Cadavre
exquis, Dictionnaire abrégé du Surréalisme, 1938
La convergencia de las artes como conditio sine qua non de las
vanguardias [1]
La convergencia
entre manifestaciones estéticas de diferentes géneros forma, como es sabido,
una de las características constitutivas y casi programáticas de las
vanguardias históricas, puesto que a través de la superación de las
restricciones definidas por los géneros estéticos académicos tradicionales se
expresa el deseo profundo de transgredir las convenciones burguesas del arte y
de abrir el campo estético hacia la vida misma. Es obvio, sin embargo, que esta
convergencia de las diferentes artes o -para usar un
término empleado en nuestros días- la “intermedialidad” no es, por
supuesto, una invención de las vanguardias históricas. Cabe recordar, por
ejemplo, la larga tradición de los libros ilustrados del Medievo, las obras
pictóricas de la época barroca provistas muy a menudo de diversos tipos de
inscripciones alegóricas u otras, o las visualizaciones producidas a través de
la tipografía y otros elementos pictóricos utilizados, verbigracia, en la
novela The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman de Lawrence
Sterne. Como anticipación al surrealismo, cabe también recordar ante todo el
romanticismo con su ideal del “arte total” y su predilección por los fenómenos
sinestésicos, así como el gran número de artistas-poetas o artistas-escritores
que destacaron por sus múltiples talentos: E.T.A Hoffmann como escritor, pintor
y músico, William Blake como poeta y pintor, o el novelista Victor Hugo cuyos
dibujos y pinturas anticiparon de cierto modo los procedimientos del
automatismo en la pintura del siglo XX. [2]
Respecto a sus afinidades con el romanticismo y con poetas
como Baudelaire, Rimbaud o Lautréamont, el surrealismo ha insistido siempre en
ser una actitud frente a la vida y no un mero ejercicio estético, siguiendo la
divisa de Lautréamont según la cual el arte debe ser hecho por todas y todos.
La transgresión de los límites de géneros y disciplinas tradicionales hasta su
disolución en el collage, en la “imagen surrealista” o, también, en el
objeto “inusitado”, tan privilegiado por el movimiento, fue determinante para
la estética y el espíritu surrealistas. En esta misma línea habría que ubicar
el gusto por el escándalo público y otras actitudes como la flânerie o los juegos colectivos (por
ejemplo, el cadavre exquis).
Por consiguiente, no asombra el ansia casi intrínseca
de los poetas y artistas de intervenir en otros campos de expresión artística;
muy a menudo los pintores no sólo escribían textos teóricos sino también
poéticos (Max Ernst, Óscar Domínguez, Wolfgang Paalen, Remedios Varo y otros) y
los poetas hacían experimentos en el arte plástico (como André Breton, Paul
Eluard, Louis Aragon). No todos alcanzaron el mismo poder expresivo en dos
géneros diferentes, como lo han logrado Hans Arp, Leonora Carrington, Salvador
Dalí o el mismo Eugenio Granell. Sin embargo, el interés en la cuestión de la
convergencia de géneros en el surrealismo que estamos analizando aquí, no
consiste en decidir sobre la “calidad artística” lograda o no, sino más bien en
examinar como “funcionan” aquellas obras que mezclan elementos y procedimientos
de diferentes campos estéticos. Con este objetivo será considerada una parte de
la obra del pintor-poeta de origen gallego, Eugenio F. Granell, quien solamente
a partir de los años ochenta ha ganado una fama más amplia con referencia a su
obra completa, que destaca por su sorprendente heterogeneidad.
Eugenio F. Granell: existencia nómada y repatriación cultural
Eugenio Fernández
Granell (1912-2001) ya no es un desconocido, etiqueta que durante largo tiempo
se le atribuyó en las historias de las vanguardias ibéricas. Sin embargo, hasta
hoy Granell no ha llegado a ser un artista del “canon” vanguardista en el mundo
ibérico y, por consiguiente, su obra no es un punto de referencia similar al
papel de los poetas y artistas españoles de la época de los años veinte y
treinta como, por ejemplo, la generación del 27 o los artistas surrealistas
como Oscar Domínguez o Agustín Espinosa, por no hablar de los artistas de los
primeros momentos del surrealismo, Salvador Dalí, Picasso, Joan Miró y Luis
Buñuel. Aunque perteneció a la segunda generación del surrealismo, [3]
la ubicación difícil de Granell y su existencia relativamente inadvertida se
deben ante todo a su condición de nómada durante muchos decenios, lo que
complica su clasificación como artista o poeta que proviene de un área nacional
específica. Y esto con mayor razón si se toma en cuenta que su labor literaria
y artística empezó a desarrollarse fuera de España, esencialmente a partir del
período de exilio en República Dominicana, Guatemala, Puerto Rico y Nueva York.
