terça-feira, 8 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Yolanda Bedregal

KATHY LEONARD | Conversando con Yolanda Bedregal

 


Yolanda Bedregal, poeta, novelista, cuentista y escultora, fue proclamada “Yolanda de Bolivia” en 1948 por la juventud intelectual del país, representada por el grupo nacional “Gesta Bárbara,” y “Yolanda de América” por la Sociedad Argentina de Escritores.

Bedregal nació en una familia de artistas e intelectuales en La Paz en 1916. Cursó estudios de arte en la Academia de Bellas Artes, en la que posteriormente enseñó escultura e Historia del Arte. También fue Profesora de estética en la Universidad Mayor de San Andrés. En 1936, viajó a los Estados Unidos, siendo la primera mujer boliviana en obtener una beca de estudios en Barnard College de la Universidad de Columbia.

La autora ha realizado una incansable labor de difusión de la literatura desde múltiples instituciones de las cuales fue fundadora y presidenta; tales como la Unión Nacional de Poetas y Escritores y el Comité de Literatura Infantil. Fue Vocal del Concejo Nacional de Cultura y del Concejo Municipal de Cultura dependiente de la Alcaldía de La Paz.

Yolanda Bedregal se considera una de las autoras más importantes de Bolivia y en su larga carrera literaria ha publicado más de dieciséis libros entre poesía, relatos, novela y antologías. Naufragio, su primer libro, fue publicado en 1936. Otras publicaciones suyas incluyen más de cincuenta artículos de historia del arte para niños, artículos de pedagogía, de religión, mitos, folklore, y arte aymara y quechua. Muchos de sus cuentos y poemas han sido traducidos a varios idiomas e incluidos en revistas y antologías de los Estados Unidos y Europa.

Bedregal ha recibido varios premios por su obra; puede citarse: Premio Nacional de Poesía, Premio Nacional del Ministerio de Cultura, Premio Nacional de la Novela “Erich Guttentag” por su novela Bajo el oscuro sol, Gran Orden de la Educación Boliviana, Honor Cívico Pedro Domingo Murillo, Honor al Mérito, Escudo de Armas de la Ciudad de La Paz por Servicios Distinguidos y Medalla a la Cultura de la Fundación Manuel Vicente Ballivián. En 1993 fue postulada por Bolivia al premio de Poesía Reina Sofía; en ese mismo año El Consejo Nacional de Derechos de la Mujer de México le otorgó la presea Dama de América. En 1995 recibió la condecoración Franz Tamayo en el grado de Gran Cruz otorgada por la Prefectura del departamento de La Paz. En 1996 el gobierno de Chile la honró con la Medalla Gabriela Mistral. En 1997 el Congreso de Bolivia le impuso la Condecoración Parlamentaria Nacional en el grado de Bandera de Oro.

Yolanda Bedregal es miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua correspondiente de la Real Española y pertenece a Academias de otros países. También fundó, dirigió o formó parte de numerosos institutos binacionales para el acercamiento y comprensión entre los pueblos.

Actualmente vive en La Paz con su hija Rosángela.

 

KL | Ud. empezó a interesarse por la literatura a temprana edad. ¿Cómo fueron sus primeros escritos?

 

YB | Para mí la literatura era la vida misma, como jugar, comer, dormir... En mi casa se hablaba de libros, de giros idiomáticos, de gramática con amor, estos temas fueron creciendo con nosotros, los hijos, en la cabeza y el corazón. Este ambiente familiar – lo noto ahora – fue determinante. Tengo que decirle que a la familia pertenecían muchos “tíos”, los amigos de mi padre, escritores e intelectuales de una época de oro de la cultura en Bolivia. Los tíos Alcides, Greco (Gregorio), Juan, Armando, no eran otros que Arguedas, Reynolds, Capriles, Chirveches... No puede, pues, decirse que empecé a interesarme por la literatura como algo que estuviera fuera de mí, sino que era parte de la vida cotidiana.

Mis primeros escritos, curiosamente, no estaban en papel, me inventaba versitos cuando aún no sabía escribir. Después, con los años, fui anotando vivencias de personas, cosas, lugares, emociones, penas y alegrías y así nació Naufragio que un día de cumpleaños puse bajo la almohada de mi padre y que el lo mandó a Nueva York ya publicado cuando yo estudiaba allí. Fue una de las grandes emociones de mi vida.

 

KL | Ud. viene de una familia de seis hermanos. ¿Todos tenían predilección para la escritura y el arte?

