Después de los veintes
ya nadie pinta ni le toma fotografías a Nahui Olin. ¿Por qué de repente se detiene
la iconografía? ¿Qué sucede luego de la muerte de Eugenio Agacino? Sabemos que Nahui
se aísla voluntariamente en su casa de la calle General Cano en Tacubaya, ciudad
de México. Sigue pintando, sigue escribiendo, pero se construye un mundo propio.
Los demás ya no ven
la belleza que ella sigue viendo en su espejo. Va mucho al cine Metropolitan, le
fascinan las películas francesas; cuando cobra su pensión se lanza directo al restaurante
favorito para comer; casi a diario acude a la Alameda a alimentar a sus gatos y
de paso a las leyendas que la tradición oral crea alrededor de su personaje: que
vendía sus fotografías de desnudos, que regalaba el amor, que prendía focos con
el sólo contacto de sus dedos, que sus ojos brillaban en la oscuridad como los de
un gato, que se le veía en los tranvías viajando con sus felinos entre la ropa y
un sinfín de episodios que se encuentran en la línea que divide a la realidad de
la ficción.
Lo cierto es que participa
en varias exposiciones de artes plásticas, pero después de 1945, cuando exhibe parte
de su obra dentro de una muestra colectiva en el Palacio de Bellas Artes, Nahui
emprende su camino al silencio.
A partir de entonces,
sus actos se encasillan en la locura. Su libertad resulta incómoda. Su sinceridad
hiere. Su sexualidad se enfrenta a la hipocresía. Está loca, dicen. Es más fácil
ver así a la mujer que decide su propia vida.
Nahui opta por una
introspección que no se comprende. Se resguarda en el sol, su amigo, su amante,
el único que la acaricia. Ya no es la mujer bonita de los veintes, a nadie le sirve
ya. Sólo al sol y a sus gatos. Pero se tiene a sí misma.
En su libro The
Outsider (El desplazado), Colin Wilson trata de explicarse a lo largo
de un ensayo, el porqué de Van Gogh, Nijinsky, Nietzche, T. E. Lawrence o Henri
Barbusse y esa actitud frente a la vida que asumen algunos seres humanos excepcionales
y que, al no comprender, la sociedad califica de locura.
La teoría del filósofo
y escritor británico y sus definiciones de “el desplazado” nos ayudan entender a
Nahui Olin y cómo es que se desplaza de la sociedad y del medio ambiente artístico
hacia su mundo interior, su mundo cósmico, sus lecturas y sus escritos.
/
De pronto, dice Wilson,
el desplazado se convierte en un problema social, representa una “anomalía”. Es
alguien que no puede vivir en el mundo confortable del burgués. Ve demasiado hondo
y ve demasiado. En él la libertad no significa hacer lo que se quiera, sino que
es intensidad de voluntad, querer más vida.
Nahui escribe:
El inmenso dolor que
reside en el corazón, marchita el cuerpo sin ablandar el espíritu en su inmenso
deseo. / Y es un deseo / que quema la sangre / que sacude los nervios, / que marchita
el cuerpo / sin ablandar la energía del espíritu, que ama su propia vida- el deseo
de ser:
Y el cuerpo / se consume
/ y el sufrir / lo mata / lo seca / en su carne / y el deseo infinito es mayor;
y el espíritu no se ablanda en su formidable deseo de ser; y es sólo dolor que marchita
el cuerpo.
En la mayoría de los
seres humanos el alma envejece antes que el cuerpo, diría Sartre. Aquí es al revés.
“Yo no tengo edad. La pasión no tiene edad. Yo soy toda inteligencia y toda amor.
Las mujeres sólo tienen la edad de su pasión en flor. Cuando esa flor se marchita
la mujer perece”, le escribe Nahui al Dr. Atl.
Como los desplazados
que describe Wilson, Nahui es alguien que se niega a aceptar la mediocridad, lo
trivial, la vida cotidiana sin imaginación. Siente, como diría el filósofo, que
ha de haber un camino para vivir todo el tiempo con la intensidad del artista en
éxtasis de creación.
