LAO TSÉ (en el
Tao Te Ching). [1]
Escribir es un caso de impersonation, de suplantación de personalidad: escribir es hacerse pasar
por otro.
JUSTO NAVARRO
sobre PAUL AUSTER en El cuaderno rojo
Desde la bóveda interdisciplinaria de La
Fábrica de Sueños, es un placer ocuparse del libro de Santiago Jaramillo, uno de
los mejores amigos de mi hijo Santiago, a través de quien me lo hizo llegar, hecho
que lo hace doblemente valioso. Tal vez lo primero que deba decir es que se trata
de poesía libre, nada de romance, soneto, oda o égloga, y en la que la amargura
es el concepto que mejor engloba esos poemas más descriptivos/narrativos que metafóricos,
aunque a veces tenga chispazos brillantes/geniales en este último sentido e incluso
humor, un humor negro, pleno de ironía y de sarcasmo. En síntesis, un libro que
toca muy hondo, mucho más en épocas de tanto y tan pobre materialismo: hecho que,
ya de entrada, marca el acierto en el título del poemario, Condiciones materiales,
[2] las del autor, a quien acompaña en
los dibujos Elizabeth Builes. Dichas condiciones, son aquellas en las que creció
Santiago: precariedad, miedo, hambre y amargura, dolor y pobreza, en abierta lucha
por la dignidad…
Desde
el inicio, con la dedicatoria a Gloria Tobón, su querida madre, seguida de las citas
del inofensivo vampiro, por poético, Luis Hernández C.; del extracto del poema Problemas
de la estética contemporánea, de nuestro Malcolm, por X-504, alias Jaime Jaramillo
Escobar, bofetón memorable a la oligarquía paisa, precursora del GEA; y del reclamo
justo del poeta callejero por excelencia (junto al recordado Darío Lemos), Helí
Ramírez, en tanto el mundo sea para los empobrecidos, que no pobres porque nadie
elige serlo, con la condición inversa a lo que pasa hoy, por ese engendro llamado
IA, pero es BC o Brutalidad Concreta: que las máquinas trabajen para los humanos,
así haya que destruir el mundo y volver a crearlo ‘como lo queremos’, desde el inicio,
el libro nos subsume en el mundo del trabajo, la plusvalía, la explotación, es decir,
las características del Sistema que niega o avala, anula o favorece las condiciones
de supervivencia a los seres humanos, no sin antes sobreexplotarlos y alienarlos.
Son
en total 34 ‘poemitas, escritos con el corazón’ y a la vez ‘mi vox horrísona, un
pequeño grito herido de quienes nacimos más abajo en la escalera social’, como dice
Santiago en su dedicatoria para mi ejemplar del libro: le recuerdo, vía Marx, que
lo clave no es el origen de clase sino la posición y más allá la condición de clase,
y ahora agrego que la lucha por la dignidad. La dignidad personal, ese equivalente
a la soberanía de los pueblos, de la que hablaba Carlos Gaviria. [3] Como bien se sabe, las condiciones materiales
son aquellas a las que refería Marx: 1. La Naturaleza o el medio geográfico que
rodea a la sociedad. 2. La población y su densidad nacional o social. 3. La producción,
con cuya ayuda los hombres crean los bienes materiales necesarios para subsistir.
Lo que ya desde el inicio le agrega a lo literario un plus sociológico y económico/político
al poemario de Jaramillo, sin desligarlo de su concreta búsqueda artística ni de
sus propuestas, más que intenciones o metas filosóficas.
En
otras palabras, las condiciones materiales son las que posibilitan el desarrollo
o el fracaso del hombre en la sociedad para satisfacer sus necesidades de vivienda,
salud, educación, acceso al trabajo, ascenso en la escala social, lo mismo que la
movilización, el ocio como sucedáneo de escuela (no de vagancia ni de improductividad,
según el canon capitalista) y, obvio, la libertad de expresión, el derecho a la
comunicación y a crear medios que la faciliten. Y de esas mismas condiciones materiales
habla Marx como formadoras del carácter del hombre en la sociedad, en abierto combate
con las condiciones económicas que impone el Sistema, primero feudal y luego capitalista,
más tarde neoliberal y neofeudalista, y de nuevo capitalista e hiperconsumista,
como para minar toda eventual resistencia personal, de grupo o social. O lo que
significa el tapabocas, una orden de silencio, con motivo del virus/negocio, precisamente
para desvirtuar de entrada cualquier foco de oposición, de disidencia, de crítica.
