ADRIANA CASTILLO-BERCHENKO | Alfredo Gangotena en el contexto de las vanguardias poéticas latinoamericanas
Situar así, cronológicamente,
a un escritor y su obra puede parecer inoportuno, insuficiente y reductor. En este
caso, sin embargo, las fechas resultan iluminadoras de sentido. Ellas no sólo introducen
al artista en el tiempo y en el espacio, sino que además, lo determinan como un
creador de su época, como el artífice de una poesía que se explica y comprende por
las circunstancias histórico-sociales y culturales en las que se gestó. La primera
que se deduce del análisis de estos datos apunta al hecho de que, por su posición
cronológica, Gangotena es un escritor que se sitúa, claramente, en el período de
eclosión de las vanguardias poéticas en Occidente y en América Latina. Nacido, en
efecto, en la primera década del siglo, su obra madura en el tercer decenio, período
de vigencia vanguardista en Europa y en el Nuevo Continente. Como él, otros creadores
latinoamericanos o europeos llegan en el mismo período a su madurez expresiva.
Por otra parte, la publicación
de sus obras al interior del espacio literario, a fines de los 20, y durante los
30 y los 40, instala a Gangotena en correlación con la productividad de los vanguardistas
cuyas obras importantes coinciden en el mismo período de edición. Este es el caso,
por ejemplo, de las Residencia en la tierra
de Pablo Neruda, de 1933 y 1935; de Altazor
de Vicente Huidobro, de 1931; de Trilce
de Vallejo, de 1922 o sus Poemas humanos
de 1939; de Borges y su Fervor de Buenos Aires,
de 1922 o Cuaderno San Martín, de 1929,
o de los Veinte poemas para ser leídos en
el tranvía, de 1922 o el Espantapájaros,
de 1932, de Oliverio Girondo. [1]
Pero si la cronología
resulta relevante para situar a Alfredo Gangotena y su obra en el contexto latinoamericano
de su tiempo, su circunstancia vital se erige también como grandemente reveladora
de la gestación de un creador de vanguardias.
Efectivamente, si hoy
nos interrogamos sobre cuál es el perfil tipificador de un intelectual vanguardista
de los 30, ciertos términos claves se imponen de inmediato: cosmopolitismo, plurilingüismo,
sincretismo, receptivismo. Todos ellos pueden resumirse, por lo demás, en un solo
concepto: permeabilidad cultural. Rasgo éste que no es otra cosa que esa capacidad
de interesarse en el Otro; curiosidad intelectual, cultural, estética que es vivida
por el artista de vanguardia como una real pasión ética, pasión que, finalmente
lo define. [2]
Borges, Huidobro, Vallejo,
Neruda, Girando y Gangotena, entre otros, asumieron auténticamente esta opción como
una forma de existencia. [3] Puede, ciertamente,
argüirse que esta elección existencial fue posible porque cada uno de los citados
contó con los apoyos de la clase social privilegiada de dónde provenía. Eso es,
desde luego, innegable, incluso si casos como el de Neruda o Vallejo recusan tal
aseveración. [4] Sin embargo, innegable
es también que si estos creadores produjeron obras de trascendencia es porque, en
ellos, el talento era real. Y porqué, adémás, hubo en sus casos una inteligencia,
una sensibilidad y una disposición culturales permanentes que los empujaron a la
creación.
Alfredo Gangotena –
como Borges – se formó cultural y estéticamente hablando en Europa. A diferencia
de Huidobro, Neruda, Vallejo o Carrera Andrade, que llegaron al Viejo Continente
ya adultos, y movidos por el mítico sueño intelectual del “viaje a París”, [5] Borges y Gangotena entraron en él, en
los albores de la adolescencia, [6] para
formarse en “la educación de la vieja Europa”, uno en Suiza y el otro en Francia.
Esta circunstancia, que refleja una preferencia dé clase social – en este caso,
la de las élites latinoamericanas –, no implica, sin embargo, por parte de tos concernidos,
renegar de sus Orígenes. Por el contrario, en los casos de Gangotena y Borges, la
formación europea se integró, se amalgamó profundamente con sus esencias ecuatoriana
y argentina, haciendo de ellos creadores realmente representativos de una forma
de ser latinoamericana. En el fondo, y desde otro punto de vista, para cualquiera
de los vanguardistas aquí citados, la experiencia europea se convirtió en un factor
decisivo de su conocimiento y apreciación de la realidad. Ninguno de ellos salió,
además, indemne de la confrontación de mundos a la que la estadía europea los condujo.