La imagen de “planeta” empleada con ocasión de una exposición en 1995 para
describir el universo pictórico de Granell [4] logra captar bien el posicionamiento
del propio artista entre el Viejo y el Nuevo Continente, así como entre las “islas”
(anticipando con eso una de las metáforas preferidas en su imaginario): durante
mucho tiempo, la vida de Granell fue una existencia en movimiento. La “repatriación”
del artista, poco conocido por la España franquista, se postergó hasta los años
80, años en que Granell regresó a Madrid. Fue en este período cuando los
historiadores del arte español contemporáneo empezaron a descubrir a este
artista nómada; su persona y obra recibían cada vez más atención pública. Sus
textos, publicados antes en pequeñas tiradas y lugares más bien remotos, se
reeditaron en parte y la obra plástica fue presentada en varias exposiciones
individuales. [5]
El acercamiento a este aporte estético se ha caracterizado por un creciente
interés en la variedad de las actividades poéticas y artísticas de Granell; una
variedad que antes había sido escasamente examinada de manera exhaustiva. [6]
La convergencia de la literatura y del arte pictórico en Granell
Granell siempre
ha sido un artista e intelectual con muchos talentos: después de tempranos
estudios de música llevados a cabo en Madrid, fue colaborador en varias
revistas políticas y culturales antes y durante la Guerra Civil; es
particularmente importante su participación como cofundador, editor y
colaborador en la revista literaria Poesía Sorprendida, que apareció
entre 1943 y 1947 en la República Dominicana. [7] A continuación nos
centraremos ante todo en sus actividades creativas en el área de las artes
plásticas, la literatura y la poesía. Como ya señalamos, a menudo es posible
determinar la actividad creativa preponderante -pintura o
escritura- de los poetas o artistas en
cuestión. En el caso de Granell, no obstante, resulta difícil decir cuál de las
dos formas de expresión es la que predomina. En su obra, los diferentes modos
de expresión estética se completan mutuamente o se entrelazan a veces de manera
indisoluble. Con razón dice uno de los mejores conocedores del trabajo de
Granell, el historiador y crítico de arte Juan Manuel Bonet, con ocasión de una
exposición dedicada al tema “el poeta como artista”:
No resulta
fácil saber qué fue antes, si la palabra, o la imagen plástica [...] en nuestro
Eugenio Fernández Granell, que en el Madrid de los años treinta estudiaba para
músico, que fue luego estrella principalísima de la galaxia surrealista del
Caribe, que de “Isla cofre mítico” (1951) en adelante, [...] autor de algunos
libros de prosa y verso de máximo interés, pero del que el público español del
momento ha descubierto casi exclusivamente la pintura, por lo demás una de las
más ricas en misterios y maravillas, y una de las más intensamente poéticas, de
la escena surrealista tardía (Bonet 1995).
Para estudiar más de cerca el fenómeno de la
convergencia y del juego creativo entre los diferentes medios de expresión
utilizados por el pintor-poeta, se examinarán los siguientes textos de Granell:
Isla cofre mítico (1951) y La novela del Indio Tupinamba (1959),
cuyo interés reside precisamente en la imposibilidad de clasificarlos según
criterios convencionales.
Texto, tejido y textura en Isla cofre mítico
Uno de los
campos privilegiados en los que se manifiestan de manera evidente las
confluencias de los campos artísticos lo conforman los “libros de artista”, a
veces escritos e “ilustrados” por el mismo autor. Cabe desconfiar, sin embargo,
de la palabra “ilustración”, ya que puede generar confusión puesto que insinúa,
en términos generales, el rol predominante de la palabra escrita relegando así
la imagen al papel de simple acompañamiento. Renée Riese Hubert observa en su
estudio dedicado al “libro de artista” en el surrealismo y con respecto a la génesis
de libros creados por “talentos dobles”: “[...] we have difficulty in
identifying which is the illustration, and which the illustrated” (Riese Hubert
1992). Por ello, en el caso de Isla cofre mítico, se trata de examinar la posición específica de la palabra y de
lo visual, que no se refiere solamente a los dibujos sino también a ciertas
estrategias tipográficas y a la disposición del texto en la página.
