JAVIER PAYERAS | Actuar una ausencia - Luis Cardoza y Aragón
Cardoza y Aragón llegó a mis manos cuando aún estudiaba la secundaria,
La Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo fue un respiro para alguien que odiaba La Historia
de un Pepe. Más de una vez leí en voz alta partes del texto y dejé de hacerlo para
evitarme dar explicaciones. Una especie de violencia corría entre sus páginas, eran
imágenes veloces que no lograba alcanzar, alguna palabra no dicha entraba en mí,
descubría que también la angustia tiene matices, que escribir es también angustia.
Después de leer el libro fui a conseguirme una edición de La temporada en el infierno.
Apollinaire, Huidobro, el Manifiesto Dadá. No sé cuántos siglos le debo a ese libro
que ahora debí retomar para escribir estas cuantas cosas.
El tiempo siempre guarda palabras, los símbolos de otro lenguaje
que se escribe sin palabras. El idioma es la piel de otro lenguaje. Dónde están
los telescopios que nos permiten ver hacia adentro. “El poeta no pelea por su vida,
huye de ella”. A veces usamos como símbolo el alzar la voz, renunciar a lo que vemos,
dejar que suenen al oído las piedras que lanzamos a la muerte. Recuerdo una tarde
en que pegábamos afiches para una lectura de poesía. Esa noche llegaron unos cuantos.
Todo estaba dedicado a Luis Cardoza y Aragón, como siempre improvisamos, salió bien.
Era como si aquellas palabras fueran a decirse una sola vez en el tiempo, sentía
rabia, sentía desasosiego por aquello que me insistía recordar —no eran mis palabras—
sin embargo eran tan mías. Así me pertenecieron muchas voces. Jamás me ha pertenecido
nada, nunca me he sentido dueño de nada en absoluto, las palabras que me llenan
tampoco son mías, Cardoza y Aragón es lo más cercano a mí porque estando tan cerca
no estamos en ningún lado.
02-02-1997
Creo que existen dos tipos de escritores: los buenos y los mediocres.
Los buenos son buenos, los malos son buenos y los mediocres son correctos. Cardoza
y Aragón es exquisitamente incorrecto.
Artaud dejó una bomba en Luis. La extravagancia siempre lleva
un poco de santidad, ser divinamente incorrectos. Artaud llevaba prisa por revitalizar
la palabra escrita, desdoblarla y llevarla al máximo. El exceso de imágenes recurrente
en los textos surrealistas aleja la fría prosa científica de los ensayos. Cardoza
y Aragón interviene la estructura de sus textos críticos, irrumpe con imágenes imprevistas,
asumiendo el riesgo de empalagar al lector. Las vanguardias del siglo XX buscaron
la palabra como un medio para alcanzar al lenguaje visual. El anarquismo de los
artistas de la segunda década no es más que la doble incógnita del mundo industrializado
“Un carro de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia” Marinetti rompe
con el angustioso antagonismo romántico hombre-máquina y surge una poesía concreta.
La huella del modernismo, es entonces en Cardoza y Aragón, llevar
al idioma hasta sus límites, sin justificar por medio de la forma todo el significado
poético, la mayoría de sus textos también padecen de un agudo racionalismo. Sus
primeros poemas son impresiones de un joven provinciano sumergido en el mundo convulso
y desencantado de la primera posguerra, las ruinas y las cenizas, el cadáver del
mundo que se levantaba hastiado del romanticismo y del pasado, el arte no para creer
sino para crear, sin verdades.
15-01-2001
Vivir en Guatemala requiere de vigor y metafísica. Necesitamos
la catarsis. Todos los días marchamos hacia ninguna parte, somos expertos en llorar
las cenizas y ser fanfarrones de la tristeza. La ciudad es el epicentro de este
desconcierto, en cien metros de terreno atravesamos el tercer y el primer mundo,
de la choza al cibercafé. Los guatemaltecos vivimos la añoranza de la pérdida, de
las fotografías sepia, del blanco y negro, vivimos de coronar monumentos falsos,
de colocarle ‘’ismos’’ a la tradición, de falsificarnos. Es muy guatemalteco quedarse
en suspenso y en silencio esperando la caída del otro, no tomar partida ni flanco,
estar únicamente guardando el polvo que seguramente jamás va a levantarse. Sin embargo
padecer una idea es lo mejor que puede sucedernos, tener esa venturosa convicción
de encontrar caminos en el aire, de sentirse vigorizado por ese terror, sin los
atavismos de buscarnos una identidad y asumir que la Coca Cola y el tamal somos
nosotros, de que también tuvimos armas y derrotas y esperanzas y derrotas y conquista
y acaso una vez el vértigo de la victoria, eso es lo único capaz de llevarnos a
la poesía. Canonizarnos, ser esa figura papal y burocrática, inventarse un lenguaje
y decir que es nuestro, cometer un enorme crimen contra la inteligencia y admitir
que sí, que existimos, que somos seres mágicos, que aquí suceden cosas maravillosas
e inexplicables, que tenemos un origen noble y sobre todo, que nuestro pasado es
digno de confianza. Hasta cuándo la retórica, cuánto tiempo tendrá que pasar para
que dejemos de mentirnos, cuándo dejaremos de empezar. Es increíble que cien años
del nacimiento de un poeta únicamente signifiquen discursos moralizantes, monumentos
cursis, homenajes en escuelas pintadas por la Pepsi Cola y fotografías de nuestros
poco esclarecidos políticos y empresarios junto a los intelectuales correctos y
políticamente necesarios, qué triste que todo se termine gastando, que sean las
remotas palabras de los ministros y los funcionarios las que resuman pobremente
la vida de un hombre. No tenemos talento para comprender a nuestros portentos.
