quarta-feira, 23 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Tristán Solarte

JAVIER ALVARADO | Evocaciones de Guillermo Sánchez Borbón y Tristán Solarte: el aeda y el prosista del archipiélago de Bocas del Toro

 


Hay en la literatura una memoria de la imaginación que nada tiene que ver con la experiencia real, que es, de hecho, una vida distinta, y esa experiencia de la imaginación seguirá dotando de realidad la búsqueda del caballero medieval o la masa de una ballena blanca, gracias a la fuerza de una imaginación compartida.

DEREK WALCOTT, La musa de la historia

 

Habrá que imaginar en este año de las historias, por los mentados quinientos años de la ciudad de Panamá, a esos libreros en España que acomodaron en cajas o baúles algunos libros, algunos temerosamente o apócrifamente embalados y etiquetados bajo otros rótulos y que eran a veces prohibidos o vetados al Nuevo Mundo y que llegaron a Portobelo y de allí de diseminaron a otras partes del continente. Así, muchos Quijotes llegaron a ojos febriles, que habitaban las grandes colonias. Esta fascinación con este relato, lo cuenta Octavio Méndez Pereira en su poca conocida novela: Tierra Firme. ¿Soñará o hablará la ciudad o un país de sus escritores: narradores, dramaturgos y poetas? Muchas veces la muerte, nos coloca lo que ya es para muchos un lugar común, el nudo en la garganta y otras veces, para otros, las palabras o los monumentos dan testimonio de que la Parca, nada puede anudar. Una manera de deshacer ese nudo es también rememorando la vida, la vida de cinco seres y escritores, a los cuales tuve la oportunidad de conocer, en diversos contextos, edades y escenarios. De Tobías Díaz Baitry, lo recuerdo recibiendo su premio Miró en el año 1997 y luego las pláticas en su casa sobre poesía, en medio de los bonsáis y orquídeas que cultivaba. De José Guillermo Ros Zanet, las visitas en su hermosa y señorial casa en Bella Vista, en su biblioteca que nos podía hacer evocar a la de los monjes en El nombre de la Rosa y sus firmas de libros de esas ediciones de gran tamaño de los Premios Miró de los años 50 y 60. Nunca olvidaré su postura sobre el tema del amor en la poesía. Con Gloria Guardia el mayor acercamiento fue en Bogotá, luego de una celebración de fiestas patrias panameñas en la Embajada y gracias a la tecnología, pudimos sostener conversaciones e intercambiar correos por vía cibernética, apasionándome esa gran erudición y compromiso de Gloria, con la historia, la literatura y el arte. Fue ella quien, me pasó una larga bibliografía para expandir conocimientos en diversas áreas. Con Rosa María Britton, su cercanía a mi familia, bailando tamborito o las canciones de Yin Carrizo y la sumergida en la trama de sus novelas con sus personajes femeninos tan definidos, revelando esa hondura con que ella llegó a conocer a las mujeres desde su profesión. Con Tristán Solarte, siendo yo un adolescente y estudiante, le dejé un recado en La Prensa, el cual asombrosamente fue devuelto a través de una llamada telefónica y con la ingenuidad de esos años, después de los desvaríos y la admiración de leer El Ahogado, me atreví a preguntarte:

 

-Don Tristán, ¿quién mató a Rafael?

A lo cual, él contestó:

-Hijo, pues yo no sé.

Seguí con un tono inquisidor.

-¿En serio no lo sabe?

Él, sin vacilar, contestó:

-No, te lo juro que no lo sé.

 

Desde allí, se fue creando una camaradería que fue en ascenso con los años. Pude ir a muchas de sus tertulias en el Café Boulevard Balboa donde me convidaba siempre a un “cheesecake” o tarta de queso y a sus presentaciones. Hoy, todos aquí estamos para ofrendar en el más alto relieve a cada uno de ellos. A mí, en particular, a Tristán Solarte, llamado terrenalmente Guillermo Sánchez Borbón.

