segunda-feira, 15 de julho de 2024

HAROLD ALVA | Dos poetas peruanos: Jorge Nájar e Carlos Germán Belli

 


1. La épica del exilio en la poesía de Jorge Nájar

“En este mundo difuso he levantado mi casa / No pago impuestos ni cobro gabelas / Vivo solamente”, nos aclara Jorge Nájar en uno de los poemas de Piedra angular, el libro con el que cierra su Poesía Reunida. Por esos versos que me obligo a repensar sobre la obra que ahora nos convoca, sobre este documento con el que realiza su inventario, los años que le ha entregado a la siempre subversiva forma de vivir como poeta. Como poeta en exilio permanente, porque él, sin impostaciones, sin máscaras o quizá con todas las máscaras, es un poeta que ha hecho del desplazamiento su carnet de identidad, su marca de vida, su propuesta. Desde Malas Maneras hasta Piedra Angular, Nájar nos ha entregado una poética del desarraigado, pero no de aquel desarraigado que desconoce o no comprende la civilización y la cultura por donde se desplaza, no de aquel desarraigado que se condiciona hábitos para sobrevivir porque se sabe de ninguna parte, sino de aquel desarraigado que precisamente porque conoce los sistemas por donde cruza su experiencia, elige el elemento natural de quien vive en perpetuo movimiento como fantasma simbólico cultural para redefinir su origen, para vencerlo. Porque este desarraigado para capturar aquello que lo induce a la sorpresa y escribirlo tiene como regla vencer el canon de su origen. Y esto lo podemos confirmar en los temas que eligió desde sus primeros libros, propuestas que fue consolidando gracias al recurso natural de quien ha vivido en muchas partes; y Jorge Nájar es alguien que ha vivido en muchas partes: desde su incursión a Lima hasta su llegada a Europa y esa constante de quien ha hecho de la partida y el retorno las caras de esa moneda con las que sortea su hábito de vida.

Jorge Nájar sabe que el mundo está determinado por la migración, lo sabemos nosotros porque lo leímos en los mitos que justifican el nacimiento de las civilizaciones, el Perú es un país de migrantes, Lima es una ciudad de migrantes, París es una ciudad de migrantes; migramos desde el origen, y han sido las sociedades que capitalizaron el poder precisamente del que migra las que más se desarrollaron, lo vemos aquí en nuestras periferias, lo vemos en ese gran opresor del norte que es una tierra de migrantes, lo leímos en los textos de religión e historia, por eso no es sorprendente que un poeta se haya atrevido a asumir su condición natural con el equipaje de quien migra. Sin embargo, este nómade posmoderno eligió subvertir esa condición desde su escritura, por eso critica con ella ese canon al que me referí hace un momento, un canon que va más allá de las anécdotas de lo literario, qué es el canon literario finalmente sino aquello que dejó de ser subversivo y se convirtió en receta para la perpetuidad, para las discusiones de quienes pretenden justificar el conocimiento, su información, lo que consideran sus aportes. 

Estoy seguro que a un poeta como Nájar le importa lo que equivale el sonido de quien muerde una manzana si forma o no parte de aquellas páginas por las que seguro otros son capaces de traicionar su consecuencia. Por eso su participación en el proceso de nuestra literatura o las entregas de sus libros siempre ha sido discreta, él sabe lo que escribe, a él no le hace falta el otorgamiento de laureles o el reconocimiento de algún crítico, él escribe con la incredulidad de quien conoce, él avanza con la incredulidad por el meta discurso, su formación lo obliga a desconfiar de los efectos prácticos del meta relato al que se refería Lyotard y, sin embargo, su apuesta tiene responsabilidad épica.


Jorge Nájar fortalece una legión de poetas que hicieron de ese tipo de desarraigo su mayor propuesta, por eso asocio su proyecto de escritura a las poéticas de Vallejo, de Moro, de Eielson y de Chariarse. Ese sentido del que irrumpe que aprendimos con el Trilce de Vallejo y esa imprecisión del vuelo onírico que asimilamos con Moro, ese repaso a todas las formas que entendimos gracias a Eielson y ese respeto por las formas clásicas, pero rupturistas con las que escribe Chariarse; y es intrigante porque nos pone frente a tradiciones opuestas pero completarias: Gamoneda y Moro, por ejemplo, pero que nos sirve para rastrear su registro y nos brinda luces que empiezan con Cisneros en Malas Maneras, continúa con Marcial, sigue con Cluny y nos devuelve a Bai Juyi y a Catulo, lo que definitivamente nos coloca frente a un poeta que ha asimilado las grandes tradiciones para entregarnos una propuesta que irrumpe como la voz en cuya sonoridad crepita un canto épico. Un canto que se fortaleció en ese primer Nájar que integró Hora Zero, el movimiento más contundente en sus elementos de ruptura.