Mi espíritu y mi cuerpo
tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos /que voy creando sin cesar; / y
de las cosas / y de los elementos / y de los seres / que tienen siempre nuevas fases
/ bajo la influencia de mi espíritu y mi cuerpo que tienen siempre loca sed; / inagotable
sed de inquietud creadora, / y es fuego que no resiste mi cuerpo…
Necesita expresar toda
su energía interior, su salud depende de la actividad creativa y su pintura y su
escritura son el equilibrio. En la pintura está la Nahui niña, la que dice “sí”
a la vida cercana, a la escenografía y a la fiesta popular, y juega con los colores,
con su cuerpo, al erotismo, al amor; en las letras vibra la mujer rebelde, inconforme
que dice “no” a las normas y limitaciones impuestas por la sociedad.
¡Que me importan las
leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy!
El desplazado es un
tipo de persona más sensitivo que el optimista saludable. Desplazado y libertad
van de la mano. Y una persona se convierte en desplazado cuando toma conciencia
del carácter sombrío del mundo para responder a sus necesidades emocionales. La
pintora, poeta y musa escribe:
Desgraciada de mí,
no tengo más que un destino: morir porque siento mi espíritu demasiado amplio y
grande para ser comprendido y el mundo, el hombre y el universo son demasiado pequeños
para llenarlos…
Nahui es una mujer
que siempre se está buscando. Se ve distinta a los demás, se percibe como una persona
destinada a algo superior. Al final de su vida, se siente responsable de la salida
del sol y de las estrellas para que el mundo tenga luz.
En ella, como en los
desplazados, hay un deseo de gritar ¡Despierta! en los oídos de todo el mundo. Y
escribe su texto sobre el Iztaccíhuatl, ese enorme volcán conocido como “La mujer
dormida”, porque eso parece visto de perfil, para advertir que un día esa masa mundial
de mujeres cubierta de nieve abrirá los ojos y romperá el silencio con un grito
de libertad.
Dicen que la libertad
puede ser la más pesadas de las carga, aunque resulte una opción irrenunciable para
seres humanos como los desplazados. Imaginemos a Nahui caminando por el centro de
la ciudad de México con su belleza a cuestas, con su libertad a cuestas y todo lo
que esto presupone: rechazo social, escándalo, abandono, soledad. Conciencia de
que el sufrimiento no acabará nunca. Pero la lucha por expresarse a sí misma es
tan necesaria como el aire. Y la exploración de sí misma es la exploración del mundo.
En un desplazado, la
meta es encontrar un camino que lo lleve a sí mismo. Nahui lo busca en la pintura,
en la escritura y en su cuerpo. También en el amor. Y asume todos los riesgos.
Otra característica
del desplazado es el egocentrismo. En una carta de Nahui al Dr. Atl, leemos: “Frecuentemente
siento crecer mi inteligencia, que se llena de sonidos divinos; entonces es cuando
siento a mi pobre existencia demasiado débil y pequeña para contener un mundo… yo
no tengo edad, ni la inteligencia, yo soy toda inteligencia y toda amor… Yo vivo
en el esplendor de mi propia belleza como una diosa de las fábulas griegas y tú
no llegarás más a ella ni arrastrándote como un reptil.”
En los últimos años,
Nahui vive rodeada de sus recuerdos, su obra, sus libros, sus gatos y su soledad.
Algunos le temen, en otros provoca lástima. Pero ella los engaña, como dice en uno
de sus poemas:
Yo no soy rica / y
hago trampa / frente a los adinerados / que se preocupan / por ser ricos / en amor
/ como yo… No soy rica / pero le hago trampa a la vida / Como ladrones / todos pagan
/ la felicidad / que yo he encontrado / sin un centavo… Soy rica / porque le hago
trampa a la vida.
Para seres como esta
mujer, nuestra miseria es la esclavitud con respecto a la opinión y la costumbre.
Precisamente de la que ella se libera. Su miseria es mundana, no espiritual. Por
eso es “loca”. Si la sociedad es una sala con espejos deformantes como suponía Nietzsche,
con su vida y con su obra Nahui Olin le propone a la mujer verse en su propio espejo.
