segunda-feira, 9 de maio de 2022

ENRIQUE DE SANTIAGO | Ludwig Zeller, doble estación de los vértigos

 


I | Dentro del espejo con Ludwig Zeller

 

Ah, eso no lo puedes evitar –dijo el gato–, aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca. –¿Cómo sabes que estoy loca? –dijo Alicia. Tienes que estarlo –dijo el gato–, de otro modo no habrías venido. (1)

 

El primer encuentro

Conocí a Ludwig Zeller, un tibio día de enero del 2005, en Santiago de Chile. Fue en la inauguración de una muestra de “mirages”, (2) una serie de obras que había elaborado junto a su compañera Susana Wald. Esta exposición se realizaba en las salas del Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Ludwig, y Susana fueron muy cordiales conmigo pese al escaso tiempo que los expositores disponen en este tipo de eventos, en el cual tuvieron que atender a mucha gente que se les acercaba para saludarlos o buscar alguna impresión después de estar un tiempo ausentes de Chile había venido en 2001.

Unos días después nos reunimos con Ludwig en un café de la ciudad junto a algunos integrantes del Grupo Derrame, en esa ocasión me impresionó su calidez y claridad para exponer sus ideas sobre variados tópicos, como la poesía y su luz metafórica, el estado actual de la literatura, o sus vivencias siendo parte del Movimiento Phases, ya que estábamos organizando una exposición para ese año sobre las obras y la historia de este señero movimiento. Él y Susana, accedieron a facilitarnos sus obras para esa muestra, la cual se realizaría en agosto de ese año. A medida que la conversación avanzaba, fueron asomando sus certeras impresiones sobre el Surrealismo, y la actitud de vida que correspondía llevar para quienes nos habíamos sumado a esta maravillosa aventura. Ese día, volví a casa henchido de ideas, frases, e historias que me hicieron ver que mi elección de vida, había sido la correcta. Ser surrealista, era la respuesta a esas inquietudes que se manifestaban en mí, desde que era niño, y frente a mí se prodigaban tras las frases de Ludwig, un piélago de maravillas que me empujaban a seguir navegando. Zeller, era un surrealista de casi toda una vida –al igual que Susana– y sentí en ese momento que ambos eran la expresión viva de quienes se han sentido plenos en espíritu, y que miran su bitácora de viaje, con los ojos del peregrino agradecido por lo que ha encontrado dentro de ciertos frutos sagrados y arcanos, en el siempre esquivo jardín de las Hespérides.

Chile, no me ha sido fácil, repetía en ciertas ocasiones, y con el paso del tiempo y en la medida que se fueron dando futuros encuentros y viajes, fui comprendiendo esa frase que removía las entrañas del poeta. Este país, al igual que como sucede con otros de nuestra región, no veía con claridad la magnitud de Ludwig –así como la de Susana, por lo que darle visibilidad a su trabajo, a su legado, y su aporte innegable, era una tarea que había que comenzar a elaborar desde ya. En ese sentido él corría con desventaja en este medio, ya que su residencia estaba en Oaxaca, México. Pero, sí hay algo que mueve cualquier obstáculo, y abre posibilidades, transformando una dificultad en algo posible, es la obra del artista, así sus collages, comenzaron a sumar nuevas miradas, especialmente el de las nuevas generaciones, que veían con asombro como se construían seres y objetos, uno con otro, para convertirse en una nueva morfología, la que evocaba una alquimia desconocida y fascinante. Por otra parte, su poesía escrita y visual –caligramas– encantaba por su profundidad y misterio, y ciertas editoriales comenzaban a editar sus libros. Cabe hacer mención que su prosa onírica, como lo es su libro Río Loa, estación de los sueños, se editaba por primera vez en nuestro país, a través de la editorial de la Universidad de Talca, lo que agregaba su narrativa a esta suma de ofertas.

