“La libertad de mi palabra me cuesta
sangre existencial”, nos dice Floriano Martins en esta entrevista. Considerado
como uno de los poetas contemporáneos más importantes de Brasil y del
continente, Martins reflexiona sobre algunos aspectos fundamentales de su
poesía, con un tono razonable y admirablemente iluminado: “Yo escribo con la fuerza
de todo lo que hay en mí”. Para Martins, la poesía está hecha de atisbos,
sospechas, conjeturas, dudas e incertidumbres, en su sentido más amplio,
esperanzado o aventurero: “La poesía es un arma mortal en las manos de los
malos poetas”. “Vivir no es un ejercicio fácil para nadie”. Vislumbrar,
penetrar en los espacios habitados por él, es transitar por los caminos
insondables de la existencia: “Tratemos de no seguir desfigurando la
existencia”. “Todos piensan en la poesía como una salvación”. [FF]
F.F. - Su nombre ocupa un lugar privilegiado
dentro de las letras latinoamericanas, tanto por su obra poética, como por su
profundo saber cómo ensayista, crítico e historiador de la literatura
contemporánea ¿Qué tiene la poesía que decirnos a través de Floriano Martins?
F.M. - Hice tantas veces esta pregunta a poetas
que entrevisté y jamás imaginé que un día fuese intimidado por ella
[risas]. Se trata de una provocación para medir el grado de
vanidad de todo creador. Yo confío en que tengamos la respuesta de esta pregunta a lo largo de la
entrevista. La creación nos sorprende a todos. Puedo aquí
dibujar una expectativa mía que defina una poética, claro, pero no soy amigo de
la cristalización de alguna espécie. Escuchamos el disco más reciente de Paul
McCartney y nos asombramos de tamaña frescura que es, al mismo tiempo, una
confirmación de una obra ya definida en el pasado, en la época de compañerismo
con John Lennon. ¿Qué tengo que decir? Esta inmersión en si mismo,
eventualmente puede resultar en una gran obra de arte.
F.F. - ¿Desde cuándo escribe? ¿Podría
recordarnos algún suceso que ilustrará en torno a los orígenes de su vocación
poética?
F.M. - ¿Algo como una caída de la escalera al
buscar libros en lo más alto de la biblioteca de mi padre o también como mi
madre peleando conmigo por haber recortado figuras de sus revistas sagradas?
¿Son éstos indicios de una vocación poética? ¿Habrá una vocación poética? ¿La
predicción no es acaso una forma discreta de presunción? Durante la
adolescencia robaba libros en las librerías y amigos poetas me reprendían con
su altísima moral basada en la propiedad privada. ¿Hasta qué punto la vocación
confunde talento y perseverancia? Algún talento debo tener, pero lo que tiene
un mismo peso es una incorregible obstinación.
F.F. - ¿Influencias, afinidades, paralelismos,
acercamientos, similitudes literarias o artísticas en su poesía?
F.M. - Sí, hay poetas y libros que fueron fundamentales para mí. Puedo recordar tanto un libro como La
lucha corporal, del brasilero Ferreira Gullar, y de igual manera mi primer
contacto con una antología del chileno Humberto Díaz-Casanueva. En los dos casos había tanto de voracidad existencial como de
refinamiento de lenguaje. Pero en el territorio de la influencia – siempre
prefiero el término diálogo – jamás se limitó a las lecturas,
menos aún a la poesía solamente. En la infancia fueron de gran importancia para
mí, al lado de la lectura de una novela como Crimen y Castigo, deDostoievski,
o de los comics, la presencia de la música, seguida, en la
adolescencia por las artes plásticas, el cine y el teatro. Pero evidentemente
hay un denominador común en todo esto, yo diría que es la tragédia, en el aspecto
teatral del término.
