ENRIQUE DE SANTIAGO | Dentro del espejo con Ludwig Zeller
El
primer encuentro
Conocí a Ludwig Zeller, un tibio día de enero
del 2005, en Santiago de Chile. Fue en la inauguración de una muestra de “mirages”,
(2) una serie de obras que había elaborado junto a su compañera Susana Wald. Esta
exposición se realizaba en las salas del Museo de la Solidaridad Salvador Allende.
Ludwig, y Susana fueron muy cordiales, conmigo pese al escaso tiempo que los expositores
disponen en este tipo de eventos, en el cual tuvieron que atender a mucha gente
que se les acercaba para saludarlos o buscar alguna impresión después de estar un
tiempo ausentes de Chile –había venido en 2001–.
Unos días después nos reunimos con Ludwig en un café de la ciudad
junto a algunos integrantes del Grupo Derrame, en esa ocasión me impresionó su calidez
y claridad para exponer sus ideas sobre variados tópicos, como la poesía y su luz
metafórica, el estado actual de la literatura, o sus vivencias siendo parte del
Movimiento Phases, ya que estábamos organizando una exposición para ese año sobre
las obras y la historia de este señero movimiento. Él y Susana, accedieron a facilitarnos
sus obras para esa muestra, la cual se realizaría en agosto de ese año. A medida
que la conversación avanzaba, fueron asomando sus certeras impresiones sobre el
Surrealismo, y la actitud de vida que correspondía llevar para quienes nos habíamos
sumado a esta maravillosa aventura. Ese día, volví a casa henchido de ideas, frases,
e historias que me hicieron ver que mi elección de vida, había sido la correcta.
Ser surrealista, era la respuesta a esas inquietudes que se manifestaban en mí,
desde que era niño, y frente a mí se prodigaban tras las frases de Ludwig, un piélago
de maravillas que me empujaban a seguir navegando. Zeller, era un surrealista de
casi toda una vida –al igual que Susana– y sentí en ese momento que ambos eran
la expresión viva de quienes se han sentido plenos en espíritu, y que miran su bitácora
de viaje, con los ojos del peregrino agradecido por lo que ha encontrado dentro
de ciertos frutos sagrados y arcanos, en el siempre esquivo jardín de las Hespérides.
Chile, no me ha sido fácil, repetía en ciertas ocasiones, y
con el paso del tiempo y en la medida que se fueron dando futuros encuentros y viajes,
fui comprendiendo esa frase que removía las entrañas del poeta. Este país, al igual
que como sucede con otros de nuestra región, no veía con claridad la magnitud de
Ludwig –así como la de Susana–, por lo que darle visibilidad a su trabajo, a su
legado, y su aporte innegable, era una tarea que había que comenzar a elaborar desde
ya. En ese sentido él corría con desventaja en este medio, ya que su residencia
estaba en Oaxaca, México. Pero, sí hay algo que mueve cualquier obstáculo, y abre
posibilidades, transformando una dificultad en algo posible, es la obra del artista,
así sus collages, comenzaron a sumar nuevas miradas, especialmente el de las nuevas
generaciones, que veían con asombro como se construían seres y objetos, uno con
otro, para convertirse en una nueva morfología, la que evocaba una alquimia desconocida
y fascinante. Por otra parte, su poesía escrita y visual – caligramas– encantaba
por su profundidad y misterio, y ciertas editoriales comenzaban a editar sus libros.
Cabe hacer mención que su prosa onírica, como lo es su libro Río Loa, estación de los sueños, se editaba
por primera vez en nuestro país, a través de la editorial de la Universidad de Talca,
lo que agregaba su narrativa a esta suma de ofertas.
En años sucesivos, Ludwig, junto a Susana, volvió a visitar
Chile. Una de esas ocasiones fue para la Exposición Internacional del Surrealismo
El Umbral Secreto, en octubre de 2009,
oportunidad en que el poeta se quedó un tiempo largo en Santiago. Esta larga permanencia,
me permitió tener largas conversaciones con él, donde tocamos varios temas, como
cuál era la forma en cómo se aproximaba a la creación de sus collages, donde me
explicó que primeramente recortaba las imágenes, y cuando ya tenía decenas de éstas
agrupadas enfrente suyo, se disponía a seleccionarlas y montarlas sobre el soporte
de papel, pero esta selección era sin la aplicación de razón alguna, y sin saber
previamente qué iba a surgir, ya que su quehacer era plenamente intuitivo, automático,
donde una figura elegida al azar, solicitaba inconscientemente otra pieza recortada,
que era yuxtapuesta, y en algunas ocasiones superpuesta parcialmente según lo dictara
la voz interior. Así una con otra iban conformando seres en una suerte de principio
alquímico, con zoo-objetos o formas-engranajes, los cuales dialogaban en una composición
primordial de alta carga simbólica, y que representaban una nueva cosmogonía en
el universo de la surrealidad. El poeta-demiurgo, entonces permea la densa frontera
que nos separa de lo oculto, en busca de los elementos que constituirían un nuevo logos, con el que procedía a dotar al mundo
de una nueva visión, de la misma manera que el chamán despliega lo invisible creado,
subvirtiendo sus esencias a una nueva condición, para así formar una nueva significación.
