quinta-feira, 15 de outubro de 2020

MÍA GALLEGOS | La presencia de lo sagrado en El tránsito de fuego, de Eunice Odio

 


E
l fondo sagrado del apeiron emerge en El Tránsito de Fuego de Eunice Odio. Mas también las enseñanzas de las rosacruces ligadas a los masones, diferentes libros bíblicos, la mitología, la cábala y coincidencias de la autora con la razón poética de María Zambrano. Pero muy especialmente el conocimiento de la poetisa en torno a los temas herméticos. Todas estas obras y textos permiten realizar una lectura de este poemario publicado por primera vez en El Salvador en 1957.

He leído con detenimiento el prólogo escrito por la filóloga Peggy von Mayer a la obra El Tránsito de Fuego, y en ella la autora despliega un análisis que toma muy en cuenta los aspectos religiosos propios de la tradición judeocristiana, como la trinidad, por ejemplo y el intertexto con el evangelio según San Juan, intertexto que es enteramente válido, así como otras aseveraciones que se pueden apreciar en este recorrido que ahora realizo. Señalo que no pretendo debatir los planteamientos de la filóloga. Tan solo me animo a ahondar en algunos aspectos que me parece no se han tomado en cuenta, tal y como lo señalo en el párrafo inicial.

Una lectura del ensayo titulado Polifonía Dramática en el Tránsito de Fuego de Eunice Odio de Adriano Corrales, a quien tampoco intento contradecir o contraargumentar, me permite situar el presente trabajo trazando otras perspectivas, por ejemplo, me atrevo a mirar este poemario a través de la razón poética, visión filosófica de la española María Zambrano que poco a poco iré desarrollando en los párrafos siguientes.

En primer término, es imprescindible señalar que la noción de apeiron, según Anaximandro es el sitio o fondo de donde todas las cosas provienen. Tal como lo señala María Zambrano en El Hombre y lo Divino (2012,72) se trata del fondo oscuro en donde la injusticia del ser, de ser algo, estará asentada. Descubrimiento verdadero de esta ignorancia, de la actitud filosófica. Pero, preciso es ver que si tal ignorancia es hallazgo de la actitud filosófica es también aquello frente a lo cual el poeta tiembla, calla y habla.

Aquí vale la pena detenerse en las palabras de Zambrano quien dice que:

 

En forma esquemática se puede decir que la poesía extrajo las formas de los dioses y sus historias sin hundirse previamente en ese fondo oscuro del apeiron, más presente en la poesía trágica para lo cual el apeiron resulta claramente insuficiente, pues que se trata del fondo, no sagrado sino divino, dejado intacto por los dioses, del Dios desconocido. La poesía lírica será el sentir, el sentir irreductible del tiempo y del amor que corre su suerte. Mientras que la filosofía que descubre la realidad sagrada en el apeiron no descansa hasta extraer de ella lo divino Unitario; la idea de Dios. (2012:74).

 

La filosofía griega aparece como un preguntarse sobre las cosas. La poesía no pregunta, en cambio, responde, ahí donde el poeta tiembla y habla. Sin embargo, como podemos observar en párrafos posteriores, Eunice Odio en el libro ya citado crea un lenguaje, les da nombre a las cosas.

Aquí cabe citar un fragmento que sobre el lenguaje escribió el poeta Octavio Paz en su libro El Arco y la Lira: (1982:29) La primera actitud del hombre ante el lenguaje fue la confianza: el signo y el objeto representado eran lo mismo. La escultura era un doble del modelo; la fórmula ritual una reproducción de la realidad, capaz de re-engendrarla. Hablar era recrear el objeto aludido. Cuando Eunice Odio crea el caballo, en el segmento que lleva ese nombre, justamente reengendra al animal. Dice, por ejemplo: “…un calor sin entrañas que no saldrá del fuego, / ni del clima templado de la hierba, / sino de allá de lo alto de las cosas. En este fragmento lo que aparece es el arquetipo del caballo, la idea perfecta a la manera platónica.

Y posteriormente señala Paz que al cabo de los siglos los hombres advirtieron que entre las cosas y los nombres se abría un abismo. Este abismo del que habla el poeta es el que está colmado de la presencia de lo sagrado en la obra de Odio.

