José Ángel Leyva ha realizado
durante años una labor comprometida y compleja para la cultura literaria del
país, de Latinoamérica y del mundo. Su obra como editor, poeta y difusor
cultural promete ser interminable. Ahora, 11 años después de formar parte del
núcleo directivo de la extinta Alforja, ha decidido, junto con
María Luisa Martínez Passarge y Alfredo Fressia, emprender un nuevo proyecto
con La Otra, revista de literatura, arte, poesía.
AFO En el útlimo texto que
publicaste en la gaceta virtual de La Otra dices: “Dejar de hacer para
ocuparse”, ¿de qué se ocupa José Ángel Leyva en materia de poesía?
JAL Me ocupo en difundirla y
en adquirir un compromiso conmigo mismo y con la sociedad al promover la lectura.
Para mí es una preocupación fundamental, además de escribir. Tengo la
convicción, como muchos otros escritores, de que el escritor debe ser lector.
No puedo concebir a un escritor que no sea un buen lector. Y si los hay:
escritores-malos lectores, seguramente serán malos escritores. La regla es
‘Grandes lectores-grandes escritores’; este país necesita de grandes lectores.
Yo siempre hago un juego: ‘el
lector es elector’; concibo la lectura como propulsora de la toma de
decisiones. Un lector es alguien que aprende a tomar decisiones y, conforme
madura como ciudadano, como persona, como individuo, como lector se vuelve una
persona que necesita más y más; una persona insatisfecha, demandante.
Cuando hablo del placer (de
leer) no estoy pensando en el placer recreativo, pienso en el gozo intelectual,
pero más que nada en la necesidad, en el requerimiento espiritual,
racional, que muchas veces nos hace sufrir. La lectura está ligada también al
sufrimiento y no solamente al placer. No todas las lecturas son placenteras,
hay lecturas desagradables, difíciles, complejas, apabullantes; no obstante,
son lecturas que nos enganchan y suelen dejar marcas profundas en nuestra
manera de sentir y ver el mundo. Por eso, hacer revistas responde a dicha
preocupación, a formar lectores en un ámbito que necesariamente es fácil,
recreativo, placentero, el de la poesía. Yo podría dedicarme solamente a
escribir, pero cada quien atiende a su propia naturaleza y ésta es la mía, no
soy un poeta cien por ciento puro, soy también un editor, un promotor de la
cultura.
AFO Una de tus preocupaciones
fundamentales (justamente) es la del diálogo; juegas en todas las posiciones de
la cadena que implica ser escritor, generador de textos, editor, lector, etc.
¿Cuál es el papel del poeta con respecto al resto de tus ‘personajes’?
JAL El poeta es un ser
insatisfecho. Somos seres ligados a las profundidades humanas, al conocimiento,
a la conciencia, a la percepción del dolor, de la alegría y el gozo. En esa
medida uno está en permanente diálogo consigo mismo. Para mí, la poesía es
dialógica. Un diálogo con una comunidad interior que lo acompaña a todas
partes. Por eso, cuando dicen que la poesía tendría que ser anónima me parece
injusto, porque el pensar en un lector posible y borrarse uno mismo es traicionar
a la poesía misma. Uno tiene que asumir que es el autor de esas cosas que hace,
y tiene que mostrarse como tal. La poesía por otro lado, conlleva un acto de
desnudez total, entonces, aquel que se desnuda y se oculta a la vez, está
contradiciendo ese trato de revelación, de exhibición.
AFO Siento que hay un problema,
una paradoja, en esta comunidad de lectores que conforma la gente que nos
dedicamos a la poesía: somos una comunidad que al jugar todas las posiciones,
posibilita su propia corrupción, de la que nos quejamos tanto en México;
vicios, grupos, preferencias, amiguismos, etc. ¿Cómo hacer crecer esta
comunidad sin seguir en lo mismo?
JAL En la medida en que se
fomente la lectura y se vea como un acto honorable, que nos enaltece. No todo
mundo tiene que ser escritor profesional. Creo que todo buen lector es buen
escritor, en la práctica y en lo cotidiano, pero no necesariamente tenemos que
ser escritores profesionales.
La lectura hace, por otro
lado, que se dignifique el oficio de la escritura. El que haya más lectores
significa que habrá más consumidores de libros, y que los escritores
profesionales vivan dignamente de su trabajo. Quien apueste a vivir de la
escritura tendrá la certeza de que no se va a morir de hambre, porque habría un
público esperando productos de calidad. Por consiguiente, al haber una
comunidad amplia de lectores, habrá también una comunidad profesional y
comprometida de críticos que sean ese cedazo de la escritura. Las editoriales
serían también mucho más exigentes con la calidad, más que con la moda. Nos
regimos más por el best seller o por una cultura Televisa que nos estandariza y
nos vuelve banales, incapaces de exigir, incapaces de ser selectivos.
