ALEJANDRO BRUZUAL |
ALEJANDRO BRUZUAL |
Durante las primeras décadas del siglo XX, Venezuela vivió un proceso
políticocultural que en muchos aspectos fue contrario al que se dio en la
mayoría de los países del continente. En 1898 se inició una larguísima
secuencia dictatorial, con cuatro períodos consecutivos que cubrieron casi
medio siglo, comandados por hombres de armas y militares de proveniencia
regional andina (la zona más conservadora del país),
específicamente del Táchira, estado limítrofe con Colombia.
Al inicio del siglo, Venezuela era uno de los
países más pobres del continente, dependiente de una producción agrícola (café
y cacao, principalmente) con precios fluctuantes, y una elevada población
rural, que era fundamentalmente analfabeta. Pero esta situación cambia
radicalmente con la explotación intensiva del petróleo, realizada a través de
concesiones a empresas internacionales. Es sólo a partir de finales de los años
veinte y durante el período central del gobierno de Juan Vicente Gómez (no
casualmente propietario cafetalero, quien permanece en el poder desde 1908
hasta su muerte, a finales de 1935), que comienza un lento proceso
democratizante, si bien habría que esperar aún diez años más de dictadura.
Sobre esa base económica y política, con abierto apoyo norteamericano, Gómez creó
la primera ilusión de nación centralizada y unida de la experiencia nacional.
Se pagó la deuda externa, sin discutir su procedencia ni poner en
cuestionamiento sus condiciones de contrato. Se construyeron carreteras por
todo el país, fundamentalmente con mano de obra forzada de presidiarios, gran
parte de ellos de origen político. Se centralizaron las finanzas públicas, a la
vez que el presidente se convertía en uno de los hombres más ricos del
continente. Finalmente, se creó un ejército regular e institucionalizado, que
detuvo para siempre las aspiraciones políticas violentas de otras zonas, en
particular, las propias de la explotación petrolera.
No se ha hecho suficiente énfasis, ni sacado las
consecuencias necesarias, del hecho de que fuera precisamente al final de este
período central de Gómez cuando se publicara el único número de la única
revista que en ese entonces tuvo una impronta abiertamente vanguardista en
Venezuela: válvula, en enero de 1928, si bien hubo algunos atisbos en
publicaciones anteriores. válvula ha sido considerada, de manera un
tanto exagerada, como la manifestación fundamental, el hito del esfuerzo
vanguardista venezolano, y ha sido vista como equivalente a otros movimientos
de la vanguardia continental. Pero varios hechos cuestionan la exactitud de
esta apreciación. En particular, la revista no fue expresión de un grupo
estable y ni conformado como tal, y sus colaboradores provenían al menos a dos
generaciones distintas, así como el que no todos los textos muestran búsquedas
vanguardistas. Además, esta publicación se llevó a cabo en el momento justo en
que, después de muchos años de violencia y dictadura, se despertaba un espíritu
de confrontación política que surgía de lo cívico. Era el nacer público de una
generación política conocida precisamente como la del 28, la cual tomaría las
riendas del país a partir de la segunda mitad del siglo, significativamente con
la figura referencial del novelista Rómulo Gallegos como presidente.
En efecto, la revista y el manifiesto
"Somos", que abría sus páginas en nombre de "La redacción",
fueron superados a apenas un mes de su aparición por los eventos estudiantiles
de febrero de ese año, y esto no puede ser obviado en el análisis de su
inscripción y trascendencia propiamente artística. Fue evidente que las
expectativas "rebeldes" de su retórica juvenil se quedaron cortas,
dejándola sin fundamento. Era la sociedad la que se había
"vanguardizado", y la juventud universitaria asumió la égida de la
relación cultura-sociedad a través del escarnio al gobierno, exigiendo de
manera novedosa cambios a la realidad dictatorial. Así, se aprovecharon los
festejos de la "Semana del estudiante", durante el carnaval de ese
año, para elegir una reina a la que le dedicaron discursos y poemas, algunos de
ellos en mofa y claramente metafóricos del ansia de libertad represada, que
podríamos interpretar como verdaderos happenings. El gobierno
apresó a los líderes estudiantiles, lo que trajo la solidaridad inmediata de la
mayoría del estudiantado, llevándose a la cárcel 213 de los 320 estudiantes de la Universidad Central
de Venezuela. En válvula
y "Somos" no se advierte siquiera el rumor previo de este evento,
incluso si se considera que algunos de los participantes también estuvieron en
la revuelta estudiantil. "La redacción" había evitado el terreno
político y la muestra de compromiso alguno, a diferencia de grupos constituidos
de vanguardia en el Caribe, Centroamérica y la región andina. Esto hubiera
sumado a la acción de los estudiantes la rebelión de la imaginación estética en
un acto coherente de renovación arte/vida, y le hubiera dado un asidero de más
profunda rebeldía a las posturas literarias de la revista. Pero, en particular,
quizás hubiera podido postergar la prematura y definitiva desaparición de válvula,
que se anunciaba como mensuario. Lo evidente es que ya no era suficiente el
silencio tras bastidores estéticos.
