quarta-feira, 30 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Roque Dalton

RAFAEL LARA-MARTINEZ | Roque Dalton y el legado náhuat-pipil

 


0. Poética

Existen dos modos distintos de pensamiento científico — el determinismo global e integral, ajustado a la percepción y a la imaginación; la distinción de niveles, desplazada de la intuición sensible. La vigencia del pensamiento salvaje exige que la lengua sea habla; la lingüística, poética.

 

0.I. De Aristóteles…

De la antigüedad clásica al presente, existe una disputa por apropiarse de los hechos. La pugna más obvia la refiere la distinción entre historia y ficción. Aristóteles establece la oposición entre la historia y la poética; André Breton acuña el término “azar objetivo”. Revela la co-existencia de dos ámbitos sin vínculo inmediato. Los contemporáneos que se ignoran jamás escriben historia, sólo transcriben “ficciones” borgeanas en epigrama.

Lo simple piensa el choque del divorcio perenne entre el hecho y la ficción. Ambos se contraponen en su cenit y nadir —mediodía y medianoche— sin atardecer ni amanecer que los engarce en círculo complementario y cambiante. Esta perspectiva ingenua la precede el contraste de lo particular y lo general. Las dos disciplinas usan palabras, pero las orientan hacia un sentido diverso.

El historiador se sirve del lenguaje para remitir a un hecho específico en el pasado. En cambio, la poeta es la servidora del lenguaje al referir lo colectivo. “RLM comió pupusas de queso ayer” contrasta con “el salvadoreño come pupusas de queso”, como la historia se opone a la poética. El pasado de lo personal difiere de lo universal.

Se trata de un problema espinoso, ya que toda palabra es un Aleph borgeano. Marca un punto donde se observa el infinito. La palabra “mango” son todas las frutas de ayer, hoy y mañana que pertenecen al mismo género: un número incalculable. “El mango es delicioso” asegura la poética abstracta al presuponer: “los mangos inexistentes —pasados (podridos) y futuros— son exquisitos”. La historia lo vuelve hecho concreto al afirmar “el mango está delicioso”, en el instante en el cual me lo como.

Sólo el paso de la historia a la ficción —del hecho concreto a su generalización— hace posible instituir reglas universales, valores éticos y bosquejos hacia el futuro. Lo difícil del límite lo complica la búsqueda creativa de leyes, significaciones e ideales más allá de verificar hechos. En un sentido estricto, esta generalización se llamaría poética, ya que elude el suceso concreto al proyectar mundos imaginarios por venir.

 

0.II. …A Breton

A esta primera correlación de los opuestos, Breton añade una idea adicional. El enfoque en lo específico separa ámbitos precisos por la necesidad del análisis. Sólo Mafalda mezclaría la geometría del pentágono con la política estadounidense. Tal sería un enlace desquiciado —falta de goznes científicos a la hora del pensar.

No obstante, esta exigencia descabellada la desarrolla el surrealismo, así como la propone Carl Jung bajo el concepto de sincronicidad y Claude Lévi-Strauss, bajo la noción de magia o “ciencia de lo concreto”. Dos acontecimientos que ocurren en el mismo Espacio-Tiempo no se conectan por casualidad. Los vincula un principio magnético ignorado. “El proceder poético lo indaga la coincidencia de hechos en serie que se consideran independientes” (Breton). La paráfrasis siguiente verifica cómo un proceder puramente. literario explica la manera en que la antropología entiende la magia en su explicación de lo Real.

"Existen dos modos distintos de pensamiento científico — el determinismo global e integral, ajustado a la percepción y a la imaginación; la distinción de niveles, desplazada de la intuición sensible. La vigencia del pensamiento salvaje exige que la lengua sea habla; la lingüística, poética". Por ello, mientras los estudios culturales ignoran la mito-poética y la filosofía náhuat testimonial (-i:x-pan; -i:x-mati), la lingüística tiende hacia un nivel distinto del análisis. Hasta el siglo XIX, no existe una correlación entre la filosofía y la literatura en castellano y los estudios de las lenguas indígenas. Las ciencias sociales —los estudios culturales— niegan la existencia de toda correlación entre ambos dominios, esto es, la literatura nacional castellano-céntrica y las lenguas indígenas.