Bocas del Toro es un lugar enigmático. Una geografía con una historia entre la belleza y el terror, la fecundidad y los crímenes, la bravura de los térrabas, la tierra disputándose con el mar la magia, los barcos con sus misterios coloniales y afrocaribeños, la enjundia de las lenguas indígenas, europeas, el guari guari, el lenguaje de las islas, el creole. Un lugar olvidado, que poco a poco tuvo un surgimiento económico con las bananeras, luego su caída y que ahora mantiene un estatus turístico elevado y que todavía sigue manteniendo ese halo de peligro, desapariciones, asesinatos, olvido y otra vez el prodigio de un paisaje enigmático, bello y tenebroso. Aquí pues, nació un gran escritor que desde su literatura se aprecia ese contemplar de los mitos y tradiciones, el respeto y asimilación de la multiculturalidad, la oralidad de los indígenas. Cierta vez lo escuché con nostalgia decir que ya no escuchaba la palabra “guaymí” que lo había fascinado y con la cual se designaba al pueblo ngabe buglé en aquellos tiempos. Hay testimonio de su degustación infantil y juvenil del rice and beans with turtle balls y el bacalao y la discusión de La dama negra de Shakespeare, sus lecturas y su compromiso con el periodismo. Hoy nos congrega su poesía y prosa deslumbrantes. Bocas del Toro tiene en él, en José María Sánchez, su hermano y en Consuelo Tomás, grandes hacedores de belleza. Ahí, en esas herrumbrosas calles, ahí en los caserones de madera que cuentan plegarias y pasajes de música también sabida, los naufragios y diálogos de piratas que escondían pistolas en cavernas, las frutas de pan que se encienden en las manos, todo eso, se vuelve material para un escritor criollo en todo su esplendor.

Abordar su obra puede ser aparentemente algo sencillo y no lo es. Un hombre de vasta cultura y de innumerables registros. Anécdotas, entrevistas, escritos y páginas literarias que podemos exportar con orgullo en poesía y en novela. Su seudónimo lo tomó, ya que cuando empezó a escribir había otro escritor con su nombre: tomando el nombre de Tristán por Tristán Tzara y el de la isla de Solarte, surge así su nombre literario. Es sorprendente, como la literatura supera a la realidad. Cierta vez, en un conversatorio con don Guillermo, una persona del público relató que, al dar un paseo turístico por Bocas del Toro, le dijeron que la Isla Solarte se llamaba así porque allí escribía poemas Tristán Solarte bajo el sol. Fusionar al sol y al arte: da como resultado Solarte. Él celebró la ocurrencia y seguramente hoy día se sigue contando lo mismo. Él ya en vida era una leyenda y así vivió.

Muchas veces, él declaró sus lecturas de poetas franceses y en lengua inglesa. Cada poeta asimila sus lecturas y crea su propio universo. Tristán Solarte es autor de poemas que son ya clásicos en nuestra literatura, por su hondura, su emotividad y su calidad. ¿Quién no se estremece con En el Onceno Aniversario de la muerte de mi madre?

 

Perdóname por haberte retenido en la tierra,

perdóname por no haber roto las raíces

que en mí hundió tu recuerdo.

Perdóname por haber conservado tus trenzas,

Tus negras trenzas

Que en el fondo del baúl familiar continuaron creciendo.

***

Hoy, que ya regreso de la vida,

Que una helada quietud me va alejando

De todo lo que he sido,

Vengo a decirte con once años de retraso:

Descansa en paz

Yo también voy a rendirme al silencio que tú invocaste.

 

La madre, es un tema recurrente en la obra de Tristán Solarte. La misma vuelve aparecer en el monumental poema Aproximación poética a la muerte:

 

Me recuerdas a mi madre en lo más profundo de tus ojos.

Mi madre era alta y bella; cuando muera, suplicaba, no me entierren en el pueblo, en ese horrible cementerio.

Yo he visto marejadas espantosas

Sacar los huesos de las tumbas,

Desparramarlos por la arena con la espuma bisbiseante.

 

Según declaraciones del autor, el poema fue escrito de un tirón. Muchas veces, Tristán Solarte, apostaba a la literatura y a la creación en tiempo inmediato. Una sola tarde le bastó para crear este poema que ha influido a muchos poetas posteriores. No olvidemos el epígrafe de Korsi: “y esos muertos quisieran un gabán, para arropar sus sueños bajo tierra. Sinfonía en gris. Ese poema de Korsi y este de Tristán, son poemas de gran factura. El poeta termina diciendo:

 

Dame la mano y callemos

Las promesas que se ensañan en nosotros.