La edición original de Isla cofre mítico, editado
en Puerto Rico en el año de 1951 con una tirada de 250 ejemplares firmados por
el autor, constituye hoy en día, igual que muchos libros de la vanguardia, un rarissimum.
Afortunadamente, el texto fue reeditado en 1988 por Andrés Sánchez Robayna en
la revista canaria Syntaxis, [8] reimpresión a la que nos referiremos a
continuación, teniendo en cuenta que la edición original puede diferir en
ciertos detalles a pesar de la intención de los editores de respetar “en lo
posible las características tipográficas de la edición original” (Sánchez
Robayna 1988). La obra es un “texto” nacido de procedimientos literarios y
visuales cuyo resultado forma un conjunto híbrido de elementos diversos, lo que
implica que se emplea el término “texto” en el sentido más amplio de “textum”,
de “tejido”, que no solamente se refiere a la palabra escrita sino también a la
tipografía y las imágenes. Isla cofre mítico no cabe dentro de los
géneros convencionales, pues no es ni ensayo, ni lírica, ni novela, y los
dibujos -esto es quizá más difícil de probar- tampoco pueden
clasificarse como “acompañantes” o ilustraciones.
Este texto es diferente. Se inicia con una dedicatoria
y un epígrafe de carácter decisivo para toda la obra. Dedicado a Elisa y a
André Breton, el admirado amigo y su esposa chilena, el libro lleva como lema
un verso del gran poema “Le bateau ivre” de Arthur Rimbaud:
J’ai vu des archipels sidéraux, et des
îles
Dont les cieux délirants sont ouverts
au vogueur:
Est-ce en ces nuits sans fond que tu
dors et t’exiles,
Millions d'oiseaux d'or, ô future
Vigueur?
El caminante, el navegante entre los mares del mundo
recuerda los archipiélagos nocturnos y esclarecidos por las estrellas, evoca
islas y cielos y sus interminables horizontes nocturnos para cuestionarse sobre
el vigor futuro de un mundo-abismo. Su pregunta se convierte en una visión que
surge de la soledad y del desamparo del navegante. En su libro, Granell le dará
una respuesta afirmativa, casi jubilosa. Para él, no cabe duda de que toda la
esperanza del mundo se vincula a las islas, a su aura poética que siempre ha
asombrado a los seres humanos. Para demostrarlo, el autor compone una especie
de historia cultural del imaginario sobre las islas. “¡Las islas! ¡Las islas!”
exclama y dice: “Durante siglos éste fue un grito de guerra por la paz del
espíritu. Islas incógnitas, lejanas, inasibles, llaman a la mente ardiente,
sacuden el cerebro y hacen brotar chispas del embotamiento a que lo reducen la
lucha por la vida y el agobio del trabajo” (Granell 1951/1988). El narrador
atraviesa el amplio imaginario occidental relacionado a las islas: su atmósfera
estimulante, sus imágenes mitológicas (como en el caso de las “Islas
Afortunadas”), sus entradas en la literatura como en El Criticón de
Gracián, en Robinson Crusoe o en Pierre
Loti, en la pintura y en la historia (por ejemplo, el caso de Napoleón oriundo
de Córcega, desterrado en Elba y Santa Elena). En el transcurso del libro
aparece un sinfín de nombres de artistas, poetas y escritores oriundos de islas
(como Benito Pérez Galdós, José Martí o Aimé Césaire) o aficionados de ellas
como Gauguin y André Breton. Es evidente que no se trata de una historia
cultural en el sentido científico y cronológico, sino más bien de una selección
sagazmente ecléctica que Granell compuso siguiendo el principio de la
asociación libre de ideas e imágenes, tan apreciadas por los surrealistas.
