1. Nahui Olin: varia locura
Según Platón, la locura buena, es decir, la que no es una enfermedad
o una perdición, se ha concebido de dos maneras distintas: como inspiración o don
divino; o como amor hacia la vida y la tendencia a vivirla de manera simple. El
primer significado es el que le atribuyó Platón en el Fedro, afirmando que los mayores bienes fueron dones divinos recibidos
por medio de una locura. Esta se manifiesta de cuatro maneras: la locura profética, la locura purificatoria, la locura poética y la locura amorosa. Esta última se conecta con el segundo significado de
la palabra, en base al cual la locura es el amor hacia la vida en su simplicidad,
de manera contrapuesta a la sabiduría artificiosa y a la ciencia de quien sabe hacer
todo menos vivir y amar (Abbagnano, 2011). [1]
Nahui Olin (1893-1978), [2] una de las artistas más versátiles y una de las mujeres más bellas
de México, que vivió los mejores años de este país latinoamericano, los veinte,
[3] posee todos los aspectos de la locura
en el sentido filosófico del término. Y no es una casualidad si Elena Poniatowska,
en su colección de ensayos Las siete cabritas
(2006), la coloca junto con otras grandes mujeres que comparten con ella el signo
que acarrea la locución española “estar como una cabra”: Frida Kahlo, Pita Amor,
Nahui Olin, María Izquierdo, Elena Garro, Rosario Castellanos y Nellie Campobello.
Si la locura
profética se concibe como la capacidad divinatoria, Nahui la manifestó desde
temprana edad. Su maestra del Colegio Francés de San Cosme, Marie Louise Crescence,
una monja que conservaba Las flores del mal
de Baudelaire en su devocionario y era conocedora de Voltaire, Lamartine y Rousseau,
afirmó: “Esta niña es extraordinaria. Todo lo comprende, todo lo adivina, su intuición
es pasmosa. A los diez años habló el francés como yo que soy francesa, y escribía
las cosas más extrañas del mundo, algunas completamente fuera de nuestra disciplina
religiosa” (Poniatowska, 2006). Nahui, de hecho, desde su pupitre escolar escribió
unos textos sorprendentes para su edad, que fueron publicados bajo el título A dix ans sur mon pupitre (1924) [4] por la editorial Cultura. En ellos manifiesta
una extraordinaria precocidad intelectual y una sed insaciable de conocimiento,
plantea sus deseos de independencia, libertad y anhelos creadores, y pone en tela
de juicio la opresión del ser femenino en la sociedad patriarcal. [5]
La locura
purificatoria es la que permite alejarse del mal por medio de una iniciación,
que en Nahui pasa por los ojos, puesto que son estos órganos los que le permiten
iniciarse al mundo y los que permiten que los demás se inicien a ella. Sus ojos,
de un verde que se intuye hasta en las fotografías en blanco y negro, son de un
erotismo brutal, casi violento, y son capaces de capturar la atención de cualquiera
que se cruce con su mirada:
¿Qué tienen esos ojos? La atrapan. Adriana vuelve a mirar. Los ojos
se apoderan de ella, diabólicos, igual que años atrás le ocurrió a Tomás Zurián
y antes todavía al Dr. Atl, a Diego Rivera, a Carlos Chávez, a Edward Weston, a
Raoul Fournier, a Antonio Garduño, a Matías Santoyo, a Eugenio Agacino, el capitán
de navío, y ¿por qué no?, a Manuel Rodríguez Lozano. Entre todos, sin embargo, el
general Manuel Mondragón fue el primero; a él, antes que a nadie, sedujo el resplandor
de ese par de soles, de incendios, de infiernos. Esa niña impredecible, de bucles
rubios, berrinches y pataletas, esa criatura suya, encarnación de Luzbel, el ángel
caído.
¿Qué tienen esos ojos? En medio
del pasmo, Adriana Malvido tarda en encontrar la respuesta. Un hecho resulta ya
innegable: Adriana es víctima de Nahui Olin. “Estás enahuizada”, le dice Carlos
Payán
(Poniatowska, 2006).
La locura
poética es la que está inspirada por las musas, pero, en el caso de Nahui, la
musa es ella. Posó para los fotógrafos Edward Weston [6] y Antonio Garduño, quien en 1927 realizó una Exposición de Desnudos
con las fotografías que le tomó en la azotea de su vivienda. Diego Rivera la retrató
como la musa de la poesía erótica, Erato, en su mural La creación (1922), en la Escuela Nacional Preparatoria; la puso con
uno de sus ojos enormes y con tupidas pestañas bajo un sombrero de fieltro en el
fresco Día de muertos (1923), en la Secretaría
de Educación Pública; y la volvió a representar con un collar de perlas en medio
de unos personajes de la burguesía porfiriana en Historia del teatro en México (1953), en el Teatro de los Insurgentes.
