Vigón vivía en la Rue du Dragón, cerca de Julio Cortázar,
y recibía las revistas que nosotros le enviábamos. De ese modo, Cortázar se ponía
en contacto con todo ese material. En realidad, yo creo que Vigón despertó en Cortázar
muchas simpatías por las cosas de Cuba. Vivían en el mismo barrio y se reunían con
frecuencia, y cuando yo leo los diálogos que se verifican en casa de Oliveira, por
ejemplo, siempre pienso que allí tenía que estar Vigón.
He querido que mis primeras palabras sean un recuero para
Ricardo Vigón, que creó un tipo de perspectiva, un modo de estar en Europa muy a
lo cubano de sus años y Vigón es un cubano que, en un convento, en una ocasión,
le hace la cama a Heidegger, y Vigón es un cubano que está acostumbrado a colocarse
frente a las grandes ciudades, como Florencia, sin un céntimo en el bolsillo, y
a vencerlas.
La gran novela, anterior al tipo de novela que hace Cortázar,
era de raíz wagneriana, puesto que Joyce, Proust, Thomas Mann y Hesse son hombres
de formación wagneriana. La devoción por los mitos, por la música, declarada en
muchas ocasiones, así como las simpatías por Wagner, dan a sus novelas una verdadera
presencia wagneriana. La resonancia de esta palabra en la cultura es tan precisa
que no es necesario que yo la evoque ante ustedes.
Por ejemplo, el crescendo de la prosa de Proust, todos sabemos
que es wagneriano. Se ha hablado mucho de El buque fantasma, de muchos momentos
de la música de Wagner. En cuanto a Hesse, basta recordar la escena final de El juego
de abalorios, para darnos cuenta de que es un wagneriano de raíz.
Cortázar es precisamente un novelista que forma parte de un
grupo que inicia una reacción a ese tipo de novela wagneriana. Basta recordar lo
que él nos dice: “El juego consistía en recobrar tan sólo lo insignificante, lo
inostentoso, lo perecido”.
Es decir, frente a la gran resonancia wagneriana, frente a
la gran manera wagneriana, Cortázar, con un grupo de novelistas contemporáneos,
la ataca de manera antitética. Es decir, él se propone el cultivo de lo insignificante.
La generación anterior a Cortázar en Argentina, como todos
ustedes saben, estaba centrada en Borges. La gracia del estilo de Borges consistió
en la unión de Quevedo con el lunfardo, en la unión de los grandes clásicos nuestros
con la manera popular argentina, y en esa dimensión pareció obtener un resultado
incomparable.
Después que Borges realizó lo suyo, aparece Cortázar. Cortázar
no ha negado nunca su respeto, su estimación por Borges. Es decir, lo necesario,
lo imprescindible que le fue, como una etapa anterior a su manera y a los recursos
de su expresión.
Por ejemplo, un giro que me parece típico de Cortázar: “atacado
por la polilla que propone la prórroga”.
Esta es una frase típica de Cortázar.
Vamos a ver un grupo de frases significativas de Cortázar:
“Convencido de que el recuerdo lo guarda todo y no solamente a las Albertinas y
a las grandes efemérides del corazón y los riñones”.
Ustedes se darán cuenta de que es una alusión a Proust, pero
el tiempo en Proust es esencialmente cualitativo. Proust recupera lo que pervive
a través de las reminiscencias. Lo demás es el lote de la muerte. La memoria de Cortázar parece ser cuantitativa y
enumerativa; como Cortázar no vive en un mundo categorial, sino en un mundo mucho
más contemporáneo, su dimensión del tiempo no puede ser, desde luego, la de Proust.
Es una dimensión más diversa, más cuantitativa, más regalada más gratuita.
Con respecto a esa insignificancia que yo les mencionaba anteriormente,
observen otra frase típica de Cortázar: “Eso y encontrar grandes pelusas grises
o verdes dentro de un paquete de cigarrillos”.
No le interesan las grandes tiradas, las grandes frases, los
grandes momentos de Proust. La descripción de la Opera, la descripción de la telefonista
como sirena, el gran sueño que tiene cuando sueña que sus antepasados están muertos
y aparecen con pompones rojos en la cabeza, diciendo grandes arengas ciceronianas.
No, su mundo es un mundo insignificante: las pelusas que están dentro de una caja
de cigarrillos.
Y este párrafo, que es muy significativo: “se empieza a andar
por la vida con el paso pachorriento, ausente, del filósofo y del clochard, reduciendo
cada vez más los gestos vitales al mero instinto de conservación, al ejercicio de
una conciencia más atenta a no dejarse engañar que a aprehender la verdad”.
