Ninfa Santos
nació en San José en 1914. Su familia, muy prominente a finales del siglo XIX y
principios del XX, tenía grandes haciendas en Guanacaste, dedicadas a la
ganadería, agricultura y minería básicamente. En la gran casona de los Santos
en Liberia se decidieron asuntos importantes de la política nacional. Al morir
su madre, don Manuel Santos confió la crianza de su pequeña hija a su hermana
Ninfa, quien se había educado en Europa.
De modo que Ninfitilla, como la llamaba la familia para diferenciarla de
la tía Ninfa, recibió una educación esmerada aunque rígida, según los cánones
sociales de la época. Murió el 27 de junio de 1990, a los 76 años.
Ingresó a la Escuela Normal de Heredia en 1928 y, posteriormente, en
1933, se fue a vivir a México, donde su hermana Lupita, quien se había casado
con un diplomático mexicano, de apellido Almaraz.
A los 20 años trabajó con Vicente Lombardo Toledano, miembro de la
Sociedad de Conferencias y Conciertos, grupo conocido como “Los siete Sabios de
México”, y líder sindical destacado en el México posrevolucionario de
principios del siglo XX; secretario de la Confederación de Trabajadores de
México –CTM– y de la Confederación de Trabajadores de América Latina –CTAL–.
Aunque Lombardo no perteneció nunca al Partido Comunista mexicano, dio muchas
luchas a favor de los obreros.
Ninfa, en cambio, sí fue militante de las Juventudes Comunistas desde
1934. Tuvo una importante participación en la ayuda de “Los niños de Morelia”,
que era un grupo conformado por 456 menores de edad, hijos de republicanos, que
fueron traídos de España en 1937 a petición del Comité Iberoamericano de Ayuda
al Pueblo Español, con sede en Barcelona. Las gestiones se desarrollaron
mediante el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español.
Ninfa era de índole extremadamente generosa y solidaria con el dolor
humano.
La connotada escritora Elena Poniatowska publicó fragmentos de unas
grabaciones efectuadas en un homenaje por la prensa con ocasión de su muerte,
Ninfa recuerda aquel episodio: “Después de que fundamos el Comité de Ayuda al
Niño Español, Elena Vázquez Gómez y Teresita Proenza fueron a ver al general
Lázaro Cárdenas y fue cuando este se apoderó del proyecto y dijo: ‘Yo traigo a
los niños a México’. A nosotros se nos ocurrió la idea, pero ¿cómo traíamos a
500 niños sin la ayuda del Gobierno? El Gobierno fue el que organizó la traída.
(…) A las dos de la tarde atracó el barco y bajaron los 500 niños, y a cada uno
nos responsabilizaron de un grupo de 50 o 60 niños, no me acuerdo. A lo largo
de todo el trayecto, en todos los pueblos, cada vez que el tren se detenía en
aquel viaje larguísimo, la gente llegaba a la estación a darle regalitos a los
niños, fruta, dulces, pan dulce; en cada estación la gente desfilaba frente a
las ventanillas, iba de carro en carro con sus brazos llenos de flores. A un
niñito que se me pegó y ya no me soltó en ese viaje de Veracruz a la Ciudad de
México, un indito le puso en las manos una cajita de cerillos con unos cacahuates
adentro y amarrada con unas violetas. Yo no hice más que llorar en ese viaje de
la emoción y todavía me emociona recordarlo”.
En 1938, Santos contrajo matrimonio con Ermilo Abreu Gómez (1894-1971),
afamado escritor, historiador, periodista, dramaturgo y ensayista mexicano,
reconocido como el gran especialista en Sor Juana Inés de la Cruz. A partir de
entonces, obtuvo la ciudadanía mexicana.
Al año nació su hija, Juana Inés de la Cruz Abreu, llamada así por la
gran admiración de su padre a la Décima Musa; ella fue pintada por los mejores
artistas mexicanos debido a su gran belleza.
Ninfa contó, en la misma grabación, que después de que casó con Abreu,
él la sacó de las Juventudes comunistas: “Entré al Partido después del
asesinato de Trotsky, aunque poco a poco nos fuimos alejando, la cosa como que
se fue debilitando; yo tenía que atender a mi hija y luego nos fuimos a Estados
Unidos y allá, ni hablar de comunismo. (…) El Partido Comunista Mexicano nunca
fue fuerte ni determinante para la vida política del país. Nosotros éramos muy
fanáticos y aceptábamos todo. Claro, Ermilo, que era un hombre mucho mayor que
yo y sin duda más inteligente, se molestaba con mi actitud de apasionamiento.