26-04-2000
No me siento en paz. A veces mis ideas no son muy claras, sobre
todo, cuando frente a la computadora se me cruzan las palabras y acabo escribiendo
sobre otros asuntos. Disfruto divagando. Es interesante cómo buscamos un mundo perfecto,
una imagen pura de las cosas, de los nombres. Memorizar tantos nombres, tantos libros,
tantas citas, todo esto por la idiota necesidad de tener algo que decir, tristemente
nada de lo que decimos es original, todo se queda en referirse a… Si dejáramos de
tener miedo, tal vez podríamos decir algo interesante, algo que no haga referencia
a nada ni a nadie, si nos olvidáramos de los neologismos, si corriéramos a mil revoluciones
por segundo, algo regresaría a nosotros: nuestro espíritu. La eternidad sólo tiene
un cuerpo: el que sobrevive a la inmovilidad. Hay algo inmóvil en las palabras.
Por qué no prescindir de los atavismos, ciertos rigores nos hacen vulnerables a
la mediocridad. ¿Y si Cardoza y Aragón realmente no dijera nada?, ¿y si únicamente
estuviera actuando su ausencia? Pero somos tan dependientes de los nombres, de las
personas, de la tipografía (afortunadamente a punto de desaparecer), si lo único
que hacemos es enmarcar a otros dioses, correr tras otros sacerdotes. Creo que la
palabra simboliza y juzga, quedan cosas y versos, lo único que podemos exprimirle
a la vida.
De sus cosas quedan libros numerados y clasificados por la Biblioteca
César Brañas, uno de los pocos sitios que soporto de la ciudad. Algunos se guardan
como fetiches, como evidencias de un exilio sagrado. Pero la gran mayoría se mantienen
en circulación, a la mano. Es tan pedante tratar de hacerle justicia a un autor,
juzgar, buscar discernir y sacar conclusiones que ni él mismo pudo imaginarse. Se
me vienen a la memoria tantas y tantas cosas dichas en libros y conferencias. Durante
los últimos cien años se ha hecho más crítica que obra, se han hecho más manifiestos
que descubrimientos, hemos dicho tanto y hemos callado aún más. Parece que todo
se reduce a la necesidad de no sucumbir, de no aceptar que realmente no somos mejores,
que las editoriales y los medios sólo han encontrado la forma de reciclar la basura
de nosotros mismos y que los artistas únicamente tienen la tarea denigrante de entretener
y ayudar a la evasión del dolor. Para darle otro giro a las cosas buscamos darles
términos adecuados a las cosas inacabadas, posmodernidad por ejemplo y deducimos
que está acabando o que aún no comienza. Atribulados por la ultra snob postura tendenciosa,
se ha dejado de crear con firmeza, se termina siempre en la obra abierta, que como
diría un amigo: es algo muy fácil en los países donde acostumbramos no terminar
nada. Sin embargo levantar una literatura donde hemos tenido poca, es una tarea
de búsqueda más que de anticipación. Creo que existen grandes líneas enterradas
en páginas de diarios universitarios, en hojas arrancadas de antologías mal hechas,
en libros publicados una sola vez para nunca jamás, textos que se negaron a subrayar
los que legislan la cultura. El resultado a sido el silencio: muchos libros, pocas
cosas dichas.
13-10-1997
‘’Ser guatemalteco es enviar al infierno el libro de Job y evocar
Saint-Just sin olvidar a las bañistas de Mack Sennet’’.
Qué resultado da la memoria, si todo se nos escapa de los ojos.
Las imágenes que acostumbro subrayar en los libros de Cardoza y Aragón son sus instantes
de presagio, cuando intenta encarrilarse en la intuición. Pessoa bien decía que
escribir es habituarse a fingir. El escritor jamás escribe muchos libros, el escritor
escribe realmente uno y lo repite muchas veces. Me agradan las voces con temperamento,
el recato y la duda en un autor, fastidia. Pound: ‘’What thou lovest well remains,
the rest is dross’’ ‘’Lo que bien amas permanece el resto es escoria’’.
