision and exert the greatest
leverage on the majority of the literate classes, will be most sought after and
will have the greatest influence in shaping the moral direction and tone of the
national revival (Smith, 1987).
La época de los padres fundadores y la edad
de oro son fundamentales para las futuras generaciones, en una idea linear del tiempo,
no cíclico pues el declive se considera antinatural, producto de traición o subyugación
(Smith, 1987): Esto es Morazán desde el aire,/
desde donde lo veo extendido./ Esto es Morazán desde su espada,/ desde su sangre,/
desde su sueño sin prisa,/ desde sus caminos, sus edificios./ Esto es Morazán desde
sus pájaros,/ esto es Morazán desde su Patria./ Esto es Morazán desde la calle,/
desde sus himnos y su victoria,/ desde su cielo y desde sus rosas. Morazán se convierte en la tierra
misma, fusionada con los seres que la habitan.
Morazán como promesa está particularmente vigente
en Suárez quien declara que el emblema vivir pudo su muerte. La
nación, encarnada en Morazán, es el símbolo de la acción misma cuyo horizonte en la mano, no se adelgaza, ni tampoco su existencia se acorta.
El todo colectivo lo enaltece y mantiene vivo, por eso nace con ella a diario,
no se destruye. Es interesante notar como en este caso la relación forma/concepto
se entrelaza y prácticamente se funde, haciendo una cosa equivalente de la otra,
a saber, Morazán como símbolo de toda una comunidad y su regreso –casi mesiánico
–como esperanza de redención colectiva (Randazzo, 2006).
Bolívar Echeverría –quien
ha trabajado en la edición y traducción de las Tesis de Walter Benjamin –plantea
que el utopismo occidental consiste en una determinada manera de estar en el mundo,
de vivirlo como imperfecto, incompleto, “inauténtico”, pero en donde coexistente
una versión “auténtica”; que debería estar en la dimensión de lo real, pero que
no está allí, excepto en momentos en que el ser humano está a la altura de su destino.
Es un poco eso lo que encontramos en el código nacionalista de estos versos: es la esperanza asomándose siempre, (…)/ es el conmovido
destino,/ (…) es la Patria.
Si
por un lado la nación se ontologiza en la historia, por otro el mito fundamenta
como naturaleza e identidad colectiva lo que no es sino intencionalidad política-ideológica
así como heterogeneidad, dispersión y ruptura del tiempo histórico (Máiz en Ibarra,
1992). De allí la función del héroe –Francisco Morazán – en el texto poético y la
apariencia de verosimilitud del mito autorizada por la historia, mostrando la nación
como un proceso de sobresignificación mítico-simbólica de una comunidad de origen
como una entidad natural y autoevidente (Máiz en Clavero et al., 2007)
Lo natural y el sentimiento de pertenencia
Anderson (1987) se pregunta qué es eso
por lo que se está dispuesto a morir. Clementina Suárez pareciera responder con
sus versos: verdad que se ha poseído, / dolor
que se ha conquistado, / eso es para mí la Patria. Para Anderson la nación es un sino histórico, y refiere a una serie de factores
que no han sido escogidos (como el color de la piel, el sexo, el lugar de nacimiento)
que tienen un halo especial, el cual dista de carecer de interés. Quizá de allí la importancia de elaborar sentido en lo
contingente. Nussbaum (1999) en el controversial debate que suscita en torno al
tema, plantea el lugar de nacimiento como un accidente. ¿Es el signo de una
fatalidad o un pretexto para construir sentido? Suárez afirma: Desde aquí vine y hacia acá voy.
Un sentimiento nacionalista
–en el que la nación es de orden natural y se encuentra en el corazón de sus miembros
– parece ser el de Suárez cuando afirma: Me basta para saberlo/ la voz que escucho por dentro. Se trata de
una profecía de autocumplimiento, que funda como natural y eterno lo que no es sino
histórico y fortuito. No obstante, “natural” es un concepto que se utiliza para designar aquellas
ataduras conectadas al orden fáctico y que no pueden ser cambiadas por la acción
voluntaria de los individuos. De hecho, en español se dice, por ejemplo, ‘natural
de tal lugar’ (Beriain, 2000). Pero en la actualidad –así como en otros tiempos [7]– también es posible ‘naturalizarse’:
Here San Martín’s edict baptizing Quechua-speaking Indians as ‘Peruvians’
–a movement that has affinities with religious conversion –is exemplary. For it
shows that from the start the nation was conceived in language, not in blood, and
that one could be ‘invited into’ the imagined community. Thus today, even the most
insular nations accept the principle of naturalization (wonderful world!), no matter
how difficult in practice they may make it (Anderson, 1987).