Un espejo mucho más amplio y creativo al que le ofrece, a las mujeres de su época,
la vida doméstica.
Después de Wilson,
autores como Philippe Brenot, psiquiatra y antropólogo francés, autor de El genio
y la locura, advierten un “colonialismo masculino” en los estudios previos y
amplían el espectro para incluir en su análisis a mujeres creadoras y “locas” como
Camille Claudel y Juana de Arco. Y es que, dice, al situarse al margen de las convenciones
“la locura se acerca mucho a la insumisión”.
El desplazado lucha
contra la pereza espiritual, contra la limitación de la experiencia. Así, la mujer
de los enormes ojos verdes se niega a ser diseñada por otros, a ser decoración,
pasa la vida buscándose, se atreve a ser diferente y trasgrede y rompe valores convencionales
en su camino. Y al hacerlo, abre puertas de libertad para generaciones posteriores.
Poco antes del 23 de
enero de 1978, al cerrar sus ojos para siempre, Nahui le dijo a una de sus sobrinas:
“¿Sabes qué? Yo no me voy a morir.” Y tenía razón.
Falleció sin reconocimiento
alguno, sin esquelas en los periódicos ni notas informativas. Pero volvió a nacer
para las nuevas generaciones cuando Tomás Zurián y Blanca Garduño organizaron en
1992 la exposición que ella hubiera querido en vida: Nahui Olin, una mujer de
los tiempos modernos en el Museo-Estudio Diego Rivera. Por algo le repetía a
su familia: “nadie de ustedes me cree, pero un día verán que de verdad soy artista”.
Y Nahui volvió a la
prensa. Y sus desnudos a imprimirse en todos los diarios y revistas, como en los
años veinte. Y sus ojos se volvieron, de pronto, patrimonio colectivo.
La exposición de su
obra se mostró en varias ciudades del interior de México. Sus libros y sus cartas
al Dr. Atl se releyeron. Personajes como ella se convierten en elementos para comprender
una parte de la historia que no se había contado. Quizá porque, como dice la escritora
brasileña Nélida Piñon, la criatura distinta en la historia, el género invisible,
la mujer, hoy es “un ser creciente en la cultura canónica”.
Se desempolvaron los
retratos que le hicieron Diego Rivera, Roberto Montenegro, El Corcito, el Dr. Atl
y García Cabral, entre otros artistas. Quienes conservaban obra suya la admiraron
de nuevo. Y las fotos de Antonio Garduño y Edward Weston se subastan, se exponen
en prestigiosos museos y galerías.
En 2002 se exhibió
Nahui Olin-Opera Varia en el Museo Mural Diego Rivera donde Tomás Zurián
la mostró como precursora de la caricatura y la tira cómica en México. Se expone,
por primera vez, el Diario, rescatado por Zurián, donde Nahui narra su encuentro
con el capitán Eugenio Agacino en el barco que la lleva a San Sebastián en 1933
para exhibir sus pinturas y ofrecer un recital de piano.
DIARIO DE UNA BELLA EN SU PRIMER VIAJE
LUNES: Todas mis amigas
vinieron a despedirme, que excitación.
MARTES: Ya estamos
en altamar, me estoy divirtiendo mucho. He hablado con el capitán; qué apuesto y
galante es.
MIÉRCOLES: El capitán
trata de enamorarme y yo, por supuesto, no lo permití.
JUEVES: El capitán
es un hombre determinado, me asegura que, si no lo dejo besarme, echará a pique
el buque. Qué horror, Dios mío, ¿qué debo hacer?
VIERNES: He salvado
la vida a la tripulación y a quinientos pasajeros que estuvieron a punto de morir.
En el invierno de 2003,
Ava Vargas realizó una exposición de fotografías inéditas de Nahui Olin en su casa-galería
de la ciudad de México. Unos años antes, este coleccionista había prestado a la
galería Hamilton de Londres, para una muestra dedicada al tema del desnudo, una
de las imágenes de Garduño, donde ella aparece, con todo su erotismo, acostada sobre
el piso. Les advirtió que ni esa, ni las otras tres obras que prestaba, estaban
a la venta. Sin embargo, poco después de inaugurada la exposición, le llamaron.