Por otro lado, el libro presenta también las
características de un ensayo literario y a veces pareciera que se trata incluso
de un estudio de crítica literaria. En ciertos párrafos Granell presenta casi
de manera convencional el libro Martinique, charmeuse de serpents (1948)
de André Breton, dando datos biográficos del autor y poniendo anotaciones
aparentemente científicas al pie de la página. Sin embargo, se trata de una
evocación puramente poética y elogiosa de su libro y es mucho más que una reseña:
a través de su Isla cofre mítico Granell establece un verdadero diálogo
con el libro sobre la Martinica, cautivado, casi hechizado por éste y otros
textos del surrealista francés como Arcane 17 y L'amour fou. En
los tres libros de Breton las islas destacan por su posición clave simbólica:
la isla de Tenerife como lugar arcádico -“zona
ultrasensible”, según Breton- y lugar del “amor loco”; la
Martinica con sus múltiples facetas, desde el encanto de la selva hasta los
horrores de los campos de internamiento en los que las personas europeas
refugiadas del nazismo fueron encarceladas en el momento de su llegada. Y
finalmente la isla Bonaventure en la Gaspesia canadiense, cuya descripción
poética en Arcane 17 será el punto de arranque para desplegar un texto
hermoso y esotérico sobre el amor y los secretos de un saber no-racionalista.
No sorprende que Granell establezca, hechizado,
diálogo con los textos de su amigo francés. Sin embargo, no dialogará exclusivamente
con André Breton a través de sus textos. Visto más de cerca, hay que constatar
que el propio libro Martinique, charmeuse de serpents es un conjunto de
elementos extremadamente heterogéneos. Se trata de una colección de documentos
que engloban crónica y ensayo, descripciones de paisaje algo impresionistas,
una serie de prosa poética en miniatura (originalmente escritos en el dorso de
tarjetas postales), un elogio al poeta Aimé Césaire; colección que se completa
con la presencia indispensable del pintor André Masson. De él encontramos un
breve texto lírico sobre la selva y la poesía de la naturaleza, así como una
parte de sus dibujos inspirados por la estancia en la Martinica. [9]
Para el lector de Martinique, charmeuse de serpents, el documento más
representativo de la aventura colectiva del descubrimiento de la isla es
probablemente el famoso “Dialogue créole” engendrado por Breton y Masson. Los
interlocutores conversan de manera meditativa al contemplar la naturaleza
volcánica de la isla, la selva y sus imágenes, evocando, entre otros, al
pintor-aduanero Henri Rousseau, cuya pintura La charmeuse de serpents iba a servir como título a la obra. En ese
complejo sistema de diálogos Eugenio Granell se va introduciendo como tercera
persona y empieza a hacer conexiones intertextuales en el plano de la escritura
y de lo pictórico con los textos e imágenes de Breton y Masson.
Tomé al azar
los libros, revistas y recortes de periódicos que tenía más a mano. Mediante
este procedimiento, que se podría denominar la bibliomancia, es posible iniciarse -sólo iniciarse- en el camino
que debe conducir al punto en el cual pasado y futuro dejan de ser
contradictorios. Al azar me entregué a la búsqueda de islas, sabiendo que allí
estaban. Pero, ¿dónde?
La aparición de
la primera isla se hizo tardar. Pronto, la intuición, estimulada, halló más fácilmente,
una tras otra, las islas perdidas en el confuso mar de tantas páginas. La
última apareció a la primera mirada. Nada más abrí el libro, allí estaba. Me
saltó a los ojos, se me clavó en ellos. En esa isla cesa mi exploración [...] (Granell 1951/1988)
Después de esta descripción sigue una lista de citas encontradas
en documentos muy diversos, desde Platón hasta los surrealistas, desde la
Biblia hasta Marx y Gauguin, desde Gracián y Novalis hasta el periodismo
contemporáneo.
El fenómeno de la intertextualidad (que no sólo se
refiere a los textos escritos) es un elemento recurrente y notable en la obra
de Granell: visto de cerca, puede distinguirse una tendencia hacia la autorreflexión
del proceso creativo, siendo ésta [¿la autoreflexión?] parte integral de la
obra. Destacan estos elementos muy claramente también en la Novela del Indio
Tupinamba, publicada en el año 1959.
