Margarito
dice que entiende y disfruta la poesía mexicana como un mosaico, que, si bien no
da para armar un rompecabezas porque las piezas están demasiado disgregadas, “me
ha enseñado mucho. Yo vi la poesía desde otra perspectiva gracias a Eduardo Lizalde”.
Asegura que
los poetas mexicanos fueron el detonante para que leyera a sus pares generacionales
de América Latina y de otros continentes.
“Para mí la
poesía mexicana es como una guía de lecturas para otras partes, porque de pronto
Lizalde, Octavio Paz y Efraín Huerta me llevan a los poetas colombianos, a los venezolanos,
chilenos, argentinos, y empiezo a descubrir que esto es un río”.
– Qué bueno
que vas por ahí porque quería preguntarte: ¿tú crees que la poesía mexicana tiene
influencia importante en la poesía latinoamericana?
– Sí, justo
hilamos esto con tu anterior pregunta, porque cuando estaba leyendo a Paz, leí paralelamente
a un poeta colombiano, Eduardo Carranza, y dije: ‘Estos se parecen’, y claramente
la influencia es de Paz. Pero también los narradores tienen peso, como Juan Rulfo
que sigue siendo el padre de la narrativa latinoamericana. Menos Huerta y Sabines,
tardaron, como que la vibra de Paz los opacó mucho. A nivel Latinoamérica, sí hay
un acercamiento a los poetas mexicanos y siento que la poesía mexicana es muy rica,
la sigo leyendo, me sigue nutriendo, hasta las entregas más recientes. Obviamente
no puedes leer todo porque esto se convirtió en fuego por todas partes, porque se
publica demasiado, pero me parece bueno lo que se hace en México y en América Latina.
– Eduardo
Milán dice que demasiadas personas escriben poesía y se han perdido los parámetros
críticos porque ya todo es permitido. ¿Qué piensas sobre eso?
– Leí la entrevista
de Milán y leí la de Marco Antonio Campos, que fueron bastante comentadas, y ese
comentario que hace Milán sobre la crítica y el comentario que hace Campos sobre
la necesidad de una renovación, me parecen razonables. En esta situación en la que
vivimos, no solamente una pandemia, sino una época en la que no tenemos tiempo de
mirar al otro, no tenemos tiempo de detener la mirada de una manera más prolongada,
las cosas nos pasan de largo muy rápidamente, y una de esas cosas es la crítica.
Margarito
Cuéllar señala que la crítica en México siempre ha sido ejercida por pocos, incluso,
que se ha perdido y hace falta una rehabilitación, una renovación.
La crítica,
dice, “se quedó en ciertos poetas, en ciertas generaciones, es decir, la crítica
que se hace entre escritores de las generaciones actuales, de las tres que confluyen
ahora en México o en habla hispana, es hecha por los mismos poetas, no tanto por
críticos de la talla de un Evodio Escalante o del mismo Marco Antonio Campos, o
un Heriberto Yépez, por mencionar otra entrega, otra generación, o el mismo Christopher
Domínguez; pienso en una crítica que me parecía muy honesta y contundente, como
la de Evodio, desde la poesía, desde las humanidades”.
Margarito
considera que los nuevos espacios para la buena crítica tienen que construirse ahora
en las redes sociales porque los medios tradicionales ya no van a dar marcha atrás
en ese sentido, porque están viviendo su propia sobrevivencia.
“Imagina un
suplemento en el que aparecían los primeros poemas de José Carlos Becerra, de José
Emilio Pacheco, los primeros comentarios sarcásticos de Monsiváis, imagínate trasladar
esa riqueza al momento actual, es complicado encontrar ahora a poetas como esos;
no porque no estén, sino porque ahora está todo más diluido”.
– ¿Puedes
mencionar a cinco poetas mexicanos vivos, indispensables para ti?