Desde
Dos máquinas, sobre el trabajo de su querida madre con una plana y una fileteadora,
Botones, sobre ese niño que pega su primer botón a los cinco años y luego
3.500 más en un solo día ‘sobre perilla infinitas’, antes de que quiebre Confecciones
SAYJU, Bultos, sobre el oficio de coteros de él y su hermano, cargando pantalones
para ponerlos en las vitrinas, Ventiladores, sobre esos multiplicadores de
voces que atenúan el calor en duras jornadas de labor, Retazos, sobre esos
ojos pausados que sólo tienen quienes trabajan 15 horas diarias en una máquina,
y el hijo que en vez de irse a dormir se tira a su lado en el piso, hasta ¿Dónde
están?, sobre el hallazgo de las grandes cosas detrás de las más sencillas,
el odio injustificado contra todo, y, por contraste, sentir la felicidad de poder
hacer algo contra lo que se odia y Santi que sigue trabajando para producirle más
plusvalía a los ricos y lo único que queda es el recuerdo de la madre trabajando
para una multinacional, sólo que ahora ella tiene 64 años.
En
dichos poemas, Santiago Jaramillo hace una reflexión/recreación sobre el yugo del
trabajo en aroma de amargura, dolor, hambre, pobreza, sin jamás pretender provocar
conmiseración, sino como un ejercicio de liberación de esa pobreza, de esa hambre,
de ese dolor, de esa amargura, a manera de autoconocimiento, de psicoanálisis sin
ayuda de nadie más que de los recuerdos de su madre, su padre, sus hermanos, su
amigo Mauricio quien fue asesinado, sus amores pasados o perdidos. Y a través de
ellos hay todo un viaje, una experiencia poética, un mundo recuperado, gracias al
afecto, a la memoria, a la sensibilidad, que es lo que permite pasar lo pasado que
no sirve y atesorar el pasado que es hoy y no ayer y que ayuda a construir un mejor
futuro, sin lastres de arrepentimiento, sino en afán de lucha por preservar la dignidad,
así en medio sólo haya desesperanza, penas temporales, fracasos pasajeros: porque
sólo la constancia, la terquedad y la paciencia son facilitadoras de nuevos y mejores
mundos.
Todas
ellas, experiencias cotidianas de una familia y un mundo comunes y corrientes que
sólo buscan esculpir en el tiempo un momento triste o alegre o sublime o una experiencia
terrible de dolor, violencia, muerte o asesinato que, de contera, muestra el mundo
horrible en el que creció un niño, sin poder hacer nada para cambiar las condiciones
de vida, trabajo, educación, salud, vivienda, pero que, por contraste, a través
de la escritura deja el testimonio de quien piensa y cree en un mundo mejor, así
no sea él quien lo logre. Como en Diente de león, que se pregunta si ese
era el amor, si regresa en algún instante o si vuela por ahí como las pelusas de
esa flor que se deshace en el instante como pompas de jabón o como los cerezos en
flor, símbolo de lo efímero, y ya no vuelve más. O como en Universo, cuando
el protagonista siente que esas estrellas y lunas de plástico, compradas por su
hermana y dibujadas en el techo de la pieza de Juli, todas las noches le abrían
la inmensidad del universo.
La
experiencia de la pobreza se refleja en el poema Descubrimiento, un mazazo
por donde se le mire para un niño que es objeto de discriminación por parte de otros
niños que se bañan en una piscina y decretan ‘que yo no era / de la unidad / porque
era pobre’. La del temor, en Miedo, con ese niño que, como el del filme Cuando
mi padre salió en viaje de negocios, de Emir Kusturica, duerme en medio de sus
padres y de pronto piensa qué pasaría el día que muriera uno de ellos. La del trabajo,
en Brother, que aquí no es hermano sino la marca de la Ojaladora Industrial
en la que el padre pasa sus últimos 20 años viendo subir y bajar una cuchilla que
corta una tela ‘4.000 veces al día’ y de vez en cuando él para y sale al balcón,
fuma un cigarro y mira las montañas. La del hambre, como metáfora, en Arroz
está detrás del hecho de comerlo, blanco como papel, que de tanto mirarlo y comerlo
y volver a mirarlo ‘era como casi nada’; en Cusco, el recuerdo de nunca haber
ofrecido hamburguesa a su padre.
