Hay que aprender a
tachar y corregir, a tirar al bote de basura lo que no sirve. Hay que
desarrollar una conciencia crítica para poder crecer como poeta y lector
deltrabajo que uno mismo hace.
Tuve la fortuna de
toparme con el poeta David Cortés Cabán hace muchos años en Nueva York. Para
entonces yo era un joven profesor de literatura en el Hostos Community College
de la City University of New York, y David era uno de los alumnos que le daban
gloria al colegio por
su motivación intelectual y sus afanes literarios. Recuerdo que, equivocándose
de médico pero con absoluta fe en la medicina, en una ocasión David me hizo
entrega de un voluminoso manuscrito conteniendo sus poemas. Una semana después
nos reunimos a conversar sobre su obra. David no podía contener el deseo de
conocer mi parecer sobre sus poemas. Creo que lo decepcioné. Sus poemas,
nacidos de una desbordada sensibilidad muy suya, eran sin embargo un remedo del
romanticismo desgastado, matizado por cierto brillo modernista. No le oculté mi
opinión, pero tampoco insistí en ella. David se puso triste. Aproveché su
silencio para escribir en una hoja amarilla algunos nombres de poetas
vanguardistas y contemporáneos y se la extendí. Al par de días me lo encuentro
en el pasillo camino del aula. “Ya he empezado a leer la obra de uno
de los poetas que usted me dio. Esto es otro mundo.” Mi alegría ante su
reacción tan constructiva no culminó aquí. Un mes más tarde, David me trae un
nuevo manojo de poemas.
Era otro mundo.
Estamos con el poeta en
un apartamento del Viejo San Juan, propiedad de éste. El poeta acaba
de regresar de un viaje a Colombia la noche anterior y
parece que no ha dormido ni descansado lo suficiente. Aun así, accede con suma
amabilidad a conversarnos alegrías y azares.
JMR | David, sabemos que acabas de regresar del Festival de Poesía de Cali,
Colombia. ¿Podrías explicarnos un poco tus impresiones de este viaje?
DCC | En el
corto tiempo que pasé en Cali, la ciudad dejó en mí una impresión de ternura y
admiración. Cali es una ciudad hermosa por el contraste de sus edificaciones y
la calidad humana de su gente. Hay que admirar en la hechura de sus edificios
el contraste entre lo moderno y lo colonial. El Museo de Arte Moderno «La
Tertulia» es una admirable construcción; como también lo es el Teatro Municipal
y la hermosa Catedral de Santiago de Cali, representativa
del estilo barroco, sin dejar fuera tampoco la iglesia San Francisco
de Asís con su hermosa torre mudéjar que parecería estar resguardando la ciudad
en amorosa complacencia. Por otro lado, la Avenida Colombia o Bulevar del
Río Cali, le da un aire clásico y solemne a la ciudad. El Río Cali pasa casi
como un susurro imperceptible. La ciudad tiene un clima cálido y agradable que
parece invitar al extranjero a pasearse cómodamente por sus plazas y avenidas
llenas de gentes respetuosas y amigables.
JMR | Tu participación ¿se limitó a compartir tu poesía en público? ¿No hubo
algún conversatorio entre poetas?
DCC | Tuve
ocasión de participar en dos lecturas. La primera en una biblioteca pública
comunitaria donde se reunió un atento grupo de personas, entre ellas, algunos
niños de la comunidad. Participé junto a la poeta Elvira Alejandra Quintero y
la joven ganadora del Segundo Premio de Poesía que ofrece el Festival para
promover el amor a la literatura. Leímos algunos textos y motivamos a las
personas a participar y a expresar sus inquietudes y sentimientos sobre la poe-sía
y el oficio del escritor.Todo se dio dentro de un ambiente de interés y de
suma cordialidad. Mi segunda participación se realizó en el Teatrino de la
Tertulia (una especie de anfiteatro al aire libre) junto a los poetas Luis
Armenta Malpica (de México), y los poetas colombianos
Nelson Romero Guzmán, Jotamario Arbeláez, Elvira A. Quintero, Águeda
Pizarro y Rómulo Bustos. Todos con sus estilos singulares en el sentido de sus
temáticas y el lenguaje de sus textos. Me impresionó que aún con la lluvia ligera
que comenzó a bautizar el final del acto, el público (cerca de 300 personas) se
mantuvo atento y respetuoso hasta el final; creo, sobrecogido por la
magia de la poesía.
JMR | ¿Cómo compararías el fervor por la poesía que notaste en Colombia, y que
has vivido en otras ocasiones en Venezuela, con lo que has visto en NYC o
en Puerto Rico?
DCC | El
fervor por la poesía en Cali es notable y contagioso. Cali es una ciudad que se
interesa por la poesía y por sus poetas. De hecho hay una plaza dedicada a
escritores caleños. Allí, a manera de homenaje amoroso, hay una estatua en
bronce dedicada a Jorge Isaacs. Pero te digo que hay un interés sincero y
admirable en todo lo que allí se hace. Y se logran cosas importantes
porque todas las instituciones promueven y ayudan a que estos festivales se
lleven a cabo. Te nombro, por ejemplo, el Ministerio de Cultura, la Alcaldía de
Cali, la red de bibliotecas públicas, la Organización de Jóvenes Cristianos, y
el apoyo de otras entidades privadas que ahora no recuerdo. Me sentí sumamente
agradecido de compartir con poetas nacionales y extranjeros que poseen ya una
obra y un nombre reconocidos, algunos más y otros menos, en sus países y fuera
de sus fronteras. Fue de particular emoción volver a compartir con el poeta
Horacio Benavides a quien conocí en Caracas en la Feria Internacional del Libro
de Venezuela, 2012 (FILVEN) y quien amablemente me invitó a su casa y a caminar
y conocer algunos lugares de la ciudad. Caminar que reanudé más tarde con el
poeta mexicano Luis Armenta Malpica y la poeta colombiana Elvira Alejandra
Quintero que también nos dio un recorrido por la ciudad. Creo que todas estas
nuevas voces son sumamente importantes para tener una idea más real y profunda
de la nueva poesía hispanoamericana.
