Los
términos “surreal”, “surrealista” eran banalizados y considerados curiosos, triviales,
excéntricos y sonaban como un insulto a Breton, tendente a vaciar de su significado
profundo la sustancia poética e ideológica de un movimiento que en Italia era abiertamente
hostilizado. La cultura fascista de aquellos años no podía aceptar un proyecto que
se proponía transformar el mundo según Marx. La academia futurista satirizaba y
ridiculizaba los versos de Breton, Aragon, Éluard,
escribiendo, como hizo Soffici, que se trataba de “bobadas y graciosidades decadentes
que pueden gustar sólo a los paletos italianos”. Para Bacchelli se
trataba tan sólo de bobaliconerías y para Montale el surrealismo no era sino una
babel parisina.
El
régimen prohibió de todas formas hablar del Surrealismo como verdadero movimiento.
En efecto se empezó a hablar de él tan solo a caballo de los años cuarenta cuando
Curzio Malaparte afirmó que hacía falta definir ese movimiento, sus orígenes
y sus ambiciones, así como sus límites, cuando ya la psicoanálisis, sobre la cual
había fundado su provocación, no se presentaba ya como ciencia sensacionalista.
Podemos
afirmar, sin temor a equivocarnos, que nunca se realizó en Italia una abierta adhesión
al movimiento francés y que nunca tomó una forma definitiva como en el país transalpino,
pero también hay que reconocer que el surrealismo teorizado en Paris en los años
20 debe mucho a las estéticas y a las poéticas enraizadas en el especial equilibrio
entre vanguardia y clasicismo que caracterizó la Italia literaria y artística de
los comienzos del siglo XX.
A
diferencia del surrealismo francés que, en cuanto verdadero movimiento de vanguardia,
resiste a las genealogías, el modernismo surreal italiano se conecta con sus raíces
autóctonas que se remontan a las más enigmáticas expresiones del quattrocento toscano.
La aparente absurdidad de Burchiello, las desmesuras de la lengua y de lo imaginario
de Luigi Pulci y Pietro Aretino, el luminoso encanto de Mantegna o de Masaccio ofrecen
un precedente al parasurrealismo italiano de comienzos del siglo XX. Giuseppe Ungaretti
que en París había frecuentado el cenáculo protosurrealista de Littérature, en vísperas
de la publicación del primer Manifiesto surrealista, verá en Burchiello “el más
antiguo de los surrealistas”. Algunos años después, Massimo Bontempelli comparará
su estilo con el de los pintores del Quattrocento, “por su realismo preciso,
envuelto en una atmósfera de estupor lúcido”.
André
Breton, en un escrito de 1937, reconoció a los dos hermanos Giorgio
(1888-1978) y Andrea De Chirico (1891-1952) la paternidad
de su movimiento.
En 1914
se produce el debut artístico de Andrea, con el seudónimo
de Alberto Savinio, que toma prestado del francés
Albert Savine (1857-1927), un oscuro literato, editor y
traductor de Ibsen. Escribe en “Les soirées de Paris”, revista literaria
y artística, fundada en 1912 por Guillaume Apollinaire, Le drame et la musique,
una especie de manifiesto de su concepción musical, denominada sincérisme.
Sigue una serie de Bellovés fatales, equivalentes musicales de la pintura
de su hermano Giorgio, de los poemas de Apollinare y de los cuadros de Picasso,
según el autor. En el número de agosto de 1914 de Les soirées de Paris, Savinio publica la obra musical Les chants
de la mi-mort. Muchas son las influencias en este libro, desde Nietzsche a Papini,
a Apollinare. El mismo Savinio reconoce estas influencias, aunque en un artículo
de 1946, publicado en “La Rassegna d’Italia”, él afirmará que sus chants son
anteriores al texto de Apollinaire.
La
realtà dorata (1915) es su primer escrito en italiano (“Yo italiano,
no he escrito nunca en mi lengua”). En 1917 colabora en el primer número de “Dada”
con el artículo Un vomissement musical. Estudia los clásicos italianos, los
diccionarios y las gramáticas. En octubre de 1918, en Milán, junto con Ungaretti,
Carrà y Bontempelli, encuentra a Mussolini, quien programa una participación cultural
de ellos a su proyecto de renovación política. Colabora en muchas revistas italianas
y francesas y a “La vraie Italie” de Papini, redactada en francés para presentar
la cultura italiana al extranjero.