Démelos un adiós grave y melancólico

A estas cruces, a estas tumbas,

A este cementerio situado en las afueras del pueblo,

A la orilla del mar como un puerto de extravío.

Dame tu mano y vámonos,

Vámonos al pueblo, a tu casa, al calor de mis muertos,

A copular al amparo de la noche,

Del silencio, del olvido y del miedo.

 

La memoria y el elemento del miedo están presentes en su credo poético. La fascinación por la Tulivieja a través de las narraciones orales a través de su niñera le quedaría para siempre: en su poesía y en su narrativa. Al hacer una lectura minuciosa de su obra poética, como ya lo mencioné observamos la multiculturalidad presente: A Tadeo Brown, Cabanga, Pearly, Los peligros del Faro Fantasma, Greasy Man, El chivato, El Cura sin cabeza, El buque fantasma, entre otros. Ese mestizaje asombroso que se dio tanto en tierra firme como en el paradisíaco archipiélago en Bocas del Toro, se refleja en la obra de uno de sus grandes escritores. El paisaje entre mágico y tenebroso, infantil y adulto, bíblico o apocalíptico está como una gran paradoja o antítesis. Recordemos el título de uno de sus libros: Voces y paisajes de vida y muerte.

Su obra poética fue breve y muchas veces, el confesó su rubor ante haber dejado tan poco; pero la literatura, ya sea en brevedad o en extensión, nos deja bosques perdurables o en este caso, un mar con su ubérrimo archipiélago.

II Su novela más emblemática. El Ahogado. Rafael, el Rimbaud que saboreaba el rondón bocatoreño.

 

“Pero si es muy sencillo:

Avanza ciegamente en la neblina

Tanteando su terreno

Con un tosco bastón de gasparillo,

Hincando huellas de águila en el cieno

Horrendo en que camina.

Silencio: no hagas ruido,

Aguza los oídos,

Escucha su silbido

De pájaro asustado,

Sauce llorón mesándose el cabello,

Buscando en la corriente aquel destello

Que fulguró en los ojos del ahogado.”

 

Parece ser que el proyecto de El Ahogado, se fue fraguando en Tristán Solarte desde su poesía. Un recorrer minucioso por muchos de sus poemas, dará como resultado, algunas pistas, menciones y temas que se desarrollarían en una de las más grandes novelas de la narrativa latinoamericana. Mucho se ha escrito sobre El Ahogado. Es una obra que ha derivado una gran serie de ensayos, estudios y opiniones. Humberto Eco, en sus Apostillas a El nombre de la Rosa dice:

 

el narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?

 

Y eso es lo que hace una obra polisémica y perdurable, todas las interpretaciones y elogios de crítica que ha cultivado. Su autor confesó que en el proceso de escritura, lo del asesinato no le era relevante y lo más importante para él, era el delineamiento de Rafael como personaje y de allí la cantidad de testimonios sobre él: el de la abuela, el padre González, el de Orlando, el de la mujer de don Hernando, la persona que habló sobre sus relaciones homosexuales con él, las pinceladas de Leonor y de Carmen y las propias apreciaciones del Dr. Martínez. Al final, los lectores, con la dualidad de amar u odiar a Rafael, esa especie de Rimbaud bocatoreño, se sumergen en una narración bella y hostil, entre lo gótico, lo detectivesco, lo costumbrista, lo onírico y lo claroscuro.

“Me arrepiento ahora del tono con que fue escrito. Hoy no la escribiría”. Confesó Solarte. Quizás consciente del malditismo del texto. Hay un pasaje, sumamente memorable, que linda con lo mágico y lo maravilloso. La historia del marido de Auntie Rose, la matrona negra que hablaba guari guari, sobre la tarea después de la muerte de su padre y que deben cumplir todos los muertos. Lo rescato:

