Unica Zürn nació el 6 de julio de 1916
en Berlín, creció en el seno de una familia acomodada en el barrio residencial de
Grunewald. Tras la separación de los padres la situación económica empeoró y pronto
tuvo que comenzar a trabajar, fue a partir de la década de los treinta, y durante
los años de la dictadura de Hitler, cuando Unica trabajó como guionista, montadora,
cineasta y archivista en Ufa-film Sociedad de Producción Cinematográfica alemana.
En 1942, a los 26 años, contrajo matrimonio con Erich Laupenmühlen, dignatario del
III Reich, con quien tuvo dos hijos, Katrin (1943) y Christian (1945), a quienes
les dedica la obra El hombre jazmín. En
1949 el matrimonio se separa, quedándose los hijos con el esposo y la amante de
este. Unica no los volvió a ver. Ese mismo año y hasta bien entrada la década de
los cincuenta, comienza a trabajar escribiendo cuentos y relatos que son publicados
en distintos periódicos alemanes y suizos.
Llegó a París en 1953 de la mano de Hans
Bellmer, quien la introdujo en el universo surrealista de André Breton. Pese a sus
contactos con el círculo bretoniano, no podemos englobar estas obras como surrealistas
debido a la época en la que fueron escritas, cuando ya el movimiento estaba acabado,
aunque Breton no lo diera por finalizado hasta su muerte en 1966 y él tampoco la
incluyó en el movimiento, pese a ello, la obra de Zürn es absolutamente onírica,
representando la esencia del surrealismo. Entre los 37 y los 41 años Unica vivirá
la precaria situación del París de los años cincuenta. De la mano de Bellmer se
adentrará en el círculo surrealista, donde será admirada por artistas como Max Ernst,
Gaston Bachelard y Henri Michaux, este último se convertirá en su compañero de ruta,
su “hombre jazmín”, quién la visitará en sus constantes internamientos psiquiátricos
y le llevará papel y tinta china, pues dibujar le ayuda a combatir la desesperación
por salir de los distintos sanatorios a los que se ve obligada a estar internada.
En uno de sus períodos de lucidez, escribió
Primavera sombría, novela en la que relata
sus inicios en el onanismo con tan sólo doce años. Su hogar está impregnado de sexualidad
y erotismo, su hermano un adolescente que comienza a descubrir el sexo y el deseo,
llegando a violar a Unica; sus padres un matrimonio fallido que convive en el hogar
familiar con sus nuevas parejas. Este ambiente influirá en las inquietudes de Unica
y le llevará a descubir el deseo y el placer sexual. Primavera sombría es el relato de una niña escrito por ella misma décadas
después. Tras conocer su vida y después de leer la obra, podemos establecer un claro
paralelismo. Sexualidad, erotismo, esquizofrenía... acompañarán a Unica desde su
infancia hasta el momento de su muerte.
*****
Unica Zürn permite a través de Primavera sombría conocerla, comprender no sólo su infancia sino también
su madurez, se desnuda en cada inquietud, en cada sueño, en cada deseo… lo único
que esconde a lo largo de la novela es su nombre, bajo una tercera persona narra
su vida, su esencia y aquellos deseos que se verán agudizados en su yo adulto. Asistimos
a un visionado de una parte de su vida que resulta del todo esencial para conocer
el devenir de la artista, su presente y su futuro más inmediato, la muerte. Debemos
de tener presente que la mente de Unica Zürn siempre estuvo perturbada por la esquizofrenia
que padecía, pero al leer Primavera sombría
nos damos cuenta que no sólo la esquizofrenia supuso el devenir de su vida, sino
que también sus experiencias infantiles, sus inquietudes y su atormentada vida familiar,
marcaron la personalidad de Unica, su inestabilidad y sus deseos sexuales y sadomasoquistas.
Las primeras líneas de la novela están dedicas a su padre, recuerda su rostro, su
olor, sus caricias: “¡Aquel olor suyo, aquellas manos fuertes y largas, aquella
voz profunda!”, pero sobre todo recuerda su ausencia, una partida que le lleva a
conocer el sentimiento de la nostalgia, sus viajes son constantes y prolongados
en el tiempo: “Ella experimenta la atracción que ejercen los ausentes misteriosos”.
