DELIA QUIÑÓNEZ | Miguel Ángel Asturias y su Clarivigilia primaveral
Se trata de una aventura hermosamente compleja, a la que hay
que llegar con la mente dispuesta a compartir el sentimiento y el pensamiento de
un escritor que renovó genialmente nuestra lengua y abrió el camino para que otros
autores participaran de esa renovación literaria y prodigiosa surgida desde las
entrañas de nuestra América.
El viaje no es fácil: es preciso incursionar en un lenguaje donde
hay veredas ocultas y parajes donde debemos detenernos a reflexionar muchísimo para
continuar el camino. Igualmente, hay manantiales de maravillosa agua cristalina,
donde podemos vernos reflejados pero que, a la vez, nos exigen que descifremos sus
mensajes ocultos. Es un mundo concebido desde las raíces de la antigua cultura maya
que floreció en Guatemala, la cual hizo significativos aportes en astronomía, matemática,
pintura, escultura, arquitectura y poesía, entre otros. Se trata de la reinvención
de hechos y personajes de un universo plasmado en el contexto de nuestra historia
ancestral.
Antes de adentrarnos en ese viaje, conviene señalar que Clarivigilia
primaveral es una narración poética en donde Asturias confirma su profundo conocimiento
de textos fundamentales como el Popol Vuh y Los anales de Xahil, los que tradujo
cuando, entre 1925 y 1929, asistía —en París— al curso “Los mitos y los dioses de
la America Media”, impartido por el profesor Georges Raynaud. De manera que Asturias
toma de esos textos no sólo lo que aportan históricamente, sino que los transforma
en una obra de creación literaria de la más alta estirpe.
Otros aspectos que es necesario tomar en cuenta, para disfrutar
ese viaje al país de la imaginación que el autor nos ofrece, es el influjo que sobre
él ejercieron las corrientes vanguardistas europeas de principios del siglo XX;
entre ellos, el surrealismo. Así también, la tradición literaria española, el modernismo
capitaneado por Rubén Darío y el lenguaje coloquial —con su gran riqueza metafórica—,
propio de la Guatemala mestiza.
Miguel Ángel Asturias construyó su magistral obra literaria,
gracias a un denso proceso creativo y de un intenso trabajo de elaboración verbal
que lo condujo —como se dijo antes—, al logro de una renovación lingüística que
influyó de manera determinante, en la producción literaria de los autores latinoamericanos
más representativos de nuestra lengua.
En Clarivigilia primaveral Asturias pone de manifiesto una original
propuesta respecto del acto literario de crear; así como las razones de su palabra
y la importancia del lenguaje por sí mismo. En este último sentido, sugiere que
la poesía se construye no sólo con la fuerza y la magia de la sensibilidad, sino
sobre la base en una arquitectura verbal trabajada por el artista a partir del lenguaje
mismo.
Desde el título del libro, Asturias define la jerarquía de las
palabras en el acto creador. Señala la actitud del clarividente —el artista—, que
vigila en la claridad con la lozanía de la primavera, símbolo a la vez, del ser
y el renacer de la creatividad.
Por otra parte, encontraremos toda una serie de recursos literarios
entre los que sobresalen las repeticiones y las onomatopeyas que muchas veces se
presentan sin orden convencional; todo ello, en función de una extraordinaria sonoridad
desgranada a lo largo de los textos. El léxico empleado es rico en neologismos (Oropensantes
Luceros, Ambimano Tatuador, Sollosollozo) que contribuyen a lo ficcional; así también,
las palabras propias del mundo prehispánico son parte de un hermoso juego de elementos
intangibles como la naturaleza de los personajes, con otros tan reales como el jade
y la obsidiana, o la bella textura de jícaras y tatuajes.
Miguel Ángel Asturias es, primordialmente, un poeta; quehacer
que se evidencia en gran parte de su obra narrativa y, particularmente, en sus cuentos
y leyendas. Rompe magistralmente con las fronteras de género y esta ruptura se manifiesta
plenamente en Clarivigilia primaveral. De ahí, que los estudiosos definen este libro,
publicado en 1965, como un poema épico, por el desarrollo narrativo que se expone
mediante una incuestionable orfebrería poética y en medio de una naturaleza que
no es otra sino la de Guatemala.
