¿Quién actúa mi ausencia,
El bufón de la muerte?
¡Limpia mis nervios suave canción,
Me dirijo a la ciudad sin ojos!
El pensamiento de Cardoza es poligonal, en él subsiste un
razonamiento que no lo es y lo es en sí
mismo, una extraña anarquía de diversos matices. No es esa figura papal de los
que sacan las lanzas de su memoria bibliográfica y erigen muros con libros para disimular su
fragilidad. Diluir esa imagen, su fantasma, determinar dónde se queda corto el
abismo de tiempo entre él y los que vivimos, hacer una absurda catedral a sus
gestos simples o abultar la crítica insípida que se hace en Guatemala es algo
que prefiero evitar, me permitiré mostrar algunas anotaciones que sobre él he
hecho en cuadernos y hojas mientras recibo tediosas cátedras en la universidad,
voy en el bus o bebo café en el lugar de
siempre
Cardoza llegó a mis manos cuando aún estudiaba la
secundaria, La Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo fue un respiro para alguien que
odiaba El Señor Presidente y La Historia de un Pepe. Más de una vez leí en voz
alta partes del texto y dejé de hacerlo para evitarme dar explicaciones. Una
especie de violencia corría entre sus
páginas, eran imágenes veloces que no lograba alcanzar, alguna palabra
no dicha entraba en mí, descubría que también la angustia tiene matices, que
escribir es también angustia. Después de leer el libro fui a conseguirme una
edición de La temporada en el infierno. Apollinaire, Huidobro, el Manifiesto
Dadá. No sé cuántos siglos le debo a ese libro que ahora debí retomar para
escribir estas cuantas cosas.
El tiempo siempre guarda palabras, los símbolos de
otro lenguaje que se escribe sin palabras. El idioma es la piel de otro
lenguaje. Dónde están los telescopios que nos permiten ver hacia adentro. “El
poeta no pelea por su vida, huye de ella”. A veces usamos como símbolo el alzar
la voz, renunciar a lo que vemos, dejar que suenen al oído las piedras que
lanzamos a la muerte. Recuerdo una tarde en que pegábamos afiches para una
lectura de poesía. Esa noche llegaron unos cuantos. Todo estaba dedicado a
Cardoza, como siempre improvisamos, salió bien. Era como si aquellas palabras
fueran a decirse una sola vez en el tiempo, sentía rabia, sentía desasosiego
por aquello que me insistía recordar-no eran mis palabras-sin embargo eran tan
mías. Así me pertenecieron muchas voces. Jamás me ha pertenecido nada, nunca me
he sentido dueño de nada en absoluto, las palabras que me llenan tampoco son
mías, Cardoza es lo más cercano a mí por que estando tan cerca no estamos en
ningún lado.
02-02-1997 | Creo que existen dos tipos de escritores: los
buenos y los mediocres. Los buenos son buenos, los malos son buenos y los
mediocres son correctos. Cardoza es
exquisitamente incorrecto.
Artaud dejó una bomba en Luis. La extravagancia siempre lleva un poco de
santidad, ser divinamente incorrectos. Artaud
llevaba prisa por revitalizar la palabra escrita, desdoblarla y llevarla
al máximo. El exceso de imágenes recurrente en los textos surrealistas alejan
la fría prosa científica de los ensayos. Cardoza interviene la estructura de
sus textos críticos, irrumpe con imágenes imprevistas, asumiendo el riesgo de
empalagar al lector. Las vanguardias del
siglo veinte buscaron la palabra como un medio para alcanzar al lenguaje
visual. El anarquismo de los artistas de la segunda década del Siglo XX no es más que la doble incógnita del mundo
industrializado “Un carro de carreras es más hermoso que la Victoria de
Samotracia” Marinnetti rompe con el angustioso
antagonismo romántico
hombre-máquina y surge una poesía concreta.
La huella del
modernismo, es entonces en Cardoza, llevar al idioma hasta sus límites, sin
justificar por medio de la forma todo el significado poético, la mayoría de sus
textos también padecen de un agudo racionalismo. Sus primeros poemas son
impresiones de un joven provinciano sumergido en el mundo convulso y
desencantado de la primera posguerra, las ruinas y las cenizas, el cadáver del
mundo que se levantaba hastiado del romanticismo y del pasado, el arte no para
creer sino para crear, sin verdades.