Nada es comparable al vínculo tan especial que une a Unica con su padre, él es como
un dios para ella: “Hasta los doce años, lo prefiere a todos los hombres”, mientras
que su madre es un extraña que no le da cariño salvo en contadas ocasiones y siente
que les separa una eterna lejanía. Considera a su madre una mujer egoísta, que sólo
piensa en su bienestar y comodidad: “Antes de entrar en su habitación, tienes que
llamar a la puerta durante mucho rato, y no es seguro que te deje entrar”, la recuerda
como una mujer que ha perdido su belleza y que vive en la oscuridad de su alcoba,
lejos del soleado jardín.
Un nuevo tema, antes desconocido, comienza
a aparecer de manera frecuente entre sus pensamientos e inquietudes, el sexo. Observa
las diferencias entre hombres y mujeres, tanto sus dispares formas de vestir como
sus diferentes genitales, que ella descubre en su hermano y en ella misma: “Lo que
le ve entre las piernas cuando él se desnuda le recuerda una llave, y ella, en su
vientre, tiene la cerradura”. El sexo, los genitales y el erotismo comienzan a despertar
en Unica el deseo, el deseo por lo desconocido, la inquietud por descubrir el placer
sentido y la satisfacción de alcanzar el clímax. En la soledad de su habitación
comienza a explorar su cuerpo:
Entonces comienza un largo período dominado por la idea del cuerpo
masculino. Es una auténtica fascinación. Su padre, al que ella observa con curiosidad
mientras se viste, intuye su intención de descubrir lo prohibido, y hurta el sexo
a su mirada, como si se avergonzada. Pero ella está animada de una curiosidad malsana.
Sus inicios en el onanismo van estrechamente
ligados a la profunda soledad en la que Unica se encuentra, la separación de sus
padres y la convivencia en casa del matrimonio fallido con sus respectivas parejas,
perturba la inocencia de Unica, y a la vez que brota en ella el erotismo también
lo hace la soledad y la separación que poco a poco se intuye entre ella y su adorado
padre: “Ella ve a su padre pendiente de la señora guapa, ajeno a la presencia de
la niña. Ella siente que la invade una soledad espantosa y empieza a odiar el mundo
de los mayores”. Su casa está impregnada por un aroma sexual y erótico que le hace
aumentar el deseo por lo desconocido:
Con este relato, Unica nos hace participes
de su primera masturbación, sus inicios en el onanismo parten de la soledad que
siente: “La casa está silenciosa. Nadie se ocupa de ella”, y del fuerte deseo sexual
que inunda sus pensamientos. Un primer acercamiento a su sexualidad cargado de violencia,
fijémonos que se vale de unas tijeras para obtener placer y que con su mano se palpa
su sexo hasta producirse dolor. Ese pesar que ella siente mientras se masturba le
produce cierto placer, deleite que ella misma provocará y buscará en los demás relatos
narrados en esta novela. Unica encuentra en el interior de su casa un espacio muy
sexual, no sólo por la relación de sus padres con sus amantes, su hermano –a quién
ella observa cómo se masturba–, sino también por las obras pictóricas que decoran
el estudio y los largos y oscuros pasillos y, las obras literarias y grabados que
su padre guarda en la biblioteca, grabados obscenos como la Historia de las costumbres
de Fuchs, que Unica contempla: “Se esconde en un rincón, detrás de la butaca de
piel, y se masturba mientras mira los grabados”. Las inquietudes de Unica son también
las del resto de niños y niñas que ella conoce: “Las niñas que ella conoce se introducen
lápices, zanahorias y velas entre las piernas, se frotan con los ángulos de las
mesas y se revuelven, inquietas, en las sillas”.
