MANUEL RAMOS DOCENTE | La carcajada de los dioses o la comedia de Vladimir Amaya
Llevo cielos para hombres borrachos,
arco iris para sus mujeres que
duermen desnudas entre espinas.
Soy yo, payaso bien vestido, replica
de su chiste mal contado;
domador proscrito
de fangos carnívoros;
contorsionista en llamas atascado
en las cañerías.
Cruje mi sangre desde el dolor
de la esfera
(esfera la mía solo para ver el
pasado).
Súbete a mi carromato de música
triste y fraude de colores:
espectáculo de calamidades
y multitud reunida apuñalándose
en las butacas.
Así empieza la función de este libro. Versos
que nos anuncian el entretenimiento de nuestros días en debacle.
Vladimir Amaya es una de las voces más versátiles
de la poesía salvadoreña más reciente. Sus poemarios son un cuidadoso registro de
las más variadas emociones, de las distintas miradas que, como poeta, busca para
llegar a la médula del mundo. Amaya es de los poetas que explora tonos, matices,
no está conforme con un solo modo; averigua, indaga y extrae de la vida las voces
que forman la existencia misma. La naturalidad, el rigor, su esencia como sello
personal son los ingredientes finales para su trabajo.
En esa dinámica, ya son nueve poemarios los
que conforman su universo creativo y personal: Los ángeles anémicos (2010), Agua
inhóspita (2010), La ceremonia de estar solo (2013), El entierro de todas las novias
(2013), Tufo (2014), Fin de Hombre (2016), La princesa de los ahorcados y otras
creaturas aéreas (2015), Este quemarse de sangres entre lágrimas y excrementos (2017)
y Sentado al revés (2019).
Para este 2020, Amaya regresa con una nueva
placa lírica bajo el brazo: Pura guasa, el poemario número “nueve y medio”, como
aclara su autor para señalar desde ahí que estamos ante algo “extraño” dentro del
“Vladiverso” de su poesía.
La voz literaria que se presenta en este
libro difiere a otras que el autor ha construido: en esta ocasión el sujeto lírico
es chocarrero, sarcástico sin algún motivo ni aparente causa, que toma su propio
desencanto, su propio nihilismo como otro chiste más. La desvergüenza parece ser
natural en este mundo absurdo que es “Pura guasa”, y la voz una construcción de
todo el sinsentido y vicios que parecen regirnos en la vida.
El libro se divide en once partes: “Agencia
de distracción y divertimento “Tespis” S.A de C.V”, “Demasiado serio”, “Receta loca
de la patria”, “La feria de los infelices”, “La venganza del novio punk”, “El pésimo
invitado”, “El chiste se cuenta solo”, “Disfrazado de persona”, “Sea alegre, así
puede ser serio”, “Cuentos del Ayuwoki” y “El payaso de la clase ha muerto”.
Variadas en temáticas y estilos, dichas partes
están deliberadamente desiguales, algunas secciones constan de dos poemas, otras
de cinco, e incluso, hay apartados con tan solo un poema. Desde el título de las
partes y desde el nombre mismo del poemario, el lector puede intuir el sentido del
humor y desenfado que imperarán en toda la obra.
Efectivamente, Pura guasa es un libro carnaval,
monstruo irónico y sarcástico. La mofa, la guasa pura sobre la vida, sobre los males
sociales, sobre los vicios culturales, incluso las emergencias sanitarias y sus
respectivas cuarentanas desfilan de una manera grotesca, cómica y desfachatada por
sus páginas. Los distintos niveles de humor que el poeta distribuye en su obra logran
que el libro no canse. Y es que tratar temas “poco entrañables” y de “imaginarios
reducidos”, siempre ha sido una trampa mortal para los poetas, pero en este caso,
“la guasa” de Amaya sale bien librada.
Humor blanco, humor negro, ironías bien planteadas,
bromas con referencias culturales e históricas bien digeridas, hacen de las situaciones
jocosas una profunda radiografía que el lector entenderá de manera apabullante porque
se verá reflejado.
“Pura guasa” tiene su fuente directa en la
antipoesía, a la cual Amaya tributa de la mejor manera: en ningún momento caen en
lo fácil ni en el desparpajo gratuito (timos de siempre para los que quieren adentrarse
en esa estética), como Nicanor, Amaya sabe que sin inteligencia el chiste no prende.