En cuanto al proceso específico de la literatura,
es difícil sostener que el momento de las vanguardias históricas en el país se
viviera como un enfrentamiento generacional o una contraposición estética con
el modernismo, que al contrario mantuvo una natural influencia sobre el medio. [1] Por un lado,
surgió un conjunto de escritores renovadores, conocido como Generación del 18,
entre quienes se contaban los poetas Fernando Paz Castillo y José Antonio Ramos
Sucre, y coetáneos a ellos, aunque un poco más tarde, aparecen obras de
escritores que ocupan el siempre dudoso entre-lugar
posmodernismo-prevanguardismo-vanguardismo, que no ha logrado ser categorizado
todavía de modo convincente y satisfactorio. Es lo que ha intentado el crítico
venezolano Javier Lasarte al defender un espacio propiamente posmodernista (con
los vanguardistas dentro), [2] que incluye a los narradores Julio Garmendia,
Enrique Bernardo Núñez y Teresa de la Parra. Para mayor complejidad, la
atención del campo literario se vio copada por Rómulo Gallegos y la publicación
de Doña Bárbara, obra paradigmática del realismo social latinoamericano,
la llamada novelística de la tierra, en 1929.
En efecto, habría que flexibilizar el criterio de
análisis, quizás muy marcado por la discusión europea, para poder nombrar la
complejidad y la potencialidad estética del momento en Venezuela, con una
pulsión vanguardista que no se instaló entonces de manera radical en ninguna de
las artes, y que habrá que relacionar con el cansancio dictatorial, que llevó
las aguas juveniles hacia derroteros más evidentes de acción política. Y,
quizás sea fundamental para entender la caracterización nacional, que no se negaron
los aportes de escritores mayores del modernismo, y que no tenían por qué
negarse, pues se dio una modernización con otro tono, como también se verifica
en las otras artes. Coincidimos con Riobueno cuando afirma que "más que un
intento de discontinuidad y ruptura, la vanguardia busque una solución de
continuidad en la que la tradición y el pasado se conviertan en elementos
fundamentales de la innovación". [3]
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA |
Existen, sin embargo, varios antecedentes que
revelan el interés que la dinámica cultural y artística de la vanguardia en
Europa suscitaba ya desde finales de la primera década del nuevo siglo en
varios intelectuales venezolanos. Así encontramos, por ejemplo, que menos de
tres meses después de publicado el "Manifeste du Futurisme" de
Marinetti, en Le Figaro el 20 de
febrero de 1909, apareció en El Cojo
Ilustrado, del 15 de mayo del mismo año, una nota sin firma titulada
"El futurismo de Marinetti". Sabemos, también, que hacia 1914
Fernando Paz Castillo leyó una antología de poemas de Marinetti, que le hiciera
llegar Julio Planchart, la cual luego tradujo e intentó publicar. Todo ello
pone en contexto el espíritu que insuflaba lo dicho por el mismo Paz Castillo,
cuando al referirse a aquellos años afirmara que entre los jóvenes escritores
se vivía el "ansia de novedad que inunda el mundo después de la
guerra".
Hay que tener en cuenta, por otra parte, que esta
avidez que mostraban las nuevas generaciones de escritores y artistas se daba
dentro de una circunstancia política francamente adversa, cual era la plena
vigencia del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, quien sometió el país a
su voluntad, desde 1908 hasta su fallecimiento, en diciembre de 1935. Venezuela
para entonces era un país fundamentalmente rural y pobre, en el que la cultura
no tenía ninguna importancia desde la perspectiva gubernamental.
FLORIANO MARTINS | Los movimientos
locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas
correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
ALEJANDRO BRUZUAL |
Como vimos, difícilmente se pueda hablar con propiedad de un "movimiento
local", sino más bien de inquietudes y tendencias vanguardistas en un
conglomerado mayor de renovaciones varias y muy individualizadas, si bien
despertaron la vocación creativa de algunos de los escritores más jóvenes, y
les abrieron un temprano espacio en el campo literario nacional, en particular,
en cuanto al narrador y ensayista Arturo Uslar Pietri.