Un jeque de Arabia Saudita quería comprar esa foto. Insistía. Entonces el dueño,
con el afán de disuadir al otro coleccionista, puso un precio extravagante, inalcanzable,
seguro de que nadie en este mundo lo aceptaría. Se equivocó. A los 15 minutos una
llamada desde Londres le hacía saber que el árabe aceptaba. Y Ava, que no cabía
en su asombro, tuvo que soltar la fotografía.
Poco a poco, Nahui
se filtra en espacios académicos y universitarios y se convierte en tema de tesis
y reflexiones. El escritor argentino Jorge Boccanera la incluyó en su antología
La pasión de los poetas junto con Pablo Neruda, Gabriela Mistral, César Vallejo,
Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas, Eliseo Diego y Elías Nandino. Elena Poniatowska
la convirtió en una de Las siete cabritas de su libro junto con Rosario Castellanos,
Frida Kahlo, Pita Amor, María Izquierdo, Elena Garro y Nellie Campobello.
Del otro lado del mar,
en España, editorial Circe decidió integrarla en 2003 a su colección de biografías
de mujeres junto con Camille Claudel, Sylvia Plath, Anne Sexton, Sofia Tolstói,
Tina Modotti o Frida Kahlo. En 2006 se inauguró la Casa de la Cultura Nahui Olin
en la Unidad El Rosario, en Azcapotzalco, ciudad de México.
En junio de 2007 el
Museo Nacional de Arte Mexicano en Chicago abrió la exposición Nahui Olin: una
mujer fuera del tiempo, curada por Tomás Zurián. En 2008 su obra compartió el
espacio del Museo Mural Diego Rivera con piezas de 26 mujeres artistas contemporáneas
de Frida Kahlo para conmemorar el centenario de esta pintora. También en ese año
salió a la luz en Estados Unidos el libro Like son, de Felicia Luna Lemus
quien, impresionada por los ojos de Nahui que capturó Weston, los hizo protagonistas
de su nueva novela. En 2011 Patricia Rosas Lopátegui presentó Nahui Olin, sin
principio ni fin; Alain-Paul Mallard convirtió su guión cinematográfico en la
novelaNahui versus Atl en 2015… Más libros sobre la musa, modelo, pintora
y escritora brotan de las más diversas plumas para abordar a esta mujer apasionada
y revolucionaria.
Su presencia también
llegó a las artes escénicas. Primero con Nahui Olin, espectáculo multimedia,
música de Jorge Reyes y actuación de Ariane Pellicer, en 1999. Luego, en 2004, con
la obra Nahui Olin: virgen perversa, de Gilda Salinas con Silvia Pasquel
en el papel central. Después reapareceCuarteto de Pasiones, de Javier Velázquez,
en 2010.
En el ciberespacio,
hay incontables páginas sobre Nahui Olin tanto en sitios universitarios, como en
espacios dedicados al arte, la literatura o los estudios de género, o bien en páginas
web de fotografía o en aquellas creadas por sus admiradores lo mismo de Latinoamérica
que de Estados Unidos, Europa y Asia.
Tenía razón el poeta
Eliseo Diego cuando escribió: “Si la amistad, más que una presencia es compañía,
también lo serán aquellos otros con quienes jamás pudimos conversar porque nos separan
abismos de tiempos inexorables”. Nahui Olin muere en 1978 pero vuelve a acompañarnos
desde principios de la década de 1990 y ya no permite que el silencio la oculte
de nuevo.
Así, a más de 20 años
de la primera edición de Nahui Olin, la mujer del Sol (Editorial Diana, noviembre,
1993), la búsqueda incesante de las huellas de esta mujer me lleva a la Zona Rosa
de la ciudad de México en donde se encuentra la galería Windsor. Ahí, entre antigüedades,
cuadros, esculturas y documentos, Federico Pearl, el dueño, aparece con un expediente.
Dentro, una carpeta, libros y sobres perfectamente ordenados y clasificados. Los
extiende y, generoso, los comparte.
