segunda-feira, 28 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Clemente Padín

MARTÍN PALACIO | “La poesía es aíseop aL”. La disección irónica del lenguaje en Clemente Padín

 


Con un aparente juego de fórmula redundante –o epanalepsis–, Padín vuelve con una conjunción de textos cuyo título trasluce la intencionalidad lúdica y provocadora de su escritura: “La poesía es aiseop aL” (Vintén Editores, 2003, Montevideo).  En esta imbricación paradójica que supone la textura especular del título, se observa cómo la repetición de un sintagma nominal se concentra en esa relación de arbitrariedades entre el significante y el significado. Postúlase una lectura procesal o sea, un sumergirse en el trabajo de los signos, las operaciones distintivas de la escritura, los espacios de la textualidad, y el proyecto en construcción de una lectura hecha en el umbral de otra. Anticanonicidad y relativismo: Barthes y Lyotard habían ya propuesto leer los textos como un proceso de la significación –no como su validación–, hacia adelante y hacia afuera, más allá del sentido común y del mercado. Seguir lo nuevo en su traza, en sus espacios tentativos, excede la tradición de la novedad, de la sobrevaloración del cambio, propias de las vanguardias tributarias de la originalidad; pero se aprovecha del radicalismo aperturista la operatividad permutativa y combinatoria de la lectura discontinua, la aniquilación del lector-hembra impugnado por Cortázar.

En el texto que da nombre al libro, la ironía establece la desacralización de la praxis estética como entidad metafísica y asimilable desde lo institucional, como constante aspiración a un sentido único y permanente que puede ser evocado una y otra vez con diferentes terminologías sin que haya ningún tipo de desgaste: “expresión artística de la belleza/ arte de componer versos/ cierto indefinible encanto/ obra de arte que suspende el alma infundiéndole suave y puro deleite”. Claro está que semejante secuencia de concepciones desenmascara la prioridad logocéntrica otorgada a la palabra frente a la escritura. La cuestión radica en que la palabra no valoriza a la escritura, sino que asume su condición sustitutiva de las presencias del texto: la seducción de un texto está en el conjunto de todos sus significados simultáneos, no en sus elementos aislados. A modo de ejemplo, véase “Retórica”: la autorreferencialidad ejercida a través del término “luna” y sus múltiples variantes desde lo metafórico e idiomático, pasando incluso por lo figurativo, invita a un ejercicio anfibológico o -si se quiere- a una desestructuración que atañe a lo conceptual, en la producción de significado.

Tal posicionamiento corresponde a despertar una actitud oximorónica en el receptor, en donde la “estabilidad” del mismo cede ante “esa(ha)bilidad” imprecisa de quedarse a salvo, de no sacar la cabeza por la ventana ante la subversión de la lógica lineal que subyace en la sintaxis. La utilización de una lecto/escritura especular y el rechazo del encorsetamiento lingüístico –unas de las tantas formas de llevar a cabo la negación propia del oxímoron– reúne, en una misma operación significante, la norma lógica, la negación de esa norma y la afirmación de esa negación, enunciando la simultaneidad de lo negado y de lo afirmado, de lo posible y lo imposible, en un proceso de simbiosis que, al ultrapasar el movimiento de afirmación y negación, se afirma una realidad otra, el término dialéctico que origina la síntesis.  Por entre la formulación paronomástica que va de lo solidario a lo solitario queda la “Opción”, así como entre el amor y el odio surge el “Signo”.

La vanguardia es el trabajo experimental a nivel de lenguaje, que amplía artística y culturalmente el repertorio de la sociedad, o sea el conjunto de informaciones que la sociedad dispone sobre la realidad en cierto momento histórico que ayudan a comprenderla y transformarla. En su sector específico, el poema experimental se descarta de la figuración del verso, de la metáfora y de otros usos tradicionales de la palabra, pasando a informar a través de nuevos procesos (“Poética”). Para producir información, se vale de nuevas técnicas y nuevas formas de materiales. Eso significa que la estética pasa a ser sustituida por la semiótica: no se trata de describir y calificar lo bello. Se trata de leer información. Se modifica la propia tradición del arte: su objeto, su dominio, su problemática.