La tierra y la comunidad se funden al identificarse lo
natural y lo histórico. Para Burke se trata de lo ‘íntimo’ y ‘sublime’, provocando
alternadamente emociones de calma intimidad o de remoto esplendor de nuestro entorno
natural: [8] ¡Qué ternura me inunda/ con cada hierbecilla tuya! / Desde
ahí, te veo crecer / hasta el pino alto y rumoroso. La poesía del espacio consiste en que además del uso
práctico de la tierra, ésta tiene un elemento arcaico de misterio, especialmente
cuando refiere a vestigios pre-históricos. [9] Lo que es más común es que los sitios históricos y monumentos sean
incorporados de alguna manera en el entorno. [10] Estos lugares sagrados son cruciales para identificar e identificarse.
Beriain (2000) recalca la importancia de la idea que
tiene la sociedad sobre sí misma retomando la idea de Durkheim. Donde no había más
que “naturaleza” surge el “nosotros” dando emergencia a la identidad colectiva –una
relación de hermandad – así como a la necesidad de los otros para definirnos en
una relación de alteridad afraternal. El autor retoma también la idea sobre el emblematisme –marca visible de singularidad
– para la autoconstitución de la sociedad y la formación del nosotros. Para Beriain:
“Como bien apuntó Durkheim, la ‘idea que una sociedad tiene sobre sí misma’ es la
base sobre la que sustenta la producción de la identidad colectiva, sin esta autoconcepción
existiría el grupo étnico (un elemento tangible), pero no la identidad ‘nacional’”
(Beriain, 2000).
El apego a la colectividad
en el seno de la cual se nace y crece, al conjunto de personas con las que se comparte
un pasado común, comportamientos y conocimientos son fundamentos del patriotismo
etno-cultural (Tournon y Máiz, 2005): Que si alguien te lleva por dentro/ es quien camina en tu sangre, / quien
adivina tu sombra,/ quien asoma a tus abismos.
El criterio
más decisivo de protonacionalismo (Hobsbawm, 1997) parece ser la conciencia de pertenecer
o de haber pertenecido a una entidad política duradera, a una suerte de ‘nación
histórica’: Así se empieza la vida/
con un horizonte en la mano. / Con una impetuosa corriente / que un mar jubiloso
arrastra./ ¡Avidez de un gran destino / que lúcido avanza por dentro! / Ilusión
que jamás declina, / presencia que no se antepone, / verdad que se ha poseído, /
dolor que se ha conquistado, / eso es para mí la Patria. ¿No
es acaso algo similar lo que se intuye en estos versos de Clementina Suárez?
Para Gold (2001), el
drama central de la vida de Suárez –rediseñar la relación entre su yo y el otro–
se desarrolla en tres de sus libros: De la desilusión a la esperanza, Creciendo
con la hierba y Canto a la encontrada patria y su héroe,
escritos y publicados entre 1937
y 1959. A través de estas obras ella se alcanza al estar “multiplicada” y posteriormente
reconoce “que la multiplicidad que
había estado buscando estuvo en ella todo el tiempo” (Gold, 2001: 317): Y si multiplicada voy toda/ con su humanal presencia./
¿Acaso no eres tú, torrencial Patria / en mí, inexorablemente, desbordada?
La poeta experimenta
hacia la patria una pertenencia filial, como si fuera una “familia espiritual” a
quien la une un vínculo profundamente afectivo. La noción de colectividad en la
poeta se expresa mediante la fusión de la patria y ella misma, de la patria y su
amante, de la patria y su héroe (Randazzo, 2006): Te
quiero como cuando en la arena / besaba el amor primero.
Robert Pinsky en su artículo “Eros contra esperanto” plantea
que tanto el patriotismo como el cosmopolitismo no son sólo ideales sino también
sentimientos: “son en realidad formas de amor, con todo el terror que estas palabras
pudiesen implicar” (Nussbaum, 1999: 105). Suárez lo expresa sin ambages: No sé ni decirte la forma /en que te quiero. / Es casi
un amor a ciegas. Con el amor desde su
vivencia íntima, personal y erótica –gran reivindicación colectiva en Suárez – la
poeta asimila la experiencia esencial de la conmoción que le hace sentir su patria.
Iconoclasta y rebelde, Clementina no duda en referir a su pasión desbordada.