Como ejemplo, podemos tomar la obra Andar
sobre la cuerda, collage del 2008, en el cual un personaje humano, desprovisto
de su piel -como queriendo ir aún más desnudo sobre una vida de futuro incierto-
se equilibra sobre la cuerda de un arco, llevando en su mano derecha un instrumento
que en su extremo posee una esfera, objeto que reitera la noción de la búsqueda
de ese equilibrio. Quien se equilibra, sabe que hay otras fuerzas que dependen de
su estado, y que cada efecto en su camino, es parte directa e indirecta de su causa
–azar objetivo–, lo mismo que las figuras que acompañan la composición, ya que ellas
interfieren de alguna manera en este frágil estadio de relaciones. Un lagarto –lacertilio–
se inclina superpuesto al conjunto equilibrado, atraído por el molusco –que podría
representar la geometría sagrada– quien es una suerte de contrapeso en el extremo
inferior, y que gravita en el camino del peregrino desprovisto de su vestidura natural.
El hombre asciende, siguiendo el designio elevado de la cuerda, aquí entonces se
conjugan dos cuerpos de esencia vibratoria –el arco y el espíritu del ser humano– que se complementan unidos en su destino. Pero, es también cierto que todo es
vibración, y desde esa característica, se suman otros fito o cito-elementos en el
plano, así como también se presentan a cierta distancia artefactos de confección
humana, que sobre el silencioso fondo –tan propio de Zeller– aportan desde su condición
insular, otros aspectos no menos accesorios que dotan de mayor información al conjunto.
Es difícil, buscar interpretaciones claras en el collage, si es que nos aproximamos
desde la miopía que presenta la razón, y es muy difícil, sino imposible lograr interpretar
la voluntad y la significación del que crea, por lo que la forma correcta de acercarse
a esta relación simbólica, es la de despojarse de todo juicio razonable, e intentar
leer con el meta-alfabeto que dota el inconsciente. A estos collages, se les debe
percibir desde fuera del lenguaje conocido y eso implica aprender un idioma ignoto,
ya que al todo compositivo se le ha dado un cuerpo semántico nuevo, por lo que nos
enfrentamos a una forma distinta de comunicación. Quizás podamos percibir someramente
algunas ideas en el todo, como lo presento anteriormente, pero lo más probable es
que la única forma de acceder a ese plano oculto, es desde la lectura dada por el
“ojo en estado salvaje” como lo planteaba Breton, y esto pasa primeramente por creer
absolutamente en la existencia de un algo completamente distinto, el cual no ha
sido visto nunca, ya que aproximarse a este tipo de obras –surrealistas–, pasa por
un estado de fe, que implica dejar atrás todo lo conocido como un absoluto, y comenzar
a ver desde lo profundo del ser, en un acto de conectarse con el animal interior
–según el chamán– que nos orienta en cuanto a los derroteros de los universos ocultos,
que a su vez habitan en nuestro propio inverso cósmico. Acá se hace referencia a
seguir en el viaje hacia lo profundo del agujero detrás del conejo, donde la urdimbre
de surrealidades está abierta a todas las posibilidades, y tal cual como lo dice
la física cuántica, es el observador quien elige el cómo se percibe frente a alguna
de las múltiples opciones que se nos ofrece.
