terça-feira, 20 de julho de 2021

MARIELA CORDERO | María Antonieta Flores: “El poema es el territorio de los amantes sabios”

 


María Antonieta Flores (1960) es una poeta, ensayista, crítica literaria y profesora universitaria venezolana. Con una extensa trayectoria, su voz poética ha sabido arder y perdurar en el tiempo y se ha consolidado como una de las voces más intensas e imprescindibles dentro de la literatura venezolana contemporánea. Esta conversación abarca su íntimo vínculo con la poesía, su travesía ascendente en el quehacer poético, su relación entrañable con la dramaturgia, sus preciadas lecturas y la férrea fe en su propia palabra, llama indómita que prevalece.

 

MC | ¿Qué es la poesía para María Antonieta Flores?

 

MAF | Antes tenía eso más claro o pensaba que lo tenía más claro. Ahora es como un río en el que estoy inmersa. Algo a lo que ya no se le pregunta nada, como ocurre cuando una se entrega a un hombre con los ojos cerrados. Ya no me interesa nombrarla ni inquirirla, sólo vivirla. Como escribió Rilke, "Vive ahora las preguntas" y así voy viviendo las respuestas. Me he liberado bastante de esa necesidad narcisista y omnipotente de tener todas las respuestas.

 

MC | Sobre el alumbramiento del poema. ¿Cómo nace el poema? ¿Y cuándo se sabe que ya está terminado o completo?

 

MAF | El poema nace todos los días y muere todos los días. Nunca se termina de saber cómo se puede materializar un poema en el instante cuando se asoma. Por eso hay que desarrollar la atención y la vigilia, siempre deben estar entreabiertas las puertas, las ventanas interiores para que aparezca el poema. Según lo que me ha permitido vivir la poesía, el poema nace de muchas maneras. Quizás mi preferida es cuando brota sin avisar y brota entero. Es milagroso. Y yo me sorprendo de que esté allí, de que haya estado dentro de mí. Otras veces, las más —porque eso hay que saberlo y tiene que ver con el oficio— busco el poema. Para ello recurro a los lugares entreabiertos, a la contemplación, al silencio. Un poema no nace en medio del ruido.

En cuanto al saber cuándo está completo o terminado es algo que también siempre se está revelando. Es un saber que debe mucho a la intuición y a la paciencia. Hay que escuchar al poema. A veces nace entero y otras se va destilando. Por supuesto, muchas veces he creído que el poema está terminado y cuando estoy revisando, realmente logro terminarlo o creo hacerlo. La escritura poética es un territorio para la duda y nunca hay respuestas definitivas. No es un lugar para la precipitación, exige pulso y temple. El poema es el territorio de los amantes sabios. Jamás el de aquellos que solo dominan la técnica.

 

MC | Qué ha cambiado en su voz poética desde su poemario “El señor de la muralla” (1991) hasta “Deletérea” (2015). ¿Qué ha permanecido?

 

MAF | Digamos, primero, que me interesa lo que permanece y esto me llevó a publicar deletérea en 2015, un poemario que había escrito en 1995. Y sólo lo hice después de leerlo y preguntarme qué tanto se acercaba o se alejaba de lo que estaba escribiendo actualmente. Mi poesía oscila entre un decir marcado por el hermetismo y otro decir que busca ser más directo. En los últimos años he privilegiado la última tendencia. Tal vez porque a medida que envejecemos nos vamos despojando de oropeles e ideas innecesarias, tal vez porque a medida que envejecemos no necesitamos velarnos tanto o tenemos más iluminación en el mundo interior o hay cosas que ya no importan.

Permanece el ritmo porque la poesía es ritmo, permanecen temas vinculados al yo femenino, al erotismo y a la historia, al sujeto político —tema que trato muy discretamente pero que un crítico tan avezado como Miguel Gomes ha logrado precisar certeramente—. También permanece mi trato con el mito y el acercamiento animal o visceral a la palabra y a la imagen. Creo que ahora escribo una poesía menos sufriente porque he hecho las paces conmigo misma y hay aceptación. Lo pasado, pasado. Y llorar, ¿para qué?

 

MC | En su dilatado viaje con la poesía han existido algunos instantes de pausa. ¿Es necesario el silencio? ¿La quietud puede renovar esa voz poética? O, por el contrario, ¿es el ejercicio constante lo que la mantiene encendida?

 

MAF | Diría que pausa editorial. Tengo poemarios inéditos. Algunos saldrán publicados, otros no. No he tenido propuestas editoriales y a eso contribuye el país que vivimos y los costos inimaginables de impresión, así que creo que esa pausa continuará. He sido constante con la escritura aunque mi ritmo ha variado, en los últimos años escribo más lento. Quizás porque mis procesos de maceración y alquimia son más largos y, definitivamente, porque los acontecimientos externos tan dolorosos, tan inhumanos, tan injustos me han exigido esa lentitud. Es mucho lo que hay que procesar interiormente. La quietud y la escritura constante renuevan la palabra poética. No puedo privilegiar a uno de los fieles de la balanza. El secreto está en el equilibrio que se logre entre nombrar y escuchar porque el silencio es una manera de escuchar.

