1 — Porque no he visto representaciones
de tus piezas teatrales ni las he leído, comienzo interesándome por ellas. ¿De qué
tratan? ¿Qué dramaturgos preferís? ¿Fantaseaste con incursionar en la escritura
de guiones cinematográficos?
SS — Ahora que me hacés esta pregunta, además de
sorprenderme (es como si me olvidara de mis obras de teatro), advierto que no hay
registros de las puestas. Las directoras y directores tendrán fotos, algún video,
pero no lo han subido a internet. Cuando se estrenó la primera obra no había aún
internet. Lo mismo con la segunda. Con la tercera sí, pero no nos habremos dado
cuenta de registrar. Ahora estoy viendo el afiche de “Justo en lo perdido” que dirigió Irene Rotemberg; se dio unos meses
en el Camarín de las Musas y en el Centro Cultural de la Cooperación, en la sala
Raúl González Tuñón. Esta obra está basada en un cuento de mi autoría. Así como
“Trenzas, el secreto robado”, se basó
en la novela “Trenzas”. La primera sí
estuvo escrita como obra de teatro; y otras también. La última, “La resolana”, sucede en una kermese de pueblo
(una especie de parque de diversiones muy “del interior”), y dos mujeres hablan
como recordando, pasan por un mismo lugar, pero por segunda vez, juegan para soportar
ciertos horrores (se sabe que se está en Napalpí, en el lugar de la masacre de trabajadores
rurales en su mayoría qoms). Podría decir que tanto las obras de teatro como la
poesía y los cuentos tienen “un aire” en común. El aire de los pueblos del interior
es lo que va abrazando (y abrasando) a los personajes, siempre marginales, siempre
en “la frontera”, sobrevivientes (lo que no implica sólo un “aire de tristeza” sino
la alegría de descubrir, de conocer y de estar viviendo —que también hay— en estas
situaciones).
Dramaturgos: Beatriz Pustilnik,
Maruja Bustamante, Ciela Asad, la maravillosa Griselda Gambaro (o sea, dramaturgas).
Y ahora recuerdo también a Susana Poujol, poeta y dramaturga.
Y me preguntás por guiones
cinematográficos. Por lo general, en las críticas y también algunos lectores, me
hablan de “la película” que aparece en mis textos, como que algo de lo cinematográfico
está allí. Por la novela “Trenzas”, Rodolfo
Modern decía en 1992, en “La Gaceta de Tucumán”: “Y cabe agregar lo mucho que la autora puede haber asimilado del lenguaje
cinematográfico, con sus secuencias aparentemente deshilvanadas, pero que hacen
al asunto, y de las más modernas técnicas de composición musical, lo que otorga
a sus páginas una complejidad creciente y un interés renovado para quienes ansían
la elaboración de una prosa alejada de las convenciones al uso.” En la presentación de “Bárbara
dice”, en julio del 2004, dijo Amalia Sato: “Susana Szwarc pisa: en ese espacio que es el Chaco, la selva de América…
las estepas de Polonia, los campos de escarcha, y se vuelve desafiante con imágenes
que de ser filmadas provocarían terror, en una sucesión de fotomontajes con perspectivas
dignas de una sala de espejos deformantes: la materia de un huevo chorreando por
una montaña, dos que juegan a la luz oscilante de una lámpara de 25W a un crucigrama
y gritan que Holocausto es una bonita palabra por su diptongo. Eso que Susana se
atreve a pisar, después de tomar decisiones visuales en un territorio que es todos
los mapas, con un giro dadá, amparado por el cabaret excéntrico, es un nuevo suelo
donde instilar con una síncopa las sentencias de Adorno, de Primo Levi, de Celan,
con una pequeña muesca que es coma, que
es ofrenda hecha con palabras.”
Tal vez, en algún momento,
alguien desee llevar alguno de mis textos al cine. Y eso sería un placer. Ahora
que digo placer, para mí fue una inmensa alegría que el compositor Cristian Varela
basara una ópera suya en el cuento “No camines en el barro”.
2 — Citaste a Amalia Sato. Y participaste en las funciones
del ciclo “Kamishibai”, el Teatro de Papel de origen japonés que ella coordinó.
SS — Amalia fue la que nos trasmitió, nos contó,
nos “dio” el Teatro de Papel. Ella tenía en la casa de sus padres las láminas y
un teatro. Luego, cada uno de sus “conocidos” que deseamos formar parte del Club
Kamishibai, “nos hicimos” de un teatro. Comenzamos a hacer las funciones por diversos
sitios (Centro de España, Malba, El Ecléctico, Biblioteca Nacional, Notorius, etc.).
Algunos de los integrantes: Nicolás Prior, Sergio Pángaro, Delius. Cada uno llevó
luego sus funciones a otros espacios (escuelas, bibliotecas, centros comunitarios).