El Dr. Atl, alias del vulcanólogo Gerardo Murillo, no solo la amó, sino que la retrató
en usa serie de pinturas que celebran el ardor de sus ojos. Y también Gabriel Fernández
Ledesma, Roberto Montenegro, Ignacio Rosas, Antonio Ruiz “el Corzo”, se desempeñaron
en ella.
La locura
amorosa es propia de quien aspira al recuerdo de la belleza ideal y del ser
auténtico y al amor libre de prejuicios. En este sentido, cabe señalar que Nahui,
pese a encontrarse en un país con tantos tapujos como México, se asumió sexualmente
y todo lo remitió a su cuerpo, del que admiraba las nalgas y la boquita de corazón,
y a sus ardores, convirtiéndose en una maestra de la insinuación. Inicialmente contrajo
nupcias con el cadete y aprendiz diplomático Manuel Rodríguez Lozano, [7] pero el matrimonio fue un fracaso por
la definida actitud homosexual de él y porque Nahui decidió ir al encuentro del
amor y del arte con el Dr. Atl, tras el regreso del matrimonio a México. El pintor
la bautizó con el nombre con el que se la conoce, Nahui Olin, que alude a una fecha
mágica en el calendario náhuatl: el cuarto movimiento del Sol. Junto con el Dr.
Atl, vive su periodo más fecundo: en el convento de La Merced pintan, escriben,
fotografían, crean, bailan, conviven con la comunidad artística y asisten a las
reuniones de intelectuales. [8] Nahui
recibía a los amigos desnuda, con una bandeja bajo sus senos y servía así sus copas
de elíxires fecundantes. Lola Álvarez Bravo afirma que “Nahui siempre decía que
tenía sus bebedizos para tener a todos los hombres embrujados y a todo el mundo
a sus pies y que sus menjurjes y sus hierbas eran infalibles” (Poniatowska, 2006).
La tormentosa relación se interrumpe en 1925. En 1933 se enamora del capitán Eugenio
Agacino, quien inspira muchísimas obras de estilo naif de la artista, pero que muere
tempranamente tras un año a causa de unos mariscos en mal estado.
A partir de su muerte, Nahui entra en una progresiva
etapa de aislamiento [9] y, aunque participa
en varias exposiciones, su actividad se vuelve más esporádica. Su posición irreverente
provocó que su producción literaria y artística fuera marginada y ella estigmatizada
por las buenas conciencias. Como señala Rosas Lopátegui, “A partir de entonces,
los actos de Nahui se encasillan en ‘la locura’. Su libertad resulta incómoda. Su
sinceridad hiere. Provoca un colapso de valores. Su sexualidad se enfrenta a la
hipocresía. ‘Está loca’, dicen, es más fácil ver así a la mujer que decide su propia
vida” (2010).
2. Óptica cerebral: varia lucidez
Ofrecemos a nuestros lectores las primicias de un libro extraño y bello
–un libro rutilante, pasional, escrito con violencia– en el que las cosas de la
vida están vistas cósmicamente, un libro que desde su título, Óptica cerebral, es sugestivo, acusa la característica esencial
de la obra –pictórica cerebración. Las apocalípticas visiones. Producto de una sensibilidad
exquisita. Nace a la vida del arte con una obra muy personal (s.a., 1922).
Nahui Olin, en esta obra, se coloca a sí misma en
una posición intermedia entre el alma y el cuerpo. Según una óptica estructuralista,
la cultura es como una gran estructura morfosintáctica, por lo que podemos considerar
el cuerpo, bajo todos los sentidos, un signo tanto lingüístico como antropológico.