Cuál más, cuál menos, aunque con matices diferentes, desde luego, la vivió como
un evento importante, inolvidable, que repercutió profundamente en sus conciencias,
en sus acciones y, evidentemente, en sus obras. En todos los casos, y también con
matices diferenciadores, vivir en el extranjero, tos refrendó, fuera cual fuere
su experiencia, en la asunción de sus condiciones latinoamericanas.
En este orden de cosas,
sin lugar a dudas, para todos ellos la permanencia en Europa significó contactos.
Sabido es hoy que el productor latinoamericano vanguardista se integró, con mayor
o menor éxito, en el mundo cultural europeo que en los 20 y los 30 bullía en un
verdadero esplendor creativo. En el caso de Alfredo Gangotena su entrada en el contexto
artístico francés fue fulgurante. En efecto, tanto en el ámbito latinoamericano
de intelectuales en París, [7] como en
el espacio literario propiamente francés, su inserción se configura como un logro
no sólo social, sino, sobre todo, artístico. Protegido por escritores ya reconocidos,
y que en la época aparecen dominando en el mundo de las letras, Gangotena, que en
ese período – años 20 – va recién saliendo de la adolescencia, realiza una resonante
entrada en el contexto poético. Gonzalo Zaldumbide, Alfonso Reyes, Ventura García
Calderón saludan elogiosamente – y desde su status de literatos latinoamericanos
de renombre – su talento de joven creador ecuatoriano en París. Max Jacob, Jean
Cocteau, Jules Superviene le acogen, por su parte, como poeta nuevo que promete
en las Letras francesas de ese entonces.
Entre 1923 y 1928, Gangotena
vive en París una suerte de euforia creadora constantemente dinamizada por su convivencia
con vanguardistas franceses y otros cosmopolitas sitos en la Ciudad Luz. [8] Alabado, halagado, reconocido como un
talento seguro, su singularidad – ser un joven poeta ecuatoriano que escribe en
francés – hace de él un caso extraño que no deja, sin embargo, de tener claros méritos.
[9] Muchos textos poéticos de diferente
naturaleza publica el creador en esta etapa. Desde la creación intimista hasta el
poema épico, su canto, en medio de la profusión y el entusiasmo general, va progresivamente
madurando. [10] Esta praxis del acto
creador se activa y reactiva, además, con la relación permanente que el artista
establece con sus congéneres, en su mayor parte franceses. Tanto los mentores –
Zaldumbide, el único latinoamericano (pero cosmopolita), Jacob, Cocteau, Superviene–,
como los jóvenes creadores franceses de su misma generación – André Gaillard, Henri
Michaux, Francis Gérard, Pierre Morhange, Julien Lanoí –, lo acogen y, en conjunto,
viven y comparten la dinámica, la interacción enriquecedora de la creación poética.
[11]
En ese medio de creadores
vanguardistas europeos en el que Gangotena es uno de los más jóvenes y, probablemente,
el único o uno de los pocos extranjeros, su participación comienza siendo la del
neófito aprendiz. Zaldumbide, en uno de los textos críticos que le dedica, lo denomina
precisamente así, el joven poeta, el neófito deslumbrado por la cultura francesa.
[12] En verdad, la condición del deslumbramiento
inicial frente al arte europeo es real. Sin embargo, progresivamente, ese entusiasmo
va decantándose para dejar lugar a una actitud más serena, más madura que no es
sino el reflejo de su adaptación a la cultura europea. Muchos factores condicionan
– la edad, la enfermedad y la conciencia de sí – ese cambio. Fundamentales resultan,
sin embargo, la formación intelectual y, sobre todo, el desarrollo de un alto sentido
estético nutrido en la cultura occidental. Estas coordenadas fijan la situación
del poeta de manera definitiva. Y en este orden, la evolución de su trayectoria
a la vez que lo conduce al espacio de los creadores de la vanguardia europea, lo
aleja, progresivamente, del ámbito específico de los artistas vanguardistas latinoamericanos.
Así se explica, entonces, el status aparte de un escritor como Alfredo Gangotena.