En
tales recuerdos se filtran la amargura, el dolor, la pobreza que, por contraste,
producen la necesidad de luchar, de volver la frustración motor de vida, el miedo
factor de lucha y de cambio, la espera vector de esperanza y no sinónimo de desesperanza
ni, mucho menos, como creía el sabio chino: ‘La esperanza es una puta que se parece
a la desesperanza’, así la sentencia parezca irrefutable. Así se infiere de La
casa, poema en el que un inmueble deviene pedagogo del sujeto que vive allí
hace 15 años y por eso piensa a menudo cuando tenga que irse con su familia ‘pues
la casa no se ha enterado / de que no es nuestra’, lo cual produce al unísono placer,
humor y frustración. O de Como si fueran felices, con esos cuatro hombres
en overol que cargan sus cajas de cerveza ‘en sus espaldas, mientras gritan y cantan
como si fueran felices’; o de Globos, con un epígrafe del citado D. Lemos,
Me elevo como un globo y tiene un agrio final: el chico que anhela ser uno
de ellos, para luego quemarse y desaparecer.
O
de Calle 33 con la 76, título que, seguro, de no ser por su sentido topográfico
como registro de la memoria, nadie más usaría, con la chica que desaparece antes
de que lo haga el muñequito verde del semáforo peatonal. Pero, como no todo ha de
ser tragedia, aunque vengan otras más adelante, de pronto renace la esperanza, como
en Autopista (y aquí se anota que ya Jaramillo ha registrado varios símbolos
de la modernidad en los títulos de sus poemas: no como capricho, sino como sentido
de referencia del mundo en que creció y vive) con ese carro rojo que avanza entre
miles a las seis de la tarde y en el que ‘podría estar / la chica que amo’ y luego
habla de los otros colores que son sinónimos de celebración de la vida y motivo
de felicidad, pero al final, como no hay dicha completa, otro tiestazo: cuando desinflen
las bombas y se queden solos, notarán que ‘aquello que ocupó un lugar importante
era sólo aire’. O en Bruxismo, sustantivo insólito, aquí rotundo, para poder
ignorar la suspensión del sueño.
En
efecto, porque he aquí una afortunada metáfora (entre varias más…): te duelen los
zapatos gastados en los pies de la gente. Eso es ponerse en los zapatos del Otro;
lo que se llama ser compasivo, sin lastres de religión; lo que se llama ser solidario,
aunque no lo diga o, mejor, se quede callado porque esa es la verdadera caridad:
no la que se publicita, como hacen Bill Gates, Elon Musk, Jeff Bezos y demás filántropos
de la avaricia que cada día que pasa arruinan más al mundo y, sin embargo, la prensa
de Rothschild y Murdock y BlackRock, les lava la imagen. Por eso, quizás, no importa
si: ‘Sigues de largo, / pero sientes el frío / que sienten decenas / de cuerpos
/ debajo de los puentes, / [porque] ahora su lluvia, es tu lluvia’. Entonces, otra
vez aparece la hamburguesa como metáfora del vacío, con la que nunca le ofreció
al padre, o de hambre, con la que se puede comprar ‘para evadir la tristeza’. Claro,
si no es de McDonald’s, esa comida transgénica, y ojalá lo supiera su promotora
Linda Caicedo.