De manera pues, que vamos a viajar al país de la imaginación,
o mejor dicho a un “país forjado a miel”, que es Guatemala, de la mano de personajes
creados por Asturias, para narrar una historia donde los motivos claves son el arte
y los artistas y su presencia desde la creación del mundo; sus hechos de vida, sus
vicisitudes y la necesidad de la permanencia del arte en el mundo. Todo ello, inmerso
en las fuentes de las antiguas historias de la cosmovisión maya.
Nos vamos a encontrar con aquellos muchachos que igual rescataban
el canto de los pájaros, como acertaban a punzar el aire con la cerbatana; que tallaban
el color y la forma con minuciosa paciencia. Y es que en el libro se conjugan esos
oficios practicados por quienes Miguel Ángel Asturias llamó
Mágicos-Hombres-Mágicos
que se manifiestan
en la casa de las Cinco Rosas,
donde el
tiempo no es fecha sin flecha.
(…)
Sagrados
son,
prometedor
es su prodigio,
los cuatro
en un solo cuerpo,
los cuatro
en un solo hombre.
Personajes de gran calado son: el Ambimano Tatuador, creador
de quienes cultivaban la música, la escultura, la pintura y la poesía, a quienes
llamó “clarivigilantes brujos, en un mundo que
(…) él creó
con sus ojos
y tatuó con
su mirada de girasol,
creó con
sus manos, la real y la del sueño,
creó con
su palabra, tatuaje de saliva sonora,
mundos que
al quedar ciego
rescató del
silencio con el caracol de sus oídos
y de la tiniebla
luminosa
con su tacto
de constelación apagada,
con sus dedos
enjoyados de números y colibríes.
Las fuerzas del mal destruyen a los artistas. Pero como no es
posible la vida sin ellos, los dioses crean a Cuatrocielo, que como su nombre lo
indica tiene cuatro identidades y quien es igualmente perseguido por oscuros enemigos,
que incendian y destruyen la tierra. Cuando ésta renace, aparece el Cazador del
Aire quien advierte sobre la ausencia de las artes, pero acepta que no existe la
magia por sí misma, sino solamente en el arte creado por los artistas:
la poesía
oculta, sin palabras canta.
Es la flor
del cactus, si la ven las flechas,
la flor del
amatle, si la ven los ciegos,
y la flor
abstracta, si la ven los ceros
con ojos
redondos…
(…)
…poesía sí,
pero no magia.
Cuatricielo es depositario de la poesía, la pintura, la escultura
y la música. En el poema se denominan los Cuatro magos del cielo o los cuatro Mágicos-Hombres-Mágicos.
Como aparentemente Cuatricielo sólo crea arte para las deidades,
los artistas se resienten y se quejan ante los Cazadores Celestes: Águila de Árboles,
Águila de Luciérnaga de Sol, Águila de Fuego, Águila de Nubes y Águila de Sueños.
Éste último hiere a Cuatricielo, su sangre se derrama formando un lago con piel
de espejo; y, finalmente, es capturado. Entonces, cada año, al llegar la primavera,
Cuatricielo debe ser herido para mantener la presencia de las artes en el mundo,
con el fin de que el arte sea “el alimento de los dioses”. Los artistas quedarán
encargados de crear y reinventar las artes, “porque de ellos es la aurora / primaveral
de este país forjado a miel”:
Los de los
sonidos en remojo,
clarivigilantes
brujos de la música,
clarivigilantes,
claridormidos, claridespiertos.
Los de los
colores en remojo,
clarivigilantes
brujos de la pintura
clarivigilantes,
claridormidos, claridespiertos.
Los de los
cantos en remojo,
clarivigilantes
brujos de la poesía,
clarivigilantes,
claridormidos, claridespiertos.
Desde el punto de vista de la historia narrada, pareciera que
el viaje ha terminado. Sin embargo, Clarivigilia primaveral invita a sucesivos recorridos,
precisamente porque la magia de la palabra creada y recreada por Asturias, es el
sustento luminoso de esta obra de extraordinaria belleza, por medio de la cual es
posible llegar a un “país forjado a miel”, que es Guatemala.
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Fortaleza CE Brasil 2021
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