En años sucesivos, Ludwig, junto a Susana, volvió a visitar Chile. Una de esas ocasiones fue para la Exposición Internacional del Surrealismo El Umbral Secreto, en octubre de 2009, oportunidad en que el poeta se quedó un tiempo largo en Santiago. Esta larga permanencia, me permitió tener largas conversaciones con él, donde tocamos varios temas, como cuál era la forma en cómo se aproximaba a la creación de sus collages, donde me explicó que primeramente recortaba las imágenes, y cuando ya tenía decenas de éstas agrupadas enfrente suyo, se disponía a seleccionarlas y montarlas sobre el soporte de papel, pero esta selección era sin la aplicación de razón alguna, y sin saber previamente qué iba a surgir, ya que su quehacer era plenamente intuitivo, automático, donde una figura elegida al azar, solicitaba inconscientemente otra pieza recortada, que era yuxtapuesta, y en algunas ocasiones superpuesta parcialmente según lo dictara la voz interior. Así una con otra iban conformando seres en una suerte de principio alquímico, con zoo-objetos o formas-engranajes, los cuales dialogaban en una composición primordial de alta carga simbólica, y que representaban una nueva cosmogonía en el universo de la surrealidad. El poeta-demiurgo, entonces permea la densa frontera que nos separa de lo oculto, en busca de los elementos que constituirían un nuevo logos, con el que procedía a dotar al mundo de una nueva visión, de la misma manera que el chamán despliega lo invisible creado, subvirtiendo sus esencias a una nueva condición, para así formar una nueva significación. Como ejemplo, podemos tomar la obra Andar sobre la cuerda, collage del 2008, en el cual un personaje humano, desprovisto de su piel como queriendo ir aún más desnudo sobre una vida de futuro incierto se equilibra sobre la cuerda de un arco, llevando en su mano derecha un instrumento que en su extremo posee una esfera, objeto que reitera la noción de la búsqueda de ese equilibrio. Quien se equilibra, sabe que hay otras fuerzas que dependen de su estado, y que cada efecto en su camino, es parte directa e indirecta de su causa –azar objetivo–, lo mismo que las figuras que acompañan la composición, ya que ellas interfieren de alguna manera en este frágil estadio de relaciones. Un lagarto –lacertilio– se inclina superpuesto al conjunto equilibrado, atraído por el molusco –que podría representar la geometría sagrada– quien es una suerte de contrapeso en el extremo inferior, y que gravita en el camino del peregrino desprovisto de su vestidura natural. El hombre asciende, siguiendo el designio elevado de la cuerda, aquí entonces se conjugan dos cuerpos de esencia vibratoria –el arco y el espíritu del ser humano – que se complementan unidos en su destino. Pero, es también cierto que todo es vibración, y desde esa característica, se suman otros fito o cito-elementos en el plano, así como también se presentan a cierta distancia artefactos de confección humana, que sobre el silencioso fondo –tan propio de Zeller– aportan desde su condición insular, otros aspectos no menos accesorios que dotan de mayor información al conjunto. Es difícil, buscar interpretaciones claras en el collage, si es que nos aproximamos desde la miopía que presenta la razón, y es muy difícil, sino imposible lograr interpretar la voluntad y la significación del que crea, por lo que la forma correcta de acercarse a esta relación simbólica, es la de despojarse de todo juicio razonable, e intentar leer con el meta-alfabeto que dota el inconsciente. A estos collages, se les debe percibir desde fuera del lenguaje conocido y eso implica aprender un idioma ignoto, ya que al todo compositivo se le ha dado un cuerpo semántico nuevo, por lo que nos enfrentamos a una forma distinta de comunicación. Quizás podamos percibir someramente algunas ideas en el todo, como lo presento anteriormente, pero lo más probable es que la única forma de acceder a ese plano oculto, es desde la lectura dada por el “ojo en estado salvaje” como lo planteaba Breton, y esto pasa primeramente por creer absolutamente en la existencia de un algo completamente distinto, el cual no ha sido visto nunca, ya que aproximarse a este tipo de obras –surrealistas–, pasa por un estado de fe, que implica dejar atrás todo lo conocido como un absoluto, y comenzar a ver desde lo profundo del ser, en un acto de conectarse con el animal interior –según el chamán– que nos orienta en cuanto a los derroteros de los universos ocultos, que a su vez habitan en nuestro propio inverso cósmico. Acá se hace referencia a seguir en el viaje hacia lo profundo del agujero detrás del conejo, donde la urdimbre de surrealidades está abierta a todas las posibilidades, y tal cual como lo dice la física cuántica, es el observador quien elige el cómo se percibe frente a alguna de las múltiples opciones que se nos ofrece.