Me siento afortunado por las experiencias
comunes con otros artistas que he realizado hasta el momento. La panameña
Consuelo Tomás me ayudó a montar una noche maravillosa involucrando músicos y
bailarines en el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá; el costarricense
Alfonso Peña articuló un encuentro mío con el escultor Edgar Zúñiga, que
resulto en la producción de un libro en San José; con el brasilero Mario
Montaut compuse una serie de canciones cuyo CD se encuentra en la fase final de
grabación. Escogí tres ejemplos que incluyen áreas diversas, para dar una idea
de cuánto los poetas pueden explorar en zonas de afinidad y producción. Son
afinidades concretas, que resultan en trabajo. Entiendo que querías saber
también de otro tipo de identificación ¿no? ¿Nombres? Saltan la barrera de los
géneros, van de Roberto Piva a Tom Waits, de Frank Miller a Hermeto Pascoal, de
Rosa Alice Branco a Johnny Depp.
F.F. - ¿Cuál es su relación con las artes
plásticas?
F.M. - Muchos libros en casa, en la infancia,
casa de mis padres, revistas en cuadritos (comics), ediciones
fascinantes llamadas fotonovelas, que eran adaptaciones de clásicos de la
literatura mundial y también el nacimiento de la televisión; las mañanas de
domingo cuando mi padre me llevaba al cine; todo esto tiene un peso
extraordinario. Yo usaba guache y reproducía algunas de las ilustraciones de
esas revistas, portadas de novelas, y al mismo tiempo recortaba figuras como
quien está ensamblando una pequeña colección. Pero hacía todo esto de manera
desordenada, escuchando música de todo tipo y devorando los libros de la biblioteca
de mi padre, que era una biblioteca absolutamente caótica, donde se encontraban
la literatura clásica rusa, el teatro isabelino, manuales de fabricación de
aviones de guerra, comics vaqueros italianos, etc.
F.F. - Usted mantiene una “relación entrañable”
con el surrealismo, pero no se considera un surrealista, sino un defensor del
surrealismo, alguien que ha hecho suya la defensa del surrealismo… ¿Por qué?
F.M. - Yo no sé si cabe más esta afirmación, la
de ser un poeta surrealista. Evidentemente que al leer mi poesía no hay manera
de no pensar en la fuerte influencia, en el diálogo intenso con el surrealismo.
Pero existen otros componentes, una adaptación del surrealismo a otras
instancias en el ámbito de la configuración de una poética. En Brasil el
único ismo que vino fue el modismo. Tengo llamando la atención
por la importancia del surrealismo, sus percepciones, pero nadie quiere saber
de esto. Hay una nueva generación interesada, pero esto también puede ser
apenas una ola.
F.F. - ¿Del surrealismo en nuestro continente se
tiene una idea bastante imprecisa?
F.M. - Absolutamente imprecisa. En el propio
caso venezolano podemos pensar en Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez y Juan
Liscano como figuras referenciales de esta falta de precisión. El primero tuve
una participación importante en forma de diálogo y difusión, sin admitir
vinculo expreso en ningún momento; el segundo declaró siempre su afinidad oscura; y
el tercero buscó restringir el campo de acción del surrealismo y negó cualquier
influencia que su poesía había sufrido, aún en un libro como Cármenes. Luego
esta ceguera de Stefan Baciu – por cierto, jamás respondida por los venezolanos
-, de situar a José Antonio Ramos Sucre como precursor del surrealismo. La
imprecisión, en el ámbito continental, viene en gran parte de la ignorancia,
del desconocimiento de lo que fue, de la manera como el surrealismo era
percibido en los diversos países. Es plenamente posible conversar en Colombia
con alguien conocedor del Surrealismo y que no sepa la existencia de un
surrealista en Paraguay o en Guatemala, por ejemplo. Sin hablar del rechazo
natural a lo que provenía de Europa, de la necesidad del nuevo mundo de fundar
su propia existencia – como si esto fuese posible sin antecedentes ni
afinidades. En los años 60, por ejemplo, en varias partes del continente hubo
una buena resucitación del Surrealismo, mezclando situaciones no tan distintas
como la Generación Beat y Nadaístas, El Techo de la Ballena y El Corno
Emplumado, etc.