 

0.III. Poética, creatividad y coincidencia

De esta doble definición de la poética —lo general y la co-incidencia— se deducen dos corolarios. En primer lugar, ni la poética la monopolizan las poetas, ni la historia les pertenece a los historiadores. La poética funda el acto de habla creativo (Yo-Tú), así como la experiencia cimienta el testimonio (-ix-pan; -ix-mati). El monopolio estricto nunca sucederá, salvo durante esa etapa de acumulación que predice el milenarismo materialista.

El acaparar una esfera de pensamiento equivaldría a esa última época del capitalismo que vaticina la irremediable llegada del socialismo. Eso dicen los ortodoxos leninistas. Dudoso de ese vaticinio mesiánico del ayer, la historia y la poética jamás la privatizan la academia ni los letrados. Fluyen libres como el aire. Cimientan la vivencia misma de los hechos y su deposición en lengua oral o escrita. La más mínima anécdota narra hechos vividos —a efectos narrativos a dilatar— como todo niño sabe que el sonido posee varios sentidos en la audiencia: “si no nada (nothing/you-(s)he swims) se ahoga”.

En segundo lugar, la poética acopla ámbitos que el saber científico escinde en estantes autónomos, pese a ser contemporáneos. El análisis estricto de cada sección lo reemplaza la síntesis de las partes, integradas en un cuerpo común. El examen es la ciencia —natural o social— el compendio, la poética. El primero lo encierra la historia —en el sentido académico rígido— la segunda se extiende hacia la poética, en el sentido amplio de incluir el habla misma y el testimonio de lo vivido. Antes de instituir la poesía, la poética implica la facultad humana de crear un discurso que ninguna gramática anticipa de antemano.

Enfocada de un ángulo diverso, la dicotomía historia-poética la recorta la idea de “mimesis” (Eric Auerbach, “Mimesis”, 1942). “El arte/la épica (tekhne; epopoiia) […] imita (mimesis; rythmw) tan solo por medio del lenguaje/palabras (Logois)” (Aristóteles, “Poética”). Sin calco directo, la imitación de la palabra textual deslinda dos estilos contiguos que influyen “la representación de la realidad” en Occidente. La épica de Homero contrasta con el relato de La Biblia. “Lo visible y palpable en un espacio-tiempo concreto” difiere de personajes orientados “por un valor moral absoluto”, sin presente. El destino fijo y legendario griego alterna con la “Verdad tiránica”, cuya “construcción histórica universal” engloba toda vida humana particular. Las simples biografías —entrecortadas en sus motivos diarios— las suplanta el designio divino. Su plan único apunta hacia la realización futura.

Obviamente, no existe una correspondencia inmediata de la oposición historia-poética a la disparidad de género entre Homero y La Biblia. Empero, las maneras en que se ajustan ambos pares daría pauta a serias interrogaciones. Hay que preguntarse por qué razón el presunto realismo de la historia lineal se acopla a odiseas del eterno retorno y a milenarismos universales del cambio.

Al no someterse a su proyecto único, “la verdad histórica” acusa de “rebelde” la duda anti-realista de la ficción. A imagen de “la historiografía antigua” —“pop music”, rap, jazz, cumbia, trova, etc. actual— todo estilo impone una “retórica” cuyos filtros depuran “la conciencia histórica” de la época. La regla estilística estipula “la imitación” convencional “de la realidad”. El realismo no lo comprueba el rigor exclusivo del ensayo. Deriva de los múltiples enlaces que un texto mantiene con las más variadas interpretaciones. Sólo la narrativa refleja los múltiples registros de la lengua —jerarquizados siempre— los cuales calcan del habla popular a las altas esferas.

En sus lecturas agudas, a Uds. les corresponde cuestionar esos enlaces complejos entre “la representación de la realidad” y los estilos acostumbrados, a veces tan monolíticos como el ensayo. En un mundo anti-Matisse, el ensayo académico rectilíneo aplaza el cubismo rulfeano, el diálogo platónico, el relato filosófico borgeano, y otros estilos alternativos como la “representación pluripersonal” de los hechos en testimonios contradictorios. “El nombre de la rosa” sustituye la flor.

