segunda-feira, 28 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Juan Carlos Mieses

CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI | Entrevista al poeta Juan Carlos Mieses

 


Los viajes más enriquecedores se realizan
a través del lenguaje. La geografía es una fuente

de experiencias sensuales generadoras

de reflexiones diversas, pero es la lengua

la que te hace viajar por el espíritu de las civilizaciones.


JUAN CARLOS MIESES

 

El escritor Juan Carlos Mieses nació en El Seybo –República Dominicana– en 1947. Lo conocí en un vuelo de Air France, en octubre de 1969, que nos llevaría a la iluminada región d’Oc de trovadores y juglares y cortes de amor –misma de los Marcabru, Rudel, Vidal, Daniel, Ventadour… errantes poetas medievales que entretejerán la voz y sus composiciones literarias a la voz y los instrumentos musicales de los juglares, abordarán y asumirán nuevas temáticas pero asimismo inéditos imaginarios del amor que marcarán la cultura occidental hasta el presente… presente que un día será eco vital y estético de la escritura poética de Juan Carlos Mieses. En nuestro vuelo Bogotá-París-Toulouse, Juan Carlos nos recitaría diálogos y secuencias memoriosas y fascinantes de las obras de Molière… Venía de ser actor del Teatro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo durante los años de 1966 a 1969. En Toulouse, adelantaríamos estudios literarios por varios años, guardando como recuerdos preciosos las voces de los maestros y amigos Gilard, Carassus, Couffignal… como también la algarabía liberadora posterior a mayo de 1968 y las vivencias maravillosas de la ciudad rosada de Toulouse. A su regreso a la República Dominicana en el universo histórico y sociocultural del Caribe –más adelante continuará su errancia por diferentes países y Continentes– reiniciará una significativa obra poética de dimensión nacional e iberoamericana, obra comenzada con textos de juventud publicados en la página literaria del Listín Diario, dirigida en ese entonces por Pedro Contín Aybar.

En 1983, Juan Carlos Mieses obtendrá con el libro Urbi et Orbi el Premio Siboney. Dos años después recibirá el mismo Premio con la obra Flagellum Dei. El Premio ‘Pedro Henríquez Ureña’ le será concedido en 1991 por Gaia. En 1995, publicará en edición bilingüe (languedoc-castellano), Absolución de l’etèrne; en 1997, Dulce et Decorum est; en 1998, Aquí, El Edén. Y finalmente en 2001, recibirá con Desde las Islas el Premio Internacional de Poesía Caribeña ‘Nicolás Guillén’.

Acompañados de Sophie Maríñez y Floriano Martins –el gran poeta, traductor y ensayista brasileño– conocedores de su proceso creativo y serios lectores de la obra del escritor dominicano –además de la escritura poética mencionada, la dramaturgia teatral, la guionística de espectáculos populares y la narrativa: cuentística y novelística–, nos detendremos en aspectos fundamentales, a la vez que ‘transversales’, los específicamente literarios (temáticas, ritmos, lenguaje(s), estructuraciones, significaciones) y contextuales de su poesía. Ello, en diálogo con Juan Carlos Mieses, viajando enriquecedoramente por su lenguaje y en busca de su subjetividad, saber y hacer poéticos. [CVZ]

 

CVZ Al preguntarte Floriano Martins de qué manera te relacionas con una visión de la poesía como ‘canto de un lugar’, respondes: “Es a partir de una porción del mundo (la que sentimos que nos pertenece, o más bien que pertenecemos a ella), que entendemos, imaginamos y construimos todo lo demás”. Y subrayas: “Ese lugar nos acompaña siempre, nos da el sentido del orden, de la pertenencia, y se refleja, de una u otra manera, en nuestra poesía”. Ese ser en el espacio Caribe (el narrador colombiano Germán Espinosa, autor de La tejedora de coronas, afirma la universalidad de ese mundo mestizo), ¿de qué corporeidades, voces, nombres, recuerdos, sonidos, imágenes, aromas, sabores, valores, pasos, calles, línea de horizonte, vivencias, imaginarios… te constituyes frente al mar del Nuevo Mundo? ¿A qué sentido del orden y pertenencia te refieres?

