Al percibir la isla
como un espacio cosmopolita y menos lastrado por el peso de las rancias tradiciones
hispanas, los redactores del grupo g.a. proclamaron su posición periférica como
una orilla ventajosa para la acción vanguardista, vieron su ciudad como puerto franco
para recibir y exportar ideas nuevas y, mientras se dolían de que la cultura oficial
del Madrid republicano siguiera confundiendo a las provincias con su analfabetismo de salón, ellos eligieron la
isla como el meridiano alternativo de una cultura en diálogo con lo más vivo del
espíritu occidental. Por eso, con gesto similar al de los antropófagos brasileños
de 1928, declaraban en la posición del
primer número de gaceta
de arte: ser islas en el mar atlántico
–mar de la cultura– es apresar una idea occidental y gustarla, hacerla propia despacio,
convertirla en sentimiento.
Fue el director
de la revista el polifacético crítico de arte Eduardo Westerdahl, y su secretario
de redacción el poeta y político socialista Pedro García Cabrera, hasta el número
36. Entre los miembros más activos de su comité editorial se cuentan los escritores,
Agustín Espinosa, Emeterio Gutiérrez Albelo, Domingo López Torres (los tres conquistados
tempranamente por el surrealismo), y Domingo Pérez Minik, crítico teatral atento
a las letras y al pensamiento europeo. También formaron parte de la redacción el
abogado socialista José Arocena, Francisco Aguilar, firmante de artículos sobre
filosofía; el concejal socialista Óscar Pestana y José de la Rosa, secretario de
la revista en sus dos últimos números. A sus nombres, entonces casi desconocidos
fuera de las islas, se fueron sumando las firmas de sus colaboradores españoles
–el creacionista Gerardo Diego, Guillermo de Torre, Ramón Gómez de la Serna, Ricardo
Gullón, entre otros–, y extranjeros, con Amédée Ozenfant a la cabeza. El comité
de honor internacional, hecho público en una hoja del nº 11 (dic. 1932) incluía
prestigiosos nombres de la cultura nacional (Luis Araquistáin, Manuel Abril, Ortega
y Gasset, Fernando de los Ríos) o del panorama internacional, sobre todo alemanes
encargados de presidir instituciones culturales y galerías de arte moderno.
En la fundación
y orientación europeísta de g.a.
fueron determinantes tres factores. En primer lugar, el cargamento de entusiasmo con que Eduardo Westerdahl regresó a su isla
natal después de un viaje de estudios en el que descubrió en algunas ciudades europeas
–París, Berlín, Dessau, Frankfurt, Praga– la eficacia estética y social del racionalismo
arquitectónico de Le Corbusier y el purismo de Ozenfant (l’esprit nouveau), el
funcionalismo de las producciones de la Bauhaus, y la abstracción pictórica de Klee,
de Kandinsky, de Baumeister. En segundo lugar, fue un acicate el triunfo de la II
República española, para la que Westerdahl y sus compañeros de aventura quisieron
diseñar un perfil moderno de civilidad, que no sólo debía transformar el pensamiento,
la arquitectura, las artes y las letras, sino también la pedagogía artística, la
enseñanza universitaria y hasta los objetos de uso cotidiano. Y, en tercer lugar,
fue decisivo el vínculo amistoso de Westerdahl y de López Torres con el pintor surrealista
Óscar Domínguez, tinerfeño radicado en París, ya que avivó en el grupo el interés
por el movimiento de Breton, ejerció como enlace y corresponsal, y por su mediación
tomaron forma las actividades surrealistas realizadas en mayo de 1935 en Tenerife.
Domínguez también ilustró varios libros de las ediciones g.a., y en 1933 expuso
sus pinturas en el Círculo de Bellas Artes, preparando así el ambiente para la erupción
surrealista de 1935.
Los 38 números de
gaceta de arte se publicaron
con regularidad en Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias) entre el 1º de febrero
de 1932 y junio de 1936, en español y con numerosas traducciones del alemán, del
inglés y del francés, realizadas por sus propios redactores. Se presentó hasta el
número 13 como expresión contemporánea de
la sección de literatura del círculo de bellas artes de tenerife, y desde el
número 14 como revista internacional de cultura.
