MC | ¿Qué es la poesía
para María Antonieta Flores?
MAF | Antes tenía eso más claro o pensaba que
lo tenía más claro. Ahora es como un río en el que estoy inmersa. Algo a lo que
ya no se le pregunta nada, como ocurre cuando una se entrega a un hombre con los
ojos cerrados. Ya no me interesa nombrarla ni inquirirla, sólo vivirla. Como escribió
Rilke, "Vive ahora las preguntas" y así voy viviendo las respuestas. Me
he liberado bastante de esa necesidad narcisista y omnipotente de tener todas las
respuestas.
MC | Sobre el alumbramiento
del poema. ¿Cómo nace el poema? ¿Y cuándo se sabe que ya está terminado o completo?
MAF | El poema nace todos los días y muere todos
los días. Nunca se termina de saber cómo se puede materializar un poema en el instante
cuando se asoma. Por eso hay que desarrollar la atención y la vigilia, siempre deben
estar entreabiertas las puertas, las ventanas interiores para que aparezca el poema.
Según lo que me ha permitido vivir la poesía, el poema nace de muchas maneras. Quizás
mi preferida es cuando brota sin avisar y brota entero. Es milagroso. Y yo me sorprendo
de que esté allí, de que haya estado dentro de mí. Otras veces, las más —porque
eso hay que saberlo y tiene que ver con el oficio— busco el poema. Para ello recurro
a los lugares entreabiertos, a la contemplación, al silencio. Un poema no nace en
medio del ruido.
En
cuanto al saber cuándo está completo o terminado es algo que también siempre se
está revelando. Es un saber que debe mucho a la intuición y a la paciencia. Hay
que escuchar al poema. A veces nace entero y otras se va destilando. Por supuesto,
muchas veces he creído que el poema está terminado y cuando estoy revisando, realmente
logro terminarlo o creo hacerlo. La escritura poética es un territorio para la duda
y nunca hay respuestas definitivas. No es un lugar para la precipitación, exige
pulso y temple. El poema es el territorio de los amantes sabios. Jamás el de aquellos
que solo dominan la técnica.
MC | Qué ha cambiado
en su voz poética desde su poemario “El señor de la muralla” (1991) hasta “Deletérea”
(2015). ¿Qué ha permanecido?
MAF | Digamos, primero, que me interesa lo que
permanece y esto me llevó a publicar deletérea en 2015, un poemario que había
escrito en 1995. Y sólo lo hice después de leerlo y preguntarme qué tanto se acercaba
o se alejaba de lo que estaba escribiendo actualmente. Mi poesía oscila entre un
decir marcado por el hermetismo y otro decir que busca ser más directo. En los últimos
años he privilegiado la última tendencia. Tal vez porque a medida que envejecemos
nos vamos despojando de oropeles e ideas innecesarias, tal vez porque a medida que
envejecemos no necesitamos velarnos tanto o tenemos más iluminación en el mundo
interior o hay cosas que ya no importan.
Permanece
el ritmo porque la poesía es ritmo, permanecen temas vinculados al yo femenino,
al erotismo y a la historia, al sujeto político —tema que trato muy discretamente
pero que un crítico tan avezado como Miguel Gomes ha logrado precisar certeramente—.
También permanece mi trato con el mito y el acercamiento animal o visceral a la
palabra y a la imagen. Creo que ahora escribo una poesía menos sufriente porque
he hecho las paces conmigo misma y hay aceptación. Lo pasado, pasado. Y
llorar, ¿para qué?
MC | En su dilatado
viaje con la poesía han existido algunos instantes de pausa. ¿Es necesario el silencio?
¿La quietud puede renovar esa voz poética? O, por el contrario, ¿es el ejercicio
constante lo que la mantiene encendida?
MAF | Diría que pausa editorial. Tengo poemarios
inéditos. Algunos saldrán publicados, otros no. No he tenido propuestas editoriales
y a eso contribuye el país que vivimos y los costos inimaginables de impresión,
así que creo que esa pausa continuará. He sido constante con la escritura aunque
mi ritmo ha variado, en los últimos años escribo más lento. Quizás porque mis procesos
de maceración y alquimia son más largos y, definitivamente, porque los acontecimientos
externos tan dolorosos, tan inhumanos, tan injustos me han exigido esa lentitud.
Es mucho lo que hay que procesar interiormente. La quietud y la escritura constante
renuevan la palabra poética. No puedo privilegiar a uno de los fieles de la balanza.