En Primavera sombría, Zürn relata
la violación sufrida por parte de su hermano, ocurre a la edad de 10 años, él tiene
16 años y una tarde de julio se adentra en su habitación: “Ella siente curiosidad
y miedo. Sabe lo que va a hacerle, pero le desprecia porque no es más que un estúpido
de dieciséis años”, ella intenta escapar de las intenciones de su hermano, pero
su fuerza es inferior y finalmente su hermano lleva a cabo sus intenciones: “Él
se le echa encima, hunde su cuchillo (así lo llama ella) en su herida y, respirando
con fuerza, aplasta el pequeño cuerpo de la niña”. Tras la acción, su hermano le
amenaza con pegarle si cuenta algo de lo sucedido, este hecho marcará el inicio
del odio que se irá agudizando con el tiempo. Encuentra consuelo en sus amigos Franz
y Eckbert, quienes le hacen olvidar la soledad que siente en casa y con quienes
descubre a través del juego el amor y el placer. La joven se divierte con su amigo
Franz, ambos pasan muchos ratos juntos, tardes enteras jugando y riendo, riendo
tanto hasta llegar a orinarse en la ropa interior, su perro atraído por el olor
de la orina y al despertarse su instinto animal, se adentra entre las piernas de
Unica, quién nuevamente da rienda suelta a su imaginación:
Baja al sótano, entra en la perrera y se tiende en el frío suelo
de cemento conlas piernas abiertas. El frío aumenta el placer, mientras el perro
empieza a lamerle entre las piernas. Ella, extática, ofrece su vientre a la lengua
del paciente animal.
Unica se enamora de un profesor de su escuela,
un hombre mayor que ha despertado el interés de todas las niñas: “Tiene el cabello
rubio tirando a gris, nariz de gancho y ojos verdes de gato”, pero él está casado
y su mujer embarazada le espera a la salida de la escuela, Unica y las demás niñas,
celosas de la situación, boicotean las clases con insultos y burlas: “Se ha roto
el encanto”. De vuelta a casa, con la única compañía de una amiga, se cruzan en
el camino con un hombre que les enseña su miembro: “Él las llama, animándolas a
tocar aquel objeto monstruoso que a ellas les parece que mide por lo menos medio
metro”, ellas huyen despavoridas, alarmadas ante aquella situación, que una vez
seguras en el hogar, hace despertar la inquieta imaginación de las niñas quiénes
imaginan situaciones excitantes con este hombre, un hombre que ha provocado miedo
y deseo a la misma vez.
El refugio en la fantasía supone para la
protagonista una vía de escape a su monótona vida, la relación con la madre y el
hermano cada vez es más difícil, constantes chantajes y discusiones se apoderan
de sus días: “Los días son insoportables, llenos de pequeños sinsabores. Y el sol
luce estúpidamente en un cielo siempre azul”.
Sin saber cómo, de forma inconsciente y
brusca, Unica Zürn se enamora de su amigo Eckbert, ambos ansían la llegada de un
beso, un beso “de verdad”, ninguno de los dos lo ha recibido todavía y comienza
el juego. La diversión consiste en mandarse cartas donde escriben sus sentimientos
y el amor que se profesan: “Yo te quiero más allá de la eternidad con un amor más
ardiente que el fuego”, le responde Unica a su enamorado. El objetivo es la llegada
de un beso, pero Unica se muestra reacia a su llegada: “Si él le diera un beso,
se habría acabado el juego. Ella desea vivir siempre en la espera”, tras el primer
beso vendría el segundo y ya no sería especial, todo se convertiría en costumbre,
y ella escapa de la rutina, busca los momentos únicos, las acciones únicas, sin
final.
Durante el verano, comienza a tomar clases
de natación en los baños Hallensee, el sol y el agua hacen que su cuerpo se relaje:
“Le es tan grata la caricia del sol que, por una vez, ni sola se siente”. Inquieta
y observadora, se fija en un grupo de hombres con aspecto de extranjeros, poderosamente
uno de ellos llama su atención, se parece a uno de los hombres que ella ensueña
por las noches, a ese hombre moreno que se adentra en sueños para matarla: “Se siente
tan estremecida de gozo que no le importaría morir ahora mismo”. El amor y admiración
que sentía por el padre se ha visto reemplazado por la figura de este esbelto y
misterioso varón. Emocionada siente la muerte cerca, percibe que este sentimiento
“sublime” le ahoga, le lleva a morir: “¿Quién podría resistir el amor sin morir?”.
Existe entre ambos una gran diferencia de edad, ella joven e inexperta, él maduro
y curtido; un abismo les separa.
De noche su fantasía brota, su amado la
mira, una mirada prolongada en el tiempo provoca su estremecimiento: “Después de
tantos días de vacío y soledad, de repente vive en la opulencia que crece y crece”.
Tan sólo sus amigos Franz y Eckbert conocen su secreto, Eckbert está desconsolado,
Unica se ha enamorado de otro hombre, ya no responde a sus cartas, el juego ha finalizado.