Y luego dice esta frase: “quietismo laico, ataraxia moderada,
atenta desatención”.
Si cascamos cada una de estas frases de Cortázar, tenemos
la clave de su manera, de su posición ante la vida. Los que han leído Rayuela
recuerdan a La Maga. Es una figura intemporal. Es un arquetipo, ¿de qué? Es un arquetipo
de la vida, y no es la vida, es lo vital. La vida está muy por encima de lo vital,
lo vital es el subrayado de la vida.
“Así andaban Punch and Judy, atrayéndose y rechazándose como
hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras”.
He buscado un grupo de frases, sentencias de Cortázar que
provoquen en ustedes resonancia, eco, sin necesidad casi de comentario alguno.
Ahora dice Cortázar hablando de La Maga: sus amigos le gustaban
“por la forma en que se estaban matando minuciosamente, sin importárseles nada”.
Ahí están las innumerables formas del thánatos contemporáneo,
de la auto-destrucción contemporánea.
Y esta frase que me parece también muy significativa: de esos
personajes dice que mostraban un “exhibicionismo de la memoria asociativa”.
Claro que esto es de raíz proustiana. Cuando Proust hablaba
de que se llega a un momento en la vida en que se deriva tanta sabiduría de una
sentencia de Pascal como de un anuncio de jabón.
Observo una paradoja: en la novela, el jazz es reciente y
los tangos son viejos. Se ve ahí los recuerdos de la niñez de Cortázar.
“Tantos ríos metafísicos, y de golpe se sorprendía con ganas
de ir al hospital a visitar al viejo, o aplaudiendo a esa loca encorsetada.”
Sin duda hay aquí una raíz de la gratuidad, del acto gratuito
de André Gide, en Las cuevas del Vaticano, cuando tira del ferrocarril al viejo
sin ninguna motivación. Ustedes saben que Gide fue el creador del acto gratuito,
el acto puro, sin motivación. Claro que todo eso tiene antecedentes en Dostoyevsky.
Recuerdo un personaje de Dostoyevsky que dice: “Creo que si usted y yo nos casamos,
sería una gran locura. Pues bien, casémonos ahora mismo”. Es decir, esa gratuidad
también está en Dostoyevsky.
A mí una de las cosas que más me ha gustado en Rayuela,
es una referencia a una peluca que se pone sobre otra peluca negra, la que a su
vez encubre la calvicie.
Eso es realmente profundo, porque ustedes saben que entre
el siglo XVI y el XVII existe lo que se llama la máscara de cera, que estaba por
debajo de la máscara que se usaba en los carnavales, y en los bailes. Es decir,
una máscara más apegada al rostro.
Un detalle curioso: en el ejemplar de Rayuela que yo he manejado,
prestado por la Casa de las Américas, donde Cortázar pone “Wifredo Lam”, hay la
mano de un cubano que modifica y pone al margen “Wilfredo Lam”. Es decir, el equivocado
es el cubano.
En la novela hay dos momentos que son esenciales, muy importantes
en mi opinión. Y estoy hablando un poco en promenade littéraire, es decir, en
la primera impresión de un lector. Es decir, no estoy en vena ensayística, ni estoy
profundizando este tema, estoy en la reacción sensorial de un lector que se acerca
a la obra.
El recital de Berthe Trépat, la pianista, que es una muestra
de ironía en la obra, debe ser contrastado con la muerte del niño Rocamadour, que
en mi opinión es la culminación de la novela. No hay nada en la novela que se pueda
comparar a eso. El hijo de La Maga muere, y la conversación y la fiesta continúan
durante la noche, hasta que por fin la madre percibe la muerte de su hijo. Cortázar,
sin dramatismo, sin exageración, lo ha resuelto en una forma realmente difícil y
de calidad.
Ustedes saben que en la novela hay dos momentos: el de Oliveira
y La Maga, y después el de Oliveira, Talita y Traveler, en Buenos Aires. El ambiente
de Oliveira y de La Maga es el de París después de la Segunda Guerra Mundial.
Es decir, el desquiciamiento de todos los valores. La pérdida
de las categorías de valores y de las tablas kantianas de los valores. La subversión
de todos los valores, de los que ya, a fin de siglo, había hablado Nietzsche. Pero
ya aquí no se trata de hablar, ya aquí se trata de una realidad. Los antiguos valores
están desquiciados, se han roto.