 

I. Fratricidio

xi-nech-ilwiti […] ka:n naka-k ne i-uh-u:mi-yu, “Enseñame dónde quedó los huesos / la osamenta”. “Los Hucacaneros” (Santo Domingo de Guzmán, junio de 1975), recolectado por Lyle Campbell.

Hay que situarse en El Salvador hacia mediados de 1975 para com-prender una discordancia. La historia política y cultural elimina la conexión entre dos hechos contemporáneos. El azar objetivo del (des)encuentro es asunto de la poética. Asimismo, a una mito-poética del réquiem le concierne exigir “enseñama dónde quedó la osamenta”. Por lógica de exposición, se transcurre de lo conocido —el juicio sumario contra de Roque Dalton— a lo acallado: el legado náhuat-pipil. Al aplicar el axioma surrealista del azar objetivo, este ensayo confirma la permanencia del mito náhuat en los estudios culturales, la cual la refrenda el recuerdo familiar. En el inconsciente amoroso y filial, la razón exige emprender la misma búsqueda que "Los Huracaneros" realizan el año del fratricidio: "mientras el cadáver de mi padre no aparezca, está desaparecido" (Juan José Dalton, EDH, 18 de octubre de 2020). Como la piedra y la semilla, la mito-poética náhuat dictamina que la osamenta exhibe la materia dura que sustenta el archivo documental de la memoria.

 

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Todo el mundo recuerda los trágicos sucesos de mayo, el asesinato del poeta. Mientras el ámbito indígena apenas comienza a rescatarlo la actualidad. Por ello, esta sección describe un breve fragmento del litigio contra el poeta; la siguiente, la recolección de la mito-poética náhuat-pipil. La secuencia lineal la asigna la lengua misma.

Pero no relega la “interpretación figural” de “dos acontecimientos” —poesía mestiza y mito-poética náhuat-pipil— y dos “personas” —Roque Dalton y Lyle Campbell simultáneas (Auerbach). Íntimamente, se ligan en su “conexión espiritual” a una misma identidad en sólida permanencia de “hueso”. El azar objetivo del desencuentro los vincula en un doble enlace. Viven como contemporáneos que se ignoran; perduran como pilares desdeñados de una nación a varios patrimonios en sinfonía. Son vasos comunicantes sin diálogo continuo.

“El Estado Mayor del Ejército Revolucionario del Pueblo” se declara “victorioso de uno de los ataques más peligrosos que lanza la tiranía y el imperialismo”. Para el análisis actual, importa juzgar la mentira que encubre el crimen como proceder de un grupo en un época. Existen otros juicios —simultáneos y posteriores— que discrepan radicalmente con la perspectiva actual. Sean verdades comprobadas, falsedades o fábulas, explican el proceder de un período revocado pese a las objeciones actuales.

Dalton figura como “pequeño-burgués” —cual sus lectores—, “intelectualista […] alejado de las bases”, “lenguaje falso”, “no se sabía quien lo había asesinado”. Sólo “Funes el olvidadizo” emprendería la búsqueda de una continuidad del pasado al presente. Verbo irregular, la historiografía conjuga lo adverso: la recomendación en progresivo. La reserva crítica sólo existe en pretérito. Esta disparidad entre el pasado y el presente la confirman ejemplos clásicos a desglosar.

En efecto, casi nadie juzgaría en Venus a una Diosa. Tampoco la adorarían en dualidad matutina, Nextamallani, y vespertina, Xolotl, según la tradición mexica: Nishtamalini y Xulut/Shulut (¿olvidado en el Cadejo?) en náhuat-pipil. Casi nadie imaginaría que la molendera y tortillera matutina —rectora del ciclo alimenticio y de la siembra— se convertiría en perro y paje guía de las almas hacia el inframundo, rector del ciclo de vida y de la cosecha. Los juicios que hoy se consideran fábulas expresan creencias comunes al explicar comportamientos sociales antiguos, tal cual los criterios ante-citados contra Dalton. Las mentiras o falsas acusaciones son hechos históricos, cuya consecuencia hoy se llama "crimen de lesa humanidad".