JMR | ¿Cuántos años llevas ya en este oficio de poeta?
DCC | En el
solitario oficio de la poesía llevo desde que estaba en la escuela secundaria
de Arecibo, la «Escuela Antonio Lucchetti». Pero fue en la «Escuela Intermedia José
W. Padilla» que despertó en mí el interés y la pasión por la poesía. En aquella
época no tenía predilección ni conocimiento de autores ni de estilos. Esto
tampoco creo que hacía falta. Leía todo lo que caía en mis manos. Lo importante
a esa edad, creo, es sentir lo que dice la poesía, dejarse llevar por la carga
emocional que ésta encierra. En aquel entonces una de mis maestras nos hizo
probar algo de Gustavo A. Bécquer, Juan Ramón Jiménez y Rabindranath Tagore.
Sentí algo que no podía explicar pero que me conmovía profundamente.
JMR | ¿A qué edad aproximadamente hiciste los primeros pinitos de poeta?
DCC | Creo
que tendría unos 15 años cuando comencé a escribir mis primeros versos. En la
escuela secundaria ya escribía algunos poemas de tono modernista; pero no fui ningún
niño prodigio sino que fui creciendo… En realidad lo que escribía en aquellos
años de mi primera juventud eran textos impregnados de tonalidades modernistas.
Nada recuerdo de aquello que valga la pena. Sí, creo que le mostré algunos
poemas a la bibliotecaria de la escuela, una señorita de 60 años que quedó
encantada. Pienso que estaba tan ciega como yo, pero me animó a que siguiera
escribiendo y esas palabras tuvieron mucho peso en mi inconsciente. También
hubo una maestra de español que mirándome de soslayo me dijo que yo tenía
cierto parecido con José de Diego. (¡!) Creo que lo dijo por hacerme sentir
bien y no por mofarse. Luego, después de mirar las fotos de De Diego y de leer
sus textos he comprobado que él era mejor parecido y mejor poeta que yo.
JMR | ¿Cuáles fueron tus primeros referentes literarios? ¿Qué poetas leías y
admirabas de pequeño que posiblemente te ayudaron a ir forjando a tropezones tu
voz poética de infancia?
DCC | Mis
primeros referentes fueron todo lo que leía con un afecto desmedido. Todo lo
que estaba escrito en verso. Y de los poetas románticos más conocidos, Bécquer;
y de los otros, Juan R. Jiménez, al que he seguido leyendo. Pero también el
Neruda de Veinte poemas de amor y una canción… Los poetas
puertorriqueños Luis Lloréns Torres, Julia de Burgos, Luis Palés Matos también
dejaron una huella. Leía los libros que podía conseguir en la biblioteca
pública de mi barrio, hoy desaparecida para siempre. Muchos de estos poetas,
incluyendo al máximo representante del Modernismo, Rubén Darío, me ayudaron a
entrar al mundo de la poesía.
JMR | ¿Hay un hilo conductor en tu evolución, o en algún momento se produjo una
crisis, sí, una ruptura con lo que hasta entonces habías considerado «poesía»?
DCC | El
hilo conductor a que te refieres me lo dieron las lecturas mismas que me
ayudaron a sentir la poesía de una forma especial. A través del tiempo fui
aprendiendo y desaprendiendo en los cursos de literatura que tomé en los
colegios y universidades a los que asistí. La ruptura… Es que uno evoluciona y
comienza a romper con aquellos hábitos que creía que tenían mucho valor.
Algunos escritores que comienzan a escribir sus primeros versos se
aferran a estos hábitos y esto les impide avanzar y/o evolucionar en su visión
poética. La poesía debe ir en pareja andadura con los tiempos. Esto lo saben
muy bien los cantantes y compositores, por ejemplo los que están en esos ritmos
de reguetón y de rap o reggae.
Ellos saben bien qué es estar a la moda aunque esto, como sabemos, es cuestión
de evolución social, estilos y gustos. Yo, por mi parte, considero que la moda
no es la mejor vía para escribir una poesía que esté a la altura de los
tiempos.
JMR | ¿A qué edad sientes que se produce un cambio radical en tu poesía y dónde
(en Puerto Rico, o ya en los EEUU)?
DCC | En
verdad el cambio no fue radical sino gradual. Se fue dando a través de mis
experiencias de lector y de mis estudios universitarios. Ingresé al colegio
universitario tarde, a los 23 años, en Nueva York. Los cursos de Literatura
Hispanoamericana que un profesor de cuyo nombre ya no puedo acordarme
(¡jajajá!) impartía en Hostos Community College (CUNY) y los de poesía
ofrecidos por la poeta Diana Ramírez de Arellano en el City College o el
crítico y profesor José Olivio Jiménez en Hunter College, me ayudaron a conocer
el rumbo de la poesía y de la literatura contemporáneas. Pienso que tuve mucha
suerte. Tener excelentes profesores que en la disciplina de la literatura daban
mucho más de lo que se podía esperar, ya no se destila. El sentido humanista
que investía a aquéllos los convertía en guías y mentores del estudiantado.
Eran profesores de una profunda solidaridad humana, y esto es poco común
en algunos centros universitarios de hoy.
JMR | ¿Crees que hubieras sido el mismo poeta que eres de haberte quedado
viviendo en Puerto Rico?