Así se explica, también,
el relativo desconocimiento de su obra en la literatura latinoamericana contemporánea.
La lengua como instrumento expresivo juega, desde luego, un papel preponderante
en esta situación. Gangotena, que comenzó a escribir en español en su país de origen,
bifurcó después al francés, y lo hizo a la vez como juego y desafío que le permitan
probarse a sí mismo su propia fuerza creadora. [13] El poeta terminó eligiendo la lengua adquirida como instrumento
expresivo porque ella le permite decir y decirse mejor desde lo más profundo de
sí. Esta opción lo alejó del receptor latinoamericano al cual su obra estaba naturalmente
destinada. En efecto, ¿cómo alcanzado en una lengua que no era la suya, el español?
Se produjo naturalmente el vacío. Las traducciones que aparecieron muchos años después
de su muerte no han logrado colmado. Esto se explica, además, por razones específicas
del discurso poético gangoteniano. Considerado raro, enigmático, difícil, fue puesto
al margen del espacio cultural.
De esta manera, mientras
Borges o Huidobro – otros vanguardistas que practicaron también esporádicamente,
hay que decirlo, y con talento, la escritura bilingüe – lograron mantener el equilibrio
entre un discurso y el otro, Gangotena, por el contrario – y con él también un poeta
peruano, César Moro –, fue envuelto en un vértigo creador dominado por la lengua
adquirida. Su obra aparece, entonces – y hasta el día de hoy –, como desequilibrada,
[14] un solo volumen en español y el
resto, la mayor parte, en francés. Consecuentemente, la razón de su diferencia reside,
en rigor, en esta expresividad bilingüe.
El artista de vanguardia,
ya se dijo, reivindica como suyo un espíritu abierto, una disponibilidad, un ansia
de experimentación y el ejercicio de la libre creatividad. Una forma concreta de
la praxis de esa libertad en la literatura es la expresión lírica en otra lengua.
El postulado no tiene secretos. Un artista nuevo puede aspirar a una forma de creación
absoluta. Un escritor nuevo puede, en consecuencia, buscar y alcanzar una forma
de escritura carismática, sugerente, polifónica:
Ahora que una fuerza extraña me hace crujir los clientes,
Que un silbido oceánico de tromba me quiebra los ojos,
En mi alma sopla el eco de una voz profunda.
Soledades de un mundo abstracto.
Soledades a través del espacio melódico de los cielos.
Soledades, yo os presiento. [15]
El hombre inerme aherrojado
en el Mundo, un cosmos de furia y estruendos – (silbido oceánico de tromba) – de
ecos y armonías (espacio melódico de los cielos) habita estos versos. El encuentro
cristaliza aquí en imágenes hiperbólicas rendidas por sinestesias entrecruzadas
que plasman con intensidad la soledad humana, ellas son signos premonitorios de
lo que será este discurso poético.
“Cuaresma” refleja,
en efecto, una primera etapa de la trayectoria escritural del poeta. En ella toda
forma de Arte o Saber puede devenir poesía:
Oh, Pascal,
El espíritu de aventura y de geometría,
Me aprisiona en avalancha.
Ay acaso yo no soy sino el acróbata
Sobre las geodésicas y los meridianos!
Pero como tú, pequeño Blas, antaño,
De espaldas bajo las sillas
Estoy royendo con gran estrépito los travesaños. [16]
De formación científica
(Gangotena era ingeniero), el poeta no desdeña transformar su saber en materia poética.
Sus conocimientos científicos entran aquí en imágenes insólitas de gran movilidad
que bien pueden parecer enigmáticas. En verdad, ellas reditúan la experiencia vital
del creador y su instancia existencial en equilibrio inestable. Entre el Arte y
las Ciencias Exactas, el Yo se interroga. No hay más respuesta que la salida por
el absurdo (De espaldas bajo las sillas/Estoy
royendo con gran estrépito los travesaños), ella destaca el distanciamiento
irónico, el humor negro como compensación frente al abatimiento.
En sus versos Alfredo
Gangotena reivindica su filiación vanguardista. El cine, la escultura, la pintura,
la música, la fotografía se incorporan en su material lírico y engendran poeticidad.