 

JCM Del mundo, que es un concepto ilimitado, no poseemos, no podemos fatalmente poseer, sino imágenes parciales. Esa limitación se repite sin tregua como una estremecedora metáfora en la relación entre la palabra y el lenguaje (quizá porque la realidad del hombre sea la utopía). Ahí reposa, uno de los impulsos primarios de la poesía, no diferente a la magnífica búsqueda de Arquímedes del punto preciso para el logro de lo imposible. No podemos aprehendernos sino a través de otras cosas, en relación con el mundo sensible, como no se puede entender un caracol sin la idea del mar, del tiempo, del principio y del fin, de la vida como combate, búsqueda y realización. Quizá porque somos siempre aquí y ahora, como afirmaba Lindegren, los arquetipos personales nos persiguen y nos ayudan a surcar lo arcano de nuestros días cubriendo nuestro mundo con un nostálgico manto de familiaridad. Por eso tal vez todos los pinos del mundo se inclinan y murmuran como aquellos de Santa Cruz del Seybo, todas las palomas parecen mirar hacia el oriente, el porvenir es siempre una esperanza y un enigma, el mundo un lugar más allá de las colinas de mi infancia, y la expresión “allende el mar”, oída en Simbad por vez primera, no ha dejado de ser una promesa.

 

CVZ Aquí el edén (1998) abre con el texto “Son muchas las ciudades. En una, cada noche giran los astros sobre una misma estrella (…). En otra, las noches están hechas de amargura, de sordidez, de desolación. Otra aun, encierra en su interior un enorme bosque (…) y todas, todas tienen el mismo nombre”. Preguntándote e inquiriéndonos a los lectores: “¿Cuál de ellas es mi ciudad? ¿Cuál es la tuya?”. Así aprehendidas y nombradas las ciudades, ¿qué es El Seybo para ti, qué Santo Domingo? ¿Qué significa la República Dominicana como matria y patria?

 

JCM “Matria” es una hermosa palabra. Impregna la idea de hogar con la de terruño; la de familia con la de casa; la de ternura con la de pesebre; la de abrazo con la de frontera. La patria no es un lugar diferente a nosotros mismos; está en nosotros y nosotros en ella. Sus ríos corren, como otras venas, por nuestra geografía; sus mares se derraman, como otras lágrimas, en nuestros ojos. Sus fronteras dependerán de la osadía de nuestros sueños, de la universalidad de nuestra visión. La patria es, como todo lo demás en nuestras vidas, una búsqueda, y es ese quizás su aspecto más íntimo, su realidad más tangible. ¿Quién no prefiere, la Kaddath añorada a la que la finalmente encontró Carter, el múltiple durmiente de Lovecraft? Como él, también yo busco a Kaddath aunque secretamente sepa que vivo en ella, aunque sospeche que la nostalgia es a menudo un pudoroso disfraz de la esperanza.

 

CVZ Afirmas que el azar quiso que en tu proceso formativo descubrieras a Rubén Darío. Delimitas tu deuda con quien habría posibilitado una matriz significativa en el decir y decirnos literaria y socioculturalmente, es decir, simbólicamente en lengua castellana desde el Modernismo (entendiendo el Modernismo como nuestra Modernidad literaria): ”Lo que le debo a Darío es el placer de la palabra precisa, el sentido de una escritura sonriente, la visión del verbo como sortilegio, la magia sencilla ‘hecha con las cosas de todos los días’… y esa íntima convicción de que la palabra es un vínculo prodigioso entre lo cotidiano y el misterio”.Puedes indicarnos algunos de esos textos darianos de tu placer, el verbo y la escritura sonrientes y abiertos a la magia y el sortilegio? ¿Qué textos o poemarios tuyos dialogarían con los de Darío?