También cita Paz al poeta francés Lautreamont, quien vaticinaba que un día la poesía iba a ser escrita por todos. Esta posibilidad, no obstante, sería volver al principio de los tiempos cuando no había distancia entre la cosa y el nombre. Precisamente, Eunice Odio empieza por nombrar las cosas, aparece así el lenguaje.

El poemario, que sin duda está inscrito en el ámbito del misterio, debe ser interpretado en el límite entre la filosofía y la poesía, precisamente en el instante en que estas dos actividades se separan. Para María Zambrano, en el libro ya citado tiene lugar esta contienda en los términos siguientes: El origen de la filosofía se hunde en esa lucha que tiene lugar dentro todavía de lo sagrado y frente a ello. La filosofía nació, fue el producto de una actitud original, habida en una rara coyuntura entre el hombre y lo sagrado. La formación de los dioses, su revelación por la poesía fue indispensable, porque fue ella, la poesía, quien primeramente se enfrentó con ese mundo oculto de lo sagrado. (2012:66)

Y es que tal como lo explica Zambrano (2012: 38): la realidad no es atributo ni cualidad que les conviene a unas cosas sí y a otras no: es algo anterior a las cosas, es una irradiación de la vida que emana de un fondo de misterio; es una realidad oculta, escondida; corresponde, en suma, a lo que hoy llamamos sagrado.

En primer término, quiero detenerme en la noción de luz primera y de misterio, tal como las define María Zambrano en su obra El Hombre y lo Divino, en el capítulo De los Dioses griegos (1973:63): Mas hay otra luz: la sombría luz de los misterios, la luz que alumbra no a las imágenes visibles, visiones del alma y de la inteligencia, sino al mundo sagrado no revelado todavía, al mundo del padecer humano en todo su misterio y su enigma.

Y enigmático es el personaje Ion de El Tránsito de Fuego, hombre, divinidad, artífice, desterrado, creador y, que como bien señala Peggy von Mayer en su estudio, un ser que posee todos los atributos de la trinidad: Padre, hijo y espíritu. Es una figura crística.

Diversas nociones de lo sagrado planteadas por Mircea Eliade me permiten partir de ahí y observar la construcción ideada por Odio en este su libro más maduro y representativo. El Tránsito de Fuego, en el inicio dice así: Nada estaba previsto. / Todo era inminente. /Posteriormente, aparece la noción de tiempo y expresa: Un día después de un tiempo inmemorial, /mientras el cielo se movía de pie, / de un ojo a otro;/ y se pasaba de un corazón a otro/ en las ciudades.

Aquí, podemos observar cómo aparece la primera referencia de lo sagrado. Para ello, resumo las palabras de Mircea Eliade, quien explica en qué consiste está noción. Para este especialista en religiones, al hombre que percibe lo sagrado, lo hace en un espacio que no es homogéneo, un espacio donde se presentan roturas, escisiones. En un párrafo posterior añade lo siguiente: (Eliade, 1981: 15) Digamos acto seguido que la experiencia religiosa de la no-homogeneidad del espacio constituye una experiencia primordial, equiparable a una «fundación del mundo». Los primeros versos del poemario precisamente dan cuenta de esta experiencia cardinal.

Para ahondar más en la noción de lo sagrado, conviene resaltar las palabras que aparecen en la introducción de la obra que lleva el título de Lo Profano y lo Sagrado de Mircea Eliade (1981: 10) El hombre entra en conocimiento de lo sagrado porque se manifiesta, porque se muestra como algo diferente por completo de lo profano. Para denominar el acto de esa manifestación de lo sagrado hemos propuesto el término de hierofanía, que es cómodo, puesto que no implica ninguna precisión suplementaria: no expresa más que lo que está implícito en su contenido etimológico, es decir, que algo sagrado se nos muestra.

Agrego además un fragmento de María Zambrano (2012: 42,43) en torno a este concepto: Lo sagrado y lo profano son las dos especies de realidad: una es la incierta, contradictoria, múltiple realidad inmediata con la cual la vida humana tiene que “habérselas”, el lugar de su lucha y de su dominio al par. El orbe sagrado es donde se decidirá esa lucha.