Del mismo modo, las ciencias, geometría, física, matemáticas u otras integran también
su ethos. A ellas se suman incluso la
biología, la anatomía y la fisiología. Cuando en 1925, el diagnóstico médico (Gangotena
sufre de hemofilia) confirma la gravedad de su mal, el discurso lírico del poeta
se interioriza y el delineamiento de una estética del cuerpo enfermo plasma definitivamente
en su obra. La escritura y el discurso poéticos evolucionan, entonces, y del canto
del clamor del Mundo y el Hombre por él subyugado, el poeta pasa al canto de la
usura de sí, y la experiencia de la derelicción:
Visiblemente, me debilito y desaparezco.
Ya no trabajan mis manos
Mis ojos extraviados muy lejos en mi olvido.
Se abren febriles y grandes
Respirando
La fresca sangre de mi tormenta
Un día amaneció radiante en mi cerebro
El amor y la ciencia eran míos
Luego Ánada!
Apenas la sequedad y el viento
Venas y arterias encadenadas
Para mi sitio en el oprobio. [17]
Profundamente personales
estos versos expresan la destrucción ineluctable de la materia, la propia carnadura
que se consume en su propio mal. Lúcido el hablante está consciente de este minarse
paulatino. En imágenes fulgurantes esa conciencia evoca el pasado brillante y despreocupado
(El amor y la ciencia eran míos) que contrasta
con el presente de sufrimientos y muerte que lo agobian (Visiblemente, me debilito y desaparezco! Va no trabajan mis manos! Mis ojos
extraviados muy lejos en mi olvido). La sangre literal y figuradamente empapa,
impregna estos versos. Metáfora a la vez de vida y de muerte, su doble simbolismo
subraya oblicuamente el pavor y la esperanza que asedian al hablante. Poesía desesperada
es ésta de la última fase creadora de Gangotena. Ella es también una de las cumbres,
desconocida todavía, del lirismo vanguardista de la poesía latinoamericana contemporánea.
Como puede observarse
nada resulta ajeno ni inservible para la creación lírica según Gangotena porque
el discurso poético puede cantar lo elemental, lo natural, las cosas y los objetos
c, igualmente, el cuerpo, los miembros, los órganos, los huesos. Así lo hizo este
artista y su propio cuerpo devino hálito poético. He aquí entonces un creador vanguardista
que cantó su sangre, sus nervios, sus arterias, su mal de existir. Como él, otros
artistas del período – Jorge Cuesta, Vallejo, Pablo de Rokha, Huidobro o Neruda
– consideraron también su propia sustancia carnal como materia digna de la poeticidad.
[18]
En este sentido, entonces,
y si el verso puede expresarlo ¿por qué no avanzar más allá aún, en la experiencia
expresiva e intentar versificar en una lengua otra? El escritor de las vanguardias
se plantea este desafío y lo enfrenta. Proclamando su rechazo de las normas, de
las propuestas de una lengua materna que reprime la pulsión artística, se entrega
a la experiencia nueva. Al hacerlo, no sólo reivindica su modernidad, sino que se
afirma, además, en la vocación cosmopolita. Poetizar en la otra lengua significa,
en esas circunstancias, poder alcanzar un absoluto estético libre, pleno, puro,
auténtico. Y eso puede obtenerse con una herramienta renovada, prácticamente virginal
como lo es la de la expresión en una lengua prestada. Así actuó Alfredo Gangotena.
Para él, expresarse en la lengua adquirida significó no sólo el ejercicio de una
libertad, sino, sobre todo, una liberación.
En efecto, lo que había
empezado como juego y desafío intelectual y creador devino, poco a poco, una necesidad
creadora de otra naturaleza. El poeta descubrió que en la lengua de préstamo existía
la posibilidad de decir el mundo y de decirse uno mismo auténticamente. Descubrió
que las barreras de los prejuicios, de lo prohibido o silenciado no funcionaban
necesariamente ni se le imponían en el segundo idioma. Las estructuras éticas profundamente
incorporadas en el inconsciente, en rigor, no se erigen como muros represores en
una lengua adquirida. Más bien, al contrario, parecen balancearse, se diluyen en
su función restrictiva. Y entonces, en escritores que han asumido su bilingüismo
desde muy jóvenes, la verdad profunda se impone y ella les revela su secreto. La
segunda lengua, ésa que no es materna, les permite accederá lo más recóndito de
sí mismos y de su circunstancia. Todo aquello que no puede comunicarse en la lengua
originaria puede, en cambio, expresarse en la otra. Hay, entonces, como una especie
de violación flagrante del umbral inconsciente que frena el discurso. Y Gangotena,
en consecuencia, pudo elevar su canto profundo de rebelión. La lengua adquirida
es así el vehículo de la liberación de la más honda afectividad.