En un conocido fragmento platónico del Crátilo,
de hecho, se atribuye precisamente esta índole significativa al cuerpo, si bien
la traducción más inmediata de la palabra (soma)
con que se le define, ha llevado a la idea de que el cuerpo es prisión y tumba (sema) del alma (Platón, 2000). Como podemos
observar en los siguientes versos, Nahui considera la materia del cuerpo, en todas
sus declinaciones culturales (escultura, pintura y música) como una verdadera prisión
del espíritu:
Encontrando garabatos mezquinos las artes como modo de expresión que
son partos del espíritu encerrando su dolor de inexpresión en contorsionados monos
que llaman esculturas, en colores que son el exterior de las cosas, sin ser ellas,
sin ser la expansibilidad del espíritu que busca la expresión de esos colores, que
llaman cuadros, de esos sonidos que llaman música y que son rugidos de fiera domesticada
en la jaula de la materia que encierra la expansibilidad del espíritu (Expansibilidad). [11]
Según Michel Foucault, además, el cuerpo ha ido
constituyéndose cada vez más, a lo largo de los siglos, como un nudo de relaciones
de poder y de saberes paradójicos entre la inflación discursiva y la esencia de
la sustancia, tanto que un cuerpo ya no es sólo un cuerpo, sino una multiplicidad
de estratos, prácticas y discursividades corpóreas (Braidotti, 2008). Nahui, de
hecho, considera el cuerpo no solo la tumba del alma, sino y sobre todo, de la mujer,
como podemos apreciar a continuación, en donde el cuerpo llega a transformarse en una cárcel,
una mortaja de nieve o un cáncer:
El crimen macho de las generaciones es engendrar el espíritu y la carne,
y dentro de la carne el espíritu, y de la carne y el espíritu a la humanidad, que
es la vergüenza de una impotencia, en su forma más humillante. […] El crimen de
la ola roja de las generaciones es la rebeldía del espíritu encarcelado en la impotencia
de la materia (Las generaciones en bestiales
crímenes).
Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial de mujeres,
en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve […] pondrán
en actividad su alma encerrada, en nieves perpetuas, en leyes humanas de feroz tiranía
(Bajo la mortaja de nieve duerme la Iztatzihuatl en su inercia de muerte).
El cáncer de nuestra carne oprime nuestro espíritu sin restarle fuerza,
es el cáncer famoso con que nacemos –estigma de mujer– ese microbio que nos roba
vida proviene de leyes prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos,
de poderes paternos (El cáncer que nos roba vida).
Como afirma Nahui en toda su producción, cuerpo y alma son entidades
incompatibles, y es que en la base de dicha inconmensurabilidad subyace un oxímoron
que constituye el fulcro de toda literatura epistemológica, es decir, entre el finito
y el infinito. En sus poemas, el espíritu es un infinito que determina el centro
de un sistema solar que se alimenta gracias a la fuerza cerebral:
No hay nada más interesante que el mundo que llevamos dentro –no hay
nada más ilimitado que nuestro espíritu, y no debemos buscar ninguna otra fuerza
o potencia para vivir o para producir: hay que fecundar en sus propias entrañas
y dar a luz (Supremo egoísmo).
El infinito que es la evolución asombrosa e imprecisable del espíritu,
es un misterio de fuerza creadora […] y cada espíritu es un sistema solar mayor
o menor, que vive en el único infinito: su evolución continua y creadora, cada vez
multiplicada en fuerza, en comprensión y en óptica cerebral (El misterio de lo infinito
en la evolución del espíritu).
Dado que el cuerpo no puede contener el alma, la única manera
para aprehenderla es comprenderla: “Y es indiscreción
encantadora la comprensión que nos revela todo, que no permite dueño de cosa alguna
porque todo es únicamente del que lo comprenda y nuestro mismo espíritu poseerá
y será poseído de lo que comprende y de los que lo comprendan, y es la posesión
derecho único de la comprensión de todo” (Posesión,
derecho único de la comprensión de todo). Como podemos observar, la posesión
se transforma en una correspondencia biunívoca.
En las Láminas órficas,
procedentes de tumbas de Grecia, se dice del iniciado que se muere de sed, que solo
el agua fría que sale de los pantanos de la memoria puede aliviársela. Es así como
la memoria devuelve el alma a su naturaleza divina de la que el cuerpo la tenía
separada (Galimberti, 2007: 27). Y si la memoria, como principio primero del conocimiento,
está a la base de la cultura, asistiremos al espectáculo de un alma, la de Nahui,
que se muere de la sed de saber y de crear:
Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos
/ que voy creando sin cesar, / y de las cosas / y de los elementos, / y de los seres,
/ que tienen siempre nuevas fases / bajo la influencia / de mi espíritu y mi cuerpo
que tienen siempre loca / sed; inagotable sed, de inquietud creadora, / que juega
con los mundos nuevos / que voy creando sin cesar / y con las cosas que son una,
y que son mil. // […] Y de esa sed admirable nace el poder creador – / y es fuego
que no resiste mi cuerpo, que en continua renovación de juventud de carne y de espíritu,
es único y es mil, pues es insaciable sed. // Y mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre
loca sed… (Insaciable sed).