No obstante, si mantenemos enfocada la mirada
sobre válvula, como lo más cercano a la propuesta, avalaríamos la
percepción de Nelson Osorio de que "Somos" (seguramente escrito por
el mismo Uslar Pietri) recoge los aspectos más reaccionarios del futurismo
italiano, que sorprendentemente y por muchas vías, se conoció y discutió en
Venezuela. Frases como "válvula
es la espita de la máquina por donde escapará el gas de las explosiones del
arte futuro", no dejan dudas al respecto. La novela de Uslar Pietri, Las lanzas coloradas (1931), escrita fundamentalmente en
París durante su desempeño diplomático (después de las acciones estudiantiles
de 1928, en las que no participó), ha sido vista como el logro fundamental de
la narrativa vanguardista venezolana. En efecto, en ella son evidentes las
conquistas técnicas y el lenguaje vanguardista de una escritura casi
cinematográfica, no obstante muestra una actitud racista y una carga
reaccionaria en la figura del líder-héroe ausente (de la trama), un Deus ex machina de la historia nacional,
el "esperado", el caudillo que debería redimir la desequilibrada
situación social que había provocado el enfrentamiento de grupos sociales
durante la guerra de independencia. Osorio concluye: "la inicial
afiliación a la vanguardia literaria de Uslar Pietri está marcada por el
espíritu conservador y decadente que se evidencia en su admiración por los
aspectos más reaccionarios del Futurismo". [4]
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA | Sin duda, la recepción de las nuevas
ideas estéticas, expresadas en primera instancia a través del Manifiesto
Futurista de Marinneti, estuvo signada por la polémica. En 1910 se publica en
la prensa caraqueña un artículo que cuestiona y se mofa de la pertinencia del
futurismo en Venezuela, en el que se afirman cosas como las siguientes:
"Allá, entreténganse los futuristas del Mediterráneo en quemar museos y
aporrear mujeres, nosotros aquí tenemos algo más serio y más grande que hacer:
Desmontar una selva de millón y medio de kilómetros cuadrados". El autor
de dicho escrito fue Henrique Soublette, integrante del grupo de la revista La Alborada junto con Rómulo Gallegos y
otros tres escritores (entre los que se encontraba Salustio González Rincones,
cuya poesía pasó desapercibida en la Venezuela de su época, en buena parte
debido al desconocimiento de ella, derivado de su voluntario exilio en Europa.
Esta obra luego fue rescatada por la crítica a partir de los años 70, lo cual
ha permitido que algunos vean a Salustio González Rincones como un verdadero
pionero de la vanguardia venezolana, poseedor de una escritura caracterizada,
de acuerdo a Jesús Sanoja Hernández, por: "la adjetivación pasmosa, los
cortes imprevistos, los giros en la rima, la capacidad para crear palabras a
partir de otras, algunas veces con derivaciones onomatopéyicas [y] la reversión
gongorina").
Pero así también, hubo defensores a ultranza de
las nuevas prédicas estéticas llegadas de Europa, un caso especialmente
significativo de tal tendencia es el de Arturo Uslar Pietri, quien además de
ser el autor del texto que preside y hace las veces de manifiesto de la revista
válvula, titulado "Somos"
(en el que se afirma: "Somos un puñado de hombres jóvenes con fe, con
esperanza y sin caridad"), escribió dos artículos en el año 27, en los que
apoya la tesis futurista, según la cual: "la guerra es la única higiene
del mundo" y "clama contra la belleza-mujer, contra esa fuerza
antropomorfa que ha encadenado la vida del hombre en un fatal derrotero por
largos siglos hediondos a flores de cementerio", del mismo modo que en
otro critica a César Vallejo, por su incapacidad para comprender que "la
cultura occidental es de Europa y América en una masa sola", razón por la
que subestima la consideración de que "las nuevas generaciones de América
son plagiarias del arte moderno europeo". A lo cual añade: "Si son
los rótulos los que atraen la atención de Vallejo, el continente los ha dado
con una autonomía que habla bastante alto de la labor de nuestras juventudes.//Allí
está el Vedrismo antillano, movimiento que ahora se abre con la expresión
inicial del vuelo; y la parvada autogenésica del Estridentismo mexicano, y las
realizaciones del Nativismo uruguayo, amplio pedestal de Silva Valdés.//Aún no
se ha podido probar que el Creacionismo no sea hijo de Huidobro y nieto de
Chile, a pesar de las vociferaciones de Reverdy y demás pretendientes
franceses".
