RAFAEL CUEVAS | Magda Zavala y Centro América: una región entre mareas
MZ | Antes de responderte, agradezco esta entrevista y tu lectura acuciosa de
Tríptico de las mareas. El aplazamiento en la publicación de este libro tiene varias
razones. En realidad, la primera es mi lucha de resistencia frente a la poesía.
Empecé a escribir poesía cuando ingresé a la universidad. Me animé incluso un día
a pedirle a Laureano Albán que viera alguno de esos textos. Él los evaluó y me hizo
recomendaciones, tomando muy en serio mi trabajo, cosa que le agradezco hasta hoy.
Sin embargo, sentía entonces que mi relación con la poesía iba en dirección a la
ruptura, más que al ajuste. No quería hacer poesía en ninguna de las direcciones
previstas, particularmente, me sentía muy distante de las estéticas vanguardistas
y del Trascendentalismo, y aunque más cerca del Exteriorismo y del Realismo poético
español, tampoco satisfecha de seguirlos. Me hacía falta en ellos la vena lúdica,
el humor. En consecuencia, no tenía modelos para producir, aunque sí muchos temas.
En particular, me atraía en ese momento la desmitificación de la muerte. Y, por
supuesto, el asunto amoroso. Pero preferí dejar de escribir poesía, si no tenía
un leguaje alternativo, si no había ganado la tensión con el estilo.
Escribí entonces cuentos. Publiqué en 1976 en la revista Oruga el primero,
mientras pertenecía al grupo literario que llevaba ese mismo nombre. Cuando Carmen
Naranjo lo leyó, me buscó para invitarme a su taller literario, con una generosidad
y disposición de apoyo que sigue en el presente como el primer día. Carmen ha sido
una de mis principales hadas madrinas. Entonces continué escribiendo narrativa.
Debo decirte que mi contacto inicial con la literatura fue el cuento, dicho
en voz alta para mis amigas de infancia. Y hablo de la primera infancia, mis cinco
años. Luego el ensayo, pues cuando cursaba el sexto grado, participé un concurso
nacional que organizaba el MEP, si recuerdo bien, sobre el tema de la educación
costarricense y, para mi gran sorpresa, lo gané. Escribí cuentos durante mi etapa
de secundaria que conocían únicamente mis profesores de español. Ellos me alentaron
a seguir el camino de las letras. Otras razones vinieron después: a pesar de que,
en 1978 había hecho la promesa de que no escribiría más poesía, mis días y mis noches
se poblaban de textos que no alcanzaban la escritura y me atormentaban con saña
y no es exagerar. Entonces decidí dejarlos salir, pero no publicarlos. Y así empecé
a llenar fólderes de poemas silenciados. Y como soy bastante disconforme con lo
que produzco (mi lema es alcanzar lo mejor de lo posible, en todos los órdenes),
algunos poemas tienen hasta veinte versiones. Escribí mucho pero no pensé en libros.
Ni en concursos. Me sumé al Taller del Lunes. Pero ahí no encontré afinidad, porque
no andaba yo por los caminos previstos (ni los oficializados, ni los marginales),
y mi voz en femenino provocaba cierto rechazo. Salí del taller y seguí escribiendo,
participando en recitales y forjando mi voz. En realidad, no quería publicar poesía
antes de dar por terminada la etapa de formación. Creo que hay muchos poetas prematuros.
Luego me di cuenta que la búsqueda de edición puede ser un camino tortuoso en Costa
Rica y, además, estaba enfrascada en otros proyectos.
RC | Leyendo tu poemario uno se encuentra con múltiples temas que se agrupan en
partes que parecen libros dentro de otro libro. ¿Se podría decir que este es un
poemario un poco antológico?
MZ | Tríptico de las mareas es un libro de libros, tres libros en uno, pero no
puedo decir que sea antológico. Ni agota, ni incluye, todo lo que he escrito en
estos treinta años de trabajo poético, es sólo una parte importante. Me di cuenta
de que todo ese material podía organizarse en tres libros, por su temática y por
su disposición emocional y estética. Sin embargo, pertenecían a una unidad mayor,
se podían integrar en un solo libro. El primero es más lírico, aunque también atravesado
por otro tipo de poemas, tiene como centro La Tierra; el segundo es manifiestamente
epigramático, el más grande, está dedicado al Sol y el tercero contiene aspectos
de los dos primeros, aunque minoritariamente, para dar paso a una poesía más utópica.