Y en esa dirección, el libro también usa muchos otros recursos relacionados con
el lenguaje coloquial, giros y expresiones prosaicas con un deliberado exteriorismo
sobre la cultura pop y tópicos de la era digital, todo fijado en una extraña combinación
(pero no imposible) entre lirismo y sátira. Cabe señalar, que a nivel formal hay
un acercamiento bastante notorio con la narrativa, por el elemento anecdótico que
se presenta en varios momentos.
En otro orden, este libro puede ser uno de
los pocos poemarios que son críticos con el mundillo literario salvadoreño, desde
el mundo literario mismo y hacerlo bien. Los poemas a los que me refiero están en
la parte titulada “El chiste se cuenta solo”. Nombre tan propicio por un autor como
Amaya que sabe, por fundamento, que “poesía sobre poesía y poetas” siempre será
nefasta y mal hecha, pero he aquí el punto de inflexión: los poemas de esta sección
por su naturalidad, por su alto grado en el manejo de la tensión, por no perder
la tónica del resto del poemario nos da una visión más fresca y caricaturesca del
asunto. De mención especial son los poemas: “En el asqueroso tiempo de los cariñositos”
y “Ahí vienen los poetas”.
Otra sección destacable es la denominada
“Receta loca de la patria”, y debo admitirlo, es una mis partes favoritas. Aquí
reina el humor negro, es la violencia nacional llevada a la dolorosa hilaridad.
Un claro ejemplo es el poema “Dicen que llegaron…” (Que aborda el tema de la “confusa”
muerte del hipopótamo “Gustavito” en el Zoológico Nacional), este texto llega a
ser una dialéctica lúcida sobre nuestras distintas formas de violencia y odio sin
sentido. Los textos que conforman esta parte nos ponen en el dilema de no saber
si reír o llorar, o linchar a su autor de una vez por todas, porque nos desnuda
ante lo que somos en tan cruda realidad.
De esto hay una curiosa anécdota: Cierta
noche en un recital, Amaya dio lectura al poema “Disculpe, pero no se aceptan cambios
ni devoluciones” (incluido en Pura guasa), al finalizarlo, hubo asistentes que se
levantaron indignados y se fueron. Es un poema muy delicado, pero sin duda, uno
de los mejores del libro. Su baluarte reside en que nos muestra una patria violenta,
asesina y consumista, todo por el camino del humor negro, y ese tipo de humor no
es para todos.
El elemento histórico también se vuelve humorístico
en el disparatado poema “En la vieja historia”, donde el poeta retrata la idiosincrasia
del salvadoreño común y corriente con un trasfondo prehispánico. Las referencias
toponímicas y cosmogónicas no faltan, lo que agudiza el humor. El poema “Lo que
me dijo un anciano en el bús” toca fibras sensibles, es tan crudo que hay momentos
que no puede tolerarse; su forma prosaica hace más real su asunto, y qué decir de
su final: toda una sorpresa.
Otro poema destacable de esta sección es
“Receta para una sopa instantánea nacional”, donde el autor retrata de manera irónica
la realidad de muchos países latinoamericanos que han tenido la desdicha de vivir
bajo dictaduras y dinastías funestas. En el texto esto es llevado a la exageración
y al burdo, para causar ese efecto cómico, chocante y reflexivo.
En general, Vladimir Amaya hace desfilar
en este libro a los más extravagantes personajes, desde amigos invisibles, viajeros
del futuro, hasta típicos antihéroes que recuerdan mucho a los de los cuadros de
costumbre: “el profesor borracho”, “el párroco local”, “el político embustero”,
y añade otros más actuales, incluso “memes” y agrega a otros como “El duende”, sacado
directamente de la mitología popular y actualizado para nuestros días.
Para cerrar el libro nos encontramos con
el texto “La carcajada de los dioses”, una cáustica escena que retrata la brutal
y triste naturaleza del hombre actual. Sin duda, no hay mejor final para un libro
como este, en donde la lección es que hasta los dioses se ríen… de nosotros.
Para el filósofo griego Platón, lo cómico
produce un sentimiento híbrido en el alma, en el que se mezclan el placer y el dolor.
“Pura guasa” es ese circo donde todos somos la triste y absurda función. No obstante,
y quizás sin proponérselo, el libro también nos deja una bella admonición: nos recuerda
que el hombre no puede avanzar si no tiene la capacidad de reírse de sí mismo, y
augurarse así un mejor futuro, que es en sí la esencia de una vida que se toma en
serio.
§§§§§
|
| |
|
|
|
§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
Nenhum comentário:
Postar um comentário