 

JCM Pienso, como afirmaba Borges de Oscar Wilde, que Darío siempre tiene razón, y que bajo su festiva apariencia se abren grandes abismos de certezas. Darío es un poeta y los poetas poseen la virtud de los verdaderos magos; aunque no se lo propongan muestran, en cada sorprendente paloma, en cada verso hasta entonces inimaginado, el aspecto más fundamental de la vida: su lado milagroso. ¿Cómo no ser sensible a aquella declaración de Poesía, que requiere del cariño de las niñas princesas, cisne hecho de perfume, de armiño, de luz alba, de seda y de sueño? Concepto “sentimental, sensible, sensitivo” que se nutre y se define en los telúricos dominios de los sentidos, y en los vuelos del alma. ¿Cómo no admirar ese caballero casto, puro, celeste, animoso, que sobre el lomo de Pegaso cabalgaba sobre letanías como un nuevo Fernán González muy siglo dieciocho y muy antiguo y muy moderno, audaz, cosmopolita, buscando, en el cinto la espada y en su mano el azor, un beso que bien valía otra Castilla? ¿Cómo no apreciar ese ser en cuyo interior cantaban las alondras promesas de un verso, de una perla, de una pluma y de una flor? ¿A ese hombre tímido que como Franklin Mieses seguía siendo un niño atrapado entre verdades? ¿A ese poeta, siempre y a pesar del tiempo terco, en busca de amores que eran pretextos de sus rimas, fantasmas de su corazón? ¿Cómo no escuchar, cuando sopla un aire suave de pausados giros, galantes pavanas, fugaces gavotas, o la risa cruel y eterna de la divina Eulalia, acaso la última de sus princesas inaccesibles?

 

CVZ Aprendes francés en tu adolescencia para leer a Verlaine (luego el azar en el descubrimiento de Darío sería más que ‘un coup de dés…’): “Junto a Verlaine me esperaba toda una dimensión de pensamiento, una manera diferente de ver y de expresar el hombre y su entorno, de apreciar la palabra”. ¿Qué textos de Verlaine marcaron al joven poeta Juan Carlos Mieses ‘avant-la-lettre’, es decir, antes de tus vivencias en Toulouse y el país francés?

 

JCM Verlaine siempre ha sido para mí, más que una fuente, un símbolo de manantial. Más que sus poemas, ha sido su idioma, la lengua francesa con su tranquila precisión, su discreta belleza, su cartesiana claridad, su elegante impudor, la que embrujó mi fantasía. Claro que aquellas lluvias que lloraban en su corazón, aquellos largos sollozos de violines de otoño que le herían como badajos espirituales, constituyen dominios secretos por los que vaga a veces mi espíritu. Buscaba a Verlaine porque Darío lo llamaba maestro mágico, liróforo celeste y derramaba rocío, vino y miel sobre su tumba; en ese andar hice otros caminos que me llevaron a Valéry, a Apollinaire, a Ronsard, a Brel… Pero también al sueño cátaro, a los acentos del Mediodía, y a otros destinos.

 

CVZ Reconoces otras deudas literarias a nivel de tu país. Dices por ejemplo de Franklin Mieses Burgos que “su concepto del ritmo interno del verso” es importante para tu propia estética poética. Tomas en exergo de Urbi et Orbi estos versos suyos:

En una muerte amarga, solitaria, sin fondo;

En una muerte eterna hecha de eternidades.

¿Ese ritmo interno del verso lo relacionarías con aquella flauta de la respiración de la que habla Mallarmé al escribir tus propias obras (la ‘melopoeia’, como la conceptualiza Ezra Pound)?

 

JCM Me parece muy adecuado el término latino de melopoeia para hablar del ritmo interno de un verso, y no puedo dejar de imaginar a Pound, en una jaula colgante, en una Italia reconquistada por los aliados, tarareando sus demonios en una confusa sucesión de imágenes y sentimientos que embriagarían al mismo Khayyam. Sin duda mis conceptos de melodía como elemento revelador de escondidas virtudes en las palabras, le deben mucho a Franklin Mieses. Pero no es ese aspecto, que separado del movimiento arrasador de su poesía pierde todo sentido, lo que admiro, sino el conjunto de su quehacer poético. Cuando lees: “Cuando una rosa muere, deja un hueco en el aire que no lo llena nada,” no puedo dejar de admirar el simbolismo de esa rosa “herida abierta y desangrándose en el aire” que nos habla de ilusiones, de pasados y futuros perdidos para siempre, y para siempre presentes. A otros les debo, que a la vez les deben a otros… La lengua, como el aire que respiramos, como el barro que nos conforma, ha sido antes de otros. Es un consuelo, una armadura contra la soledad pensar en la continuidad de una individualidad plural, pensar que si somos ahora “hombre, artista, cosa, ángel y bestia” es porque antes, otros han sido, y hemos sido en ellos.

