segunda-feira, 13 de setembro de 2021

FIDELIA CABALLERO CERVANTES | Lo que falta a la poesía mexicana es crítica: Evodio Escalante

 


“Estamos en un mal momento para la crítica literaria en México, porque la tendencia actual de las revistas, de los suplementos culturales que semanalmente aparecen en los periódicos, es que ya no hay espacio para la crítica. Algo está sucediendo, no hay espacio para la reseña” afirma el crítico Evodio Escalante en entrevista para Bajo Palabra.

Evodio estudió Derecho en la Universidad Juárez de Durango, su estado natal, y la maestría en Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Obtuvo el doctorado en Letras Mexicanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 2001, con una tesis sobre la poesía de José Gorostiza.

Su infancia y juventud transcurrieron tranquilamente, entre libros y buena música, ya que sus padres, aunque sin mucha educación, eran amantes de la cultura. Esa atmósfera lo incitó a la vida artística y a la apreciación de las artes en general.

– ¿Cuál es el papel del poeta y de la poesía en este mundo de mucha tecnología?

– Bueno, la poesía quizá es como la filosofía, siempre ha tratado de presentar una alternativa ante la historia real. Los acontecimientos de la vida cotidiana o los acontecimientos históricos, siempre marchan con una cuota de sangre, de dolor, de sufrimiento, y la literatura nos permite separarnos de ese mundo aciago y entrever otras posibilidades de existencia. Creo que la música y la poesía, en ese sentido, nos enriquecen y nos permiten ver con cierto extrañamiento, con cierta distancia, cosas que de otra manera nos mantendrían como demasiado emboletados, ¿no?, demasiado impregnados de una realidad que suele ser hostil, aunque no siempre al cien por ciento, tampoco hay que quejarse tanto.

– ¿Qué poetas mexicanos vivos son imprescindibles para ti?

– ¡Uf!, bueno… ¡Ah, mexicanos vivos!, ¡wow! No, pues está más difícil porque uno puede contestar: Rubén Bonifaz Nuño, Alí Chumacero, Alfonso Reyes, José Gorostiza, Villaurrutia, pero todos ellos ya pertenecen al panteón literario. Poetas mexicanos vivos… no es tan fácil la contestación porque a veces requiere uno de más perspectiva. Bueno, yo he ejercido la crítica literaria, pero también sé, con toda modestia, que el verdadero crítico es el tiempo. Hay obras que en cierto momento deslumbran, regocijan o apasionan a sus lectores y que luego van cayendo en el olvido, quizá son como bellas de unos momentos y luego desaparecen, y hay otras obras que van perdurando y solicitan nuevas lecturas y en esas nuevas lecturas siguen encontrando nuevos sentidos, se van actualizando.

“De los poetas vivos que yo podría mencionar están Efraín Bartolomé, Marco Antonio Campos, mi amigo José Ángel Leyva; tengo un enorme aprecio, aunque personalmente no tengo el gusto de conocerla, por Elisa Díaz Castelo, para mí ha sido una revelación, me da la impresión que es de esas poetas que surge una de esa envergadura cada veinte, veinticinco años, siento que es de una fuerza tremenda y sin ninguna restricción, sin ningún impedimento; yo la podría comparar con Rosario Castellanos, siento que tiene madera poética y que lo que ha escrito ya la colocan en un lugar envidiable. Pero he leído también otras cosas, otro premio Aguascalientes, es un libro de Balam Rodrigo, Libro centroamericano de los muertos, me pareció también una revelación. Bueno, está José Javier Villarreal, que tiene una trayectoria muy sólida.

“En realidad, yo no me quejaría, sí hay buenos poetas en México. Quizás no los hemos sabido leer o aquilatar en su justa dimensión, pero yo siento que estamos en un buen momento poético en México, que están surgiendo nuevas voces, nuevos valores. El libro más reciente que leí, La muerte de la lengua inglesa de Myriam Moscona, también se me hizo una aportación notable, muy original, incluso creo que ella misma, con este libro, se está renovando, está ofreciendo una nueva perspectiva literaria para su propio trabajo”.

– Hablando un poquito de eso, ¿crees que los poetas nos leemos a nosotros mismos, que la poesía mexicana es una poesía de autoconsumo?