Se vendía a una peseta, y se sostuvo sin ayudas oficiales ni publicidad, gracias
al esfuerzo del grupo y a la creciente red de suscriptores. Llegó a tener puntos
de venta no sólo en las capitales europeas de la vanguardia, de París a Praga, sino
también en México, Perú, Chile, Uruguay y Argentina; y también se distribuía gratuitamente
en galerías y centros internacionales de cultura de los dos continentes. Hasta el
número 36 (octubre 1935), apareció como periódico de gran formato de 50 x 35 cm.,
al estilo berlinés, con cuatro páginas y periodicidad mensual; los números 37 y
38, con periodicidad trimestral y precio de venta a 3,50 pts., adoptaron un formato
más reducido (25 x 18 cm.) y un volumen de 97 y 99 páginas, respectivamente.
El nítido diseño
de gaceta de arte ya proponía
el estilo de un tiempo nuevo. La revista irrumpió en el panorama gráfico español
con una diagramación inédita por su depurada composición y equilibrio entre las
columnas de texto, los fotograbados y los blancos de la plana. Un punto negro de
variable grosor suplía las habituales líneas y recuadros para la separación de contenidos.
Pero lo más llamativo en ese orden arquitectónico
y mondrianesco de sus páginas (Westerdahl 1981, p. X), fue el concepto radicalmente
moderno de su tipografía: desde su cabecera, diseñada por el mismo Westerdahl, hasta
los tipos inspirados por la Bauhaus, adoptaron el uso sistemático de la minúscula
como indicio de la desmitificación de viejos valores; una práctica que abandonaron
a partir del número 23 (1934) para volver al sistema burgués y así facilitar la penetración social de sus mensajes,
aunque conservaron hasta el final las minúsculas para cabeceras y titulares.
En casi todos sus
números g.a. publicó textos
programáticos: los editoriales, los denominados posición de g.a. o los once manifiestos que a partir del número 6, insistían
en el racionalismo y en el sano valor social del funcionalismo, ya fuera en las
casas para obreros, en la construcción de escuelas o en la selección de un paisaje
insular acorde con su estética depurada, donde incluso el cactus era distinguido
como “planta racionalista” (3er manifiesto). Otros manifiestos se pronunciaron contra el actual teatro español (10º manifiesto),
o contra la burguesía, el capitalismo, la guerra, la colonización y su legado de
pobreza, injusticia y prostitución, como es el caso del 11º manifiesto titulado
El escandaloso robo de nuestro tiempo.
Las secciones más estables de la publicación fueron la revista internacional, revista
de las islas, índice de libros, índice de revistas, relaciones internacionales de g.a., o g.a. y sus notas, breves, pero de sustanciosa lectura.
Una función comunicativa
especial tuvieron las bandas de distinto color, impresas al estilo de hojas volanderas
y encartadas en cada revista para cumplir variadas funciones propagandísticas, de
proclama, o para reforzar mediante breves lemas aspectos tratados más extensamente
en cada entrega. Así, la primera hoja reproduce el texto de Franz Roh por qué se escribe con minúscula, en el número
4 se reproducen conceptos de una conferencia de Walter Gropius, en la hoja del nº
20 (oct. 1933): g.a. exige una conciencia
en las labores estéticas de la república española; o en la del nº 26 (mayo 1934):
el arte huele en españa a podrido. En
el número 14 (abril 1933) una hoja azul ofrecía una de las recurrentes autodefiniciones
de g.a.: una revista que aparece ligada a los últimos
movimientos europeos disconformes y creacionistas y que sostiene este contacto sin
determinarse en una filiación, sino fijándose en la actitud de buscar el perfil
de la época.