El Indio Tupinamba: un juego de
máscaras
Aunque Granell
afirma que el título de su novela sobre la Guerra Civil Española está inspirado
en una pintura de una pareja de indios Tupinambas en la puerta de un café
madrileño (Irizarry 1976), para las y los conocedores de la vanguardia
modernista brasileña, y en particular del “movimiento de antropofagia” (Oswald
de Andrade, Mário de Andrade, Tarsila do Amaral y otros), resulta una sorpresa
encontrar aquí al extravagante protagonista de su novela. En el famoso Manifesto
antropófago (1928) es precisamente de los indígenas Tupinamba -antropófagos,
según la historiografía de la época colonial- que las y los
modernistas brasileños reivindicaron el gesto de devorar al otro.
Polémicamente, éstos pregonaron una antropofagia cultural festiva, proponiendo,
de esta manera, una nueva actitud cultural a partir de ciertos mitos e imágenes
de la historia del Brasil.
Benjamin Péret, destacado surrealista y amigo de
Granell, puede haber sido el mediador en la transferencia del motivo del indio
Tupi brasileño a la novela de Granell sobre la Guerra Civil. Péret fue muy
probablemente el único entre los surrealistas de los primeros tiempos -debido a su
estancia en el Brasil entre 1929 y 1931- que tuvo conocimiento
de la vanguardia brasileña. En el año 1955 regresó al Brasil con el motivo
explícito de visitar ciertas comunidades indígenas en la selva amazónica y mantuvo
durante aquellos meses una correspondencia continua con Eugenio Granell,
residente en los Estados Unidos. Aparentemente Granell trató de invitar a Péret
para que impartiera una serie de conferencias en una universidad americana
(probablemente la de Nueva York). En una de estas cartas Péret anuncia su
próximo viaje al centro de Brasil y lo hace a manera de mensaje algo
sensacionalista:
Demain, je pars pour le centre du
Brésil. Je vais voir une tribu indienne qui a probablement mangé l'explorateur
Fawcett (en 1927) ainsi que ses 80 porteurs. Ils sont maintenant plus
tranquilles et se nourrissent exclusivement de poisson et de la chasse. Je resterai là-bas environ 8 à 10 jours [...].[10]
En este período, el tema indígena atrajo mucho la atención
de Péret y se publicaron algunos de sus artículos al respecto en la revista
brasileña Anhembí (88, 1958) y en las parisienses Le surréalisme,
même (1957 y 1959) y l’Œil (1958). [11] No sorprendería, por
consiguiente, que el excéntrico personaje del Indio Tupinamba hubiera entrado
en la novela de Granell a través de tales redes de comunicación amistosa.
Sin embargo, a pesar de la aparición de la “República
Occidental de Carajá” en la novela, que podría ser otra referencia a Péret (y
su visita a la comunidad de los Carajás durante su estancia brasileña), el
personaje del Indio Tupinamba de la novela es más bien la expresión de un juego
de máscaras casi delirante del propio autor. Se trata de una novela surrealista
sobre el trágico asunto de la Guerra Civil Española cuyo contenido
autobiográfico tácito es evidente, puesto que Granell participó en las luchas
del Frente de Guadalajara, de Aragón y en la Batalla de Teruel. El autor vivió
como experiencia personal el éxodo de los republicanos y la huida masiva al exilio.
[12]
La novela no ofrece un récit homogéneo. El argumento empieza en la época en la que la
guerra ya está en curso, encadenando escenas irónicas, grotescas y marcadas por
un humor negro. El inevitable destino cruel de las monjas después de la toma
del monasterio por los soldados republicanos, por ejemplo, se presenta desde
una perspectiva radicalmente anti-clerical como acto de liberación sexual; la “quinta
colona” aparece bajo la máscara de barberos que tratan de cortar las cabezas a
los republicanos en el momento del afeitado. El Indio Tupinamba, héroe de la
historia, descubrirá por supuesto su verdadera identidad. Los momentos del
éxodo republicano, sin embargo, marcan un impresionante cambio de tono. La
tragedia está descrita en palabras serias y conmovedoras y el elogio que recibe
México, como país hermano que no tardó en conceder visas y en acoger a los
fugitivos españoles, no está impregnado de ningún modo de la atmósfera irónica
y humorística del inicio de la novela. El exilio, los esfuerzos por conseguir
una visa para la “República Occidental de Carajá” (que es la República
Dominicana), así como el regreso del Indio a la España de la dictadura dejan
ver otra vez el ambiente grotesco y negro de la novela.