En
los años 1926-1933 Savinio reside nuevamente en Paris. Empieza a pintar, expone
sus cuadros en la galería Bernheim (rue La Boétie). Traba amistad con Aragon, Breton,
Éluard, Max Ernst. Escribe en francés una Introductión a une vie de Mercure
que sale en 1929 en “Bifur”.
Como
escritor, como pintor y músico, Savinio demostró preferir caminos algo excéntricos
y a veces se dejó llevar también por una juvenil jactancia. Su formación se desarrolló
en parte en París y allí probablemente se le había pegado lo que podríamos llamar
la ostentación, el característico orgullo y el espíritu de cuerpo de la vanguardia.
Efectivamente fue justamente en París donde fue considerado un vanguardista no de
imitación. Y el juez, en esta materia, más acreditado, André Breton, creyó colocar,
en una página de su Anthologie de l’humour noir, a Savinio y a su hermano
Giorgio entre los pioneros del surrealismo. Savinio le contestó muy claramente que,
sin embargo, su surrealismo no tendía a lo informe, a lo inconsciente, sino a lo
formativo y, a lo mejor, a lo didáctico: “En mi surrealismo –escribió Savinio– se
esconde una voluntad formativa y, por qué no decirlo, una especie de apostólico
fin”. Y siempre en respuesta al escritor francés, insistió en precisar que la poesía
de su surrealismo no era un fin en sí mismo y no servía para una abstracta satisfacción
estética, sino que, de alguna manera, era una poesía “cívica”. Sí, dijo justamente
así: “cívica”. Sin embargo, en tiempos de literatura engagée, también
en ese adjetivo “cívica”, se encuentra algo verdadero. En sus narraciones, Savinio,
trabaja casi siempre alrededor de situaciones típicas, de realidades de la vida
familiar y social, comunes y obvias: viejas mujeres viciosas, muchachos exasperados
y enfurecidos por la monotonía y la mezquindad doméstica, novias interesadas y malignas,
barrigones comendadores que pierden la dentadura postiza y los tirantes: todos personajes
que no poseen su efectiva realidad psicológica, sino una esquemática funcionalidad
dentro de una comedia social y que podrían ser representados por otras tantas marionetas.
Giorgio
De Chirico, además de pintor es autor de la novela Ebdomero, salida en París
en 1929, en lengua francesa, y publicada en italiano en 1942 por la editorial Bompiani.
En sus primeros escritos se encuentran todos los elementos que serán constitutivos
de Ebdomero y de la pintura metafísica. La palabra clave del arte metafísico
es la de liberarse de la memoria, de anular en el signo-objeto toda posible relación,
toda posible similaridad. Más allá de la memoria se encuentra el “terrible vacío
descubierto”, “la tragedia de la serenidad” en la que hay que identificar “la misma
insensata y tranquila belleza de la materia”. El tono de la novela es el de un frío
registro de acontecimientos completamente absurdos, carentes de nexos lógicos en
un clima puramente onírico. La historia, si de historia podemos hablar, inicia con
una visita a “un raro edificio ubicado en una calle severa, pero distinguida y sin
tristeza”, realizada por Ebdomero en compañía de algunos amigos. En la narración
Ebdomero no está bien definido y aparece como una proyección intelectual del mismo
De Chirico. Las habitaciones del edificio se pueblan con personajes típicos de la
pintura de De Chirico, por ejemplo, los gladiadores que parecen tener la función
de introducir en una atmósfera cargada de misterio. Llegamos después a un salón
“subacuático” donde acaecen distintos hechos, entre los cuales, una explosión. En
el centro de la escena está un invisible pianista que “toca sin hacer ruido”. Es
imposible en esta novela encontrar una “historia”. Nos perdemos más bien en un laberinto
de imágenes que se trasforman y se anulan. Es la memoria de Ebdomero que confunde
y altera la consistencia real de los recuerdos, así que al final nos preguntamos
si se trata de recuerdos de realidad o de sueños, o como se preguntará el mismo
Ebdomero si se trata de un sueño del sueño.