 

CVZ Del primero al último poemario se registra un diálogo, una polifonía de voces: Baudelaire, Heráclito, Amiano Marcelino, Jordanes, Casiodoro, Virgilio, Amédée Thierry, Próspero de Aquitania, Maurice Bouvier – Ajam, Edward Gibbon, Máximo Avilés Blonda, Horacio, Antonio Machado, el ya citado Franklin Mieses Burgos, Shakespeare, Pedro Mir, Salomón, Bertold Brecht… En una perspectiva moderna, ¿leerías, luego escribirías?

 

JCM ¿No es lo mismo? ¿No escribimos todos Don Quijote junto a Pierre Menard, en cada lectura? Desde luego, lo contrario no es cierto y ciertamente en principio se puede escribir sin leer, aunque se corre el riesgo de recrear, por ignorancia, las obras de otros. Faulkner piensa que si Homero o Shakespeare hubieran vivido dos mil años los editores no habrían necesitado a nadie más. Es bien posible. Debo señalar que la mayoría de los escritores debemos considerarnos afortunados si podemos al menos escribir una sola obra, la nuestra. La lectura, además de llevarnos a otros mundos interiores, a otros caminos, a la vez iguales y diferentes a los nuestros, nos ayuda, entre otras tantas cosas, tan agradables como sorprendentes, a delimitar nuestro propio infinito.

 

CVZ Floriano Martins te interroga sobre la manera como abordas la escritura de tus libros y enfrentas el desafío de la escritura poética. Le respondes –a mi entender– formulando a la vez un proceso creativo de la palabra poética, la génesis de tus obras y una estética. Tus palabras son las siguientes, mismas que me parecen significativas y por esa razón las transcribo ‘in extenso’: “Cada uno de mis libros ha tenido puntos de partida diferentes que me han empujado, cada vez, a reinventar mi poesía. Creo que lo mismo sucede con los demás poetas. Lo que afirma Alcántara Almánzar se aplica a toda poesía verdadera porque en ella las palabras adquieren valores inéditos en sus connotaciones, en sus resonancias a través del paisaje lingüístico, en las curvas melódicas de las frases, en su riqueza sintáctica y en su tesoro de imágenes, movimientos y referencias de todo tipo, ya que la poesía cuando dice, sugiere; cuando nombra, bautiza; cuando señala, descubre; cuando muestra, asombra como los magos; cuando habla, canta; cuando se asoma, renace cada vez como manantiales de Heráclito. Nunca he tenido la impresión de enfrentar un desafío al escribir un poema, sino más bien, de ir en busca de un acertijo. No se trata de comunicar con otro ser humano, lo que en sí ya es difícil, sino de dejarle ver una parte de la realidad con nuestros ojos, de dejarle sentir el mundo con nuestra intimidad, prestada durante la lectura. Mi escritura, en sí misma, se alimenta de elementos que yo llamo ‘elemento orbital’ porque es a su alrededor que gira y nace la totalidad del texto; puede ser una frase como en el caso de Gaia (un verso del poeta sueco Eric Lindegren); puede ser una melodía, como en Flagellum Dei (Carmina Burana de Orff), o la imagen múltiple de una ciudad (Aquí, el Edén). Pero como en la música, son los silencios que la conforman en última instancia; detrás de las palabras, de los ritmos, de las denotaciones y de los temas se esconden sus diversos sentidos y sus verdades. ¿No es acaso lo mismo para todas las cosas de este mundo?” Detengámonos un instante en el ‘elemento orbital’, a partir del cual nace y gira la totalidad del texto. Este, me pregunto, platearía un ir y regresar, un explayarse para volver temporal y espacialmente, que apuntaría a trazar un ritmo: ¿Se trata de un ritmo y quizás de una melodía o bien de una imagen corporal/ textual?