El Indio Tupinamba es un ser híbrido y cosmopolita, el
texto lo presenta como el único personaje coherente y soberano que sigue
manteniendo su identidad a pesar de todas las metamorfosis y transformaciones
surrealistas que ocurren en la novela. Venido como muchos otros extranjeros
simpatizantes de la República Española amenazada, el Indio trae también
noticias del Nuevo Mundo. Él sabe comparar los dos mundos, mejor que cualquier
de los generales españoles, que querían enseñarle al Indio el arte de guerrear.
A través de tales diálogos se llevan al absurdo también las imágenes existentes
del indígena extranjero y, más generalmente, los estereotipos europeos sobre lo
“exótico” y lo “salvaje”. El Indio Tupinamba, más civilizado que muchos
europeos, es el verdadero héroe de la libertad en esta novela de la Guerra
Civil.
A continuación, trataremos de analizar más de cerca el
propio texto con miras a señalar las posibles convergencias entre lo literario
y lo pictórico. El libro comienza con dos fotos que muestran a dos indígenas no
necesariamente de origen americano. En la fotografía izquierda figura, según la
leyenda, “el Indio Tupinamba” abundantemente adornado de joyas tribales y
presentado como el “autor de esta novela”, a la derecha se ve otro “indio”,
presentado como el “redactor” de la misma. Años más tarde, Granell sigue
haciendo uso de este juego de autorías enigmáticas y contesta en ocasión de una
entrevista:
— No sabría qué decirle... Me puse a
escribir la novela sin saber lo que iba a salir, y cada fragmento me sugería
nuevas posibilidades. Por lo demás, creo que así debía de escribir Cervantes o
cualquier otro.
— Alguno de nuestros lectores se
preguntará quién es ese indio Tupinamba...
— El autor de la novela.
— ¿Y usted?
— Yo soy el redactor
(Nuñez 1987).
Pero con estos documentos no termina el juego de máscaras
e identidades, ya que el motivo indio había aparecido antes en la obra
granelliana. Durante los años cuarenta, Granell empezó a producir una serie de
dibujos y acuarelas sobre el tema “cabezas de indio”. [13] Llama la atención de manera
específica uno de ellos: el que lleva como título “Autorretrato de indio”. “Tupí
or not Tupí” -la famosa provocación del Manifesto
Antropófago brasileño cabe perfectamente en el juego del poeta-, Granell
¿gallego o indio?, ¿autor, redactor o retratado? El laberinto de identidades
cuyas diversas imágenes culturales están entretejidas de manera irónica y
sofisticada en su producción estética, es un hermoso ejemplo de la fuerza
poética que surge de la excentricidad individual, que se manifiesta en los
diversos niveles de una obra heterogénea.
También en el plano formal pueden trazarse líneas de
conexión entre el texto de la novela y el arte pictórico de Granell. Una
característica de su manera de escribir es un exceso en la palabra, un
encadenamiento de paráfrasis, una cascada de ideas y de imágenes que producen
una abundancia casi barroca. Uno de los párrafos más representativos en el que
se expresa también el profundo sentido de lo grotesco y de su humor negro, se
refiere a las dificultades que los republicanos españoles deben enfrentar
cuando están tratando de conseguir el permiso de entrada en la “República
Occidental de Carajá”. El texto, al principio aparentemente un discurso
razonable, en su desarrollo tiende cada vez más al absurdo y lo desatinado:
No podría
concedérsele la visa si abrigaba intenciones deshonestas contra la nación que
le ofrecía albergue. También le sería rehusado al que fuere sacrílego, eunuco,
esquizofrénico, morfinómano, cazador furtivo, ateo, tuberculoso,
contrabandista, proxeneta, comunista, fascista, mongol, crupier, paria, güelfo,
apátrida, monárquico, espía, hugonote, asesino, anarquista, plagiario, cosaco,
etrusco, prófugo, bígamo, carbonario, terrorista, nazista, dentista, dietista,
modista, centurión, apestado, cuatrero, adventista del séptimo día, apuntador,
galeote, mormón y bosquimano (Granell 1982).