Se lo dediqué a la Luna. Todo el libro se estructura en torno a las tensiones que
relacionan estos tres astros y las mareas que provocan, vistas en dimensión simbólica.
Por supuesto, no sólo se habla de mareas relativas a los mares, sino a todo tipo
de atracción entre cuerpos relacionados gravitacionalmente. Por eso el símbolo de
los tres planetas alineados, que pueden traer las más altas mareas. Ciertos temas
permanecen y anudan los tres libros.
RC | Hay varios temas recurrentes en este poemario: el amor, la relación de pareja,
la mujer y su deseo de autonomía. ¿Creés que haya alguno dominante sobre los demás
o que sirva de hilo a todo el poemario?
MZ | Ese conjunto o eje temático que mencionás es uno de los más importantes.
La necesidad de construir una nueva relación amorosa, donde los sujetos estén en
paridad, sin violencia, sobre la base de mucho respeto y búsqueda del placer. Pero
creo que otros ejes atraviesan también el libro: el político es igualmente importante,
también el ecológico, la dimensión feminista, la crítica a la cultura y a la literatura
misma… No sé si hay uno dominante, pero puedo decirte que hay un aspecto común:
la utopía de la construcción de una nueva especie humana, que para mí, se ha metido
en un callejón sin salida al haberse construido sobre la base de relaciones sociales
depredadoras, verticales, violentas (la guerra es su expresión más absurda), centralistas,
etno excluyentes, sexo y homofóbicas, creyentes en castas y dinastías, especialistas
en la manipulación y el uso de fachadas y fingimientos para “dar existencia” a lo
que no es real, pero se impone como tal, por ejemplo el mito de la democracia, atribuido
a sociedades manejadas por grupos, familias y organizaciones ocultas tras prácticas
políticas simuladoras. La necesidad de ese salto cualitativo hacia una nueva especie
humana es el mayor anhelo en este libro.
RC | La tuya es una poesía clara, sin recovecos del lenguaje, ¿responde este estilo
a una búsqueda consciente o simplemente tu poesía te “sale” de esa forma?
MZ | Creo que algo contesté sobre esto en la primera pregunta. Llegar a cada poema
en la versión que tiene en el libro, supone haber desechado varias antes, en algunos
casos, muchos borradores. Hacer parecer palabra cotidiana un artefacto lingüístico
poético que debe ser cargado con intenciones y sonoridades precisas, es un ejercicio
muy arduo, aunque en varias ocasiones el texto inicial le llega a uno como dictado.
Cierto, no me gusta la palabra poética alambicada ni la que sigue de manera obediente
una fórmula prevista o estilo. Eso no quiere decir que menosprecie otros trabajos,
en absoluto, los aprecio en lo que aportan, sobre todo cuando desafían lo comúnmente
aceptado, para dar versiones inéditas de la realidad. Sin embargo, para mí, el mayor
reto está en el logro de una voz propia, una manera específica de hacer poesía que
es la tuya, algo así como tu idiolecto poético. Si los jóvenes poetas asumieran
esa necesidad, creo que habría mucho menos libros improvisados y más poetas sólidos
haciendo su camino.
RC | Si hubiera que ubicarte en alguna corriente de la poesía costarricense contemporánea,
¿en dónde creés que calzarías mejor?
MZ | Creo que definitivamente estoy muy lejos de las vanguardias y más cerca de
los realismos poéticos, pero tampoco me ajusto a ninguno. Por ejemplo, no soy exteriorista,
ni enteramente conversacional. Trabajo con algunas dosis de poesía neo conceptualy
concreta (no puedo dejar de ver la poesía en dimensión gráfica) y con algo de antipoesía;
además, me encanta el humor sin estridencias, la sutileza humorística, el juego
(algo de postmodernidad), sobre todo cuando supone el papel activo de quienes leen.