 

JCM Siempre he soñado con preguntarle a San Agustín en qué pensaba Dios cuando flotaba sobre la Nada, justo antes que con una espada de luz, una palabra reluciente, abriera las aguas bajo las aguas, y siempre he soñado el sueño de un San Agustín que me responde: “en un punto”. Entonces imagino a Dios, como un griego infinito, prolongando aquel punto hasta hacer una recta, desplazando esa recta sobre sí misma hasta convertirla en un círculo que a su vez gira y se transforma en esfera, y lo veo, eufórico, feliz, providencial, temerario, creando átomos y mundos y universos sobre aquel arquetipo de perfección, y finalmente al hombre, en una osada y sorpresiva inspiración del sexto día. Más que ritmo, melodía o imagen, ese punto, ya estalle en explosión generadora, ya se transforme en un génesis de siete días, es espacio de partida, modelo de creación; es un blanco ideal para una flecha que como la del arquero eleático no terminará nunca de llegar. “Todo pasa y todo queda” y ese pasar nos define en una vida que es muerte a cada instante, en una muerte que nos precede y asegura en nosotros su propio porvenir.

 

CVZ ¿Cómo se produce luego en el lenguaje el camino en busca de un acertijoacertijo, en el sentido abierto de enigma y desciframiento, saber y ser, inacabados–, en el que el poeta ‘sugiere’, ‘bautiza’, ‘descubre’, ‘asombra’, ‘canta’ y ‘renace cada vez como manantiales de Heráclito? ¿Es un camino de intuiciones, al tiempo que aquel de una lógica propia –no binaria– del lenguaje poético de la modernidad y la postmodernidad, auto-referencial?

 

JCM Los poetas no buscamos nada, muchos menos acertijos; son ellos los que nos encuentran, nos conmueven y nos impelen a escribir. No sé de quién es esa voz que mi dictó al oído los versos del Flagellum Dei; ignoro qué me impulsó a decirle al gran rey, su pira mortuoria: “se consume en las cosas tu presencia que soledades últimas abruman”. Sin duda, como el amor de Musset, la poesía tiene razones que la razón no entiende. ¿Cómo? ¿Por qué? Lo ignoro. Se han erigido filosofías y religiones en torno a esas palabras. Recuerda que sólo soy un literato; dudo que alguna vez tenga respuestas a esas interrogantes que, como toda pregunta verdadera, van más allá de su propia enunciación.

 

CVZ El acto de escribir –afirmas a Sophie Maríñez –me hace sentir que estoy vivo y que tengo un lugar específico en el mundo. Y si bien podría ser in-comunicable, ¿buscaría dejarle ver al lector o bien a una comunidad de lectores una parte de la realidad con nuestros ojos, de dejarle(s) sentir el mundo con nuestra intimidad, prestada durante la lectura?

 

JCM Mi afirmación no es restrictiva ni excluyente. Hablaba de un aspecto de la literatura como acto de comunicación y de realización. No pretendería definir un texto o un quehacer creativo, en base a sus solas intenciones o a sus resultados subjetivos. Si así fuera las obras no poseerían cualidades intrínsecas y las cuartillas de los autores anónimos serían tan incomprensibles como vanas. Una obra verdadera genera su propio universo de posibilidades y su propia definición. El creador es el primero en asombrarse de su criatura cuando, como otro Frankenstein en la penumbra de sus dominios, en medio de sus tormentas, descubre que la hechura de sus manos, respira.

 

CVZ Nombremos ahora –entretejidas a tu telar poético del ‘elemento orbital’ como impulso vital o semiótico de tu escritura– varias temáticas que trabajas en tus libros, temáticas que se interrelacionarían mirado el conjunto de tu escritura literaria. Entre otras: la busca de los orígenes, lo histórico y sus relaciones dialógicas con el presente de la memoria, el mundo del Caribe y lo local, lo urbano y lo cotidiano y, finalmente, las identidades (subjetividades e intersubjetividades) siempre en proceso en el contexto de la nación y del universo Caribe. Sobre la primera formulas a Floriano Martins que se trata de una preocupación: “La búsqueda de los orígenes es una inquietud legítima y natural en todo ser humano, y como intelectual nos adentra en el tema de la creación, la evolución y la definición misma de la vida”. ¿Podrías relacionar tus palabras con tus obras poéticas?