Nájar es un poeta que no ha dejado de luchar por vencerse, por derrotar su yo poético, para trascenderlo, para trascenderse. Él sabe que si un poeta es auténtico debe empezar por derrotarse a sí mismo, hay poetas que no han logrado vencerse a sí mismos, ellos son los prescindibles. Rimbaud se destruía a sí mismo, Baudelaire se destruía a sí mismo, Antonin Artaud, se vencía a sí mismo, Leopoldo María Panero, se destruye a sí mismo. En ellos coinciden sus vidas como tragedia, cierto, pero vayamos a quienes no llegaron a extremos vivenciales, Huidobro rompiéndose la lengua en el último canto de Altazor, Borges en su Libro de los dones, o Kavafis en Esperando a los bárbaros.

En esa lucha ha ido del discurso poético narrativo, o cronipoema, poesía conversacional o coloquial, al discurso clásico, a su apuesta por la imagen, por la metáfora, por la búsqueda de su interioridad al modo Zen, pero desde su propia tradición, desde ese origen al que confirma, desde ese origen al que derrota, desde ese origen al que subvierte con la sagacidad de un brujo que domina el lenguaje con el que se sirve para comunicarse con lo que occidente apenas intuye; y esto lo apreciamos en Espíritus, el libro en mi opinión más personal de este conjunto: “Poco importa si al despertar / la noche arda o no / pues lo que sí cuenta / es brillar bajo tu sombra”.

Hacia esa sombra viaja y regresa, hacia esa sombra huye o se guarece, contra esa sombra nace y se aniquila, Jorge Nájar ha vivido bajo esa sombra, Jorge Nájar ha sobrevivido sobre esa sombra y en él hay una vuelta al orden que lo legitima como puente de una generación que en este momento escribe desde la precisión de un mundo que ha recibido hecho pedazos. Pero en esos pedazos está la historia y, sobre esos pedazos, todavía retumba una carcajada que nos dice que aún puede haber otro sueño. Por ese sueño, Jorge Nájar insiste; por ese sueño, Jorge Nájar escribe. 

 


2. Carlos Germán Belli: no conmueve, estremece

Hay quienes se atreven a dividir el proceso de la poesía peruana motivados por la urgencia de definir generaciones o pontificar la producción de autores que consideran merecen ser parte de nuestro canon. Discrepo con ellos. No es fácil presentar una propuesta transversal que unifique características o estilos, pienso que la historia nos ha enseñado a seleccionar de modo natural grupos e individualidades.

Los acontecimientos políticos se encargaron de entregarnos movimientos o expresiones de ruptura que fortalecieron sus aportes. El ocaso del modernismo, la irrupción de las vanguardias, la mitificación del arte por el arte o el compromiso social, calaron en el desarrollo creativo de quienes tuvieron en la poesía el leit motiv para capturar su época. Todos sin embargo coincidimos con la presencia de un poeta en los estudios sobre el panorama de la literatura peruana del siglo XX: para algunos pocos el más conservador de nuestros líridas, para muchos otros, el de mayores riesgos: Carlos Germán Belli.

En 1958, cuando Belli publicó por primera vez (Poemas), la década del cincuenta ya tenía su propio registro. Era notable la producción de Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Leopoldo Chariarse, Washington Delgado, Javier Sologuren, Francisco Bendezú, José Ruiz Rosas, en el lado de los llamados puros, escritores que asumieron el ejercicio literario como una responsabilidad con el lenguaje, por la precisión de lo estético. En la otra orilla destacaban Gustavo Valcárcel, Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose, Manuel Scorza, Mario Florián, Marco Antonio Corcuera y Leoncio Bueno, identificados como los poetas sociales, la mayoría militantes de una izquierda donde el mensaje de José Carlos Mariátegui se escuchaba aún con claridad.

Los referentes inmediatos eran César Moro, el enorme poeta de Trafalgar Square, que en 1955 había publicado Amour à mort, Emilio Adolfo Westphalen de Las ínsulas extrañas y Abolición de la muerte, y Martín Adán que en 1950 publicó Travesía de extramares. Ellos eran los antecedentes, los primeros registros de una poesía nacional que tuvo en González Prada, Eguren y Vallejo, los padres de nuestra modernidad. Los cincuenta circularon en un espacio donde las vanguardias y el surrealismo fueron el puente para los riesgos que exige la originalidad y para el brote de insatisfacción y protesta por el momento político. No olvidemos que el Perú vivía la dictadura de Manuel Odría, enemigo de los centros y las izquierdas y, muchos de los “poetas sociales”, eran escritores militantes.

Entre esos cauces surgió el proyecto estético de Carlos Germán Belli. Poeta puro, poeta social, poeta distinto, Belli marcó la diferencia en su apuesta por las formas clásicas para abordar temas contemporáneos y el registro de las vanguardias para las preocupaciones clásicas. Autor de más de una veintena de libros, es impresionante su destreza en el uso de la sextina. La precisión musical en los dísticos sin caer en el ritmo de lo popular, no por una estratificación de élite sino por el hábito natural de un léxico cultista. Porque eso es Belli: uno de los más destacados conquistadores del lenguaje. Su caza sutil es una cadena esplendorosa de imágenes que proyectan no solo la particular sonoridad de lo que expresa sino el color de lo que no dice.

