RONALD HALADYNA | Un buzón lleno de sorpresas: Postales de Bizancio de Joaquín Morales
Muchos años después
de la publicación del Tractatus,
Wittgenstein sugiere en su Investigaciones
filosóficas (1953) que todas las palabras (significantes lingüísticos)
están integradas en “juegos de lenguaje”. Cada “juego” lingüístico es definido
por un sistema de reglas que gobiernan la manera en la cual se usan las
palabras dentro de ese contexto. En este sentido el lenguaje se parece a un
juego —como el ajedrez— que tiene reglas que determinan cómo se pueden mover
las piezas. Lo importante de esta teoría es que nuestros juegos modifican la
manera en que experimentamos el mundo y la idea convenció tanto a teóricos como
a escritores de este siglo a abandonar la perspectiva realista en favor de una
perspectiva no realista o constructivista. Los constructivistas subrayan que es
el lenguaje que da acceso al mundo; lo que nosotros llamamos el “mundo
verdadero” no es más que una creación social siempre en evolución. [2]
En las dos últimas
décadas uno no se extraña al encontrar que los poetas no sólo tienen
conocimientos de la filosofía moderna y de la teoría crítica sino que también
incorporan en su poesía los mismos estilos y temáticas teóricas que absorben en
sus lecturas. Por lo tanto hemos visto en años recientes evidencia de estas
influencias en la obra de argentinos como Roberto Jurroz y Alberto Girri, en la
del mexicano David Huerta y ahora en Postales
de Bizancio.
Esta obra de
Morales es, en gran parte, una poesía crítica. Aunque mucha poesía expresa implícita
o explícitamente su propia arte poética, la poesía crítica dicta en forma
concentrada la agonía de la insuficiencia de la potencia de las palabras para
transmitir las ideas o del temor de no poder decir nada en absoluto. [3] Encontramos a lo largo de los 53
poemas de Postales de Bizancio varias
referencias al uso de las palabras y del lenguaje que demuestran una constante
preocupación y un asiduo cuestionamiento no sólo de la adecuación de las
palabras para expresar la realidad, sino también de la posibilidad de una
percepción sensorial del «mundo verdadero», de la formulación de ideas, de la
veracidad de la memoria y de la re-creación de experiencias, recuerdos y
conceptos en palabras. En esencia, se nos plantean en Postales de Bizancio
muchas cuestiones axiales de las cuales se han ocupado los filósofos, teóricos
y comentaristas durante gran parte de este siglo. Tal vez su “Arte poética 1”
resulte tan buen lugar como cualquiera donde empezar:
Palabras de papel,
palabras de viento.
Se van, se pierden,
se olvidan,
no sirven para nada
y no dan de comer.
Pero como lectores
conscientes enfrentamos un dilema: ¿Debemos tomar estas palabras en serio si el
poeta mismo no parece darles importancia a ellas? Mi respuesta es un enfático “sí”
porque el poema está expresando —con un razonamiento nada postmoderno— un
posible paradigma postmoderno, uno que refleja un cuestionamiento fundamental
del logos que ha sido formulado desde el siglo pasado por Friedrich Nietzsche y
en éste por Ferdinand de Saussure, Hans Georg Gadamer, Martin Heiddeger,
Jacques Derrida y por cierto el ya citado Wittgenstein.
Pero también es
posible contestar que “no” porque en realidad está expresando algo — con estas
palabras— que parece muy cierto. Postales de Bizancio es una poesía a punto de
ser postmoderna. Varios poemas en este libro definitivamente no son nada
postmodernos; pero en el arranque de otros se nota una tendencia hacia un
lirismo coloquial de situaciones y tonos aptos para todo público. Pero en estos
poemas la placidez del ambiente cambia repentinamente con la intromisión de lo
que se parecería una sorpresiva falta de buenos modales. Es así que el lector
experimenta una sacudida en poemas como “Li Po, muerto” en el cual entre las
disculpas y el arrepentimiento del poeta ante el espíritu del célebre poeta
chino cambia de opinión y promete emborracharse; o en “Inminencia de la casa”
donde “volver a casa significa… el viejo placer de orinar en el jardín”; o en “Apuntes
para una épica urbana” en el cual el poeta confiesa que en su adolescencia se
mas turbaba y se enamoró de una tía solterona; o como vemos en “Ratones en el
piano”, donde utiliza un raticida para asegurar el éxito de un concierto del “lirismo
de Liszt”. La inclusión de actos escandalosos irrumpe así en los momentos menos
esperados sugiriendo que en el ámbito de los poemas, tal como ocurre en la
vida, todos los registros de comportamiento pueden presentarse sin la menor
advertencia. Estas sorpresas exigen al lector su constante vigilia porque algo
sorpresivo puede ocurrir a la vuelta de cualquier esquina, sentando así la base
de un importante consejo del postmodernismo: no tomar nada por sentado.