Su voluntad expansiva incluyó también
un proyecto editorial, ediciones g.a.,
donde llegaron a publicarse seis títulos: cuatro literarios –Romanticismo y cuenta nueva
(1933) y Enigma del invitado
(1936), de Gutiérrez Albelo; Crimen
(1934), de Agustín Espinosa, y Transparencias
fugadas (1934), de García Cabrera–, y las monografías de arte de Westerdahl
sobre Willi Baumeister (con
una decalcomanía de Óscar Domínguez en la cubierta) y la de Sebastià Gasch sobre
Ángel Ferrant, ya en 1936. También promovieron la organización de conferencias,
exposiciones, congresos, viajes y enlaces con otros focos de vanguardia.
Después de la gran exposición surrealista
de mayo de 1935, que constituyó el primer acontecimiento de resonancia internacional
del grupo, quisieron extender su acción al plano nacional, y para ello establecieron
colaboración estable con el GATEPAC y con el grupo ADLAN (Amigos de las Artes Nuevas),
que Westerdahl contribuyó a fundar, con un ambicioso proyecto de exposiciones itinerantes
y publicaciones, que empezaban a anunciarse en sus últimos números y que la guerra
frustró. Sus conexiones directas con críticos y creadores del momento, o su intercambio
de colaboración con prestigiosas revistas como Les Nouvelles Littéraires, A.C. o Cahiers
d’Art , también les permitió ofrecer información sincronizada con la
actualidad internacional.
Entre el derribo de lo anacrónico y
la construcción de una modernidad inteligente, pacífica y cosmopolita, la revista
enfocaba la problemática contemporánea
y la búsqueda del perfil de la época en
tres planos enlazados: las islas y la necesidad de definir su nueva identidad en
la cultura y en los circuitos de un turismo cultural; la nación, ahogada por tradiciones
putrefactas y urgida de una apertura al
mundo moderno; y Europa, hervidero de teorías estéticas y políticas que el grupo
canario se propuso exponer, debatir y propagar, buscando el común denominador constructivo
en tendencias tan aparentemente contradictorias como, por un lado, el racionalismo
dominante en toda la publicación, el purismo neocubista, el realismo mágico y la
abstracción (intereses constantes de su director, reforzados por la selección iconográfica);
y, por otro, el arte social –del dadaísmo
crítico de Grosz al expresionismo de Drerup–, y el surrealismo, tendencia en la
que ya venía profesando el narrador Agustín Espinosa.
Resulta sorprendente que una revista que quiso exponer y debatir
tendencias de vanguardia tan dispares sin pretender afiliarse a ninguna de ellas,
haya llegado a ser percibida como una publicación surrealista. Sin duda, se debe
a la importancia histórica de la Exposición Surrealista de 1935, con la célebre
visita de Breton y Péret a Tenerife, y a las publicaciones que la consagraron: la
Déclaration del grupo
g.a. en Cahiers d’art, el Boletín Internacional del Surrealismo
y los números 35 y 36 de gaceta
de arte. Estos acontecimientos, en la medida en que constituyeron hitos
importantes en la expansión trasatlántica del surrealismo y en la proyección internacional
del grupo canario, repercutieron también en la percepción distorsionada de gaceta de arte como
una revista del surrealismo.
La lenta infiltración del surrealismo
en la revista se inició con los escritores del grupo. A partir del número 7 (agosto
1932), Agustín Espinosa inició sus entregas del relato surrealista Crimen, hasta que la
novela apareció publicada en 1934, con cubierta de Óscar Domínguez. El otro poeta
en tránsito hacia el surrealismo, Emeterio Gutiérrez Albelo, inició su colaboración
en el nº 8, donde publicó bajo el título romanticismo
los poemas “gritos”, “el enigma del invitado” y “fuga con oboes”. En el nº 9 (octubre
1932) López Torres iniciaba su divulgación teórica sobre el movimiento con Surrealismo y revolución, valorando el movimiento
por haber llegado a ser científico (freudiano), consciente y militante, en su doble
capacidad de servir a la liberación individual y a la revolución social. Este primer
ensayo sobre el batallón rojo de los surrealistas
aparecía ilustrado con reproducciones de Dalí y de Óscar Domínguez, en el mismo
número en que se publicaba el 4º manifiesto
racionalista de g.a. Le seguirán Psicogeología
del surrealismo (nº 13, marzo 1933), junto a reseñas y fotografías de Breton,
Éluard y Tzara; Aureola y estigma del surrealismo
(nº 19, septiembre de 1933), y Lo real y lo
suprarreal en la pintura de Salvador Dalí (nº 28, julio 1934), a toda página
y con dos grandes reproducciones de Casa
para erotómanos y Nacimiento
de los deseos líquidos. Por estas fechas López Torres también divulgaba
el surrealismo en la prensa diaria y preparaba una monografía titulada Surrealismo, anunciada
en los números 18 y 20, que no llegó a publicarse.