Y es que Ion, rapsoda a quien, en la República de Platón, el filósofo le niega un saber, ya que tan solo reproduce lo que le dictan los dioses, aparece en el libro de Eunice Odio dotado de una gran fuerza y presencia, tanto que se constituye en un creador de arquitecturas y de lenguajes. En la obra Ion cobra un relieve mayor, es una figura descollante, colmada de elementos sagrados. Como bien lo señala von Mayer en el prólogo de la Obras Completas, (1996:23, II Tomo) La divinidad de Ion se fundamenta en los atributos propios de un ser divino: la eternidad, la infinitud, la omnipresencia, la trinidad, la luminosidad.

En el prólogo von Mayer afirma que (1996:22) El Tránsito de Fuego tiene un paralelismo estructural con el cántico cristiano, se refiere, en especial al Evangelio de San Juan y a partir de esta noción, realiza un paralelismo entre un ser histórico y divino y Ion que es un ente ficcional. Más adelante haré una referencia a la importancia que tienen San Juan Evangelista y San Juan Bautista en los cultos herméticos conocidos por Odio.

Yo no voy a establecer este paralelismo, si bien no niego que es una de las muchas interpretaciones que pueden hacerse de esta obra. Señalo más bien que por estar ligada Eunice Odio a la orden Rosacruz y a la masonería, también en estas organizaciones o logias, el libro sagrado preferido es la Biblia. No obstante, que la lectura que hacen de esta obra se enrumba en los terrenos del hermetismo.

Asimismo, voy a detenerme en el significado de otros personajes que aparecen en este extenso poemario, como la figura de Dédalo, el constructor de laberintos porque esta suerte de arquitectura que despliega la autora en torno al lenguaje hay, a mi juicio, una armazón creacionista al estilo de la que plantea Vicente Huidobro en su Manifiesto de Manifiestos. Además, tal y como lo explica Fulcanelli en su libro El Misterio de las Catedrales, la construcción de las catedrales góticas también iba acompañada por la construcción de laberintos. Debo decir que además en la orden masónica es muy importante comprender la idea del propio laberinto que lleva cada persona dentro de sí.


Es imprescindible destacar que Ion también es un apátrida, un desterrado, tal cual lo consignó Platón en sus obras por considerar que los poetas, tanto a Homero como a las otros poetas como artífices imitativos. En el poemario de Eunice Odio también adquiere está característica. No es reconocido ni por sus hermanos ni por su pueblo después de haber creado todas las cosas. También es necesario señalar que en este y en otros aspectos se asemeja a Jesús, quien no fue comprendido en su época y murió crucificado.

Ion va a ser el creador de sí mismo, fundador de una ciudad y también de un lenguaje. Es un hierofante. Dédalo, el constructor de laberintos es uno de sus acompañantes. Pero en ocasiones es su doble o como bien lo señala Peggy von Mayer en el texto que lleva el título de El Tránsito de Fuego: deconstrucción hierofánica. (1987: 56): La parte humana de Ion se designa con el nombre de Dédalo, y opera como una especie de “alter ego”.

 Aunque, como bien lo anota Adriano Corrales en el ensayo Polifonía Dramática en El Tránsito de Fuego de Eunice Odio, las múltiples voces que aparecen le dan un gran dramatismo al poemario, así como también influye en ello el hermoso papel que desempeña el coro en el poemario de Odio. En realidad, la totalidad del poemario es una cosmogonía, donde el lenguaje, las voces, los seres y los animales tienen una connotación sagrada.

En la sección titulada La Alegría de los creadores, se puede apreciar el siguiente fragmento en las palabras de Ion: Todo está preparado:/ Los verbos, las palabras orales, / y las que están por serlo.

Y así, la filosofía se inicia del modo más anti­ poético por una pregunta. La poesía lo hará siempre por una respuesta a una pregunta no formulada. El preguntarse es lo peculiar del hombre, el signo de que ha llegado a un momento en que va a separarse de lo que le rodea, algo así como la ruptura de un amor, como el nacimiento.

Mas, de acuerdo con la lectura realizada de El Hombre y los Divino, en diversas ocasiones se siente el influjo del pensamiento pitagórico en este poemario de Odio. Mas es necesario precisar que en estas antiguas tradiciones herméticas de la masonería, los rosacruces y la cábala, los números representan un lenguaje y la armonía del universo.