 

YB | No solamente que éramos seis hermanos; vivían también con nosotros seis primos huérfanos que mis padres acogieron en la casa, una abuela paralítica, un tío solterón y varias “mamas”, indias que cuidaban de nosotros. Todos ellos fueron decisivos en mi vida, más que en el aspecto artístico, en el humano. Si algo debe aprenderse en la niñez, es a compartir, a aceptar las diferencias, a ser tolerante y vivir en paz y armonía. Mis hermanos también tenían inclinaciones al arte y la literatura, creo que fueron buenos poetas, Alvaro ante todo, aunque no publicaron mucho. Yo fui la privilegiada y tuve el apoyo de Gert, mi esposo. Así pude satisfacer esa necesidad de expresarme escribiendo porque siempre fui poco habladora.

 

KL | ¿Cuáles autores le influyeron cuando era joven y recién empezaba a escribir? )Y últimamente, hay unos autores que lee con gusto?

 

YB | Es difícil responder a esta pregunta. No solamente influye lo que uno lee sino también lo que uno vive. Creo que se asimila todo en forma casi desordenada e inconsciente y luego, es el espíritu el que va elaborando todo lo que se capta, se sabe, se siente. Cuando los “datos” se han olvidado, se han “digerido”, por así decirlo, surge la creación en la que imperceptiblemente están presentes todas las influencias del mundo tanto natural como de la cultura. Los autores clásicos, que no pierden su vigencia, dejan siempre profunda huella; quizá porque no muestran al hombre intemporal, al de hoy y al de siempre. Doy gracias a Dios por leer. No puedo imaginarme la vida sin libros. Me sucede, curiosamente, que ahora prefiero releer libros que ya conozco; es como un encuentro con viejos amigos con los que seguí el bello camino de la vida.

 

KL | Su esposo también escribía, era poeta, pero también la apoyó mucho en la preparación de sus libros. ¿Puede hablar de su participación y de su colaboración en la publicación de las obras de Ud?

 

YB | Mi esposo era poeta no sólo porque escribía, sino porque daba un cariz poético a lo que para muchos habrían sido momentos rutinarios de la existencia y la poesía está lejos de ser lo sentimental, dulzón o eufónico. La poesía de Gert era profundamente doliente, trágica, angustiosa, también – como decía un amigo – era como la miel dulce y densa.

Como cualquier mujer tenía de joven muchas ocupaciones de rutina que no pueden esperar, tareas que nadie nota cuando están bien hechas y todos reclaman cuando faltan; la única hora en que podía escribir tranquila era tarde en la noche y lo hacía – como lo sigo haciendo – en cualquier papel, en el revés de las envolturas de cigarrillos, siempre a mano y con varias correcciones. Mi marido madrugaba, botaba las colillas de cigarrillos, juntaba los papeluchos, los descifraba y copiaba todo lo que yo había escrito la noche anterior. Creo que sin su ayuda, su apoyo y su admiración, no habría publicado cuanto publiqué. Además tradujo al alemán toda mi obra y fue un crítico exigente y cuidadoso.

 

KL | ¿Ud. se siente conforme de las muchas obras que ha editado? ¿Nunca ha sentido vergüenza o arrepentimiento por una obra que ha escrito, quizás de las primeras?

 

YB | Humildemente tengo que decir que no me arrepiento de lo que he escrito ni de lo publicado. Los libros son como los hijos, fruto del amor y uno no se avergüenza de ellos, además son testimonio de momentos de la vida y, si se ha vivido auténticamente, respondiendo al llamado de una vocación, son también productos auténticos que pueden gustar o no; pero eso ya tiene que ver con el lector y no con el autor. Además, creo que he escrito casi con oficio, me explico: la inspiración es necesaria pero no suficiente; hay que trabajar lo que uno escribe, y yo lo hice casi obsesivamente, tratando de reducir lo escrito al menor número de palabras. Como decía mi hijo Juan-Gert: “Ya no corrijas, mamá, vas a dejar el cuento en dos líneas”.

 

KL | Ud. ha escrito dentro de muchos géneros. ¿Por cuál tenía preferencia y por qué?

 

YB | En general se escoge un género porque se cree que es el mejor ropaje para expresar algo; de hecho sería difícil encerrar la trama de una novela en un poema; en cambio una sensación, un sentimiento, una protesta se redondean más fácilmente en un poema. Es cierto que algunos conflictos pueden tener cabida en un ensayo, una novela, un cuento o un poema. A veces son circunstancias que obligan al escritor a elegir uno u otro genero. La poesía es algo que tiene que ver con esencias, yo siempre he querido buscar la quinta esencia de las cosas, economizar palabras y creo que soy ante todo poeta.