 

JCM ¿No es esa una labor de la crítica y no del poeta? Dicen que Adán, inquilino privilegiado del Edén, no soportaba la soledad; quizá lo que le faltaba era la perspectiva necesaria para su auto aprehensión, algo que ni el barro, por su carácter limitadamente material, ni el Hacedor, por su inimaginable desmesura, le brindaban. Para entendernos no nos basta un: de dónde, ni un por qué, ni un cómo. Requerimos del Otro. Del ente semejante que por ser como nosotros permite establecer las bases de una diferencia, de unos límites que nos definan. Esas preocupaciones las puede encontrar el lector desde Urbi et Orbi, pasando por Gaia, hasta Desde las Islas, pero me parece indelicado que el autor limite la lectura de su obra.

 

CVZ Sobre la segunda enuncias lo siguiente: “La Historia funciona como un espejo temporal de las sociedades; interesarse en ese espejo, mirarse en él, es una forma de buscar la comprensión de lo que somos, como individuos y como grupo social”. Haces luego referencia en esta perspectiva a Desde las Islas. Ocurriría lo mismo con tus obras anteriores, desde la inaugural Urbi et Orbi. Valgan dos ejemplos, como “Ciudad de siempre”: Mi ciudad/ Inmune a mis olvidos… y “Santo Domingo”: Y ese rumor de siglos en las olas/ Se vuelve una canción de soledades… ¿Qué se refleja en ese espejo temporal para ser –ontológicamente hablando–, individual y colectivamente?

 

JCM Ontológicamente hablando… todo, todos, yo, nosotros. ¿No lleva todo camino hacia el infinito? ¿No es cada hombre un arquetipo en plena mutación con una carga de sal que separa sus recuerdos de su nostalgia? ¿Con una la muerte le da sentido a su tiempo? ¿Con unos instantes pretenciosos de eternidad? Creo que todos los poetas, a fin de cuentas, hablamos como Whitman, con un “yo” que sueña con ser “nosotros”.

 

CVZ ¿Qué sería ese mundo –espacial y temporal, cruce de caminos y etnias, cuerpos, memorias, hablas, mitos, imaginarios…-del Caribe y Santo Domingo, literaria, poéticamente?

 

JCM Me gusta pensar en un Caribe y un Santo Domingo redescubiertos por el arte, por la poesía. El poeta aporta una mirada, un dedo que señala paradojas, líneas de convergencia, conexiones evidentes o escondidas. Ese Caribe, ese mundo que llamas cósmicamente mestizo es, sobre todo, mestizamente cósmico y refleja algo más grande, más complejo y más denso que él mismo, como un capítulo de la novela universal que el hombre escribe sin cesar con los materiales a su alcance: sangre, sueño, azar y soledad; como el sencillo reloj de sol que en su siempre cambiante quietud refleja el universo entero.

 

CVZ En cuanto a lo urbano/ cotidiano, releamos: Lunes 6: 25 p.m. de Aquí el Edén: MIRAN CALLADAMENTE/ LAS ACUARELAS DEL PONIENTE./ No preguntan cuales/ son esas sombras/ que cubren el atardecer./ No procuran saber/ por qué la podredumbre/ no ha aniquilado aún/ el ámbar del crepúsculo (…). Es en vano/ que trato de imaginar las garzas/ dibujando destellos en el río,/ de pensar en la inicua belleza/ de las ecuaciones,/ en la perfecta rigidez de la lógica/ y en aquella mujer que nunca,/ nunca ha de volver. En el libro no habría, no podría haber una objetiva, exterior, medible temporalidad en el transcurrir humano citadino. Los referentes pueden ser ese lunes o bien un miércoles o un domingo a tal hora. Como también cualquier día, cualquier hora, en un registro a la vez lúdico, irónico, memorioso de captura y visión del instante: ES UN NAUFRAGO TRISTE/ ese pirata que surcaba el tiempo./ Es un muchacho/ que perdió la guerra/ y no lo sabe. Aquí estaría en juego tu afirmación: “No se trata de comunicar con otro ser humano…, sino de dejarle ver una parte de la realidad con nuestros ojos, de dejarle sentir el mundo con nuestra intimidad, prestada durante la lectura”. Ya has adelantado en parte la respuesta: …la preocupación fundamental de Aquí, el Edén es la contradicción entre, de un lado, la deslumbrante belleza del mundo y del otro, el duro batallar de todos nosotros por la supervivencia física y espiritual que nos dificulta el disfrute de esos dones”.