Me gusta mucho asumirme en diálogo con esa persona tan importante que llega al libro,
por distintos motivos, a compartir con él. La relación entre el libro y el lector
o lectora, me parece a mí, teje una historia hecha de proximidad íntima, afecto,
aprendizajes, disfrutes…
Quiero comentarte que en un país tan conservador desde el punto de vista
del trabajo literario como Costa Rica, los que se atreven a experimentos sufren
el peligro de ser invisibilizados, cuando no sutilmente puestos en los márgenes
de la literatura. Aquí, el Modernismo duró mucho tiempo vigente, luego pasó lo mismo
con las vanguardias, ni que se diga de las expresiones costumbristas. Es más, hay
corrientes estéticas que se “oficializan”, es decir, se transforman en la estética
que se valora y reconoce por medio de premios y publicaciones. Es el modelo estético
que se enseña, a tal punto que los más jóvenes hasta les parece que quien no sigue
ese modelo no es poeta o escritor.
RC | Tenés publicada una novela y varios cuentos en periódicos y revistas. A pesar
de ello, yo te veo más como poeta que como novelista o cuentista, ¿estás de acuerdo
con esto?
MZ | No sabría decirte. Me siento narradora cuando escribo narrativa. El disfrute
y los retos del trabajo narrativo, lo sabés, tienen sus particularidades, frente
al poético. No podría conformarme sólo con uno de esos campos. Hay asuntos que,
según siento, debo tratar en forma de relatos y, otros, en poesía de distintos tipos.
A veces, se me mezclan. También he estado muy tentada por la dramática, pero sé
que debería conocer mucho más de los distintos sujetos y oficios teatrales (actores,
dirección, escenografía…), además del trabajo con el lenguaje dramático, para lograr
algo que valga y se sostenga.
Entonces, seguiré escribiendo los géneros a que me sienta convocada, y que
sea el lector el que juzgue.
RC | Además de tu trabajo literario te has dedicado a la labor de promoción cultural
y académica. ¿Se complementan o se obstruyen mutuamente estas diversas facetas?
MZ | Para mí, la gestión y promoción de proyectos culturales ha sido una responsabilidad
ética. Se trata de abrir espacios para que otros, menos favorecidos o con requerimientos
sin alternativas, tengan opciones, o para llenar necesidades que mejoren la calidad
de vida. Por eso, por ejemplo, consideré siempre, en lo personal, que no solamente
se trataba de alcanzar un doctorado académico como el que colaboré a fundar en la
Universidad Nacional, sino de desarrollar la investigación sobre cultura en Centroamérica,
procurando que muchas más personas pudieran lograrlo, sin salir del país. De ese
modo, la región tendría expertos en estudios de cultura, formados por nosotros mismos.
Lo común había sido que vinieran a estudiarnos o que los estudiantes de postgrado
se formaran fuera del país. Esa es la motivación originaria que me llevó a proponer
el Doctorado Interdisciplinario en Letras y Artes en América Central, DILAAC. Me
ha dado mucho gusto ver ya a un buen grupo de graduados, con importantes tesis sobre
la cultura centroamericana.
Algunos proyectos se han quedado a la espera, por ejemplo, el que promoví
desde la Maestría en Estudios de Cultura Centroamericana en 1997, con el propósito
de lograr un Centro Cultural y un Museo de la Educación en Heredia, cuya sede, según
propuse entonces, fuera la Escuela República Argentina, por su belleza arquitectónica
yubicación. Presenté a la UNA y al Concejo Municipal una propuesta precisa. Ahora
me doy cuenta que se ha aprobado en la Asamblea Legislativa un proyecto en este
mismo sentido, que es hoy una realidad.
En estos momentos, puedo decirte que si hubiera estado dedicada con exclusividad
a la escritura de libros, posiblemente tendría muchos más publicados, pero no me
sentiría bien conmigo misma. Me asombra el narcisismo de muchos de los escritores
e intelectuales, que viven en auto contemplación permanente. Yo prefiero la lección
de solidaridad social que nos enseñó un grupo importante de antecesores, desde Joaquín
García Monge y Carmen Lyra, hasta Carmen Naranjo y Julieta Pinto, entre otros.
RC | Te has dedicado en los últimos años a promover la literatura femenina. ¿Considerás
que ésta tiene calidades distintas a las de los varones? ¿Cuáles?
MZ | Cierto, le he dedicado casi ocho años a este campo de estudios, por la misma
razón por la que estudié antes la literatura centroamericana, que era un ámbito
sin identidad propia, luego la literatura indígena centroamericana y ahora escribo
sobre literatura de mujeres afrodescendientes y literatura de minorías sexuales.
En realidad, me doy cuenta que he hecho un camino hacia el reconocimiento de las
marginalidades literarias, en busca de su visibilización. Es una forma de procurar
justicia en el plano simbólico.