DCC | Pienso
que si me hubiera quedado viviendo en Arecibo, posiblemente mi destino hubiera
sido otro; como es natural, por las condiciones y las situaciones que allí se
dan. Creo que por la realidad misma de la emigración, mi vida tomó otro giro,
por mis circunstancias personales y por mi relación con los libros y la
escritura. La experiencia de la emigración siempre es dolorosa para cualquier
persona, no importa su lugar de origen e independientemente de las
circunstancias. Esta experiencia no sólo transformó mi vida sino también la de
miles de puertorriqueños de mi generación que se vieron (que se ven) obligados
a emigrar. En el momento que salí de la Isla no imaginaba cómo iba a ser mi
futuro, nadie sabe esas cosas. Toda vida es un proyecto que se va realizando de
forma impredecible y grano a grano. Vivir es un proyecto que está condicionado
por muchas situaciones, experiencias y circunstancias. Las experiencias son las
que transforman la existencia de todo ser humano. Todos vamos adquiriendo otra
percepción de la realidad a través de los años. En mi caso siempre persistió el
entusiasmo por la lectura y la poe-sía. Y una voluntad de trabajo que me ha
ayudado a seguir adelante. Mi vida se ha transformado, como ocurre con la de
todo el mundo. Ahora, desde la distancia de la adultez, puedo contemplar el
camino recorrido y sé que aún hay más camino por recorrer. Creo que mi vida
hubiera sido completamente diferente si me hubiera quedado viviendo en Arecibo.
A lo mejor hubiera sido carpintero como mi padre, o quincallero, o vendedor de
periódicos en una esquina.
JMR | ¿Conservas algunas reliquias (poemas) de tu prehistoria como poeta?
DCC | Por mi
salud mental, no conservo nada de aquellos tiempos. En este sentido entiendo
muy bien lo que han hecho muchos escritores y lo que hizo Bécquer mismo cuando
llegó a Madrid con los poemas que llevaba en un arca, los escritos en Sevilla:
se deshizo de ellos. No daban la medida de sus nuevas expectativas.
JMR | Ya en tu etapa adulta como poeta, ¿qué voces cardinales puedes reconocer
que ayudaron a forjar la tuya o a trazarte una ruta?
DCC | La
poesía o cualquier género u oficios que uno siga es un trazarse caminos. Yo he
tratado de trazarme mi propia ruta con la ayuda de los poetas que he leído y
con la de los poetas amigos que han leído mis versos. Todos, de una forma u
otra, me han influido para bien. En este sentido no puedo hablar de una sola
voz, sino de muchas. Esto es así desde que tuve la idea de que la poesía
requiere de tiempo y trabajo. Tiempo, para asegurarse de que lo que uno escribe
se sostenga por su propia calidad; y trabajo, para corregir y pulir las
asperezas del oficio. Hay que aprender a tachar y corregir, a tirar al bote de
basura lo que no sirve. Hay que desarrollar una conciencia crítica para poder
crecer como poeta y lector del trabajo que uno mismo hace.
JMR | ¿Cómo definirías tu poética? ¿Cuáles son los lineamientos generales de tu
hacer poético?
DCC | Para
ser honesto, nunca he tratado de cuestionarme los lineamientos que sigue mi
poesía. Creo, sin embargo, que la pregunta es interesante porque pone a uno
frente a su yo lírico y a lo que uno ha logrado, si ha logrado algo, a través
del tiempo. Mi poesía se ha ido construyendo sobre mis experiencias y
recuerdos. No busca exaltar ninguna situación en específico. Habla de las cosas
que nos acontecen a todos en un lenguaje claro y directo. El sentido de las
imágenes me es grato porque le dan un matiz sorprendente y novedoso al
lenguaje. Pero los temas que trato son los mismos temas de siempre, los que
aparecen en la literatura a través de todos los tiempos: la soledad y el
silencio, la muerte y la vida, el amor y la amistad, el paisaje de la patria,
la memoria y el olvido, en fin: la búsqueda de uno mismo en un lenguaje que
refleja un imaginario variado y múltiple.
JMR | Fue Rubén Darío el “aprontao” que se atrevió a
decir: ‘¿Quién que es, no es romántico?’ ¿Cómo te defines en relación a esa
aseveración del genio nicaragüense?
DCC | La
influencia de Don Félix Rubén García Sarmiento ha sido profunda y permanente.
¿En quién no ha dejado una influencia Rubén Darío? Somos románticos de
algún modo. Solamente hay que escuchar los boleros para darse cuenta del
romanticismo que impregna las melodías populares. ¿Hay algo más romántico que
estas composiciones? Rubén Darío dijo una gran verdad: ¡todos somos o hemos
sido románticos! Creo que en mi poesía existen estos elementos que matizados
con otros rasgos y expresiones sentimentales provocan este sentimiento. Pero
creo que el romanticismo siempre ha existido en todas las relaciones y
manifestaciones humanas. Y en la historia de la literatura el romanticismo fue
un estilo, una tendencia, una explosión de ideales y una rebelión del yo contra
las posturas más académicas del neoclasicismo. En mi poesía la tendencia
romántica existe con diferentes tonalidades y matices. Si fijas la mirada en
el Cancionero, o en los textos de Quevedo o de Lope de Vega, o en
nuestros días, verás anticipos (o residuos) de poesía romántica, aunque en
algunos poetas este romanticismo se refleje más descarnadamente que en otros.
JMR | ¿Cuántos poemarios tienes a tu haber?
DCC | He
publicado seis libros en total, entre ellos una selección antológica de mis
poemas. Mi primer poemario salió publicado por el Instituto de Cultura
Puertorriqueña en 1981; se llama Poemas y otros silencios.
Los otros, en orden de publicación, son: Al final de las palabras (1985), Una
hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual
de pájaros: antología personal (2004), y el más
reciente, Islas (2011).