Entonces hoy cobran vigencia las palabras de Ray Ellenwood quien nos indica: “Hace por lo menos treinta años que veo los collages de Ludwig Zeller y aún no logro clasificarlos en mi mente. Estoy de acuerdo con Edouard Jaguer en que Zeller, es un clásico del collage en la tradición de Ernst, ya que usa poco o ningún color y pocas imágenes contemporáneas al emplear principalmente papeles impresos en el siglo XIX. Pero Jaguer también señala que Zeller, a diferencia de Ernst y sus fieles seguidores, quita sus figuras de su entorno decimonónico, fuera de su ambiente físico”. Este vacío que rodea las imágenes yuxtapuestas y superpuestas, otorgan un elemento adicional, donde su contorno, da comienzo a un piélago de una aparente ausencia de algo –el vacío dispone la aparición de formas vibratorias allegadas desde la otredad– y que nos hace participes, en cuanto somos nosotros los que podemos adicionar sensaciones a esa oquedad dispuesta por la ausencia de otro tipo de elementos, los cuales pueden ser formales o cromáticos. Pero, esa percepción dentro del vacío es en el ámbito de las sensaciones y no se entiende como “un sumar” otra forma, ya que lo que está dentro –oculto por una suerte de membrana no explicita– es una información que palpita sin mostrarse, y ésta se manifiesta invisible, asediando el eikon visible dispuesto por el collagista, en lo que podríamos definir como imágenes que funcionan como una punta de un iceberg hermético –el collage como tal, donde cada separación es aparente, quedando entre ellos una malla que funciona bajo superficie, en lo que podríamos denominar como el silencioso secreto que borbotea bajo y alrededor de ese otro sonoro mensaje.

 


Recortando el verso

Otro aporte de Zeller, a la visualidad y la poesía, es el desarrollo de una técnica conocida como el caligrama. En este aspecto, él hace un novedoso aporte a esta expresión que tuvo su esplendor a principios del Siglo XX, creando lo que es el caligrama recortado, donde vuelve al uso de la tijera como instrumento constructor de nuevos niveles dentro de la poesía, ya que él aplica el recorte directamente sobre el soporte, descubriendo palabras y versos a partir de la acción de dicho elemento cortante, donde sobresale un oficio prolijo y un manierismo barroco que lo hace mayormente peculiar. En principio estos eran papeles que se usan para la confección de volantines – papalotes o cometas, como se les conoce en esta parte del orbe- siendo estructuras poéticas efímeras por la fragilidad que dichos papeles poseen. Pero con el tiempo llegó a elaborar estos poemas recortados en otros soportes que dieran mayor sustentabilidad en el tiempo, los cuales le permitieron también desarrollar su traspaso a grabados dentro de la técnica de la serigrafía, los cuales fueron elaborados en los espacios del Taller 99, el cual había sido formado bajo la iniciativa del destacado artista chileno Nemesio Antúnez. Esta experiencia nos deja, una única manera de abordar el caligrama, donde el poema o verso poético, era construido a partir del recorte, dejando una lectura circular –el infinito circular u ouroborus – que dotaba al verso de una lectura sempiterna. Recuerdo que para su exposición homenaje dentro del marco del Bicentenario de Chile, Zeller, ejecutó uno de estos caligramas recortados, para ilustrar el nombre que él había elegido para este evento, titulado Retorno al Oasis. Su resultado, fue una bella pieza, que da forma a la portada del catálogo que acompaña la exhibición. Esto da cuenta de que las posibilidades, tanto en el collage como en el caligrama, como expresión de la poesía visual fueron y seguirán siendo múltiples para la creación surrealista, y que por consiguiente fueron dos aportes sustanciales en la carrera creativa que nos dejó este insigne creador, ya que además el collage sobre un fondo blanco, fue una forma de plasmar esta antigua técnica, con la que Zeller, se diferenció del resto de los collagistas. Esta nueva posibilidad, está brillantemente aludida en el ensayo escrito por el destacado poeta norteamericano A. F Moritz, conocido como El silencio de Ludwig Zeller.

 

El verso transmutado

La poesía de Zeller, es tan prolífica como inquietante, en ella se encuentra toda la herencia de los románticos, los simbolistas y por cierto, los surrealistas. Primero se observa al igual que el Dante, una fuerte presencia del eterno-femenino, donde la mujer está muy presente en gran parte de su obra poética, Sus versos, además se sumergen en las aguas que sólo le son dadas a los videntes, porque él, tenía la capacidad de auscultar al otro lado del espejo, y traer consigo, la metáfora en su estado puro. Su capacidad metonímica, su asociación azarosa, dan a la construcción de sus poemas, una singularidad única, ya que el poeta conoce los “engranajes del encantamiento”, como él lo señalara para dar nombre a una de sus antologías, y no existe mejor denominación para explicar aquello que siendo por naturaleza inasible, cede y revela su mecánica oculta, la que ya en esa nueva condición, es explorada exhaustivamente por Ludwig Zeller, para así poder capturar su cuerpo transmutado y convertirlo en verso, es en ese instante que pasa a convertirse en el fenómeno –lo que aparece- poético, ya que este poeta conocía el antiguo oficio de trabajar la “obra alquímica” para extraer en cada fase, el producto maravilloso que lo aproxima a la quintaesencia oculta, entonces el verbo alquímico brilla con su resplandor –zoharico- sobre las páginas que sirven de puente para el ojo del que busca –al igual que el poeta– para poder beber la ambrosía que reposa en la metáfora. Entonces él presiona a la salamandra y la empuja al fuego, para que de las llamas frías –según Plinio– surja destilada “la obra” filosofal que ilumina a los pacientes, porque el fuego purifica el buen metal, pero consume la escoria. Claramente, éste fulgor que lo impresiona se puede apreciar en los siguientes versos:

 

FUEGO (3)

 

Piel de encendidas brasas que interrogas,

volved a mí, contadme, haced girar las sílabas saladas,

misteriosos espectros de la fiebre que soplan su

 recuerdo

a mis oídos. ¡Imágenes en sangre!

 

Porque te he visto, porque te he esperado en la gran noche,

¡oh resonante! ¡Verbo! ¡Príncipe de la luz!

Tú esparcías hogueras en lo alto, tú devorabas

los antiguos soles de mirar cansado, llama-mujer,

saeta de la gran piedra negra….Te veo

disfrazado en mil formas distintas, eterno suceder.

Rostros, lenguas, colores; tiempo de tempestad.

Metales que desgarran los cuerpos.

    ¡Llamaradas!

¿Surcamos las cenizas de las frentes futuras?

 

Guardiana de la fiebre, deslía ya tu sueño.

Gira la salamandra que vigila los pozos. Ala bruñida.

Fuego. Implacable pupila de los dioses.

 

El poeta amable

Ludwig Zeller, me aportó mucho en variados aspectos, tanto en lo humano, como en lo creativo, y durante estos sucesivos años de encuentros supe distinguir en él, a un hombre excepcional, que se comportaba con la naturalidad de un niño. Su disposición al humor, y el estar atento a cualquier momento que generara una jugarreta, le provocaba a uno sentirse con un amigo de toda la vida. Ludwig, era un hombre afable, extremadamente gentil con las mujeres, y pese a su apariencia muy formal, siempre estaba dispuesto a despeinarse y a ser parte de situaciones lúdicas, en lo que son esos momentos propicios para dejarse llevar, y disfrutar algo del absurdo. Observar sus collages y caligramas, leer su poesía, reverberaron en mí de manera potente y decidora, más aún, después de esas prolongadas e íntimas conversaciones, que vertieron en mí, sensaciones únicas, las que progresivamente fueron aumentando mi admiración y cariño hacia él. Ludwig, era un ser generoso con su conocimiento, y prácticamente no se guardaba nada, vaciaba su sabiduría sin medida, y con la misma calidez que hablaba de su trabajo, abordaba también el que uno realizaba, ya que él, era un buen observador, y una suerte de gozador con la mirada. Nada escapaba a su observación, desde los más mínimos detalles, hasta los conjuntos o escenarios macros que lo rodeaban en el día a día. De la misma manera, su mirada introspectiva, funcionaba con la misma intensidad y curiosidad, lo que se manifestó en su vida, con la exploración del sueño vigil-dirigido, guiado por la doctora y terapeuta jungiana Lola Hoffmann, y sus experiencias con el LSD, bajo la supervisión del doctor Franz Hoffmann, en los años sesenta. Pero su mayor vehículo exploratorio hacia su propio reverso fue ciertamente el Surrealismo, del cual fue fiel cultor hasta el momento de su partida. Ludwig sabía que había que desatar la razón, dejarla a un lado y conectarse con el ser infinito que proviene del inconsciente, sólo de esa manera podemos alcanzar y ver lo que se manifiesta fuera de la “caverna”, y es allí donde radica el éxito de su vida, el cual fue observar y sentir cuidadosamente mientras permanecía navegando en el océano inconmensurable de lo maravilloso, ese mismo lugar donde hoy está de vuelta.