Después de este tiempo de reflexión sobre la literatura de las mujeres en
Centroamérica, creo que existen predilecciones de las escritoras, distintas a los
escritores, en cuanto a elección de géneros literarios, temas y particularidades
en su tratamiento, así como formas enunciativas e intenciones. Por cierto, todas
esas “marcas” eran disimuladas, hasta donde ellas podían, por las escritoras de
antaño (recordemos que algunas hasta se refugiaban tras un nombre masculino) y ahora
se tiende a reivindicarlas. Eso no quiere decir que un hombre no pueda escribir
literatura femenina y hasta feminista. Y que una mujer no pueda hacer lo contrario.
Se puede, se ha podido a lo largo de la historia de la literatura, tanto como escritores
no indígenas han escrito sobre temas y personajes indígenas. O actores blancos interpretan
a afrodescendientes en el cine. La maestría en el logro está en el grado en que
puedan manejar las “marcas” de género y convencer al lector. Eso supone una captación
profunda de la psicología y de la cultura del género opuesto. Y una liberación de
los prejuicios.
Sobre las características privativas de la literatura de mujeres, eso depende
de cada cultura, época, grupo social y étnico, y hasta etario. Esas características
no son fijas y universales sino relativas, pero sí distintivas. Por ejemplo, te
puedo decir que en la poesía de las mujeres centroamericanas de los años ochenta
y noventa existen temáticas muy específicas: se reivindica el propio cuerpo, la
dignidad gozosa de sus partes ocultas, el disfrute sexual sin ataduras (para los
hombres no podía ser una reivindicación), el derecho a disponer del cuerpo, a disfrutar
de él. Nada similar ocurre en la poesía de los varones, porque están viviendo otra
historia desde milenios. Y por supuesto, algunas escritoras buscan formas nuevas
para las novedades temáticas...Por ejemplo, Ana Istarú propone un estilo neobarroco
conversacional para su poesía de tema erótico.
Quisiera mencionar que existe toda una polémica, bastante irresuelta todavía,
sobre cómo identificar la producción literaria de las mujeres. En mi caso, prefiero
no llamarla “femenina”, para evitar la alusión al estereotipo de género. En realidad,
la literatura femenina o creyente en lo femenino existe, aunque escrita tanto por
hombres como por mujeres. Prefiero un concepto más abarcador: “literatura escrita
por mujeres” y, en ese marco, partir de que hay una variedad. Tenemos la que asume
y consume el estereotipo femenino (en distintos grados), la feminista y la postfeminista.
Sobre sus diferencias se podría hablar mucho.
RC | Conociendo que lo centroamericano ha estado bajo tu atención por muchos años
¿podrías darnos tu opinión sobre si considerás que existe hoy una literatura centroamericana
o si solamente existen literaturas nacionales?
MZ | Yo parto de la hipótesis de que existe una comunidad inter literaria en Centroamérica,
con denominadores comunes, afines a nuestra condición geocultural ístmica, aunque
no seamos conscientes de este hecho, e incluso contra los dictados políticos que
la han disminuido al mínimo en algunos períodos. Es decir, compartimos e intercambiamos
condiciones de producción y de consumo literarios en Centroamérica, como compartimos
procesos de colonización en el pasado y de neo colonización en el presente, debido
a que las metrópolis diseñan para nosotros estrategias comunes en los distintos
ámbitos y las clases dirigentes han respondido de manera muy próxima, con excepciones
que hoy se pierden. Hemos tenido y tenemos, además, redes intelectuales intercomunicadas,
que han ido intercambiando saberes y respuestas ante las limitaciones. Y ha habido,
y hay, agrupaciones regionales de escritoras y escritores mediante las que unos
aprendemos de los otros, sea a distancia o de manera presencial, mediante encuentros
de todo tipo. Sé que conocés muy bien esa realidad. Seguir asumiendo que las literaturas
nacionales están aisladas en la época de la Internet me parece cada vez más un efecto
de percepción, justificado en el pasado más que en el presente. Para mí, los aislamientos
fueron reales y parte de alguna estrategia. Por eso no tenemos un tren centroamericano
que es una necesidad evidente desde el siglo XIX.