Por tal motivo, y de acuerdo con la herencia concretista, Padín buscará elementos de motivación más “vulgares”, de más amplia masa lectora, lo que llevará a abaratar el objeto poético (tal vez desideologizarlo: si –Marx mediante– el lenguaje es una manifestación de la superestructura, habrá que reivindicar el valor de los lugares comunes de nuestra realidad ya que ellos constituyen el residuo de una organización social distorsionada y vacía). Al reducirse el texto a la palabra, la misma se propondrá como palabra-resultado. Sin recurrir a una base ontológica, ella tendrá valor en sí misma, se auto-abastecerá después de la primera fase de personalización. Y así la palabra-resultado, o palabra-objeto, no necesariamente mediadora, se convertirá en objeto visual y, por lo tanto, en objetivo visual. Por algo uno de estos poemas, “Noigrandes”, indica su filiación a una lógica tenaz de la ruptura: la poesía siempre se presentará con una vocación intersemiótica y, en este caso, evocará con los signos verbales “imágenes que se proyecten sobre la fantasía vidente”, como colocó Ezra Pound a propósito de la “fanopea”.

He aquí la experiencia epidérmica del lenguaje poético[1]: la obra se construye apelando a la práctica sensorial del lector donde lo visto y lo leído funciona desde lo dispuesto por el cuerpo. Sus dispositivos son ojos, oídos, lenguas y manos. El cuerpo textual activa, entonces, otros códigos además del lingüístico, el icónico y el kinésico, que amplían la exclusiva intelección racional y su insistencia semántica. Estas obras arrojan sus sentidos desde las pasiones y razones, desplegando la experiencia estética del juego como síntesis de una dialéctica razón/cuerpo (lo que caracteriza toda “Performance”: “Este verso debe leerse de frente al público./ Este verso debe leerse de espaldas al público./ Este verso debe leerse caminando./ Este verso debe leerse acostado boca arriba”).

En este sentido, veremos que toda experimentación requiere, justamente, de un juego que autoproduzca las propias innovaciones a sus reglas aunque no necesariamente autónomo. Tal juego se establece como diálogo con un determinado contexto y es en ese contacto donde toman cuerpo las tácticas y estrategias políticas del texto (véase “Estela”, un ejemplo de carmina figurata en donde los sintagmas “memorial” y “Paso Molino” forman, junto a “27 de abril de 1972” la imagen significativa de una lápida en la historia nacional reciente). Éste discurre a través de sus coordenadas espacio/temporales de tal modo que el cuerpo escritural trama al cuerpo individual, social y cultural. O sea, volvemos a la concepción de arte que la poesía inobjetal legó: ya no tiene por qué ser un sustituto de la realidad para que el espectador escape de ella. El arte es lo que el hombre hace “en relación directa con lo que lo rodea”, sin necesidad de recurrir a las cortapisas “de un sistema representativo de esa realidad” (“La Representation a l’action”, de Clemente Padín). 

La poesía es eso: poesía. O desenmascaramiento del fetiche. Por medio de un juego de simulaciones irónicas de la adoración consumista-artística de lo banal, desmontamos el artefacto estético viendo como a través de “12 sustantivos/ 8 adjetivos/ 2 conjunciones/ 6 verbos/ 1 adverbio” mezclados “en una hoja/ ordenando las palabras/ en versos armoniosos” se produce un discurso legible (“Poema”). Padín recurre a un territorio resbaladizo, mismo advirtiendo que en tiempos de la tan mentada posmodernidad -en el intento de reflejar un horizonte de indeterminaciones de sentido y en el que sólo es dable la construcción hipotética que provoca incertidumbre y provisionalidad- se corre el riesgo de volverse justamente aquello a lo que se contrapone. Y en eso consiste el peso de “La poesía es aíseop aL”. En asumir ese riesgo y, con toda probabilidad, sortearlo. 


NOTA

[1] Observaciones tomadas de Paz Aburto en su artículo “Nuevas tendencias experimentales: la corporalización del signo estético (véase la revista electrónica Cyber-Humanitatis, nº 21, verano del 2002).

 


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