quarta-feira, 30 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Alice Lardé de Venturino

FERNANDO LIMERES NOVOA | Alice Lardé de Venturino: “Los olvidados de la historia son la historia.”



Cabe preguntarse si uno de los efectos más devastadores de la colonialidad en la historia latinoamericana ha sido el poder omnímodo del eurocentrismo que ha llevado a los intelectuales latinoamericanos, por una parte, a estar más informados que los propios europeos de las corrientes filosóficas y literarias del norte global en desmedro del conocimiento de las producciones de sus propios países y por otra, a ignorar o explícitamente desdeñar las producciones de otras naciones del continente. Borges en “El escritor argentino y la tradición” homologaba un tanto temerariamente a los escritores argentinos con los escritores judíos ya que presentaban idéntica ventaja respecto de los propios europeos; dado que ambos se situaban dentro y fuera de la tradición occidental de modo simultáneo. Para Borges, este estar y no estar al mismo tiempo; otorgaba a los sudamericanos cierta ventaja respecto de los europeos, condenados a la limitación de su propia y provinciana conciencia nacional; así los argentinos podrían innovar dentro de una tradición de la que participaban desde una posición periférica. Más allá del idealismo borgeano, constituye un imposible ontológico estar en el centro y en la periferia simultáneamente; excepto como bilocación que funcionara como motor de la diégesis en alguno de sus cuentos; tampoco el sentir la pulsión de integrarse en el centro suprime el ser periférico. Son pertinentes las palabras de Leopoldo Zea para corregir los devaneos borgeanos: “(…) América vivía cómodamente a la sombra de la cultura europea. Sin embargo, esta cultura se estremece en nuestros días, parece haber desaparecido en todo el continente europeo. El hombre americano que tan confiado había vivido se encuentra con que con que la cultura en la cual se apoyaba le falla, se encuentra con un futuro vacío, con que las ideas a las cuales había prestado su fe se transforman en artefactos inútiles, sin sentido, carentes de valor para los autores de las mismas. Quien tan confiado había vivido a la sombra de un árbol que no había plantado se encuentra en la intemperie cuando el plantador lo corta y lo echa al fue por inútil. Ahora tiene que plantar su propio árbol cultural, hacer sus propias ideas…” Quizás resignificar la periferia; es decir, resituarla para convertirla en su propio centro sea una de las traducciones posibles de la metáfora de Zea. Quimeras borgeanas aparte, en una entrevista, el plástico argentino Daniel Santoro (Identidad, Cultura y Peronismo, Canal Encuentro, en youtoube) señalaba el consolidado liderazgo de la tradición pictórica mexicana por sobre cualquier otra propuesta artística de otro país americano en la consideración internacional. Según Santoro, la razón fundamental que sustenta el liderazgo de los artistas mexicanos se fundamenta en una originalidad sin complejos que privilegia motivos propios frente al aburrido mimetismo general practicado por el resto de artistas latinoamericanos que copian sin pasión y con afectación al modo del aprendiz impaciente lo que otros ya han realizado con maestría. Así por diversas razones que no viene al caso enumerar, si examinamos de cerca el derrotero intelectual de América latina este asimilasionismo a “la tradición occidental” pregonado por Borges se ha realizado en muchos casos a costa del olvido o abolición del imperativo del árbol propio. Si la cultura y la historia autóctonas no presentan ningún valor per se para quienes viven en ellas; entonces tampoco lo evidencia la comunidad por ellas representada. De este modo, “el malestar con la propia cultura” supone una de las consecuencias más ostensibles de la alienada visión del colonizado. Reforzada por la imposición de una visión particularísima designada con el eufemismo de “universal”. Puesto que la supresión de las especificidades culturales ha sido un peaje que históricamente ha cobrado la hegemonía imperial a los pueblos colonizados; ya que según Fanon el colonialismo solo puede ser eficaz allí donde previamente ha promovido la aculturación; esto es, la imposición de la artificial concepción que reorganiza los valores culturales mediante la infravaloración de lo propio al tiempo que sobrevalora lo ajeno. En la medida en que se consolida tal asimetría; se se consolida la dominación. O su avatar travestido en el discurso del mestizaje; el que de acuerdo con Fanon es precisamente un proceso de apropiación del colonizador de la cultura del colonizado; ya que el anterior la descontextualiza y la hace suya; carnavalizándola; dado que quienes promueven el mestizaje cultural son los mismos que suprimen una de las partes intervinientes en el proceso. Una vez más, la referencia es ineludible, es el autor martiniqués, quien nos da las claves psicológicas y lingüísticas del proceso anterior en su “Piel negra Máscaras blancas”. Ahora bien, lo verdaderamente trágico de la instauración y el despliegue de la colonialidad en América es que desde Tijuana a Punta Arenas los americanos continuamos ignorando todo de los demás americanos. Por consiguiente, nuestro americanismo se vuelve pobre; incompleto; si es que existe tal. En este contexto, no solo ignoramos nuestras diferencias de por sí complementarias para disimularlas mediante prejuicios, sino que desconocemos nuestra coincidencia, esto es, la similitud tanto en la histórica postración colonial como los respectivos procesos de subversión de la misma. No dejan de ser esta desafectación y desinterés por la otredad americana un avatar de aquella balcanización política que atomizó el proyecto de Bolívar. “América latina no se encuentra dividida porque es “subdesarrollada” sino que es “subdesarrollada porque está dividida”. (Abelardo Ramos). Nihil novum sub sole. No existen pecados nuevos sino pecadores reincidentes. Martí ya había condenado en “Nuestra América” el autodesprecio: “A los sietemesinos sólo les faltará valor. Los que no tienen fe en su tierra son seres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma y la dejan sola en el lecho de las enfermedades!” Sin embargo, no en pocos casos tal actitud se ha visto históricamente legitimada por el discurso científico como si la ciencia no estuviese condicionada por fuerzas socio-históricas que determinan su acción; este ha sido el caso, por ejemplo, de la etnología decimonónica; condenada en su racismo por Manuel González Prada: “¿Cómoda invención la Etnología en manos de algunos hombres! Admitida la división de la Humanidad en razas superiores e inferiores, reconocida la superioridad de los blancos y por consiguiente su derecho a monopolizar el gobierno del Planeta, nada más natural que la supresión del negro de África, del piel roja en Estados Unidos, del tágalo en Filipinas, del indio en el Perú. Como en la selección o la eliminación de los débiles e inadaptables se realiza la suprema ley de la vida, los eliminadores o supresores violentos no hacen más que acelerar la obra lenta y perezosa de la Naturaleza: abandonan la marcha de la tortuga por el galope del caballo. Muchos no lo escriben, pero lo dejan leer entre líneas, como Pearson cuando se refiere a la solidaridad entre los hombres civilizados de la raza europea frente a la Naturaleza y a la barbarie humana. Donde se lee barbarie humana tradúzcase hombre sin pellejo blanco.” (González Prada).