JMR | ¿Siguen todos tus poemarios una línea identitaria homogénea o para ti
cada libro inicia una nueva poética?
DCC | Como
sabes, dentro de un libro siempre existen nuevas temáticas y matices. Yo pienso
que cuando uno elabora un texto éste debe ir trascendiendo lo ya hecho aunque
los temas al parecer sean los mismos; o puede que sean las mismas temáticas
tratadas desde distintos ángulos. Pienso que un escritor siempre debe trazarse
nuevos caminos, debe evitar la autocomplacencia y buscar tonos que proyecten el
sentido de evolución que debe mostrar la obra.
JMR | Insisto en la pregunta anterior de otro modo: ¿encuentras que tu libro
más reciente ya estaba de algún modo insinuado en tu primer poemario?
DCC | Puede
que sí, pero no te lo puedo asegurar ciertamente. Lo que sí puedo decirte con
seguridad es que cada libro de poemas marca sus propios tonos y
características. Es decir, va proyectando su modo de acercarse a las cosas. La
voz del autor puede variar de acuerdo a la nueva perspectiva. Pienso que cada
libro encierra una imagen distinta condicionada por las experiencias que van
entrando en la vida de un escritor. Todo esto hay que acomodarlo de acuerdo a
la época y el tiempo en que el poeta escribe.
JMR | ¿De qué variaciones estilísticas o temáticas eres consciente que van
tomando lugar en tu poesía a medida que avanzas?
DCC | Posiblemente
de la depuración misma del lenguaje, del modo de vivir la experiencia poética,
de la forma de sentir la cotidianidad y de acercarme a mi realidad. Pero las
variaciones y temas de mis poemas no nacen “a priori”, como parte de una agenda
predeterminada. Creo que en la medida que uno avanza en la escritura van
apareciendo nuevos motivos y asuntos que añaden otras dimensiones a la obra.
JMR | Tu disciplina de trabajo, ¿se rige por un plan concertado, o se acomoda
de manera informal a las cotidianidades del día y sus demandas?
DCC | Escribo
cuando puedo y cuando siento la necesidad de escribir. En realidad no tengo un
horario fijo o especifico, aunque sabemos que hay muchos escritores que se
ajustan a un horario riguroso de trabajo.
JMR | Se dice que “Muerte sin fin”, esa obra capital, le tomó once años al
poeta mexicano José Gorostiza. Esto contradice de forma dramática la creencia
popular de que las obras de arte caen como maná milagroso. ¿Recuerdas casos en
que algún poema te haya hecho esperar por el verso de cierre (pongamos por caso)
por semanas o meses?
DCC | Un
poema puede tomarse el tiempo que el poema mismo exija. Hay que tener voluntad
y paciencia para corregir y pulir lo que uno escribe. Hay que estar consciente
de que no todo lo que uno escribe es publicable. Hay momentos en que un poema
puede ser espontáneo, pero luego viene la revisión y el trabajo de pulir. El
lector ve el producto terminado, pero no conoce el tiempo ni el trabajo que
costó producir un poema o un cuento, una reseña, o cualquier otro tipo de
escritura. El sentido de espontaneidad (a secas) no forma parte de mi proceso
creativo. En este sentido te puedo hablar de mi libro inédito,Presencia de
lo efímero. Es un poema largo de temática amorosa cuyas estrofas breves me
han tomado bastante tiempo. Y el libro en su totalidad me ha llevado un par de
años. Cuando uno quiere que las cosas salgan bien, lo mejor es esperar y releer
muchas veces lo que uno escribe y, si es posible, compartir esa escritura con
algún amigo que entienda de poesía. Yo no creo en el sentido milagroso de la
espontaneidad. Lo que sí puede ser espontáneo es un verso, el embrión de un
verso o la estrofa de un poema que luego el poeta irá trabajando y puliendo
hasta que adquiera el sentido y la forma deseada. Pero la espontaneidad puede
ser un engaño en el proceso creativo. Hay que cuidarse de la espontaneidad. La
escritura, no importa el género que sea, necesita voluntad de trabajo y
dedicación. Hay que trabajar la obra y restarle importancia al tiempo, si en
verdad uno quiere que lo que se escribe tenga valor ético y literario.
JMR | D’ Alembert, un ser humano que al nacer fue dejado en una canastilla
frente a una iglesia de París, y vivió para ser un prodigio matemático y un
sabio co-fundador de la Enciclopedia, dijo en una ocasión: La
ley rigurosa, pero injusta, que nuestro siglo impone a los poetas, hela aquí:
solo considera ya en verso lo que encontraría excelente en prosa. En
su siglo, que fue de grandes contiendas verbales, D’ Alembert veía un prejuicio
a favor de la prosa. ¿Sientes como el francés, o ves el asunto del verso y de
la prosa sin jerarquías?
DCC | Pienso
que es cuestión de gustos y afinidades estéticas. Yo prefiero el verso libre
pues me da libertad de decir lo que deseo sin ajustarme a una métrica o un
ritmo especifico. No me gusta establecer jerarquías entre poesía y prosa. Ambas
formas son esenciales y resulta arbitrario separarlas.
JMR | ¿Te has visto tentado alguna vez a cambiar de género, digamos a dejar la
poesía por la novela?
DCC | No. En
verdad nunca me he visto tentado por otros géneros literarios. Me quedo en lo
que hasta ahora estoy aprendiendo a hacer. Nunca me ha interesado incursionar
en la novela. Toda-vía necesito aprender más de la poesía ¿cómo voy a dejar el
camino andado por el camino que apenas conozco? Hay quienes han sido magníficos
escritores en varios géneros. La historia de la literatura está llena de estos
casos. Yo, en cambio, prefiero quedarme con la poesía.
JMR | ¿Cuál es tu relación con la actual literatura puertorriqueña?