Si
Savinio juega con los espacios y con la curiosidad de los flâneurs dejándolos
vagar por la ciudad, De Chirico anula el espacio exterior y juega con el interior,
con los recuerdos y con los sueños. No es una casualidad que el mismo Breton en
el Segundo Manifiesto afirmó que el surrealismo reposaba sobre el juego desinteresado
del pensamiento, omnipotencia y sueño que encontramos en Ebdomero.
EMILIO COCO (Itália, 1940). Hispanista, traductor y editor. Dirige la colección de poesía Iberoamericana y ha publicado varias antologías de poesía española y latinoamericana. Ha publicado también algunas antologías de poesía italiana traducida al español, entre las cuales La poesía del siglo XX en Italia (Visor, Madrid, 2017), Las grandes voces de la poesía italiana del siglo XX (Universidad de Monterrey, 2022) y El pájaro de fuego. Veintisiete poetas italianas entre dos siglos (Sílaba, Medellín,2024). Como poeta ha publicado, entre otros títulos: Profanazioni(1990), Le parole di sempre (1994), La memoria del vuelo (2002), Fingere la vita (2004), Contra desilusiones y tormentas (2007), Il tardo amore (2008, Premio Caput Gauri, 2008), Il dono della notte (2009, Premio Alessandro Ricci-Città di Garessio, Premio Città di Adelfia, Premio Metauro, Premio della Giuria Alda Merini), Ascoltami Signore (2012, traducido al español), Las sílabas sonoras (2013), Mi chiamo Emilio Coco (2014), Es amor (2014), Las palabras que me escriben (2015), Vuelva pronto el verano (2017), Del dolor y la alegría (2019), Sé que ya no será como era antes (2020), Del amor y otros duelos (2020), Poesie (1990-2020) (2021), Il tempo di mettermi in cammino (2021, Es tiempo de emprender el camino, 2022), Teologia doméstica (en portugués, 2023), La casa (2023), Del dolore e della gioia (2024) y algunas plaquettes. Está traducido a una docena de lenguas. En 2003 el rey de España Juan Carlos I le otorgó la encomienda con placa de la orden civil de Alfonso X el Sabio. En 2014 fue poeta homenajeado en el Festival Letras en la Mar, de Puerto Vallarta. En 2015 recibió el premio Catullo, por su labor de difusión de la poesía italiana al extranjero. En 2016 le fue otorgado el premio Ramón López Velarde. En 2022 recibió en Pontedilegno el Premio a la Trayectoria Poética. En 2024 el Premio Speciale Camaiore.
SUZANNE VAN DAMME (Bélgica, 1901-1986). Pintora posimpresionista belga que evolucionó hacia el surrealismo en la década de 1940. Se formó en las Academias de Bruselas y Gante y en el Studio L’Effort de Bruselas. Durante su estancia en Ostende, recibió la influencia de James Ensor. A principios de la década de 1930, Van Damme se mudó a París, donde conoció al pintor y poeta italiano Bruno Capacci, quien se convirtió en su marido. Ella pasó mucho tiempo en París, el sur de Francia, Londres y Florencia. En 1941 entró en contacto con los surrealistas y participó en la Exposición Internacional Surrealista de 1947 en París, organizada por Breton y Duchamp. Sus obras de los años 1940 hacen claramente referencia a Picasso, De Chirico, Seligmann y también a Toyen. Expuso en la Bienal de Venecia en 1935, 1954 y 1962 y en la Bienal de São Paulo en 1953. Cuando más tarde se mudó a Florencia, comenzó a crear obras más abstractas antes de desarrollar un lenguaje muy personal lleno de signos y símbolos. Sus obras se convirtieron entonces en conjuntos de ideogramas compuestos por minipinturas con elementos abstractos y figurativos. Es de lamentar, sin embargo, que su obra surrealista de pinturas haya sido comprada por coleccionistas y rara vez aparezca en colecciones públicas. Suzanne van Damme es la artista invitada en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 257 | novembro de 2024
Artista convidada: Suzanne van Damme (Bélgica, 1901-1986)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2024
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