En los versos, el individuo
aparece atravesado por la sociedad con la que se identifica: Eres una Patria construida / en lo interior./ Caminas dentro de mí/ como un abierto
río. La patria de hecho le constituye, como un proceso
de construcción: es
la arquitectura del hombre. Para Clementina Suárez la Patria se apodera de todo; en ella se apoya el cuerpo, es en ella –o quizá
por ella –que uno incluso se deja morir.
Máiz considera que el discurso nacional trata de construir
la evidencia del yo colectivo, esto es elaborar un ‘nosotros’ a partir de la fragmentación
(Máiz, 2007). El autor propone desentrañar la evidencia social compartida y naturalizada,
así como los mecanismos que pone en juego y sus cuestionables pretensiones de incontestabilidad.
Conclusiones parciales y preguntas pendientes
Este trabajo intenta poner en evidencia una elaboración nacional a través
de unas dimensiones que encierra el texto poético Canto a la encontrada
Patria y su Héroe de Clementina Suárez, por medio de diversas formas de simbolizar
la idea que la sociedad hondureña se hace de sí misma. La poesía da una sensación de simultaneidad, en especial cuando personas que
se desconocen son capaces de reconocer unos mismos versos, no fuesen estos más que
los del himno nacional. Esa unisonancia hace eco de la existencia física de la comunidad
imaginada (Anderson, 1987). Al intentar entender cuál es el Self del que habla la poeta, así como la
importancia de la intervención activa en la construcción de la nación, he visto
surgir a través del texto diversos elementos.
El primero es una fascinante concepción del tiempo de la nación,
más próxima del jetzseit a través de la noción ‘ahora-tiempo’ y que no
puede ser identificado porque sencillamente no es. El segundo es que ‘ser en común’ –como bien lo dice
Silvia Rosman en su artículo “La comunidad por-venir” (Máiz, 2007)– es ante todo un acto poético que hace posible una reconfiguración
de sentidos, en donde los textos literarios brindan importantes datos sobre articulaciones
de comunidad más allá de las formas sedimentadas de identidad o su representación.
El tercero es que el mito heroico –en este caso del centroamericanista Francisco
Morazán constituido como mito común de descendencia– hace que el azar se convierta
en destino y que su historia amalgamada a la de la comunidad sea vista como renovación, promesa, esperanza. El cuarto
es que el texto poético permite que el relato nacional sea un territorio de la búsqueda
misma, en donde la fuerza de la comunidad alimenta los versos.
Al margen de estas arriesgadas afirmaciones, también he encontrado una serie
de preguntas que van más allá de los alcances de la poeta, de los teóricos que en
este caso he citado intentado iluminar de otra manera sus versos y de la autora
de este trabajo. Entre ellas termino estas líneas con las siguientes: ¿Qué es lo que
tratamos de recuperar, resarcir o redimir al buscar los distintos pasados? ¿Cómo
opera la dominación en la formación discursiva del nacionalismo al oponer civilización
y tradición? ¿Cómo se fundamenta el orden político de legitimación en torno al discurso
nacionalista? ¿Cómo opera el redescubrimiento de lo nacional en momentos específicos?
¿De qué forma ‘resuena’ y se propaga el culto de la nación? ¿Qué problemas se plantean
al asignarle un lugar nacional al texto literario? ¿Cómo podrían cuestionarse los
fundamentos sobre los que reposa un texto y develar sus ausencias? Por los momentos,
no sé dónde se encuentran las respuestas, pero la fuerza de estas interrogantes
no deja de marcar un camino e influenciar futuros rumbos de investigación.
CANTO A LA
ENCONTRADA PATRIA Y SU HÉROE
No puedo llegar…
porque jamás me he ido.
Eres una Patria
construida
en lo interior.
Caminas dentro de mí
como un abierto río.
Vienes desde muy atrás
rebelde y vegetal,
todo en ti es nuevo y viejo
tierra para la infancia
y para inmortalizar el
tiempo.
¡Cómo te reverdeces
con sólo volver a verte
con los ojos de ayer y
siempre!
¡Qué ternura me inunda
con cada hierbecilla tuya!
Desde ahí, te veo crecer
hasta el pino alto y
rumoroso.
Desde ahí, nazco y me pueblo
con tu cálida sangre
que anima la esperanza.
¡Patria de Aurora! ¡Patria
de Piedra!
No sé ni decirte la forma
en que te quiero.
Es casi un amor a ciegas,
pero con una memoria
intacta.
Es como recordar tu barro
o mi vestido nuevo.
Es como jugar al sol
con las hebras de luz.
Como ser Enero en tus venas
para aprender a quererte,
como tener seis años
para deletrear tu nombre.
Te quiero como cuando en la
arena
besaba el amor primero.
