JAVIER ALVARADO | Stella Sierra o la alegría de amar en el canto
LEOPOLDO PANERO
En uno de sus Mensajes Líricos, titulado Poesía
y Naturaleza, pronunciado el 22 de abril de 1983, Stella Sierra evoca la figura
de Ricardo Miró:
Nuestro
Miró-no olvidemos que celebramos este año el centenario de su nacimiento-cantó también
la belleza de los animales en las garzas cautivas y en las guacamayas de oropel,
a quienes veía como “rotos pedazos de una bandera.
Stella Sierra, al igual que Miró compartieron
los tópicos del amor y la naturaleza. La naturaleza: árboles, el mar, las aves son
parte de ese credo prodigioso de nuestra poesía al igual que el tópico del amor
y sus experiencias vitales, sus savias celestiales, corporales, paganas, terrenas
y divinas se revelan con la belleza y el asombro desde la métrica y la carne.
Sinfonía Jubilosa en doce sonetos es una
gran obra que goza de la perfección estilística y técnica al igual que el tratamiento
de escuchar de la voz de una mujer, una sinfonía que es el canto al pleno goce de
la vida y de la consumación del amor:
“Te adoraré yo así,
sereno, claro,
ahíto de sol, brillante
de rocío,
como lirio de luz,
suave de aroma.
Me embriagará de
amor tu vino raro.
¡En el ánfora frágil
de tu río
seré una estrella
azul tras de la loma!”
Una
entrega serena, con la delicadeza de la luz, del rocío, del aroma. Las metáforas
sensoriales abren un compás al ritual del amor:
“¡Noche plena de
amor, total belleza
…
¡Que en esta inmensa
copa tuya, noche
tu luciérnaga azul
será mi broche
y tu rocío mi anhelado
vino!”
Stella Sierra tuvo entre sus lecturas predilectas,
sin lugar a dudas, a los poetas españoles del Siglo de Oro, de la llamada generación
del 27 y de periodos posteriores. El epígrafe que se ofrece de pórtico a la obra
“Ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía” es de
San Juan de la Cruz, el cantor del otero y la paloma. En su soneto Alegoría del
mar, hay esta nostalgia, como una marinera en tierra, recordando el gran libro del
español Rafael Alberti y es el mar un tema recurrente:
“Ruido brujo del
mar, cima de vida…
¡Agilidad perfecta,
ala extendida,
en una comunión
de rosa y agua!
¡Oh belleza total
de tu figura!...
¡Elevaré mis brazos
e insegura
ensayaré la danza
en la piragua!”
La piragua utilizada por los pescadores de
nuestros dos mares, se incorpora en uno de los más hermosos poemas escritos en nuestra
lengua, con toda la entrega corporal a través de una danza sobre el mar de ondas
amatorias.
Hay
en Sinfonía Jubilosa, un manifiesto al deseo y al amor, al templo del cuerpo:
¡Plenitud de gozar,
fulgor de llama,
cima de cuerpo y
del alma que se ama
…
Amor y goce; amor,
delicia pura
Y
en el Soneto Alegría de las Cosas Sencillas:
¡El goce inmenso
de mi amor desnudo!
La desnudez implícita en la del espíritu
y en la entrega total. Hay algunos autores que afirman que el soneto es la prueba
de fuego del poeta, según les escuché alguna vez al gran poeta hondureño, Roberto
Sosa y Stella Sierra en su producción poética, posee sonetos de impecable estructura,
ritmo y perfección. El más grande homenaje a esta gran poesía y a esta magna obra,
es ser leída por todos y más por nuestras juventudes. Descubramos pues la gran dicha
de amar en versos de su soneto Alegría, Alegría:
Siente mi corazón una alegría
extraña, a flor de piel, vaso de esencia;
aunque yo desnudase su presencia
su desnudo integral me cegaría.
El caso de Stella
Sierra en nuestra literatura es curioso, dado a que una obra breve en su extensión,
ha tenido, sigue teniendo y tendrá un reconocimiento unánime tanto por la crítica
como por los lectores de poesía. El Primer libro de Stella Sierra, se tituló Canciones
de Mar y Luna y fue publicado en 1944. Un epígrafe de Rafael Alberti: “No quiero
barca, corazón barquero, quiero ir andando por la mar al puerto”, va vislumbrando
una especie de bitácora a través de los modelos y ritmos españoles una serie de
poemas ambientados en el campo, en el mar, en el amor. Su poema He dejado mis palabras es una especie de
sustentación con las palabras:
He dejado mis palabras
entre la flor del almendro
y he dormido mis caricias
azules en tu recuerdo.
En 1947 se edita
en México Libre y Cautiva, donde nuestra poetisa ahonda en el mar, en el amor, pero
esta vez en un tono más directo, descarnado, como un torrente de río con el anhelo
de llegar al mar. Su soneto Libre y Cautiva, es uno de nuestros clásicos en nuestra
poesía:
Por sentirme despierta en
la cautiva
morada oscura de tu sangre,
llevo
este amargo laurel de gajo
nuevo
y esta miel de cilicio rediviva.
Y no quiero saberme fugitiva
de la celda de amor en que
me muevo:
porque el ángel te encuentre
yo renuevo
mis llamadas de intacta
sensitiva.
Extenderás tu mano que –impasible-
quiere lograr la flor indivisible:
su cauto aroma velará tu
frente.
Como cierva te hui. ¡Que
te encadena
más ese afán de hallarme
en la colmena,
carcelera
celosa de tu mente!