AFO Te preocupan la crisis y la
indolencia, y sin embargo, tienes por ahí una frase que dice “la sabiduría está
allí”, ¿dónde?
JAL La sabiduría está en la
calle, en la gente, en el hombre que sabe convivir, que sabe callar o alzar la
voz en el momento adecuado; por eso creo que no siempre los poetas son los
abanderados de la sabiduría. Los poetas pueden ser ciudadanos con todos los
vicios y defectos, o bien con los mayores atributos éticos. Un buen ciudadano
es un hombre que se respeta a sí mismo y respeta a su comunidad. La sabiduría
no está siempre en el conocimiento, en la ciencia, está en el sentido común; en
el hombre bien educado, de buena estirpe, de buena raíz, que ha sido formado en
su familia con valores, con principios. Personas íntegras que saben lo que es
la dignidad, que saben lo que es el respeto a los demás; personas capaces
también de asumir la rebelión o darse de baja cuando deben hacerlo porque no
dan el ancho; cuando uno ya no es capaz y evade hacer trampas.
La sabiduría está en las
calles y la poesía está en las calles, en esas mismas banquetas donde el peatón
no puede caminar porque están los autos. Está en los parques donde los ancianos
ya no pueden ir a conversar porque están ocupados por los vendedores ambulantes
y la pobreza. Está en los espacios donde los niños juegan y van a hacer
deportes pero que tampoco pueden ocupar ahora. Es decir, la sabiduría es algo
que se nos está yendo de las manos en ciudades como éstas donde no hay tiempo
para pensar, donde no hay tiempo para estar con uno mismo, donde se nos niega
el lugar del ciudadano de a pie. La sabiduría es arrollada literalmente por
quienes llevan el volante de la política, de la burocracia, de las leyes, de la
justicia.
AFO Y el poeta, ¿cómo se hace
poeta? ¿Cómo lo reconoces? ¿Qué tiene que tener?
JAL Te puedo responder
partiendo de mi propio caso. Hago poesía o me asumo como poeta en contra de mi
propia decisión. Yo había decidido no ser poeta, había decidido ser médico, ser
siquiatra, pero ganó el poeta. Abandoné la medicina, la abandoné entre muchas
otras cosas para dedicarme a algo para lo cual yo no me había preparado y para
lo cual no me siento aún del todo capaz. Más que una vocación es un anhelo de
una forma de vida, un anhelo de pensar el mundo, de concebir el mundo, y no
siempre uno es congruente con esa idea. Hay un pequeño matiz: uno puede
encontrar un reconocido escritor, digamos de moda, con mucha publicidad e
influencias, que no necesariamente es un gran poeta; y hay poetas que quizás no
sean los grandes escritores, es decir, no sean los premios Nóbel, no sean los
de los reconocimientos, pero esos poetas "menores" son lo que solemos
ver crecer con el tiempo, en su singularidad y en su medio. Veo mucho esa
relación entre el acto de vida y el acto de escritura, pero esa es mi visión.
Reconocemos más a los grandes poetas por su capacidad de escribir que por su
capacidad de vivir y dejar vivir.
AFO ¿El escritor sería este
profesional de la letra?
JAL Yo creo que sí. Ser
poeta tiene un lugar dentro de la sociedad, hay un prestigio en ser poeta. En
los años sesenta, en la etapa en que yo conocí a los poetas del pueblo, en
Durango, era como la visión de una persona un tanto periférica, no era tan
prestigioso ser poeta. Ahora conlleva muchas cosas: becas, premios,
reconocimientos. En esa época yo veía al poeta como un ser marginal, como una
persona aislada de ciertos patrones, de ciertos valores, pero ahora el poeta
está más metido en las conductas sociales, exigencias, normas que establece un
status quo que nos va moldeando; somos quizás menos rebeldes, menos frontales.
Quizás por ello puedes encontrar grupos que ahora escriben desde el anonimato
de la Internet para criticar, satirizar o de plano embilecer, caer en la
abyección. También esos jóvenes, porque son jóvenes, en su carrera desesperada
por el reconocimiento y la fama, se profesionalizan en hacer de las letras un
arma de la calumnia y de la infamia.
AFO ¿Sostienes esto de que la
poesía está de moda? ¿Es una manera de vivir?