¡Qué olor a tierra tenía
la boca que me besaba!
Eras tú misma Patria
en su pasión desbordada.
¡Mejilla de carne tuya,
misterio del amor intacto;
la que en tu piel caminaba!
¡Vestida con carne tuya,
qué transparencia tenía
era corno ver mi alma
en tus aguas reflejada!
Así se empieza la vida
con un horizonte en la mano.
Con una impetuosa corriente
que un mar jubiloso
arrastra.
¡Avidez de un gran destino
que lúcido avanza por
dentro!
Ilusión que jamás declina,
presencia que no se
antepone,
verdad que se ha poseído,
dolor que se ha conquistado,
eso es para mí
Que si alguien te lleva por
dentro
es quien camina en tu
sangre,
quien adivina tu sombra,
quien asoma a tus abismos.
Quien ganada tiene tu imagen
y te libera hasta lo
imposible
de un posible vasallaje.
Que por algo tienes tu héroe
trabajando sin olvido
y en todo aire exaltado.
Su mano no se adelgaza,
tampoco su existencia se
acorta.
Que vivir pudo su muerte
por la verdad poseída,
y nace con ella a diario
con vida que no se destruye.
Así lanzada en el tiempo
con mi canción precursora,
Morazán desgarra mi frente
y su mensaje estampa en
ella.
Me basta para saberlo
la voz que escucho por
dentro.
Y si multiplicada voy toda
con su humanal presencia.
¿Acaso no eres tú,
torrencial Patria
en mí, inexorablemente, desbordada?
Me intriga tu corazón
hermoseado en la historia.
¡Qué inexplorado mundo
en tu ilimitada pupila!
Hay que sobrevivirse
pero en la espina dorsal de
tu cuerpo.
En tu fabulosa estructura,
habitante de mar y tierra.
Un pueblo de erguidos pinos
te sostiene la cabeza.
¡Capitán de antiguo coraje
que no sabes lo que es
derrota!
En tu resplandor está
Eras como la tierra
con impulso vital
indestructible…
Esto es Morazán desde el
aire,
desde donde lo veo extendido.
Esto es Morazán desde su
espada,
desde su sangre,
desde su sueño sin prisa,
desde sus caminos, sus
edificios.
Esto es Morazán desde sus
pájaros,
esto es Morazán desde su
Patria.
Esto es Morazán desde la
calle,
desde sus himnos y su
victoria,
desde su cielo y desde sus
rosas.
Esto es mi Patria,
esto es mi limpio sueño,
esto es mi canto donde viven
las palabras,
esto es mi piedra, mi sol,
mi llanto.
Desde aquí vine y hacia acá
voy,
Es hoy, es ayer, es el
porvenir,
es donde se apoya el cuerpo,
donde se deja morir.
Es la redondez de la tierra,
es la madre, es el hijo,
es la lágrima, es la risa,
es el futuro que lo abarca
todo.
Es el vientre promesa,
es la esperanza asomándose
siempre,
es el nombre que no se
olvida,
es el conmovido destino,
es la arquitectura del
hombre,
es
NOTAS
Artículo originalmente publicado como Randazzo, Eisemann (2017)
La nación desde sus versos (en la voz de Clementina Suárez). Revista Ántropa
1, N.1.
1. En adelante, figurarán siempre en itálica las citas del
texto Canto
a la encontrada Patria y su Héroe, de Clementina Suárez. El texto integral se encuentra en anexo.
2.
Clementina Suárez (Juticalpa, Honduras,1902 - Tegucigalpa, Honduras, 1991) es una de las figuras más representativas
de la poesía hondureña del siglo XX (Premio Nacional de Literatura, 1970). Su trabajo comprende
los siguientes títulos: Corazón Sángrate
(1930), Los Templos De Fuego (1931), De mis sábados el último (1931), Iniciales, en coautoría con los mexicanos
Lamberto Alarcón y Emilio Cisneros Canto y el hondureño Martín Paz (1931), Engranajes, poemitas en prosa y en verso (1935), Veleros (1937), De la desilusión
a la esperanza (1994), Creciendo con la
hierba (1957), Canto a la encontrada patria
y su héroe (1958), El Poeta y su señales
(1969), Con mis versos saludo a las generaciones futuras, antología recopilada
por Rigoberto Paredes que incluye poesía publicada e inédita (1988) (Ramos y Membreño, 2003).
3.
