sábado, 2 de março de 2019

SUSANA WALD | Sobre la necesidad del surrealismo


Aunque es difícil que pueda aseverar con certeza la extensión y las características particulares de un río cuando ando nadando en él, puedo hablar de cómo me afecta el agua, sabré cómo me hace sentirme, cómo afecta a quienes están nadando conmigo, cómo me arrastra, si es caudalosa, cómo debo actuar para poder llegar a su otra orilla cuando quiero atravesarlo.
Lo mismo me sucede cuando me piden que hable del “surrealismo actual”. Yo vivo en el surrealismo, he mantenido la misma actitud de vida, pensamiento y de trabajo que abracé desde mi juventud. Estas circunstancias me han hecho ser más creativa y me han mantenido equilibrada en mi fondo. Es decir, el surrealismo como modo de vida me es necesario.
Esto mismo creo que sucede para todos los que, como yo, no persiguen cosas de conveniencia o presiones de poder, sino que siguen ese algo que desde el interior de la psique les va acicalando para que actúen de la manera en que se manifiesta la libertad del flujo creador, enfrentada a la necesidad de resistir presiones y conveniencias. Desde que Apollinaire definiera la actividad poética, es decir, creadora, de los jóvenes que lo rodeaban, los que participan en el surrealismo y los que están inmersos en él, saben cómo navegar en sus vericuetos y saben cómo afecta sus vidas. Quien está nadando, sabe que está mojado. Quien es surrealista conoce sus postulados y participa en sus principios básicos. Esto se da a sabiendas o no, sea que la persona es aceptada o no como tal. Y al ser surrealista puede gozar de la aparición de lo maravilloso, así como quien va nadando, puede apreciar las temperaturas y corrientes del agua.
Ya el primer grupo surrealista había contemplado antecedentes suyos en tiempos que le precedieron, incluso a la distancia de centurias. Eso porque hay en la especie humana un estado de conciencia en que se puede ser surrealista en cualquiera época. Ejemplo de ello es el trabajo de Hieronymus Bosch, al que los españoles llamaban El Bosco.
Desde mi óptica a principios del siglo veintiuno, el surrealismo lo veo como un componente del ánimo que surge en la juventud, en las épocas en que se busca el espacio de libertad para la expresión de los ya mencionados impulsos interiores, incluso antes de tener una conciencia del origen de éstos. La búsqueda de la libertad en el amor y en la creatividad, la búsqueda de la expresión de la idea de lo absoluto, de lo vasto, de lo que lleva a la sensación del misterio y lo maravilloso, se manifiesta, a mi parecer, en todos los seres humanos. Está presente en la infancia y en la adolescencia de todos.
Hay sociedades en que estos impulsos florecen y fructifican con mayor energía. Y el surrealismo surge notoriamente en contra de sociedades que intentan apaciguar sus impulsos e incluso asfixiarlos. Hay también situaciones en que, al no estar tolerados, los impulsos de estas índoles quedan soterrados. Pero siguen existiendo.
Cuando una sociedad es más tolerante de ideas que son variadas y a veces contrarias entre sí, aparecen más abundantemente los impulsos para explorar lo onírico, lo oculto, lo misterioso. Eso es aparente, por ejemplo en el Canadá de hoy donde se multiplican actividades en grupos o en individuos que se sienten atraídos por los ideales de los surrealistas. Y en esas sociedades también se dan ecos en otros seres, quizás no tan comprometidos con los postulados surrealistas, pero que sin embargo logran gozar de la expresión de lo que los que son surrealistas definen como lo maravilloso.
Veo también en las generaciones de personas jóvenes que me toca conocer en Chile y en México que se da un genuino interés en el trabajo de los surrealistas. Veo que hay personas que asumen el compromiso por seguir su trabajo y mantener sus ideales. Y veo que no son pocos y que despierta su actividad la de otros, ampliando el círculo y aumentando sus efectos.
Es decir, yo concibo un surrealismo instintivo y otro que puede manifestarse en actitudes más conscientes, más razonadas, mejor expresadas en definiciones y exclusiones. En el aspecto instintivo creo que se puede incluir manifestaciones que se dan universalmente como una expresión de lo humano. Y en el aspecto consciente y razonado están los postulados y manifiestos de surrealistas cuyos textos y creaciones se celebran en los cien años desde el fin de la Primera Guerra Mundial cuando en Francia jóvenes poetas que sobreviven las atrocidades comienzan a articular sus ideas.
La presión que se forma en la olla en que hierve el agua va a levantar su tapa. La opresión de guerras y autoritarismos de los gobiernos va a producir que se dé más actividad como la de los surrealistas. Los seres nacen libres. Creo esto de todos los seres vivos. A mayor opresión, mayor resistencia. Si los seres son oprimidos y restringidos en su naturaleza van a reaccionar contra la opresión, mientras siguen vivos. Y si mueren o son asesinados, otros seguirán su impulso. Esa reacción será oculta, subterránea, pero va a seguir actuando y florecerá en creaciones y en manifestaciones en cuanto se dé cualquiera grieta en el sistema social. Y la grieta se va a dar, ineludiblemente, porque la búsqueda innata de la libertad va a producir la presión necesaria.
En un mundo en que reina el consumismo y la falta de interioridad, de todas formas sigue la actividad surrealista porque su rechazo a vender sus ideales, de rendirse a lo comercial, de entregarse a lo que no surge de lo soñado, lo que no permite la libre expresión de lo que trasciende a lo así llamado “real”, es siempre actual. Porque la actividad surreal siempre lleva a lo vital, a lo que mantiene fresco el aire y sigue batiendo los tambores de la protesta y la resistencia. Ejemplo de ello son los libros como Ce qui n’a pas de Prix (París: Éditions Stock, 2018), de Annie Le Brun quien
denuncia la vacuidad y falta de interés genuino de obras producidas como “arte” que se hacen tan sólo por lucro, para favorecer a mercados y multiplicar fortunas. Esas son llamaradas que se apagan. ¿Quién conoce hoy en día qué autores o artistas que fueron los mejor cotizados en siglos como el diecinueve? ¿Cuáles obras hechas para satisfacer a un dictador u otro pueden haber sobrevivido el paso, digamos, de tres siglos?
Aquí no se trata de inmortalidad de dogmas y reglamentos, no se trata de eternidades de sistemas y modos de operar, sino de la veracidad del hecho de que existe un cambio constante que se da en la naturaleza y en lo humano que paradójicamente tiene cimientos firmes, pero flexibles. Lo que no dura es la rigidez, la imposición de las conveniencias dictadas por el poder. Lo que perece es lo que no se ajusta a lo interior, que nos mantiene y que nos alimenta. La búsqueda de la libertad es esencia de la vida misma. Es irrenunciable.
Quizás se piense que soy una optimista ilusa, irracional. O quizás veo con mayor claridad que no importa cuánto se descalifique el surrealismo, cuántas veces se lo declare caduco y muerto, sigue surgiendo, sigue mofándose, sigue creando el cadáver exquisito y la resistencia que su ánimo lúdico hizo brotar desde un principio. El surrealismo sigue siendo necesario.


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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO DO SURREALISMO 1919 –2019
Artista convidado: Alfonso Peña (Costa Rica, 1950)


Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 129 | Março de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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