Acaso la misma objeción actual la suscitaría declarar “la democracia se da […] cuando el poder está en las manos de aquellos que apenas poseen nada, antes son pobres” (Aristóteles, “Política”), por lo que “es necesario […] la escasez de riqueza”. O resulta “cuando la soberanía la tienen los hombres libres” que deciden “por voto, por suerte”. Aún más polémico sería aclarar que “el hombre libre [¿el democrático?] gobierna al esclavo, el hombre gobierna a la mujer y el padre gobierna a los hijos”, ya que “las distintas partes del alma […] las poseen de distinta manera”. A menudo existe un profundo desfase entre los juicios originales de un hecho y sus evaluaciones venideras, pese al ideal de reciclar la “guerra/lucha de clases”.

En el futuro, las certezas presentes las calificará la misma incertidumbre. Por el carácter humano de la creencia —hecha palabra— la poética envuelve la historia. La documentación primaria —sea tendenciosa— antecede cualquier veredicto serio del presente. Los hechos los transmiten las palabras; a su realidad difunta se accede por testimonios orales y escritos, sin requisito vivencial. A exigencia pluripersonal, los recortes antes citados entonan la disonancia entre la verdad de la guerra —“la única organización pura […] es la guerrilla”— y la certeza de la paz: “lo único puro […] es la poesía” (Dalton, “Taberna y otros lugares”, 1969). Vecina del “lenguaje hablado” (Octavio Paz, “El arco y la lira”, 1967), la poesía es la “osamenta” del idioma.

 

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Se llamará “fratricidio” al crimen primordial de Dalton. Lo explica una tesis freudiana olvidada que recorta la obra del autor de “Tótem y tabú (1913) a “Moisés y el monoteísmo” (1939). El asesinato del “padre fundador” —Dalton en sentido intelectual— inaugura una época de honda reflexión poética. La creatividad indaga la verdadera identidad del grupo. Así lo demuestran los múltiples escritos que proliferan en la pos-guerra, de 1992 al presente. El lapso dibuja una línea quebrada sin continuidad manifiesta.

De resumirlo en un tríptico, el desliz de significados oscila según el transcurso de la historia. “¡Revolución o muerte!” à “¡Muerte de Dalton en la Revolución!” à “¡Ni revolución ni muerte!” o “¡Re-volución sin muerte!”. Este ciclo (re-) reflexivo aún no concluye en una síntesis. El archivo original del poeta se halla disperso. Lo oculta el desdén; quizás lo disimulan el remordimiento y la culpabilidad. No lo sé. Empero, las publicaciones de la “Poesía completa”, antologías, la faltante “Prosa y ensayos completos”, jamás suplirán el vacío de la documentación faltante. Disfrazado de elogio, el expediente original vuela hacia el olvido.

A este respecto, contrasta la prontitud del archivo de Gabriel García Márquez (1927-2014) —disponible en la Universidad de Texas-Austin— con la ausencia del archivo de Dalton en El Salvador. Sin metáfora alguna, es más fácil encontrar un expediente sistematizado en la Biblioteca de Comala, que en su país de origen. Quizás esta flagrante omisión señale el temor de la memoria histórica por sopesar la huella del recuerdo. Según la clásica secuencia derridiana —huella - memoria ≠ recuerdo - archivo— la inexistencia de un archivo denota la necesidad de borrar ciertas huellas.

Hecha palabra presente, la memoria difiere del archivo de la época, también dichos de la lengua. Ambas cañadas divagan por cauces remotos, a veces sin intersección. Sin embargo, la restitución del registro original responderá al doble sentido de la exigencia de “Los Huracaneros”. “Enseñame dónde quedó la osamenta” refiere el significado literal —“ka:n nemi ne plumas; dónde está el plumaje”: el cuerpo difunto. Asimismo, el difrasismo alegórico —“plumaje y osamenta”— exhorta restaurar la documentación primaria en el olvido: la permanencia ósea.