Otros poemas se
concentran en los mismos temas que han ocupado la atención de los
postmodernistas en los últimos treinta años: cuestiones relacionadas a la
aprehensión visual, la percepción y el olvido, la metapoesía, la fenomenología,
un cuestionamiento de la teoría de la correspondencia y temas nietzscheanos. La
incorporación de estos tópicos en sí es sugerente de un texto postmoderno por
las ideas radicales que proponen con respecto, por ejemplo, al lenguaje. En el
poema “Contra las palabras” el poeta se arremete contra la arbitraria
asignación de significado a las palabras, un tema central de pensadores desde
Nietzsche hasta Derrida:
palabras, meras palabras,
fraguado polvo de ruido
Y esta confusión, sinceramente,
me preocupa:
pero la ordenación de las cosas
es insulto a cada una
si el pegarles rótulos
y barajarlos con cuidado
nos deja en las vitrinas un olor rancio,
sequedad de pergamino.
Tanto Friedrich
Nietzsche como Ferdinand de Saussure han dejado sus huellas aquí. Aquél por su
insistencia en respetar la infinita riqueza y variedad de la realidad, una
realidad que sufre injustificables reducciones cuando se intenta representarla
con palabras. Éste por su desvinculación de significante y significado; un
ataque frontal contra la teoría de la correspondencia entre la palabra y la
realidad que propone representar.
Nietzsche y
Wittgenstein están dondequiera en esta poesía que toca lo fundamental del
Tractatus —la relación entre realidad y lenguaje— como se evidencia en estos
fragmentos de “Proyecto de fin de semana”:
Un mundo sin porqués ni desdecuándos,
ni evidencia para ningún nombre
ni nombres para lo que no tiene evidencias
[…]
Todo enunciado
una generalización no comprobable,
una aseveración presuntuosa,
una apuesta para diversión
de dioses aburridos
(apenas habitantes de enciclopedias):
en que no haya término de acción ninguna
ni precedentes, ni tendencias,
ni reminiscencia en que apoyar
la sospecha de haber estado allí antes…
Si bien Nietzsche
apachurró la validez de los conceptos usados por los filósofos para establecer
las “verdades” del mundo moderno, Wittgenstein posteriormente pisoteó la idea
de que el uso del lenguaje surge por un encuentro trascendental del sujeto con
un mundo objetivo. La oposición aquí a las generalizaciones y los conceptos;
esta desconfianza en el lenguaje y en la confianza tradicional en su capacidad
de re-presentar la realidad; todo refleja la filosofía y el tono de Nietzsche.
El filósofo alemán no sólo negaba el afán del Occidente de crear conceptos con
palabras; también creía que el lenguaje era la realidad y que todo lenguaje
está al servicio de los poderosos de las sociedades que querían ejercer con él
su voluntad de dominar. Son ideas seminales que siguen ejerciendo una enorme
influencia en el pensamiento occidental del siglo XX y que han hecho eco en la
literatura, aquí en la poesía de Joaquín Morales.
Unos años antes del
Tractatus, Wittgenstein advierte en
el Tagebücher que
…comprendemos el mundo como sistema. Puedo
reducir la descripción del mundo a una forma unitaria, colocando sobre él una red como, por ejemplo, la descripción del mundo
que hizo Newton. No hay que confundir esto con la comprensión. [4]
He dicho que esta
poesía es casi postmoderna porque parece estar en un proceso de transición.
Como ocurre en la poesía del poeta mexicano David Huerta, las frecuentes
incursiones de la problemática del lenguaje —central en el discurso teórico de
los últimos veinte años— en la misma poesía de Morales incide en una paradoja
sin salida: la aparente inutilidad del lenguaje sólo puede ser comunicada con
el mismo lenguaje. Comunicada, pero no demostrada todavía en la poesía de
Joaquín Morales que sigue desenrollándose de una manera tan clara y
convincentemente que parece desmentir sus propias afirmaciones.