15-01-2001 | Vivir en Guatemala requiere de vigor y
metafísica. Necesitamos la catarsis. Todos los días marchamos hacia ninguna
parte, somos expertos en llorar las cenizas y ser fanfarrones de la tristeza. La ciudad es el
epicentro de este desconcierto, en cien metros de terreno atravesamos el tercer
y el primer mundo, de la choza al cibercafé. Los guatemaltecos vivimos la añoranza de la pérdida, de las fotografías
sepia, del blanco y negro, vivimos de coronar monumentos falsos, de
colocarle ‘’ismos’’ a la tradición, de falsificarnos. Es muy guatemalteco
quedarse en suspenso y en silencio esperando la caída del otro, no tomar
partida ni flanco, estar únicamente guardando el polvo que seguramente jamás va
a levantarse. Sin embargo padecer una idea es lo mejor que puede sucedernos,
tener esa venturosa convicción de encontrar caminos en el aire, de sentirse
vigorizado por ese terror, sin los atavismos de buscarnos una identidad y asumir
que la Coca Cola y el tamal somos nosotros, de que también tuvimos armas y
derrotas y esperanzas y derrotas y conquista y acaso una vez el vértigo de la
victoria, eso es lo único capaz de llevarnos a la poesía. No quiero referirme a
esa unidimensionalidad que se le da siempre a la injusticia, cuando todo se
debe a errores imperdonables de voluntad, cuando se quiere ser guatemalteco, se
asume el sino trágico de ser un mundo entero. Qué necesitamos para abrazar la
gloria en nuestra tierra. Canonizarnos, ser esa figura papal y burocrática,
inventarse un lenguaje y decir que es nuestro, cometer un enorme crimen contra
la inteligencia y admitir que sí, que existimos, que somos seres mágicos, que
aquí suceden cosas maravillosas e inexplicables, que tenemos un origen noble y
sobre todo, que nuestro pasado es digno de confianza. Hasta cuándo la retórica,
cuánto tiempo tendrá que pasar para que dejemos de mentirnos, cuándo dejaremos
de empezar. Es increíble que cien años
del nacimiento de un poeta únicamente signifiquen discursos moralizantes,
monumentos cursis, homenajes en escuelas pintadas por la Pepsi Cola y
fotografías de nuestros poco esclarecidos políticos y empresarios junto a los
intelectuales correctos y políticamente necesarios, qué triste que todo se termine
gastando, que sean las remotas palabras de los ministros y los funcionarios las
que resuman pobremente la vida de un hombre. No tenemos talento para comprender
a nuestros portentos.
26-04-2000 | No me siento en paz. A veces mis ideas no son
muy claras, sobre todo, cuando frente a la computadora se me cruzan las
palabras y termino escribiendo sobre otros asuntos. Disfruto divagando. Es
interesante cómo buscamos un mundo
perfecto, una imagen pura de las cosas, de los nombres. Memorizar tantos
nombres, tantos libros, tantas citas, todo ello por la idiota necesidad de
tener algo que decir, tristemente nada de lo que decimos es original, todo se
queda en referirse a.. Si dejáramos de
tener miedo, tal vez podríamos decir algo interesante, algo que no haga
referencia a nada ni a nadie, si nos olvidáramos de los neologismos, si
corriéramos a mil revoluciones por segundo, algo regresaría a nosotros: nuestro
espíritu. La eternidad sólo tiene un cuerpo: el que sobrevive a la inmovilidad.
Hay algo inmóvil en las palabras. Por qué no prescindir de los atavismos,
ciertos rigores nos hacen vulnerables a la mediocridad. ¿Y si Cardoza realmente
no dijera nada, si únicamente estuviera en el juego sucio de actuar su
ausencia? Pero somos tan dependientes de
los nombres, de las personas, de la tipografía (afortunadamente a punto de
desaparecer), si lo único que hacemos es
enmarcar a otros dioses, correr tras otros sacerdotes. Creo que la palabra
simboliza y juzga, quedan cosas y versos, lo único que podemos exprimirle a la
vida.
De sus cosas quedan libros numerados y clasificados
por la Biblioteca Cesar Brañas, uno de los pocos sitios que soporto de la
ciudad. Algunos se guardan como fetiches, como evidencias de un exilio sagrado.
