terça-feira, 10 de outubro de 2023

MARITHELMA COSTA, MARÍA ANTONIETA FLORES, FRANCISCA NOGUEROL | Una mirada femenina en la poesía de Harold Alvarado Tenorio

 


1.
MARITHELMA COSTA |
Libro del extrañado

No es por simple azar que Alvarado Tenorio abra su poemario escrito en New York, Libro del Extrañado, con una cita de Al-Mu’tamid, rey de Sevilla. A pesar de los nueve siglos que los separan, y como para confirmar que ni el mundo ni los hombres han cambiado demasiado, en los textos de los dos poetas se perciben una cosmovisión y poética semejantes. Al-Mu’tamid debe salir de Sevilla tras la entrada almorávide, Alvarado Tenorio se ve obligado a marcharse de Colombia. En el nuevo entorno –ya el Magreb, ya los Estados Unidos–, ambos poetas experimentan la marginación y se dedican a escribir sobre la nueva realidad que los rodea. Esta escritura no se va a apoyar en oscuridades conceptuales ni en barroquismos formales, sino que va a tratar de formar las cosas lo más directamente posible. En el texto de Al-Mu’tamid leemos:

 

Que no te seduzca la hermosura de un mundo

tejida con dos tiras de oro huidizo.

La primera, espejismo de una vana esperanza;

la segunda, un camino de polvo y cenizas.

 

Alvarado Tenorio no se deja seducir, y en Libro del Extrañado se propone poner al lector sobre aviso a fin de que este tampoco se embauque. El poemario explora tres temas fundamentales: el poder, el tiempo y el exilio. Este último adquiere a través del texto dos significados complementarios.

Por un lado, refiere al hecho de no poder estar en un lugar concreto, es decir, en Colombia; y por el otro, en su acepción más abstracta, remite a un no estar dentro de una realidad, a un preferir mantenerse fuera, observándola. Mediante este “exilio” voluntario, el poeta consigue distanciarse del mundo que describe, y esta distancia le confiere a sus textos una perspectiva y eficacia indiscutibles.

Alvarado Tenorio practica una verdadera poética de la sospecha. Con una técnica que no está desprovista de ironía, sus poemas comienzan describiendo inocentes hechos y prácticas del mundo. Sin salirse en ningún momento de tono y siempre dentro de los márgenes de lo aceptado, los textos van acumulando significados, remitiendo a usos e ideas comunes, ante los ojos de un lector que incauto comparte la imagen del mundo que el texto refleja. Sin embargo, hacia el final del poema, se lleva a cabo la inesperada inversión que revierte todos los significados hasta allí acumulados. El autor coloca en la coda de los poemas una pequeña bomba de tiempo que estalla en el momento de la lectura y le quiebra al lector todas las ideas por las que fue guiando su lectura. El cosmos que el poema fue reflejando y construyendo se boicotea y estalla, y en el estallido se multiplican e irradian sus significaciones. El lector se ve entonces obligado a volver sobre sus pasos y a releer poema y mundo bajo una nueva perspectiva. El primer poema, De la aristocracia, ilustra a la perfección este mecanismo. Comienza enumerando los legados de la tradicional clase dominante:

 

De la aristocracia

queda todo,

la buena voluntad,

el amor al prójimo,

las buenas maneras

y el calor humano.

 

El guiño irónico que se ha ido transparentando en la selección de semas se amplia y estalla en carcajada en la parte final del poema, en la que el poeta presenta la otra cara de la moneda:

 

Nosotros, los siervos,

nos complacemos

en copiar.

 

Con esta tajante afirmación se establece el tono central de Libro del Extrañado: el yo poético se declara abiertamente entre los marginados y su visión del mundo y de la historia va a estar teñida por esta perspectiva. En El Zócalo, se recrean las hazañas de la conquista de México. El poema abre con un yo poético en un estado de aparente y fervorosa admiración ante la plaza central de esta ciudad:

 

Esta mañana he visto una España Imperial

desconocida, no imaginada por Felipe Segundo.

Hernán Cortés supo qué fundaba en Tenochtitlán:

la Nueva España, la única heredera de Isabel y Fernando.

La inmortal y corrupta España vive en México

y e! Zócalo es su espejo y memoria.

 


El juego conceptual entre la pareja sémica “inmortal/incorrupta” que el lector inconsciente espera, y la sorpresa ante el término “corrupta” desprovista de prefijo que aparece, representa un primer índice de los cauces que va tomar el poema. La misma estrategia discursiva observada en el texto anterior se repite, pues después de pasar revista al mundo de los poderosos, el poeta se detiene en el de los siervos:

 

Antes de partir recorre los signos del tiempo.