Hubo también, por supuesto, posiciones que
intentaban ser más ecuánimes, como la de Antonio Planchart Burguillos, quien
supo ponderar la importancia de las búsquedas renovadoras propias de la
vanguardia pero al mismo tiempo advirtió sobre los peligros que la falta de
rigor podrían ocasionar, entre otros, el de la aparición de advenedizos
atraídos por los aspectos más superficiales de las vanguardias.
En todo caso, se hace necesario repetir que dentro
de este proceso de mudanzas estéticas que tendrá lugar en Latinoamérica y en
Venezuela, particularmente, en el período llamado de "entreguerras",
es decir entre 1918 y 1939, coexistirán múltiples tendencias, varias de las
cuales se atribuirán impulsos renovadores, sin asumirse como simples
epifenómenos de los movimientos europeos. La crítica ha señalado la convivencia
de al menos tres juegos de variables enfrentadas, de las cuales se desprenderán
las distintas modalidades dominantes en la época. Ellas son: tradición/ruptura,
cosmopolitismo/regionalismo, artepurismo/arte comprometido. Y en efecto, si nos
detuviéramos a revisar el contenido del único número de la revista válvula podríamos certificar cómo todas
esas tendencias, moduladas de formas diversas, se encuentran allí
conglomeradas. La constatación de ello es también la del "agregado"
que con respecto al fenómeno europeo tuvo este proceso de renovación artística entre
nosotros.
FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones
mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás
países hispanoamericanos?
ALEJANDRO BRUZUAL |
Ciertamente, la incomunicación entre nuestros países ha sido la más grave
debilidad histórica de nuestra presencia en el mundo, y un espacio vulnerable
que todavía persiste. No obstante, creo que las vanguardias históricas
provocaron un intento de comunidad imaginada, que sólo en parte substituía la
falta de una experiencia real compartida. Y se dio, fundamentalmente, gracias a
las revistas continentales paradigmáticas de la época (Amauta y Repertorio
Americano, entre ellas, ambas con vocación y difusión continental) y al
esfuerzo particular de algunos grupos con influencia regional. Fueron muy pocos
los autores venezolanos que participaron en esas publicaciones, en particular,
Antonio Arráiz (visto como un prevanguardista), más tarde Miguel Otero Silva
(de la Generación del 28 y de convicciones comunistas), y algo de Rómulo
Betancourt (socialdemócrata y el político más importante de esa generación).
Venezuela no tuvo una revista equivalente, como tampoco un esfuerzo editorial a
lo que significó El Cojo Ilustrado (1896-1907) para la generación
modernista.
La información, de todos
modos circulaba, seguramente, gracias a las revistas argentinas. [5] La cercanía en fecha y tono del manifiesto
"Somos" con el artículo de Uslar Pietri "La vanguardia, fenómeno
cultural" –que el mismo escritor había publicado en la prensa nacional, en
diciembre de 1927–, hace pensar que ambos textos tuvieron como interlocutor
oculto a César Vallejo, lo que no deja de ser curioso y sorprendente. El
artículo se puede leer como respuesta, rechazo y hasta cierta burla de las
posiciones duramente críticas del vanguardismo continental que hace Vallejo a
su generación, desde París. En "Contra el secreto profesional", de
ese mismo año, denuncia la falta de personalidad y precisamente novedad de los
vanguardistas, advirtiendo sobre la retorización que era ya evidente en muchos
de los grupos. Si bien el peruano no era todavía conocido ni reconocido como la
mayor contribución de las vanguardias históricas al mundo estético occidental,
en particular por Trilce, seguramente
causó escozor en muchos de los jóvenes "activistas" de la "nueva
sensibilidad". Esto permite entender el tono defensivo de grupo (que en
realidad no era válvula, como ya se señaló) del texto y el manifiesto de
Uslar Pietri.