Para Smith es difícil distinguir entre naciones y etnias, y de hecho, hay un ir
venir entre ellas: las naciones potenciales adoptan componentes étnicos y las etnias
adquirieren componentes territoriales y modelos cívico. En palabras de Smith, “the need for a type of analysis
that will bring out the differences and similarities between modern national units
and sentiments and the collective cultural units and sentiments of previous eras,
those I shall term ethnie” (Smith, 1987:
13). Las
dimensiones étnicas son según su enfoque un nombre colectivo, un mito común de descendencia,
una historia común, una cultura compartida
y distintiva, un territorio específico y un sentido de solidaridad.
4. cf. especialmente las Tesis XIII, XIV, XV, XVI y XVIII.
5. El trabajo de Benjamin sobre el tiempo abre un abanico
de posibilidades, de las cuales una es la luz del relámpago que nos hace ver la
medida del tiempo calendario, el tiempo en el que Anderson ubica la nación: “The idea of a sociological organism
moving calendrically through homogenous, empty time is a precise analogue of the
idea of the nation” (Anderson, 1987: 31). Pero para Benjamin,
el calendario también actúa como un acelerador histórico, siendo un monumento de
una conciencia histórica, que hace volver el tiempo y lo hace parar.
6. Más allá de similitudes, matices o divergencias, lo que
no es evidente en los planteamientos de Smith y Anderson, y que es fundamental en
las Tesis sobre la historia de Walter
Benjamin de donde parecen provenir, es la denuncia del dominio, el reclamo de otra
historia.
7. El padre de Francisco Morazán era de origen italiano. No
obstante, al instalarse en Honduras su apellido fue españolizado y él mismo fue
hecho español.
8. Como la imagen de los cuadros primitivistas hondureños
en los que se siente al mismo tiempo la armonía del espacio domesticado según la
usanza colonial y el bucólico paraje del bosque de pino, tan típico de Honduras.
9. De ahí parte de la importancia de la arqueología para la
nación y quizá una de las razones por las cuales la arqueología haya sido tan fomentada
en Honduras en detrimento de otras disciplinas como la antropología o la historia.
10. Ejemplos emblemáticos en Honduras son los monumentos prehispánicos de Copán, o el cerro Juana Laínez, para los capitalinos.
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FRANCESCA RANDAZZO EISEMANN (Honduras, 1973). Poeta, ensayista. Doctora en Sociología. Docente e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Coordinadora de la Unidad de Publicaciones del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH). En 2001/2003 fue responsable por la coordinación de los estudios de todas las secciones del bachillerato francés a través del sistema nacional francés de educación a distancia CNED. Ha trabajado en fundamentales proyectos sociales en su país, incluso varias etapas del programa Manos sin Fronteras. Sus ensayos, sobre temas variados, científicos y literarios, han sido publicados em varias revistas. Su poesía, destaca, dentre otros libros: A mar abierto (2000), Barcos en el aire (2008), Lugares inciertos (2020), De esos animales salvajes llamados orquídeas (2021), País interior (2021) y la antología Luz del agua (2024).
DAMARIS CALDERÓN (Cuba, 1967). Poeta, narradora, pintora, docente y ensayista. Ha publicado más de dieciséis libros en varios países, entre ellos Cuba, Chile, Alemania, España y México. Participó en festivales internacionales de poesía en Holanda, Francia, Uruguay, Argentina, Perú, México, entre otros países. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, holandés, francés, alemán, noruego y serbocroata e incluida en numerosas antologías de poesía cubana y latinoamericana contemporánea. En esta edición de Agulha Revista de Cultura presentamos otro aspecto fundamental de su inquietud creativa, su obra plástica. En entrevista, Damaris revela: Para mí la cultura está ligada a la tierra, a sus orígenes, al hecho de escribir, de cribar, de labrar; la escritura en bustrófedon, que era la manera de los bueyes y el paisaje. Y eso es. Si uno mira la literatura latinoamericana se va haciendo conciencia de paisajes diferenciados; ustedes tienen esto, nosotros esto otro. Recuperar la conciencia de que somos un todo, de que el cuidado del ecosistema, de la planta, de cada árbol, es parte también del cuidado del ser humano, del planeta. Los árboles y el paisaje escriben su propia poética, su propia música. Una pintura con la que ningún pintor podría competir. En ese sentido, sentir que coexistimos, que nos nutrimos y debemos cuidarnos. Son palabras que encajan muy bien en su pintura, cuyas líneas, ángulos, colores, se mezclan en la búsqueda de un punto erótico en el que el hombre se revela parte de ese todo que ella también evoca en su poesía.
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Número 253 | julho de 2024
Artista convidada: Damaris Calderón (Cuba, 1967)
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