Pedro García Cabrera, lejos todavía
de asumir la poética surrealista en sus versos, vislumbraba la importancia del surrealismo
por su capacidad de iluminar un verdadero
trasmundo de ilimitadas conquistas (“Guillermo Apollinaire”, nº 10).
En el caso de Eduardo Westerdahl, su
relativo interés hacia el surrealismo fue el resultado de su proceso de análisis
ante la encrucijada política y estética en la que muchos intelectuales de izquierda
tuvieron que definir los términos de su compromiso, sin doblegarse a acatar los
preceptos estéticos del realismo socialista del estalinismo. En esa coyuntura Westerdahl
había empezado rechazando los imperativos de un arte de propaganda a favor de la
plena libertad y autonomía de la expresión artística al publicar y discutir un artículo
de Boukharine (nº 23 y 24, 1934). Mientras Breton, Éluard y Péret eran expulsados
del Partido Comunista por sostener la libertad de expresión artística como prerrogativa
de su revuelta integral del espíritu mediante un arte antiburgués y anticapitalista,
Westerdahl empezaba a destacar expresamente el valor del surrealismo en su Croquis conciliador del arte puro y social:
El surrealismo se pone al servicio de una revolución espiritual (nº 25, abril 1934).
Mientras maduraba la organización de
la Exposición Surrealista de Tenerife, el movimiento fue ganando espacio y visibilidad:
el nº 32 (dic. 1934) incluirá a toda página un índice de publicaciones del grupo
con las reseñas de obras de Éluard, Breton, Péret, Char, Espinosa, etc.; y en el
nº 33 (enero-febrero 1935) ya se anunciaba la presentación de la 1ª gran exposición de arte surrealista.
Pintura.
Escultura. Cine. Conferencias. Visita a Tenerife de André Breton (…) Visite Vd.
Tenerife. La 1ª gran exposición colectiva que tiene lugar en España. Obras de las
recientes exposiciones de París, Copenhague, Praga y de las próximas de Londres
y New York (mientras en el encarte azul de ese número g.a. proclamaba su independencia).
En el nº 34 (marzo de 1935), la posición de
gaceta de arte incluye
el anuncio de las próximas actividades surrealistas entre otros proyectos, como
una monografía sobre el pintor cubista Juan Gris por Kahnweiler y otra sobre Kandinsky
por Will Grohmann: el surrealismo no era la única opción de gaceta de arte, sino
una de sus primeras actividades internacionales dentro de un programa más amplio:
g.a. continuará trabajando
en los fenómenos de la época y en la vanguardia de las ideas activas, apoyada en
los últimos procesos estéticos, valorando las diversas y opuestas escuelas del siglo
20, de un indiscutible valor revolucionario, contra la implantación de neos o regresiones
y de falsas interpretaciones de carácter social.
Cuando Breton, su compañera Jacqueline
Lamba y Benjamin Péret llegaron a Tenerife el 4 de mayo, acababan de formalizar
en Praga la adhesión del grupo surrealista checo, con la edición del primer Boletín surrealista,
y Breton había pronunciado el 1 de abril su conferencia “Position politique de l’art
aujourd’hui”.