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA | Habría que empezar por insistir en que
lo que tradicionalmente se ha entendido como vanguardia entre nosotros, en
Latinoamérica, no es una mera derivación del fenómeno artístico y cultural que
tuvo lugar en Europa, en la primera década del siglo XX, sino más bien un
proceso de renovación "de amplio espectro" (como lo formulará en su
momento Nelson Osorio) en el que convergen y se reformulan tendencias estéticas
que aspiran alcanzar nuevas modulaciones, más cónsonas con las búsquedas
contemporáneas, sin renunciar a sus postulados primarios. Así tenemos dentro de
este amplio conjunto obras que exploran nuevas alternativas expresivas en el
llamado mundonovismo (en sus vertientes americanistas, regionalistas,
criollistas, étnicas y de compromiso social) hasta aquellas que conciben tales
aires de renovación en términos más bien ligados a las concepciones del
artepurismo, cosmopolitismo y absoluta libertad formal. En tal sentido, no
podríamos hablar en el caso venezolano de que se haya producido un
"ismo" propio, no expresado de una u otra forma en la variada
nomenclatura de la vanguardia en Iberoamérica (por ejemplo: Creacionismo
(Chile), Simplismo (Perú), Runrunismo (Chile), Estridentismo (México), Afrocubanismo
(Cuba), Indigenismo (Zona andina), Modernismo brasileño (Brasil), Ultraísmo
(España y Argentina), etc, etc, etc.). Y en esa misma medida, podríamos afirmar
que en el caso venezolano hubo, en efecto, un intenso diálogo con todas esas
corrientes estéticas que tuvieron lugar a lo largo del continente, lo cual se
evidencia en las publicaciones de la época y en las polémicas que tuvieron
lugar en la prensa, en las que los escritores venezolanos tomaban diversas
posiciones ante las diversas propuestas que recorrieron el panorama cultural de
nuestro continente.
FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes
significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y
cuáles son sus efectos en los días de hoy?
ALEJANDRO BRUZUAL |
Primero habría que señalar que el impacto inicial se da más particularmente en
la narrativa que en la lírica, y que fue allí donde se dirimieron las
posiciones alternativas que expresaron el momento. No obstante, en Venezuela
tampoco hubo obras narrativas radicales (ni en ninguna de las otras artes) del
tipo Casa de cartón, Memorias sentimentais de João Miramar o La
señorita etc. Una vez descrita la situación nacional se podía prever que
las negociaciones estéticas y la contaminación política fueran determinantes en
los primeros años treinta.
La historiografía nacional, incluso en manos de
críticos de referencias marxistas como Domingo Miliani y Orlando Araujo, ha
analizado el desenvolvimiento de la novela en los años treinta como una
combinación de Las lanzas
coloradas y Doña Bárbara, una suerte de ecuación vanguardia +
criollismo. No obstante, habría que al menos incluir a Enrique Bernardo Núñez,
con Cubagua (también de 1931) como un
rumbo muy distinto, fuertemente marcado por la vanguardia, en tensión con
elementos modernistas. Lo primero le sirve para enmascarar el sentido político
profundo de su crítica al proyecto neocolonial del gomecismo, con un complejo
entramado temporal que se expresa en términos formales en la trama, pero
también en la constitución estética de los personajes y a nivel del lenguaje (imágenes, símbolos,
relación motivo/tema). [6] Para
nosotros, éste es el legado más personal y profundo de las vanguardias en la
narrativa nacional, si bien
ha sido muy lentamente estudiado y apenas reeditadas sus obras.
Con respecto a la generación siguiente, ocupan el
espacio propiamente de avanzada los poetas del grupo Viernes (1939-1941),
que se abren de manera declarada a las influencias de las vanguardias
internacionales ("la rosa de los vientos"), pero como en muchas otras
situaciones continentales priva en ellos el surrealismo. De ahí se desprende
una línea de comportamiento estético vanguardista que singularmente cruzará lo
político, en particular al llegar al final de una nueva dictadura en el decenio
de 1950 (de Marcos Pérez Jiménez, también militar y tachirense), con el grupo
"Sardio", y un poco más tarde, dentro ya de la década violenta,
"Tabla redonda", que apoyó desde lo intelectual, más que propiamente
artístico, las luchas guerrilleras, hasta llegar, incluyendo algunos de
"Sardio" radicalizados hacia la izquierda, a "El techo de la
ballena", con una intensa participación de las artes plásticas. Fue este
último grupo el que más radical y virulentamente interpeló la estabilización
petrolera desarrollista de la sociedad venezolana, la norteamericanización de
la sociedad y de sus gustos. Si fuera necesario destacar (que no lo es), hay
finalmente una presencia verdaderamente radical y finalmente provocadora, casi
anarco-dadaísta, con mucho humor negro y agresividad, abriéndose a la
confrontación declarada, con exposiciones como "Homenaje a la
necrofilia" (Carlos Contramaestre) y poemas de escarnio como "Duerme
usted, Señor Presidente" (Caupolicán Ovalles), dedicado a Rómulo
Betancourt. Si luego se vislumbra en el país ese eterno retorno de las
vanguardias y sus post, ya institucionalizadas o propicias para la institucionalización,
manifiestos más, grupos menos, el "Techo" fue definitivamente el
techo de ese decurso vanguardista.