DCC | Reconozco
que he sido un mal lector de literatura puertorriqueña, especialmente de la
poesía. No conozco, como quisiera conocer, a los poetas de la nueva generación
pero, como sabes, este desconocimiento se debe en parte a factores de los
cuales todos estamos conscientes.
Siempre he sentido amor y admiración por la
literatura puertorriqueña. Aunque vivo en Nueva York, creo formar parte de la
literatura puertorriqueña. Pero no sé si la crítica isleña lo entiende de este
modo.
JMR | ¿Sostienes vínculos cotidianos (telefónicos, Internet) con escritores de
la Isla, o tus relaciones son más con sus creaciones que con los creadores de
nuestra literatura?
DCC | Puedo
nombrar algunos escritores que tienen ya una obra importante pero mi contacto
con ellos es a través de la lectura de sus libros y de las reseñas que de vez
en vez leo en la Internet. Tengo que conocer sus obras, especialmente la de los
nuevos poetas pues presiento que están aportando otras propuestas y temas que
nos conciernen a todos.
JMR | ¿Existe un bloqueo real entre los poetas de la Isla y los de la Diáspora,
o esto es solo un rumor malintencionado o una impresión superficial que se
esfuma tan pronto uno cae en San Juan o los escritores de acá caen en NYC?
DCC | El
bloqueo a que te refieres es real. Yo, aunque regreso a Puerto Rico todos los
veranos, puedo decirte que a veces somos tan invisibles en la Isla como
lo somos en Estados Unidos. Pero esta realidad no debe desanimar al escritor
que vive concentrado en su trabajo y no va tras el reconocimiento pasajero. Hay
que reconocer, además, que muchos de los poetas que viven en la Isla suelen a
veces ser tan invisibles en otros países (a excepción de unos pocos nombres muy
bien establecidos) como lo es cualquier hijo de vecino. Esto no me lo invento
yo, lo puede comprobar cualquiera que se asome a las librerías Barnes &
Noble de Nueva York buscando un libro de algún autor o crítico puertorriqueño.
JMR | ¿Has sido alguna vez invitado a participar de alguna actividad literaria
de ‘verga dura’ en la Isla?
DCC | Solo
he recibido invitaciones de la Junta Directora del Festival Internacional de
Poesía de Puerto Rico (FIPPR), al que hubiera tenido que asistir por cuenta de
mi propio bolsillo.
JMR | ¿Cuáles dirías que son
las razones principales para que este bloqueo, rechazo, desconocimiento o
“extrañamiento” mutuo se siga dando entre los escritores de la «band’ allá» y
los de acá?
DCC | Creo
que se debe, sobre todo, al desconocimiento o falta de interés para conocernos
mejor. Los egos y actitudes influyen mucho en la percepción de nuestra
realidad. También nos faltan estructuras y súper lectores poco prejuiciados.
Hoy echamos de menos la presencia de gente como la estupenda crítica Josefina
Rivera de Álvarez, quien no escatimó esfuerzos en presentarnos como una
“generación en perspectiva” en aquel excelente libro, Literatura
puertorriqueña: su proceso en el tiempo.
JMR | Islas… Viví cerca de 30 años en NYC y pude comprobar que nuestra
fragmentación allá, aunque muy distinta a la de acá, también es perniciosa. Por
ejemplo, el brazo de mar que separa a los escritores puertorriqueños que
escriben en español y los que escriben en inglés es casi tan insalvable como el
que nos balcaniza acá. ¿Qué opinas? ¿Crees que hay modos de remediar
ambos abismos? ¿Cuáles?
DCC | Imagino
que si hubiera un interés genuino de ambos lados, las cosas serían diferentes.
Pero me duele pensar que no es así. El desconocimiento mutuo es real pero esto
podría cambiar. Hay que crear nuevos puentes para compartir nuestras realidades
e inquietudes, crear una realidad más solidaria frente a los nuevos retos que
vivimos.
JMR | En toda época (y ésta no es excepción) ha habido un vacío “generacional”
entre los escritores. ¿Cuál es tu relación con los poetas puertorriqueños más
jóvenes?
DCC | Te soy
honesto. No tengo relación con los poetas jóvenes de la Isla. Me es desconocida
la producción poética de muchos de ellos. Y lo mismo creo que ocurre con ellos
respecto a mi trabajo y a otros poetas que residimos en Nueva York. Pienso que
el joven poeta Ángel Antonio Ruiz está haciendo un gran trabajo en su Editorial Erizo. Ha venido proyectando
las nuevas voces que van formando el mapa de nuestra poesía actual. He leído
algunos textos de Ángel Antonio Ruiz en la Internet y siento que es un poeta
consciente de su trabajo y de los textos que publica en su editorial. Y, aunque
no lo conozco personalmente, me llena de alegría el trabajo que está
realizando. Ojalá que haya muchos jóvenes con la voluntad y ética de trabajo
que Ruiz tiene.
JMR | La pintura que los poetas varones hacen de la mujer resulta bastante
problemática, especialmente para las nuevas lectoras. ¿Te enfrentas de manera
consciente a esta problemática en tu poesía, o tratas de ser lo más espontáneo
posible sin preocuparte por el cuadro que dibuje tu estética?
DCC | No te
puedo contestar esta pregunta de un modo honesto.
JMR | ¿Crees que los poetas (de ambos sexos) están abordando como es debido
ciertas temáticas cruciales a que nos expone el siglo XXI?
