HERÁCLITO DE ÉFESO
Cada cierto tiempo, con las
incesantes pulsiones de la necesidad por descubrir las fuentes de la vena poética
de la cultura venezolana, nos encontramos y nos asombramos con una obra que aflora
en un punto de inflexión donde la investigación y la crítica se hallan en afortunada
connivencia para darnos la posibilidad de recuperar y releer dentro de esa voluntad
de encuentro, a uno de nuestros olvidados
del gran panorama de la literatura nacional, el poeta Luis García Morales.
El trabajo de reeditar la poesía completa de este autor,
integrada por sus tres libros: Lo real y la
memoria (Caracas: Editorial Arte, 1962), El río siempre (Caracas: Galería Durban, 1983), De un sol a otro (Caracas: Monte Ávila Latinoamericana,
1997) y los poemas inéditos, está a cargo de la editorial LP5, dirigida por la escritora
Gladys Mendía. Y como todo libro es un centro energético que atrae para su dimensión
la renovación de las lecturas iniciales de quienes se acercan al asombro de lo eterno
junto a las relecturas del futuro de la crítica que siempre avizora para la poesía
una articulación panorámica, leeremos la presencia de las voces cercanas, familiares
y amistosas, que dialogan con la poesía de Luis García Morales. Primeramente, la
voz de la hija del poeta —también poeta y albacea de la obra de su padre—, la escritora
y traductora Isabel Teresa García, quien en su función estelar como coeditora de
la Poesía completa, nos sitúa en un horizonte
de comprensión de la vida del autor, vida transustanciada en escritura poética que
“Los retornos” de su prólogo se encargan de explicarnos para ahondar en los necesarios
aspectos bioliterarios que nos llevan a la obra. La otra voz, la que cierra el ciclo
del volumen, es la del entrañable amigo del poeta e integrante de su generación
intelectual, el escritor Rodolfo Izaguirre, quien lo evoca en una dimensión espiritual
desprendida de lo real contingente, destinado a un segundo nacimiento.
Esa segunda vida del poeta en su escritura poética completa
(ahora reeditada), nos llega en un momento muy especial y único a los venezolanos
de este tiempo. Leerlo ahora significa el reencuentro con la voz profunda de nuestro
ser cultural que nos reintegra, nos reúne y nos sitúa en un horizonte donde convergen
la expresión y los signos de nuestro proceso literario particular. Ya era el momento.
Ahora tenemos la posibilidad de incorporarlo a las posibilidades expansivas que
toda lectura agrega como valor crítico y creativo a su comprensión.
Ese renacimiento, a su vez, marca una mirada hacia adentro
de ese proceso literario en el cual van a aparecer los vínculos generacionales,
el entramado sutil en el que el lector podrá leer, entre líneas, el mundo circundante
incorporado al texto como un testimonio de la densidad de la propuesta formal y
de sentido que se desprende de una vida transustanciada en la escritura. Al respecto,
a Luis García Morales lo vemos asomarse a esa ventana de luces y sombras —que es
toda fotografía en blanco y negro—, donde lo podemos ver muy joven, rodeado de su
amigos, su generación intelectual, mediando los años cincuenta del siglo pasado.
Los compañeros de viaje de esa aventura creadora y crítica, en la imagen que presentamos
a continuación, impregnada de la expresiva audacia y belleza de la juventud, son
el pintor Quintana Castillo, el escritor Adriano González León, el guerrillero (poeta
y pintor) Argimiro Gabaldón y el poeta Ramón Palomares junto a Evalina Rodríguez
(su esposa).
En ese ambiente, con tales compañeros de generación intelectual,
e imbuido en las aguas procelosas del agitado mar de todas las insurgencias posibles
en el campo de la política y la estética de su tiempo, aparece en el horizonte del
proceso literario venezolano una obra que como respuesta creadora al “espíritu de
la época”, profundiza en una vía poética que desdice de los reclamados compromisos
que todo escritor desde su obra debía ejercer en el contexto de las luchas sociales
de ese tiempo. Su propuesta es ante toda circunstancia, una obra de resistencia
a esas presiones y una gloriosa distensión hacia la disolución de los lugares comunes
de enunciación. De allí que el poeta se ubique en una dimensión de lo que podríamos
decir es una visión sumergida de la voz, muy cercana a una poética del tiempo que
utilizará las metáforas del río y el agua para profundizar en esa insistente búsqueda
de lo hondo y denso de esa estación detenida de la conciencia que observa el devenir.