Los viajeros permanecieron en Tenerife
hasta el 27 de mayo de 1935, con todos sus gastos cubiertos por el esfuerzo del
grupo g.a. Entre el 11 y el 21 de mayo
la sociedad de Tenerife desfiló atónita ante las setenta y seis obras que se mostraban
en la sala del Ateneo de Santa Cruz: cuadros de Arp, Brauner, Chirico, Dalí, Domínguez,
Ernst, Tanguy, Valentine Hugo, Magritte, Miró, Oppenheim, Picasso, Man Ray, Styrsky,
Duchamp, Giacometti… El catálogo, con portada de Jacqueline Lamba, llevaba un prólogo
de Breton, que también disertó en la sala sobre “Arte y Política”, fijando la posición
del surrealismo entre libertad y compromiso: el gran tema polémico que iba a tratarse
en el Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura. Péret fue invitado por
la Agrupación Socialista del Puerto de la Cruz a disertar sobre Análisis marxista de la religión, y también
leyó sus poemas junto con Breton. La proyección de La edad de oro, de Buñuel, fue prohibida y sólo pudo exhibirse
en un pase privado.
El número 35 de la revista, el único
enteramente dedicado al surrealismo, no salió hasta septiembre, pues Westerdahl
debió afrontar una considerable deuda que tardó años en saldar. Su contenido no
sólo reproduce buena parte de las traducciones de las conferencias y poemas leídos
por Breton y Péret en Tenerife, sino también la conferencia que Breton no pudo leer
en el "Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura"
(París, junio 1935), dos meses después de su estancia en Tenerife, con sus críticas
al “regresivo” estalinismo, al pacto franco-soviético y al realismo socialista.
Los mismos argumentos aparecían en otro documento de Breton, Du temps que les surréalistes avaient
raison (1935), que Domingo Pérez Minik comentaba en este mismo número.
Además, en su correspondiente hoja encartada, de color anaranjado, se publica el
criterio de g.a. sobre el surrealismo que
aparecerá en la revista cahiers d’art parís. Esta declaración nos permite conocer
cuáles eran entonces los puntos de acuerdo del grupo g.a. con la posición ideológica
de Breton:
Entre los principales grupos
que merecen nuestra más decidida atención, figura el movimiento surrealista, en
quien desde el principio vimos uno de los más interesantes instrumentos de que dispone
una cultura viva para abrirse paso en medio de las amenazas constantes que sufría
la independencia del espíritu y de las coacciones y falsas obras de ingeniería con
que el capital, el estado, la religión, la moral, la patria, la familia, etc., canalizaban
y levantaban convencionales edificios al servicio de sus unilaterales intereses,
con preciosos materiales subconscientes en cuya energía descansaba el proceso de
las culturas.
Los aspectos que unían sus intereses
a los del surrealismo eran su fondo anticapitalista
y universal, sus valores artísticos
y, sobre todo, su respeto a la libertad del
hombre, en cuya libertad sólo puede asentarse un sentido progresivo de la cultura,
para cuyo natural restablecimiento persigue por vía política la última escala del
marxismo, en cuyo clima el hombre funcione libremente.
Los siguientes números reflejarán la
pluralidad de intereses característica de la revista, si bien el nº 36 (octubre
de 1935) todavía acogía materiales surrealistas relacionados con la visita, como
el poema de Péret “La sangre derramada”, así como una explicación sobre la censura
que había impedido la exhibición pública de La
edad de Oro, en la que se vertían alusiones a las damas católicas y
a la Gaceta de Tenerife,
albergue del ruralismo católico. Coincidiendo
con este número de la revista, se publicó el Boletín
Internacional del Surrealismo / Bulletin
international du surréalisme nº
2, Publicado por el grupo el surrealista de París y Gaceta de Arte de Tenerife (Islas
Canarias), firmado por André Breton, Agustín Espinosa, Pedro García
Cabrera, Domingo López Torres, Benjamin Péret, Domingo Pérez Minik y Eduardo Westerdahl.
Su contenido político definía y matizaba la intención revolucionaria del surrealismo
y la función de la cultura en aquella hora crucial de la historia europea.