F.F. - ¿Usted cree que el surrealismo siga vivo en latinoamérica tanto
en la plástica como en la literatura, tan vivo como hace cincuenta o sesenta
años?
F.M. - No, no se
puede comparar esto. Son intensidades distintas y no sólo en términos de época,
sino también en ambientes geográficos. No me atrae mucho la idea de “seguir
vivo”, porque todo sigue vivo en nuestra idea de
mundo. El pasado está tan presente en nuestra vida como el futuro. Los casos
más frecuentes son de rechazo al presente. ¿Hay un surrealismo presente entre
nosotros? Hay motivo de sobra para que los artistas insurjan contra las
situaciones más diversas y precarias, siempre. Basta saber.
F.F. - Tengo entendido que su poesía ha seguido
su propio camino, que usted trabajó solo. ¿Se sintió completamente ajeno a su generación
o se aisló de sus
contemporáneos? De ser cierto, ¿cuáles han sido las razones y los motivos de
su aislamiento?
F.M. - Un día, al entrevistar a un poeta
brasilero de una generación inmediatamente anterior a la mía, observé una
distinción entre los poetas de los años 70 y los actuales, contraponiendo una
generación que tenía algo que decir sin saber cómo hacerlo y una generación
actual que domina las técnicas del discurso sin tener absolutamente nada que
declarar. Me siento distante de los dos casos. Siempre recorrí lo que llamo el
río subterráneo de nuestra tradición lírica. Son dos maneras de aislarse. El
encuentro físico, el debate de ideas, siempre lo tuve mejor con las
generaciones anteriores que con mis pares, siempre fui el novato. El otro aspecto
es de naturaleza estética, y todas las artimañas aplicadas por mi generación –
variaciones en tono del Concretismo, malabares de Oswald de Andrade y Joao
Cabral de Melo Neto, o, en algunos casos, una visita turística a la literatura
de panfleto – no me despertaban interés alguno, de manera aislada. Yo quería
sumar experiencias, mezclarlas, multiplicarlas, ir al desgaste de todo.
F.F. - Con Agulha Revista de
Cultura usted ha creado mecanismos de intercambio y conocimiento entre
poetas, escritores, fotógrafos, diseñadores y artistas plásticos de América
Latina y el mundo ¿Por qué Agulha? ¿Cómo se concretó la idea
de crear una “revista” virtual en la Internet?
F.M. - ¿La razón del título? Con rigor puede ser
cualquiera. Este tipo de referencia tiene que ver con la sintonía del medio –
aquella idea perversa de que el medio es el mensaje. La transmisión continua
del sin sentido le da sentido. Es evidente que ahora
cualquiera puede encontrar una justificación para este nombre: Agulha/Aguja.
Considerando el hecho de que establecemos tantos puentes entre culturas y
géneros, podemos pensar en un atelier de costura, donde enlazamos las
realidades más distantes, quien sabe si hasta la famosa mesa de disección del
surrealismo [risas]. Ya descubierta en el mundo virtual la veo como un plano de
fuga. Yo había chocado con la imposibilidad de continuar la edición de una
revista impresa. Necesitaba dar secuencia a un trabajo que ya involucraba
numerosos colaboradores y entonces surgió la idea de una publicación virtual.
Al principio hubo un inmenso rechazo y algunos colaboradores al menos aceptaron
ver sus materiales publicados en Internet.
F.F. - ¿Cuál es su interés por la literatura
hispanoamericana actual?
F.M. - Al principio despertó mi atención su
vitalidad, una fuerza esencial que no encontraba en la literatura brasilera.