Carlos Germán es además un diligente hombre de familia: esposo de Carmela Benavente, padre de Pilar y de Mariella, hermano de Alfonso, cuya interrelación le permitió escribir composiciones al amor filial de impecable factura, es un creador disciplinado que hizo de su paso por el senado, transcribiendo documentos, en la función pública y en la docencia, las armas de conducta que le permitieron consolidar una obra contundente.

Pienso en Carlos Germán y lo recuerdo en la Plaza San Martín, caminando con Víctor Escalante, Ronald Arquíñigo Vidal y Arturo Corcuera. Lo recuerdo en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica con Alonso Ruiz Rosas y Marco Martos, lo recuerdo en el Haití con Miguel Ángel Zapata, uno de sus más preocupados críticos, lo recuerdo en la Casa de la Literatura, pero sobre todo lo recuerdo poniéndose de pie, acercándose al podio con la humildad de los tímidos, abrir aquella página donde está el poema que ha elegido para leerle a su auditorio, para entregarse a sus lectores con esa voluntad que nos deja sin respiración porque necesitamos de ese silencio para escucharlo con nitidez.


“Para tu mudanza, ¿dónde habrá un suelo / de claro polvo y cálido recodo, / en que tus breves pies con tierno modo / equilibren la sangre de tu cuerpo? // O para tu vuelo, ¿cuándo habrá un viento / que llegue a tu costado como un soplo, / y te traslade de uno a otro polo, / pasando el edificio, el valle, el cielo?” Lo recuerdo empuñando su poema, estremeciéndose con él, estremeciéndonos con él y, eso, en palabras de Jasper, es el más puntual de los retos.

La globalización nos enfrentó de golpe con culturas que desconocíamos y que hemos aprendido a procesar como parte de nuestra condición perennial. Los poetas transgeneracionales (90/2000), preocupados por la desnaturalización del texto, acudieron a las fuentes para rescatar de la hegemonía coloquial el rigor estético. Carlos Germán fue uno de los principales interlocutores con este nuevo modo acaso porque él también respondió en su momento a la necesidad de otras formas. El autor de ¡Oh, hada cibernética!, es uno de los escritores de mayor influencia en la última generación de poetas peruanos, esto lo confirma la variedad de registros que se conectan con el proyecto escritural del más arriesgado poeta surgido en la década del cincuenta. Son los jóvenes quienes se han encargado de legitimar a Belli como el más contemporáneo de nuestros poetas. Su obra no solo sostiene una época, la ha trascendido y ya sabemos que sólo los clásicos son capaces de transitar la historia sin envejecer sus propuestas.

 

 


HAROLD ALVA (Peru, 1978). Escritor, editor e analista político. Diretor da Editora Summa. Preside a organização do Festival Internacional Primavera Poética e a Fundação Ibero-Americana para as Artes. É autor dos livros: Ejercicios de escritura (2024), Ceremonia (2023), Tocado por la lluvia (2022), das antologias poéticas A tiempo completo (2021) e La épica del desastre (2020). Participou como expositor em diversas feiras de livros e festivais de poesia nos Estados Unidos, México, Colômbia, Equador, Bolívia, Chile, Argentina, Espanha e Portugal. Antologista de La primera línea, e diretor de Poesia Ibero-Americana, coleção de cem títulos publicada em 2020 com a Prefeitura de Lima. Diretor fundador da ContraPoder, foi diretor cultural da Câmara Peruana do Livro, apresentador e produtor de programas de rádio e televisão. Foi coordenador geral da Feira Internacional do Livro da Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 2024 (México).

 

 

 


DAMARIS CALDERÓN (Cuba, 1967). Poeta, narradora, pintora, docente y ensayista. Ha publicado más de dieciséis libros en varios países, entre ellos Cuba, Chile, Alemania, España y México. Participó en festivales internacionales de poesía en Holanda, Francia, Uruguay, Argentina, Perú, México, entre otros países. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, holandés, francés, alemán, noruego y serbocroata e incluida en numerosas antologías de poesía cubana y latinoamericana contemporánea. En esta edición de Agulha Revista de Cultura presentamos otro aspecto fundamental de su inquietud creativa, su obra plástica. En entrevista, Damaris revela: Para mí la cultura está ligada a la tierra, a sus orígenes, al hecho de escribir, de cribar, de labrar; la escritura en bustrófedon, que era la manera de los bueyes y el paisaje. Y eso es. Si uno mira la literatura latinoamericana se va haciendo conciencia de paisajes diferenciados; ustedes tienen esto, nosotros esto otro. Recuperar la conciencia de que somos un todo, de que el cuidado del ecosistema, de la planta, de cada árbol, es parte también del cuidado del ser humano, del planeta. Los árboles y el paisaje escriben su propia poética, su propia música. Una pintura con la que ningún pintor podría competir. En ese sentido, sentir que coexistimos, que nos nutrimos y debemos cuidarnos. Son palabras que encajan muy bien en su pintura, cuyas líneas, ángulos, colores, se mezclan en la búsqueda de un punto erótico en el que el hombre se revela parte de ese todo que ella también evoca en su poesía.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 253 | julho de 2024

Artista convidada: Damaris Calderón (Cuba, 1967)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2024


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