– Por ejemplo,
de mi generación: Silvia Tomasa Rivera me parece una poeta digna, fuerte, importante
de leer; sigo creyendo en San Eduardo Lizalde, lo sigo leyendo, y al José Emilio
Pacheco de No me preguntes como pasa el tiempo; Juan Bañuelos, sigo leyendo a esos
poetas, pero en sus inicios me gustó mucho la poesía de Vicente Quirarte, Eduardo
Langagne, del mismo Marco Antonio Campos, a quien sigo viendo como un hermano mayor,
y no tiene pelos en la lengua para decir las cosas como son. Una poeta que me encanta
es Enriqueta Ochoa, y por supuesto fui lector asiduo de Efraín Huerta y Jaime Sabines,
en su parte más urbana, más densa y de más claroscuros. Por ahí van mis lecturas.
En cuanto
a la sobrevivencia de las editoriales y la poesía, Cuéllar dice que la industria
editorial siempre es la más castigada.
“Yo estuve
vinculado a publicaciones durante treinta años en la Universidad Nacional Autónoma
de Nuevo León y nos tocó una época de oro, imagínate publicar un libro y medio por
día; era una locura, un exceso”.
– ¿De grandes
tirajes?
– No tan grandes,
pero ya como un tiraje de mil ejemplares, ya se te hace grande ahorita, porque ahora
en Estados Unidos, tiran cincuenta y si funciona le siguen, si no, no; en España
igual. La parte de las ediciones de poesía son las más castigadas.
– Pero siempre
ha sido así, ¿no?
– Siempre
los editores te han dicho: ‘La poesía no vende’, y a mí me cayó el veinte una vez
que le dije a Marco Antonio Campos: ‘A mí me gustaría publicar en una editorial
que lleve mis libros un poquito más allá del interior del país’. ‘La poesía siempre
va a ser así’, me dijo, ‘Bolaños tardó quince años en agotar una edición de 500
ejemplares de un libro de poesía’, ya ves como habla Marco, ‘y la poesía siempre
va a ser así, de 500 libros te van a dar cien o cincuenta y tú se los vas a regalar
a tus amigos y vas a vender algunos en las presentaciones y el libro va andar por
ahí un tiempo, rodando como una piedra; la poesía de todos los tiempos, incluso
de los más consagrados, es así’, me decía él. Entonces entendí que era eso. Ahora
en Colombia voy a publicar una edición de diez mil ejemplares, son libros chiquitos,
muy bonitos, la edición se llama Libros de a centavo, eso es como la apoteosis para
mis libros porque diez mil ejemplares son un montón. Ahí han salido Gonzalo Rojas,
Bécquer, Darío, los contemporáneos, Darío Jaramillo”.
– ¿Son de
bolsillo?
– Ochenta
páginas, como de bolsillo, un poco más del cuarto de página, chiquitos, con muy
buena distribución, muy buen diseño; ya han vendido más de cien títulos. Ese tipo
de proyectos valen la pena.
“Yo creo que
la poesía sí tiene futuro, no se va a decantar pronto, porque tú sabes que hay muchos
festivales internacionales y encuentros y participa mucha gente y es muy difícil
encontrar cual es la ruta de la poesía. Yo sí soy optimista en ese sentido. Fíjate,
qué paradójico, cómo dentro del tema del nihilismo, del anarquismo y del pesimismo,
puedo ser optimista en esa idea…”.
– Hay rosas
en el mar.
– (Risas)…
Quizá porque yo también sobrevivo como promotor y coordinador de actividades literarias
y de alguna manera tengo que apostar por lo que mi Universidad produce, hace o difunde,
y soy mal difusor de mi obra y soy mal vendedor y mal empresario, pero sí creo en
el futuro de la poesía. Creo que, si creas una editorial pequeña, independiente,
y lo haces con un pequeño estudio de mercado y con metas muy claras, sí puedes recuperar
por lo menos la inversión.
– Te voy a
hacer una pregunta que seguramente ya te han hecho: ¿Para qué sirve la poesía?,
¿para qué seguir en esto y a quién va dirigida la poesía?
