terça-feira, 22 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Nelson Merren

HELEN UMAÑA | Nelson Merren y su generoso Carpe diem



En la lírica hondureña contemporánea, la obra de Nelson Merren es fundamental. De “Calendario negro” a “Color de exilio”, Merren nos enfrenta a una temática sombría expresada a través de mecanismos formales que –de lo neobarroco a la antipoesía– permiten colegir que, en dichos libros, se encuentra una de las claves del actual quehacer poético de Honduras.

Independientemente de ubicaciones cronológicas, el barroco es exaltación y desequilibrio. Laberinto sígnico de galerías que avanzan, retroceden o se bifurcan en dimensión de profundidad. Es pasión por el mundo vertida en moldes donde la palabra es plenitud. Fuerza que no soporta límites: Dionisos.

Pero lo barroco también es parapeto. Valladar lingüístico frente a la angustia. Disfraz o enmascaramiento de una realidad que lacera. Cobertura –en vorágine inútil de palabras– de hondos socavones del espíritu. Es, en fin, retorcida voluta en espasmo de agonía tratando de detener la irreversibilidad del tiempo. Entrelíneas, siempre Thanatos.

Y en el barroco, el placer y el dolor, generalmente, cabalgan sobre el mismo verso o sobre la misma línea. Palmo a palmo, el sensualismo -necesariamente implícito en el goce que entraña el manejo de la palabra- se proyectará desde las interioridades convulsionadas del hombre. La paradoja y la antítesis surgen, en buena medida, de esa doble instancia, presente casi siempre.

(…)

Evidentemente, en “Calendario negro”, Merren se ciñe a procedimientos artificiosos que le restan frescura global al libro. Fáciles recursos de carácter anafórico, antítesis esquemáticas y una descripción ampulosa donde se abusa frecuentemente del adjetivo y del lugar común.

Sin embargo, ya en “Calendario Negro”, Merren realiza incursiones en una nueva manera de decir. En algunos poemas, sin renunciar a los esquemas de corte tradicional que viene manejando, Merren empieza a socavarlos mediante una inusual sencillez, imágenes insólitas o cortes que destruyen el ritmo excesivamente musical.

El rompimiento se concretará en “Mundo de cubos”. Este poema, fechado en 1962, constituye una muestra realmente novedosa en la poesía hondureña de ese momento. Merren ya no busca imágenes alambicadas. Yuxtapone elementos dispares que rompen el ritmo encasillado en moldes tradicionales. Introduce bruscamente el lenguaje cotidiano y términos considerados no poéticos por la retórica usual. Incorpora palabras de otro idioma. Quiebra la sintaxis lógica del discurso y omite algunos signos de puntuación.

(…)

“Mundo de cubos” es esa la línea de deliberado prosaísmo que, incorporándose a la gran corriente de la antipoesía latinoamericana, no sólo socava una anquilosada manera de decir sino también las bases del edificio social que ha alcahueteado tal uso en el lenguaje. Con nitidez, las formas anticonvencionales, de notas frecuentemente grotescas, han creado la perfecta imagen de una ciudad opresiva, falsa e inhumana.

En “Color de exilio” (1970), Merren acentuará los rasgos esenciales de dicho poema y los cuales, si no me equivoco, le reservarán un buen lugar en la historia de la lírica hondureña, ya que es en esa línea donde entroncan (después de asimilar la gran lección de Roberto Sosa) los más importantes representantes de la nueva poesía hondureña.

Para Merren –lo afirma en “Calendario negro” – el inundo– es “Nada” y sólo merece adjetivos muy duros. Pero esta actitud, aunque nace de un profundo choque social, está visualizada en términos de tipo existencial: la infelicidad y el dolor son connaturales al existir. Esta postura, en sus aspectos básicos, no varía en “Color de exilio”. Sin embargo, en este libro (en germen que ya está en el anterior), el poeta –sin determinar causales– detecta sus efectos en la deshumanización que le golpea tanto. Por ello, en complejidad anímica donde se amalgaman la cólera, la impotencia, el desprecio y la lucidez perceptiva, se da a la tarea de derribar los ídolos que se alzan a su paso. El descreimiento y actitud inconoclasta es total.