Yo hice algunas representaciones en Resistencia, Chaco, en el Cecual. Y esas incursiones
continúan. Es muy hermoso ver cómo se produce, cada vez, ante este hecho que llamaría
poético, una comunión entre los actores (los que narran y mueven las láminas) y
los espectadores. Dan ganas de subirse a una bicicleta (que fue la primera forma
de transporte en Japón del kamishibai) y recorrer diversos sitios para contar, mostrar,
compartir este Teatro de Papel.
3 — Desde que comenzabas a ser una treintañera coordinás
talleres de escritura.
SS — “¡Qué
joven fui un día!”, dice la protagonista de “Hiroshima mon amour” y era una
treintañera. Es cierto, empecé a coordinar talleres sin que hubiera sido mi intención.
Estaba trabajando en escuelas de la provincia de Buenos Aires (Rafael Castillo,
Isidro Casanova) cuando salió mi primer libro de cuentos (“El artista del sueño”) y varios lectores empezaron a preguntarme si
daba talleres de escritura. Ante esa demanda, comencé a dialogar con el poeta Mario
Morales, que tenía una práctica de talleres, con Aída Bortnik, quien había prologado
el libro. Ambos me animaron, me dieron elementos para reflexionar y hacer. Empecé
entonces a trabajar “con” los otros en eso que se ha dado en llamar taller literario
o taller de escritura. Por supuesto, decía entonces y digo ahora, que no se enseña
a escribir, que ninguna Facultad faculta al escritor. Que en el taller se lee, se
amplía el universo de la lectura, se da lo que se dio en llamar consignas (pre-textos)
como “disparadores”. Creo que se trata de una trasmisión y que ese estar de otro
(u otra, en mi caso) produce, lleva al hacer. En la infancia pensaba que leer a
otros en voz alta era una tarea hermosa y de algún modo me dediqué a eso. Creo que
coordinar un taller de escritura es un trabajo (tarea, oficio) muy especial. Viene
alguien a mostrarnos eso íntimo que implica componer un texto y quien coordina recibe
este dar, esto nuevo que alguien puso en el mundo. Y habrá de sugerir, mirar, decir
con absoluto cuidado. Y a veces, leyendo con el otro un poema, alguna frase, se
produce una comunión, un captar juntos la música del texto.
4 — “La Sin Rival” se llamará la Biblioteca Popular que
en Quitilipi estás empeñada en fundar. ¿El nombre fue una propuesta tuya? Desde
tu infancia de quitilipense hasta la actualidad, ¿cómo se fue transformando esa
ciudad? ¿Hay allá parientes tuyos? ¿Es desde que comenzaste el colegio secundario
que residís en la Cabeza de Goliat, desaseada y derechosa
Capital Federal?
SS — Es buena la palabra que usás: “empeñada” en
fundar. En que exista esa posibilidad en nuestro país, en todo lugar del país, en
el pueblo más pequeño y en la ciudad más grande, de crear una biblioteca, de recibir
ayuda material para su funcionamiento, que sea totalmente autónoma (son los habitantes
del lugar con su comisión de biblioteca, la única que decide), y que no se utilice,
es no sólo una pena sino una necedad, o simplemente se ignora. En Quitilipi ya están
todos los pasos dados, faltaría que se habilite el lugar (que también ya está habilitado
en los papeles). El nombre fue decisión de la comisión. Querían poner el apellido
de mi padre (que es también el mío) pero me opuse. Y mis padres tenían en el pueblo
una tienda que se llamaba “La Sin Rival”. Votaron por ese nombre. Pensé, después,
que es bonito que una biblioteca no se maneje con rivalidades. Las bibliotecas populares
ofrecen la posibilidad de realizar talleres, seminarios, charlas, ciclos. CONABIP
(Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) colabora con el envío de coordinadores,
así como con el suministro de libros. Y contribuye económicamente para que las cosas
sean posibles.
Los pueblos “del interior”
son otro mundo, existen los mismos códigos que en la gran ciudad, pero también otros.
Y como el lugar es pequeño, salta a la vista la diferencia de clases y a la vez
las ayudas entre unas y otras como también la exclusión, el maltrato. Pero si bien
todo está a la vista, se oculta. Y el poderoso es quien se impone.
No hay familiares allí. Mis
padres “cayeron” a Quitilipi en el ‘49. Se conocieron en Buenos Aires; podría decir
que se re-conocieron porque estaban hablando la misma lengua. Ambos venían de Polonia.