Los
últimos cinco poemas del libro son: Circular Coonatra, un viaje en bus de
la casa a la oficina, con un aire que impide cantar a los pájaros: para qué resistir
si no hay sitio dónde esconderse (como en Greenwald sobre Snowden) [4] y las calles llenas de secretarias, obreros
y estudiantes que perderán el bus y/o el trabajo: si suben, todos miran por la ventana;
Los cables de luz, una recomendación: ‘Los poetas no deberían hablar tanto
de sí mismos’ y, luego, que a Mauricio lo mataron, Sergio fue a la cárcel, Mangui
es otro desaparecido más: 15 años con sus noches lleva esa lampara prendida e igual
las cosa han ido pasando; Mauricio o el aviso de una madre a su hijo de que
mataron al amigo y vienen los recuerdos de jóvenes a adultos y la violencia por
‘chasquear los dedos’ y ambos, tristes, se masturban por la misma chica y ahí tirado
parecía llevar unos Adidas blancos; Domino’s Pizza o volver al pasado
en modo de arrepentimiento; y Agustín o sentir la felicidad tan cerca, por
tener menos de un año.
Entre
las metáforas felices, o infelices, aunque logradas, del libro: mamá y la abuela
compran dos máquinas y trabajan varios años de seis a seis, pasan de una tela a
otra, trabajan, mientras hacen montones de cosas, mientras veían TV, mientras rezaban,
mientras le lavaban la ropa al esposo. Y así la abuela haya muerto un año atrás
es como si hubiera muerto hace 29, porque para la DIAN, BanRepública, Caja Agraria
es así ‘pues si una señora no mata sus deudas / las deudas la matan a ella’; igual
pasó con su mamá en los 90, cuando nadie contestaba el teléfono: no fuera a ser
un funcionario público; así, desde entonces ‘recuerdo a mamá / como un fantasma’
(Dos máquinas). El pasar de dar vueltas de felicidad a entrar en pánico cuando
tras acostarse en medio de los padres el chico se pregunta ‘qué pasaría si alguno
de los dos muriera’ (Miedo). Estando en Cusco, cuatro mil km lejos de casa
y a diez años de muerto su padre y ‘llega el pasado / sin aviso a recordarme / que
nunca le ofrecí hamburguesa’ (Cusco).
Lo
anterior lleva a la función desarrollada por el maestro Eduardo Gómez (1932-2022)
en Observaciones críticas sobre la función
estética y social de la poesía [5] y la que, después de estudiar el origen
del término que en alemán proviene del vocablo dicht = denso, puede considerarse
que es enriquecer la sensibilidad. Lo
que, en otras palabras, coincide con la del poeta, narrador y pintor Héctor Rojas
Herazo (1921-2002), quien definió a la cultura como el refinamiento de los sentidos. Pero, hablar de poesía no es fácil:
para Gómez hacer crítica de ella ‘será siempre muy difícil para no racionalizar
en forma destructiva la obra de que se trate y no empobrecer su bella ambigüedad
e irreductibilidad’. Y aclara que la poesía, como todo arte, es un lenguaje que
busca comunicar (así, se aclara, no haya códigos comunes con el lector, como diría
Estanislao Zuleta en su lúcido ensayo Sobre
la lectura al recurrir a Paul
Valéry), lo que supone una capacidad implícita y específica de conocer y objetivar
el mundo.
O
volver objetivo lo que de suyo es subjetivo: hacer poesía, arte en general. A la
vez Gómez advierte sobre el peligro que corre la poesía en tanto forma de conocimiento
y la más abstrusa y amenazada (después de la música), en el terreno artístico, por
el subjetivismo, la actitud de algunos por reducir las cosas no a lo que dicen sino
a lo que creen que dicen. Y señala que a ello contribuye el hecho de que sea el
género literario que logra una mayor condensación expresiva. Explica, cómo en alemán
es más evidente esa cualidad: Dichtung (poesía),
Gedicht (poema), Dichter (poeta) y dichten (hacer
versos… no dictarlos), provienen de dicht
= denso. Si se compara con la prosa
artística (cuento, novela, teatro), la poesía tiene de común con ella la configuración
o sugerencia (mediante palabras) de imágenes artísticas, o sea, esenciales, totalizantes
y ambiguas, pero se diferencia no sólo por su mayor capacidad de síntesis sino porque,
en su afán de condensación, involucra con mayor frecuencia y audacia lo simbólico.