– Me gustaría
que sirviera para pagar el recibo de luz y del teléfono, del internet y el recibo
de agua, me gustaría, me gustaría, pero es totalmente inútil para eso. Me gustaría
decir que la poesía sirve para hacer mejores a las personas, pero eso es una utopía,
una gran mentira.
“La poesía
todavía es un objeto de autoconsumo, me parece que los que leemos somos nosotros
mismos, nosotros y el otro, aunque el otro a veces nada mas de pasadita, a veces
nada más lee los nombres o los títulos o que aquella persona está en redes y lo
demás es, como ahora dicen los estudiantes, “mucho texto”, y yo diría que no, no
es mucho texto, porque la poesía es un poco la síntesis de este mundo que nos toca
vivir, entonces sirve para eso, como un espejo de la belleza y de la fealdad que
somos y lo que es el mundo, por eso la vinculo mucho con la filosofía y con las
otras artes”.
– ¿Qué crees
que le hace falta a la poesía mexicana?
– La situación
de la que hablaba Marco Antonio Campos, me puso a pensar en un tema que no hemos
tocado, que es la forma en la que nos expresamos, que es el verso libre; el verso
libre es tan libre que cada quien creamos nuestras propias reglas y al crear nuestras
propias reglas estamos creando también nuestras propias fallas, caídas, agujeros.
Muchos podemos escribir, pero encontrar una ruta y que realmente digas: “Con esto
estoy enriqueciendo al verso libre”, que es lo de hoy, no porque no se escriba en
rima, se usa todavía, también el verso blanco, también el de los españoles que se
oye como muy marcadito en su conteo, pero que no rima.
“Justo esa música y ese ritmo es lo que le da a
la poesía la fuerza”, me explica Margarito, sobreviviente de cáncer y director de
la revista “Armas y Letras”.
“El verso
libre, cuando sentimos que está desprovisto de esa música, sentimos que hay unas
líneas cortadas, que se está narrando algo, pero no está esa música, y esa ausencia
de música va a ser que dejemos lo que estamos leyendo”.
– ¿No es un
poco lo que decía Milán, hay que leer a Góngora, a los poetas del siglo XI…?
– Sí, y por
ejemplo cuando encuentras poetas como José Javier Villareal, dices: “Ok, estos poetas
han leído”, y cuando decimos tradición, nos quedamos nada más con los que transgredieron
la tradición, o pensamos en Quevedo, pero no pensamos en Góngora, porque pensar
en Quevedo está bien chido, porque tenía sentido del humor y era un irreverente,
pero no pensamos en Góngora porque se nos hace aburrido.
“Eso que dice
Milán es muy interesante, lo mismo lo que dice Marco, hay que renovar la poesía
y yo creo que sí se está renovando. Nuestros poetas anteriores, nuestros padres,
para que su poesía quedara por ahí en la voz y en la mira de los lectores, fueron
muchos años. Sí siento que hay una renovación”.
– ¿Consideras
que es válido eso que están haciendo algunos, ya no tan jóvenes, de meter sonido,
música, meter tecnología a la poesía?
– Vale para
ellos, para ganarse lectores, y si su meta es la fama. Me decía una vez Ricardo
Yáñez: “Uno como poeta tiene que definir a dónde quiere llegar con su obra, que
río quiere cruzar”, es decir, ¿quieres ser famoso?, escribe un poema light, un poema
bonito y vas y lo lees en la tele, y puedes ser famoso, que ese no es mi propósito.
Y hay una poesía que sí va más allá de lo experimental, que tal vez podría disgustarnos,
pero a lo mejor los poetas han encontrado esa ruta y a lo mejor esa ruta es solamente
una moda y no va a sobrevivir en el tiempo.
– José Ángel
Leyva decía que dentro de la poesía mexicana existe algo llamado infantocracia,
que se les da mucho privilegio a los poetas jóvenes, y en contraparte, Hernán Bravo
y Balam hablan de una gerontocracia, que es poder de los poetas viejos y no pelar
tanto a los jóvenes, ¿Cuál es tu opinión?