Ambos, sobrevivientes. Y por esas cosas, llegaron hasta el pueblito. Quitilipi está
al lado de Napalpí, donde en 1924 se produjo una masacre feroz. Los obreros qoms
pedían mejoras salariales y se produjo una matanza. Una locura criminal que se oculta
aún, que no aparece en los libros de historia. Fijate que coincide aproximadamente
con la fecha de la Patagonia Trágica y cómo los terratenientes actuaron como asesinos.
Esto lo digo por tu pregunta de si hubo cambios en el pueblo. (Y tal vez estoy respondiendo
que no hubo.) En mi infancia allí, no había pavimento. Llovía y el barro divertía
a los chicos si no era torrencial y asustaba. Después llegó el pavimento. Pero el
supuesto progreso trajo progreso y atraso. El tren que pasaba, dejó de pasar (como
en casi todo el país en la década de los ‘90 con el auge del neoliberalismo. Y eso
fue un golpe para los habitantes de los pueblos de todo el país). Pero Quitilipi
no es un pueblo abandonado. Se sigue cosechando por allí, y el pueblo funciona.
Así como los pueblos vecinos: por ejemplo, Machagai está muy bonita con sus diagonales
y árboles y flores.
En estos pueblos (en estas
provincias) sucede algo que no sucede en la capital. Hay habitantes indígenas. Cuando
era chica estaban en “La Reducción” que luego se llamó “La Reservación”. Fijate
estas horrorosas palabras. Después eso cambió, supuestamente. Fueron a barrios “cerrados”,
se convirtieron en la mano de obra más barata. Qué increíble cómo se naturaliza
lo que no es natural. Cómo esas tierras que pertenecían a los quoms, a los wichís,
a los guaraníes, pero que estaban sin alambrar porque “quién puede pensar que la tierra es algo que se compre o que se vende?”
(dice Luis Benítez en “Manhattan Song”),
ahora tienen sus dueños (que explotan la tierra y a los que la trabajan). (A veces
hay algún interludio).
En Quitilipi está el maestro
Belén que tiene una radio, la mejor, y que escribe también en diario “El Norte”.
Tuvimos muy buenos maestros, la escuela pública funcionó de maravillas y algo de
eso queda aún. Hay dos bibliotecas públicas (diferentes a las populares) que están
hace años, el pueblo tiene sus lapachos y laureles, también jazmines magnos. Había
un cine en mi infancia que luego dejó de funcionar y ahora es un centro cultural.
También funciona un cine nuevo. Hasta el año pasado se preparaban comparsas para
el carnaval que daba trabajo a muchos habitantes.
Por algún motivo, los padres
nos mandaron a las hermanas mayores a la capital. Lugar gigante. Y sí, derechoso.
Sin embargo, no logró la ciudad atraparnos en esa vorágine, sino que encontramos
la grieta para percibir “el otro lado de las
cosas”. De todos modos, pasar de un lugar pequeño, viviendo amontonados, a la
gran ciudad a los diez y doce años, solas dos niñas, habrá sido de lo más interesante.
5 — No sólo te
voy a preguntar qué estás escribiendo en la actualidad, en qué géneros, sino también
si prevés algún tipo de obra de esas que requieren mucha investigación, o si no
deja de rondarte algún tipo de trabajo literario que temés que no puedas realizar
o que realizándolo imaginás que pudiera no satisfacerte, renegar de él y nunca publicarlo.
SS — Actualmente estoy con un libro de
poesía casi terminado, me falta volver a revisar, a ubicar los poemas espacialmente.
Y por ahora creo que se llamará “El ojo de
Celan”. Tengo empezada una novela y otra terminada: se llama “La muertita”. Y me ronda otra, donde quiero
investigar sobre los lugares que visitó Sara Gallardo y ficcionalizar sobre ella.
Pero no sé si me pondré a escribirla. También me rondan otras ideas en teatro. Y
tengo un libro de poemas en literatura infantil: se llama “En un lugar de la mancha”
(porque hay manchitas, por ejemplo, de tinta). Es curioso cómo la propuesta de escritura
aparece con su “forma”. Por ejemplo, no me rondan cuentos en este último tiempo.
De todos modos, creo que se está siempre renegando (me gusta esa palabra).
6 — Has sido invitada
más de una vez a la Feria del Libro de Resistencia, Chaco. ¿En qué han consistido
tus participaciones y cómo las evaluás?
SS — Ir a las ferias de distintas ciudades,
me gusta mucho. Ir a la Feria del Libro Regional del Chaco, me es, cada vez, un
placer. Me hace feliz llegar a esa provincia. Es como que el cuerpo reconociera
los cuerpos de los árboles, de los pájaros y también de las amistades, y se alegrara
de estar allí. He participado presentando libros: por ejemplo “Tres gatos locos”, libro de cuentos para
chicos con ilustraciones de Eugenio Led. Este libro fue editado por la Secretaría
de Cultura de la provincia y se entregó gratuitamente a escuelas y bibliotecas.