– Yo creo que es uno de los problemas o debilidades de la poesía, digo, en general se lee poco, pero a veces un libro de cuentos o una novela, alcanzan públicos impresionantes, y la poesía, sí, se lee poco, y tiene usted razón cuando dice que los poetas nos leemos entre nosotros mismos, ¿no?, y sí es un campo muy reducido, pero pese a eso se sigue escribiendo buena poesía; no creo en una decadencia actual, o en una aberración, porque luego alguna gente dice que la modernidad o que la vanguardia ha descompuesto todo, y no, yo creo que esa es una visión pesimista y que en realidad la experimentación y la búsqueda es parte consustancial de una tradición, es decir, la tradición se tiene que renovar, pero a partir de las búsquedas de sus propios herederos, pues.

– Me decía Suárez Caamal que eso se podría modificar un poco si el sistema educativo enseñara a los niños a leer poesía desde la primaria…

– (Risas)… bueno, bueno, sí, este… todo va en contra de la poesía, el mercado mismo no lo favorece, aunque me parece que la figura del poeta sigue teniendo una especie de magia o de encantamiento, ¿no?, ya desde la época de Alfonso Reyes, que era buenísimo en el ensayo, en el artículo, en la crónica, en el relato mismo, pero también escribía poesía y él quería persistir o perdurar como poeta. Y yo creo que eso se continúa hasta nuestros días. Bueno, ¿por qué fue tan celebrado Octavio Paz?, porque era poeta; también era ensayista, por supuesto, pero digamos que el poeta tiene un trono especial en la vida literaria del país, tiene un prestigio, una especie de aura transcendental. El poeta eso contagia, digo, no lo digo para mal, me parece muy bien que así sea, pero sí, la poesía tiene pocos lectores, se escribe para pocos.

– Eduardo Milán me decía que ahora hay muchos poetas, mucha gente escribiendo poesía y eso ha hecho que se pierdan los parámetros críticos.

– Yo no estoy contra la abundancia porque creo que de esa abundancia pueden surgir verdaderos valores. No me parece que la pérdida de los parámetros se deba a eso, quizá se deba también a la debilidad de la cultura literaria en México, que se ha atenuado. Ya en el siglo XIX y sobre todo en el siglo XX, hay grandes poetas que trabajan el verso libre, vamos, es una conquista histórica, pero mal entendido, entonces ya cualquiera puede hacer versos (risas)… La idea misma de verso libre es engañosa, porque parece que yo tengo la libertad de poner las palabras como me dé la gana y las desperdigo sobre la página como a mí me parezca y que ya eso es poesía de vanguardia, y no, yo aquí repetiría lo que siempre dijo T. S. Eliot: “No hay nada menos libre que el verso libre”.

“Para llegar al verso libre”, explica Evodio, Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2009, “se requiere pasar por toda una serie de etapas, de adquisiciones, que consisten en saber manejar los metros tradicionales, hay que asimilar la tradición primero, asimilar el endecasílabo, el octosílabo, el dodecasílabo, el alejandrino, haberlos incorporado al oído y a la sensibilidad para, en un segundo momento, poder liberarse de eso que puede ser ya un poco una coerción, un esquema ya demasiado fijo, pero hay que adquirir primero el esquema y luego liberarse de él. Entonces, mi sensación es que muchos poetas jóvenes, y ya no tan jóvenes, a veces no entienden muy bien ese procesamiento y hacen versos de cáscara, como diría López Velarde, porque les falta un sustento rítmico y musical”.

– ¿Se podría renovar el verso libre o de plano regresar a la rima?

– Se puede regresar a la rima, yo creo que se sigue regresando a la rima, no es un recurso que esté desechado del todo; vamos, Octavio Paz llegó a escribir sonetos; Eduardo Lizalde, un poeta vivo… omití mencionar a Eduardo Lizalde, un enorme poeta, un poeta… quizá es el poeta vivo mexicano más importante. El verso libre no significa, como uno equivocadamente cree, que ya no hay rima, sí, lo que pasa es que la rima está un poquitito disfrazada, o sea, está un poquito diluida, para que no sea tan cansina o tan golpeadora, que sea una música más sutil, más envolvente.

