terça-feira, 18 de novembro de 2014

La simbología de la mujer indígena en la literatura | Jennie Carrasco Molina


Debo empezar diciendo que mi exposición sobre la simbología de la mujer indígena en la literatura, parte desde mi ser de mujer mestiza. Ese mestizaje implica tener una visión que engloba una simbología universal, para de allí acercarnos a la visión andina, de la cual también soy parte.
Eugenio GranellEn la historia de la humanidad los símbolos como estatuas, dibujos, templos, talismanes, han conectado al ser humano con el Espíritu. La historia del simbolismo muestra que todo puede asumir significancia simbólica: los objetos  naturales como piedras, plantas, animales, hombres, montañas y valles, sol y luna, viento, agua y fuego. El cosmos entero es un símbolo posible.
En todas las culturas del mundo, las diosas y dioses formaban parte importante de la vida, con sus imágenes que representaban un compromiso humano con la fertilidad y con la naturaleza. Dibujos en las paredes, figuras esculpidas en hueso, piedra, obsidiana. La religión y las ciencias de medición del tiempo no estaban separadas del cuerpo y los misterios biológicos, de la fertilidad, de la sexualidad y la reproducción.
En las sociedades de la América precolombina, los símbolos estaban relacionados con la fertilidad. Existe una leyenda aymara (Bolivia) sobre la Chasca Kuillur, la estrella de los cabellos ondulados, deidad guardiana de la doncellas y de la primavera que al sacudir su rizada cabellera derrama el rocío que fecunda la tierra. Chasca Kuillur fue para los aymara el planeta Venus, también asociado con la fecundidad de las mujeres.
En el Códice Azteca Tudela, es Tahuizcalpantecuhtli, la diosa del planeta Venus, el lucero del alba; este lucero está asociado en toda América con los fenómenos de fecundación y lluvia.
En la cultura manteña, en la costa ecuatoriana, la diosa Umiña era una piedra con forma femenina que tenía en la frente una esmeralda de grandes proporciones, que era mágica y curativa.  Se considera a Umiña protectora de las cosechas.
Eugenio GranellLas figurillas de Valdivia eran objetos simbólicos, con valor de talismanes o idolillos. Representan figuras femeninas y se cree que debieron haber sido símbolos propiciadores de fertilidad y representativas de los ciclos de vida de las mujeres.  El arte de estas figuras está íntimamente ligado a lo mágico.
En nuestra región las cascadas, lagunas, cerros, aves, animales, forman parte de la mitología y religiosidad. Son sitios sagrados y tienen una simbología específica en rituales, celebraciones, agradecimientos. Las lagunas, las cascadas, las vertientes de agua son lugares cargados de poderes en los que los indígenas realizan baños rituales de purificación o se hacen pactos con el espíritu dueño para dotarse de fuerza y energía.  Esas vivencias, la contemplación y la cercanía a las montañas, el agua y los árboles, inspiran cuentos, mitos y leyendas, poesía.
Aquí cabe una reflexión. En la actual sociedad occidental, esa simbología se ha perdido. ¿Sobre qué escribe la gente urbana mestiza occidental? ¿Cuáles son sus símbolos? ¿Sus manifestaciones? La tecnología, el progreso, el consumo, la medicina, han fragmentado al ser humano. El cuerpo está dividido, el espíritu está perdido.
La cosmovisión de los pueblos indígenas se basa en la relación armónica y holística de todos los elementos de la Madre Tierra a la cual el ser humano pertenece pero no domina. Esa cosmovisión expresa la relación de los seres humanos con los dioses y diosas, establece el orden jerárquico del cosmos, la concepción del cuerpo humano, estructura la vida comunitaria y agrupa el conjunto de los mitos que explican el origen del mundo.  
Eugenio GranellLas escritoras indígenas con las que trabajé en los talleres de creación literaria, pertenecen a ese mundo. Un mundo mágico en el que la relación con el entorno va más allá del simple hecho de tomar. Todo es sagrado. Todo es circular. Todo tiene su sitio y sus manifestaciones. Y es desde allí que escriben sus textos. Y si bien la literatura indígena históricamente ha sido oral y la han recogido historiadores, antropólogos y otros investigadores, actualmente existe una corriente de escritores y escritoras que se expresan desde su experiencia de vida y desde su relación con la tierra y con el universo.
Esa simbología que está en su historia, en su cotidianidad es la que representan en sus textos. Ellas manifiestan su ser de mujeres andinas, amazónicas o de la costa, en íntimo contacto con su entorno.  Las mujeres indígenas no se cuestionan su estar en este planeta, no inventan a partir del inconsciente condicionado por la sociedad occidental. Su poesía o su narrativa es un canto a la generosidad de la Pachamama, a la familia, a sus animales, al agua, al sol y la luna, es decir, un canto a la vida y a la gente. Y lo hacen con fuerza y con ternura a la vez.
Al sentirse identificadas con la madre, con la tierra, sus temas giran alrededor de lo que ella les da. Están el maíz y el capulí, el páramo, los abuelos y abuelas, en el caso de las mujeres kichwas de la Sierra. El cóndor, la manta y la chuquiragua, los zarcillos, walkas y flores de malva.
Y están las cascadas, los jaguares y venados, el dios Arutam, para las mujeres shuar. El arco iris, Nantu, la luna, la lanza y el curare del guerrero. Ricas texturas y melodías que provocan insólitas sensaciones y renuevan la simbología occidental. Y es probable que nos remitan a los arquetipos más antiguos, a nuestros orígenes más remotos.
Dora Aguavil, mujer t’sachila escribe y describe los colores de su traje, que simboliza su cultura, su identidad. Y representa a las mujeres como mágicas y poderosas, sensibles como To Ayan (la madre tierra).
La utilización del castellano, que para todas es su segunda lengua, es diferente a como la utilizamos los mestizos. Desde allí hay que leerlas. Desde la conjugación de los verbos con el canto de los güiracchuros, desde la palabra transparente y sin intrincadas metáforas.

Eugenio Granell

Es importante anotar que dentro de esta profunda riqueza de culturas, de espíritus (kichwas de Chimborazo, Cotopaxi, Imbabura y Pastaza con shuar, t'sachila o chachi), existe interés por compartir esa simbología. Al revelar sus sabidurías, sus lenguas, sus símbolos, se amplía el horizonte de la creatividad y se produce una hermandad digna de ser emulada por todas las mujeres. Se da una profunda comunicación que va más allá de la utilización de tales o cuales símbolos. Y entre lluvias o distancias, trabajo o descanso, ha nacido el deseo de seguir participando, de seguir creando y soñando.
Las mujeres urbanas mestizas, las que viven la prisa y la competencia de la sociedad occidental, han olvidado, han perdido toda esa simbología que nos conecta con la gran madre, con el principio femenino que es el que mantiene la armonía de la naturaleza, del agua, la siembra y la cosecha, con nuestra propia fecundidad. Esta es la oportunidad para recuperarla. Leer los cuentos y poemas escritos por mujeres indígenas nos permitirá acercarnos a nuestra esencia, a nuestro vínculo más profundo con la Tierra, con nosotras mismas.
Jennie Carrasco Molina (Ecuador, 1955). Poeta, narradora, traductora y editora. Ha publicado La diosa en el espejo (1995), Arañas en mi  vestido de seda (2001), y Viaje a ninguna parte (2004). Contacto: jenniec55@gmail.com o shaktieditora@gmail.com. Página ilustrada com obras del artista Eugenio Granell (Espana).

El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânicabajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que  posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins.

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