Unos hombres ofrecen, al lado de la catedral

los más antiguos y perdurables oficios:

cerrajero, fontanero, zapatero, soldador, adivino...

confirmado al Extremeño

cómo su obra no ha sido exterminada.

 

La mullida alfombra de “memoria y recuerdo” que el texto fue construyendo al lector se le arranca abruptamente de los pies para asestarle un golpe inesperado. El juego con los prefijos del índice inicial se repite en el último verso. Sin embargo, esta vez el mecanismo se halla reforzado a nivel fónico por la presencia, en la penúltima línea, del apelativo “Extremeño”. La sorpresa ante este símbolo “ex” frente al sema “terminada” remueve los cimientos del poema y le confiere una fuerza dramática impresionante.

El tiempo es otro tema fundamental de Libro del Extrañado y el poema Un hombre me vendió una silla lo desarrolla hasta sus máximos límites. De nuevo parece el recurso de la enumeración, pero esta vez se halla en función de la recreación de la vida de un hombre:

 

La he comprado

para ver su mundo: cartas

plantas, lámparas, alfombras

vajillas, miradores, caperuzas, telas

 

El paso del tiempo se hace obsesivo en los versos intermedios:

 

Objetos que sobreviven a sus arrendatarios

y nos sobrevivirán,

la caoba es más perdurable que la carne,

el ciprés más vivo que unos ojos,

 

Pero el poeta se da cuenta de ello a tiempo y con un simple dístico pone punto final a un discurso que amenaza hacerse demasiado retórico:

 

Estas basuras

cambian de anciano cada semana.

 

El último poema de la colección, Proverbios de uno llegado a los cuarenta, resume las reflexiones del autor ante los tres temas básicos del poemario. El texto abre con una serie de consejos para uno que ha llegado a la cuarta década:

 

No hables. Calla. Mira como las cosas a tu alrededor se pudren.

Confía sólo en los niños y los animales.

y de los ancianos aprende el miedo de haber vivido demasiado.

A tus contemporáneos pregunta sólo cosas prácticas

y comparte con ellos tus fracasos, tus enfermedades,

tus angustias, pero nunca tus éxitos.

De tus hermanos ama el que está lejos

y teme al que vive cerca.

 


La voz poética está perfectamente consciente de su tono cínico y lo declara abiertamente en los versos que cierran el poema:

 

Quien no pudo cambiar su país antes de cumplir la cuarta década

está condenado a pagar su cobardía por el resto de sus días.

Los héroes siempre murieron jóvenes.

No te cuentes, entonces, entre ellos.

y termina tus días

haciendo el cínico papel de un hombre sabio.

 

Con esta admirable línea se cierra Libro del Extrañado, texto lúcido, que condensa una trayectoria vital y una visión del mundo. Harold Alvarado Tenorio sabe cuál es su posición, y nos recuerda a los antiguos filósofos griegos –pensemos en la leyenda de Diógenes de Sínope y su lámpara–, que se dedicaban a inquietar sistemáticamente a sus conciudadanos. La lámpara de Alvarado Tenorio es la escritura, y con ella va en busca, tanto dentro de sí como fuera, a ese que finalmente pueda cumplir el papel cabal de un hombre sabio.

 

NOTA

Publicación original: Revista Iberoamericana, Pittsburgh, nº 137, 1988.

 

 

2. MARÍA ANTONIETA FLORES | Summa palabra

Cuerpo y palabra son un único espacio. Lo que se olvida o se desatiende, a veces, es que sólo y únicamente se escribe con el cuerpo y desde él. La palabra es, lo explica James Hillman, la especificidad que nos distingue de los demás animales.

El lenguaje no es algo desconectado del cuerpo, habita en él y es gracias a él. Así lo demuestra la suma de la obra poética de Harold Alvarado Tenorio, ahora reunida en un solo volumen titulado Summa del cuerpo. Desde la conciencia de esta relación el poeta colombiano hace del cuerpo uno de los ejes donde se sostiene su poesía. La palabra “llega desde abajo”, desde lo profundo y lo oscuro y desde el cuerpo que posee su propio código inexpresable pero muy próximo a la poesía: “El falo y la vagina saben un lenguaje/ más fuerte, más severo, más exigente.”Y, desde lo visceral emerge el poema, se hace de tanto dejarlo habitar la carne, pues “Tallar el cuerpo era (y es, agrego) también tallar el alma”.

Poema y cuerpo son una misma entidad. Esta integración que se manifiesta en la obra del poeta, resuelve el tránsito vital que se elabora desde una herencia claramente kavafiana. Su famoso poema “La patria” es hijo y deuda de La ciudad de Kavafis. Igualmente esa distancia de contarse desde el otro lo revela descendiente de este poeta griego que marcó definitivamente la poesía del siglo XX.