Las
exageraciones irracionalistas del esteticismo y del vanguardismo son comprensibles
como reacción defensiva de la complicada ambigüedad poética, ya que la crítica capaz
de involucrar esa ‘nueva razón’,
la que da importancia a lo inconsciente y plástico/musical en la creación poética,
es casi inexistente sobre todo en el país. Aquí cabe recordar que el poeta es testigo,
por mártir, de su tiempo y aquí entraría Ovidio, quien tras acercarse al Poder recibió
la patada en el ano del César Augusto, [7] quien lo confinó luego al destierro, es decir, le aplicó la que hacia
los 50 del XX la mafia italiana usó como táctica y que la crítica de la época llamó
‘la teoría del limón’: usar a alguien para exprimirlo y cuando sea sólo cáscara,
botarlo, como al limón: por acre e insoportable, sobre todo para el agresor, claro.
Cuando el poeta es un lagarto, termina de candidato a alguna gobernación; cuando
es digno, se limita a la poesía como herramienta para ayudar al cambio de su sociedad
así su rol sea insignificante.
En
conclusión, leer el libro de Santiago Jaramillo entraña dejarse llevar por la emoción,
para luego ser rescatado por la coherencia, sin importar que sus ‘poemitas’ (cosa
de la timidez, no de la arrogancia de tanto poetastro de la poetambre) pudieran
reñir con los puristas del canon literario en tanto textos libres y sean más descriptivos/narrativos,
y narrativos no exentos, eso sí, de cierto sentido épico por la carga socio/política
que arrastran, que habitados por el verso la rima o el ritmo clásicos de una oda,
una elegía o un soneto, en endecasílabos o alejandrinos. El sentido de sus poemas
va por otro lado: despertar la sensibilidad, que se ha extraviado en los avatares
del vértigo actual, en las condiciones materiales ya casi imposibles de satisfacer,
dadas las desigualdades, la injusticia, la corrupción y el negacionismo al cambio,
así como entre la amargura, el dolor y la pobreza que hoy ofrece el mundo por vía
de la funesta labor de los políticos y la decadencia del Sistema con todo lo que
ella arrastra de violencia y odio.
Las
Condiciones materiales de las que habla en su libro son un bálsamo para mitigar
el dolor y no una forma triste de atraer la lástima o una queja personal sin trascendencia:
por lo contrario, sus poemas en aroma de libertad, exentos de prejuicios, pletóricos
de dignidad o la soberanía para los pueblos, ayudan a mitigar las penas de tantos
otros que han pasado por zonas de (in)tolerancia no aptas para seres sensibles e
inteligentes que además crecieron entre carencia, atraso e injusticia, pero también
entre amargura, dolor y pobreza y no por falta de iniciativas sino por inclemencias
del Sistema, por inequidades de los distintos gobiernos, por farsas, conductas y
procederes impropios de aquellos que dicen actuar en nombre del pueblo, pero sólo
para saquearlo, esquilmarlo y desvirtuarlo para, luego, achacarle la culpa como
si ese mismo pueblo fuera el responsable de sus desgracias y no, más bien, el receptor
de los atropellos producidos en contubernio entre Gobierno, paras y sus socios de
la fuerza pública.
Ojalá
el poeta de Condiciones materiales, hubiera tenido al inicio la suerte de
Ferguson, de la que habla Auster en 4 3 2 1, [8] por cuya obra merece el Nobel: entonces, ‘sus necesidades materiales
estaban cubiertas de forma continua y esmerada’, vivía en zona de confort, un techo
sobre su cabeza, tres golpes diarios, ropa recién lavada, sin privaciones físicas
que cargar, sin cuitas que atrofiaran su desarrollo, y que a los siete años derivó
en lo que para los educadores es un niño sano y normal de inteligencia superior
a la media; aunque, como dijo en El cuaderno rojo, uno cree que la tragedia
no le llegará: pero viene la naturaleza arbitraria de las cosas, ahora estás
vivo y en un segundo estás muerto, [9] y las historias
de Santi y Ferguson se juntan y como sus padres no compartían sus angustias con
sus hijos, no hubo forma de alistarlos para lo que a c/u le tocaría, que los expulsó
de su edén adolescente y volvió su vida otra por entero distinta. Aun así, Santi
no se hace pasar por otro escritor, es él.