Evodio analiza y enuncia: “De pronto uno mismo se excede en las rimas, justamente ese es el trabajo que uno emprende cuando trabaja, no necesariamente el verso libre, pero sí lo que se llama el verso blanco; digamos, si se lee el poema de González Rojo, que se llama Estudio en cristal se dará uno cuenta de que es un estudio o puede ser considerado un estudio de lo que sería el verso blanco. El verso blanco sería un verso estrictamente medido, en este caso son versos endecasilábicos, pero donde la musicalidad está muy trabajada, evitando sonoridades excesivas, evitando la plaga de la rima, si no, en dado caso, una insinuación agradable al oído y conforme a la temática de lo que se está hablando”.

– Por ejemplo, en este caso, ¿qué consideras que le podría faltar a la poesía mexicana?

– Bueno, lo que falta siempre es crítica. Yo pienso que en realidad el concepto que tenemos del poeta no excluye el concepto del crítico, de eso se da uno bien cuenta leyendo los textos de López Velarde, algunos textos en prosa, explica muy bien que sin sentido crítico no hay poesía, entonces nosotros tendemos a separar la figura del poeta y la figura del crítico como dos instancias separadas, que va cada quien por su lado, pero en realidad no, un buen poeta no puede ser buen poeta si no ejerce la autocrítica; para decirlo en términos muy sencillos: el poeta, cuando está escribiendo el borrador de su poema, la primera o la segunda versión, qué sé yo, cuando tacha una palabra o cuando la sustituye por otra, pues es que ya está trabajando ahí como crítico; no sé si me explico, o sea, el trabajo creador, es al mismo tiempo, de manera inevitable, un trabajo crítico; entonces necesitamos que haya mucha crítica literaria.

Discurre que, desde otro punto de vista, estamos en un mal momento de la crítica literaria, porque la tendencia actual de las revistas, de los suplementos culturales que semanalmente aparecen en los periódicos, es que ya no hay espacio para la crítica. “Algo está sucediendo, no hay espacio para la reseña”.

Ha escrito muchos libros y se siente contento por ello, pero también ha escrito mucha reseña, “este trabajo más periodístico, más inmediato, más humilde hasta cierto punto, porque en una reseña, en dos o tres cuartillas, uno debe decir qué le pareció el libro que acaba de leer, ¿no? Pero me parece que la reseña no desmerece frente al libro, son dimensiones distintas y que el verdadero crítico literario, así lo he vivido yo, comienza con la reseña y sigue escribiendo reseñas todos los días de su vida, porque no se excluye que puedas escribir un libro sobre José Revueltas o sobre José Gorostiza y que luego publiques un artículo sobre el libro que acaba de sacar Eduardo Lizalde, por ejemplo. Además, el periodismo tiene la ventaja de la inmediatez, porque das la reseña y la reseña aparece a la siguiente semana o a los quince días, y también una posibilidad de más cercanía con el público, y el libro tiene otro tiempo. Por supuesto, admiro al crítico que escribe libros, pero también admiro al crítico que puede volver a la reseña sin ningún complejo de inferioridad”.

– ¿Puedes hacer una reseña sobre un libro que no te gustó?

– Un aspecto que me parece indicativo del temple del verdadero crítico es cuando tienes que decir que el libro no te gustó. Digamos, por supuesto hay libros que te gustan y que te fascinan y te maravillan, pero el peligro para el crítico no es decir que un libro le gustó, porque todo mundo va a estar contento, para empezar el autor, “¡ah!, pues qué bueno que escribieron sobre mi libro, que dicen que mi libro es una aportación a la poesía mexicana”, qué sé yo. Pero lo más difícil es cuando tienes que decir que el libro no te gustó, porque te echas de enemigo al reseñado…

– Y quién sabe a cuánta gente más ¿no? (risas)…

– ¡A mí me pasó! Una vez reseñé negativamente un libro de David Huerta, que me sigue pareciendo infumable, ese libro titulado Incurable, pues me parece un exceso; yo no conozco un solo ser humano que haya leído completo ese libro (risas). Incluso una vez me encontré a una persona en un congreso y salió al tema y me dijo: “A mí me gusta mucho Incurable”, y le pregunté: “¿Y lo has leído completo?”, y me dice: “No, he leído pedacitos”. Ah, bueno (risas)… entonces me da la razón de lo que yo decía en mi reseña”.

