quarta-feira, 7 de abril de 2021

ARCADIO DÍAZ QUIÑONES | La literatura puertorriqueña en inglés: Puerto Rican Voices in English

 


Con entrevistas consagradas a catorce escritores que han hecho su literatura en Estados Unidos y en su estudio introductorio, Carmen Dolores Hernández impulsa de nuevo un horizonte de problemas literarios y culturales. En Puerto Rican Voices in English la autora compone un coro de voces cuyos ecos y resonancias nos obligan a unir experiencia y cultura, y a trazar otros mapas de la cultura “nacional” en los que las fronteras son, al mismo tiempo, amplias e inciertas. El libro es también una invitación y un reto a reconocer y a repensar, en un marco de mayor tolerancia, la diversificada sociedad puertorriqueña de finales del siglo XX en la isla y en EE.UU. y las dimensiones culturales de la política. ¿Será posible articular una visión compleja, no dogmática, de nuestro pasado y nuestro futuro, lejos de las definiciones anexionistas o nacionalistas, o de las exclusiones y el paternalismo que no responden a lo que se ha ido configurando en los últimos 100 años?

En la isla, algunos intelectuales y funcionarios gubernamentales han depositado las experiencias de las comunidades puertorriqueñas de la emigración en un lugar desacreditado de la memoria. Otros descubren, con desprecio más o menos piadoso, que unos emigrados “marginales” reivindican su propia legitimidad y reclaman su pertenencia. En EE.UU., lo que prevalece en torno a “Puerto Rico” en el espacio público es una mezcla de recalcitrante ignorancia e irresponsabilidad que se resuelve en silencio. No debe sorprendernos: ¿cómo situar las colonias en un marco imperial, si aun en los círculos académicos más prestigiosos se niega la existencia de la estructura histórica que sostiene al imperio?


La experiencia puertorriqueña –al igual que la haitiana, mexicana, dominicana o cubana– ha sido, a lo largo del siglo XX, un caso paradigmático de desplazamientos y de diáspora en medio de las desigualdades que constituyen el núcleo central de la democracia norteamericana. Se trata de una cultura viajera, transformada en diversos lugares, cuya extensión es inconmensurable. Las entrevistas de Puerto Rican Voices dejan entrever –más allá de los relatos personales– las pasiones por mantener la cultura puertorriqueña, sus utopías, sus tercos reflejos de autodefensa y de repliegue, las distintas maneras de construir subjetividades masculinas y femeninas, y algunas de las tragedias provocadas por la pérdida del viejo centro. Desde ese punto de vista, recuerdan textos tan poderosos como los de la poeta chicana Gloria Anzaldúa. Tal vez lo que más une a los escritores incluidos en el libro sea la voluntad de imaginar y construir los referentes simbólicos para otra patria, la metanación, y el desencanto y la perplejidad vividos al constatar, en sus retornos a la isla real, que se les desprecia por “americanizados”. Como dice Esmeralda Santiago, la autora de When I Was Puerto Rican (1993): “Los puertorriqueños mismos me negaron”.

El libro, hábilmente estructurado por la autora, toma la forma de una serie de relatos autobiográficos, una historia literaria con soportes domésticos y privados. Historias personales, ricas e iluminadoras, historias de familias, de afectos potentes y de extrema delicadeza, como las de Judith Ortiz Cofer, Víctor Hernández Cruz, Piri Thomas, Nicholasa Mohr y Jack Agüeros, en los que se construyen y se reconstruyen tradiciones múltiples y mitos de origen. El conjunto permite ver que no son una secta con un punto de vista único.

Los testimonios ponen de relieve la transformación mítica del lugar de origen, las estrategias de sobrevivencia en un clima racista y el cuestionamiento de las legitimidades culturales tradicionales. Nicholasa Mohr, narradora y artista gráfica, se crio en el Bronx y ha hecho su vida en Nueva York. Judith Ortiz Cofer nació en Hormigueros, pero muy joven se trasladó con su familia a Paterson, Nueva Jersey, donde transcurrió su infancia, y, después a Georgia, donde estudió y trabaja. Su libro The Latin Deli (1993) ha sido muy bien acogido por la crítica. En un fascinante relato de negociación de identidades, Louis Reyes Rivera cuenta su vida en la frontera entre el barrio judío de Williamsburg y la comunidad afroamericana de Bedford-Stuyvesant. Esa frontera se convirtió en observatorio. Hay también renuncias y elecciones. El poeta Víctor Hemández Cruz, autor de By Lingual Wholes (1982), nació en Aguas Buenas y se formó en Nueva York. Se inscribe en la tradición de la poesía norteamericana, pero ha regresado a Puerto Rico; tiene al español en alta estima para su escritura y asume las diferencias.