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA | Para contestar esta pregunta me parece
que resulta necesario observar en su integridad el proceso de la poesía
venezolana. Valgámonos para ellos de un juicio formulado por Juan Liscano, a
finales de los años 60, en el prólogo del poemario El círculo de los tres soles,
del "raro" poeta venezolano, Rafael José Muñoz. Esto decía en
aquella ocasión:
La
poesía venezolana no ha sido innovadora, sino más bien conservadora, desde
Andrés Bello hasta nuestros días. Nuestros más calificados poetas se han
mantenido dentro del campo de lo tradicional, para el momento en que actuaron.
Han perseguido un equilibrio entre las tendencias más nuevas de su hora y los
modelos aceptados. Bello era un clásico cuando ya se iniciaba el romanticismo;
Pérez Bonalde era un romántico cuando imperaban el simbolismo y el
decadentismo; Lazo Martí un neo-clásico cuando la vanguardia estallaba en las
letras occidentales; Andrés Eloy Blanco, nunca se pudo adaptar a la vanguardia
que ya llevaba una década de cumplida; Arráiz… era más bien tradicionalista.
Y en
efecto, si nos sumamos a lo dicho por Liscano, habría que aceptar que,
precisamente, el tradicionalismo que encontramos en Antonio Arráiz es una
muestra de la naturaleza de esa llamada vanguardia venezolana. Sobre todo si
tomamos en cuenta que su libro Áspero,
publicado en 1924, ha sido estimado por la historiografía literaria venezolana
como el primero que irrumpe con firmeza, como signo de una búsqueda
vanguardista entre nosotros. Vistas las cosas a la distancia, me parece que más
bien la simplicidad del planteamiento programático intrínseco en Áspero hace de él, más que un poemario
que supone una verdadera ruptura estética (lo cual es bastante relativo si
pensamos en el contexto latinoamericano, donde un libro como Trilce de César Vallejo había sido
publicado dos años antes, por ejemplo), una suerte de manifiesto para actuar en
otros ámbitos, ya no meramente literarios. Frases como la de Uslar Pietri,
futuro redactor –como ya hemos dicho- del manifiesto de válvula (y futuro e importante actor político) ponen en evidencia
esta condición: "Pocos libros como éste han tenido una importancia mayor
en la orientación de la conciencia de un grupo de hombres que a su vez han influido en la orientación de la conciencia colectiva"
(Arráiz [Prólogo de Arturo Uslar Pietri] –el subrayado es nuestro). Su
precariedad, en el orden estético, es aceptada y disculpada de modo consensual.
El mismo Uslar, en el citado prólogo, dice: "Es ciertamente una obra
imperfecta, muchas veces cándida, en ocasiones pobre y prosaica, pero así y
todo, una obra de verdadera y fecunda poesía". Tras ver en Arráiz el don
de la videncia, al modo de Rimbaud, Dante o Whitman, lo que termina celebrando
es: "su extraordinario valor de circunstancia" y el formar
"parte del alma venezolana para la generación que hoy está empezando su
tarea en nuestra historia". Desde esta perspectiva, su aporte quizás sea
más temático que estético. Sin duda afectará la producción poética posterior,
la cual en buena medida -aunque también con variadas modulaciones formales-
asumirá con vigor renovado los asuntos patrios, americanistas y raciales.
Por supuesto, no podemos dejar de advertir la
importancia que esta reacción tuvo en un país regido por la cruenta y
prolongada dictadura de Juan Vicente Gómez. He allí su mérito. Sin embargo, hay
allí también la marca de una ausencia, de una falta, de una carencia que
arrastrará consigo la poesía venezolana a lo largo del siglo XX: la conciencia
de haber participado sólo marginalmente en el proceso de renovación estética
surgido en la poesía de nuestra lengua, desde finales del siglo XIX. Este
factor no se puede dejar de lado a la hora de ponderar los intentos y las
estimativas de las generaciones poéticas de la segunda mitad del siglo XX,
surgidas precisamente luego de la última dictadura vivida por el país, en 1958,
para rescatar de la marginalidad y el olvido a poetas cuya obra posee rasgos
diferenciales, con respecto a la norma de su tiempo, y que quizás por ello no
fueron adecuadamente valoradas en su momento, tales son los casos de Salustio
González y José Antonio Ramos Sucre, por ejemplo, entre unos cuantos más.