 

Biografía resumida

Ludwig Zeller Ocampo, Río Loa, Chile, 1927- Oaxaca, México, 2019. Fue uno de los poetas de renombre dentro del Surrealismo internacional y su vasta producción con cerca de 80 títulos, es reconocida en todas las latitudes, habiendo sido traducido al inglés, italiano, francés, holandés etc. Zeller, además estuvo activa e íntimamente ligado al desarrollo de la cultura en Chile desde la década del cincuenta, primero traduciendo y publicando diversos libros de “románticos alemanes” como Novalis, Von Kleist o Höldering, acercando esta poesía a los lectores chilenos. Luego fue Director y Curador de la Sala del Ministerio de Educación entre 1952 y 1968, donde organizó no menos de 140 exhibiciones de los que hoy son connotados artistas de nuestro medio, donde se incluyen varios Premios Nacionales de Artes. Así mismo animó reuniones, lecturas poéticas, mientras escribía y fue dando a luz sus diversos libros de poesía, muchos realizados además en colaboración con destacados artistas plásticos, como Viterbo Sepúlveda (con quien creó libros únicos), Francisco Otta, libros de ediciones limitadas con grabados, o de sus propios caligramas serigrafiados en los talleres de Nemesio Antúnez. En 1968 junto a su compañera Susana Wald fundaron la Casa de la Luna que fue un café cultural y una revista del mismo nombre, y que aglutinó e impactó a muchos jóvenes que participaban en las diversas disciplinas de las artes y la cultura de la época. En 1970 también junto a Susana Wald, organizaron la exposición Surrealismo en Chile en la Universidad Católica en Santiago, muestra que causó gran repercusión en aquel momento.

En 1971 emigró a Toronto, Canadá, donde comenzó a realizar su aporte literario a nivel internacional, dirigiéndose muchas a veces a Europa, donde colabora en diferentes revistas y publicaciones. Paralelamente formó Oasis Publication, en Toronto, junto a Susana Wald, donde preferentemente publicaron voces chilenas de la poesía como Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Jorge Cáceres, Teófilo Cid, Carlos de Rokha, Humberto Díaz Casanueva y Rosamel del Valle, Alberto Baeza Flores y Rolando Toro entre varios autores.


Recibió importantes premios como en 1979, con el Mejor Diseño del New York Art Director’s Club por su libro Alphacollage, que ese mismo año se expone en la Feria Internacional de Vancouver, Canadá, con los originales que componen la edición. El libro obtuvo además el Premio “Uno de los diez libros Más bellos de la Década” de la Feria del Libro de Leipzig en Alemania. En 1991 fue invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara” en México.

Zeller fue además un afamado creador de collages y caligramas, y con estas dos formas visuales poéticas participó en diversas exposiciones internacionales como la Exposición del Surrealismo Marvelous Freedom/Vigilance of Desire en Chicago, en 1976, así como en Londres, en el Camden Art Center, y en Iberoamérica Pinta, itinerante entre 1997 y 2000, organizada por la UNESCO, y que visitó 20 países. Cabe además destacar su participación en la XLII Bienal de Venecia, en 1986, en el marco de la exposición Arte y Alquimia. Se cuenta además una gran exposición homenaje por el Bicentenario de Chile -en el plan de rescate de creadores ilustres- llamada Retorno al Oasis, Santiago de Chile en 2010, y Homenaje a Fondo, en la Galería Luis Cardoza y Aragón, del Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, México, en 2014, homenaje realizado por esta importante editorial mexicana en el marco de la celebración de sus 80 años de vida editorial, y en conjunto con la Embajada de Chile en México, en lo que fue, la exhibición más completa de sus obras –desde el año 1980 a 2012– y una nutrida muestra bibliográfica de sus 60 años de actividad poética –curatoria de Ximena Olguín–. Hoy sus collages se conservan en diversas instituciones como el Museo de Toronto, Canadá, el Museo de Jerusalén en Israel, Museo Granell de España y Museo Nacional de Bellas Artes de Chile entre otros.

 

NOTAS

1. Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll, Editorial Biblock, España, 2015.

2. Mirage: Palabra del francés que significa espejismo. Son obras realizadas a dos manos entre Zeller y Wald, que se compone de collage, dibujo y pintura, y en gran parte son en color.

3. Del libro Los Engranajes del Encantamiento, Ludwig Zeller, Editorial Aldus, Universidad Autónoma de México, México, 1996. 

 

II | Fragmentos oníricos en un desierto

 