 

KL | El escritor Guillermo Francovich identifica tres etapas en su poesía: en la primera dice que sus versos son objetivos y explícitos; en la segunda que Ud. usa un método llamado ¨enumeración caótica¨; y en la tercera que Ud. entra en una fase religiosa. ¿Esta Ud. de acuerdo con esta apreciación de su poesía? Al entrar en estas fases, ¿Ud. se daba cuenta que cambiaba su forma de escribir y que la temática de sus obras se transformaba?

 

YB | Resulta siempre muy revelador lo que dicen los críticos. El escritor aprende mucho no sólo de su obra, sino también de su propia vida. Lo que usted me comenta de Francovich – y si lo dice – parece cierto, pero se trata de un desarrollo, mejor dicho de una secuencia, absolutamente inconsciente. Las etapas de una obra corresponden a las etapas de la vida. Muy difícilmente una chica de dieciséis escribiría un poema casi metafísico como llamó Nicolás Fernández Naranjo a mi poema “La danza”; el ir descubriendo el mundo en la confrontación con realidades sociales, la muerte de un ser querido o la espera de la trascendencia. Todo tiene su tiempo, dice el Eclesiastés. Así es. Hay tiempo de sembrar y tiempo de cosechar, tiempo de goce y tiempo de duelo, tiempo de amar y de alejarse del amado. La poesía no es algo construído, no es ingeniería, es Vida.

 

KL | Su primera novela, Bajo el oscuro sol, fue un gran éxito en Bolivia y ganó el Premio Nacional de Novela ¨Erich Guttentag¨ en 1971. Algunos críticos sostienen que es una novela neorealista, o sea, que trata temas y eventos históricos por medio de eventos cotidianos. ¿Puede comentar?

 

YB | Su pregunta tiene que ver con la anterior. También lo que sucede en un país nos marca el alma; a veces se escribe por dar testimonio y otras para borrar las cicatrices. Sin embargo, esta literatura neorealista es una historia de los eventos – como usted menciona – desde mi YO, no una historia con pretensiones de ser objetiva. Vivir en Bolivia es un reto cotidiano. El escritor es, en cierto modo, un médium y tan pronto lo sobrecoge el paisaje como la realidad social, los conflictos, la pobreza, y desde luego el acontecer político que, como usted sabe, ha tenido y tiene connotaciones insólitas. En la historia de mi país, la realidad superó muchas veces la fantasía y la capacidad imaginativa. Creo que en la mayor parte de las novelas bolivianas esta realidad histórica está presente y no tendría yo por qué ser la excepción.

 

KL | ¿Cómo fue la situación política en Bolivia cuando escribió la novela?

 

YB | Una novela es resultado de un largo proceso. Uno no escribe una novela de un tirón y Bajo el oscuro sol tuvo un largo período de incubación y otro de sueño. Nunca se hubiera publicado de no haber sido el Concurso Erich Guttentag; la terminé de copiar el día en que se cerraba el plazo de entrega. (Las presiones de la vida!)

Le cuento esto para que vea que no es un momento histórico concreto, sino varios en el tiempo y el espacio que se superponen y suceden, como pasa en los sueños; en un mismo personaje reunimos características de varios, lo trasladamos a voluntad de un lugar a otro o le concedemos el don de la ubicuidad. No se necesita sujetarse a la realidad pero tampoco nos sustraemos de ella. Es Bolivia? Sí. Podría ser otro país? Tal vez. Es la revolución contra Hernando Siles? Sí. Podría ser otra, también. No es pues, historia, es literatura, testimonial como todo lo que se escribe.

 

KL | En 1982 Ud. fue nombrada ¨Yolanda de América¨, un nombre elegido por escritores y poetas argentinos. ¿Qué significó recibir este homenaje?

 

YB | Por supuesto un gran honor, una muestra de la generosidad de los colegas y un homenaje a mi país. He recibido muchas distinciones y premios y – créame – siempre me han causado sorpresa. Creo haber hecho lo que tenía que hacer, he tratado de cumplir con un llamado de lo Alto. Le digo con toda honestidad, me cuesta entender que se premie por hacer lo que a uno le gusta. Todos tenemos una tarea que cumplir y es obligación hacerla lo mejor posible. No hay tarea chica ni carente de importancia, merece premio, pues, cada ciudadano que cumple su deber.

 

KL | Entre los numerosos premios y homenajes que Ud. ha recibido, ¿hay alguno que le trae recuerdos especiales?