En conclusión, deuda con un crimen primordial, la historia todavía no salda su obligación pendiente. No cataloga el archivo completo del escritor. Menos aún, recuerda que la tragedia del asesinato co-incide con un acto creativo que recolecta el legado narrativo náhuat-pipil. A este segundo olvido —débito histórico con una tradición— lo llamaré lengüicidio o, en griego, glotofagia. Certifica un castellano-centrismo —más recalcitrante que el de España. A esta institución literaria del desdén también contribuye el recuerdo. Según un refrán en prosa, “siempre se mantiene un olvido al realzar la memoria”.

 

II. Lengüicidio

Mientras se entreteje la trama de falsas acusaciones, un acto creativo ignorado inclina la balanza hacia la justicia. El lingüista estadounidense Lyle Campbell merodea por los pueblos del Occidente salvadoreño. Establece contacto con los nahua-hablantes. Realiza un serio trabajo de campo, mientras los disparos letales resuenan como truenos de lluvia destructiva cercana. El granizo alterna con el abono. Entre el deshacer del olvido y el hacer del recuerdo.

En mayo y junio, su lápiz fulgura la segunda obra magna del náhuat-pipil del siglo XX. Luego del alemán Leonhard Schultze-Jena (1930-1935), la recolección certifica la vigencia de la mito-poética en el canon literario salvadoreño. Los relatos “Los Huracaneros”, “El Arco” y “La Siguanaba” datan de junio y julio de 1975. Tinta roja al margen anota errores, correcciones, futuras enmiendas al réquiem sordo que apenas escucha. Emergen rostros mito-poéticos marginados: Los Huracaneros, Alvolario.

En firma invisible, las narraciones legalizan que el tornasol supera las armas. Los contemporáneos ignoran ese legado. Fluye sin cuenca común a sus designios políticos. Lo náhuat-pipil y la gesta social discurren por vertientes paralelas. Afines se reúnen en el infinito, es decir, en la Muerte. La cita converge en el deceso de una identidad nacional sin custodia de lo dual. Tal con-junción deduce la rima terminal de ambos actos: fratricidio y lengüicidio.

Acaso nombra el suicidio de la consciencia cultural en su doble afluente: urbana y rural; mestiza e indígena. El convenio del (des)encuentro iniciaría el ideal poético de la historia: estar-ahí junto a los muertos. Se llama “Juan Preciado”, quien se queda dormido y sueña el futuro al lado de los muertos. Lo recubre el pretérito revocado. Al medio de la identidad se sitúa la Muerte —que la vigila (i:x-pelua). La semilla/ojo (-i:x) en el fruto, espera el renacimiento.

La guerra reitera el olvido necesario al recordar. La obra de Campbell la destierra a los Países Bajos, en inglés y náhuat-pipil (1985), como la de Dalton emigra fragmentada hacia otros países. Entretanto, los estudios culturales florecen en el extranjero. Empero desdeñan un concepto náhuat-pipil clave. Sus mismas investigaciones lo proclaman esencial. Para entender el conflicto en el istmo centroamericano, se exige transcribir la versión oral de los hechos vividos. Sólo en español; English only.

Se trata del testimonio, precedente poético de la historia académica. La experiencia visual (-i:xpan; -i:xmati, de –i:x, “ojo”) de un evento no la privatiza el monolingüismo literario salvadoreño. Certifica una idea singular de historia náhuat-pipil. La óptica (-i:x) salvaguarda la vivencia comunal, antes de todo escrutinio. El co-nocer —co(n)- = with; Mitsein— precede el saber documental y abstracto. Asimismo, la creencia (-yu:l-mati) certifica que el relato de ese testimonio visual es verdadero. Empero, el rédito político de la época reniega de ese legado ancestral, intraducible a la inmediatez de su utopía.

