Tal vez por eso, nos llamamos “Fantasmas I y II”, porque
esos somos en la línea: fantasmas que no tienen cuerpos con silencios que pretendemos
rellenar con palabras luego. De la manera de cómo poner en función del lenguaje
esos silencios se trata este libro. Pero tampoco podré hacer un texto si no veo
(o indago) a través de lo que no está dicho en Diálogos, ¿su problemática?: incapacidad para la comunicación, al menos,
la comunicación en la que pensamos cuando convertimos una frase en algo que quiere
acercase al otro, tocar o retener: solo existir en un cuerpo o en una voz casi siempre
mental.
La pregunta que se hace el autor, a través de este libro
es: si podemos leer una voz, y esta pregunta me recuerda Compañía de Samuel Beckett, donde el libro es pretexto en sí mismo para
la existencia de una voz. La voz como personaje. El poder de una voz; la capacidad
de un tono para entrar en nosotros y convertirlo todo en algo. “Acerca de qué” es
una línea que se repite en Diálogos, porque
nunca es precisamente acerca de algo, sino del conocimiento sobre el sinsentido
de una voz, la apropiación de esa diferencia o el deseo de transgredir la voz engañosa:
“Tritura la voz” dice, “La Pública”, ordena, pero solo tenemos los gestos y la persecución.
La paranoia. Todo lo que ocurre en Diálogos
se separa del cuerpo y se convierte en una acción que a su vez se ha quedado silente:
“la cortina rueda sale / Seca la piel…” El sujeto se ha convertido en sus gestos
y esos gestos son objetivos, cortantes, fríos, no tienen posesión más que de un
mínimo espacio de recorrido entre la calle y la cama.
Tal vez, porque Hondal es heredero del trabajo de autores
como Nathalie Sarraute, Alain Robbe-Grillet, Marguerite Duras, Maurice Blanchot,
Roland Barthes y del propio Artaud, que pusieron una estructura (una sintaxis) diferente
a ese grito, despojándolo de todo compromiso que no fuera el del propio lenguaje,
intentando que se produzca el espacio salvador donde el cuerpo y la voz estén protegidos
de ese “algo” que no es acerca de nada –mucho menos de la realidad–, sino del efecto
del lenguaje que se aproxima a la tragedia o, a las cosas y sugiere, hinca, penetra,
para detentar de qué se trata lo que sentimos más que de lo que significa, sin demostrar,
sin explicar, solo sucediendo a raíz de un acontecimiento siempre anterior e interior.
Por eso, Diálogos
nos trae a una geografía diferente a nuestro contexto, casi cinematográfica, donde
lo que no está es lo que sentimos durante el recorrido de una cámara que observa
minuciosamente nuestros cambios minúsculos (como en aquella película que ahora recuerdo
al leerlo, La año pasado en Marienbad,
donde unos techos, el jardín y un vestido negro tirado sobre una cama dicen de todo
el drama que no necesita contarse, porque es el drama de un cuerpo que no está,
de una historia que todos hemos vivido en su ausencia).
Acepto que es difícil para quien no pretende saber cómo es, penetrar la poética de estos “Diálogos” de Ramón Hondal, su mundo “esquiso”, sus delirios y reiteraciones entre sitios tumultuarios donde todo se ha vuelto explícito, evidente, cuando su poética de rompeolas parapeta un impulso a contracorriente y pide “la excripción de nuestro cuerpo… una puesta fuera del texto… el texto mismo abandonado” –como dijera el filósofo francés Jean-Luc Nancy. Hurgar entre los cuerpos un pensamiento –¿existe?–, o la llegada de una voz
Esa voz que tras ligeros matices, sobresaltos o sugestiones del sentido, se vuelve diferente cada vez, en cada vuelta de un lugar que no es preciso, porque –y aquí está el asunto–, hay quebradas, giros y aparentes limitaciones en sus diálogos cortados a tajazos (como en los músculos de la expresión de un rostro), delineando otro concepto de escritura, una economía, extraña, que nos petrifica, porque no estamos abundantes de nada: de símbolos, de mecanismos de defensa contra la carencia de sentido. Ese es el argumento: ¿con qué vamos a llegar al otro si no tenemos más que gestos repetitivos que nos cansan –como nos cansa cada día y cada noche la voz del silencio con su rutina? ¿Somos esos gestos? ¿Ese silencio? ¿Qué hacer con ellos? ¿Por qué nos abandonaron también al dejar al cuerpo colgando de ese abismo entre la palabra y la situación? Entonces, las palabras no obtienen una significación directa con esa naturalidad básica de su significado: son solo provocaciones en el vacío de su propio volumen, de su aspereza, de su no sentir, pegadas a la raya que las delimita de lo que podrían ser si pudiéramos decirlo, explicarlo y desmontando a la vez, con precisión geométrica, la imposibilidad y el vacío de una voz que quiere insistir en la pregunta y en el dolor de un ¿cómo es?
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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 177 | agosto de 2021
Curadoria: Reina María Rodríguez (Cuba, 1952)
Artista convidado: Ángel Ramírez (Cuba, 1954)
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