 

JCM En Aquí, El Edén, se conjugaron varias motivaciones, la más importante fue quizás la necesidad de escribir un libro a partir de lo citadino, y siempre en torno a un ser humano enmarcado en otros como referencia múltiple. De ahí los temas de apariencia banal, de ahí esos sujetos salidos de ese pueblo (Chusma, masa, multitud; “I am the people, the mob, the crowd, the mass”) evocado por Carl Sandburg, de ahí ese múltiple narrador que a veces es corifeo, otras cronista, sujeto o simple espectador, y que echa mano al cinismo, a la ironía o al pudor pero no logra salir indemne de la experiencia de sumergirse en la indisoluble dualidad de las cosas, la luz y la sombra, el cieno y la flor, las palabras y el silencio, el ahora y el para siempre, la ciudad y el mundo, el yo y el otro, lo horrendo y lo hermoso como nos dicen las brujas de Macbeth. Y es que no creo en temas poéticos; el germen de la poesía subyace en cada capa de la realidad. Brecht lo dice mejor que yo:

Alabad el árbol que desde la carroña sube jubiloso hacia el cielo. /Alabad la carroña, /Alabad el árbol que se la come,/ pero alabad también el cielo.

Ahora bien, el poeta propone y el lector dispone, y no sé si esos tímidos intentos de Aquí, El Edén lograron algunos de sus cometidos, si no, servirán para empedrar un poco más el infierno, lo que no dejará de ser útil.

 

CVZ Como queda dicho, el libro recibió el III Premio Internacional de Poesía Caribeña ‘Nicolás Guillén’ 2001. Para Sophie Maríñez, el poemario “es recurrencia de una obsesión, la del génesis, y escrutinio de nuestra identidad y formación como nación. Inicia (…) Desde las Islascon una gran pregunta, pasa (…) por los distintos avatares étnicos, las raíces de nuestra historia, los iconos tripartitos… y concluye (…) con una gran respuesta”. En esta perspectiva tú señalas: … “La búsqueda de una definición del hombre antillano y del dominicano en particular siempre ha rondado mi espíritu. Ese libro es una visión de cinco siglos de avatares (…), es una palabra adecuada para señalar la evolución de nuestra Historia. Yo no tengo respuestas, al menos no en el sentido estricto, sólo preguntas como todo el mundo. Es verdad que nos aferramos a algunas certezas para poder flotar en este mar de dudas que nos arrastra, por ejemplo, la idea del universo como una entidad espiritual de la cual formamos parte. Ese es uno de los temas que desarrollo en Gaia, y de cierta manera, en Desde las islas”. De manera sucinta resumes a Floriano Martins el libro cuando afirmas que Desde las islas estaría en juego vital a la vez que poético “el nacimiento de un nuevo concepto del Yo”. ¿Se trataría de un YO antillano/ universal, temporal/ espacial, histórico/ cotidiano, dicho/ innombrado o bien escrito/ aún no poetizado, cubierto/ desnudo, silencioso/ bullicioso, línea/ espiral, tersura / cicatriz, material/ metafísico…?

 

JCM O de un “yo” que es sujeto plural y se extiende en el tiempo de las civilizaciones, en el espacio de las culturas, en las utopías de la Historia. Un “yo” que no por ser antillano deja de ser universal, como el tiempo que no cesa de ser en el espacio, como esa línea recta que es una espiral como saben los matemáticos y los poetas (los últimos cronistas de lo fantástico y de lo real). Un “yo” que reconoce en un espejo híbrido su herencia múltiple y su atávica constancia, tenazmente renovada como un mar valeriano y que sigue siendo lo que ha sido siempre: algo que se sobrepasa y se sorprende, una y otra vez, a sí mismo.