Por más bien escrita, la poesía brasilera me parecía desprovista de pasión, y
fue esto lo que encontré en la poesía hispano-americana en el primer momento en
el que este mundo nuevo se abrió delante de mí. Pero tu pregunta tiene que ver
con la literatura actual, y allí comienzo a pensar en esta suerte de
impenetrabilidad, de oscuridad buscada, como recurso de una vanidad que se
exhibe como saber extremo, que resulta en esa pirotécnica circense del
neobarroco y todo su artificialismo correspondiente. Claro que la literatura
hispano-americana actual no se resume a esto. Hay buenos autores que lidian con
las lecciones de concisión y claridad, que se libran de los estigmas
escolásticos, sobre todo aquellos que ya actúan con desenvoltura dentro de un
ambiente de mezcla de géneros.
F.F. - ¿Cuál es la importancia que usted le
concede al tiempo, a la memoria, al destino y a la condición del hombre contemporáneo?
F.M. - No olvides de mi pasión por el collage.
Toda la experiencia humana crece por recorte, montaje, ensamblaje, ajuste. La
hoja final del poema, algo entre la cámara oscura del fotógrafo y la mesa de
edición del cineasta, tiene que ver con este talento para la mezcla en diálogo
con la recepción de lo casual. Ninguno de los elementos que mencionas posee una
importancia accesoria.
F.M. - Juan ha sido un cómplice valioso en las dos
últimas décadas. Su presencia en la última Bienal de S. Paulo fue gratificante
para nosotros, y ahora tenemos la publicación de una antología de su poesía en
Brasil. Tengo ya cierta intimidad con el ambiente poético de tu país, Franklin,
y no creo que deban quedar a la espera de una opinión de afuera para confirmar
la grandeza de la poesía que producen.
F.F. - De Enrique Molina, Ludwig Zeller y Claudio Willer, usted siempre se expresa con gran
admiración, pero
cuando hace declaraciones sobre Stefan Baciu o Haroldo de Campos, los ánimos
cambian. A Haroldo de Campos lo acusa de “interferencia criminal” y, a Stefan
Baciu de “sectarista”…
F.M. - No hay alteración del humor. Creo que
hablo siempre con la misma pasión. La visión crítica, el rechazo a ciertos
mecanismos fraudulentos, esto requiere de una gran pasión. Hay una aceptación
en cadena en lo que dices respecto a todo lo que es motivo de realce por los
medios o por un panteón académico. Vivimos en una sociedad engañada por los
medios de comunicación, que poseen intereses financieros en el mantenimiento de
lo inestable, de lo volátil. Mencionas aspectos puntuales, debidamente
cuestionados en libros y ensayos míos. Ojalá fuesen casos aislados.
F.F. - Algo que me llama la atención de usted, es
el contacto permanente con jóvenes poetas, aconsejándoles sobre el verdadero
sentido de la poesía. ¿Qué le recomienda a los poetas emergentes de mi país?
F.M. - Absolutamente
nada, porque los consejos nunca existirán para ser seguidos. Que se dañen, que
traten de encontrar una voz propia, que mueran, que se irriten, que desistan,
cualquier cosa.
F.F. - ¿Escribe actualmente algún ensayo
específico, un nuevo libro de poemas? ¿Sobre qué ha estado trabajando
últimamente?
F.M. - Sigo trabajando a un ritmo que para muchos parece insano, mezclando
creación de poemas, ensayos, traducciones, las ediciones de Agulha
Revista de Cultura y de la Banda Hispánica, en fin,
poco a poco van apareciendo nuevos libros, el reflejo de esa locura.
F.F. - Usted como poeta, ¿cómo vive la libertad
de su palabra?
F.M. - No existe una agenda mágica para seguir.
Un día es hecho de un montón de expectativas, sorpresas, aciertos. Yo soy un
franco-tirador. La libertad de mi palabra me cuesta sangre existencial, aunque
sin dramas, sin exceso de autoestima. Con rigor, vivir no es un ejercicio fácil
para nadie. Encuentro que todos los artistas en nuestro tiempo tienden a
valorizar demasiado su condición, justamente cuando menos corresponden las
expectativas en torno a sus obras y actitudes. Hay un teatro de la imagen, algo
patético. Tengo mucho trabajo en la frente. Apenas eso.