El juez Edwin Torres, autor de las novelas Carlito's Way y Q & A, nació y se crió en El Barrio, Spanish Harlem. Las excelentes novelas de Torres demuestran que es experto en los peligros del cruce de fronteras. En la entrevista, recuerda el carácter microscópico del lugar donde se formó, la vivencia de fronteras infranqueables: al este de Park Avenue controladas por las pandillas italianas y al oeste de la Quinta Avenida por los afroamericanos. Pedro Pietri, el conocido autor de Puerto Rican Obituary (1973), uno de los más notables poetas entrevistados, cuenta su doble iniciación en la literatura. Una, la guerra, en Vietnam, leyendo al ‘enemigo’: “Empecé a leer la poesía de Ho Chi Minh”. La otra, igualmente decisiva, su descubrimiento de Faulkner y de T.S. Eliot mientras trabajaba en la biblioteca de la Universidad de Columbia.

La literatura aquí transita por tiempos y espacios diversos. Hay otra topografia social y cultural que cuestiona los viejos modos de pensar lo 'nacional' y desjerarquiza las tradicionales legitimaciones de lo literario. La existencia de las comunidades puertorriqueñas implica, por un lado, la dificultad de imaginar una autosuficiente cultura situada en un único territorio con un tiempo histórico lineal y continuo. Por otro, una nueva espacialización de la memoria que desmiente cualquier ilusión de una ‘integración’ fácil a la cultura norteamericana.

En el proceso, la literatura ha ido produciendo otro mapa, otra geografía. Se ha fortalecido y redefinido la metanación, una tierra simbólica, que está dentro y fuera de la isla, dentro de los sujetos, dondequiera que se esté. Nadie puede poseerla en su totalidad. Para el más joven y rebelde de los escritores entrevistados, Abraham Rodríguez, Jr. –cuyo padre era militante nacionalista y veterano de la Segunda Guerra– la isla es un “mito” y la única salida es necesariamente la autonomía del arte: “Lo único que nos salvará en el South Bronx es el arte, no la política”. El más rebelde quiere ser el más puro, desplazar las reglas, decir lo indecible, y encuentra una genealogía.

En las ciudades de Nueva York, Chicago o Boston, en Trenton, Hartford y en Filadelfia, en Orlando y en Miami, los puertorriqueños se han visto compelidos a reorganizarse a la defensiva, sobre todo cuando fueron abandonados por el proyecto de “Operation Bootstrap” y excluidos por sucesivas modernizaciones liberales o conservadoras que destruían la base territorial de sus comunidades. ¿Cómo construir su archivo? La discontinuidad espacial de una comunidad que rompe los códigos oficiales hace difícil la cartografía del territorio cultural.


En este sentido, Puerto Rican Voices pertenece a los libros que permiten pensar de nuevo la extrema complejidad de lo puertorriqueño, sus fronteras ‘interiores’ y ‘exteriores’. Permitirá, en primer lugar, reflexionar sobre la virulencia del prejuicio clasista de los guardianes de la alta cultura que, en la isla o en EE.UU., pretenden excluir la emigración de la historia, es decir, dejar fuera lo que quizás sea precisamente el hecho central, el acontecimiento definitorio de la experiencia puertorriqueña del siglo XX. En segundo lugar, la fuerza de estas voces hace posible replantear la rigidez de una construcción de la legitimidad cultural fija y prevista exclusivamente en la posesión del espacio insular, en la lengua española o en la ciudadanía norteamericana.

 

ARCADIO DÍAZ-QUIÑONES. Estudió en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, donde fue profesor durante más de doce años. Se doctoró en la Universidad Central de Madrid. Enseñó en la Universidad de Washington en Seattle, en la de Princeton, de la cual es Profesor Emérito, y en Hostos Community College, City University of New York. Fue miembro del Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP) y de la Junta de la revista Sin Nombre (dirigida por Nilita Vientós Gastón). Presidió, a principios de los años 1970, la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU). Entre sus publicaciones: Conversación con José Luis González (1976); El almuerzo en la hierba: Lloréns Torres, Palés Matos, René Marqués (1982); Cintio Vitier: la memoria integradora (1987); y La memoria rota (1993). Preparó la edición de El prejuicio racial en Puerto Rico (1985), de Tomás Blanco. Fue editor del volumen El Caribe entre imperios: coloquio de Princeton (1997). En el año 2000 publicó El arte de bregar. Tuvo a su cargo la edición Cátedra de La guaracha del Macho Camacho, de Luis Rafael Sánchez (2000). Su libro Sobre los principios: los intelectuales caribeños y la tradición fue publicado en la Argentina en el 2006. Una antología de sus ensayos, traducida al portugués por Pedro Meira Monteiro, se publicó en Brasil en 2016 bajo el título A memória rota. En el 2019, publicó en Puerto Rico el libro titulado Once tesis sobre un crimen de 1899.  

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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 168 | abril de 2021

curadoria: Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)

artista convidada: Dhara Rivera (Puerto Rico, 1952)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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