La creación de Gangotena
en la otra lengua se prolongó por años. Ciertamente, en su caso, escribir en francés
fue una forma de desafío y de afirmación de sí mismo. Sin embargo, la creación en
español siempre pervivió en él, aunque sólo en contadas oportunidades optó por darla
a conocer. En efecto, la poesía en castellano se mantuvo protegida en el más hondo
recóndito espacio de la creatividad del
escritor. [19]
Por lo demás, y a despecho
de lo que las historias y los manuales literarios hayan dicho o callado después,
Alfredo Gangotena en su propio período fue reconocido como un poeta latinoamericano
vanguardista a carta cabal. Cuando, en 1922, la costarricense revista literaria
Repertorio Americano lo publica el texto
que lo presenta – del crítico Napoleón Pacheco – afirma su condición de poeta nuevo. Condición poética ésta que es
recogida y confirmada, en 1925, por los responsables (Borges y Güiraldes) de la
bonaerense revista Proa. En 1929, los
creadores mexicanos de la revista Contemporáneos
publican, precisamente del poeta, su “Recóndito espacio”. [20] Algunos años después, Alfonso Reyes, en su revista literaria Monterrey, publicada en el Brasil, da espacio
a la recepción de su obra en francés, Absence
1928-1930. [21] En 1944, por último,
algunos meses antes de su fallecimiento, Cuadernos
Americanos, de México, da a conocer “Perenne luz”, poema fundamental del artista.
[22] Estas publicaciones subrayan así
el eco continental indiscutible de lo que fue su irradiación poética en vida.
Si, posteriormente,
poetas como Neruda o Roque Dalton han dejado constancia por escrito de su admiración
por el trabajo del poeta ecuatoriano, ello no va sino enriquecer lo que en vida
del autor ya se produjo, [23] es decir,
un restringido aunque reputado reconocimiento. [24] Sin embargo, todo eso es aún insuficiente. Por años catalogado como
difícil o hermético, como poeta raro o extravagante que escribió en francés, poco
se le conoce aún en América Latina. La rica poesía de Gangotena no es, sin embargo,
ni difícil ni impenetrable. Es sí poesía diferente y profundamente original. Canto
de contrastes, simbiosis de culturas, verso abrupto, partido o dislocado. Verso
traducido o adaptado, lo que se quiera. Pero, sobre todo, canto poético latinoamericano
profundamente vanguardista y conmovedoramente humano que merece, de verdad, ser
apreciado.
NOTAS
1. Período de eclosión de las vanguardias poéticas, las décadas de los 20 y
los 30 reflejan, hoy en día, una riqueza productiva en lo que concierne a la literatura,
sobre todo, a la poesía, realmente extraordinaria. Para cada uno de los autores
citados no se propone aquí sino una ínfima parte de lo que en aquel entonces estaba
produciendo. Neruda, antes de las Residencias,
ha publicado ya textos fundamentales. Lo mismo ocurre con Huidobro, Vallejo o Borges.
Por otra parte, no se citan aquí sino los nombres más relevantes, la lista de creadores
es mucho más larga aún y las escritoras vanguardistas – Silvina Ocampo, María Luisa
Bombal, por ejemplo – tampoco están ausentes.
2. En la década de los 30, sin embargo, el movimiento latinoamericano de las
vanguardias se radicaliza en dos corrientes divergentes. Por un lado, los creadores
nuevos que privilegian la autonomía de la creación estética; y por otro, los artistas
que eligen la fusión de la pulsión artística con un referente socio-histórico con
el que se comprometen. Esta radicalización generada, desde luego, por un contexto
histórico ineludible se configura, hoy en día como la demostración irrefutable de
libertad de una praxis creadora, tal y como la concibieron los vanguardistas de
ese entonces.