F.F. - ¿Se escribe para vivir o
para hacer vivir?
F.M. - ¿Es posible escribir para librarse de la
vida? No me parece que el hombre se disponga a librarse de sí para crear. Sin
embargo, piensa en la creación como algo ajeno a sí mismo. No es conmigo, sino
con el personaje. ¿Quién es? A todo instante pregunta lo mismo a otro que no
pasa de un espejismo. Yo escribo con la fuerza de todo lo que hay en mí. Con
un abraxas.
F.F. - ¿El verdadero protagonista de sus poemas
es usted, o es una figura a medias real, a medias mítica: el poeta?
F.M. - Es siempre una mezcla, porque nosotros
mismos tenemos algo de mítico y al mismo tiempo de real. ¿Habrá quien dude de
la parcela de realidad que caracteriza la existencia de un poeta? Pues, esta
duda es justamente la raíz de todo gran poema.
F.F. - ¿Qué lugar ocupa el amor en su vida
cotidiana?
F.M. - El lugar de la piedra mágica de las
contradicciones.
F.F. - ¿Es posible definir la poesía?
En otras palabras, ¿es posible definir el amor?
F.F. - Se dice que la poesía es “esto” o “aquello”. Pero, ¿qué
es la poesía? ¿El sólo hecho de respirar es ya poesía?
F.M. - ¿No es la poesía una encarnación de las
simpáticas tres gracias de la mitología romana? Ahora estoy perdido. Acaso las
caritas tan encantadoras, ¿se extenuaron a punto de no pasar del mito
desfavorable de nuestras desgracias actuales? Tratemos de no seguir
desfigurando la existencia.
F.F. - Pero dice Rafael Cadenas: “Poesía
es lo que el mundo no es” Y Roberto Juarroz: “La poesía
siempre es decir de otra manera” ¿Será la posibilidad de mostrar una
cosa mediante otra, de que algo diga otro algo, distinto?
F.M. - Todo es distinto. Pero no me inclino por
una negación de la existencia, sino por su revés. Para mí la poesía es una
afirmación de la existencia. Creo que los poetas son apuestas en sí mismos, la
manera como el mundo se muestra posible o imposible ante sus versos. Juarroz y
Cadenas fueran dos poetas importantes para mí. Buscaron un equilibrio
arriesgado entre sus afirmaciones poéticas y las correspondencias estéticas.
Pero ya no cabe indicar caminos. Vivimos en una sociedad del todo desgastada
por los caminos indicados. Ya no se trata de la poesía. Uno ya no sabe cómo
vivir. Hay que pensar en esto, todos los poetas.
F.F. - ¿Cree usted que el poema abarque mucho
más que el concepto de verso, escape de la sucesión lineal de las palabras, de
la sintaxis, de la rima, del metro y de la retórica?
F.M. - El poema es un objeto, y como tal cambia
de acción y entendimiento.
F.F. - Cuándo usted escribe, ¿lo hace con duda o
con convicción?
F.M. - La duda es una convicción y su revés no
es menos real. El acto de escribir tiene importancia menor ante la duda o la
convicción. Claro que la actitud no escribe los mejores poemas esta noche
[risas], pero tampoco la técnica escribe en las páginas del relámpago lo
esencial de toda una vida. Yo escribo con dudas, convicciones, espantos,
divagaciones, todo.
F.F. - Se dice que la poesía es el hombre ¿Se es
poeta siempre, en todos los momentos de la vida? ¿O estamos equivocados?
F.M. - Por suerte, absolutamente equivocados.
Somos humanos siempre, es verdad. Es nuestra condición irrebatible. Pienso en
una película como La caída, en que se enseña un perfil humano de
Hitler, con sus variaciones de humor. La encuentro perfecta. Hitler es parte de
la humanidad, es parte de nosotros. Si uno es poeta siempre, también Hitler lo
fue. El hombre es un poco de todo. ¿Qué parte de sí quiere convertir en
absoluta poesía?