Este soneto,
presenta una gran contraposición de mensajes y elementos, un oxímoron entre la libertad
y el cautiverio, la soledad y la compañía, el contemplar al ser amado o acariciarlo,
el paparlo o el pensarlo o la evasión sin la consumación amatoria; recordando también
el maravilloso soneto de Sor Juana Inés de la Cruz que inicia:
Detente, sombra de mi bien
esquivo,
imagen del hechizo que más
quiero
bella ilusión por quien
alegre muero
dulce ficción por quien
penosa vivo.
El poema Presencia
de tu Ser es uno de los más descarnados en su tono:
Presencia de tu ser
llovizna de tus labios y
costado.
Abre el amanecer
su lirio ensangrentado
donde el alma en vilo
se ha ocultado.
Stella Sierra
en su poesía, parece estar en la eterna vigilia del amor. La vigilia de la cual
nos habla San Juan de la Cruz. Siempre tu presente ausencia, como el título reza,
sigue contraponiendo sentidos y mensajes. En este tomo se encuentran poemas de gran
fuerza y majestuosidad: Júbilo, Poema del Mar en tres movimientos y Mujer, sexo
dolido, donde hay una honda reflexión a la condición de la mujer desde su signo
elemental de ser madre, de procrear y dar a luz:
Mujer: punto en el tiempo,
eje de lo infinito,
Tan fecunda en tu ofrenda
como en el surco del germen:
…
Desnúdate mujer, descansa
ya en la cima
del espacio perfecto!
¡Sobre tu pura esencia-¡Oh,
lo eterno del vientre!
¡Las cien generaciones de
tus hijos caerán!
¡Escancia ya tus néctares
en el vaso del hombre!
¡Tú, liviana en el aire,
ritmo pleno del sexo,
aspira en tus latidos, el
signo de tu dios!
Cinco Poemas
(1949) recoge una elegía a una no vidente y una serie de sonetos donde en uno de
ellos subyace el tópico de la isla y los otros son tomados de tres elementos: el
agua, el viento, el fuego. En Presencia del Recuerdo (1965), Stella Sierra al igual
que Ricardo J. Bermúdez, poeta de nuestra vanguardia, dedica un homenaje en sonetos
a los tamarindos y a la belleza de la isla de Taboga y un poema llamado Infancia,
dedicado a sus hijos Stellita y Alejandro resume la edad de la puericia y podría
ser un antecedente de su hermoso libro en prosa, Aguadulce. En Voces de Limo y Agua
(poemas no recogidos en libros 1940-1979), Stella Sierra reúne poemas de vertiente
amatoria, marina, socio-política (el Himno a la glorificación de Franklyn D. Roosevelt),
la infancia (Casa de infancia), la maternidad(Villancico del Niño-niño), social
(Romance de la niña triste, Elegía para una vendedora de periódicos, la naturaleza
y un ejercicio poético que la autora inició en Presencia del Recuerdo con una serie
de poemas dedicados a sus perros y perras, mascotas fieles que despuntaron la ternura.
Gracias a la hija de Stella Sierra, Stella Sánchez-Galán, se ha podido rastrear
y recuperar un poema inédito publicado en la Revista Maga llamado Un Ángel y la
letra del Himno de la Universidad de Panamá, el cual se retomará para actos oficiales
de nuestra primera Casa de Estudios.
En 2017 se reeditan la Poesía Completa por
parte de la Academia Panameña de la Lengua y Sinfonía Jubilosa y Libre por parte
de la Biblioteca Nacional; significan un aporte enorme a la bibliografía de nuestro
país, de una autora de calidad literaria indiscutible; una obra para crecer, para
que se siga reeditando y tome el lugar que se merece en nuestra cultura. Enriquecen
pues la valoración múltiple a la obra de la autora, las plumas del mencionado poeta
español Leopoldo Panero, del filósofo español Juan David García Bacca, del poeta
y crítico mexicano Francisco González Guerrero, de la reconocida poeta de origen
costarricense y nacionalizada mexicana, Eunice Odio, del crítico chileno Ricardo
A. Latchmam, la escritora argentina Fryda Schultz de Mantovani, de los reconocidos
escritores panameños Ricardo J. Bermúdez, Eduardo Ritter Aislán, Manuel Ferrer Valdés,
Miguel Mejía Dutary, Baltasar Isaza Calderón, Pedro Correa Vásquez; pero no sólo
ellos, sino muchos otros se refirieron en diversos medios coincidiendo en la belleza
y universalidad de la poesía de Stella Sierra. La poesía de Stella Sierra es libre
y cautiva, nos libera y nos apresa, he ahí la maravilla de su verbo, de su don,
de su palabra.
En
el citado Mensaje lírico Poesía y Naturaleza, la poeta nos convida:
eduquémonos
en este ejercicio del amor. Para apreciar, para comprender, hay que amar. Démosle
más importancia al mundo del espíritu donde siempre encontraremos caminos superiores.
Y
siempre agradecida por la acogida a su poesía, culmina:
Gracias
por este homenaje cálido que aquí se me tributa. Gracias, en nombre de la Poesía
de Panamá. Este momento feliz estará siempre en mi memoria como uno de los más bellos
recuerdos.
Recuerdo de cuando quise conocerla una semana
antes de su muerte, prometiendo una tertulia que no se pudo dar por su débil corazón
y recuerdo de ser parte de la calle de honor de estudiantes del colegio Panama School
en sus honras fúnebres. He aguardado este momento para rendir los tributos que ella
se merece. Mucho le debemos los poetas de Panamá a su poesía, a su vitalidad, a
su frescura y a su humanidad. No dejemos sus versos ni sus memorias, ya como la
misma Stella Sierra nos dice, “que tienen el olor de las florecillas del campo,
dejando desfilar por sus páginas a los personajes más característicos de mi pueblo,
los que más retuvieron mis pupilas de niña”.
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