Existen, sí, particularidades propias de cada campo literario nacional, algunas
de ellas vienen de la diversidad que hay en el interior de cada una de las literaturas
nacionales. Por ejemplo, Guatemala tiene un movimiento de nuevos escritores indígenas,
con representantes prestigiosos dentro y fuera de la región. No sucede lo mismo
en Costa Rica, donde la literatura indígena de autor carece de expresiones conocidas,
pero si existe una literatura afrodescendiente con representantes notables. En resumen,
tenemos tanto denominadores comunes en nuestras literaturas, como particularidades.
RC | ¿Considerás que la literatura centroamericana tiene alguna característica
distintiva con relación al resto de la literatura latinoamericana?
MZ | Si partimos de que la literatura está constituida no sólo por los textos,
sino que es un complejo engranaje que reúne instituciones, productores, consumidores
y medios de difusión y valoración, puedo decirte sin dudas que sí hay características
distintivas. Como señalaba anteriormente, en Centroamérica cada literatura nacional
es diversa en su interior y, al mismo tiempo, interactúa y tiene reciprocidades
con las otras que conforman la región ístmica. Por ejemplo, ha empezado ya un intercambio
entre los escritores indígenas y afrodescendientes del Istmo. Ya existía una dinámica
entre las escritoras desde los años ochenta. No sucede así en ninguna otra parte
de América Latina, que yo sepa. Tal vez en el Caribe antillano se produzca algo
similar, lo que dudo por la diversidad de lenguas y las distancias culturales.
Por otra parte, a esta región llegan tarde las novedades literarias de los
centros metropolitanos de Latinoamérica, hay una asimilación tardía. Otra característica
es la tendencia enfática al desarrollo de formas literarias transculturadoras o
híbridas, pero incorporando los tres componentes básicos: indígena, europeo y afrodescendiente,
aunque de distintas maneras. Esta tendencia es bastante dominante. Y finalmente,
en nuestro terreno literario se asimilan al mismo tiempo las tendencias del Norte,
como las del Sur y a veces, las caribeñas, además de las europeas, en distintos
grados por supuesto. Esta condición de crisol es lo que ha permitido a Nicaragua,
especialmente distinguida por su producción de movimientos estéticos, la posibilidad
de crear tendencias nuevas, por fusión de distintas corrientes, como sucedió con
el Modernismo y el Exteriorismo.
Por lo demás, se comparten las condiciones de la pobreza: las ediciones son
muy limitadas, mil ejemplares es ya un número abultado, nadie puede vivir del trabajo
literario, salvo que sea promovido excepcionalmente por una empresa transnacional
del libro y que sus textos se incluyan como texto para la enseñanza. Y por supuesto,
la literatura sufre los embates de la vida sociopolítica específica, de ahí, la
existencia de temas particulares. Por ejemplo, existe una literatura de la guerra
centroamericana en el siglo XX, e incluso, una estética de la guerra (y de la posguerra,
como se puede ver en la obra narrativa de Franz Galich), muy evidente en la poesía,
en este caso, de los escritores, principalmente...
RC | ¿Qué estás trabajando ahora, alguna nueva publicación, nuevos planes o proyectos?
MZ | Como los libros me acompañan, en gestación, durante años, empecé hace seis
un libro dedicado a las mujeres que se llama “Oh, varia”, para celebrar nuestra
particularidad. Ya he leído varios poemas de este libro en recitales. Es algo que
hago siempre. Pruebo los poemas ante distintos públicos. Hace cuatro años, tengo
entre manos también otro titulado “Agridulce”, sobre el componente sádico en el
amor. Empecé otro más hace varios años, se llama “Río en Filadelfia”. Espero tener
listos los dos primeros el año próximo. Además, estoy escribiendo una novela y varios
libros de crítica literaria. Algo que tengo pendiente es recoger en un libro los
cuentos dispersos. En fin, muchos proyectos de escritura en realización. Y, por
supuesto, continúo mis labores de investigación y gestión cultural. Participo en
un equipo regional que se propone escribir una Historia de la Literatura de mujeres
en América Central y otras iniciativas por la cultura centroamericana. En fin, no
dejo de soñar y de buscar realizaciones.
Agradezco mucho esta entrevista y la profundidad de las preguntas que me
han llevado más allá de Tríptico, pues este libro, que tanto significa para mí,
es sólo un participante cultural más, aparecido en Costa Rica, dentro del escenario
mayor que es nuestra maravillosa región, lamida por el Atlántico y el Pacífico y,
por tanto, entre mareas permanentes.
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§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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