Pero la gran mayoría se mantienen en circulación, a la mano. Es tan pedante
tratar de hacerle justicia a un autor, juzgar, buscar discernir y sacar
conclusiones que ni él mismo pudo imaginarse. Se me vienen a la memoria tantas
y tantas cosas dichas en libros y conferencias. Durante los últimos cien años
se ha hecho más crítica que obra, se han hecho más manifiestos que
descubrimientos, hemos dicho tanto y hemos callado aún más. Parece que todo se reduce a la
necesidad de no sucumbir, de no aceptar que realmente no somos mejores, que las
editoriales y los medios sólo han encontrado la forma de reciclar la basura de
nosotros mismos y que los artistas únicamente tienen la tarea denigrante de
entretener y ayudar a la evasión del dolor. Para darle otro giro a las cosas
buscamos darles términos adecuados a las cosas inacabadas, posmodernidad por
ejemplo y deducimos que está acabando o que aún no comienza. Atribulados por la
ultra snob postura tendenciosa, se ha dejado de crear con firmeza, se termina
siempre en la obra abierta, que como diría un amigo: es algo muy fácil en los
países donde acostumbramos no terminar nada. Sin embargo levantar una
literatura donde hemos tenido poca, es una tarea de búsqueda más que de
anticipación. Creo que existen grandes líneas enterradas en páginas de diarios
universitarios, en hojas arrancadas de antologías mal hechas, en libros
publicados una sola vez para nunca jamás, textos que se negaron a subrayar los
que legislan la cultura. El resultado a sido el silencio: muchos libros, pocas
cosas dichas.
13-10-1997 | ‘’Ser guatemalteco
es enviar al infierno el libro de Job y evocar Saint-Just sin olvidar a las
bañistas de Mack Sennet’’.
Qué resultado da la memoria, si todo se nos escapa de
los ojos. Las imágenes que acostumbro subrayar en los libros de Cardoza son sus
instantes de presagio, cuando intenta encarrilarse en la intuición. Pessoa bien
decía que escribir es habituarse a fingir. El escritor jamas escribe muchos
libros, el escritor escribe realmente uno y lo repite muchas veces. Me agradan las voces con temperamento, el
recato y la duda en un autor, fastidia. Pound: ‘’What thou lovest well remains, the rest is dross’’ ‘’Lo que bien amas
permanece el resto es escoria’’.
18-01-2000 | Ahora que acostumbro no
entender nada, ni siquiera en las imágenes recurrentes de Vallejo, que empieza
a envejecer. Si un mal tipo escribe tan
bien, está imposibilitado de verle fin a sus palabras. Por aquí pasa un
río, no entiendo por qué debo estar en
deuda con Malevich, un cuadro blanco en un fondo blanco no significa nada
dentro de nada, me siento más a gusto orinando a Don Justo Rufino en la Reforma
o viendo libros en la vitrina de la librería… Qué maravilla estar borracho en
la playa leyendo a Cardoza, sin preocuparme porque es tarde, recoger piedritas
para mi hijo en el lago de Atitlán y quedarme
escuchando la música de los tambores para ignorar las incógnitas que me
hacen dudar y desistir. Si Cardoza peregrinara hasta este tiempo seguramente no
sería de los nuestros, seguramente me criticaría por flexible o probablemente
estaría en París tratando de inspirarse con las novedades literarias.
19-11-1999 | Me cuestan leer sus ensayos (los de C.) son
tan literarios, escribe literatura sobre libros, son poemas extensos, demasiado
líricos, mucha imagen, demasiado saturados de información. Por qué siempre
tengo que terminar escribiendo malos poemas después de leerlo. Luego me enferma
tenerlos que tirar y volver a leer sus ensayos para comprender qué era lo que
me decían. ¿Por qué nadie habla bien de Cardoza?.
Me parece tan
estúpido tener que escribir contando sobre nuestro maravilloso pasado, nos
estamos muriendo de hambre y lo único que todos quieren es recordar, me dan
alergia las tradiciones, quisiera que de ser posible se fueran con el diluvio
universal, odio la marimba que tocan en las dependencias del estado, también
odio el espantapájaros cultural que hicieron de Asturias los pistoleros
iletrados que nos gobiernan, odio la izquierda tanto como la derecha, ¿dónde
estoy? ¿Dónde puedo encontrar un lugar? Cardoza en las Líneas de su mano ha
dicho cosas falsas o que al menos jamás he visto. Soy una hormiga en una
montaña que creo el Universo, la montaña es Guatemala con todos sus rumores,
con sus malas noticias, con su arte de frutas y flautas, con sus escritores
cobardes, con sus críticas provincianas y pseudo didácticas. Prefiero escuchar
y ver lo que existe entre las líneas de su sencillez.
22-03-1998 | Seguimos dando giros sin despegar de nuestra
esperanza. Cómo escribir poesía en el mundo hoy. Cuánto de ruego llevan
nuestras palabras. Somos la antropofagia, qué nos cuesta ser la mala
consciencia, ver de distinta forma la fragmentación, de ser nada y símbolo, la
paz añadida y la impotencia. No tenemos más Cardozas.