3. Incluso si cada uno de ellos, en la progresión de sus trayectorias creadoras,
fueron diversificando sus concepciones artísticas. Necesario es puntualizar, además,
que en lo que concierne al Ecuador, hubo también otros creadores vanguardistas que
participaron en este proceso. Son, por ejemplo, los casos de Gonzalo Escudero, de
Jorge Carrera Andrade; y en novela y cuento, del gran narrador Pablo Palacio.
4. En efecto, Pablo Neruda y César Vallejo son creadores provenientes de las
modestas capas medias latinoamericanas, los años 20 y 30, son precisamente las décadas
en las que, de hecho, se incorporan los productores culturales de estos sectores
sociales en los espacios de creación literaria.
5. El “viaje a París” como experiencia vital, cultural, artística decisiva en
la formación social de los jóvenes latinoamericanos de las élites corresponde con
una vieja aspiración de los grupos dominantes del Nuevo Continente. En el caso de
los intelectuales, él es una suerte de culminación necesaria que abre las puertas
a toda forma trascendente de realización personal. Desde el siglo XIX hasta hoy,
con diversas formas de representación, el “viaje a París” sigue poseyendo una dimensión
simbólica innegable. La fascinación de la “Ciudad Luz” continúa aún vigente con
plenos poderes entre los artistas del Nuevo Mundo.
6. Jorge Luis Borges llega a Europa en 1914, a los 15 años de edad. Alfredo
Gangotena lo hace en 1920, a los 16 años de edad. Aparentemente ambos escritores
nunca se encontraron personalmente. La investigación al respecto ha dado siempre
resultados negativos, sin embargo, cada uno conoció de la actividad creadora del
otro. Prueba de eso es la publicación de dos textos del ecuatoriano en la revista
Proa dirigida por el argentino, en 1925.
7. La Revue de l’Amórique latine,
publicación mensual de los intelectuales latinoamericanos en París se hace eco a
través de los años 20 de estas reacciones y, en varias oportunidades, da a conocer
en sus páginas las obras del joven poeta, así como su recepción crítica.
8. Gangotena se relaciona con hombres de letras, con artistas plásticos. Gracias
a la intervención del pintor, decorador y escritor francés, Francis Jourdain, entra
en el círculo de Max Jacob; éste, por su parte, lo presenta a Jean Cocteau. Es en
el círculo de latinoamericanos en París, que Gangotena conoce a Jules Supervielle
y este último le presenta a Henri Michaux.
9. Una abundante correspondencia con Max Jacob, entre 1924 y 1932, y con Jean
Cocteau, entre 1924 y 1926, da pruebas hoy de la admiración que la empresa poética
de Gangotena despertó en estos dos líderes poéticos del vanguardismo francés.
10. La mayor parte de esta producción apareció en revistas literarias de París.
Hubo también publicaciones en revistas de provincia, como en la importante Cahiers du Sud de Marsella. Gangotena publicó
también en revistas especializadas de Bélgica. Una buena parte de esta producción
ingresó, en 1928, en los dos poemarios “Orogénie” y “L’orage secret” – que componen
el volumen Orogénie que editó la N.R.F.
Falta en él, sin embargo, el muy importante poema épico “Christophorus”, publicado
en la parisina revista Philosophies, nº
5-6, de marzo de 1925.
11. En efecto, primero con el grupo de creadores que se reúnen en tomo a Max
Jacob en el presbiterio de Saint-Benot-sur-Loire, y luego con el grupo de intelectuales
de Philosophies, dirigido por Pierre Morhange,
Gangotena, vive la experiencia exaltante de la dinámica creativa en una suerte de
taller literario permanente. Esta praxis va a prolongarse, más tarde, en el círculo
de poetas que rodea a Jules Supervielle, y se intensifica con la convivencia poética
que Gangotena establece con el creador de origen belga, Henri Michaux.
12. Zaldumbide, Gonzalo, “Orogéñe, par Alfredo Gangotena” (Ed. N.R.F., París
1928) in Revue de L’Amérique latine, 8,
n° 88, avril 1929.
13. Los textos publicados en 1923 y 1924 son prueba fehaciente de este deseo.
Poetizar en otra lengua es un juego intelectual y afectivo apasionante. Poemas como
“J’apprends la grammaire”, “L’arc-en-ctei s’étale”, “Poème” o “Promenade sur le
toit” reflejan de manera inequívoca este gozo de la escritura Poesía lúdica, ligera,
sutil, fina, de gran plasticidad revelan el placer de la escritura e inducen el
de la lectura. Leer esos poemas en Gangotena, A , Poèmes françáis, Paris, Ed. La différence, coll. “Orphée” 1991,
pp. 28-32.