Después de un incesante ambiente parisino, fácil de reconstruir,
de acuerdo con los años en que se desenvuelve la novela, Oliveira pasa a Buenos
Aires y ahí se encuentra con unos amigos suyos, Talita y Traveler. Es muy curioso,
y Cortázar lo subraya, que este personaje que no ha salido nunca del Río de la Plata,
se llame Traveler.
Allí hay un episodio que es también de mucha calidad, de lo
mejor de la novela, cuando se coloca un tablón entre el cuarto de Oliveira y el
de Talita. Este episodio está hecho muy a la manera de Charles Chaplin. Es un pasaje
muy cinematográfico. Recuerda la manera de Chaplin y también la de Kafka. Es un
pasaje alucinante. Del circo se pasa a la casa de locos. Ustedes saben que la novela
termina en un clima enajenado.
La pobreza, la soledad, enajenación en Hegel. Ustedes saben
que Hegel ha sido el hombre que ha tratado con más profundidad el tema de la enajenación
en la Filosofía del espíritu. Después Carlos Marx, discípulo de Hegel, habló también
de la enajenación.
Es decir, gran parte de los personajes están enajenados. La
pobreza, la soledad, el hambre, el trabajar en lo que no les gusta, eso ha engendrado
un grupo de enajenados que se desenvuelven en París.
Por ejemplo, Morelli es el hombre que va contra la escritura,
que quiere escribir, pero que va contra la expresión.
Es decir, un tipo muy frecuente en los últimos veinte años.
La reacción contra el hombre de letras desde la época de Baudelaire,
que fue y quiso ser un cumplido hombre de letras. Plegaria, arreglo y trabajo, era
su divisa.
Al final de la novela, es muy significativo que la palabra
que suena sea antropofanía. La divinización del hombre. Esa antropofanía se fundamenta
en el paideuma de la niñez, que, como ustedes saben, es una gran idea aportada por
Frobenius en La cultura como ser viviente, una de las obras realmente fundamentales
de nuestra época. ¿Y qué cosa es paideuma? Lo que nos vuelve suscitantes y creadores,
lo que hay en cada hombre de infantilidad, de niño; algo que algunos hombres tienen
la dicha de prolongar mucho tiempo, como es el caso de Goethe. Hay un cuento de
Cortázar que a mí me gusta, “Los venenosos”, que está en Final del juego, y que
es un cuento realmente basado en ese paideuma de la niñez.
En mi opinión, es uno de los mejores cuentos de Cortázar.
En las Historias de Cronopios y de Famas, la influencia fundamental en
Cortázar es la de Raymond Roussel, el autor de Locus Solus y de El viaje
a Venecia.
El viaje a Venecia está presente en Cortázar. A veces en su estilo se ve que eso es lo que él quiere alcanzar.
NOTA
Ensayo publicado originalmente en la revista Crisis # 8 (Montevideo, 1984).
JOSÉ LEZAMA LIMA | (Cuba, 1910-1976). Poeta, romancista, ensaísta e crítico de arte. Além da relevância máxima da poesia e da narrativa, Lezama Lima escreveu diversos ensaios sobre figuras da literatura mundial, bem como sobre a estética barroca latino-americana. Muito notável são também os seus ensaios publicados no volume La expresión americana, descrevendo a sua visão do barroco europeu, a sua relação com os clássicos, e com o barroco Americano.
HÉLIO ROLA | (Brasil, 1936). Pintor, desenhista, escultor, gravador. Estudou na Sociedade Cearense de Artes Plásticas em 1949. Formado em medicina em 1961, cinco anos depois finaliza curso de pós-graduação em Bioquímica pela USP. Entre 1967 e 1970, estuda pintura com Joseph Tobin e Agnes Hart no Art Student’s League, em Nova Iorque (Estados Unidos), período em que aproveita para frequentar a Liga de Estudantes de Arte da cidade e trabalhar como pesquisador no The Public Health Research Institute. Como membro do Grupo Aranha realiza diversos painéis de pintura mural coletiva em Fortaleza e São Paulo. Artista inventivo e destacado no panorama da Arte Postal, que soube transpor para o ambiente digital. Entre suas mais importantes exposições, encontram-se as retrospectivas “Cidades” (Centro Dragão do Mar de Arte e Cultura, Fortaleza, 2005) e “Um Atlas para Hélio Rôla” (Museu de Arte Contemporânea, Fortaleza, 2021), sob a curadoria, respectivamente de Floriano Martins e Flávia Muluc.
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 14
Número 213 | julho de 2022
Artista convidado: Hélio Rola (Brasil, 1936)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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