Unica pasa las tardes observando a su enamorado, dibuja su rostro una y otra vez
y los guarda bajo llave para no ser descubierta, pero su hermano pronto descubre
sus sentimientos, un día en la piscina observa como ella admira a un hombre sin
apenas pestañear. De pronto un día su enamorado no acude a los baños, ella se preocupa
y decide ir en su busca, Uhlandstrasse 20, ahí es donde vive y emprende el camino.
Tan sólo tiene doce años, demasiado joven para cruzar la ciudad en busca de aquel
hombre, miedosa y atormentada llega a su destino, pero de pronto se fija en su atuendo,
demasiado viejo para presentarse así delante de su amado, pero ha cruzado la ciudad
y decide llamar a la puerta:
Él la mira desde la cama con sus ojos grandes y tristes. Lleva
albornoz y un pañuelo al cuello. Se incorpora lentamente, mientras crece el asombro
en su mirada. A ella, de la vergüenza, le gustaría que se la tragase la tierra.
No sabe qué decir. Se maldice por haber venido. Le parece que nada es verdad: el
largo recorrido por las calles desconocidas, la gente, los coches, la escalera,
la puerta extraña a la que ha llamado.
La relación entre Unica Zürn y Hans Bellmer
puede ser entendida como una relación de dominio, al igual que O, Unica se abandona
a Bellmer, deja modificar su cuerpo a merced de sus deseos sin oponer resistencia,
con él mantendrá “una relación surrealista, dirán unos y sadomasoquista dirán otros”
(Rey, 2003). A partir de 1933, Bellmer comienza a trabajar en la composición de
una muñeca, experimentando los múltiples puntos de vista del cuerpo femenino, jugando
con la combinación de distintas partes del cuerpo: “El cuerpo es comparable a una
frase que nos invitara a desarticularla, para recomponer, a través de una serie
de anagramas infinitos, sus verdaderos contenidos” (Bellmer, 1957).
Hans Bellmer trabaja en la creación de
una muñeca a tamaño casi real, con una altura de 1,40 metros, jugando con las articulaciones
que conforman su anatomía, su pretensión es observarla desde múltiples puntos de
vista, tantos como la deformación del cuerpo lo permita, combinando las distintas
partes del cuerpo. Pero su primera muñeca era de madera y la rigidez de este material
le impedía moverla libremente, en busca de una mayor flexibilidad comenzó a trabajar
con una articulación de cardán. Es el arte del exceso, de la composición pero también
de la descomposición, la torsión del cuerpo genera ambigüedad: atracción y rechazo,
erotismo y sensualidad, grotesco y violento:
Lo importante era que su anatomía no la dictaba la fisiología
humana, sino exclusivamente el deseo. Y que, además, la muñeca no era sólo el resultado
del deseo, su punto final, sino la posibilidad de su renovación y ejercicio. (Crego, 2007).
Busca en cada una de sus creaciones la
movilidad y el realismo, es una obra perturbadora y siniestra que representa las
fantasías del artista mediante la exploración de las posibilidades del cuerpo humano:
En la obra de Bellmer se va a generar una tensión constante entre
la mirada cosificadora del sujeto, que en la relación amorosa trata de comprender
la trascendencia existente en el otro, y los ojos de ese otro, en este caso la muñeca,
los cuales aparecen sucesivamente en blanco, vacíos, de soslayo o perturbados por
el placer (Santana, 2015).
Bellmer llega a París huyendo de la Alemania
nazi en 1938, pues el III Reich consideró su arte como degenerado; el arte para
Hitler y los nazis debía ser bello y esencialista y el de Bellmer no lo era. Su
intención era provocar a la ciudadanía para que abriera los ojos ante los acontecimientos
históricos, denunciando tanto la violencia ejercida por Hitler como al ideal de
belleza femenino impuesto por el régimen: “Un objeto, un pie femenino por ejemplo,
sólo es real si fatalmente el deseo no lo toma por un pie” (Bellmer, 1957). Colocaba
las muñecas en bosques y jardines para fotografiarlas como si fueran modelos reales
con pelucas y complementos, posan descaradas ante la cámara con actitud erótica,
sexual y sadomasoquista:
El sueño y la realidad llegaban a confundirse en las fotografías
de Bellmer, pues esas dislocaciones, condensaciones y desdoblamientos parecen, al
39 menos después de Freud, procedimientos más propios de la esfera del sueño que
de la vigilia (Crego, 2007).