Estas acumulaciones delirantes que aparecen varias
veces en los textos de Granell tienen un paralelo en su trabajo plástico. El
mismo horror vacui, algo barroco, se hace con el tiempo más visible en
su pintura: más o menos a partir de los años cincuenta, el artista -con una actitud
comparable a la del pintor cubano René Portocarrero- empieza a
llenar sus lienzos con un sinfín de toques de pincel que se asemejan a veces a
tejidos con texturas casi tangibles. Los cuadros, por otra parte, sin ser
necesariamente “literarios”, aluden muy a menudo al reino de la escritura a
través de títulos como Retrato póstumo de
Baltasar Gracián (1954), Tiburones
como gotas (1962, tomado de un verso de Federico García Lorca) o El sueño diurno de Balso Snell (1960,
tomado de la novela The dream life of Balso Snell de Nathanael West).
También títulos como El paso de la
caravana deja huella en el desierto (1959) o Por fin hay una máquina de coser en el Monasterio (1961) parecen
jugar con la expectativa del observador de encontrar un cuento o una historia
narrados en las imágenes (véase Irizarry 1976).
Conclusión
Lo específico
de Granell, surrealista de la segunda generación, consiste probablemente, ante
todo, en el uso que hace del propio surrealismo al que fue transformando en
archivo vivo de textos, imágenes y experiencias. Granell teje y reteje de
manera asociativa y con la libertad del azar, elementos y procederes del
surrealismo y los desarrolla. En este ejercicio va amalgamando elementos
biográficos, pasionales, una gran erudición literaria y, no en último término,
las tradiciones pictóricas y literarias de España. Por supuesto, destacan sus
experiencias vividas en los nuevos mundos de su destierro en el espacio
caribeño y americano. Aunque no hace estallar los géneros como Henri Michaux -cuya obra
parece acentuar la pregunta de Roland Barthes relativa al arte del grafismo
japonés en su L’Empire des signes: “Oú commence l'écriture? Oú commence
la peinture?”-, las fronteras entre palabra e
imagen, entre literatura y artes plásticas, resultan muy flexibles en la obra
de Granell. Palabra y artes plásticas se complementan, se iluminan mutuamente,
confluyen en la libre asociación de las imágenes poéticas. Es este fenómeno de
convergencias el que define la vida artística de Granell como una actitud
poética. Granell sigue, fiel, el camino de los surrealistas para los cuales su
movimiento siempre ha sido un estado de espíritu, cuyas profundas motivaciones
escapan finalmente al análisis científico. Dejemos las últimas palabras al
pintor-poeta:
El concepto poético del surrealismo no es el concepto
tradicional y académico. Para el surrealismo, la poesía está en todo, y la
expresión poética puede manifestarse tanto por escrito como pintando o
construyendo objetos. Una actitud vital puede ser poética (citado en Nuñez 1987).
NOTAS
1. Esta contribución es una versión
ligeramente revisada de mi artículo: “Naciendo el hombre nuevo. Fundir literatura,
artes y vida como práctica de las vanguardias en el Mundo ibérico”, coordinado
por Harald Wentzlaff-Eggebert, Iberoamericana / Vervuert: Madrid / Frankfurt a.
M. 1999. Agradezco al Profesor Luis Miguel Isava la revisión del texto.
2. Véase el hermoso
libro sobre las pinturas y dibujos de escritores de Serge Fauchereau 1991 y el
catálogo de la exposición El poeta como artista 1995.
3. Dentro del
surrealismo Granell se dio a conocer después de su primer encuentro con André
Breton en el año de 1941, cuando el poeta francés estaba de paso en la
República Dominicana acompañado por su familia, los pintores Wifredo Lam y
André Masson, Victor Serge y otros refugiados europeos que procedían de la isla
Martinica (véase la entrevista de Stefan Baciu con Granell, en Baciu
1979).
4. Eugenio
Granell, Inventario do Planeta (1995).
5. Cabe
mencionar algunas de las exposiciones individuales realizadas fuera del
contexto de galerías: Museo Municipal de Bellas Artes (Santander 1986), Sala de
Exposiciones del Centro Cultural de la Caja de Ahorros (Vigo 1987), Fundación
Cultural Mapfre Vida (Madrid 1989/1990), Islas y Brasas, Museo de Teruel
(1990) y Santiago de Compostela (1993).