JAL No. Yo creo que la
poesía no está de moda porque entonces habría muchos lectores. Lo que está de
moda son los poetas, que es distinto. Creo que el poeta se ha puesto de moda,
pero no la poesía. Y creo que la poesía correcta, la poesía profesional,
también ha ocupado un lugar que no tenía antes. Hay muchos escritores que
quizás no nacieron con ese talento pero lo han desarrollado a base de talleres,
de lecturas, de perseverancia. Antes se creía más en la genialidad y en el
destello.
Lo que no sé es si haya más
lectores; hay una proliferación numérica de publicaciones, ¡como nunca! Hay
títulos al por mayor, aunque no se leen…
AFO Con el fenómeno de la revista
que ha sido fundamental en el desarrollo del siglo XX, qué pasa, ¿cuál es el
lugar de la revista en el siglo XXI?
JAL Mira, es un lugar que
tiene más que ver con cierto romanticismo, con una idea antigua de la letra
impresa y con el placer de hojear. Pero hay que reconocer que las páginas web,
que los blogs, que la intercomunicación cibernética ocupa mucho más tiempo que
lo que lleva la lectura de una revista impresa, eso hace que la gente sienta
que no tiene que comprar una revista si puede verla en internet. El tiempo no
alcanza para tanto. Las revistas son como esa terquedad de permanecer atados a
una vocación editorial, de no querernos llevar por este vértigo de la electrónica
y sentir que todavía estamos con los pies en la tierra, que podemos palpar y
tocar algo que se vuelve cada vez más virtual. La revista es eso, sentir la
carne de la imagen.
AFO Pensando en el título de La
Otra. En su editorial dice: ser distinto, ser aquello que no somos, lo que
fuimos o lo que deseamos ser. Lo que se inscribiría en un proceso temporal con
respecto a Alforja, todavía; pero también entiendo que el nombre
tiene que ver con una otredad en femenino. Dice: la otra voz, la otra sensibilidad
y la otra imaginación. Sin embargo también lo leo como el nombre de la
concubina y entonces lo interpreto como lo que se guarda en secreto, lo que se
oculta de lo social, y además, el encanto, ¿cabe?
Cuando terminas una etapa te
pasas a la otra; con la que te estaba esperando o con la que no te estaba
esperando, con la alternativa. La Otra tiene también el
sentido de lo prohibido, de lo oculto. Todas esas acepciones caben porque
¿cuántas cosas se prohíbe uno cuando tienes una revista como lo que fue Alforja?,
que nació como un proyecto colectivo, con un grupo de personas que se fueron
yendo del proyecto, que dejaron de ser amigas porque se pelearon o dejaron de
estar unidas por el mismo interés, porque no tienen ya la misma visión con la
que se juntaron para hacer nacer un proyecto, una idea. Siempre habrá
acusaciones de que unos y otros fueron infieles, que traicionaron una idea para
pasar a otra; pero en este caso, para mí, el nombre está en constante
conformación.
Me parece que el artista
también se pide a sí mismo ser siempre distinto. Conformarse, como su nombre lo
dice, significa tomar una forma y ya no moverse, romper con toda una
época… La ruptura con el pasado no significa el olvido, simple y
sencillamente el deseo de querer ser distinto le gana al de ser siempre el
mismo, ¿no? En ese sentido veo La Otra. Lo mejor está en la otra,
en lo que nace, en lo que representan los otros, los extraños, los de fuera.
AFO Te sitúas en el territorio de
lo masculino-femenino. En Versos comunicantes III, dices que la
ausencia de una buena parte de mujeres se debe a cuestiones de espacio pero el
espacio lo genera uno, ¿qué pasa, dónde están las mujeres?
JAL En el ensayo que hice
para la revista Casa Silva de Colombia y que luego publicó la peruana Fórnix, "Lo
florido y lo espinudo en la actual poesía mexicana" comento que, si hay
algo nuevo en la poesía mexicana, es la voz de las poetas, de las mujeres. No
la voz femenina, la voz de las poetas, simplemente. Cada vez son más y mejores.
Es una voz más honesta.
AFO ¿Por qué?
JAL Creo que el hombre se
desnuda con vergüenza y la mujer con decisión. Cuando la mujer escribe, escribe
desde más adentro. Al hombre le da pudor todavía, se esconde a menudo en la
forma. La mujer puede llorar sin que su poesía sea lacrimógena o chillona, ni
sea plañidera; el hombre suele desdecirse de lo que dice o escribe en momentos
muy emocionales. La de la mujer puede ser una voz poderosa o sosegada, pero
siempre tiende a ser más honesta y más compleja. Veo registros más interesantes
y sugerentes que en generaciones anteriores. Esa es también La Otra poesía.
***
Página
ilustrada con obras del artista José Luis Ramírez (México, 1981).
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