F.F. - Todo, pero se lee muy poca poesía…
F.M. - No es verdad. Hay poesía por todas
partes, mala poesía, buena poesía, demasiada poesía, hay de todo. Hay que
cerrar las puertas de ciertos mitos interfectos. Ya se fueron. Es posible que
países como Brasil y Venezuela enfrenten sus dificultades en relación a una
política educacional. Es otro aspecto, que me parece incluso más vital. Creo
que nuestras sociedades viven un momento en que los poetas deben considerar
distintas maneras de aporte y aposta.
F.F. - ¿Cómo vive o convive el poeta en su mundo
mágico, de imágenes, entre su realidad y la fantasía, entre su realidad y la
ficción?
F.M. - No hay vida que no sea al mismo tiempo
real e irreal. Basta de buscar en el poeta las consideraciones modales para una
vida posible. Hay que matar el mito de las figuras ejemplares. Los poetas
también son mediocres, triviales, imperfectos. La realidad es siempre la misma:
embustera, falsaria, sofista.
F.F. - ¿La poesía sucede? ¿La poesía es
experiencia? ¿La poesía es?
F.M. - Si uno piensa en la poesía como una
religión, como un suculento salto más allá de todo, como una droga, ah… La
poesía no es nada. La poesía es un arma mortal en las manos de los malos
poetas. ¿Por qué todo esto? Todos piensan en la poesía como una salvación.
Tontos.
F.F. - En la poesía contemporánea está muy
presente una atmósfera de tristeza, nostalgia y desolación. ¿Por qué y por
quién sufre la poesía? ¿Qué es lo que aflige a la poesía? ¿Qué es lo que
entristece tanto a los poetas?
F.M. - Es una lectura deficiente de la poesía
actual. Hay un estado permanente de abrupto o de desfallecimiento en toda
poesía. ¿Feliz? Todo en nuestra vida se ha convertido en puntos de mercado. Ya
no hay una vida espontánea. Toda la vida bajo la expansión de las maneras. Es
nuestra vida. Bajo la expansión de todo que no se mueve. Es nuestra vida.
F.F. - ¿Qué obsesiones o gustos personales
persigue en sus poemas?
F.M. - El infierno en que nuestra vida se
desfigura. Creo que toda mi poética tiene que ver con la desfiguración. De qué
manera dejamos de ser.
F.F. - ¿La muerte constituye un motivo poético en
su poesía?
F.M. - Hay siempre dos perspectivas envolviendo un tema de esa naturaleza: la
aprehensión del concepto en sí y la experiencia particular. La muerte me toca
más por este segundo plano, considerando que conviví con la pérdida de toda mi
familia. Hubo allí un insight que hace aparecer lecturas de infancia, que despertó motivos, conexiones, etc.
Naturalmente este ambiente se amplia, define toda una perspectiva estética, y
hoy la muerte funciona como un motivo bien acentuado,
considerando la perspectiva criminal que lastimosamente define a la sociedad
humana.
F.F. - ¿Cuál cree usted ha sido el aporte
fundamental de Floriano Martins a la poesía de nuestro continente?
F.M. - Me parece una cosa entre el buen
humor y la obstinación, que serían mis trazos absolutamente incorruptibles. Del
resto, hasta el Diablo duda.
Franklin Fernández (Venezuela, 1973). Artista plástico y poeta. Licenciado
en artes plásticas mención pintura. Egresado del Instituto Universitario de
Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón, de Caracas (2003).
Participó en los talleres de poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos (Caracas, 1999). Ha publicado Breves (2000), y Simples (2005). Agulha Revista de Cultura # 48, Novembro de 2005.
*****
Organização
a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado: Alberto
da Veiga Guignard
Imagens ©
Acervo Resto do Mundo
Esta
edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO
3 O RIO DA MEMÓRIA
A Agulha
Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial
de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de
Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas
de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a
coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
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