Los números 37 y 38, de marzo y junio
de 1936, ya en el nuevo formato, contienen los monográficos dedicados a Pablo Picasso
y a Joan Miró, respectivamente, donde el enfoque surrealista sobre sus aportaciones
artísticas convive con otras perspectivas. El nº 37 refleja además la confluencia
de g.a. con el grupo ADLAN,
publica su manifiesto conjunto y anuncia sus proyectos de colaboración con el GATEPAC,
entre ellos una exposición itinerante de Picasso, que hubiera visitado Tenerife
ese año. En el nº 38 todavía aparecen testimonios del paso de los surrealistas por
la isla, como las cinco fotografías de los visitantes, o un anuncio de la publicación
de la Position politique du surréalisme
por André Bretón en París, pero también se anunciaba la aparición de la monografía
de Will Grohmann sobre Kandinsky en las ediciones g.a.
Como puede verse, el surrealismo no
fue el proyecto predominante de gaceta
de arte, aunque el movimiento encabezado por Breton llegó a ocupar un
interés prioritario en un momento crítico de la historia en que los dos grupos sumaron
estrategias y medios para propagar algunas convicciones comunes. Según Pérez Minik,
en junio de 1936 las relaciones con los surrealistas
se nos aparecían demasiado convencionales. Sólo Óscar Domínguez, que aún seguía
insertado dentro del movimiento, mantenía una cordial correspondencia con nuestro
grupo. […] A pesar de La
déclaration, Eduardo Westerdahl mantuvo una radical independencia.
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BELÉN CASTRO MORALES (España, 1954-2018). Docente por la Universidad de San Fernando de La Laguna (Tenerife), en la que se licenció en Filología Hispánica en 1981, obteniendo el doctorado en 1988 y la cátedra en Literatura española, en 2001. Especialista en estudios sobre Modernismo y las Vanguardias, de los cuales publicó ensayos y artículos en diversas revistas españolas e hispanoamericanas. De 1987 data su libro Altazor: la teoría liberada, al que sigue J. E. Rodó modernista: utopía y regeneración (1990). En 1995 preparó la edición, con introducción y notas, de Ariel, del propio Rodó, y en 2010 publicó Memoria de Antonio Dorta. Su único poemario titulado Flor de cactus vio la luz en 1976.
ANTONIA EIRIZ (Cuba, 1929-1995). Se graduó de la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro en 1957. Participó en la II Bienal Interamericana de México en 1960 y en la VI Bienal de Sao Paulo en 1961, donde su obra recibió una mención honorífica. De 1962 a 1969 impartió clases en la Escuela de Instructores de Arte y en la Escuela Nacional de Arte, ambas en La Habana. En 1963 ganó el Primer Premio en la Exposición de La Habana, organizada por la Casa de las Américas. Al año siguiente, la Galería Habana presentó su importante exposición “Pintura/Ensamblajes”. En 1966 expuso su obra junto a Raúl Martínez en la Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México, y un año después en el 23 Salón de Mayo en París, Francia. Eiriz tenía una forma muy particular de captar su entorno, optando por retratar las situaciones más dramáticas y grotescas de la condición humana, lo que provocó que su obra fuera incomprendida por el gobierno revolucionario, lo que la llevó a jubilarse anticipadamente. A finales de los años sesenta abandonó la pintura y se dedicó a la promoción de formas de arte popular, transformando su casa en un taller donde enseñaba técnicas como el papel maché y los trabajos textiles a la comunidad local. En 1989 recibió la Orden Félix Varela del Consejo de Estado de Cuba, la más alta distinción del país en el ámbito cultural. En 1991 se realizó una exposición de su obra titulada “Reencuentro” en la Galería Galiano de La Habana y en 1994 recibió una beca de la Fundación John Simon Guggenheim. Después de su muerte en 1995, el Museo de Arte de Fort Lauderdale organizó una retrospectiva de su obra: “Antonia Eiriz: Tributo a una leyenda”. Ahora ella es nuestra artista invitada, en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 255 | setembro de 2024
Artista convidada: Antonia Eiriz (Cuba, 1929-1995)
Editores:
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