Además de la noción de testimonio, otros conceptos mestizos claves adquieren un sesgo inédito. El temor y el miedo —su derrota legendaria— los encarnan figuras nocturnas. Es necesario confrontarlas para sobrevivir. Sean la calavera (-Tzun-Tekumat, “la Punta del Tecomate”), la Sihuanaba y el Cipitío, estos espectros se dotan de rasgos distintivos a la tradición castellano-mestiza. Ni la mujer seduce y atonta al hombre libidinoso, ni el niño se inviste de Cupido que arroja pétalos a las casaderas. En cambio, en trinidad con la Calaca, evocan lo Real de la Enfermedad y de la Muerte, esto es, el envés nocturno de la vida humana en su triunfo asoleado. Ambos polos giran en re-volución perenne alrededor del mismo astro en alimento.

El alimento verifica la guerra cotidiana. La batalla diaria presupone el crimen primordial. Un cadáver —vegetal o animal— se ingiere luego en aderezo. Si califica en fratricidio —cual la guerra civil de los ochenta— este nombre lo justifica reconocer la semejanza. Lo natural es lo propio a lo humano, no lo distinto ni distante. Tampoco lo inferior en sus cualidades químicas y biológicas. Exhibe el atributo corporal y anímico que sustenta lo humano. El notario de los Huracaneros rubrica la equivalencia entre lo animal y el ánima. La carne (nakat, meat) de pavo destila el sabor de la carnalidad (-nakayu, flesh) de su compañera desaparecida. Su memoria pervive entre huesos y plumas.

Delicadeza del ensueño. La mordida paladea el guiso. Al dormir le re-muerde el vientre en desquite recíproco. Acaso, por esa vivencia, se ingresa a la abertura (-ten) de “esa muerte” (-miki) “de cada noche, que se llama sueño” (-(i:x)-te(n)-miki). Nada resulta más sorprendente que la filiación del sueño y la muerte. El vaivén de la balanza rige las estaciones de la siesta y la vigilia. El xu:pan refugia la ilusión del “verde que te quiero verde”: la cosecha. Lo reseco del tu:nalku enmudece bajo la incandescencia de la lumbre y su dádiva pajiza: lo estéril.

Más allá de la gramática, el legado de una lengua lo testifican esos espectros (-Kuhkul, Gespenst), vivos en el remordimiento. Emanan de la violencia hasta esparcir su heredad en semilla (-i:x), sinó/homó-nimo del ojo (-i:x). Carcomen la memoria. Al hurgar el pasado, impulsan recuerdos hacia el porvenir. Re-volucionarios obstinados, los espectros “vuelven como la aurora y el ocaso”. Su estatuto jurídico, a veces se lo otorga el origen. Por ello, hacia esa misma época del desencuentro azaroso, los “fantasmas (Gespenst)” del marxismo asientan verdades científicas. Prometen el mundo dichoso de una nueva alba al alcance del ensueño armado. Por desdén, los manes (-Kuhkul) náhuat-pipiles dormitan bajo el letargo del silencio.

Sin embargo, perviven en la naturaleza humana a dueto indisoluble: cuerpo y alma, biología y energía psíquica. Por su perenne combinatoria —humano en la naturaleza; naturaleza humana— el dúo crece a imagen de su entorno. El emblema se lo otorga el fruto del morro. Lo calca la esfera de la cabeza, en su deseo de irradiar semillas migratorias hacia el ambiente. Se vuelve cogollo en flor bajo la lluvia tenue; sombra apacible, al sol radiante. Lo copia el vientre materno que sazona el feto en su vasija. Imagen del guiso, la fruta y el niño sazonan antes de desperdigarse en estallido nómada. A triple nombre según su variedad —tekumat/wahkal/chi:chiwal; “tecomate/huacal/chichihual”—, evoca ese triunvirato de recipiente natural y culinario, cabeza errante en su deseo, hasta seno materno en la sazón y el cuidado del engendro.

La planta explaya la divisa. Semeja la cabeza y el deseo; el vientre y la fecundación. El cuerpo es un árbol frondoso a hojas bruñidas. Difunde frutos verdes y letales como piedras macizas; frutas maduras en retoño promisorio. Tal es el zapote quien prosigue la insignia del morro. Al igual, surge en nuevo follaje —el pochote en algodón blancuzco. En la selva edifica los axis mundi, ejes que conectan mundos paralelos.

