La revista Blanco Móvil cumple un cuarto de siglo.
Hace algunos días, mi amigo Juan Carlos de Sancho, de las Islas Canarias, me
enviaba un viejo texto, si se piensa en términos de la dimensión de la vida de
un hombre. Viejo porque corresponde a su
juventud, porque el texto fue publicado
hace 24 años en un periodiquito local El Borrador cuando él aún rondaba los 30 de edad. Cuando, como dice José Emilio Pacheco, no
éramos todo aquello contra lo que luchamos. Ello me hizo pensar en tres razones
para festejar la permanencia de ese Blanco
Móvil.
Celebro que
una revista literaria haya nacido con el pulso firme y la destreza de pegar,
desde el inicio, en la diana de un blanco móvil, es decir, su propio
nombre. Eduardo Mosches, su director, es
uno de esos ejemplos fieles de la importancia y la riqueza que significa para
un país abrir las puertas a la migración, al otro, al extraño, al de
fuera. México es un país contradictorio
por naturaleza, y en ello quizás radique su encanto. El ancestral temor y
desconfianza hacia el extranjero conspira en el seno de su historia y de
su forma. Un país de litorales inmensos
y abiertos por sus dos costados, por sus dos océanos, un país de extenso territorio y una herencia
cultural apabullante comparte una larga frontera de ignominias y ambiciones con
la mayor potencia económica y militar del mundo. Un pueblo de indios y mestizos
no sale del enredo de su identidad, no termina por asumirse en la pluralidad de
sus etnias, de sus culturas, de sus presencias internas y externas, de sus
migraciones: los que se van y los que arriban. La publicación literaria que
fundó Eduardo Mosches, hace 25 años, es como este país que lo adoptó o fue
adoptado por él, un Blanco Móvil. Un objetivo en constante movimiento y
mutación que se funda en la lectura, en el cultivo de la memoria y los deseos.
Es cierto que Eduardo Mosches nació en Buenos Aires, Argentina, pero no ha
dejado de nacer ni de crecer en este otro lugar de América donde plantó el Blanco Móvil de sus porfías.
“Es curioso pero este oficio de vanidad
obtiene a menudo un rechazo social amplio. La fiesta de los poetas es un
desierto lleno de incertidumbres y al mismo tiempo un campo de batalla plagado
de soledades.” Escribe de Sancho en su artículo de juventud. Para luego alertar
que en ese desierto dominan los panoptistas, los que abominan de la
incertidumbre, de la libertad de espíritu. Nos recuerda que Jeremías Betnham
afirmaba que los panoptistas ejercían el poder del espíritu sobre el espíritu,
el control sobre la audacia. El Panóptico era una edificación circular con un
patio y una torre al centro desde donde los vigilantes, los panoptistas,
observaban a los individuos que moraban en el anillo exterior en pequeñas
celdas sin puertas hacia fuera ni hacia dentro, de tal modo que fuesen siempre
evidentes sus acciones, para despojar de misterios y de sombras la existencia
de los niños, los obreros, los aprendices, los maestros, los locos. Es decir,
como el Gran Hermano de 1984, de George
Orwell, impedir la voluntad propia, el criterio, la opinión, el disenso, la rebeldía, la creatividad y la búsqueda. Los poetas, los artistas, los creadores, pero en particular los poetas, conscientes o inconscientes de su papel, se salen del campo de observación de los panoptistas. Ya lo dijo José Emilio Pacheco: los poetas por definición son de una orden mendicante, tengan o no la gracia del Estado. Los poetas están fuera del mercado, mejor dicho, la poesía está libre del mercado. La poesía no se vende porque no se lee, aunque numerosos panoptistas argumenten lo contrario. Quienes dedicamos parte de nuestras vidas a promover la poesía y a los poetas lo podemos constatar. ¿Para qué entonces escribir poesía, publicar poesía, hacer revistas literarias en tiempos del consumismo? No hay respuestas fijas, cada quien tiene la suya. La de Eduardo Mosches es un Blanco Móvil, un artefacto personal y colectivo que vive a salto de mata, perseguido por la mirada letal de los medios masivos, por los convencionalismos, por la comodidad, por la pereza, por el aburrimiento, por la ignorancia, por el analfabetismo, por la institucionalización, por la obediencia, por la vejez. No sólo es resistir y permanecer una vida, 25 años, sino celebrar su memoria, su liberación, su presencia, su inconformidad.
Orwell, impedir la voluntad propia, el criterio, la opinión, el disenso, la rebeldía, la creatividad y la búsqueda. Los poetas, los artistas, los creadores, pero en particular los poetas, conscientes o inconscientes de su papel, se salen del campo de observación de los panoptistas. Ya lo dijo José Emilio Pacheco: los poetas por definición son de una orden mendicante, tengan o no la gracia del Estado. Los poetas están fuera del mercado, mejor dicho, la poesía está libre del mercado. La poesía no se vende porque no se lee, aunque numerosos panoptistas argumenten lo contrario. Quienes dedicamos parte de nuestras vidas a promover la poesía y a los poetas lo podemos constatar. ¿Para qué entonces escribir poesía, publicar poesía, hacer revistas literarias en tiempos del consumismo? No hay respuestas fijas, cada quien tiene la suya. La de Eduardo Mosches es un Blanco Móvil, un artefacto personal y colectivo que vive a salto de mata, perseguido por la mirada letal de los medios masivos, por los convencionalismos, por la comodidad, por la pereza, por el aburrimiento, por la ignorancia, por el analfabetismo, por la institucionalización, por la obediencia, por la vejez. No sólo es resistir y permanecer una vida, 25 años, sino celebrar su memoria, su liberación, su presencia, su inconformidad.
No hay nada
específico en los temas celebrativos de los textos que reúne el número 114 de Blanco Móvil. La razón está en la propia convocatoria de
Eduardo Mosches, festejar, conmemorar, homenajear, gozar, brindar, estar
alegre, ponerle humor, gusto,
irreverencia a la escritura. El motivo de cada uno es lo que nace y lo que
muere, lo que cambia, pero nunca lo que se acartona, lo que se momifica.
Celebro pues, a estas alturas, como dice mi amigo Juan Carlos de Sancho, que a
sabiendas de que no he dicho todo lo que pensaba, ni todo lo que podía, ni
siquiera todo lo que deseo, podamos aún seguir intentándolo, reconocer en el
otro, en el antipanoptista, una parte nuestra, mía, una parte inquieta,
imprecisa, trasgresora, móvil y sin embargo constante, fiel, actual, presente. Blanco Móvil es más que una revista
cultural, una ofrenda a la inteligencia en medio de la barbarie, una fiesta de
letras en medio de la tragedia. Felicitaciones mi querido Eduardo Mosches, que
25 años es mucho.
*****
Organização
a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado | Arturo Rivera (México, 1945)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido
hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu
ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a
coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto
original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio
Simões.
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