En diciembre de 1935 publicaba en el número
6 de la revista Minotaure la serie fotográfica,
recopilada en 1936 en la obra Die Puppe.
Durante la década de los 50 comienza a trabajar con mujeres reales, Unica se convierte
en su fetiche, en su objeto artístico:
Para sí misma, como para su compañero Hans Bellmer, Unica Zürn
es únicamente anatomía, carne diseccionada, una muñeca rota, mutilada, amputada
casi siempre de brazos y a veces de piernas, y donde la representación simbólica
de la castración brilla por su ausencia (Rey, 2010).
Es retratada en innumerables ocasiones,
desnuda, amarrada con un cordel, posa ante la cámara de Bellmer: “una relación perturbadora
y, finalmente un crepúsculo lento, marcado por sus crisis de esquizofrenia recurrentes”
(Kalász, 2005). Unica se convierte en musa y objeto artístico, como si de otra persona
se tratara, abandona su cuerpo y se introduce en el de esa muñeca, esa poupée tan
inerte como llena de vida, atada con cordeles que presionan fuertemente su piel,
que modelan su cuerpo creando texturas, imágenes, posturas… totalmente nuevas: “El
erotismo es el exceso que obliga al sujeto a abandonarse, a buscarse en la pérdida
de lo propio; es la apertura de los límites de la identidad, para acoger al otro,
en donde finalmente se diluye el ser” (Torno, 2014). Sensaciones que favorecen su
inestabilidad mental, relación de dominio, sadomasoquista, juegos que recuerdan
a aquellos de su infancia relatados en Primavera
sombría, donde ella es la prisionera y es atada fuertemente, sintiendo dolor
y placer al mismo instante. Entre sus juegos se encuentra uno muy recurrente, los
bandidos y la princesa, donde es amarrada a un poste y tratada como prisionera:
El juego se hace peligroso, y eso es lo que a ella le gusta. Le
vendan los ojos. Encienden fuego, tan cerca que su vestido empieza a arder. Le tiran
del pelo. La pellizcan y la golpean. Ella no deja oír ni una queja. Sufre en silencio,
40 perdida en sus ensueños masoquistas en los que no caben pensamientos de venganza
ni desquite. El dolor y el sufrimiento le causan placer.
Ella desea con todas sus fuerzas a un hombre violento y brutal
[…]. Su raptor la ha atado. Está desnuda. Tiembla de frío y de emoción […]. Ella
ama el miedo y el horror […]. Es tan viva su imaginación que le parece experimentar
el dolor […]. Un cuchillo se hunde lentamente en su “herida” y se convierte en la
lengua cálida y móvil del perro. Mientras ella experimenta el orgasmo, un indio
la degüella lentamente […]. Cada noche ella sufre la muerte.
Unica aparecía en las fotografías como
un paquete, un paquete atado y dispuesto a ser enviado, a ser observado ante la
mirada del otro. La fotografía Mantener en
lugar fresco (1957), que fue portada de la revista Surrealisme Meme, llevó a Unica a ser ingresada en un sanatorio mental,
debido al fuerte impacto que produjo sobre ella verse atada, sin identidad, su cuerpo
quedó dividido en múltiples partes. Su cuerpo sujeto con una cuerda quedaría marcado,
marcado a sangre esa fuerte presión que sentía su piel al ser atada, esa cuerda
dividía en partes su cuerpo, lo convertía en múltiple, todo en ella estaba conectado,
al ser atada la unidad se convertía en multiplicidad, ella se sentía así única,
alejada de la realidad: “Con la muñeca Bellmer daba nuevas alas al deseo, le dejaba
expandirse, metamorfosearse ilimitadamente en esa anatomía subjetiva e imaginaria”
(Crego, 2007).
Unica Zürn tuvo la pretensión de vivir
libre, y pese a la esquizofrenia que padeció, lo fue, tanto en su infancia como
en su madurez. Ser la compañera Hans Bellmer y convertirse en objeto artístico de
sus creaciones la hizo sentirse así, libre. Convertirse en “muñeca” le perturbó
enormente, pero también le hacia sentirse otra persona, sentir esa libertad de convertirse
en otra y de multiplicar las distintas partes de su cuerpo. Finalmente, la esquizofrenia
le llevó al suicidio en 1970.
