terça-feira, 14 de dezembro de 2021

BERTA LUCÍA ESTRADA | El poder de la evocación en La casa de agua de Ivonne Gordon

 


El poder de la evocación, de un mundo que solo existe en nuestros recuerdos, es un exorcismo que la poeta Ivonne Gordon hace a través de la palabra. A través de ella convoca las imágenes diluidas en el tiempo y arrasadas por el agua. Casa de Agua (Ediciones Valparaíso, 2021), ganador del I Poeta en Nueva York, Ediciones Valparaíso, USA, en edición bilingüe, es un hermoso poemario que hurga en la memoria y en el dolor que conlleva todo exilio.

Casa de agua es el título de este poemario que convoca las imágenes de la infancia perdida, de una casa y de un país arrasados por la furia del mar. Una casa que otrora fue guarida, refugio -hogar visto como chimenea-fuego-calor-acogida-, y que ahora solo existe en los recuerdos vagos de la poeta, léase elegida, para que su imagen se conserve. La poeta la llama y se da cuenta que “ya no escucha”, el agua la dejó sorda; por eso se sumerge en el mar donde encuentra “los floreros de cristal de Bohemia” de la abuela; una hermosa forma de reencontrarse con los orígenes y al mismo tiempo una estrategia para traer de vuelta a esa abuela sabia que tejía el alba, la aurora; en otras palabras, unía los hilos de la luz y del comienzo.

 

En el fondo del mar, en el Hadal,

entre algas y corales encuentro los muebles de la casa

que fueron arrastrados,

me topo con los floreros de cristal de Bohemia

cucharas de plata que traía la abuela

a las nietas el día de su nacimiento,

la abuela sabía de alquimia antes de la escarcha del amanecer. (Poema: Ha ido quedando sorda)

 

Y cuando el comienzo desapareció tras el exilio de los habitantes de la casa ni siquiera los pescadores supieron cómo rescatar los muebles que hasta las gaviotas rechazaban

 

La casa se fue quedando sorda… se hundió en el mar… los pescadores no tienen idea / lo que pasa con esta casa, y por consecuencia, /algunos muebles se ahogan. (Poema: La iniciación de la harina)

 

Y antes, mucho antes, que la casa se fuese al fondo del mar, cuando sus habitantes se fueron por caminos de fango llevando el olor de la casa en una flor y sintiendo el peso de las piedras en los zapatos roídos por el tiempo, se dieron cuenta que siempre serían extranjeros como lo fueron sus abuelos.

 

descansamos de nuestro viaje de un país a otro

somos extranjeras en todas partes

cada paisaje es una inútil pared (El viaje al país de los cangrejos)

 

El exilio es una segunda piel, es el alma del errante del que perdió su casa y del que fracasó buscándola.

 

… Somos casa de agua

somos territorios falaces,

somos la ciudad de agua, el instante somos el reflejo de la abuela, el almíbar de su dulce de higos, de

guayaba, somos sales

somos agua (Poema: Perejil)

 

En ese mismo poema leemos.

 

conocí mi primer territorio de agua en tu vientre

 

Cuando la poeta se adentra en las profundidades del mar, en busca de su antigua casa, se nos devela un gran enigma, el de un viaje iniciático que rastrea las huellas de sus orígenes. Lo que me lleva a pensar en dos obras soberbias de la literatura hispanoamericana: El viaje a la semilla de Alejo Carpentier e Informe sobre ciegos; me refiero a esa nouvelle que está inmersa en la novela Sobre Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato. Ese viaje al que hago alusión lo vemos y lo sentimos en el poema Antes del doblez:

 

El silencio se dispersa, el tigre agita la cola

la loba aúlla entre las paredes,

me acerco con cuidado

a la casa parturienta que me dio los ritos ambulatorios, viene hacia a mí, llega con presagios de ladrillos

con viajes para los iniciados en la buhardilla de agua.

 

Casa de agua es, por lo tanto, un trabajo de arqueología ontológica que nos permite, muy posiblemente, descubrir de dónde venimos y para dónde vamos.

 

entro a esa casa que teje su propia penumbra,

y voy avanzando hacia ti. Te veré en otro cuarto,

la eternidad no puede existir sin ti.

Me recibes sin asombro, en un día imparable

cierras las puertas, y entra la colmena oscura desde afuera

nada es verdadero cuando viene desde afuera.

 


Y en El paraíso sin equipaje ese viaje iniciático se nos revela como el anhelado regreso a Ítaca:

 

Me encuentro resguardada dentro de cajones de lluvia para que el poema sea la Ítaca

 

Y en El tétano converso duerme, Ítaca se hace presente, no como sueño o evocación sino como ese faro que siempre está encendido a la espera del hijo que se ha ido.

 

(El sol se disolvía en la isla de Ítaca

con sus casas blancas, y puertas azules) las miradas clandestinas de las viudas se perdían al divisar

a través de ventanas el ruido del mar,

el viento soplaba en mis ojos

mientras los pasos de la luz de los faros navegantes se quedaba atrás

con rabia azul.

 

Y en el poema De manera inocente nos encontramos de nuevo con ese amanecer como posibilidad de comienzo:

 

Con un paraguas empapado de agua averiguas tu origen,

juegas con todas las posibilidades en la ciudad de agua no quieres perder la esperanza

que un día fuiste pez,

y que todas las ventanas de tus branquias se abrieron para abolir la soledad de los humanos, y poder encender el amor en todas las bestias que buscan el agua salada

en una cucharada de miel antes del amanecer.