Por
eso, ahora entiendo su ‘Un abrazo revolucionario’, en la dedicatoria del libro ya
sin temor a equivocación, pues las condiciones materiales del título son las mismas
que refería Marx, para que en la sociedad el cambio fuera eficaz, así no surgiera
ya, la vida ocurriera menos dentro de la desigualdad e injusticia y más dentro de
la relativa igualdad, y el mundo fuera posible de transformarse sin resistencia
de los derrochadores del erario, de los traficantes de bienes y tierras baldías,
de los narco/corruptos en el manejo de empresas nacionales vendidas a extranjeros
por coimas no nimias, sino que sobrepasan todo presupuesto en la cabeza de quien
sea y a la vez garantiza la existencia futura a esas vidas parásitas/minúsculas
vendidas al mejor postor: por contraste, las condiciones materiales de Santiago
Jaramillo apuntan a una lucha por la dignidad, en detrimento de tanta amargura,
dolor y pobreza que los políticos han sembrado en sus respectivos países, sin vergüenza
ni estima alguna por sus habitantes…
NOTAS
A Santiago,
hijo adorado, por seguir siendo mensajero de poesía, por la dicha de tenerlo en
casa y por la amorosa atención que deparó a mi hermano Álvaro, su tío, en
nuestras hazañas deportivas de jóvenes.
1. TSÉ, Lao. Tao Te Ching, PDF, 100. https://letrasparavolar.org/libros/archivos/ensayo/19.pdf
2. JARAMILLO TOBÓN,
Luis Santiago; dibujos de Elizabeth Builes. Condiciones materiales. Editorial
Gallina Ciega, Medellín, 2023.
3. www.youtube.com/watch?v=9hesRIVwwUA
4. GREENWALD,
Glenn. SNOWDEN – Sin un lugar dónde esconderse. Ediciones B, Editora Géminis,
Bogotá, 2014
5. GÓMEZ PATARROYO,
Eduardo. Observaciones
críticas sobre la función estética y social de la poesía: en Memorias, Tomo
I, Ponencias, Segundo Congreso de Poesía en lengua española, desde la perspectiva
del siglo xxi, Instituto Caro y Cuervo,
Bogotá, 2003.
6. GÓMEZ DÁVILA,
Nicolás. Escolios a un texto implícito. Atalanta Editores, España, 2009.
7. Por su ironía,
Ovidio fue enviado por Augusto en el año 8 a.n.e., con 51 años, a Tomis, ciudad
romana que sería luego Constanza (Rumania), tal vez porque no toleraba su humor,
sarcasmo, irreverencia.
8. AUSTER, Paul. 4 3 2 1. Seix Barral, Barcelona, 2017.
9. ___El cuaderno
rojo. Anagrama, Barcelona, 2009, 91 pp. En: Una vida en palabras. Seix
Barral, Barcelona, Planeta Colombiana, Bogotá, 2018.
LUIS CARLOS MUÑOZ SARMIENTO (Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, 5.jun. 2012; columnista, 23.mar.2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Editores al Encuentro Nacional de Literatura Colombiana vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, ES, Brasil, ago-nov.23). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión, Magazín EE y Las2Orillas.
LEILA FERRAZ (São Paulo, 1944). Poeta, fotógrafa, artista plástica, ensaísta e tradutora. Junto com Paulo A. Paranaguá e Sérgio Lima formou o trio responsável pela organização da Exposição Internacional do Surrealismo de São Paulo (1967), bem como pela edição de sua revista-catálogo, A Phala. Nessa época viajou duas vezes para Paris, convivendo intimamente com muitos dos membros do grupo surrealista francês. Na década de 1970, inaugurou a galeria Pindorama, em São Paulo, com Eduardo Lunardelli e outros, onde foram realizadas exposições de inúmeros artistas brasileiros, iniciativa que mais tarde se transformou na criação da Cooperativa de Artistas Plásticos de São Paulo. Publicou dois livros de poesia: Cometas e Poemas Plásticos. Está agora a preparar um livro com Floriano Martins, de poemas, colagens, fotografias. Ao lado da escultora Maria Martins, não há dúvidas em apontar seu nome como as duas maiores expressões femininas do Surrealismo no Brasil. Leila Ferraz é a artista convidada da presente edição da Agulha Revista de Cultura.
Número 246 | dezembro de 2023
Artista convidada: Leila Ferraz (Brasil, 1944)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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