 

YB | Hay algunos que son especialmente caros al corazón. Cuando hace casi cincuenta años los jóvenes de Gesta Bárbara me regalaron el nombre de Yolanda de Bolivia. Fue, como dije alguna vez, una ceremonia estelar en mi limitado cielo porque ponían junto a mi nombre bautismal la palabra Bolivia, que para mí rebasa toda voz. Vinieron después halagos públicos y particulares, no los olvido. Cada uno estimuló mi compromiso y me recordó que hay que vencer la natural tendencia al egoísmo. Todos me ayudaron a seguir escribiendo y a vivir; se trate de las Banderas de Oro del Senado de Bolivia o de las cartitas de niños de una escuela que me hicieron un homenaje en un día de cumpleaños.

 

KL | Además de sus propias obras, Ud. ha trabajado arduamente para promocionar a otros escritores y para difundir sus obras. Por ejemplo, se ve este esfuerzo en su Antología de la poesía boliviana. ¿Me puede hablar de su rol en la publicación de esos tomos?

 

YB | La Antología de la poesía boliviana me tomó mucho tiempo y fue un arduo trabajo. Casi no había material, tenía todo mi escritorio lleno de papeles, recortes, periódicos; no fue fácil conseguir datos de muchos poetas, piense que entonces no había computadora, ni fax, ni internet...pero me alegro de haberme hecho ese trabajo porque además sirvió de base y ahorró mucho esfuerzo a los antologistas que escribieron después sobre poesía boliviana. La antología es un hijo diferente, pero al que también le tengo mucho cariño. Esa colección de la Editorial Guttentag ha sido importantísima para la difusión de la cultura boliviana.

 

KL | En mis entrevistas con otras autoras bolivianas, casi todas le nombraron a Ud. como la mejor escritora boliviana. En forma semejante Monseñor Quiroz ha dicho de Ud: “Es la más representativa figura de mujer que ha producido la poesía boliviana”. ¿Qué reacción tiene Ud. ante esta estimación?

 

YB | En este momento de mi vida, tengo que decir, como Violeta Parra, “Gracias a la Vida”. Tengo mucho por qué agradecer a Dios y a la vida, y si por algo doy gracias es porque no conozco la vanidad. Agradezco de corazón y me alegran las opiniones favorables de colegas, críticos y amigos. Sin embargo, he escrito lo mejor que he podido – cierto – no buscando que se alabe mi obra, o que guste a la crítica, sino tratando de ser yo misma. No me entienda mal, estoy agradecida a los que creen en mí como escritora, pero más aún, a los que me quieren y saben que contrario al refrán “piensa mal y acertarás”, yo he preferido pensar y obrar bien y equivocarme. Le hago esta confesión con la serena humildad que me permiten mis años.

 

KL | ¿Ud. tiene obras inéditas? ¿Puede referirse a estas obras y sus planes para ellas?

 

YB | Tengo mucho inédito; precisamente de esto vengo ocupándome en este último tiempo; estoy revisando maletas de papeles que tengo y que quisiera dejar por lo menos en orden. Está listo El libro de Juanito que quiero mucho. En realidad es literatura infantil-juvenil; Juanito va creciendo y, con ojos y alma de niño, relata lo que vive en una familia variopinta que le da que pensar, soñar y preguntarse. Hubiera querido publicar una novela escrita a lo largo de muchos años y que se llama La casa y sus entrañas. Es difícil hablar del futuro. Lo dirá Dios...

 

KL | Mirando hacia atrás, ¿hay algo que cambiaría en cuanto a su carrera literaria?

 

YB | Siempre y en todo pudo haberse hecho las cosas mejor pero creo que es pretensioso el querer ser perfecto. Uno de los valores – y no de los defectos – de lo humano es su perfectividad; dado que lo pasado no puede cambiarse, demos todo por bien obrado, ante todo si pusimos al hacerlo fe, amor y esfuerzo.

 

KL | ¿Cuáles poemas le gustaría incluir con la entrevista?

 

YB | Me es muy difícil elegir los poemas, es el mismo problema )a cuál de tus hijos quieres más? Sin embargo podría ponerse ¨Juan Gert¨, escrito para mi hijo, ¨Salada Savia¨, poema a la muerte de mi padre, y ¨La Danza¨, sobre el que hizo un estudio Nicolás Fernández Naranjo en su libro Técnica literaria. También podríamos incluir ¨Alegato inútil¨. En mi libro Escrito dice lo siguiente sobre este poema: “...es un testimonio de nuestra época de angustia...clamores del hombre dolorido que tiene fe y parla, entre sollozos, con el Dios de su propio corazón y con el Tú de quien lee o escucha...porque sabe que alguna saeta ha de conmover su desvarío. Quien parece blasfemar, está en realidad orando”.

 

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§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

ARC Edições | Agulha Revista de Cultura

Fortaleza CE Brasil 2021



 

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