Entonces hoy cobran vigencia las palabras de Ray Ellenwood quien
nos indica: “Hace por lo menos treinta años que veo los collages de Ludwig Zeller
y aún no logro clasificarlos en mi mente. Estoy de acuerdo con Edouard Jaguer en
que Zeller, es un clásico del collage en la tradición de Ernst, ya que usa poco
o ningún color y pocas imágenes contemporáneas al emplear principalmente papeles
impresos en el siglo XIX. Pero Jaguer también señala que Zeller, a diferencia de
Ernst y sus fieles seguidores, quita sus figuras de su entorno decimonónico, fuera
de su ambiente físico”. Este vacío que rodea las imágenes yuxtapuestas y superpuestas,
otorgan un elemento adicional, donde su contorno, da comienzo a un piélago de una
aparente ausencia de algo –el vacío dispone la aparición de formas vibratorias allegadas
desde la otredad– y que nos hace participes, en cuanto somos nosotros los que podemos
adicionar sensaciones a esa oquedad dispuesta por la ausencia de otro tipo de elementos,
los cuales pueden ser formales o cromáticos. Pero, esa percepción dentro del vacío
es en el ámbito de las sensaciones y no se entiende como “un sumar” otra forma,
ya que lo que está dentro –oculto por una suerte de membrana no explicita– es una
información que palpita sin mostrarse, y ésta se manifiesta invisible, asediando
el eikon visible dispuesto por el collagista,
en lo que podríamos definir como imágenes que funcionan como una punta de un iceberg
hermético –el collage como tal–, donde cada separación es aparente, quedando entre
ellos una malla que funciona bajo superficie, en lo que podríamos denominar como
el silencioso secreto que borbotea bajo y alrededor de ese otro sonoro mensaje.
Otro aporte de Zeller, a la visualidad y la poesía, es el desarrollo
de una técnica conocida como el caligrama. En este aspecto, él hace un novedoso
aporte a esta expresión que tuvo su esplendor a principios del Siglo XX, creando
lo que es el caligrama recortado, donde vuelve al uso de la tijera como instrumento
constructor de nuevos niveles dentro de la poesía, ya que él aplica el recorte directamente
sobre el soporte, descubriendo palabras y versos a partir de la acción de dicho
elemento cortante, donde sobresale un oficio prolijo y un manierismo barroco que
lo hace mayormente peculiar. En principio estos eran papeles que se usan para la
confección de volantines –papalotes o cometas, como se les conoce en esta parte
del orbe– siendo estructuras poéticas efímeras por la fragilidad que dichos papeles
poseen. Pero con el tiempo llegó a elaborar estos poemas recortados en otros soportes
que dieran mayor sustentabilidad en el tiempo, los cuales le permitieron también
desarrollar su traspaso a grabados dentro de la técnica de la serigrafía, los cuales
fueron elaborados en los espacios del Taller 99, el cual había sido formado bajo
la iniciativa del destacado artista chileno Nemesio Antúnez. Esta experiencia nos
deja, una única manera de abordar el caligrama, donde el poema o verso poético,
era construido a partir del recorte, dejando una lectura circular –el infinito circular
u ouroborus– que dotaba al verso de una lectura sempiterna. Recuerdo que para su
exposición homenaje dentro del marco del Bicentenario de Chile, Zeller, ejecutó
uno de estos caligramas recortados, para ilustrar el nombre que él había elegido
para este evento, titulado Retorno al Oasis.
Su resultado, fue una bella pieza, que da forma a la portada del catálogo que
acompaña la exhibición. Esto da cuenta de que las posibilidades, tanto en el collage
como en el caligrama, como expresión de la poesía visual fueron y seguirán siendo
múltiples para la creación surrealista, y que por consiguiente fueron dos aportes
sustanciales en la carrera creativa que nos dejó este insigne creador, ya que además
el collage sobre un fondo blanco, fue una forma de plasmar esta antigua técnica,
con la que Zeller, se diferenció del resto de los collagistas. Esta nueva posibilidad,
está brillantemente aludida en el ensayo escrito por el destacado poeta norteamericano
A. F Moritz, conocido como El silencio de
Ludwig Zeller.