Se burlaba de mí. Porque te voy a confesar que yo lloré por Stalin como
nunca he llorado por nadie. Si íbamos a una reunión y alguien hablaba mal de Stalin yo me metía al baño a llorar (…) porque Stalin era nuestro papá, nuestro Dios. Ahora me río de toda esa ingenuidad… (…) ¡Cómo lloré por Stalin, por Dios! Las purgas famosas a mí, al principio no me hicieron mella, ni siquiera los famosos juicios de Moscú, no; ahora me pongo a pensar que cómo es posible que no me impactaran aquellos juicios terribles cuando fusilaron a gente como Kamenev… bueno, a toda la plana mayor del partido, a la vieja guardia. (…) Fíjate qué ingenua o qué fanática!”.
nunca he llorado por nadie. Si íbamos a una reunión y alguien hablaba mal de Stalin yo me metía al baño a llorar (…) porque Stalin era nuestro papá, nuestro Dios. Ahora me río de toda esa ingenuidad… (…) ¡Cómo lloré por Stalin, por Dios! Las purgas famosas a mí, al principio no me hicieron mella, ni siquiera los famosos juicios de Moscú, no; ahora me pongo a pensar que cómo es posible que no me impactaran aquellos juicios terribles cuando fusilaron a gente como Kamenev… bueno, a toda la plana mayor del partido, a la vieja guardia. (…) Fíjate qué ingenua o qué fanática!”.
En 1948, Abreu Gómez fue a dictar unas conferencias a Washington, las
cuales fueron tan notables que la Unión Panamericana lo invitó a quedarse, por
lo que la pareja fijó allí su residencia.
Ninfa ingresó en 1952 al Servicio Exterior mexicano, adscrita a la
Delegación de México ante la OEA. Divorciada en 1958, conservó una excelente
relación de amistad con su exmarido. Permaneció en Washington hasta 1963, año
en que fue trasladada a la Misión Permanente de México ante las Naciones
Unidas, en la ciudad de Nueva York.
En 1967 fue trasladada a la Embajada de México en Roma, Italia, como
Secretaria consejera 2º y 1º. Allí permaneció 13 años, ya que era tan querida
en esa sede diplomática que no le aceptaban la renuncia. Regresó a México donde
fungió como asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores de México de 1980 a
1988.
Cuando regresó a México vivió en una propiedad que había sido un
monasterio edificado en 1806 y declarado monumento nacional, contiguo a la
iglesia de Santa Catarina en Coyoacán. La casa de Ninfa fue punto de reunión de
intelectuales y artistas, que encontraron refugio y amparo en sus alegrías y
vicisitudes. Eran asiduos visitantes Octavio Paz, Elena Garro; García Márquez,
Guadalupe Amor, Juan Soriano, Pablo Neruda, Diego de Rivera, Frida Kahlo, José
Luis Cuevas, León Felipe, Cernuda, Tito Monterroso, Gregorio Selzer, Barba
Jacob, Elena Poniatowska, Antonio Badillo, Miguel Ángel Asturias y muchos más.
Estando ya muy enferma de artritis deformante, recibía en su cuarto a
todos sus amigos, quienes deambulaban entre aquellas viejas paredes como si
fuera su propia casa. Mandaban a comprar comida y tequila a la fonda de la
esquina y departían hasta altas horas de la noche, rodeados por los gatos de la
anfitriona.
Ninfa era de índole extremadamente generosa y solidaria con el dolor
humano. Estando en Roma, dos jóvenes mexicanos secuestraron un avión y fueron
abandonados en Italia, sin dinero ni documentos; entonces ella los acogió en la
Embajada y no descansó hasta conseguirles la forma de volver a México. De los
ahorros que tenía para hacer un viaje que había sido el sueño de su vida,
compró la tumba para el hijo de un amigo porque lo iban a echar en una fosa
común.
PEGGY VON MAYER (Costa Rica). Ensayista e
investigadora, el destaque más grande en su vasta obra es la preparación y
edición de las Obras Completas de Eunice Odio. Aquí reproducimos un ensayo suyo
sobre a poeta Ninfa Santos, originalmente publicado en La Nación, en
31/07/2016. Página ilustrada
com obras de Tita do Rêgo Silva (Brasil), artista convidada desta edição.
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● ÍNDICE # 99
EDITORIAL | A pronúncia esquecida da realidade
ESTER FRIDMAN | Quer a humanidade ser livre?
FLORIANO MARTINS | Valdir Rocha e o mito transfigurado
GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN | Leonora Carrington y surrealismo novelado, por Elena Poniatowska
JORGE ANTHONIO E SILVA | A poética na esquizofrenia
MARIA LÚCIA DAL FARRA | Gilka Machado, a maldita
PEGGY VON MAYER | Volver la mirada a Ninfa Santos
RIMA DE VALLBONA | Indicios matriarcales en las comunidades chorotegas
SOFÍA RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ | Homenaje a Max Rojas
VIVIANE DE SANTANA PAULO | Tita do Rêgo Silva e o mundo fantástico, faceiro e colorido da xilogravura
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Agulha Revista de Cultura
Número 99 | Junho de 2017
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão |
FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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