Paralelos, ya que los niños ((pih)pipil) cuelgan (-pilua) de sus ramas como en el aula aprenden del maestro. Su inmueble sólido archiva la Biblioteca de Cuzcatlán, la de Izalco, y otros pueblos hasta la remota aldea de Comala. Metáfora del Camino Real —enlace entre Aztlán y Cuzcatlán, del pasado al presente— la geo-grafía ofrenda el manuscrito más antiguo. La escritura (graphos) debe descifrarse en herencia interminable.

En limo, la vivencia de la lengua construye una vereda hacia la selva (kujtan). En el bosque, los hechos históricos difuntos se cobijan bajo la fronda de nuevas palabras. Paciente, el neófito estudia “como el árbol que no apremia su savia”. Es árbol de amate (amat) quien augura el papel (amat), la lectura (amatachia; amtaketza; amaita) y la escritura en cuaderno (amatzin). Sólo ve (ita) ese árbol (amat) que alza (ketza) el documento (amataketza) de lo pasado (ikman panutuk).

Asimismo, el cuerpo se halla inscrito. Un tatuaje natal —el ombligo— lo vuelve texto escrito, desde los comienzos en el reino de este mundo. Despojado de su investidura original —la placenta— inaugura su disgregación continua. Por su grandor (-we:yka), el cuerpo despliega una corporación de miembros. Se disocian según su potencial anímico cual el ojo en la óptica —cabeza (-tzuntekun), “renacimiento del morro/tekumat”; hueso (-u:mit), “vida latente”; corazón (-yu:lu), “vida, alma, energía”; mano (-ma:-), conteo (ma:kuil); etc.

Hecho fractal, el cuerpo humano semeja los ámbitos autónomos de las ciencias contemporáneas. Imita su vocación de fragmentos, en Aleph borgeano. Cada sección es un infinito (n+1). Todo segmento se divide en múltiples cascajos tan diminutos como lo conciba el imaginario (1/2, 1/4, 1/8…). Las partes sólo se vinculan en la ideología, dicen.

De esta disemi-Nación derrridiana brotan los Tepehuas. Derraman la lluvia, Esparcen flores y frutos. Prodigan la riqueza natural. Su dispersión en espectro —fantasma y banda en arco iris— anticipa la migración de sus protegidos: los salvadoreños mismos. Viajan; cambian de nombre —Tepehuas; Nanahuatzin—; mudan de ropaje según la temporada y el territorio distante. Hasta reconocerse en la chilena Gabriela Mistral. En intuición asegura “yo nací de un cuerpo tajado”, en fractal de semillero. El Big-Bang del cuerpo y las migraciones desembocan en una coda sin danza. En esa orilla, sólo “alcanza las estrellas” quien “lo cercano lo halla tan lejos”.

 

III. Coda sin danza

 

El proceder poético lo indaga la coincidencia de hechos en serie que se consideran independientes.

 

André Breton

 

Dos eventos suceden hacia mediados de 1975. Por diseño científico de la historia, cuarentaitrés años después, aún no se juzgan con-temporáneos. No com-parten el mismo espacio-tiempo —El Salvador-1975— sino ocurren sin co-nexión en una memoria escindida. La muerte del poeta y el estudio del náhuat-pipil no sellan juntos una identidad nacional. La una, injusta, recibe múltiples respuestas; el otro, imparcial y renovadora, pasa desapercibido hasta el anhelo actual de resucitarlo. Quizás por fin el presente desfallezca de evocar siempre hechos desmembrados.

Ambas esferas confiesan su vocación de Ave Fénix, en retoño de ceniza. “La ceniza habla; nexti taketza”, testifica el archivo milenario. El fichero le otorga el don de la palabra (Logos) —oral y escrita— al entorno, a las ruinas de la memoria. A su re-verso de olvido. En pareja rival, el legado sólo lo convoca la ficción de la poética. El arte (Tekhne) exhorta a rebasar la esquizofrenia, divisoria de disciplinas y comarcas. La identidad nacional se bifurca entre la literatura monolingüe y la revitalización gramatical.