DCC | Pienso
que en la década del 70 surgieron nuevas tendencias, particularmente por las
escritoras que exploraron en sus obras temáticas feministas y dieron un sentido
de libertad en un lenguaje que retaba abiertamente las posturas y
convencionalismos sociales de la época. Creo que esta visión se ha dado más en
la novela y el cuento. Luego ha repercutido en la poesía con temas que exploran
el cuerpo y el placer, el amor y la complejidad social frente a la sexualidad y
otros temas que anteriormente parecían fuera de lugar. Pero el siglo XXI parece
que será tan conflictivo como el siglo anterior. El modo en que las literaturas
de este siglo reflejen las dolorosas y escabrosas situaciones que sufre la
humanidad depende de la visión y la postura que los escritores asuman en sus
obras. No creo, sin embargo, que hay que exigirle a un escritor que asuma esta
o aquella posición. Creo que lo único que podemos exigirle a un escritor, desde
el punto de vista literario, es que escriba bien. Y desde el punto de vista
moral y ético, que no se venda a las ideologías y los intereses del mundo
capitalista. Por eso, creo que los temas que un escritor aborde en su obra
tienen que ser afines con su realidad. No podemos obligar a nadie a escribir lo
que a uno le interesaría leer; aunque soy de la opinión de que el escritor debe
manifestar un compromiso por lo que ocurre a su alrededor. No se puede adoptar
una actitud de silencio ni de indiferencia ante las injusticias sociales.
JMR | Julian Assange, Bradley Manning, Edward Snowden… ¿Nos estamos
aproximando a tientas y a ciegas a la concepción de un nuevo universo que aún
no define sus perfiles? ¿Estamos en los albores de una nueva era?
DCC | Sí.
Estamos ante los albores de una nueva era que está tratando de buscar una
salida a los grandes males que afectan la humanidad: los poderes hegemónicos
que tratan de controlar el mundo, el capitalismo, las oligarquías
recalcitrantes y monarquías anacrónicas, el latifundio que todavía existe en muchos
países de Latinoamérica, la brecha cada día más profunda entre ricos y pobres,
la miseria en que vive la gran mayoría de los seres humanos, las riquezas
desmedidas en mano de unos pocos, y la carencia de servicios por millones de
seres que mueren cada día en el mundo… Todo esto es producto en cierta medida
de la avaricia rampante que promueve el sistema capitalista.
JMR | ¿Cuántos años llevas viviendo en EEUU?
DCC | Llevo
tantos años fuera de mi país (casi 38) que ya casi he perdido la cuenta. Llegué
a Nueva York pensando (como muchos emigrantes) que iba a estar uno o dos años
para luego regresar y establecerme definitivamente en la Isla, pero el destino
cambió mis planes. Ya puedo cantar y hacer mía aquella canción que llevamos tan
hondamente en el corazón todos los puertorriqueños: “En mi Viejo San Juan /
cuántos años….” (Yo, por mi parte, tendría que cambiar un poco la letra: “En
mi Viejo Arecibo / cuántos sueños forjé / en mis años de infancia…”)
JMR | Como ya has insinuado en esta entrevista, algo valioso debes haber
recibido de la pena del exilio. ¿Están ya esta nación y la ciudad de NY
incorporadas a tu poesía?
DCC | El
exilio es como un trago amargo, pero también es un trago aleccionador. Te
permite ver la realidad desde distintos ángulos, y te permite también
reencontrarte y estar más consciente de tu identidad. Como toda vida es un
aprendizaje, uno aprende muchas cosas en el transcurso de ese viaje (para usar
aquí esta metáfora que tan bien se ajusta a tu pregunta), que se termina
físicamente con la muerte. El exilio te permite una visión más profunda sobre
quién eres y cuál es tu realidad social respecto a los otros grupos étnicos
(latinos o no) que han emigrado, te permite también reflexionar y poner en una
balanza tus diferencias, actitudes y referencias culturales ante la
idiosincrasia y el estilo de vida estadounidense. Allá nos percatamos de que
estamos más cerca, y somos más afines al Caribe, a Latinoamérica y a España que
a los Estados Unidos. Esto lo sabe mucha gente, pero más de cien años de
colonialismo sajón crea una confusión tremenda. Y no digo esto por
resentimiento o animadversión hacia el pueblo norteamericano, sino
porque es una realidad tan clara como el agua, pues somos un pueblo con una
cultura y una visión de la vida totalmente diferentes a la estadounidense.
Las influencias del ambiente sobre una persona
determinan a veces el rumbo y la posición que ésta tomará. En mi caso no puedo
decir que todas han sido negativas pues en Nueva York hice mis estudios
universitarios, allí conocí a la que hoy es mi esposa, allí nació mi único
hijo, allí conocí también a excelentes profesores y poetas con los cuales
mantengo una bonita y duradera amistad. Pienso que toda ciudad a la que uno
llega como emigrante se convierte en un laboratorio de expectativas y luchas,
de anhelos y ansiedades. A veces cosas negativas suelen destruir la fortaleza
humana y uno tiene que sobreponerse y luchar contra la soledad y el
olvido, contra la discriminación y el prejuicio, contra todos los obstáculos
que se interponen para hacernos difícil la vida.
JMR | ¿Has logrado establecer vínculos con poetas estadounidenses?
DCC | La
única poeta «americana» que conozco es la excelente Elizabeth Macklin. Esto es
así porque no está en el interés de los escritores estadounidenses conocer y
tener vínculos con escritores puertorriqueños, aunque puede haber siempre la
excepción.
JMR | ¿Vives relativamente aislado o tienes algún grupo con el que compartes
tus trabajos con cierta regularidad?
DCC | Comparto
en Nueva York o cuando vengo a Puerto Rico con pocos amigos. En realidad vivo
un poco aislado como suele vivirse en Nueva York. Pero comparto mis reseñas con
amigos como el crítico y traductor Orlando José Hernández que siempre me ha
ayudado con sugerencias y señalamientos oportunos. También conozco un buen
grupo de excelentes poetas dominicanos, ecuatorianos, peruanos y mexicanos,
pero no solemos reunirnos para leer nuestros trabajos, a menos que nos
encontremos compartiendo en una misma lectura programada por alguna
institución.