Si la vista es el órgano generalmente asociado al conocimiento,
la “loca sed” que siente Nahui pasa también por los ojos, que para ella son “el elemento máximo, el sol de todos los sistemas solares” (Ojo, elemento humano). Los ojos de
Nahui ven y son vistos continuamente, como los de una pintora y los de un retrato,
pero si cuando realiza la acción alivia su sed, cuando la recibe es víctima de la
corporeidad, pues no la miran, solo la ven:
El verde de oblicuos agujeros, que de un rostro es lo que todos miran
–y los que los miran no saben por qué se extrañan y miran dentro con el solo deseo
de mirar, y sólo ven, y sólo saben, y sólo creen que son Verdes Agujeros Oblicuos
que se ven sin mirar el rostro y que recuerdan piedras verdes […] y sólo miran su
belleza, su apariencia, y en su intenso color verde de enigmática fuerza, no penetran
la potencia de expresión, la vibratoria inquietud, la constante rebeldía de un espíritu,
de un cerebro en acción dotado de millares de fibras microscópicas, sensibles al
contacto de todo átomo viviente, en toda su materia, en toda su esencia, tal cual
es él mismo en su sustancia y, sobre todo, y con mayor interés a través de su interpretación
cerebral, viviendo en segundos, eternidades, […] el espíritu de un ser; encerrado
en sus complejidades en densidades de verdes de oblicuos agujeros (El verde de oblicuos
agujeros).
La vista solo es posible, además, gracias a la luz, que, en
base a la alegoría platónica de la caverna, se asocia generalmente al conocimiento.
En Nahui, la luz que emana su espíritu se convierte en ‘luz-idez’ mental: “[…] y es esa luz de amor cerebral que envuelve todo en belleza,
de esa luz producida por el fuego del motor de dinámica inextinguible que parece
en su monumental fuerza encarnar el humano espíritu” (La dinámica inextinguible del motor de fuego que produce luz-el sol).
[12]
Los valores del cuerpo son impedimentos de los que
hay que liberarse porque la esencia del hombre se realiza verdaderamente cuando
el cuerpo duerme (gracias al onirismo) o está por morir. Gracias al cerebro, la
materia se consume (“[…] la fuerza asombrosa del dinamismo cerebral que consume
la materia y obtiene mayor desarrollo en lo llamado inteligencia o más bien fuerza
equilibrada maravillosamente”, Amargura)
y la carne se electriza (“[…] descarga eléctrica de nuestro cerebro que como rayo,
fulmina, electriza la misma carne para que sufra la acción de la emoción cerebral
que es la posesión de felicidad indecible porque entra en lo ilimitado, en lo eterno
que es el propio espíritu”, Posesión, derecho
único de la comprensión de todo).
Podemos, por consiguiente, injertar la figura de Nahui en la
larga tradición occidental que, desde Pablo de Tarso hasta Martín Heidegger, cuenta
la historia de un espíritu que se alimenta y vive de la muerte de todo aquello que
es corpóreo, natural, empírico, transeúnte, por lo que la condición de su vida es
que cada uno de nosotros mire seriamente a la cara a la muerte (Galimberti, 2006:
195). Solamente en este “ser para la muerte”, pues, se halla la realización del
espíritu y, al final de la obra, Nahui llega a escribir su lápida: “Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme;
hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir” (Sobre mi lápida). [13]
3. Conclusiones
Solo algunos lograron verla verdaderamente, como
el poeta Homero Aradijis que, cuando la conoció en la Alameda, se dijo: “Este es
un personaje literario, un personaje poético. Ya desde la actividad que estaba haciendo
en la Alameda, no era una loca común que me inspiraba miedo: era una loca poética.
[...] Nahui es el tipo de personaje que la sociedad destruye porque es de una inocencia
totalmente desinhibida, sin compromisos, sincera” (Poniatowska, 2006). O como Tomás
Zurián Ugarte, quien a partir de 1993, cuando organizó la exposición Nahui Olin, una mujer de los tiempos modernos,
empezó, gracias a su labor, a rescatarla del olvido:
Abriste el camino a mujeres como Frida Kahlo, Isabel Villaseñor, María
Izquierdo, Benita Galeana, Aurora Reyes, María Asúnsolo, Magda Donato y tantas otras
que caminaron con dignidad y talento por los campos que tú roturaste, a cosa de
la maldición que sobre ti cayó y que despiadada te persiguió aún más allá de la
muerte, propiciando un cruel olvido.