El archivo invita al
reencuentro con el pasado y el asombro renovado con: cartas a Nahui del padre, de
la madre, de la hermana, del Dr. Atl, un hermoso telegrama del pintor y vulcanólogo,
notas firmadas por Agacino y sobres con el remitente: Compañía Naviera Trasatlántica,
Barcelona… Anotaciones a mano de un intento de anulación de matrimonio que inicia
Carmen Mondragón contra Rodríguez Lozano; un manuscrito de Nahui como borrador de
la impugnación al testamento de su madre, Doña Mercedes Valseca, y las hojas referentes
al juicio testamentario que finalmente ella y su cuñada María Teresa, viuda de Manuel
Mondragón Valseca, establecen contra la validez de una herencia de la que han sido
excluidas; el documento en el que su hermano, Guillermo, albacea, defiende la voluntad
de su madre.
Nahui habla en los
documentos, en los libros, en los papeles y en todo lo que guardó.
/
En el prólogo a su
libro La Defensa de Italia (1936) el Dr. Atl le escribe una dedicatoria a
mano:“Me permito ofrecerle estos artículos escritos en defensa de Italia en una
época en la cual todo el mundo -todo el mundo- se le echó encima. Atentamente Dr.
Atl. A la admirable artista Nahui Olin. (vuelta)”. A la vuelta de la página leemos:
“Nahuita: te puse la dedicatoria anterior por puro compromiso, pero aquí va la buena:
te quiero más que a esta Italia prodigiosa que con tanto amor he defendido. Atl.”
Nahuita
Niña linda con un ramo
de flores acabadas de cortar -fiera como una serpiente en brama- rutilante de inteligencia como Minerva (…)- salud! (…)
Y después, notas amorosas
de Agacino y una carta del escritor asturiano Alfonso Camín. El poeta -autor de
los versos de Macorina, que chavela Vargas inmortalizó al ponerles música y cantarlos-
le escribe a Nahui en febrero de 1934, dándole noticia de las cosas de su capitán
ya muerto y de su ciudad: “Hoy hay tiros en Madrid y se me ensancha el corazón de
júbilo. A ver si viene una cosa u otra. La revolución, la república o lo que sea.
Porque en el caos ya estamos.”
El tesoro incluye la
edición original de Calinement je suis dedans con su dedicatoria, de puño
y letra, al Dr. Atl; aquella otra, misteriosa, que plasmó en su libro Nahuin
Olin y cuyo destinatario tachó con tinta… Fotografías inéditas de Nahui niña,
con su familia, con Manuel Rodríguez Lozano… y ese retrato tantos años buscado:
Nahui mayor con la boca pintada de rojo en forma de corazón. Parece otra mujer,
pero sus ojos son los mismos, inmensamente verdes.
Nuevas exposiciones,
obras de teatro, biografías y documentales se abren camino. Al concluir este texto,
se filma la película Nahui, con guión de Marina Stavenhaguen. Y en algún
monumento del Centro Histórico de la ciudad de México Gerardo Tort dirige a Irene
Azuela, la protagonista, y a Julio Bracho como el Dr. Atl, en plena relación amorosa.
Cerca, los muros del Museo Nacional de Arte se preparan para recibir en 2018 la
más grande exposición hasta hoy de la vida y obra de Nahui.
Pero, aún hoy, Nahui
Olin desafía, pone en jaque, provoca más preguntas que certezas. Tiene su propio
sello. Es un personaje fuertemente individual, rebelde y trasgresor, que sabía muy
bien que volvería cuando escribió:
Independiente fui,
para no permitir pudrirme sin renovarme; hoy, independiente, me renuevo para vivir-
/ Los gusanos no me darán fin -son los grotescos destructores de materias sin savia,
y vida dan, con devorar lo ya podrido del último despojo de mi renovación- / Y la
madre tierra me parirá y naceré de nuevo, de nuevo ya para no morir
*****
EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO DO SURREALISMO
1919-2019
Artista convidada: Toyen (República Checa,
1902-1980)
Agulha
Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número
141 | Setembro de 2019
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