– (Risas)…
Yo creo que cada quien lo ve desde su trinchera. Si vemos, son como generaciones
distintas, por una parte, Balam, que ha logrado romper desde la tradición misma
y hacer una obra abundante, y por otro, Leyva, que se mantiene en la trinchera de
la difusión. Yo creo que cada quien encuentra sus referentes. Yo he tenido que brincarme
un poco México e ir directo hacia América Latina, no porque no crea en lo que pasa
en México, sino porque así se me dieron las cosas para mis publicaciones y algunos
premios, yo creo que cada quien encuentra a su lector.
“Creo que
los jóvenes son afortunados en la medida de que tienen una serie de estímulos, porque
eso a mi generación no le tocó, a nosotros no toca fundar los talleres literarios,
fundar las revistas, y los estímulos son para los poetas nacidos en los 60tas, 70tas
y las generaciones que vienen”.
“Los jóvenes
ahora tienen esa gran oportunidad de aprovechar los estímulos que no tuvimos generaciones
anteriores. Ya tú sabes si hacemos un libro de emoticones, simbología del chat o
haces twuiteratura. Y por la otra también, la gerontocracia, es decir, leer a nuestros
mayores, yo creo que es cuestión de cada quien”.
“En cada generación
hay poetas que retoman la tradición y retoman su pasado y los tratan de renovar,
y hay poetas que los matan, siempre matar al padre es importante, es un tema literario.
Me parece que todo esto es un panorama muy amplio, tanto el pasado como el presente,
y que uno y otro tema están ahí para que el que consume poemas, el que lee, simplemente
vaya a ese paisaje y retome el árbol, la flor, la raíz, la rama que le vaya a proyectar
algo así mismo”.
– Me pareció
muy graciosa la respuesta de Claudina Domingo cuando le hice esta misma pregunta,
me dijo que hay como un limbo, desde que dejas de ser la joven promesa, hasta que
llegas a ser el viejo escritor merecedor de homenajes, en ese espacio nadie te pela…
– (Risas)…
Es razonable, yo creo que sí hay una zona del silencio en la que no pasa nada, tú
sigues ahí en tu locura…
– No eres
joven para estímulos, ni eres tan viejo como para que te hagan homenajes… (risas)…
– Sí, te propone
alguien para algo y dicen: “No, ese todavía esta joven, le falta…(risas)…
– Tiene cuarenta
y tantos…
– Sí, sí,
esa zona oscura, los tiempos en los que no estás en ninguna parte, y son riesgosos
porque puedes empezar a dudar de ti mismo…
– Sí, ahí
te puedes perder.
– Tu autoestima
puede ahogarse… (risas)…
Actualmente,
Margarito tiene la beca de creadores y trabaja en tres libros de poesía.
“Llevo uno y estoy terminando el que corresponde
a este año con la beca del Fonca, con un tema que tiene que ver con la lectura y
cultura de oriente por un viaje que hice a China y estoy clavadísimo con los filósofos
chinos y los poetas chinos clásicos y los contemporáneos, estoy creando un poemario
sin que sea poesía china, pero tomando como referencia esos registros. Y luego estoy
trabajando los poemarios que hice con el tema de la enfermedad”.
También está
escribiendo ensayos, como reflexiones de la existencia. “Lo que te decía de la contemplación,
la mirada prolongada en las cosas, y un libro de memorias que se llama Sunami”.
Sus libros más recientes: Ensayo sobre la belleza y el desorden de las Cosas (Babilona, Bogotá, 2020); Poemas en los que nunca es de noche (Colombia, 2019); Teoría de la belleza (Sinaloa, 2018. Premio Internacional Poesía de la Lira, convocado desde Cuenca Ecuador por el Banco del Austro); Poemas para formar un río (Venezuela, 2016). Cuaderno para celebrar (Universidad Autónoma de Sinaloa / FONCA 2000) y Plegaria de los ciegos caminantes (Universidad Nacional de Colombia 2000).
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