La poesía de Zeller, es tan prolífica como inquietante, en ella
se encuentra toda la herencia de los románticos, los simbolistas y por cierto, los
surrealistas. Primeramente se observa al igual que el Dante, una fuerte presencia
del eterno-femenino, donde la mujer está muy presente en gran parte de su obra poética,
Sus versos, además se sumergen en las aguas que sólo le son dadas a los videntes,
porque él, tenía la capacidad de auscultar al otro lado del espejo, y traer consigo,
la metáfora en su estado puro. Su capacidad metonímica, su asociación azarosa, dan
a la construcción de sus poemas, una singularidad única, ya que el poeta conoce
los “engranajes del encantamiento”, como él lo señalara para dar nombre a una de
sus antologías, y no existe mejor denominación para explicar aquello que siendo
por naturaleza inasible, cede y revela su mecánica oculta, la que ya en esa nueva
condición, es explorada exhaustivamente por Ludwig Zeller, para así poder capturar
su cuerpo transmutado y convertirlo en verso, es en ese instante que pasa a convertirse
en el fenómeno –lo que aparece– poético, ya que este poeta conocía el antiguo oficio
de trabajar la “obra alquímica” para extraer en cada fase, el producto maravilloso
que lo aproxima a la quintaesencia oculta, entonces el verbo alquímico brilla con
su resplandor –zoharico– sobre las páginas que sirven de puente para el ojo del
que busca –al igual que el poeta– para poder beber la ambrosía que reposa en la
metáfora. Entonces él presiona a la salamandra y la empuja al fuego, para que de
las llamas frías –según Plinio– surja destilada “la obra” filosofal que ilumina
a los pacientes, porque el fuego purifica
el buen metal, pero consume la escoria. Claramente, éste fulgor que lo impresiona
se puede apreciar en los siguientes versos:
Fuego (3)
Piel de encendidas
brasas que interrogas,
volved a mí, contadme,
haced girar las sílabas saladas,
misteriosos espectros
de la fiebre que soplan su recuerdo
a mis oídos. ¡Imágenes
en sangre!
Porque te he visto,
porque te he esperado en la gran noche,
¡oh resonante! ¡Verbo!
¡Príncipe de la luz!
Tú esparcías hogueras
en lo alto, tú devorabas
los antiguos soles
de mirar cansado, llama-mujer,
saeta de la gran piedra
negra… Te veo
disfrazado en mil formas
distintas, eterno suceder.
Rostros, lenguas, colores;
tiempo de tempestad.
Metales que desgarran
los cuerpos.
¡Llamaradas!
¿Surcamos las cenizas
de las frentes futuras?
Guardiana de la fiebre,
deslía ya tu sueño.
Gira la salamandra
que vigila los pozos. Ala bruñida.
Fuego. Implacable pupila
de los dioses.
Ludwig Zeller, me aportó mucho en variados aspectos, tanto en
lo humano, como en lo creativo, y durante estos sucesivos años de encuentros supe
distinguir en él, a un hombre excepcional, que se comportaba con la naturalidad
de un niño. Su disposición al humor, y el estar atento a cualquier momento que generara
una jugarreta, le provocaba a uno sentirse con un amigo de toda la vida. Ludwig,
era un hombre afable, extremadamente gentil con las mujeres, y pese a su apariencia
muy formal, siempre estaba dispuesto a despeinarse y a ser parte de situaciones
lúdicas, en lo que son esos momentos propicios para dejarse llevar, y disfrutar
algo del absurdo. Observar sus collages y caligramas, leer su poesía, reverberaron
en mí de manera potente y decidora, más aún, después de esas prolongadas e íntimas
conversaciones, que vertieron en mí, sensaciones únicas, las que progresivamente
fueron aumentando mi admiración y cariño hacia él. Ludwig, era un ser generoso con
su conocimiento, y prácticamente no se guardaba nada, vaciaba su sabiduría sin medida,
y con la misma calidez que hablaba de su trabajo, abordaba también el que uno realizaba,
ya que él, era un buen observador, y una suerte de gozador con la mirada. Nada escapaba
a su observación, desde los más mínimos detalles, hasta los conjuntos o escenarios
macros que lo rodeaban en el día a día. De la misma manera, su mirada introspectiva,
funcionaba con la misma intensidad y curiosidad, lo que se manifestó en su vida,
con la exploración del sueño vigil-dirigido, guiado por la doctora y terapeuta jungiana
Lola Hoffmann, y sus experiencias con el LSD, bajo la supervisión del doctor Franz
Hoffmann, en los años sesenta. Pero su mayor vehículo exploratorio hacia su propio
reverso fue ciertamente el Surrealismo, del cual fue fiel cultor hasta el momento
de su partida. Ludwig sabía que había que desatar la razón, dejarla a un lado y
conectarse con el ser infinito que proviene del inconsciente, sólo de esa manera
podemos alcanzar y ver lo que se manifiesta fuera de la “caverna”, y es allí donde
radica el éxito de su vida, el cual fue observar y sentir cuidadosamente mientras
permanecía navegando en el océano inconmensurable de lo maravilloso, ese mismo lugar
donde hoy está de vuelta.