 

El reencuentro con esa primera existencia, la del pez, es un láudano que mitiga la pesadumbre de esta nueva existencia abocada a la soledad; incluso le permite a la poeta abolir el tiempo y a hacer un trato con “la tejedora infiel”. Y al mismo tiempo le permite respirar con sus branquias recuperadas de una existencia asaz lejana; aunque eso la obligue a pagar un óbolo para hacer la travesía del Estigia en la barca de Caronte.

 

La moneda aparece en la mano de la tejedora infiel, y como mortal codiciosa, cruzo

en la barca de Caronte para ser perdonada

por los dioses

y volver a la casa contenida en el pecho

Para volver a nacer

necesito escoger entre el olvido y la memoria

que se encuentran dentro de la melancolía de un pez. (Cruzar el suspiro)

 

También la obliga a escoger entre Leteo y Mnémosine:

 

Cruzo el río para volver a la ciudad de agua / debo pisar las huellas / y elegir entre Leteo y Mnemosine.

 

Al escoger a Mnémosine aprende a

 

…a no morir por nuestra propia boca,

 

Y descubre

 

…el huerto de manzanas de la inmortalidad,

estamos dentro y fuera del agua (Poema: Parque de perros)

 

Al escoger la inmortalidad la presencia de la abuela se hace tangible en ella:

 

la abuela canta plegarias,

mientras con paciencia va lavando

la memoria de una condena. (Poema: El ascensor del cielo)

 


Lo que le permite “recoger pedacitos de mis seres amados”; la poeta es “la escogida” por la figura totémica de la abuela para que siga su oficio de recolectora de la memoria.

Y en Claros de polvo se convierte en contemporánea de todas

 

Las madres y las abuelas (que ) conversan sobre el paso del tiempo …/donde el polvo vuelve al polvo, donde las agujas de los huesos se rompen

 

La poeta asume el riesgo de sentarse con las tejedoras del tiempo; las mismas que al tejer un hilo luego lo rompen y lo trituran. Hasta que “el mar () centellea sin posibilidad de robo”.

Y en Geografía austral ejerce con ellas “la memoria del agua / después de cada rezo”.

En Acaso demasiado presta, y gracias a un epígrafe de Kavafis -“Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino”- recuerda una vez más la Ítaca que la instó a emprender el camino hasta encontrarla. Aun así es consciente de la inutilidad de su viaje:

 

Por qué obstinarse en algo que no existe, / el paso del tiempo es invisible, / es un robo del fruto verde del mar.

 

Y en El dulce olor Ítaca es el espejo donde se contempla a sí misma y donde se contempla su hermana, ese otro yo indivisible y que permanece pegado a nuestros cuerpos como otra piel.

 

Fuimos juntas al mar a recoger estrellas de cuatro vientos

y cangrejos oscuros. Nos une el mar y el escándalo

de nuestros pies andinos

donde fuimos a la fiesta de la nada

donde bebimos el agua verde de la ceniza

que se escurre

porque tú eres tú, y yo soy yo

en nuestra imagen y semejanza

cruzamos el territorio del escándalo

en el otro rostro de Ítaca.

Nos une el escándalo del betún y del crepúsculo.

 

Lo que quiere decir que el viaje no fue en vano y que bucear en las profundidades marinas y que luchar en contra de los monstruos que lo habitan, blandiendo como una única arma un peán (Παιάν), finalmente deja una leve sensación de victoria; pero victoria al fin y al cabo.

 

imagino

la divinidad

de las rosas acariciando el viento,

imagino

las rosas mirándonos,

mi vuelo

está envuelto en papel periódico

quiero ser discreta con el hechizo,

me llevo fugitivamente la palabra secreta en una servilleta blanca,

abrazo la cola de un delfín

para viajar al lugar donde se oculta el fuego.

 


Y en Monólogo del azar, el poema que cierra este círculo de Casa de agua, leemos:

 

La memoria es una invención.

 

Ha sido largo el viaje por errar un minuto,

nadie sabe si nací acaso,

o si es el tiempo de la nada.

Nadie sabe por donde he caminado, nadie sabe

de todas las muertes que he vivido,

todas las vidas que he inventado

de todas las memorias que he descreído

por la noche

cuando me olvidé de mi nombre,

cuando me olvidé de mis mayores, de mi sangre,

cuando me olvidé de todo

cuando inventé todo

entonces puedo en ese lugar invisible

declarar

nada, nunca nada, todavía nada

 

esa es la victoria de una casa ensimismada en el agua.

 

¿Acaso Mnémosine, la diosa de la memoria, fracasó en su intento de recordar y de recordarnos el mundo y la existencia? ¿Somos los seres humanos simples pesadillas de dioses fracasados? ¿Acaso seguimos condenados por Némesis a contemplarnos eternamente en un espejo de agua por haber rechazado a la ninfa Eco que nos esperaba escondida detrás de los olivares? Preguntas que Ivonne Gordon va posiblemente a elucidar en un próximo poemario.

Chapeau, Ivonne Gordon!




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[A partir de janeiro de 2022]
 

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UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 194 | dezembro de 2021

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