 

CVZ Desde las Islas se estructura poética y podríamos decir melódica y musicalmente en seis ‘Cantos’: literaria y estéticamente, ¿en qué ‘superficies’ textuales o ‘partituras’ se inscriben estos de manera dialógica (Dante, Pound, Perse, el mismo Guillén… o bien aquellos lejanos pero siempre presentes en nuestra memoria trovadores de la amada Occitania)?

 

JCM La estructura de mis obras la impone su propia dinámica interna. Imagino que es lo mismo en las obras de Pound, Berceo, Salomón o Virgilio. Los temas generan su propio espacio de narración y exigen sus propios límites. Debemos recordar, sin embargo, que esa clase de preocupaciones no preceden al acto de escritura y se inscriben casi siempre en un lapso posterior a ésta, cuando interviene la futura presencia del lector, mis moldes internos de análisis o mi formación académica. La obra, al final, impone sus exigencias; parte de mi labor consiste en reconocerlas y respetarlas.

 

CVZ Mientras las olas se abren y cierran en preguntas ontológicas por un nosotros inicial y final en proceso de significación, el poeta inquiere a su vez sobre ‘la materia de la escritura’: es y nos hace ser y devenir en sus preguntas. Ello, ¿en el telar y tejido de su lenguaje de aguas transitorias e intransitivas, olas conjugadas en un nuevo pero común alfabeto del Caribe universal (mismo y diferente del Caribe de un Carpentier, un Germán Espinosa, un Saint-John Perse)?

 

JCM La lengua, esa otra patria sugerida por Octavio Paz, nos contiene a todos como un mar infinito. Allí vamos todos, los ilustres y los humildes, desnudos u ostentosamente ataviados, balbuceando el nombre de sus olas, deslizándonos sobre sus ondas vivificadoras, impulsados por una corriente vital que nos nutre y nos arrastra hacia sus abismos sin fin. Un mar común que nos ahoga amorosamente y nos embruja a todos por igual. ¿Cómo podría ser de otra manera?

 

CVZ ¿Un canto de cantos y voces mestizas, en un nosotros y un somos de nuevo pena y mirada y querer y trono y árbol y pendiente y viento y sueños y tumba y tañer y siglos poetizados? Asimismo, ¿isla y gemir y bestia y velamen y soledad y mar (otro mar aquí recreado) y bosque y metal y vuelo… adjetivados, históricos pero de igual forma infinitos de alfabetos y lenguaje?

 

JCM Sin duda el oficio exige técnicas y rituales, herramientas y entrenamiento, reflexión y savoir faire, pero al servicio de ese algo esencial, fundamentalmente auténtico que es la poesía. Como siempre, hacer algo sencillo exige primero realizar muchas cosas complicadas. Un lápiz o un verso podrían servir por igual de ejemplo. La técnica no es artilugio, es la naturaleza misma del hombre. El poeta que reflexiona en torno a las posibilidades connotativas de un adverbio y el físico que calcula la órbita de un satélite lanzado hacia una luna de Saturno, ofician el mismo ritual: elucidan las ecuaciones del caos.

 

CVZ Finalmente, Juan Carlos, ¿qué otro(s) libros están en proceso de escritura y de publicación?

 

JCM Actualmente trabajo la novela. Así como algunos de mis libros de poesía rondaron mi espíritu como fantasmas durante años, algunas novelas me exigen su escritura desde hace tiempo y creo que me ha llegado el tiempo, la madurez, de escribirlas. Acabo de finalizar: “El Día de Lavalás”, situada en un futuro cercano y cuya trama se desarrolla en torno a un catastrófico incidente en la frontera (geográfica, histórica, cultural) entre Haití y la República Dominicana. En estos días trabajo en la preparación de otro libro que se habrá de desarrollar a finales del siglo XVI, en la isla Española. No tengo en proyecto ningún poemario, esos llegan de improviso, como los aguaceros de verano y como ellos, irremediablemente, nos anegan.

 


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§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

ARC Edições | Agulha Revista de Cultura

Fortaleza CE Brasil 2021



 

  

 

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