En las tradiciones antiguas, como por ejemplo la masonería, se veían los números como los principios esenciales de las cosas, tal y como en su momento lo hicieron los pitagóricos. Y es que los masones aprendieron de estos maestros el amor por los números. Ellos consideraban que el número era una revelación hecha por la divinidad, para que sirviera como medio de los más altos conocimientos y verdades.

Los pitagóricos, por otra parte, establecieron las relaciones entre aritmética, música y astrología, que son todas ciencias numéricas. Con ello buscaban demostrar la consonancia con el orbe.

En todo el poemario de Odio se puede percibir está armonía y para ello cito algunos ejemplos: ¡Dios! / No oigo la música, no escucho la potencia de su número, / no encuentro el verbo que haga la voluntad de mi alma. (1996:175).

Dice Logos, un personaje lo siguiente: Mañana veremos a la fuerza configurada. / Sabremos hacia dónde encamina sus pálidas tensiones, hacia qué temple avanza por estancias numéricas. (1996: 187).

Y Ion le responde: Mañana acordará su transparencia, mañana ordenará sus números secretos. (1996,187)

En la obra ya citada de María Zambrano, la filósofa da cuenta de la lucha que se estableció entre pitagóricos y Aristóteles y aquí conviene pensar en lo sucedido. Pitágoras nunca se hizo las preguntas que se suscitaron en su tiempo, más bien su actitud era la de responder a la manera de los antiguos con su mirada vuelta a los cielos. De manera tal que se pregunta Zambrano si las matemáticas nacieron a partir de una pregunta. Y ella misma se responde:

 

Más bien de una continua observación, en la cual el alma y los ojos purificándose encuentran esos objetos intermedios entre la tierra y el cielo que son los objetos matemáticos; lo incorpóreo y los cuerpos puros, perfectos, de la geometría, espejos, en cierto modo, de la perfección y de la incorruptibilidad de los astros. Los objetos de las matemáticas, números y formas geométricas son los antepasados inmediatos de las “ideas”; hijos directos de la mirada que contempla y no de la palabra que interroga; las ideas como números, última fase del pensamiento platónico, es una retrotracción —“reminiscencia”—de su nacimiento; de la función de la idea cuando aún no había "idea”. (2012: 99,100)

 


En todo el poemario de Eunice Odio, ella alude a lo sagrado. Un ejemplo de ello se puede observar en la parte III, donde la poeta dice: (1996:21) …y diga Ion al hombre que lo oía:/ Es la piedra de todos, piedra del que la nombre/ en el nombre del cuerpo sagrado que le nombro;/ piedra mía, /nuestra piedra, / cuya espuma lustral, aquí en mi lengua, / se oye caer, pequeña y poseída.

Cabe señalar que, en la realidad de lo sagrado, los objetos siguen siendo lo que son, como en este caso la piedra, mas, sin embargo, tal como lo explica Eliade: (1981: 10, 11) Una piedra sagrada sigue siendo una piedra; aparentemente (con más exactitud: desde un punto de vista profano) nada la distingue de las demás piedras. Para quienes aquella piedra se revela como sagrada, su realidad inmediata se transmuta, por el contrario, en realidad sobrenatural.

La figura de Ion se vincula con la tradición masónica en la figura de un iniciado o más bien de un hierofante. El símbolo de la piedra aparece como un elemento sagrado y de igual manera, Ion reordena el caos y le da forma. Conforme la piedra va cobrando forma, Ion se hace a sí mismo tal y como lo manifiesta la poeta en el segmento titulado Proyecto de mí mismo. Llama la atención en esta parte del poemario la descripción de lo material, lo físico, lo corporal. Cito este ejemplo: (1996: 63,64) es la niñez de una vena, / que, al hallar sus arpegios venideros, / corre a la boca, inicia el paladar, alza el poro profundo en cándido sonido, / a cuyo movimiento, / otro poro lejano se conmueve despacio, / de arco en arco, / desde la curva extática/ hasta el fondo, / en que mi voz soñó llorando en piedra.