 “Es que es un libro ilegible, no lo puedes leer, tiene grandes momentos, ¿eh?, pero faltó un proceso crítico de edición, de decir: “en lugar de hacer un libro de 300 páginas, voy a hacer uno de setenta, pero ya depurado y lo demás, pues, ya es farrago, repetición, ya es paja. Vamos, yo elaboré una reseña breve de ese libro. Por supuesto, de inmediato perdí la amistad de David, pero, además, de todos los amigos de Huerta (risas)… es algo que se contagia…”

“Por eso digo que la verdadera prueba de fuego de un crítico es cuando tiene que decir que algo no le gustó. Porque además, la crítica también implica un principio de ética, no basta con decir que el libro no te gustó, es decir, entre cuates basta con decir: “No leas ese libro, está horrible”, pero si publicas una reseña, por breve que sea, tienes que decir por qué y en ese porqué ya está implícito el principio de racionalidad, o sea, hay una razón, me amparo en una razón para decir que este libro no me gustó, no es nomás por mi capricho, pues, porque la subjetividad humana también está sujeta a esas veleidades: “A mí me cae gordo este wey, voy a escribir contra su libro”, ¿no? La reseña tiene que dar una razón y esa razón tiene que parecer verosímil.

– Si tuvieras que definir a la poesía mexicana como algo, como una cosa, ¿cómo la definirías?

– (Risas)… no, ahí sí no sé… un molusco fosforescente (risas)…

– (Risas)… está buena, está buena la idea… (risas)…

– (Risas)… es una ocurrencia, ¿verdad?, pero, bueno, pues este… quizás porque el molusco como que no tiene forma, pero sí tiene forma, y fosforece, me está iluminando.

– Sí, está bien. ¿Qué proyectos tienes en puerta, en qué estás trabajando?

– A finales del año pasado terminé un libro de poemas escrito un poco a la sombra de El cantar de los cantares, es un poema de tipo amoroso, una especie de paráfrasis de puesta al día, de recreación, de lo que es El cantar de los cantares. Según yo quedé contento, ya veremos si en medio de esta pandemia le puedo encontrar un lugar para publicarlo, que es el siguiente paso que me gustaría. Y bueno, me dio gusto escribirlo porque pienso que es un libro que no pude haber escrito cuando estaba dando mis cursos en la universidad, un poco el producto de mi jubilación que me permitió concentrarme. También hice una traducción de los Cuatro cuartetos de Eliot, que ahí lo tengo archivado; y ahorita ando papaloteando, no tengo algo muy claro de lo que estoy haciendo, tantito de aquí, tantito de allá, y voy a ver que resulta de eso.

– Bueno, ya para terminar, es una pregunta que les estamos haciendo a todos los poetas: ¿estás satisfecho con el papel de la administración cultural de la 4T?

– ¿Usted tiene una buena idea de Victoriano Huerta?

– No, pues no, claro que no.

– ¿Quién cree que era secretario de Educación en la época de Huerta? Nemesio García Naranjo, un señor ya muy olvidado, pero el subsecretario era Enrique González Martínez, el poeta más importante del Modernismo en ese momento. Si ese asesino y ese dictador puso a García Naranjo y a González Martínez, ¡wow!, véase el nivel, había nivel en esa época. Esa sería mi respuesta a su pregunta. Y espero que la poesía nos ayude a ver otro horizonte…

– Sí, por lo menos, ¿no? (risas)…

– (Risas)… ¿Usted escribe poesía?

– Sí, soy poeta, bueno, es muy pretencioso decirlo así…

– Bueno, está bien, pero, ¿cuánto tiempo lleva escribiendo poesía?

– Desde los seis años, más o menos.

– Ah, mire, es una auténtica vocación.

– Como que se nace así, ¿no?, y hay otros que se forman, no sé.

– Pues sí. No, yo también empecé escribiendo versos, no sé, cuando tendría diez, doce años. La verdad, no tenía yo claro que me iba a ir por el camino de la poesía, porque lo abandoné después, porque después quería ser músico, después quería ser sociólogo, después me interesó la política, luego quería ser abogado de los pobres, en fin (risas)… fui dando muchos bandazos en mi vida, y poco a poco reencontré el tema de la literatura y ya, de manera tardía, pero me reencontré.

– Pues, qué fortuna para nosotros.

– No, pues, gracias.

Evodio Escalante ganó el VIII Premio de Crítica Literaria Gullermo Rousset Banda, otorgado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (2007). El Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde que le concedió el gobierno del Estado de Zacatecas en 2009. También ha sido docente visitante en universidades como Rice University en Houston, Texas y París XII, Cretèil, ubicada en la ciudad de París. Es crítico literario, poeta, ensayista, antologista e investigador.


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