23-03-1998 | ¿A quién sirven las palabras? No existe lo
inagotable. Cardoza promete al menos que no todo el tiempo seremos indios
mágicos. La realidad no tiene artificio, cuesta más inventar el vacío. La
sombra seca de lo que somos es tan insignificante que es mejor evadir
alegremente nuestras debilidades. La permanencia es transformarnos no
falsificarnos.
19-4-1999 | Escribir como hablar dormido… Sí, es posible
que nadie te entienda cuando estás dormido, que nadie tome en serio lo que
decís. Las mejores líneas son involuntarias, queremos domarlas cuando
comenzamos a aprender y todo se convierte en imitación, cuando buscamos el
camino difícil de perdernos y regresar al mismo sitio. Escribir es callar o al
menos creer que el silencio no es eterno.
Cardoza hace ruido con la memoria, para él las cosas
siguen y siguen pasando sin detenerse, no tiene quietud. Se instala en terreno
baldío, exila su lucidez en la detonación de las imágenes escritas para ser
vistas. El sobrio terremoto de su infancia dejó a sus pies la abierta soledad.
Sólo de lejos se recuerda la infancia, únicamente vive en nosotros lo que hemos
perdido. Qué sombra dejó en él un río, la naturaleza que se esconde. Empezamos
a vivir el tiempo de las exclusiones, el ser humano comenzará a morir junto al
camino, una tecla presionará el nuevo mundo y tendremos que hacernos a un lado
para que los dinosaurios se maten.
Vale la pena sentir de cerca las canciones de la
tormenta, leer al día siguiente lo que escribimos dormidos, vale la pena
rebelarse y sentir un poco.
01-12-2000 | Guatemala Las líneas de su mano:
Las paredes ennegrecidas
con letreros de Alka Seltzer,
las revoluciones
tristes,
los muertos sin nombre,
los peatones rápidos,
los travestís,
los borrachos de la diecisiete,
las cárceles abiertas,
la maldita Huelga de Dolores,
las abarroterías de cerveza,
las zonas de coca,
las secretarias cursis,
los volcanes promiscuos,
los marimbistas,
los rockeros,
el mal fútbol,
los buenos poetas,
las puertas giratorias,
los supermercados de
monopolios,
las piscinas con olas,
los mapas en relieve,
los niños trabajadores,
las
madres solteras,
los tamales, las
hamburguesas, el atol, la coca cola,
las maquilas, las pertroleras,
los informes de memoria
histórica, las dos derechas, las masacres onerosas,
la
cacareada “pluriculturalidad”,
los pocos aciertos,
las
estatuas de animales,
los abuelos arbencistas, los soldados “demócratas”,
los
baños en los parques, los desempleados,
la
fe en la muerte, el grito y los cohetillos,
el
desencanto y las ojeras, el paisaje y el
código de barras…
LAS LÍNEAS QUE FALTARON
| Me da la sensación de no haber añadido nada a lo dicho anteriormente. Entre
otras cosas porque no tengo mucho que decir. Alguna vez creí hacer lo correcto,
pensé que un poema era mejor que todo y que nada, algo es cierto, el primer
libro de Cardoza que llegó a mis manos aún no lo he terminado. Siento que
aquella lectura escenificada no ha concluido y que apenas estoy comenzando a
conocerlo. Quizá por esa manera tan suya de interpretar el dolor e interpelar
nuestro cansancio de tantas cosas, Guatemala es el purgatorio de los artistas,
las penas y el dolor se quedan aquí. Es tan necesario Cardoza cuando estamos
tan solos “Es algo más triste, deslumbrante y alto estar a solas con la vida’’.
Estoy seguro que Cardoza ha regresado, sólo que para seguir actuando su
ausencia.
Javier
Payeras (Guatemala, 1974). Narrador, poeta
y ensayista. Ha publicado Lecturas Menores (Ensayo 2007), Días Amarillos (Novela 2009), La
Resignación y la Asfixia
(poesía 2011), Soledadbrother (2003,
adaptación al teatro a cargo de Luis Carlos Pineda y Josué Sotomayor, en 2013).
Es antologador de Microfé: Poesía
Guatemalteca Contemporánea
(2012). Actualmente escribe en el blog www.javierpayeras.blogspot.com y en la columna de opinión “El Intruso” en el diario
Siglo 21 en Guatemala. Contacto: javier.payeras.mcd@gmail.com. Página ilustrada con obras de Fabio Rincones
(Venezuela), artista invitado de esta edición de ARC.
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