JMR | Se sabe de un fenómeno cultural que siembra luto. La pérdida de las
librerías hispanas de NYC es el equivalente, en la ficción, a la huida del
Sabio Catalán de Macondo. A partir de ahí, el mundo decadente será tragado por
las hormigas. Ante ese escenario desolador para los amantes del libro, la
presencia literaria de los boricuas y de otros grupos hispano/latinos en NYC,
¿ha encontrado la forma de fortalecerse o ha decaído en los últimos años?
DCC | Pienso
que ha decaído. Librerías como Macondo y Lectorum, ubicadas hasta ayer en la
calle 14, han desaparecido. En Lectorum, como recordarás, se hacían
presentaciones de libros y asistía un gran público interesado en la literatura.
Hoy día no existe nada de esto. Por otro lado, los departamentos de literatura
de CUNY ya rara vez promueven algún acto poético o algún encuentro cultural.
Las cosas van cambiando con el tiempo, pero cambian en este caso para lo peor.
Son tiempos difíciles para la poesía puertorriqueña en Nueva York; me refiero a
la poesía escrita en español. La Ciudad siempre ha sido un espacio cultural
agitado y lleno de sorpresas y novedades, pero en lo que respecta a la
exposición de nuestra poesía me parece muy pobre. No podemos juzgar nuestra
experiencia personal como poetas puertorriqueños con todas las otras
manifestaciones artísticas que ocurren continuamente en Nueva York. Sabemos,
por supuesto, que allí está el Instituto Cervantes y El Centro Rey Juan Carlos
I en New York University, pero estos centros son para un público que, como
suele decir la crítica, puede resultar excluyente.
JMR | Además de poeta, eres reseñista, comentador de textos y crítico. ¿Son
tareas complementarias de tu hacer poético o las ves como oficios marginales al
del poeta?
DCC | De vez
en vez escribo una que otra reseña, pero no soy un reseñista en el amplio
sentido de la palabra. Es decir, no poseo la facilidad de esos críticos que
sacan semanalmente una reseña en los periódicos. Las reseñas son también una
parte de mi oficio y me deleita escribirlas pues aprendo mucho cuando examino
los elementos y los temas que hacen posible y tangible la estructura de un
libro, pero no soy un reseñista de oficio. Las reseñas ayudan a conseguir otra
óptica de los libros que he leído o los que llegan a mis manos a través de
poetas amigos. Las reseñas fijan más detenidamente nuestra mirada sobre la obra
de un autor.
JMR | ¿A cuántos festivales de poesía te han invitado en Venezuela?
DCC | Me han
invitado a dos festivales internacionales en la ciudad de Valencia, también a
la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN) en Caracas, y al Festival
Mundial de Poesía que se celebra allí cada año en el mes de junio. Al primer
festival que asistí fue en la hermosa ciudad andina, Mérida, cuando les
otorgaron el Doctorado Honoris Causa a los poetas Ramón Palomares, Juan Sánchez
Peláez y Rafael Cadena. Fue una experiencia llena de gratos recuerdos y de
nostalgia cuando pensamos que alguno de esos queridos poetas ya no está con
nosotros.
JMR | ¿Crees que el público lector puertorriqueño es conquistable por autores
diaspóricos como tú o esta plaza está perdida para Uds.?
DCC | Pienso
que sí, pero sin el apoyo de los medios de comunicación y la crítica
contemporánea el público lector no podrá enterarse de la literatura que se
escribe en Nueva York u otros estados de la nación americana. Pero no sé si en
Puerto Rico existe un gran público lector de poesía…
JMR | Con su Simone, el puertorriqueño Eduardo Lalo se ha
convertido en el primer antillano de habla hispana en obtener el «Premio Rómulo
Gallegos de Novela», un gran honor que esta patria nuestra merecía desde hace
tiempo. A raíz de esta sorpresiva noticia… Sorpresiva ya que Eduardo Lalo era
hasta ayer un escritor de larga trayectoria pero –por ingratitud del raquítico
establecimiento cultural y otros vicios sociales endémicos que sufrimos– era
también un novelista muy subestimado por unos, y muy desconocido por el
universo de las letras. A raíz de este importante galardón, ¿crees que la
llamada “invisibilidad” de la literatura puertorriqueña a escala internacional
llegue pronto a su fin, como (de seguro) ya ha llegado para Lalo?
DCC | Me
alegra mucho este premio porque es en el fondo un triunfo de todos. ¡Qué bueno
que la obra de uno de los nuestros sea reconocida con un premio tan
prestigioso! Los premios de esta índole quitan el lastre de la invisibilidad.
Son premios importantes no solo porque en ellos se reconoce la calidad literaria
de un escritor sino también porque proyectan su obra a Latinoamérica, España y
al resto del mundo.
JMR | La Feria del Libro de Guadalajara (1998) tuvo, y ahora la Feria del Libro
de Lima (2013) tiene a Puerto Rico como país invitado de honor. ¿Qué aportación
crees que estas experiencias nos otorgarán al fin de salir de nuestro
silenciamiento cultural?
DCC | Tu
pregunta sobre la Feria Internacional del Libro en Lima, Perú (FIL-Perú), me
hace reflexionar sobre el asunto: nuestra presencia como una nación portadora
de una expresión artística es tan importante y esencial como la de cualesquiera
de las que conforman el nuevo panorama literario latinoamericano. Pero me
sorprendió que confundieran nuestro himno con el “Star-Spangled Banner”.