El secreto está en el equilibrio que se logre entre nombrar y escuchar porque el
silencio es una manera de escuchar.
MC | Para un poeta
en sus inicios, las puertas cerradas, los círculos literarios herméticos y los rechazos
literarios son fuentes de desaliento. ¿Cómo afrontar esto, si se desea continuar
en el quehacer poético?
MAF | Con trabajo y más trabajo. Con fe amarga
en lo que se escriba. De eso qué menciona, sé bastante. Nunca he pertenecido a grupos
ni me han aceptado en ellos. No hay que confundir la escritura con la vida literaria.
El
deseo desmedido de reconocimiento puede ser fatal y esto lo afirmo desde la idea
de que el reconocimiento es necesario pero debe estar sustentado en el trabajo constante
y en el trato con los misterios de la poesía. Me enternecen ciertos clamores de
reconocimiento excesivamente tempranos y me enternecen porque reflejan un desconocimiento
de la inclemente rueda que marca el paso de los trabajos creativos. Esto es asunto
duro, nada tiene que ver con la fantasmagoría de likes y corazones. Pasaron cinco
años para que mi primer libro, El señor de la muralla, fuera reconocido cabalmente
por la crítica pero yo no me detuve. Seguí escribiendo, insistiendo en la palabra
y en la poesía, tal como lo sigo haciendo hasta ahorita.
MC | Recientemente
se estrenó su obra teatral “Como una mariposa”. ¿Qué la llevó a explorar este género?
¿Qué espacio común habitan la poesía y el teatro?
MAF | La imagen es el espacio común. Una somera
revisión nos asomará una larga lista de poetas que también fueron dramaturgos y
esto es señal de que ambos géneros guardan vinculaciones. El teatro es una vieja
pasión que me ha acompañado toda la vida. Recuerdo mi primera lectura significativa
de ese género en la adolescencia: Los árboles mueren de pie de Alejandro
Casona. Fui una ferviente espectadora de teatro y allá por 1996 me recuerdo escribiendo
unos diálogos que, tal vez, a la luz de hoy estaban más cerca del poema dramático.
Pero nunca pensé en la posibilidad de que se escenificara un texto mío. Quizás no
tuve suficiente fuerza para emprender en aquel momento ese camino. No lo veía viable.
En 2017, esa oportunidad me la dio Federico Pacanins, quien había sido jurado del
l Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana en 2001 que dio
por ganador mi poemario índigo. Creo que me resulta una vía útil de expresión
en estos momentos. Vivimos una tragedia y el mundo interior colectivo y el mío propio
se han poblado de historias muy tristes y dolorosas. El teatro, el escenario, los
actores pueden actuar como catalizadores para ayudar a elaborar tantos sentimientos
y emociones empozados y no procesados en ese momento catártico que regala el teatro
con la fuerza redentora de los aplausos. Ante una tragedia colectiva, la catarsis
colectiva puede ser sanadora. Por su parte, la poesía hace lo suyo en el terreno
individual pues el lector la vive como algo más propio, más íntimo.
MC | ¿Qué lecturas
atesora? ¿A qué libros/autores siempre quiere regresar?
MAF | Siempre quiero regresar a Federico García
Lorca, a Francisco Brines, a José Antonio Ramos Sucre, a Djuna Barnes, a Alejandra
Pizarnik y a Olga Orozco, a Rubén Darío, a Anaïs Nin... por nombrar unos pocos.
Porque son muchos escritores y libros a los que deseo regresar pero no lo hago,
los mantengo como deseos latentes, inquirientes. Entre las lecturas que atesoro,
la Biblia en sus versiones Nácar-Colunga y Biblia de Jerusalén, esa joya que son
las Heroidas de Ovidio y debo confesar que muchas canciones populares forman
parte de esas lecturas. Soy una atenta lectora de la canción popular y mi escritura,
una gran deudora de ella.
MC | ¿Qué proyectos
literarios vienen en camino?
MAF | Tengo proyectos caminando, trabajo en ellos
para concretarlos, pero no los nombro hasta que cuajen. Es una superstición antigua
propia del mundo creador y la respeto. Libros impresos no vienen en camino por los
momentos y por lo que ya mencioné sobre el mundo editorial. Sigo trabajando en mi
revista digital el cautivo http://elcautivo.net/,
un modesto proyecto dedicado a la poesía que inicié en 2004, que conoció la pausa
que me impuso el cuerpo, un proyecto elaborado con criterio artesanal, cuidadoso,
ajeno a la idea del exceso de información y partícipe de la idea slow reading
y de la desaceleración.
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