La presencia de
Wittgenstein (el de Investigaciones filosóficas) es notable especialmente en
poemas posteriores que no iban a aparecer hasta la publicación de Muestra de
poesía (Arandurá, 1995) como si el poeta quisiera poner en práctica la idea
wittgensteiniana sobre el lenguaje como un juego. En unos fragmentos del poema
«Hurras a Bizancio”, [5] encontramos
un virtual paradigma del lenguaje en juego:
metahistorieta hiperculta post(u)moderna semicomics
megakitsch polidramática politraumática paraliteraria transretorizante
intertextual antiparnasiana hipertrófica antipirética epigástrica protonocturna
versificada profusamente anotada cuasi encantamiento y ensalmo celebratorio
medio kachiái de los decires cultos y de nación, glosas floriculturales y
musicales ortopedias de robusta poética bien temperada al uso de los antiguos
maestros de capilla flamencos y borgoñones y grecoguaraníticos puesta en
materia poética según la celebrada y gloriosa tectónica de la Casa Torta y el
literario Mbaipy Parnasiano regados por abundante Zeitgeist de la mejor
cosecha, id est Secunda Reconstmctio…
Según Wittgenstein,
el uso del lenguaje constituye un juego, consistente sólo con las propias
reglas establecida para los fines del juego, reglas siempre establecidas por
los usuarios del mismo. Este torrentoso caudal de palabras de todo registro de
Hurras a Bizancio — satirizando la exagerada sofisticación de los textos de
teoría crítica, filosofía, historia y sociología— del “Newspeak” científico
adoptado en los círculos humanísticos. No sólo se burla de tipos académicos
como nosotros sino que, y más importante, demuestra gráficamente una conclusión
fundamental de los filósofos y teóricos del siglo XX —algo que no le
sorprendería a la gran mayoría de una población ya dolorosamente enterada de
los abusos del poder— que las palabras sólo son palabras. Tras las máscaras de
los textos de la sofisticación científica o humanística, de la grandilocuencia
política, de la cuidadosa selección de «las noticias más importantes» por los
medios de la comunicación masiva, las palabras —como diría Wittgenstein— están
siempre en juego y los que establecen las reglas del juego —de acuerdo con
Nietzsche— siguen ejerciendo su voluntad de dominio.
En un artículo
anterior yo había mencionado que la poesía paraguaya sigue siendo dominada por
la lírica de la tradición románticasimbolista, una opinión que todavía
sostengo. Pero Joaquín Morales está abriendo a machetazos un camino por bosques
desconocidos; una poesía interesante por la novedosa perspectiva que aporta; y
prometedor porque hay mucho bosque verbal por delante. Con «Hurras a Bizancio»
ha empezado a practicar lo que antes sólo presentaba como una posibilidad
teórica. Que siga su exploración.
NOTAS
1. “El que me entienda debe arrojar la escalera luego que por ella haya
escalado. Él debe superar esas frases y luego verá correctamente el mundo”. Traducción
de Helena Rauskin.
2. Stanley J. Grenz, A Primer on
Postmodernism (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans, 1996).
3. “Poesía crítica”, un término acuñado por Octavio Paz para aquella poesía
que expresa escepticismo hacia el lenguaje y que cuestiona su propia
construcción. Ver Thorpe Running, The
Critical Poem, (Lewisburg, Pennsylvania: Bucknell University Press, 1996).
4. Tagebücher 1914-1916. Ed. por G.E.M. Anscombe. (Frankfurt
am Main: Suhrkamp Verlag, 1969), citado en Gerd
Brand, los textos fundamentales de Ludwig Wittgenstein. (Madrid: Alianza
Universidad, 1975,97-98).
5. Ver Muestra de poesía
(Asunción: Arandurá; Montevideo: Banda Oriental, 1995).
BIBLIOGRAFÍA
Amaral, Raúl. Prólogo. “La poesía natural y profunda de Carlos Villagra
Parsal”. El júbilo difícil. Por
Carlos Villagra Marsal. Asunción: Don Bosco, 1995.
Altieri, Charles. Self and
Sensibility in Contemporary American Poetry. Cambridge, MA: Cambridge UP,
1984.
Hassan, Ihab. The Postmodem Turn:
Essays in Postmodern Theory and Culture. Columbus: Ohio State UP, 1987.
Milán, Eduardo. “Roberto Echavarren: Posiciones. El contexto general”. Poemas largos. De Roberto Echavarren.
Montevideo: Arca, 1989. 5-13.
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