Por otra parte, la literatura como la sociología que impugnaba González Prada ha sido históricamente un campo de articulación y difusión de discursos ideológicos. Y en este sentido es menester preguntarse: ¿cómo se define y cuál es la praxis propia de un abordaje de la literatura decolonial? En primer lugar, puede decirse que una teoría literaria decolonial se caracteriza por su posicionamiento hipercrítico respecto del fenómeno literario. Su criticismo se define por la selección de su objeto de estudio; adoptando asimismo una distancia debidamente crítica respecto de las obras integrantes del canon. Pero asimismo por el análisis de las propiedades que constituyen el discurso literario/discurso ideológico; en relación con su contexto histórico-social de producción para producir una hermenéutica de los sentidos que el texto establece. De modo que, en resumen, también un análisis literario decolonial debería enfatizar cuál es la vinculación de la literatura con el discurso del poder de su época y como se plasma en las estrategias de significación literaria. Tanto si configura un discurso crítico del mismo o en caso contrario si evoca una concepción ya institucionalizada. Esto es lo que nos proponemos realizar aquí.

 Centroamérica ha sido históricamente invisibilizada. Su historia y su cultura son desconocidas aún hoy; reducida su literatura a una nómina breve que incluye a Darío o a Asturias y su historia desconocida aun cuando durante breves períodos y por imperativos de la geopolítica, imperativos del imperialismo yanqui había pasado repentinamente a la consideración internacional: “La independencia de Panamá en 1903 y la inmediata negociación de tratado canalero completaron los elementos básicos del nuevo dominio. Cuando se inaugura el Canal de Panamá, en 1914, el Caribe es un verdadero Mare nostrum de la marina norteamericana. En el siglo XX, la defensa del Canal y la seguridad de ese punto tan estratégico en el comercio mundial pasaron a ser un objetivo esencial y permanente de la política exterior de Estados Unidos. Desde la época del Big Stick hasta los años de la Guerra Fría poco cambió en la percepción norteamericana de Centroamérica: se trataba de una zona marginal, a menudo turbulenta e inestable cuya “pacificación” se imponía a cualquier precio, dada la proximidad estratégica del Canal y la posibilidad de construir una vía alternativa en otra zona del istmo. La cuestión cubana desde 1959, y luego la revolución sandinista en Nicaragua (1979-1990), complicaron notoriamente el panorama. La hegemonía de Estados Unidos en el área fue desafiada abierta y seriamente, y eso llevó los asuntos centroamericanos al primer plano de la actualidad mundial.” (Pérez Brignoli).