Ludwig Zeller es un reconocido poeta con una vastedad de libros publicados, pero también es un prolífico collagista y su imaginario poético se despliega paralelamente en esta otra expresión que es netamente visual, actividad a la cual también debemos sumar los caligramas recortados. Allí se encuentra el sintagma de aquello que ha aguardado el momento justo para manar recortado de sus tijeras, pero entendiendo bien que esta otra obra posee tantos elementos de lo maravilloso como la primera (la literaria). Es la misma metáfora que llega vestida en forma de collages, donde Zeller nos acerca a lo desconocido conjugado como fracciones de una realidad, y donde cabe preguntarse ¿podemos hablar de lo desconocido? Y es entonces que el collagista interpela al espectador a mirar con “un ojo en estado salvaje”, es como si nos dijera a modo de respuesta: Miren mis visiones, penetren en ellas y sólo sientan. La composición es una metáfora dormida que habita en el espíritu de Zeller y que despierta en su obra plena de misterios, es en cierta forma como nos dice el lingüista George Lakoff, “Las generalizaciones que rigen las expresiones metafóricas no están en el lenguaje, sino en el pensamiento” (1) Y el pensamiento de Zeller con frecuencia está en otro plano dimensional, donde el lenguaje conocido es reemplazado por uno más profundo, uno decidor de lo indecible. Aquí Zeller es donde responde, tomando fracciones de realidades para buscar otra realidad de un plano lejano, en una frase o imagen que proviene del sueño, de lo inconsciente, o del secreto que surge al beber de las aguas del pozo profundo del hermetismo.

Hablar de Zeller, es partir diciendo que él ha mantenido vivo lo maravilloso, y que ha defendido la metáfora a ultranza ante todo aquello que arremete contra ella, me refiero especialmente a aquel consenso social, que también ha negado al ser humano el derecho legítimo de sus infinitas posibilidades. Entonces el collagista, desenmascara los límites y conduce a las miradas con sus espíritus hacia las hespérides surreales.

Narrar la vida de Ludwig Zeller es hacer mención de los hechos importantes de más de la mitad de la historia del Surrealismo. Este poeta y creador visual es el eslabón entre los primeros surrealistas de 1924 y las nuevas generaciones del siglo XXI. Muchos de estos últimos, han surgido bajo sus influjos y ejemplo. Zeller mismo es la condición surrealista, una vida de ensoñaciones poéticas, de consecuencia libertaria y amor desbordante. Él es quien ha bebido del fruto profuso del sueño sin tomar resguardo alguno, pues la cautela que se puede llevar en la maleta mientras se cumple la travesía por lo maravilloso implica perder las huellas del vellocino de oro. “Al interior del ojo veo lo invisible y me veo a mí mismo” dice en el poema Salvar la poesía, quemar las naves (1), y en esto no hay vuelta atrás sobre todo cuando se trata de afrontar la búsqueda de la gnosis arcana, comúnmente llamada la alquimia del Uno. Se hinchan entonces las velas del navío de este argonauta, que se encamina a navegar en los piélagos del sabio delirio que conduce al logos olvidado. La creación es una de las tantas e infinitas posibilidades de manifestarse en el Surrealismo, y allí es donde los nautas oníricos se sienten a sus anchas, pero en realidad es también donde ofician como médiums entre lo de dentro y lo de fuera, y estos dos hemisferios dimensionales, se encuentran en el collage de Zeller, es el atuendo morfológico que es también vehículo de su poesía, allí donde él construye visualmente lo que la oratoria recóndita de su alma le dicta. Él, Max Ernst, Lou Dubois, y Man Ray, por citar algunos, son sus máximos exponentes. Pero en Zeller el collage toma nuevos rumbos, hay en sus obras una actividad de separación de la figura del fondo y este último se vuelve desierto, el mismo que sus ojos vieron desde su nacimiento, en el ya desaparecido pueblo de Río Loa (Atacama). Pero Zeller leía del desierto aquello que lo empujó a ser un poeta de la palabra y también de la imagen, él vio además a través de los espejismos nortinos lo que le permite hermanar la poesía y la imagen con la infinita fuente surrealista.

Zeller, por casi dos décadas (1952 a 1970) desde el Ministerio de Educación en Chile, organizó varios cientos de exposiciones, muchas de ellas de carácter experimental, siendo el curador de la Galería de Artes Plásticas de dicha institución, sumando también en 1967 otras galerías y museos, como el Instituto Cultural de Las Condes en Santiago. También realizó paralelamente variadas actividades en literatura, arqueología y antropología médica. Es así mismo célebre la fundación de la “Casa de la Luna” junto a su compañera Susana Wald, que fue un café cultural y una revista del mismo nombre del que aparecieron dos números. Esta actividad tuvo un tremendo impacto sobre las generaciones jóvenes de la época, engendrando un impulso vital que se percibe hasta nuestros días. En ese lugar, comúnmente se congregaban varios centenares de personas para ver films, realizar exposiciones y asistir a conferencias. Posteriormente, en lo que se constituye como un hito cultural en nuestro país, Ludwig Zeller junto a Susana Wald, organizan en 1970 “Surrealismo en Chile," exposición de gran repercusión, que se celebra en la Universidad Católica de Chile (su única condición fue no estar bajo ningún tipo de censura), en lo que fuera el mayor resumen de la actividad surrealista en este país hasta la fecha. Ahí se incluyeron obras de Roberto Matta, Haroldo Donoso, Rodolfo Opazo, Valentina Cruz, Carmen García, Viterbo Sepúlveda, Susana Wald, Ludwig Zeller, Dámaso Ogaz, Nemesio Antúnez, Enrique Zañartu, Juana Lecaros y otros. En 1971 emigra junto a Susana a Toronto Canadá, donde fundan y dirigen “Oasis Publications” con más de 40 títulos publicados en 3 idiomas, inglés, español y francés. Además organizan variadas exhibiciones de artistas, preferentemente surrealistas.