Este año presenté la antología personal “La
mesa roja” y el libro traducido al francés. Además, se entregaron los premios
a los ganadores del Concurso Provincial de Poesía “Alfredo Veiravé”, del que fui
jurado. El primer premio fue para el poeta Luis Argañarás. Las actividades son múltiples,
cada año la feria tiene un país homenajeado (en este fue Bolivia). Y cada vez hay
diferencias que la enriquecen. Todo lo que se hace en el área de Cultura en el Chaco
es abundante y de nivel. La Feria del Libro es una parte de las múltiples actividades
(hay buen cine, exposiciones de pintura, danza, la fiesta de la escultura, talleres).
Mientras respondo pienso que es una provincia especial: montones de cosas que faltan,
cosas para “quejarse” y —a la vez— logros
muy grandes: escuelas bilingües (se aprende
toba, wichí), hospitales que funcionan muy bien, etc.
7 — Mentaste a
un insoslayable clásico del cine francés. ¿Qué otros filmes recordás o has visto
más de una vez o volverías eventualmente a disfrutar en los próximos quince días
(o meses, o años)? ¿“Te tira” más lo francés?
SS — Es cierto, recordé “Hiroshima...”,
pero lo pensé por quien escribió el guión, lo pensé por Marguerite Duras. Tuve un
momento en que me era imprescindible leerla. Pero volviendo a tu pregunta, sí, me
atraía el cine francés. Hasta que conocí a Andréi Tarcovsky: recuerdo aún cuando
vi “El espejo”. Y “Stalker”. Y “Nostalgia”. Me tiraba lo francés. También el cine
ruso, el checoeslovaco, y ¿te acordás de la maravillosa “Cuernos de cabra”, esa
película búlgara, creo? También me tiraba el cine italiano. Por supuesto, Federico
Fellini. El otro día vi “Amor y anarquía” de Lina Wertmüller, y me enterneció. Aunque
me pareció exageradamente romántica, algo inverosímil y preciosa, al fin. Pero acercándonos,
me ha entusiasmado el mexicano Arturo Ripstein. Su ferocidad me ha hecho reír, supongo
que defensivamente. Siguiendo con México, me agradó muchísimo “Japón”, de Carlos
Reygadas. (Algo de la mirada de Tarcovsky hay por momentos allí, y a la vez otras
cosas. Y logra escenas no vistas antes.) Y el cine argentino también ha dado grandes
películas: pienso en “La casa del ángel”, “La ciénaga”, “El hombre de al lado”,
“Historias mínimas”, “Bolivia”, “Un cuento chino” … Por supuesto que no podemos
obviar las maravillas que logró el cine alemán de pre-guerra, esa iluminación, porque
tal vez se trate sobre todo de la luz en el cine. Y ¿de qué se trataría en la escritura?
¿También sería de la iluminación?
8 — En la Biblioteca
Nacional estás coordinando con Laura Szwarc —¿nos la presentás a Laura?—, un Taller
Performático, el que también se promueve como Poesía en Acción: ¿en qué consiste?
SS — Un gusto presentar a Laura Szwarc;
ella se dedica al arte y a la educación, es directora de “Akántaros”, está en el
grupo performático “Las parientas” y pronto saldrá su libro de poesía “Harina en vuelo”. Con Laura venimos investigando
ciertas cuestiones juntas, coincidimos en los interrogantes y me da gusto que sea
mi hija. Te diré que las performances adornan y remodelan
el cuerpo, cuentan historias, permiten que la gente juegue con conductas repetidas
(se presenten y re-presenten esas conductas). Cada performance es única, distinta
de las demás. Hay repetición, pero lo mismo no es lo mismo. Y el cuerpo es metáfora
y materia; sujeto y objeto; texto y lienzo; significado y significante. Las performances,
en las sociedades que reprimen los deseos, expanden significación. Trabajamos en
el taller con el material que cada uno trae, pero también, como lo enfocamos a lo
poético, el taller se basa especialmente en el lenguaje escrito sin perder de vista
el otro cuerpo.
9 — En un artículo
de Alberto Luis Ponzo que acabo de releer —publicado en la revista “Poética” (1986)—,
cita a Lawrence Durrel: “No es el arte, en
realidad, lo que perseguimos, sino a nosotros mismos”. ¿Qué reflexión te provoca
esta cita?
SS — ¿Somos nuestros propios perseguidores?
El arte, “esa cosa” que fue sembrando la historia de la humanidad, demostrando,
acaso, que el progreso es una farsa. Y así, con el arte, tal vez nos hayamos prometido
mejorar el mundo. Recordé a Alberto Girri: lo cito, creo, que textualmente: “Ya no es tiempo de prometer/ sino de recibir
lo merecido”.
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§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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