“Deben, según él, restituir a la naturaleza todas las cosas que le han tomado, transformado o movido de sitio. La cosa no es tan sencilla, porque el hombre vive alterando la sabia ordenación del paisaje. De niño se divierte arrojando piedras a los ríos o a los pájaros. Priva a los árboles de órganos importantes solo para hacerse de juguetes. Quema hojas secas. Atrapa inocentes bimbines en diabólicas trampas; les saca os ojos, las entrañas. Ya mayor, y so pretexto de trabajar, derriba laureles y los convierte en casas, en botes. Saquea cocoteros, ahueca calabazas para hacerse vasijas. Corta la hierba, desordena el bosque. Libera demonios de las fieras. Le roba al mar peces indispensables para mantener el equilibrio de sus aguas. Transforma en humo el tabaco y las ramas secas de los árboles que derriba. No bien muere tienen que trabajar sin pausa, gimiendo, con el fin de volver los objetos a su sitio y forma originales. Cada piedra arrojada debe colocarse en el lugar preciso de donde la tomó. Hay que levantar de nuevo los árboles, prender los cocos en las cimas de las palmeras; devolverle al humo su compleja forma primera; tejer en el fondo del mar la delicada estructura celular de los peces. Muchos objetos desaparecen entonces, inexplicablemente, de la vista de los vivos. Los que están en el secreto, saben a dónde van a parar.”

Un relato que escuchó de algún indígena me dijo, al igual que la leyenda de la Tulivieja, de ocho que recogió y la elegida, de los labios de un campesino de un campito de Alanje. El resultado, una novela magistral, de la cual se han vertido valiosas opiniones: “Desde La Amortajada de María Luisa Bombal y mucho antes de El Niño que enloqueció de amor y El Hermano Asno de Eduardo Barrios, no se daba entre nosotros libro más desgarrador, intenso y dulce. Luis Alberto Sánchez.” “Me parece injusto que esta novela permanezca escondida en un rincón de Panamá. Me alegra su publicación sobre todo por los lectores. Ernesto Sábato” “Le Noye, traducido al francés por Maurice Serrat, nos ofrece una fábula de bruma y maleficio. Se encuentra en la línea de la más moderna novela francesa. Antonio Espina.” “ Descubriendo a este autor, comprendemos el pensamiento profético de Paul Valery, que veía en la América latina una reserva de fuerzas, savias y temas más o menos agotados en Occidente. Selección des Libraires”.

Una novela que forma parte ya del legado cultural de los panameños y de la cual su autor, en una entrevista aseguró que no era de lectura obligatoria. Algo que hay que revisar al igual que con otros libros de autores panameños. Las nuevas generaciones deben crecer con estas lecturas. Ojalá un sello como Alfaguara, Penguin Random House o una de gran alcance actualmente pueda editarla, al igual que otras más de nuestra narrativa: Desertores y El Desván de Ramón H. Jurado, Valentín Corrales, el Panameño de Acracia Sarasqueta de Smith, Loma ardiente y vestida de sol de Rafael Pernett y Morales, Plenilunio y la Isla Mágica de Rogelio Sinán, Luna Verde, Flor de Banana o Gamboa Road Gang de Joaquín Beleño, por mencionar algunas. Tristán Solarte escribió otras obras como El Guitarrista, Confesiones de un magistrado y La serpiente de cristal. Volver a su poesía y a su narrativa es un tremendo viaje literario. Recibió numerosos reconocimientos como: la Orden al Mérito intelectual concedido anteriormente a Rogelio Sinán, la Medalla Rogelio Sinán, el premio Ricardo Miró, fue candidato al Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y la Orden Manuel Amador Guerrero en el grado de gran oficial. En mí quedarán todas esas vivencias y la conversación telefónica preguntándote por el autor del crimen de Rafael y su insistente y cómica negativa ante mi inocencia de niño y adolescente. Esto último lo digo con tus palabras:

 

Ahora solo quedo yo, Tristán. Ahora solo quedo yo, Guillermo. “Pero una muralla insalvable separa mi mundo del tuyo. No puede penetrar en él. La distancia es inconmensurable, a pesar de la proximidad en el espacio. Me es imposible llegar hasta tu tumba; pero si pudiera hacerlo… estamparía un beso largo y compasivo… en la caja que custodia tus cenizas … tan admiradas, tan veneradas, tan amadas.

 


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§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

ARC Edições | Agulha Revista de Cultura

Fortaleza CE Brasil 2021



 

  

 

  

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