La masonería y la orden rosacruz, a la que perteneció Eunice Odio, tienen muchos vínculos entre sí. Se dice que la masonería es, dentro de las órdenes iniciáticas, una que ha subsistido hasta nuestros días. Esta tradición hermética proviene de Hermes Trismegisto, un personaje legendario a quien los egipcios llamaban Toth. Este nombre egipcio significa columna, palabra que está presente en el poemario de Odio, cuando se refiere a la construcción de la catedral.

Se dice que los misterios de esta orden iniciática permearon a otras culturas y pueblos, a los hebreos y griegos. Platón, por ejemplo, recibió una gran influencia de los egipcios y los caldeos. La masonería tuvo una gran importancia durante la Edad Media, en especial en la arquitectura de catedrales góticas según lo documenta Fulcanelli en la obra que lleva el título El Misterio de la Catedrales. Se supone, por ejemplo, que el personaje bíblico José, el hijo de Jacob, poseía estos conocimientos iniciáticos y por ello ganó el favor del faraón. Precisamente al leer El Tránsito de Fuego, el José bíblico se asemeja a Ion, ya que sus hermanos lo venden. Recordemos que, en la Biblia, José terminó en la corte de faraón precisamente por la traición de sus hermanos.

Sin la menor duda, Eunice Odio, como todos los grandes poetas, logró realizar su propia y prodigiosa síntesis y para ello se afianzó en las grandes tradiciones herméticas y esotéricas, la masonería, la alquimia, la orden rosacruz, cierto influjo de la filosofía griega, la biblia, la cábala, entre otras. Si nos detenemos a observar los nombres de los personajes que intervienen, se puede apreciar que, por ejemplo, uno se llama Om, como el mantra general que practican los hindúes en sus meditaciones, Dédalo, como referencia al mito griego y así en adelante lo que denota un aprendizaje de todas estas tradiciones que vienen de antigua data.

Cabe señalar que el poemario de Eunice Odio está dividido en cuatro segmentos y esto no es obra de la casualidad. En el poemario sabemos que se procura la construcción de un templo, de ahí que se puede establecer el simbolismo de la cuarta dimensión, es decir de la unión del tiempo y el espacio. En la antigüedad se conocía la existencia de estos “otros mundos”, más reales que el nuestro y coexistían con él. Los antiguos hablaban de los estados múltiples del ser. Para ellos, los hombres podían acceder a esos mundos mediante la apertura de la conciencia. Y he aquí que Ion representa ese poderío, es un maestro, un avatar, un escogido entre los hombres para llevar a cabo una inmensa tarea. Y aquí cabría recordar el mito de la caverna de Platón, quien sabe que lo que se percibe con los sentidos físicos pudiera ser tan solo un reflejo ilusorio, pero que no permite conocer la verdadera realidad. Ion, precisamente como verdadero iniciado, puede pasar a ese “otro mundo”.

Por otra parte, es necesario señalar que se alude también a la tétrada hermética compuesta por las cuatro figuras fundamentales, que son el círculo, la cruz, el triángulo y el cuadrado. Sin duda, la masonería ha recibido una gran influencia del pensamiento pitagórico.

También se remite a la tetraktys, que representa la serie de los cuatro primeros números, cuya suma es igual a diez: 1+2+3+4 =10, que representa al cuaternario. Se simboliza mediante una pirámide que para los pitagóricos significa el conjunto de los conocimientos. Pitágoras, por otra parte, asimila la tetraktys al oráculo de Delfos. Es el número perfecto que da el conocimiento sobre uno mismo y del mundo, tanto terreno como divino. Y, por último, la tetraktys significa el acorde perfecto, la armonía y el principio de todas las cosas.


El número cuatro remite también a los puntos cardinales, a las cuatro estaciones y a los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego. Pero también de acuerdo con la cábala, la primera trinidad es el mundo de lo trascendente y con el cuatro comienza lo inmanente, los números de construcción cósmica. Este número representa en la geometría los símbolos del cuadrado y de la cruz, y ambos fijan los límites en el espacio y el tiempo. En diversas partes del poemario, Odio alude al número cuatro, tal y como cito a continuación: Dice Ion: Son cuatro, negros, opacos, densos. /La sombra dividida de cuatro mortajas. (1996, 271)

En I Reyes, se habla de la construcción del templo por parte del rey Salomón. En el libro de Odio puede palparse una similitud con este hecho. En I Reyes, 21, dice: Entonces Salomón hizo erigir las columnas en el pórtico del Santuario; al erigir la de la derecha, púsole por nombre “Jaquín”, y luego a la de la izquierda, “Boaz”. Así quedó ultimada la obra de las columnas.