Dicha tendencia al "conservadurismo" la
encontramos en testimonios de dos de los más activos miembros de las llamadas
generaciones del 18 y del 28, precisamente en Fernando Paz Castillo y en Arturo
Úslar Pietri. El primero, que como ya mencionamos con anterioridad tuvo noticias
de Marinetti y hasta lo tradujo muy tempranamente, ya afirmaba en 1925, en una
reseña sobre el libro Literaturas de
vanguardia, de Guillermo de Torre, lo siguiente: "Ahora, hay que
advertir que lo que se llama poesía nueva no es el capricho de un grupo de
escritores ni la manifestación restringida de tal o cual país, sino un
movimiento universal, vigorosa expresión de un estado de alma cosmopolita, en
el cual no ha tenido poca parte la Guerra. Parece que después de ella los
hombres se han hecho más humanos; han descendido de la aristocrática torre de
marfil, en donde el arte envejecía entre perfumes y sedas y desmayos de
mujeres, y, han vuelto a la naturaleza; pero, con un criterio completamente
diferente al de los naturalistas. El dolor que atravesó a la humanidad despertó
en las almas sentimiento de fraternidad: diríase que pasado el momento de la
vehemencia y del odio sólo quedó en las almas un sentimiento de dulzura, casi
de remordimiento que ha sido modelado al espíritu moderno. No obstante los movimientos
renovadores habidos antes de 1914, puede afirmarse que las literaturas de
vanguardia nacen del estupor de la guerra; pero no para cantar los combates, ni
para exaltar el heroísmo de los militares, sino para compadecerse del dolor de
los hombres. Nada más ajeno al espíritu moderno que la épica. Más no enternecen
las cosas familiares de la vida del héroe que sus gestas militares; más belleza
encontramos en la rosa que le da a la amada al despedirse, en el beso que le
imprime en la frente al hijo, aun en la manera de llevar su pipa o de sentarse
a descansar en una mecedora, que en los gestos marciales con que dirige la
batalla". La misma atenuación en la valoración de los postulados del
Futurismo que veía en la guerra "la única higiene del mundo" y en la
misoginia una actitud de superación de antiguos lastres humanos la encontramos
en Úslar Pietri, quien luego de los artículos publicados en favor de tales
ideas, en 1927, al redactar el manifiesto de válvula deja de lado dichas prédicas y se contenta con señalar como
único aspecto esencial del arte nuevo, la capacidad de sugerir. Así dice:
"El arte nuevo no admite definiciones porque su libertad las rechaza,
porque nunca está estacionario como para tomarle el perfil. El único concepto
capaz de abarcar todas las tonalidades de los módulos novísimos, literarios,
pictóricos o literarios, el único, repetimos, es el de la sugerencia (…)
Nuestra finalidad global ya está dicha: SUGERIR". Una actitud similar
encontraremos un tiempo después en el grupo Viernes,
surgido en 1936 tras la muerte de Gómez; agrupación de poetas, críticos y
artistas plásticos, impulsores de una nueva estética entre nosotros, más ganada
por el legado del romanticismo alemán y las posibilidades de las exploraciones
oníricas del surrealismo (no tanto así del absurdo y el automatismo psíquico y
escritural), en cuyo manifiesto en lugar de plantarse en categorías excluyentes
o beligerantes se abren las puertas de la armónica convivencia de estéticas:
"Viernes" es un grupo sin limitaciones. Y es ésta
–"Viernes"– una revista que expone poesía, y que se expone. Aquí se
encuentran y reencuentran las excelencias de dos generaciones. Porque cuando
otros países insisten todavía en plantear "el pleito de otras
generaciones", nosotros que tenemos prisa por salir del atolladero,
resolvemos el problema así: de una peña –"Viernes"– cordial, pero
intrascendente, hicimos un grupo –"Viernes"– interventor de la
cultura. Que se identifica con la rosa-de-los-vientos. Todas las direcciones. Todos
los vuelos. Todas las formas.
De cualquier modo, aunque ciertamente podríamos
decir que en términos generales la historia de la poesía venezolana ha estado
caracterizada por la dominancia de los buenos modales y la asunción de formas
de confraternidad en el campo literario, podríamos identificar ciertos
capítulos de dicho proceso en el que la rebeldía y el espíritu iconoclasta han
sido gestos privilegiados. Si nos remontáramos a la segunda década del siglo XX
podríamos observar esto en grupos como Sardio,
El techo de la Ballena, Tabla
Redonda, Apocalipsis y Trópico Uno en los años 60 y en alguna
medida en Tráfico y Guaire, en los 80. En términos de
figuras individuales, entre las obras insufladas por ese espíritu de rebeldía
política y estética, destacarían algunas como las de Juan Calzadilla, Carlos
Contramaestre, Víctor Valera Mora, Miyó Vestrini, Gustavo Pereira, Hesnor
Rivera y William Osuna o las de Alfredo Silva Estrada y Rafael José Muñoz, si
pensamos en un plano más focalizado, fundamentalmente, en la experimentación
formal.
