GALEL CÁRDENAS | Sobre Rigoberto Paredes
Centroamérica fue
para él un espacio más que formaba parte de su tierra natal, fue el campo traviesa
de su andar de trovador egregio que visitó centros culturales, universidades, librerías,
grupos literarios, revistas de corte estético en cuyas páginas dejó signada su poesía
de una factura y textura que transpiraba la siempre serena pluma que escribía con
estilo que —al decir de Helen Umaña— era de ritmo reposado, de una especial mesura,
en donde casi siempre la ironía formaba parte de su visión crítica del mundo, de
su contexto cultural, político y fundamentalmente punzante, cuya esencia fue volcada
en su poesía epigramática por más señas, en donde el carácter lúdico —por lo general
y no necesariamente— siempre afilaba su ristre con el objetivo de poner en cuarentena
el mundo del estereotipo de la sociedad contemporánea, en la cual la ironía y la
mordacidad eran siempre riscos donde el océano de la cotidianeidad chocaba contra
la fuerza del humanismo imperecedero de su poesía.
Lector insaciable
de los poetas mayores de la poesía universal, recorrió culturas, lecturas y con
ello países como quien viaja en el Pegaso de Zeus, el jefe olímpico de los dioses
del parnaso, y así leyó a Safo, Anacreonte, Catulo, Marcial, Garcilaso, Boscán,
y demás autores liricos del renacimiento, poetas medievales, barrocos como Góngora
y Quevedo, tanto españoles como italianos e ingleses.
Rigoberto era un
cúmulo de lecturas especializadas en poesía de todos los tiempos, y lo marcaron
los poetas vanguardistas más connotados del futurismo, del dadaísmo y del expresionismo
de nuestro mundo contemporáneo, y las voces que le rodaban en su memoria no se apartaban
los colosales griegos Giorgos Seferis, Yannis Ritsos, Constantino Cavafis, Costas
Cariotakis, Andreas Embiricos, textos que solíamos prestarnos entre nosotros sus
amigos del ayer y del hoy, y compañeros de este viaje terrestre que protagonizamos
junto a él con toda la intensidad posible que un poeta del siglo XX pueda asumir.
Pasaron por nuestras
manos toda la generación del 27, los poetas de habla inglesa, como Walt Withman,
Ezra Pound, T. S.
Eliot, William B. Yeats, Edward E. Cumming o Hughes Langston.
Leímos conjuntamente
poetas franceses, alemanes, rusos, chinos, árabes, en fin, a lo mejor recorrimos
estas lecturas cada uno en sus casas pero con la conciencia colectiva que nos caracterizaba,
a cuya cabeza siempre emergía nuestro amigo, hermano y compañero poeta Rigoberto
Paredes, con el cual pusimos la poesía hondureña en una nueva instancia, con un
lenguaje que rechazaba la retórica, el academicismo, el purismo lingüístico, y asumía
la invención del habla cotidiana, la mala palabra, el humor, la ironía, el sarcasmo,
la burla mesurada pero alegre, y así nos encontramos con los poetas progenitores
latinoamericanos como Vicente Huidobro, César Vallejo, Pablo Neruda, de tal manera
que un tiempo estuvimos inmersos y enfilados o como poetas vallejianos o poetas
nerudianos, cuestión que —con el pasar del tiempo—, fuimos olvidando la polémica
estéril, pues ya éramos nosotros mismos con nuestras propias voces.
De modo que Jorge
Luis Borges, José Lezama Lima, Octavio Paz pervivían en nuestras bibliotecas animándonos
siempre, junto a los nicaragüenses Pablo Antonio Cuadra, José Coronel Urtecho, Luis
Alberto Cabrales, Joaquín Pasos, Salomón de la Selva, Ernesto Cardenal, y además
los salvadoreños Roque Dalton, Roberto Armijo, Roberto Cea, Alfonso Quijada Urías,
los guatemaltecos Roberto Obregón, Otto René Castillo, Carlos Illescas, los costarricenses
Jorge Debravo, Alfonso Chase, Laureano Albán, Ana Istarú, Ana cristina Rossi, Osvaldo
Sauma.