Aquí cabe citar la leyenda de Hiram Abiff porque a mi juicio tiene relación con el poemario de Odio. La leyenda cuenta que cuando Salomón decidió edificar el templo reunió al rey Hiram de Tiro y este contrató a su mejor maestro de obras: Hiram Abiff. Los tres, Salomón, Hiram de Tiro y Abiff eran los guardianes de la palabra secreta del templo. En muy diversas ocasiones en el poemario, Eunice se referirá a la palabra secreta, a la palabra guardada u olvidada. En esta leyenda se dice que esta palabra era el secreto del templo, pero también era el vocablo que se utilizaba para distinguir entre maestros de obra, aprendices y compañeros. La palabra del aprendiz era Bóaz, la palabra del compañero era Jaquín, y la palabra del maestro era Jehová.

Pero Hiram Abiff se topó con la maldad, tres trabajadores lo asaltaron y mataron porque intentaron, sin suerte, que les revelara la palabra secreta. Este hermetismo y protección por la palabra secreta está presente en la masonería y en las logias hasta nuestros días, pero conviene saber dónde y por qué se originó. Odio se refiere a la palabra en el siguiente fragmento: (1996: 301) Hay días en que ante una palabra/ se detiene el pecho del hombre, / tropieza y se devuelve/ a su más escondida presencia, / y el alma se interrumpe/ hasta la última ráfaga del alma. / Y por eso no diré la palabra. / Ahora que poseo su color de exterminio, / ahora que su cifra desgarrada me empaña el corazón, / ahora que su fuerza me oprime los sentidos, / no puedo pronunciarla.

La palabra significa logos, más cabe apuntar que este poemario debe verse como un logos sumergido de donde, poco a poco se nos devela una realidad.

En la tercera parte del poemario, se realiza la ejecución de la catedral. A continuación, cito los siguientes versos (1996: 188,189): Logos dice: Haremos una nueva columna. Ion le responde: Una columna multiplicada, / una luz respirando. Añade Logos: Cada múltiplo conduciendo a la piedra/ hacia otros estados de sí misma. Ion responde. La piedra no se detendrá. / No se sustentará. / Un salto extático levantará su peso para darlo al espacio. / Después/ ángeles temporales girando en remolinos de granito/ sumarán en silencios lineales, / la materia desencadena y poseída. Y más adelante, dice Ion: Y fue una catedral esparcida en las tinieblas, / aciaga piedra sobre piedra dura. (1996: 190). En otros versos, Odio menciona la ojiva, los arbotantes, los muros.

Sin embargo, la catedral tuvo que ser demolida porque su construcción se corrompió. Un ser de rostro invisible penetró en la catedral, de manera que fue necesario demoler y empezar a construir de nuevo. Dice así: Ion: Corta, desune, quita hasta su sombra. / Thauma, a ti confío los arbotantes. Y finalmente expresa: (1996: 240) La Catedral será rescatada. / Para siempre tendrá un continuo color de eternidad.

También se refiere a la muerte y menciona, asimismo el número cuatro al cual me referí previamente. Demón dice: ¿Qué especie de criatura traen ahí? Ion le responde: Son cuatro. Om dice: Cuatro señales que algo dio a la sombra. El Hombre 1 señala: Un muerto. (1996: 281) Los hablantes desconocen el nombre del muerto y dicen, entre otras cosas que un hombre es un ángel inválido.

Nombres y figuras demoníacas también están presenten en el poemario como Abaddón, el ángel de la muerte, Démon y Apollyon y el Dueño de Monte. Aquí traté de inferir si en su creación que se propone Ion este debe bajar a los ínferos a la manera de Orfeo.