6. Véase, por
ejemplo, el estudio pionero de Irizarry 1976, así como el capítulo “The
Surrealist Worlds of E. F. Granell” en su análisis de los escritores-pintores
de la España contemporánea (Irizarry 1984). Sobre la difícil posición
que durante mucho tiempo ocupó Granell también en la historia literaria, véase
López 1987.
7. Para una
descripción detallada de las colaboraciones de Granell en las revistas y,
especialmente, de su papel en La Poesía Sorprendida, véase Molina 1987.
8. Es una
curiosa coincidencia el hecho de que el libro sobre las islas granellianas haya
sido reeditado en la isla de Tenerife, “isla surrealista” y “zona
ultrasensible” según las palabras del propio André Breton durante su visita en
1935 (véase el quinto capítulo en L'Amour fou y los recuerdos de Domingo
Pérez-Minik 1975).
9. Son aquellas
obras con las que Alejo Carpentier polemizará pocos años más tarde en su famoso
prólogo a El reino de este mundo (1949), construyendo una rivalidad
entre el pintor cubano Wifredo Lam y André Masson. Para Carpentier, sólo el
artista cubano logra captar la verdad de la “maravillosa realidad” de la jungla
americana, mientras que las tentativas del europeo estaban condenadas al
fracaso desde el primer momento.
10. Carta
escrita en Rio de Janeiro, el 25 de enero de 1956, publicada en “Lettres de
Péret à Granell”, en Ellebore (8) 1984.
11. Sólo en
1992 se publicó un largo texto de Benjamín Péret sobre estos viajes, que
llevaba como título “Visites aux indiens” (Péret 1992). Varios de los
artículos mencionados en nuestro estudio son en realidad extractos de este
texto, que demuestra otra vez el gran interés casi etnológico que el poeta
surrealista manifestó por las culturas no-occidentales de las Américas. No debe
olvidarse tampoco su colección de mitos y leyendas en su Anthologie des
mythes, légendes et contes populaires d'Amérique (publicación póstuma en
1960), que documenta igualmente la investigación minuciosa de textos y
documentos etnológicos llevada a cabo por él (véase también mi estudio Klengel
1994).
12. Llama la
atención otro proyecto estético del tema de la Guerra Civil Española: la
famosísima obra “Guernica” de Pablo Picasso -que se ha
vuelto casi en un icono de la tragedia española- fue tema de la
tesis de doctorado de Eugenio Granell, en 1967, en la New School of Social
Research (Granell 1981).
13. Hay que
mencionar aquí de nuevo la presencia del pintor André Masson y sus
contribuciones al libro Martinique charmeuse de serpents. En el libro
sólo se reprodujo una pequeña parte de los dibujos martinicanos y por tanto no
resulta evidente a primera vista que uno de sus motivos principales de su
trabajo durante su estancia en el Caribe fueran las “cabezas” (caribeñas). El
ansia de retratar la fisonomía de tierras no europeas se ve también en una
serie de cabezas del mismo período de Wifredo Lam.
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SUSANNE KLENGEL. Profesora titular de literaturas y culturas latinoamericanas en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Freie Universität Berlin. Sus trabajos se centran en las literaturas hispanoamericanas y la brasileña del siglo XX y XXI, las vanguardias históricas, memoria y literatura, historia intelectual y las relaciones literarias y culturales Sur/Sur, especialmente entre la India y América Latina. Entre sus publicaciones recientes destacan el artículo “Vanguarda pandémica” (2021) sobre Pauliceia desvairada de Mário de Andrade y la Gripe Española, así como Dies und Das. Black Surrealism from Berlin 1984, sobre el poeta Ted Joans (2023).
TRIANA VIDAL (México, 1992). Artista plástica multidisciplinaria con experiencia en producción en barro, manejo de pastas, vidriados y control de quemas, modelado y manejo de torno alfarero. Tarotista por tradición familiar, su trabajo figurativo tiene bases en los arquetipos junguianos y en la exploración de los elementos presentes en el inconsciente colectivo. Su formación comenzó en el taller “Tres Piedras” en Monterrey Nuevo León y actualmente radica en la ciudad de Cuernavaca donde se dedica a la producción de su obra. Triana Vidal es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 256 | outubro de 2024
Artista convidada: Triana Vidal (México, 1992)
Editores:
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