Desde las primeras composiciones cubistas de Gris hay indicios de un interés latente por el color en los tintes de azul y rosa y verde que da a los grises. El dibujo, por supuesto, era esencial para él. Pero hacia 1913, cuando Juan Gris conquista su propia voz, florece o más bien hace explosión el rasgo más personal de su obra dentro del cubismo: el color. Gris usa el color con una variedad, una intensidad y una audacia infrecuente en otros cubistas. Es evidente que el color es un elemento clave en su proceso creativo; Gris domina el color con precisión y sabiduría, que se observa en sus composiciones de sus primeros años como paisajista, o, en las matizadas naturalezas muertas que protagonizan su posterior período sintético.
En los lienzos pointillistes de comienzos de 1916 tenemos el último estallido del color antes de que el pintor se sumerja en un período ascético, de renuncia, de tendencia a la monocromía. Vienen una serie de bodegones esquemáticos y tenebrosos. Las sólidas siluetas negras de contornos simples y tajantes son como sombras emancipadas de los cuerpos, que han cobrado vida, como la sombra de Peter Schlemihl. El negro, igual que en Manet y en Matisse, funciona aquí como un color entre otros. Gris elimina el volumen y atenúa el iluminismo táctil para convertir el espacio en un plano vector sobre el que ordena la composición. Basta con mirar el soberbio Retrato de Josette, para entender el juego de los espacios y la fuerza poética de Gris.
Juan Gris intimó pronto con los cubistas del grupo de Puteaux, los hermanos Villon en nombre propio, y descubrió en la Section de ‘Or notables afinidades teóricas, como demuestra Le lavabo, expuesto en 1912: una secuencia de fragmentos de efectos decorativos dispuestos sobre un espacio ilusionista. No parece fuera de lugar la evocación de Matisse en la transformación de la naturaleza muerta, del bodegón cubista propiamente dicho: en un espacio geométrico cerrado, el paisaje urbano se independiza con una nueva intersección formal fuertemente coloreada y plana. Dos ejemplos: Paisaje de Ceret (1913) y Naturaleza muerte, paisaje (1917).
Un artista complejo, en suma, difícil de calzar en los rudimentarios esquemas que achacan el desarrollo de las vanguardias históricas, llenas de personalidades creativas de admirable energía individual. Gris fue un personaje reflexivo, iluso en opinión de sus amigos, malamente recuperado por el casticismo audaz que ha querido ver en él la última resistencia del realismo ancestral, depurado por el virtuosismo de la tradición figurativa francesa pero desconcertado por la fuerza disolvente del primer cubismo.
Para el crítico y lapidario Eugenio D’ Ors, ya en 1924, Gris venía a ser el contrapunto del impuro, versátil y voluble Picasso. “Gris ha sido el artista más dogmático y desde luego el más puro […] Cada uno de sus cuadros tiene el aspecto poco amable de una especulación”. Acaso D’ Ors interpreta como atracón teórico lo que sencillamente eran confidencias de un artista cansado. Me refiero a la discutida conferencia De las posibilidades de la pintura que Gris dictó en la Sorbona en 1924, en plena crisis personal, cuando el horizonte cubista, nublado de “segundones escolares”, recibía el envite mortal del surrealismo como contagiosa literatura artística.
Carl Einstein, un marginal de la historiografía estética, publicó en 1928 El arte del siglo XX, un agudo repasado del nuevo arte que empezaba a despuntar tras la deriva dogmática de las vanguardias históricas. El crítico captó como poco las aspiraciones de armonía que inspiraban el proyecto artístico de Juan Gris: sencillamente un medio para entender el mundo exterior y dominarlo: “Juan Gris, platónico apasionado, busca los elementos durables de la visión que van más allá del carácter accidental del motivo pictórico. La obra de Gris parece determinada por una decisiva experiencia vivida. […] Un camino grandiosamente inverso a Cézanne. Para Cézanne los objetos eran formas constructivas generales: Gris, sin embargo, ha individualizado conscientemente las formas generales de los objetos; así ha conquistado la pureza duradera”. Marcel Duchamp dijo de él que “pulió metódicamente una de las facetas más puras del cubismo”. Sin duda la obra de Juan Gris es un cristal con espacios y tonos maravillosos, una joya que estalla dentro de sus propios límites.
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Miguel Angel Muñoz (México, 1972). Poeta, historiador y crítico de arte. Es autor de los libros de ensayo: La imaginación del instante: signos de José Luis Cuevas (2001), Materia y pintura: aproximaciones a la obra de Albert Ràfols-Casamada (2002), y Travesías (2004). Es director de la revista literaria Tinta Seca. Contacto: miguelamunozpalos@prodigy.net.mx. Página ilustrada con obras del artista Juan Gris (España).
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