(…) si te miras dos veces en el mismo río
en el río de espejos, en el río de oro, en el río
negro
tu vida y tu soledad cambiarían
y estarías en otoño.
El trasfondo filosófico presocrático/nitcheano (“¿quién
entonces bajo el sol público/ y quiénes en la noche creyendo que se van/ y eternamente
volviendo?”) y existencialista (“Pero nada sabemos./ Nos perderemos en la bruma
como el último barco./ Nos perderemos.”) le da un color gótico de sobriedad, pesimismo
y nihilismo a los sentidos que se desprenden de la lectura de su primer libro. En
ese orden, pudiéramos atrevernos a decir que es un poeta postmoderno, desencantado
de todos los ismos de su entorno, un ferviente lector de Ramos Sucre y un solitario
en la ruta de la creación poética venezolana de esos años imbuida en las exigencias
permanente de los realismos sociales de todo cuño que caminaban enloquecidos y ciegos
hacia el abismo de las utopías corajudas de mesianismos y redención. Su respuesta
al contexto es su poética. En ella encontraremos las claves de una lectura más abierta
que muestre otras interpretaciones, esa intuición plasmada en la obra daría a la
crítica y a la investigación nuevos indicios de cambios sustanciales en la comprensión
de nuestro proceso literario, con una mayor densidad y complejidad en cuanto a los
recursos para aportar en la renovación de los corpus y el canon crítico que nos
merecemos. Así, desde esta perspectiva crítica que priorice las relecturas descentradas,
otros autores irán apareciendo con esa disposición abierta, postestructural, que
desnaturalice la mal entendida politicidad de la producción literaria.
¿Qué es lo más real?
¿En cuál de los dos sitios
se manifiesta con más verdad el alma?
Uno viene por múltiples senderos
desde una antigüedad siempre presente.
Pero todos por el mismo camino,
todos alimentados por idéntica sombra
y es uno solo el principio de ruina y soledad,
uno solo,
que canta silenciosamente en la sangre,
en los muros de la ciudad,
en los árboles de la colina.
A lo cual responde años después en su último libro De un sol a otro:
Padezco la duda de oír
Voces más tranquilas en la fuente
El rigor asociado a una sentencia futura
En mí vegetan otras consignas
Tiempos no vividos por mí
Experiencias que ignoro
Pero dan luz a la conversación de los árboles
En viejos papeles
Que oigo y leo desde ayer:
Veo su tinta dando forma a las cosas
En silenciosas escrituras
Hecha de almas pretéritas
Mi alma no es mi alma
Sino fusión de nombres
Constelación de pétalos disimulados
En el vino de la noche
Realidad y escritura, ser y tiempo, eterno retorno, serían
esas las primeras claves que apuntan a mostrarnos, en la luces y las sombras de
la escritura, un camino de renovación crítica que nos dé la posibilidad de continuar
descubriendo, en Luis García Morales, los otros ríos profundos de la vena poética
venezolana. Se trata de dejar para los manuales y los túmulos lo que se ha dicho,
y señalar para la posteridad y la existencia del poema en los lectores del devenir,
lo que el poeta que trascendió dice y tiene que decir sobre asuntos perentorios
como la muerte o sobre el problema poético-filosófico que ella plantea como un gran
enigma a descifrar:
En cada instante mi fulgor es luciérnaga en agonía
Veo de mi vida
La lucha tornadiza con mi propio fantasma
A merced de esa historia cambiante
Donde al cabo soy nada
O soy todo
Esa lectura por realizar, la que interpreta el fondo de
la expresión en la que se puede delinear la presencia de un lugar de enunciación
marcado por la pregunta inicial que da origen al “en sí mismo” (al pensar sobre
sí), es la que nos permitirá interrogar al texto, incorporarlo a esa comprensión
del enigma de la existencia frente al tiempo, pues la poesía como género —más allá
de las propuestas estéticas— cuando se acerca a la filosofía, resulta en intuición