Desde 1975, el azar objetivo —la co-incidencia— exige el rescate mutuo. La doble ofrenda elimina un cuerpo y un estudio. La restitución completa de ambas dotes asienta la obligación actual de una poética. Es necesario compilar el archivo del escritor: manuscritos originales del poeta; respuestas críticas a su obra literaria y política, en vida. Las opiniones post-mortem —necesarias también— jamás reemplazarán la documentación primaria, ausente en El Salvador.

Es necesario restituir el archivo mito-poético náhuat-pipil y el Espectro (-Kujkul, Gespenst) del lenca y otras lenguas indígenas salvadoreñas en el olvido. La filosofía —la sabiduría (sophos) del amigo (philos)— y el legado literario de una lengua no los dictamina la gramática. Los dicta —Dichtung = poesía— la actividad creativa de los hablantes. Su inventiva —la demuestran los textos en Campbell— transgrede las reglas gramaticales: posesión, centro rector, tiempo gramatical, etc. (véase Cuadro I). La narrativa crea su propio universo del discurso. Las exigencias poéticas son múltiples, abreviadas así:

1)         La lengua es acto de habla, antes que potencia gramatical; diálogo y texto, antes que oración aislada (véase Cuadro II), “por la violencia del análisis gramatical” (Paz).

2)        Creación social y personal, antes que reglas prescritas a aplicar en serie.

3)        Enlace momentáneo entre esferas disímiles, antes que escisión analítica.

4)        Duda perenne entre el sonido y el sentido, ya que el asiento sonoro, movedizo, descontrola al conductor-hablante; trastorna al acompañante-oyente, en duda de los sentidos literales. El sonido y el sentido sueldan su enlace indisoluble en la repetición sinfín en los relatos, antesala de la música actual. El ejemplo siguiente tipifica el estilo en música repetitiva de los relatos. Ta: ki-kwa ne ta:ka-t k-i:xti-lia, k-i:xti-lia, muchi k(-)i:xti-lia, ta: ki-neki ki-kwa muchi k(-)i:xti-lia, qué come el hombre, se lo quita; se lo quita; todo se lo quita; qué lo quiere, lo come, todo se lo quita.

5)        La deuda en lengua, los vivos la contraen con los muertos. La experiencia directa y el testimonio en idioma guían el encuentro con los antepasados — con los –kuhkul. A menudo se comunican por un axis mundi arbóreo, preludio de la Biblioteca de Babel.

Opuesto complementario de la historia, la poética generaliza lo particular. Ofrece soluciones concretas, inventivas y proyectos futuros. Vaticina los hechos en palabras; los elabora en el idioma. Humilde servidora de la lengua, la poética aspira al discurso (Logos), sin calcar los hechos que arguye la historia a veces en performativo-imperativo. Sumergidos en el olvido no siempre brotan en evidencia racional; envueltos de moho, la poética los sueña en doble sentido: acto involuntario del recuerdo y plan futuro exhausto de fraguar ideas sin diferendo.

En su hablar y escribir —en su creatividad y enlace— el habla sucede en sociedad. El Yo siempre debe admitir la posible disidencia del Tú. La poética culmina en el principio democrático del diálogo. Se desdobla en po-Ética. Es po-Ética en el instante en el cual la recepción invierte el dicho del hablante en espejeo. En el reconocimiento mutuo —Yo X Tú— brota una cultura del diálogo. Del respeto bilateral sin lo uniforme. La democracia se ancla en la po-Ética, en el acto de habla a doble faz.

Su carácter disímil entona —no una interpretación válida, la nueva historia oficial— sino una sinfonía coral en conflicto de voces engarzadas. La po-Ética no prescribe el monólogo ni el canto al unísono. El retorno nostálgico a 1975: cuerpo vivo del poeta faltante; carencia nacional del estudio náhuat-pipil. Situada en el extremo Sur —en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”— sugiere lo distinto. “Un libro (Yo) que no encierra un contralibro (Tú) es considerado incompleto”.

 


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§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

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Fortaleza CE Brasil 2021



 

  

 

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