Pero tu paso seguro, pleno de convicciones, no permitió que te dieran
alcance la ignominia, el desprecio y la incomprensión, y saltaste a otra dimensión
donde creaste la cultura del aislamiento y del silencio, la introspección, el diálogo
contigo misma; entraste en una seductora intimidad con tu desbordante mundo interior (Zurián, 1993).
El enajenado no es el que vive fuera del mundo,
sino aquel que en la enajenación ha encontrado la única manera posible de estar
en el mundo (Galimberti, 2006). Nahui no solo estuvo fuera del mundo racional, sino
que ella misma, gracias a su mirada, fue el centro de un mundo interior mucho más
lúcido, al que los que no saben mirar, sino solo ver, no tienen acceso.
Referencias bibliográficas
Abbagnano, Nicola. 20117. Dizionario di filosofia. Torino: UTET.
Braidotti, Rosi. 2008. “Il complesso teatro del corpo”. Multiverso 07/08: 3-4.
Cacucci, Pino. 2005. Nahui.
Bologna: Feltrinelli.
Galimberti, Umberto. 2006. Parole nomadi. Milano: Feltrinelli.
___. 2007. Il gioco
delle opinioni. Milano: Feltrinelli.
Luque,
Rocío. 2011. “Entre cuerpo y alma fluyen las palabras: A los diez años, en mi pupitre de Nahui Olin”. Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención. Ed.
Patricia Rosas Lopátegui. Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León. 569-575.
Platón.
2000. Crátilo. Milano: Rizzoli.
Poniatowska,
Elena. 2006. “Nahui Olin: la que hizo olas”. Las siete cabritas. México: Era.
RAE. 201423.
Diccionario de la Real Academia Española.
www.rae.es.
Rosas Lopátegui,
Patricia. 2010. Feminine Transgression. Transgresión
Femenina. California: Berkeley Press.
___. 2010.
“Nahui Olin”. Óyeme con los ojos. De Sor Juana
al siglo XXI. 21 Escritoras mexicanas revolucionarias. Ed. Patricia Rosas Lopátegui.
Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León. Vol. 1. 84-111.
___ (ed.).
2011. Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida,
obra y varia invención. Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León.
S.A. 1922. “Óptica cerebral (Poemas
dinámicos) de Nahui Olin (Carmen Mondragón)”. Azulejos: 26-27.
The Metropolitan Museum of Art. http://metmuseum.org/collection/the-collection-online/search/28328
Zurián, Tomás. 1993. “Evocación”.
Memoranda 23: 48.
NOTAS
Ensayo originalmente
publicado en Raudem. Revista de Estudios de las Mujeres,
vol. 3 (2015).
1.
El Elogio de la locura (1511) de Erasmo
de Rotterdam es la mayor defensa de este segundo significado del término.
2. María del Carmen Mondragón Valseca, conocida como Nahui Olin, fue
una mujer y una artista que transgredió los valores opresivos de la sociedad mexicana
de las primeras décadas del siglo XX. Hija del general Manuel Mondragón y de Mercedes
Valesco, una mujer sensible que inculcó en sus hijos el amor a la pintura y a la
música, nace el 8 de julio de 1893 en Tacubaya, Ciudad de México. Su infancia y
su juventud transcurrieron entre México, París y San Sebastián, a causa de los acontecimientos
políticos que involucran al padre, educándose en los mejores colegios. Desde muy
pequeña, Carmen se rebeló en contra de los preceptos y la disciplina tradicionales
impuestos por su madre (Rosas Lopátegui, 2010).
3.
Son los años en los que el escritor y político José Vasconcelos,
junto con todos los artistas de la época, concibe un país que se levanta de las
cenizas de la Revolución Mexicana gracias al acto de la creación y a la convicción
de que el arte es de todos.
4.
Tradujimos al español esta obra, así como Câlinement
je suis dedans, bajo el título A los diez
años en mi pupitre, publicándola,
de manera parcial en las ediciones de Patricia Rosas Lopátegui Feminine Transgression. Transgresión Femenina,
California, Berkeley Press, 2010 y Óyeme con
los ojos. De Sor Juana al siglo XXI. 21 Escritoras mexicanas revolucionarias,
vol. 1, Nuevo León, Universidad Autónoma de Nueva León, 2010; y de manera íntegra
en Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida,
obra y varia invención, Nuevo León, Universidad Autónoma de Nueva León, 2011.