La figura de Alice Lardé de Venturino constituye uno de los pilares de la cultura salvadoreña. Su talento fue multidisciplinar; dado que la autora destacó en la ciencia, en la filosofía y por supuesto en la poesía. Su obra se desarrolló durante la década del 20 del siglo pasado. 1895 fue el año de su nacimiento en San Salvador, El Salvador. Sus padres: el ingeniero Jorge Lardé Bourdon y la profesora Amelia Arthés Echeverría. Su precocidad literaria fue conocida en la revista salvadoreña Espiral. Durante el año 1928 colaboró con el periódico Patria desde Buenos Aires; además escribió en los diarios mexicanos El Heraldo, Revistas de Revistas, La Revista de Yucatán, y Excelsior. Su faceta científica también remarcable: desarrolló técnicas de ultramicroscopía y procedimientos de investigación por el sistema ocular; además participó el Congresos Internacional Femenino. Vinculada a organizaciones científicas y literarias, entre las que se destacan: la Sociedad de Geología y Geografía de Francia; Academia de Ciencia de Córdoba, España; Centro cultural de Ica, Perú, el Ateneo de El Salvador; Mesa Redonda Panamericana, entre otras. Falleció en San Salvador en 1983. En su obra literaria destacan: Pétalos del alma, poesía, San Salvador, 1921; Alma viril, poesía, Santiago de Chile, 1925; Belleza salvaje, poesía, Madrid, 1927; El Nuevo Mundo Polar, poesía, Barcelona, 1929. Entre sus obras científicas: ¿Es la electricidad el origen de la vida y de la muerte?, ensayo, Santiago de Chile, 1943; La Electricidad, Alma Mater Universal; Fenómenos Cosmológicos y Biopsicológicos, ensayo, Barcelona, 1954; La Frigidez Sexual en la Mujer, ensayo, México, 1967.

 “Sangre del trópico” fue publicada en Chile en 1925. Constituye un texto heterogéneo; situado en términos formales entre la prosa poética de influencia modernista (intimismo, adjetivación epitética, preciosismo etc.) y el ensayo. Sin embargo, su título opera una crítica a la situación colonial de la región: colonialismo y colonialidad que producen un efecto de muerte en la población. Incluso el sintagma del título a priori vincula dos elementos que connotativamente son antagónicos: la sangre y el trópico; porque Lardé de Venturino y en esto principalmente radica el componente decolonial presente en el texto, se propone deconstruir tópicos, prejuicios y lugares comunes sobre la región centroamericana y su gente. Dado que la consolidación de los anteriores por supuesto no se afinca en el conocimiento de la realidad y sus pormenores sino en una histórica incomprensión sobre el trópico:

Trópico incomprendido

Se juzga al Trópico a través de sus guerras, revoluciones, paludismo y pauperismo, es decir, por lo más vulgar y menos consciente: por lo que han sido en una u otra forma añejas e incurables lacras de la humanidad.

 Pueblos que han diezmado razas aborígenes enteras con toda crueldad, que se han abrumado en la guerra del oro, guerra más educada y diplomática, pero guerra al fin, se sobresaltan porque el dos o tres por ciento de los tropicales se enfangan en la maldad estúpida de las revueltas…

Pueblos que no saben y por lo mismo que ignoran, ven con lentes de aumento nuestros males, exagerando los efectos de los encuentros, de las fiebres y del hambre.

 Se vive acusando a los tropicales, de palúdicos, revoltosos y paupérrimos y ante el improperio, me imagino que son una raza de bronce, puesto que han sobrevivido a todo eso, aún hasta la devastación homicida de las ametralladoras, de las balas y la pólvora que no son tropicales y todavía resisten sin abatirse, los empujes suicidas de las cien mil plagas de los sanos, pacíficos y satisfechos…” (Lardé de Venturino). Así, el lugar de enunciación de Lardé de Venturino de su discurso se sitúa en el presente; sin mixtificaciones ni idealismos para denunciar y criticar la desigualdad social que se expresa en la explotación del campesinado:

Esfuerzo perdido e inútil

Desde lo más hondo de las desoladas montañas hondureñas, parten los nativos, que se asemejan a pingajos humanos, en largas y tristes caravanas conduciendo sus cargas. En veinte o treinta mulas llevan a la ciudad lejana y egoísta cuarenta o cincuenta mil huevos recogidos en fatigosos mese, de sus gallineros, con penosos esfuerzos. Para llegar a estos mercados tienen que caminar na semana entera, soportando los rigores de la lluvia y del sol, durmiendo tirados en las piedras y alimentándose escasamente.” (Íbid). Como en el ejemplo anterior, las viñetas de la autora narran compadeciendo. Su distancia crítica del panorama social general del Trópico no le impide focalizar a “los condenados” por un orden social injusto. En este caso; el lirismo subjetivo cede a un realismo crítico.


Equilibrio extraño

“(…) Aún hasta las revueltas estériles para el tropical, no le resultan de igual manera al mercader expoliador que vende y revende…balas, pólvoras e instrumentos de matanzas…” (Íbid).

 Finalmente, los ejemplos anteriores constituyen una muestra elocuente del componente decolonial en su discurso caracterizado por; la deconstrucción de la estigmatización sobre el pueblo centroamericano, la denuncia de la explotación del campesinado que se organiza mediante la contraposición ciudad/campo, y por último el lucro que produce la esterilidad de las guerras civiles que destruyendo el país enriquecen a empresarios sin escrúpulos.

 


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§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

ARC Edições | Agulha Revista de Cultura

Fortaleza CE Brasil 2021



 

 

 

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