 

MC | Para un poeta en sus inicios, las puertas cerradas, los círculos literarios herméticos y los rechazos literarios son fuentes de desaliento. ¿Cómo afrontar esto, si se desea continuar en el quehacer poético?

 

MAF | Con trabajo y más trabajo. Con fe amarga en lo que se escriba. De eso qué menciona, sé bastante. Nunca he pertenecido a grupos ni me han aceptado en ellos. No hay que confundir la escritura con la vida literaria.

El deseo desmedido de reconocimiento puede ser fatal y esto lo afirmo desde la idea de que el reconocimiento es necesario pero debe estar sustentado en el trabajo constante y en el trato con los misterios de la poesía. Me enternecen ciertos clamores de reconocimiento excesivamente tempranos y me enternecen porque reflejan un desconocimiento de la inclemente rueda que marca el paso de los trabajos creativos. Esto es asunto duro, nada tiene que ver con la fantasmagoría de likes y corazones. Pasaron cinco años para que mi primer libro, El señor de la muralla, fuera reconocido cabalmente por la crítica pero yo no me detuve. Seguí escribiendo, insistiendo en la palabra y en la poesía, tal como lo sigo haciendo hasta ahorita.

 

MC | Recientemente se estrenó su obra teatral “Como una mariposa”. ¿Qué la llevó a explorar este género? ¿Qué espacio común habitan la poesía y el teatro?

 

MAF | La imagen es el espacio común. Una somera revisión nos asomará una larga lista de poetas que también fueron dramaturgos y esto es señal de que ambos géneros guardan vinculaciones. El teatro es una vieja pasión que me ha acompañado toda la vida. Recuerdo mi primera lectura significativa de ese género en la adolescencia: Los árboles mueren de pie de Alejandro Casona. Fui una ferviente espectadora de teatro y allá por 1996 me recuerdo escribiendo unos diálogos que, tal vez, a la luz de hoy estaban más cerca del poema dramático. Pero nunca pensé en la posibilidad de que se escenificara un texto mío. Quizás no tuve suficiente fuerza para emprender en aquel momento ese camino. No lo veía viable. En 2017, esa oportunidad me la dio Federico Pacanins, quien había sido jurado del l Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana en 2001 que dio por ganador mi poemario índigo. Creo que me resulta una vía útil de expresión en estos momentos. Vivimos una tragedia y el mundo interior colectivo y el mío propio se han poblado de historias muy tristes y dolorosas. El teatro, el escenario, los actores pueden actuar como catalizadores para ayudar a elaborar tantos sentimientos y emociones empozados y no procesados en ese momento catártico que regala el teatro con la fuerza redentora de los aplausos. Ante una tragedia colectiva, la catarsis colectiva puede ser sanadora. Por su parte, la poesía hace lo suyo en el terreno individual pues el lector la vive como algo más propio, más íntimo.

 

MC | ¿Qué lecturas atesora? ¿A qué libros/autores siempre quiere regresar?

 

MAF | Siempre quiero regresar a Federico García Lorca, a Francisco Brines, a José Antonio Ramos Sucre, a Djuna Barnes, a Alejandra Pizarnik y a Olga Orozco, a Rubén Darío, a Anaïs Nin... por nombrar unos pocos. Porque son muchos escritores y libros a los que deseo regresar pero no lo hago, los mantengo como deseos latentes, inquirientes. Entre las lecturas que atesoro, la Biblia en sus versiones Nácar-Colunga y Biblia de Jerusalén, esa joya que son las Heroidas de Ovidio y debo confesar que muchas canciones populares forman parte de esas lecturas. Soy una atenta lectora de la canción popular y mi escritura, una gran deudora de ella.

 

MC | ¿Qué proyectos literarios vienen en camino?

 

MAF | Tengo proyectos caminando, trabajo en ellos para concretarlos, pero no los nombro hasta que cuajen. Es una superstición antigua propia del mundo creador y la respeto. Libros impresos no vienen en camino por los momentos y por lo que ya mencioné sobre el mundo editorial. Sigo trabajando en mi revista digital el cautivo http://elcautivo.net/, un modesto proyecto dedicado a la poesía que inicié en 2004, que conoció la pausa que me impuso el cuerpo, un proyecto elaborado con criterio artesanal, cuidadoso, ajeno a la idea del exceso de información y partícipe de la idea slow reading y de la desaceleración.

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