Alvarado Tenorio, viajero físico e interior, moviliza libremente su voz en el tiempo y en el espacio para construir un mundo poético desde la imagen del personaje histórico y ficcional. No se enmascara, sino que amplía su yo al conectarlo con imágenes pretéritas y desconocidas. Esto revela un proceso interior que va más allá de la exploración del yo y que se adentra en los pasajes ocultos, umbríos de la humanidad.

Un poema como “Manuela lee a Melville la carta de la fortuna” es revelador de todo esto y además es clave para develarnos el destino del artista: “Para acabar con el mal y el dolor,/para no contaminarse,/a las almas sensibles/ sólo queda la pobreza y la miseria”. Por otro lado, el poema “Lector” es la contraparte del anterior. Elabora la compleja trampa que tiende una pasión. La lectura sólo deja “los días y los meses de comercio/ con libros y metáforas” mientras el tiempo arrebata el cuerpo.

El aspecto más logrado de su poesía es lo amoroso, discurso que construye desde la sensualidad y la erótica grecolatina tamizada por una mirada contemporánea que revela de nuevo la deuda kavafiana. El amor es un instante, encuentro. No hay continuidad. Reconoce así la imposibilidad del amor y sólo expresa la vivencia de los cuerpos en pos de esa imposibilidad o tras un asidero para seguir viviendo.


Hay en todo esto un saber que proviene del contacto cercano y constante con lo poético y que hace afirmar: “Gran vida que das y todo quitas”, cualquiera recordaría a Rubén Blades y su maestra vida, pues poema y canto se entrecruzan. Este punto de contacto es importante señalarlo pues si la poesía de Alvarado Tenorio está dotada de una erudición y un conocimiento de amplia resonancia, éstos están al servicio del poema y no al revés, como suele ocurrir muchas veces. De allí que sus poemas sean, también, canciones de tabernas, hijos de una vieja tradición.

La tragedia presente y vital hilvanada en lo distante, lo extranjero, deviene en única posibilidad de dar cuenta de sí mismo desde el otro. Sólo queda despersonalizarse para restituirse en la palabra y ser más persona, más cuerpo sufriente y padeciente. La distancia que esto requiere es producto de mirarse extranjero de sí mismo para reconocerse entero. Pero no hay evasión en su poesía, sólo una curva que desnuda más el momento presente y allí están “las señales de muerte/ que castigan las calles” y un clamor: “¿Quién nos quitó la realidad/ y sólo nos dejó el deseo?”

Y desde ese clamor, el cuerpo siempre padeciente y pleno en gozo, construyéndose en las palabras, en el poema.

 

NOTA

Publicación original: Kalathos, Caracas, n° 12, julio de 2003.

 

3. FRANCISCA NOGUEROL | Harold Alvarado Tenorio

 

Es un placer para mí presentar hoy en el Encuentro de Poetas Iberoamericanos al profesor, ensayista y reconocido crítico colombiano Harold Alvarado Tenorio, polémica figura de las letras por sus siempre controvertidas declaraciones sobre el mundillo literario, los cenáculos y la espectacularización de las artes. Así, resultan de sobra conocidas sus diatribas, incluidas en libros de ensayo y difundidas últimamente a través de la revista Arquitrave, publicación que cuenta sólo con 300 ejemplares impresos pero que Alvarado, como responsable de la misma, ha tenido la intuición de lanzar al mundo en edición virtual para contribuir a su espectacular difusión.

Apasionado y dotado de una hipersensibilidad que lo hace escudarse con frecuencia tras la máscara de la mordacidad, su buen gusto queda probado en su admiración por figuras como Jorge Luis Borges –sobre quien presentó en los años setenta una tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid–, Luis Cernuda y Octavio Paz. Asimismo, ha traducido con sensibilidad a autores como Kavafis, Eliot o diferentes poetas eróticos chinos, que reunió en la antología Poemas chinos de amor y que, de alguna forma, dan cuenta de los incontables viajes –reales y literarios– del autor. En su vertiente crítica, destaco su ensayo sobre los poetas españoles de los cincuenta –de Barral a Gil de Biedma (figura titular de Arquitrave), de Caballero Bonald a González o Brines (cuyo Premio Reina Sofía celebramos este año)– y sobre su generación en la lírica colombiana, a la que supo tildar con acierto de “desencantada”.

De él ha dicho con acierto Luis Antonio de Villena: “Oscilando entre Borges y Kavafis –menos incompatibles de lo que creería un lector no avisado– sus ardientes y sabios poemas (que también recorren muchas geografías) son ejemplo de la mejor poesía del siglo XX. Inquieto, inquietante y heterodoxo, desde el sexo a la política”.