Ludwig Zeller participó en la XLII Bienal de Venecia, en 1986, en el marco de la exposición Arte y Alquimia cuyo curador fue el reconocido historiador del arte, teórico y poeta Arturo Schwarz. También es sustancial su presencia en cuatro de las últimas Exposiciones Internacionales Surrealistas (1975, 2008, 2009 y 2012) encuentros que son una verdadera tradición dentro de este movimiento. Es por esto y mucho más, que Zeller, es parte vital de la actividad surrealista en todo el amplio significado de la palabra, comenzando por la intimista, aquella que se ejecuta en ese espacio personal donde se conecta el individuo solo ante el universo in abscondito, y la otra que lo vincula de manera colectiva, donde se comparte la ilusión hermanada, aquella tan característica del Surrealismo, en una suerte de trueque de sensaciones oníricas y palabras cargadas de simbolismo, cuando es el momento de compartir los secretos sin hablar.

El collage de Zeller es la cúspide del silencio que se inquieta en la aparente nada, porque el vacío no existe, ya que nada es nada, pues esta, en verdad, es una realidad no percibida, una que sostiene el todo con su andamiaje invisible, es aquel todo-nada oculto, que sólo se puede alcanzar con la imagen metafórica. Es el despliegue de una parcialidad-toda del Aor Ensoph, pues es la suma de la iniciativa expansiva, porque como dice Kandinsky: “Por otro lado, en el arte no existe la forma totalmente material” (2). Zeller en sus collages vuelve al origen de las cosas y explora la fuente primigenia a partir de sus apariciones postreras, entonces ingresa a la fuente única del signo hermético, la cosa antes de ser engendrada y al mismo tiempo, busca el rescate de ésta desde abismo de la muerte, una suerte de plano extendido, un continuum de paredes cuánticas, un mapa cósmico, a partir de reseñas terráqueas, pues es la ecuación oculta y circular, lo activo que atraviesa lo pasivo. Su constructo es el pináculo sintáctico que emerge alzando sus faldeos oníricos.

Como en las antiguas “Escuelas del silencio”, Zeller plasma un mensaje donde el discípulo, que en este caso es el espectador, no es aleccionado a la manera conocida, no hay estímulo alguno de un predicado oral, sólo se le invita a la contemplación, y al diálogo sin palabras. Así entonces debemos sumergirnos en el mudo piélago simbólico, desde donde se ocultan las mareas con sus vaivenes de ocultismo, las que solicitan la perspicacia del observador, pues el collage es una suerte de alfabeto público y secreto a la vez. Esta es la calcinación del silencio primordial ante la acción del collagista, que nos revela parte de lo oculto, una especie de ojo de la cerradura por donde mirar, para que luego intentemos conseguir la llave para entrar. Es la acción alquímica que muestra lo esencial que subyace en los trozos conjugados de lo evidente y una acción holística de la otredad, que habita también en la vecindad de su collage, esa imagen desierta que comparte su irregularidad cartográfica con las imágenes yuxtapuestas. Vacío colindante, que se abalanza sobre el espacio poético trazado por Zeller y que dibuja su propia vibración espacial, pues cada zona desértica traída a la relación composicional varía según las formas plagada de seres y objetos que están instalados al centro de la escena, donde a veces se percibe una ínsula apartada del todo, ya que la acción creadora es hija del azar, pues el accionar del vidente se separa de la razón, intuyendo la ratio propia de un orden invisible (lo mal llamado irracional) con sus relaciones superiores e inferiores y sus correspondencias interdimensionales. La morfología oceánica del vacío, en su lucha permanente en el seno del espíritu del poeta, es una suerte de Tenten y Cai Cai Vilu, donde surge el asomo de las potestades de un demiurgo con tijeras. Hay dos visiones que se conforman en una, la inmensidad de lo de dentro, que es a la vez de acción centrípeta y centrífuga, y la realidad-irrealidad de lo de fuera, que es pasiva-activa y que posee como característica el ocultamiento de las emanaciones centrífugas del collage. Y así el vacío devuelve sus imágenes hacia el centro interferidas por la acción balsámica de la metafísica silenciosa.