Biografía resumida
Ludwig
Zeller Ocampo, Río Loa, Chile, 1927- Oaxaca, México, 2019. Fue uno de los poetas
de renombre dentro del Surrealismo internacional y su vasta producción con cerca
de 80 títulos, es reconocida en todas las latitudes, habiendo sido traducido al
inglés, italiano, francés, holandés, etc. Zeller, además estuvo activa e íntimamente
ligado al desarrollo de la cultura en Chile desde la década del cincuenta, primero
traduciendo y publicando diversos libros de “románticos alemanes” como Novalis,
Von Kleist o Höldering, acercando esta poesía a los lectores chilenos. Luego fue
Director y Curador de la Sala del Ministerio de Educación entre 1952 y 1968, donde
organizó no menos de 140 exhibiciones de los que hoy son connotados artistas de
nuestro medio, donde se incluyen varios Premios Nacionales de Artes. Así mismo animó
reuniones, lecturas poéticas, mientras escribía y fue dando a luz sus diversos libros
de poesía, muchos realizados además en colaboración con destacados artistas plásticos,
como Viterbo Sepúlveda (con quien creó libros únicos), Francisco Otta, libros de
ediciones limitadas con grabados, o de sus propios caligramas serigrafiados en los
talleres de Nemesio Antúnez. En 1968 junto a su compañera Susana Wald fundaron la
Casa de la Luna que fue un café cultural y una revista del mismo nombre, y que aglutinó
e impactó a muchos jóvenes que participaban en las diversas disciplinas de las artes
y la cultura de la época. En 1970 también junto a Susana Wald, organizaron la exposición
Surrealismo en Chile en la Universidad
Católica en Santiago, muestra que causó gran repercusión en aquel momento.
En 1971 emigró a Toronto, Canadá, donde comenzó a realizar su
aporte literario a nivel internacional, dirigiéndose muchas a veces a Europa, donde
colabora en diferentes revistas y publicaciones. Paralelamente formó Oasis Publication,
en Toronto, junto a Susana Wald, donde preferentemente publicaron voces chilenas
de la poesía como Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Jorge Cáceres, Teófilo Cid,
Carlos de Rokha, Humberto Díaz Casanueva y Rosamel del Valle, Alberto Baeza Flores
y Rolando Toro entre varios autores.
Recibió importantes premios como en 1979, con el Mejor Diseño
del New York Art Director’s Club por su libro Alphacollage, que ese mismo año se expone en la Feria Internacional
de Vancouver, Canadá, con los originales que componen la edición. El libro obtuvo
además el Premio “Uno de los diez libros Más bellos de la Década” de la Feria del
Libro de Leipzig en Alemania. En 1991 fue invitado de honor a la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara” en México.
Zeller fue además un afamado creador de collages y caligramas,
y con estas dos formas visuales poéticas participó en diversas exposiciones
internacionales como la Exposición del Surrealismo Marvelous Freedom/Vigilance of Desire en Chicago, en 1976, así como en Londres, en el Camden
Art Center, y en Iberoamérica Pinta, itinerante entre 1997 y 2000, organizada
por la UNESCO, y que visitó 20 países. Cabe además destacar su participación en
la XLII Bienal de Venecia, en 1986, en el marco de la exposición Arte y Alquimia. Se cuenta además una gran
exposición homenaje por el Bicentenario de Chile –en el plan de rescate de creadores
ilustres– llamada Retorno al Oasis, Santiago
de Chile en 2010, y Homenaje a Fondo,
en la Galería Luis Cardoza y Aragón, del Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México,
México, en 2014, homenaje realizado por esta importante editorial mexicana en el
marco de la celebración de sus 80 años de vida editorial, y en conjunto con la Embajada
de Chile en México, en lo que fue, la exhibición más completa de sus obras –desde
el año 1980 a 2012– y una nutrida muestra bibliográfica de sus 60 años de actividad
poética –curatoria de Ximena Olguín–. Hoy sus collages se conservan en diversas
instituciones como el Museo de Toronto, Canadá, el Museo de Jerusalén en Israel,
Museo Granell de España y Museo Nacional de Bellas Artes de Chile entre otros.
NOTAS
1. Alicia
en el país de las maravillas, Lewis Carroll, página 95, Editorial Biblock, España,
2015.
2. Mirage:
Palabra del francés que significa espejismo. Son obras realizadas a dos manos entre
Zeller y 3. Wald, que se compone de collage,
dibujo y pintura, y en gran parte son en color.
Del libro Los Engranajes del Encantamiento, Ludwig Zeller, página 59, Editorial Aldus, Universidad Autónoma de México, México, 1996.
§§§§§
|
| |
|
|
|
§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
Nenhum comentário:
Postar um comentário