Estas confusiones revelan la visión que se tiene en el mundo moderno de
nuestra realidad política y cultural ya que, como sabes, no existimos como país
soberano. Lo del himno fue un lapsus lleno de una connotación
cultural y política. Pero en fin, ¡qué bueno ese gesto solidario de Eduardo
Lalo sobre el injusto encarcelamiento del patriota Oscar López Rivera! ¡Qué
bueno que llamara la atención en el Perú sobre el cruel encierro al que es
sometido nuestro compatriota por amar una patria libre y soberana!
JMR | Nuestro aislamiento cultural del mundo, ¿se debe a nuestro carácter
insularista, a la calidad extraña de nuestras entregas, a las mega-industrias
editoriales que (en general) nos ignoran, o al sistema colonial que padecemos?
¿Cómo precisarías las responsabilidades que le corresponden a cada uno de esos
factores?
DCC | Son
varios los factores que deben entrar en juego con el fin de crear las
condiciones necesarias para que los artistas puertorriqueños y sus obras
adquieran una presencia más significativa en Latinoamérica y España, o
que sus obras sean traducidas a lenguas extranjeras. Se necesita, primeramente,
crear un Departamento de Cultura que no sea partidista, al que se le asignen
los fondos necesarios para que funcione independientemente de la gobernación de
turno; se necesita crear una sensibilidad hacia las artes, tan ignoradas por el
Departamento de Educación a través de los años; la Prensa y los medios de
difusión del país deben contribuir, dejando de lado la chabacanería y haciendo
un aporte significativo a nuestra calidad de vida. Yo sé que tenemos
editoriales que producen hermosas y excelentes ediciones, pero sus recursos
económicos no les permiten promover sus libros y hacerlos accesibles al lector
español o latinoamericano. Hay que explorar otras vías para impulsar el mercado
del libro puertorriqueño, como lo han venido haciendo España y otros países de
Latinoamérica.
JMR | ¿Está en tus planes volver a residir de forma permanente en la Isla? ¿Te
atemoriza volver, o estás deseoso de vivir ese reto?
DCC | Por
ahora no tengo planes de volver. Es posible que un día regrese definitivamente,
pues sé que tarde o temprano mi cuerpo reposará ya para siempre en esta tierra.
JMR | ¿Qué reajustes o sacrificios implicaría esta mudanza?
DCC | Por
ahora prefiero ni mencionarlos, porque en realidad eso conlleva un reajuste
emocional al que a veces no es fácil adaptarse.
JMR | ¿Estás dispuesto a pagar el precio del regreso a un lugar en el que
tendrías que comenzar (a tan tierna edad, ¡ja!) a darte a conocer como si
fueras un novato, a menos que…?
DCC | No,
este regreso no tiene que ver nada con el reconocimiento o la situación
literaria en la Isla. Eso en realidad es lo de menos. Yo no añoro ni busco
ningún tipo de reconocimiento que no merezca. Y si regreso, seguiría haciendo
lo que siempre he hecho en la soledad y el silencio que requiere la escritura.
JMR | ¿Eres religioso, librepensador, agnóstico o ateo?
DCC | No soy
un fiel cristiano pero tengo fe y me siento un poco cristiano. Creo que Eugenio
Montejo escribió un pensamiento sobre este asunto y cuyas palabras ─que no
recuerdo muy bien ahora─ parecen que dicen lo siguiente: “la poesía nos ayuda a
librarnos de los excesos del ateísmo”. Se me hace difícil pensar en un poeta
ateo ya que la poesía está llena de mundo y de los misterios del mundo mismo en
que vivimos. La poesía también, para mí, es un acto religioso o, es, como he
escuchado en alguna ocasión, lo más que se parece a la religión.
JMR | ¿Qué te parecen estas expresiones de Saint-John Perse? Cuando las
religiones se derrumban la poesía es el refugio de lo divino.
DCC | Creo
que sí. Me parece que la poesía y la religión siempre han ido de la mano. Toda
la poesía mística española se funda, en cierto modo, en este concepto de la
divinidad y el alma. Pero no sé si las religiones se derrumban o lo que se
derrumba es la fe de quienes las profesan.
JMR | ¿Tienes alguna obra ya preñada, en gestación, en estos días?
DCC | Como
te dije, he terminado un libro que permanece inédito. Se encuentra
en espera en la Editorial El Perro
y la Rana, en Venezuela, pero no sé exactamente cuándo saldrá a la luz.
Lleva por título, Presencia de lo efímero. Pienso que da una idea de
todos esos pequeños y grandiosos instantes de que está hecha la vida, es decir,
esas experiencias que entran en nuestro caminar por el mundo; instantes como
relámpagos que marcan para siempre nuestro modo de ser y se extinguen como
esas pavesas de que habla la canción del Trío Los Panchos en
el bolero “No me quieras tanto”.
JMR | ¿Nos regalas unos versos del nuevo poemario?
DCC | Si me
das unos segundos…
Regreso donde mis ojos vieron volar las golondrinas
no las que Bécquer vio sino estas otras
que de la vida traigo y aquí dejo
la vida que me dieron mis padres una noche
vida que cada instante me vive y me desvive
como una lluvia que escapa entre los árboles
y no vuelve jamás y es inútil quedarse y retenerla
cuando la piel se tiñe de gris como un ocaso
que se está yendo siempre para siempre.
JMR | Después de leernos en
voz muy íntima estos versos tan amarrados al desexilio, el poeta queda por un
instante en estado de éxtasis, como si se fuera a viajar por la niñez, o a
quedarse dormido. Luego, de un salto, se incorpora, mete las cejas debajo de
las alas del sombrero, y dice: “Te invito a un sancocho en El Jibarito”.
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC
Edições
Artista convidada | Olga
Albizu (Puerto Rico, 1924-2005)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries
especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
Visite a nossa loja
Nenhum comentário:
Postar um comentário