Tal postura muestra una de sus facetas más desgarrados en un hecho muy simple: Merren es ajeno a cualquier tipo de esperanza. Ningún respiradero espiritual atempera lo sombrío de su mundo. Estamos frente a uno de los poetas raigalmente más solos de toda la literatura hondureña. En este sentido, la autocalificación de “lobo estepario es certera. Lo es, también por el desconocimiento e incomprensión que existe en torno a su obra.

Pero volviendo a nuestro asunto, vemos que cada poema de “Color de exilio” es la faceta de un mundo de “excrecencias indefinidas” donde no hay lugar para dioses de ningún tipo y en el cual los hombres se ven como “termitas envanecidas, arrogantes, frágiles”. Por ello, entre sus temas tenemos: la omnipresencia del dolor; la desesperanza frente a un mundo absurdo; el horror del nazismo; la insoslayable presencia de la muerte; la imposibilidad de la relación profunda hombre-mujer; la tajante separación entre el yo y el mundo de los demás, etc.

Ahora bien, lo importante desde el punto de vista de la literatura no radica en dichos señalamientos, sino en la solución poética que el autor dio a los mismos: para verbalizar situaciones absurdas e irracionales y que no le merecían ningún respeto, la mejor opción radicaba en la irreverencia formal. En hacer que el signo verbal estallase de sus marcos referenciales cotidianos y que, en su estallido, arrastrase consigo los esquemas poéticos tradicionales. Como vemos, la poesía de Merren se mueve, lo repito, en la vitalizante atmósfera de la antipoesía latinoamericana.

La brusca intrusión de lo conversacional, del lenguaje comercial (con su implícita denuncia de la alienación que representa), el ataque a la respetabilidad acomodaticia o insulsa y el cuestionamiento de los patrones éticos extraídos de libros o revistas de dudoso trasfondo, se evidencian en “Borrador para epitafio”, antipoema verdaderamente antológico.

En el poema que lleva el irónico nombre de “Carpe diem”, Merren rompe toda compostura: hay demasiado dolor y rabia como para no expresarse con la exacta plenitud y riqueza del vocablo soez:

CARPE DIEM

 

Hay días

como una calle entre solares baldíos,

pavimentada y sólo

basuras y malezas a los lados.

Días en que el café y el pan

saben a yeso, a furia seca, a estafa,

ya dispuestos y lanzados desde el periódico

con su político yankee

deteniendo el cortejo

para besar a una niñita birmana

o maternalmente calculando votos

mientras acaricia a un negrito de Harlem.

El jugo de naranja como purga

mientras sonríe con sus quince abriles

una gentil culta filósofa etcétera

damita qué asco

y más allá está el Papa declarando

con una perspicacia turullante

que la situación del mundo es grave.

 

Atravesar la calle con cuidado

por moderno atavismo,

el mismo gordo vendedor de frutas

con su falsete por lo visto patentado

el vendedor de lotería como una mariposa plañidera

ejercitando su ingenua demagogia

y en la esquina, ya con ojos de camello,

ver otra vez que el Papa

ha prometido orar por las víctimas

del terremoto en Turquía,

y las ganas terribles de gritar ¡mierda todo!

Hasta que se nos sosieguen las glándulas y los dientes.

 

Días como una carretera

bajo el sol, recta, vacía, interminable.

 

Merren, bajo la envoltura cínica, crepita de dolor al recordar la barbarie nazi, grita su desprecio ante un mundo de estulticia y superficialidad; levanta su cólera ante la hipocresía y, para no ser agredido, se mete en la piel del lobo que huye a las estepas. Pero termina ubicándose al lado del hombre. Merren –si lo pensamos bien– no es tan lobo estepario como él mismo cree”.

 


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§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

ARC Edições | Agulha Revista de Cultura

Fortaleza CE Brasil 2021



 

 

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