Con muchos de ellos
Rigoberto y nosotros junto a él, conversamos, compartimos mesas de lectura, convivimos,
intercambiamos experiencias. Pasaron por nuestra tierra invitados por el poeta Paredes,
en los encuentros de literatura centroamericana y en los simposios literarios que
organizábamos con la UNAH.
Pero los padres
de nuestra generación de vanguardia fueron Roberto Sosa, Òscar Acosta, Pompeyo del
Valle, y Antonio José Rivas, quienes nos arroparon con su magnífica poesía y sus
ejemplaridades humanas, los acompañamos y con ellos crecimos para construir la generación
de vanguardia del país, tanto en su primera fase como en su segunda etapa, de la
cual somos protagonistas.
Rigoberto Paredes
fue un fundador de la nueva literatura y con su magisterio fundamos editoriales
como Editores Unidos, Editorial Guaymuras, y por último, él creó Ediciones Librería
Paradiso.
Muchas revistas
fundó como Alcaraván, Galatea e Imaginaria, formó parte de Consejos Editoriales
en todo Centroamérica y en parte de América Latina.
Fue tan reconocido
y amado, que el poeta salvadoreño, en su face book del día de hoy martes 10 de marzo,
Miguel Angel Chinchilla, escribió:
A la comunidad poética centroamericana les comunico que
este día ha fallecido el poeta hondureño Rigoberto Paredes. José Cemí, Opiano Licario,
Fronesis, Foción y los demás personajes de “paradiso”, y yo también, nos declaramos
en duelo por el fallecimiento de este bróder poétido centroamericano.
Que San Juan de la Cruz patrono de los poetas de habla
hispana le ayude a cruzar el río de la eternidad.
Rigoberto escribió
ensayos, artículos de fondo, y fue autor de obras como “En el lugar de los hechos”,
“Las cosas por su nombre”, “Materia prima”, “Fuego lento”, “Lengua adversa” y, más
recientemente, “Partituras para cello y caramba” (2013) e “Irreverencias y reverencias”.
En esta obra pudimos
encontrar las huellas de todo lo que vivió, dijo, experimentó, asumió, expuso, trabajó,
luchó, fundó, y su poesía ahora forma parte del legado que nuestra generación entrega
a las posteriores etapas del desarrollo de la literatura nacional.
Con su muerte, que
es su vida, viaja en el Pegaso inmortal de su obra literaria hacia el orto infinito
donde los dioses del parnaso lo reciben con el calor mismo que él no entregara en
su palabra, su voz, su abrazo, su risa y su presencia siempre serena.
Hoy se une a la
pléyade de los escritores inmortales de nuestra patria, hoy se encuentra en la diestra
de Juan Ramón Molina, Froylán Turcios, José Antonio Domínguez, Alfonso Guillén Zelaya,
Clementina Suárez, Jacobo Cárcamo, Antonio José Rivas, David Moya Posas, Nelson
Merren, Roberto Sosa, Oscar Acosta, Finlander Díaz Chávez, Medardo Mejía, y todos
los que construyeron con su obra el esplendente edificio de la poesía nacional,
donde ahora acudimos sus amigos a repasar, degustar, y conmovernos con la más hermosa
lectura que un ser humano pueda imaginar cuando repasemos uno por sus versos sabios,
exactos, irónicos, traslúcidos, y pausados a la vez, del amigo y hermano que ha
sido es y será el poeta Rigoberto Paredes.
Hasta pronto querido
compañero, hermano y cómplice de nuestros sueños utópicos de la patria que hoy recoge
la totalidad de tu vida imperecedera. Rigoberto Paredes eres el sol que nunca fenece.
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