Culto y admirador de los clásicos, de los que hereda una desinhibida vocación por la vida y el placer, de su pluma han salido títulos como Pensamientos de un hombre llegado el invierno (1972), En el valle del mundo (1977), Libro del extrañado (1980), Recuerda cuerpo (1983), El ultraje de los años (1986) -con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Arcipreste de Hita-, Espejo de máscaras (1987), Summa del cuerpo (2002), Ultrajes (2005), y 25 (2010).

Los títulos de sus obras dan buena cuenta de su poética, marcada por los grandes temas del amor –de ahí la preeminencia de nociones como “deseo” y “cuerpo”–; el tiempo –siempre ineluctable en su avance, lo que provoca la mirada maravillada del sujeto lírico ante los instantes fugaces de plenitud, el canto al “Carpe Diem” y la nostalgia por lo que ya fue, con especial incidencia en los deslumbrantes periodos vitales de la infancia y la juventud–; y la muerte, equiparada a la pérdida física pero, también, a lo que pervierte al hombre de su humana condición: el poder, la riqueza y la persecución del prestigio.


En este sentido, y en la línea de los grandes satíricos, Alvarado cincela demoledores poemas contra la ambición, la avaricia y la mezquindad, por lo que se convierte en poeta cívico e, incluso, recupera la tradición bíblica de los “proverbios”. Buen ejemplo de este hecho lo ofrecen algunos demoledores versos extraídos del durísimo y desencantado “Loma castellana”:

 

…Ni huesos ni polvo de huesos

quedará de nuestra soberbia,

vuestra vanidad,

nuestro apetito,

vuestra ruindad,

nuestro rencor

vuestra indecente codicia

de ser peor que los otros

es decir, nosotros.

 

Tras los ardores de la juventud –único momento de salvación posible en una existencia marcada por “el infierno de los otros”–, al poeta sólo le queda el refugio kempisiano de recluirse “in angulo cum libro” o, lo que es lo mismo, de desear lo que ha sabido decir maravillosamente Juan Antonio González Iglesias en un poemario reciente: “un ángulo me basta”. De hecho, podemos leer entre sus versos esta melancólica confesión:

 

Los héroes siempre murieron jóvenes.

No te cuentes entre ellos,

y termina tus días

haciendo el cínico papel de un hombre sabio.

 

De ahí su reivindicación de una lírica reflexiva, producto de un oído siempre atento a la música verbal. Como destaca en su reciente “Cartagena de Indias, circa 2009”, tan cercana a “Canto de amor a la poesía”:

 

(…) Sólo

las palabras,

urdidas y ordenadas

con silencio

en una perenne soledad,

resuenan

qué fuimos una vez.

Repítelas.

Entonces volveremos.

 

Harold Alvarado, poeta rebelde e independiente, entre el hedonismo y el estoicismo que provoca saberse víctima del estrago de los años –recordemos en este sentido su fervor hacia la palabra “ultraje”–, se muestra, en definitiva, como un creador vitalista e intenso, por lo que deseo terminar mi presentación con algunos de los versos, tomados de “En el valle del mundo”, que, en admirable paradoja, mejor lo definen:


…Haber perdido las buenas formas y el calor:

y que las cuatro cosas que más he odiado se

hayan apoderado de mí:

La tos y el olvido,

la enfermedad y el dolor.

 

Haber gritado

oliendo un capullo purpúreo de violeta,

los tonos escarlatas de la anémona,

el encendido rubor de las rosas…

 

NOTA

Publicación original: XIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca [2010].




MARITHELMA COSTA (Puerto Rico, 1955). Estudió Filosofía en las universidades de Puerto Rico y Autónoma de Madrid, y Literatura en Columbia y The City University of New York donde se recibió de doctor en literatura medieval española. Ha enseñado en la Universidad de Paris y en The Graduate Center of The City University of New York, escrito poesía y prosa, y recibido premios de la American Poetry Association.





MARÍA ANTONIETA FLORES (Venezuela, 1960). Poeta, ensayista, crítica literaria y profesora universitaria venezolana, magíster en Literatura Latinoamericana, editora y directora de la revista El Cautivo.






FRANCISCA NOGUEROL (España, 1950). Doctora en Filología Hispánica de la Universidad de Sevilla y Profesora Titular de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca.






KAREL DEMEL (República Checa, 1942). Diseñador gráfico e ilustrador, expone con frecuencia en países como Alemania, Bélgica y los Países Bajos. Su obra contempla un diálogo permanente con temas figurativos que el artista encuentra en ambientes teatrales, poéticos y musicales. Karel es el artista invitado de nuestra edición.







Agulha Revista de Cultura

Número 241 | outubro de 2023

Artista convidada: Karel Demel (República Checa, 1942)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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