En este sentido podemos citar a Bachelard: “El más acá y el más allá repiten sordamente la dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera: todo se dibuja, incluso lo infinito. Se quiere fijar el ser y al fijarlo se quiere trascender todas las situaciones para dar una situación de todas las situaciones. Se enfrenta entonces el ser del hombre con el ser del mundo, como si se tocaran fácilmente las primitividades. Se hace pasar a la categoría de absoluto la dialéctica del aquí y del allá.” (4)

Y parafraseando al Filósofo gnóstico Plotino, es en la búsqueda del “Uno”, donde hay determinados elementos en el vacío, que están emparentados con él mismo, pero que pese a estar cerca en su vacuidad, no interrumpen la trascendencia del todo que es uno, aquello que está presente, pero que a la vez está separado. El collage de Zeller es el centro de su búsqueda, el Eros que no se extravía y que conduce su alma hacia arriba, según la tradición platónica, en esta mención, el arriba es circular, es lo mismo que lo que rodea, ya que está el plano al costado que refleja también el arriba y el abajo, el espacio global virtual, como el aire que lo circunda (su materia oscura). Entonces se podría decir que Zeller, al trozar el plano con fragmentos sonoros de realidad, lo que hace realmente es hacer vibrar las cuerdas en el vacío del silencio.

 

NOTAS

1. George Lakoff, Contemporary Theories of Metaphor, in Ortony, Andrew (ed.) Metaphor and Thought (2nd edition), Cambridge University Press, 1992, Cambridge, Inglaterra.

2. Ludwig Zeller Salvar la poesía quemar las naves. Ediciones Fondo de Cultura Económica, 1993, México.

3. Wassily Kandinsky De lo espiritual en el arte, Editorial Labor, 1991, España.

4. Gastón Bachelard La poética del espacio Cap.: La Dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera pág. 186 Ediciones: Fondo de Cultura económica, 2000, México. 

 


ENRIQUE DE SANTIAGO | (Chile, 1961) é poeta e artista plástico, ligado ao Surrealismo. Foi um dos criadores do grupo Derrame, e editor de sua revista homônima. Tem produzido exposições de homenagem ao Surrealismo e publicado ensaios sobre o tema em diversas revistas internacionais. Actualmente escribe La historia del Surrealismo en Chile. Ha colaborado en el libro La Historia del Surrealismo de Arturo Schwarz, y Escritura conquistada – Poesía hispanoamericana, de Floriano Martins. Autor de libros como Frágiles tránsitos bajo las espirales (2012), Elegía a las magas (2014) y Bitácora de un viaje ontológico (2018). Su obra plástica es hoy reconocida internacionalmente, sobre todo en el ambiente surrealista.
 

 


FLORIANO MARTINS | Poeta, editor, ensaísta, artista plástico e tradutor. Criou em 1999 a Agulha Revista de Cultura. Curador dos projetos Atlas Lírico da América Hispânica, da revista Acrobata, e Conexão Hispânica, da Agulha Revista de Cultura. Realizou inúmeras capas de livros. Curador da Bienal Internacional do Livro do Ceará (Brasil, 2008), e membro do júri do Prêmio Casa das Américas (Cuba, 2009), Concurso Nacional de Poesia (Venezuela, 2010) e Prêmio Anual da Fundação Biblioteca Nacional (Brasil, 2015). Professor convidado da Universidade de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos, 2010). Tradutor de livros de César Moro, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Vicente Huidobro, Hans Arp, Alfonso Peña, Juan Calzadilla, Enrique Molina, Jorge Luis Borges, Aldo Pellegrini e Pablo Antonio Cuadra. Entre seus livros mais recentes se destacam Antes que a árvore se feche (poesia completa, Brasil, 2020), 120 noites de Eros - Mulheres surrealistas (ensaio, Brasil, 2020), Naufrágios do tempo (novela, com Berta Lucía Estrada, 2020), Las mujeres desaparecidas (poesia, Venezuela, 2021), e Un día fui Aurora Leonardos (poesia, Ecuador, 2022).

 


Agulha Revista de Cultura

Série SURREALISMO SURREALISTAS # 09

Número 208 | maio de 2022

Artista convidado: Floriano Martins (Brasil, 1957)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS

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