18-01-2000
Ahora que acostumbro no entender nada, ni siquiera en las imágenes
recurrentes de Vallejo. Si un mal tipo escribe tan bien, está imposibilitado de
verle fin a sus palabras. Por aquí pasa un río, no entiendo por qué debo estar en
deuda con Malevich, un cuadro blanco en un fondo blanco no significa nada dentro
de nada, me siento más a gusto viendo libros en la vitrina de la librería... Qué
maravilla estar borracho en la playa leyendo a Cardoza y Aragón, sin preocuparme
porque es tarde, recoger piedritas para mi hijo en el lago de Atitlán y quedarme
escuchando la música de los tambores para ignorar las incógnitas que me hacen dudar
y desistir. Si Cardoza y Aragón peregrinara hasta este tiempo seguramente no sería
de los nuestros, seguramente me criticaría por flexible o probablemente estaría
en París tratando de inspirarse con las novedades literarias.
19-11-1999
Me cuestan leer sus ensayos (los de C y A.) son tan literarios,
escribe literatura sobre libros, son poemas extensos, demasiado líricos, mucha imagen,
demasiado saturados de información. Por qué siempre tengo que terminar escribiendo
malos poemas después de leerlo. Luego me enferma tenerlos que tirar y volver a leer
sus ensayos para comprender qué era lo que me decían.
22-03-1998
Seguimos dando giros sin despegar de nuestra esperanza. Cómo
escribir poesía en el mundo hoy. Cuánto de ruego llevan nuestras palabras. Somos
la antropofagia, qué nos cuesta ser la mala consciencia, ver de distinta forma la
fragmentación, de ser nada y símbolo, la paz añadida y la impotencia. No tenemos
más Cardozas.
23-03-1998
¿A quién sirven las palabras? No existe lo inagotable. Cardoza
y Aragón promete al menos que no todo el tiempo seremos indios mágicos. La realidad
no tiene artificio, cuesta más inventar el vacío. La sombra seca de lo que somos
es tan insignificante que es mejor evadir alegremente nuestras debilidades. La permanencia
es transformarnos no falsificarnos.
19-4-1999
Escribir como hablar dormido... Sí, es posible que nadie te entienda
cuando estás dormido, que nadie tome en serio lo que decís. Las mejores líneas son
involuntarias, queremos domarlas cuando comenzamos a aprender y todo se convierte
en imitación, cuando buscamos el camino difícil de perdernos y regresar al mismo
sitio. Escribir es callar o al menos creer que el silencio no es eterno.
Cardoza y Aragón hace ruido con la memoria, para él las cosas
siguen y siguen pasando sin detenerse, no tiene quietud. Se instala en terreno baldío,
exila su lucidez en la detonación de las imágenes escritas para ser vistas. El sobrio
terremoto de su infancia dejó a sus pies la abierta soledad. Sólo de lejos se recuerda
la infancia, únicamente vive en nosotros lo que hemos perdido. Qué sombra dejó en
él un río, la naturaleza que se esconde. Empezamos a vivir el tiempo de las exclusiones,
el ser humano comenzará a morir junto al camino, una tecla presionará el nuevo mundo
y tendremos que hacernos a un lado para que los dinosaurios se maten.
Vale la pena sentir de cerca las canciones de la tormenta, leer
al día siguiente lo que escribimos dormidos, vale la pena rebelarse y sentir un
poco.
01-12-2000
Guatemala Las líneas de
su mano:
Las paredes
ennegrecidas con letreros de Alka Seltzer,
las revoluciones
tristes,
los muertos
sin nombre,
los peatones
rápidos,
los travestís,
los borrachos
de la diecisiete,
las cárceles
abiertas,
la maldita
Huelga de Dolores,
las abarroterías
de cerveza,
las zonas
de coca,
las secretarias
cursis,
los volcanes
promiscuos,
los marimbistas,
los rockeros,
el mal fútbol,
los poetas,
las puertas
giratorias,
los supermercados,
las piscinas
con olas,
el mapa en
relieve,
los niños
trabajadores,
las madres
solteras,
los tamales,
las hamburguesas,
las maquilas,
las pertroleras,
los informes
de memoria histórica, las dos derechas, las masacres onerosas,
la cacareada
“pluriculturalidad”,
los pocos
aciertos,
las estatuas
de animales,
los abuelos
arbencistas, los soldados “demócratas”,
los baños
en los parques, los desempleados,
la fe en
la muerte, el grito y los cohetillos,
el desencanto
y las ojeras, el paisaje y el código de barras...
Las líneas que faltaron.
Me da la sensación de no haber añadido nada a lo dicho anteriormente.
Entre otras cosas porque no tengo mucho que decir. Alguna vez creí hacer lo correcto,
pensé que un poema era mejor que todo y que nada, algo es cierto, el primer libro
de Cardoza y Aragón que llegó a mis manos aún no lo he terminado. Siento que aquella
lectura escenificada no ha concluido y que apenas estoy comenzando a conocerlo.
Quizá por esa manera tan suya de interpretar el dolor e interpelar nuestro cansancio
de tantas cosas, Guatemala es el purgatorio de los artistas, las penas y el dolor
se quedan aquí. Es tan necesario Cardoza y Aragón cuando estamos tan solos “Es algo
más triste, deslumbrante y alto estar a solas con la vida’’. Estoy seguro que Cardoza
y Aragón ha regresado, sólo que para seguir actuando su ausencia.
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