y comprensión de esa totalidad abismal que nos asusta, y su concreción da resultados
aforísticos. De allí que los enunciados construyan un sistema de pensamiento que
la conciencia delimita o recorta del infinito para completar los sentidos que de
allí se desprenden, como se puede leer, entre líneas, en De un sol a otro: “Mi pasado fluye hacia mí/ Cascada traslúcida”; “Temo
los avances de la intemperie/ El fuego blanco de la escritura sin fin”; “Sólo vemos
las orillas del esplendor”; “Sólo el espejo abandonado/ En el cuarto solo/ Pareciera
guardar un tiempo muerto”; “Entre tu cuerpo y el mundo/ El tiempo es la forma invisible/
Que inventan los sentidos”; “Todo en su más ardiente fulgor/ Se apaga/ La llama
escribe su breve historia/ Con la eternidad de la ceniza”; “En extraños galopes
avanzamos/ Sobre días y oscuridades/ En una busca ilusoria”; “Cada sombra tiene
su sombra desde la infancia/ Y cambia sus espejos a la caída del sol”; y “Cancelar
el futuro/ Ésa es la prueba de fuego”.
De este modo, el proceso de la literatura en nuestra lengua
gana para su densidad y complejidad —con el estudio de la obra de un maestro de
la expresión que nos convoca a revisitar y descondicionar nuestra mirada—, otros
destinos críticos posibles de alcanzar.
JOSÉ ANTEQUERA ORTIZ (Venezuela, 1972). Profesional Académico formado en el área de gestión y gestión cultural para el desarrollo de proyectos de investigación y publicación en estudios culturales latinoamericanos. Alta experiencia en investigación en el campo de la cultura y la literatura venezolana e hispanoamericana, con amplios conocimientos y formación en teoría, historia y crítica literaria. Demostrada una amplia experiencia académica al haber estado involucrado en diferentes períodos de su vida académica, con la responsabilidad de la docencia a nivel universitario en la Universidad de Los Andes (Mérida - Venezuela). Amplia experiencia en labores editoriales, específicamente a cargo de Corrector de Publicaciones ha ejercido en diversas instituciones públicas involucradas en la edición de materiales escritos, libros de texto y difusión electrónica a través del sitio web.
RUBEM GRILO (Brasil, 1946). Gravador, desenhista, ilustrador. Em 1970, estuda xilogravura com José Altino (1946), na Escolinha de Arte do Brasil, no Rio de Janeiro. No ano seguinte, passa a frequentar a Seção de Iconografia da Biblioteca Nacional e entra em contato com as gravuras de Oswaldo Goeldi (1895-1961), Lívio Abramo (1903-1992), Marcelo Grassmann (1925), entre outros. Nesse período, inicia curso de xilogravura na Escola de Belas Artes da UFRJ e é orientado por Adir Botelho (1932). Em visitas ao ateliê de Iberê Camargo (1914-1994), recebe lições de gravura em metal e, na Escola de Artes Visuais do Parque Lage-EAV/Parque Lage, estuda litografia com Antonio Grosso (1935). No início da década de 1970, ilustra jornais como Opinião, Movimento, Versus, Pasquim, Jornal do Brasil. Na Folha de S. Paulo, cria ilustrações para os fascículos da coleção “Retrato do Brasil”. Em 1985, publica o livro Grilo: Xilogravuras, pela Circo Editorial. Em 1990, é premiado pela Xylon Internacional, na Suíça. Em 1998, participa, com sala especial, da 24ª Bienal Internacional de São Paulo e, no ano seguinte, é curador geral da Mostra Rio Gravura. Tem trabalhos publicados em revistas especializadas como Graphis e Who’s Who in Art Graphic (Suíça), Idea (Japão), e Print (Estados Unidos). Nossos agradecimentos a Jacob Klintowitz pela presença de Rubem Grilo como artista convidado desta edição de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 262 | setembro de 2025
Artista convidado: Rubem Grilo (Brasil, 1946)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com









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