14. Si Alfredo Gangotena escribió un solo volumen en español, Tempestad secreta, 1940, dejó sin embargo
un buen número de escritos poéticos dispersos en español. Poemas en verso y en prosa,
estos textos de Gangotena habitan las páginas de publicaciones literarias diversas
en Ecuador, México, Argentina, Costa Rica etc. César Moro (peruano, 1903-1956),
también escribió un solo volumen La tortuga
ecuestre, 1938, en su lengua materna. Sobre Alfredo Gangotena leer CASTILLO-BERCHENKO,
A., Alfredo Gangotena ou l’écriture partagée,
Perpignan, PUP, 1991.
15. Gangotena, Alfredo, “Cuaresma” Orogenia
en Poesía completa, Casa de la Cultura
Ecuatoriana, Guayaquil, 1978, p. 33. Versión de Gonzalo Escudero.
16. Gangotena, Alfredo, “Cuaresma”, Ibidem.
17. Gangotena, Alfredo, “XII, Visiblemente, me debilito y desaparezco” Ausencia. 1928-1930 en Poesía completa, Casa de la Cultura Ecuatoriana,
Guayaquil, 1978, p. 33. Versión de Gonzalo Escudero.
18. Por ejemplo, Neruda en “Ritual de mis piernas”, Residencia en la tierra, I, 1925-1930; Vallejo en “Piedra negra sobre
una piedra blanca”, Poemas humanos, 1939;
de Rokha en “Poesía funeraria”, Gran temperatura,
1937; Jorge Cuesta en “Anatomía de la mano”, 1933; Huidobro en “Pasión, pasión y
muerte”, s. f. Alfredo Gangotena expresa exacerbadamente este discurso lírico de
lo fisiológico en Ausencia 1928-1990,
publicado en 1932.
19. La investigación al respecto revela que, efectivamente Gangotena se entregó
en la más íntima privacidad a la escritura en lengua materna.
20. Dos poemas vanguardistas, “Carta” e “Paisaje” aparecieron en Repertorio Americano, San José, Costa Rica,
Tomo IV, nº 12, lunes 12 de junio de 1922, p. 162. Tres años después fueron publicados
“Pintura cardinal”, poema en prosa, y “El retrato”, traducción de un poema de Jules
Supervielle, en Proa, Buenos Aires, nº
13, noviembre, 1925, pp. 11-13 para el poema, y pp. 7-10 para la traducción. Cuatro
años más tarde, fue publicado “Recóndito espacio”, Contemporáneos, México, nº 9, febrero, 1929, pp. 120-123. Estas obras,
que fueron difundidas por tres publicaciones del prestigio cultural de Repertorio Americano, Proa y Contemporáneos, bastan para asegurar a Gangotena en su irradiación poética
continental de ese período.
21. Reyes, Alfonso. “Publicaciones recibidas” en Monterrey. Correo Literario de Alfonso Reyes. Rio de Janeiro, nº 11,
septiembre de 1934, p. 13.
22. Gangotena, A. “Perenne luz”, Cuadernos
Americanos, México, vol. XVI, nº 4, junio-agosto 1934, pp. 175-178.
23. Neruda, Pablo. “Con Cortázar y con Arguedas”, Para nacer he nacido, Barcelona, Caracas, México, Ed. Seix-Barral, 1971,
pp. 245-256. Dalton, Roque. Pobrecito poeta
que era yo… San José, Costa Rica, Editorial Universitaria Centroamericana, 1982,
p. 47 y 403.
24. En Chile existe todo un movimiento de reconocimiento lírico de Gangotena.
Apreciado por poetas de la nueva generación postmodernista, como Raúl Zurita y Diego
Maquieira. Apreciado también por el novelista Jorge Edwards quien, en testimonio
personal, el 15 de abril de 1992, nos declaró haber leído en su juventud la obra
de Gangotena en francés, “fue Neruda quien me prestó en Isla Negra sus libros”,
fueron las palabras del escritor chileno.
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Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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