FLORIANO MARTINS | Los documentos
esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a
ellos?
ALEJANDRO BRUZUAL |
Sí, ya varios críticos lo han hecho, recopilado y publicado. Entre ellos hay
tres libros de Nelson Osorio: El futurismo y la vanguardia literaria en
América Latina (Caracas: Celarg, 1982), La formación de la vanguardia literaria en
Venezuela: antecedentes y documentos (Caracas: Academia Nacional de la Historia,
1985), y Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia literaria
hispanoamericana (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1988). Además de Manifiestos literarios Venezolanos (Caracas: Monte Ávila Latinoamericana
Editores, 1992), de Juan Carlos Santaella.
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA | Recientemente, en junio de 2011, se
publicó una edición facsimilar de la legendaria revista válvula de enero de 1928, la cual, aunque ha sido señalada
persistentemente por la crítica como hito ineludible en el proceso literario
venezolano, no había sido nunca reeditada. En 1990, también se publicó en dos
volúmenes facsimilares, la colección completa de los 22 números de la revista Viernes, comprendidos entre mayo de 1939
y mayo de 1941. La revista El Salmón, a
lo largo de 9 números publicados entre el 2008 y 2010, ha hecho también una
encomiable labor de rescate de documentos significativos de la poesía
venezolana, varios de ellos relativos a la vanguardia. Falta, sin embargo,
todavía mucho por hacer en esta materia, tanto en la investigación como en la
digitalización, a fin de posibilitar el acceso de muchos documentos
imprescindibles para alcanzar una mejor comprensión del desarrollo de este
fenómeno artístico y cultural en Venezuela.
NOTAS
1. Desde finales
de siglo XIX, se impuso en el país un importante conjunto de narradores y
ensayistas, entre los que se contaban Manuel Díaz Rodríguez, Pedro Emilio Coll,
Luis Manuel Urbaneja Achelpohl y Pedro César Dominici. Estos participaron
activamente en dos revistas relevantes y duraderas, que les dieron conformación
generacional, Cosmópolis (1894-1899) y El cojo ilustrado
(1892-1915), alcanzando notable presencia en el medio literario nacional, a
pesar de la dictadura y quizás precisamente por mantenerse al margen de la
discusión política.
2. Javier
Lasarte, Juego y nación, Caracas: Fundarte, 1995.
3. Ihana
Riobueno, "1928 ¿Vanguardia en Venezuela? (Algunas reflexiones desde las
revistas)", 403-410, Memorias del XXIII Simposio de Docentes e
Investigadores de la Literatura Venezolana: Trujillo, del 19 al 22 de
noviembre de 1997, Trujillo: Universidad de los Andes, 1998. p. 408.
4. Nelson Osorio, El
futurismo y la vanguardia literaria en América Latina. Caracas: Cuadernos del Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 1982.
5. En válvula,
que incluía bastante publicidad comercial, una librería de la capital afirmaba
tener: "Jarana, la revista
vanguardista del Perú. Pronto recibiremos Martín Fierro y todos los
libros de Vanguardia Argentina".
6. A diferencia de la
caracterización que se ha hecho de Las
lanzas coloradas, interesa que en un vasto estudio sobre la novela
vanguardista latinoamericana, Niemeyer vea en Cubagua un "marcado perfil vanguardista" (345), mientras
que Las lanzas le parezca "a
primera vista, bastante más convencional" (335). Niemeyer, Katharina, "Subway" de los sueños,
alucinamiento, libro abierto: la novela vanguardista hispanoamericana, Madrid: Iberoamericana, 2004.
*****
Alejandro Bruzual (1957) | Arturo Gutiérrez Plaza
(1962)
Capítulo XIX do livro
Espelho Inacabado – Imaginário das
vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições.
Artista convidado: Armando Reverón (1889-1954)
*****
Organização a cargo
de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens © Acervo
Resto do Mundo
Esta edição integra
o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim
estruturado:
1 PRIMEIRA
ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO
SURREALISMO, I
3 O RIO DA
MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO
SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO
EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO
SURREALISMO, II
8 O RIO DA
MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA
ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
A Agulha
Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial
de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de
Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas
de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a
coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
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