5.
En este sentido, nos recuerda a otra gran escritora mexicana, Sor Juana Inés de
la Cruz, que, más de tres siglos antes, en Primero
sueño (1692), manifestó las mismas inquietudes.
6.
Edward Weston, que ya había fotografiado a Tina Modotti, afirmó, acerca de los retratos
que le realizó a Nahui Olin entre 1923 y 1926, que eran los mejores que había hecho
en México (The Metropolitan Museum of Art, web).
7.
Es singular la manera en la que Nahui escogió a su esposo:
lo vio desfilar y le pidió a su papá que se lo regalara (Poniatowska, 2006).
8. El espíritu libre de Nahui quedó registrado en las cartas que le
escribió al Dr. Atl y que este recogió en el libro Gentes profanas en el convento (1950).
9. El sentimiento
de soledad se acrecentó conforme fueron muriendo todos sus amigos: Tina Modotti en1942, José Clemente Orozco en 1949, Isabel Villaseñor
en 1953, Frida Kahlo en 1954, María Izquierdo en 1955, Diego Rivera en 1957, el
Dr. Atl en 1964, David Alfaro Siqueiros en 1974 y Rosario Cabrera en 1975.
10.
Véase el artículo de nuestra autoría, “Entre cuerpo y alma fluyen las palabras:
A los diez años, en mi pupitre de Nahui
Olin”, en Patricia Rosas Lopátegui (ed.), Nahui
Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención, Nuevo León, Universidad
Autónoma de Nuevo León, 2011.
11.
Las referencias a los poemas de Nahui están sacadas de la antología Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida, obra
y varia invención de Patricia Rosas Lopátegui, por lo que en cada caso, citaremos,
entre paréntesis, el título del poema y la página correspondiente.
12.
No es una casualidad si la palabra “lucidez”, del latín lucidus, significa ‘cualidad de lúcido’, es decir, ‘claro en el razonamiento’
(DRAE, 2014).
13. Junto
a la imagen de putrefacción del cuerpo, se da también la de lo marchito: “El inmenso dolor que reside en el corazón, marchita el cuerpo
sin ablandar el espíritu en su intenso deseo” (Dolor que marchita el cuerpo).
14. La novela Nahui (2005) de Pino Cacucci empieza precisamente con la escena en la que ella que vende sus fotos fuera del Palacio de Bellas Artes.
ROCÍO LUQUE | Profesora de Lengua y Traducción Española en la Universidad de Trieste (Italia) y profesora del programa de Doctorado en Filología de la Escuela Internacional de Doctorado de la UNED (EIDUNED) de España. Sus ámbitos de investigación son la lingüística contrastiva español-italiano, la traducción entre estas dos lenguas y la estilística de los autores traducidos. Ha publicado monografías, como Sobre el uso de las perífrasis verbales en español y su traducción al italiano (2017), el Diccionario contextual de parónimos italiano-español (2019) en coautoría, diferentes artículos en revistas y volúmenes nacionales e internacionales, y traducciones de narrativa, teatro y poesía.
JOHN WELSON (País de Gales, 1953). Poeta e artista plástico, Welson é um desses personagens admiráveis por sua incondicional obsessão pela criação. Desde a infância que se dedica à pintura, ao desenho, à cerâmica e logo dando início também à escritura poética. Resultado dessa voracidade criativa é que tem em sua agenda um registro de mais de 300 participações em galerias em vários países. Nas últimas décadas produziu um abstracionismo lírico cuja ótica central é a paisagem de seu País de Gales. A seu respeito escreveu John Richardson: Quer sejamos encantados com a poesia de John Welson, fascinados quando suas pinturas batem à porta de nosso inconsciente, ou nos encontremos iludidos por suas colagens enquanto conscientemente reordenam nossa visão de o que é e o que pode ser, é possível, acredito, discernir através do vidro as sombras, os traços e os impulsos que revelam seu compromisso com a liberdade e o surrealismo. […] Para John, a violência em tomar ou separar é apenas a primeira etapa necessária de uma grande obra de desconstrução, necessária para reconstruir e reconstruir, permitindo assim que a realidade latente da vida cotidiana, que a ideologia burguesa mascara, surja e se destaque. É dessa maneira orgânica que o Maravilhoso nos é revelado. Mais uma vez, ele nos oferece um vislumbre do que poderia ser.
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 05
Número 204 | março de 2022
Artista convidado: John Welson (País de Gales, 1953)
Tradução: Susana Wald
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS
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