*****
Unica Zürn habita entre dos aguas, entre
dos mundos, caminando entre la cordura y la locura, lo imaginario y lo real, lo
humano y lo animal, el sujeto y objeto… su obra es reflejo de ello.
Sin duda la esquizofrenia
que padece Unica es un aspecto importante a tener en cuenta al leer su obra, ese
estado de conciencia diferente, queda ejemplificado en su producción literaria –autobiográfica–
y artística. Ya desde niña se percibe su singularidad, alejada de los cánones establecidos,
luchando por conseguir libertad, aquella que le otorga el estado de locura, pero
que a la vez la priva de ella. Como hemos visto a lo largo del texto, la infancia
es una época que marcará su vida, pues constantemente recurre a ella en la edad
adulta, el amor a su padre, las desavenencias con la madre, el oído al hermano,
los juegos, el amor, el erotismo… estarán presentes lo largo de su vida, y veremos
como en ocasiones se refugia en ella, pese a ser una época “sombría”, pero quizá
considera que su madurez lo es todavía más, puesto que es consciente de su locura,
esa que le lleva al suicidio en 1970.
Con todo, se debe
hacer hincapié en que Unica Zürn rompe con los estigmas de mujer musa y amante,
abriéndose camino como artista y no como compañera, pese a sus colaboraciones con
Hans Bellmer o su relación con Henri Michaux. Quizá sea Zürn una de las artistas
más desconocidas del siglo XX, pero quien se adentra en su vida y obra queda atrapado,
en ocasiones perturbado, sin duda no deja indiferente a nadie. Se ha pretendido
contribuir al conocimiento de la artista, a la difusión de su obra y darle el hueco
que merece en el ámbito académico y artístico, así como también a normalizar la
enfermedad mental, acercándonos a la realidad que sufren y a la lucha contra el
estigma de su enfermedad.
Bibliografía
Bellmer, Hans. 1957 [2010]. Anatomía de la imagen. Barcelona: Cuadernos Arte.
Crego, Charo. 2007. Perversa
y utópica: la muñeca, el maniquí y el robot en el arte del s. XX. Madrid: Abada.
Kalász, Claudia. 2005. “El último eslabón”. Revista de Libros
107.
Rey, Carlos. 2010. “Causalidad psíquica en un caso de locura:
A propósito de Unica Zürn”. Revista de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría 107.
Santana Fernández, María. 2015. “La muñeca de Bellmer: deseo y
dialéctica de la mirada”. Fedro, Revista de
Estética y Teoría de las Artes 15 (julio).
Tornos, Maider. 2014. “Los límites del discurso. Estudio sobre
Historie de l’oeil de Georges Bataille”.
Anuario de Estudios Filosóficos 37.
Zürn, Unica. 1969 [2005]. Primavera
sombría. Madrid: Siruela.
___. 1970 [2006]. El hombre jazmín: impresiones de una enferma mental. Madrid: Siruela.
AMPARO MONTESINOS MUÑOZ | Doctoranda en el Programa de doctorado de Estudios Interdisciplinares de Género, donde investiga acerca de la mujer artista en los museos y centros expositivos, tanto su presencia y visibilidad como ausencia y olvido. Ha realizado el grado en Historia y Patrimonio, seguido de un posgrado en Educación Artística y Gestión de Museos para posteriormente formarse en un máster en Investigación Aplicada en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía. Sus investigaciones han versado en torno a mujeres artistas y su recuperación de la memoria. Para completar su formación tanto en género como en artes, ha realizado un curso de Comisariado y Gestión de Exposiciones, así como otro de Mediadora en Género e Igualdad de Oportunidades.
LEILA FERRAZ (Brasil, 1944). Poeta, fotógrafa, artista plástica, ensayista, y traductora. Junto a Sergio Lima y Paulo Paranaguá organizó la 13ª Expo Surrealista Internacional en São Paulo (1967). En esa época realizó dos viajes a París y tuvo un encuentro entrañable con algunos integrantes del grupo surrealista francés. Ha publicado los poemarios Cometas (1977), Poemas plásticos (1980), y A mobília violenta do ar (2020). Participó en la expo surrealista “Las llaves del deseo”, Costa Rica, Cartago, 2016. Reside en São Paulo.
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 06
Número 205 | março de 2022
Artista convidada: Leila Ferraz (Brasil, 1944)
Tradução: Floriano Martins
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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