Tuve el privilegio de escribir el texto introductorio del libro de Guillermo Ceniceros, no obstante, a la luz que ofrece el trabajo editorial y la obra como conjunto, he deseado agregar algunos comentarios y amplificar detalles acerca del trabajo del artista nacido en las montañas de Durango, acunado y educado en Monterrey e impulsado en esta gran plataforma cosmopolita que es la Ciudad de México. Hablamos de un pintor que en sí mismo ha roto las limitaciones de los localismos y de las temporalidades, se trata a la vez de un artista que entró desde hace mucho tiempo a la visión de sí mismo como género y como entidad irrepetible.
En el vasto terreno en que se asienta el libro de Guillermo Ceniceros, alcanzamos a disfrutar una panorámica de su versatilidad técnica, constructiva, imaginativa, creadora. Vemos pasar imágenes representativas de su actividad en los muros, la tela, el papel, los tórculos, el metal, la madera. Presenciamos la relación del artista con la materia y la herramienta; visualizamos diálogos y luchas simultáneas por dominar la sustancia y moldearla a los deseos, a las formas que se demandan o se intuyen, se olfatean, se perciben entre las sombras y las luces del ejercicio plástico: allí donde reside el accidente provocado, fundado, conversado; donde asoma el asombro.
Pero en su lenguaje plástico, la levedad es una cualidad dominante. Los personajes, en su mayoría femeninos, son portadores del gesto fundamental de la extrañeza, de la instrospección, de la seducción como dominio del mundo simbólico contra el poder del universo real. La figura femenina, los valores escondidos o velados de la mujer, adquieren a través de la gravedad pictórica un carácter onírico, se presentan en fondos, más que atmósferas, que desnudan el asombro de quien emerge de su propio sueño. El gesto se mueve en la ambigüedad de lo que viene o de lo que va. El movimiento es una preocupación o una tendencia innata en Ceniceros, porque sus figuras o sus atmósferas poseen de manera natural una dinámica que evidencia una actitud o una virtualidad circulante, flotante, levitante o en perpetua vibración, incluyendo a las imágenes rocosas. La seducción, tal como la concibe Jean Baudrillard, aparece en el universo estético de Ceniceros con el carácter de la apariencia, del artificio, de un lirismo insinuante que se desprende en una figura solitaria o en conjuntos móviles y combinatorios que invocan la imaginación y el juego. Lo femenino es luz.
En su andamiaje discursivo el dibujo es esencia y cualidad que florece, que se deslinda o se entraña en el color. La línea es sortilegio en la manos de Ceniceros. Pero muy poco nivel alcanzaría el dibujo como virtud si no entrara en el conocimiento y en las exigencias de la geometría. No es difícil entonces advertir en sus series “Juegos gráficos”, “Latidos concéntricos”, “Espejos sonoros”, “Espejos comunicantes”, y en general en su obra mural, la vocación y el gusto por el equilibrio, por la profundidad de los planos, los efectos tridimensionales, los reflejos, las simetrías, las correspondencias, los efectos visuales, en suma: las proyecciones de lo humano en el orden cósmico o en la armonía del ser. Esa misma definición focalizada por Miguel Angel, Durero, Leonardo Da Vinci, Echer, Picasso, Siqueiros. La técnica y la sensibilidad, el arte y la ciencia, el pensamiento y los sentidos, la destreza y la disciplina, se conjugan en los espacios y en el tiempo del artista, en su búsqueda perpetua de la estética de los sueños, de la comunicación.
Lo monumental requiere, además de la audacia y la imaginación, de apoyos y cálculos firmes para sostenerse, para no extraviarse en la fantasía de Babel o para perder el sentido de su relación con las cosas y el entorno. El muralismo de Guillermo Ceniceros se construye con partes de grandes dimensiones, como un discurso elocuente que se distancia de la hipérbole pedagógica o doctrinaria, y se aproxima a las recapitulaciones de la civilización, a las huellas del homo sapiens, al vestigio rupestre de la sublimación, a la flor y el canto de los códices mesoamericanos y al surtidor intelectual de la historia personal y colectiva, a un presente en expansión sobre el planeta y el mañana. La muralidad de Ceniceros son crónicas sobre los muros, pasos del tiempo y la esperanza, reflexiones de un transeúnte en la historia o simplemente el encuentro con el gozo estético.
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José Ángel Leyva (México, 1958). Poeta, narrador, editor, promotor cultural, periodista. Ha dirigido diversas e importantes publicaciones, entre las cuales destacan las revistas de poesía Alforja y La Otra. Actualmente es coordinador de Publicaciones de la Universidad Intercontinental. En 1999 y 2008 recibió el premio Nacional de Periodismo, otorgado por el Club de Periodistas de México. Libros suyos han sido traducidos íntegros al francés, inglés, portugués e italiano. Contacto: josanley@gmail.com. Página ilustrada com obras del artista Guillermo Ceniceros (México).
El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânica, bajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins. |
terça-feira, 18 de novembro de 2014
La fuerza del asombro en Guillermo Ceniceros | José Ángel Leyva
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