Asimismo, es preciso rescatar algunos símbolos como el del ángel, el de la abeja, el cordero, el caballo y la rosa. En primer término, el ángel es un ser intermediario entre Dios y el mundo. En la Biblia abundan los ejemplos de la presencia de los ángeles. Su presencia significa espiritualidad y en ocasiones son mensajeros de Dios. La abeja, que tiene diferentes significados de acuerdo con las culturas y según lo recoge el Diccionario de Símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheebrant, representa un papel iniciático y litúrgico. Simboliza la resurrección. El cordero dentro del poemario de Odio tiene un significado sacrificial como el que se le da en la Biblia. El caballo, que en el poemario de Odio es uno de los segmentos más logrados, representa según el Diccionario de Símbolos, un animal que está presente en todas las culturas, asociado al mundo ctónico, del que surge galopando como la sangre en las venas, desde las entrañas de la tierra, o de los abismos del mar, hijo de la noche y del misterio, el caballo arquetípico es portador a la vez de muerte y de vida. Y, por último, el símbolo de la rosa pertenece en este caso, sin duda a la orden rosacruz. De acuerdo con esta orden, la figura representa cinco rosas, una en el centro y una sobre cada uno de los brazos de la cruz. Estas imágenes evocan, o bien el grial, o bien el rocío de la redención. También es un símbolo de resurrección e inmortalidad.

Tal y como lo cité anteriormente, se puede hallar en la Biblia la construcción de templos y estos tendrán una particular importancia en la Edad Media, época en la cual surge la masonería y de ahí la presencia de los albañiles. Estos obreros están presentes en el poemario de Odio como lo vemos a continuación. Dice Diolo: Ha de ser un obrero de los que trabajaron / en la rosa frontal/ Odón le responde: El capitel se viste de cosas presentidas/ (1996: 218).

Aquí es necesario detenerse y tomar en cuenta la historia de esta orden hermética. Y es que los canteros que trabajaban en la industria de la construcción recibían el término de albañiles, mientras que los albañiles libres eran llamados especulativos. La albañilería o masonería operativa no era una simple actividad laboral, era considerada una de las ramas de las bellas artes.

Vitrubio, un arquitecto y pensador romano del siglo I a.C. creó los órdenes de la arquitectura y toda su obra estuvo influida por la tradición de los misterios dionisíacos. Para este arquitecto, quienes practicaban esta profesión debían contar con conocimientos en filosofía, música, astrología y temas relativos. Las ideas de Vitrubio se transmitieron por toda Europa con la expansión del imperio romano.

Para terminar, señalo que no parece probable que Eunice Odio haya conocido el pensamiento de María Zambrano, pese a que fueron contemporáneas y vivieron ambas en México, aunque quizás no en la misma época. No obstante, al leer lo que plantea la filósofa en la razón poética, vemos que hay una similitud en esa “entraña” de la cual ambas hablan.

María Zambrano vivió muchos años en Cuba. En ese país empezó a perfilarse su noción en torno a la razón poética. Zambrano tuvo una estrecha relación con José Lezama Lima, con Cintio Vitier, con Lydia Cabrera y con Virgilio Piñeira. La búsqueda de María Zambrano en relación con razón poética parte de una crítica al racionalismo de occidente que ha dejado de lado formas de pensamiento originarias como la de los órficos y la de los pitagóricos.

En su obra Notas de un Método (1989: 129) Zambrano expresa:

 

La claridad de la razón se manifiesta pitagóricamente, en números, que son más exactos que la palabra. ¿Volvemos a ella, acaso? En el cientifismo actual del número, del que habría que salir, la razón puede quedar aprisionada, limitada o congelada. Pero los verdaderos pitagóricos no creyeron nunca en eso; no era eso lo que perseguían con su razón matemática, sino encontrar los números secretos del alma, del mundo, de la razón, por ilimitada que sea, es decir, de lo limitado y lo ilimitado, que puede ser movimiento y quietud al par.

 

Tanto la filósofa como nuestra poetisa generan un lenguaje que nace en las entrañas. Es una búsqueda que emerge desde las zonas oscuras hasta la luz. Es un movimiento de ascenso. Cierto, ascienden, más también han conocido los descensos, los ínferos. Lo que ambas nos comunican se resuelve en símbolos, signos, huellas, se le da un nombre a lo innombrable, a eso que podríamos llamar asombro.

 

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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO

Número 159 | outubro de 2020

Artista convidada: Mariana Palova (México, 1990)

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